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11/08/2021

MOHAMMAD AYATOLLAHI TABAAR
La guerra interna de Irán: Ebrahim Raisi y el triunfo de la línea dura

Mohammad Ayatollahi Tabaar, Foreign Affairs, 5/8/2021
Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Mohammad Ayatollahi Tabaar es profesor asociado de Asuntos Internacionales en la Escuela de Gobierno y Servicio Público Bush de la Universidad de Texas A&M y miembro del Instituto Baker de Políticas Públicas de la Universidad de Rice. Es autor del libro “Religious Statecraft: The Politics of Islam in Iran” (Columbia University Press, 2018)

 La República Islámica de Irán es un Estado dividido contra sí mismo. Desde su creación en 1979, se ha definido por la tensión entre el presidente, que encabeza su gobierno electo, y el líder supremo, que dirige las instituciones estatales paralelas que encarnan los ideales islamistas revolucionarios del Irán moderno. El actual líder supremo, Alí Jamenei, fue presidente de 1981 a 1989. Durante su mandato como tal se enfrentó, en cuestiones de política, personal e ideología, con el líder supremo de entonces, Ruhollah Jomeini, el carismático clérigo que había encabezado la Revolución iraní. Tras la muerte de Jomeini, en 1989, Jamenei fue nombrado líder supremo y tuvo que batallar con una larga serie de presidentes más moderados que él.

El presidente iraní Ebrahim Raisi en Teherán, junio 2021
(Foto: Majid Asqaaripour/WANA/Reuters)

Según los estándares de la clase política del país, los últimos presidentes de Irán no han sido radicales. Sin embargo, a pesar de sus diferentes visiones del mundo y bases sociales, todos ellos han aplicado políticas nacionales y exteriores que el Estado paralelo ha calificado de seculares, liberales, antirrevolucionarias y subversivas. En todos los casos, Jamenei y el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI), que responde directamente ante el líder supremo, actuaron de forma agresiva y a veces brutal para contener y controlar al gobierno electo. Las batallas dejaron a la burocracia gubernamental agotada y paralizada.

Con la elección del nuevo presidente de Irán, esta lucha puede haberse decidido finalmente a favor del Estado paralelo. Ebrahim Raisi, que se hizo con la presidencia en junio en unas elecciones meticulosamente diseñadas, es un fiel funcionario del sistema teocrático de Irán. Durante décadas actuó como fiscal y juez con un perfil bajo, incluidos dos años como jefe del poder judicial de Irán. A lo largo de su carrera, Raisi se hizo famoso por su supuesto papel en la ejecución sumaria de miles de presos políticos y miembros de grupos armados de izquierdas a finales de la década de 1980. Su afán por acabar con cualquier amenaza percibida para el Estado paralelo le hizo ganarse el cariño de Jamenei, y no cabe duda de que, como presidente, una de sus prioridades será reforzar el control del líder supremo sobre los organismos administrativos del gobierno electo.

El contexto en el que Raisi asumió la presidencia también exigirá una ruptura con el pasado. Irán se ha empobrecido a causa del estrangulamiento causado por las sanciones de USA y los estragos de la pandemia de la COVID-19. Las aspiraciones democráticas de la devastada clase media se están desvaneciendo y, en su lugar, está surgiendo un sentimiento colectivo de aislamiento y victimismo. La región circundante sigue siendo amenazante, lo que refuerza a quienes se presentan como guardianes de la seguridad nacional. En medio de toda esta agitación, Irán va a necesitar pronto un nuevo líder; una transición en la que el nuevo presidente está llamado a desempeñar un papel fundamental, y que podría dar lugar a su propio ascenso a la cabeza de la República Islámica.

Estos cambios prometen inaugurar una nueva era en la historia de la República Islámica. La agitación creada por un sistema dividido podría dar paso a un Irán más cohesionado y más asertivo a la hora de intentar moldear la región a su imagen. A medida que muchos de los líderes y movimientos que definieron la política iraní durante las últimas tres décadas se difuminan, una facción de líderes de derechas tiene la oportunidad de remodelar la política y la sociedad iraníes de manera que se amplíe el control del CGRI sobre la economía del país, disminuyan aún más las libertades políticas y se muestre una tolerancia limitada en cuestiones religiosas y sociales. Defenderán el nacionalismo iraní para ampliar su base popular en el país, al tiempo que se apoyarán en las ideologías chiíes y antiusamericanas a fin de proyectar su poder en la región.

Estos cambios podrían también remodelar la relación de Irán con el mundo, y en particular con USA. Con el respaldo de un CGRI seguro de sí mismo y sin miedo al sabotaje interno, el nuevo gobierno no rehuirá enfrentarse a las amenazas existenciales que percibe de USA. Aunque puede transigir en la cuestión nuclear para mitigar las crecientes crisis económicas y medioambientales en el país, el equipo de política exterior entrante dejará de lado las aspiraciones de los anteriores presidentes de un acercamiento a Occidente y, en su lugar, buscará alianzas estratégicas con China y Rusia. Su principal objetivo será Oriente Medio, donde buscará acuerdos bilaterales de seguridad y comercio con sus vecinos y redoblará sus esfuerzos para reforzar su “eje de resistencia”, una extensa red de apoderados en Iraq, Líbano, Siria, Yemen y el resto de la región.

Las relaciones entre USA e Irán serán transaccionales y girarán en torno a preocupaciones de seguridad inmediatas. La tentadora promesa de un acercamiento más amplio ya no encontrará terreno fértil en Teherán. La ventana de oportunidad para un “gran acuerdo” entre los dos países probablemente se ha cerrado.