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21/11/2021

DELLAIR YOUSSEF
En la Siria de Assad, la escuela es una cárcel
Mini dictaduras y violencia de Estado en las aulas

Dellair Youssef, Syria Untold (inglés, árabe)18/11/2021
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala

  

Dellair Youssef es un periodista, escritor y cineasta sirio. Ha dirigido varias películas, como The Princes of the Bees, Exile, Banyas: The Beginnings y Clothesline. También es autor de Tales of this Time, publicado en 2014, y Good Morning Lovelies, publicado en 2020. Youssef vive en Berlín. @dellair_youssef

 

Las escuelas públicas de Siria son feas, se parecen a una cárcel y son a menudo violentas. Tal situación no es fruto del azar, sino de un diseño, argumenta Dellair Youssef.


Las escuelas en Siria son como prisiones. Tienen altos muros y barrotes en las ventanas, y tanto los profesores como las profesoras golpean a sus alumnos con palos de todos los tamaños, colores y formas. Los instructores militares, no muy diferentes de los oficiales del ejército, solían imponer castigos de tipo militar.

 

Tras el inicio del llamado “proceso de desarrollo y modernización” y el ascenso de Bashar al-Asad a la presidencia a principios de la década de 2000, esos instructores militares fueron sustituidos por profesores. Al igual que sus predecesores, mantenían una vigilancia constante sobre los alumnos y estaban obsesionados con la disciplina. La mayoría de ellos eran antiguos oficiales del ejército o voluntarios de los servicios de seguridad y mujabarat. Su misión seguía siendo en gran medida la misma, sólo cambiaban sus títulos.

La violencia que tiene lugar dentro de estas escuelas, además de otros factores vinculados con las condiciones sociales y la relación de las escuelas con el régimen, empuja a muchos estudiantes a abandonar los estudios en las diversas etapas. ¿Qué hay detrás de este fracaso escolar?


Recuerdos de la escuela en Siria

 

Las escenas de violencia que presencié durante más de una década de asistir a las escuelas sirias, desde los primeros cursos hasta la secundaria, son demasiado numerosas para contarlas.

 

En el último año de la escuela primaria, cuando mis compañeros y yo estábamos en sexto grado a la tierna edad de 11 o 12 años, asistí a la escuela Mohieddine bin Arabi en el barrio Rukn al-Din de Damasco. Una de las profesoras solía golpear tanto a los niños como a las niñas. Una vez golpeó brutalmente a un niño de mi clase y después le dio una patada. Luego le dobló el brazo al chico por la espalda y le obligó a apoyarse en su rodilla, rompiéndole el brazo. Volvió a la escuela al día siguiente con el brazo enyesado y se vio obligado a pedir disculpas a la profesora.

 

Más adelante, en octavo curso, por alguna razón, los alumnos tomaron la costumbre de quemar sus libros de texto al terminar sus cursos. Así que el guía de la escuela -el encargado de realizar determinadas tareas logísticas para las clases- se fue un día de la escuela pensando que los alumnos le tendrían miedo y dejarían de quemar sus libros. Al fin y al cabo, tenía fama de ser violento y de golpear a todo el que se interpusiera en su camino con lo que llevara encima.