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15/06/2021

Resuenan tambores de guerra civil en Afganistán tras la retirada de USA

Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Salman Rafi Sheikh (Kasur, Punjab, Pakistán) es un periodista independiente y analista de relaciones internacionales y asuntos de Pakistán. Cubre la política del sur y el oeste de Asia, la política exterior de las grandes potencias y la política pakistaní.
Autor de The Genesis of Baloch Nationalism: Politics and Ethnicity in Pakistan, 1947-1977. Prepara un doctorado en la SOAS University of London.

La guerra civil de Afganistán está entrando en una nueva fase de desestabilización con el resurgimiento de los señores de la guerra y los muyahidines para hacer frente a la embestida de los talibanes.

 Restos de dos atentados con bomba en Kabul en el que murieron siete personas, 12 junio 2021
(Foto: Sayed Khodaiberdi Sadat/AFP vía Anadolu Agency)

A medida que las fuerzas de USA y la OTAN se retiran más rápido de lo previsto de Afganistán, la violencia está aumentando en lo que podría ser un anticipo de una futura guerra más amplia.

Muchos creen que los talibanes tienen como objetivo explotar el vacío dejado por la retirada de las tropas de USA y la OTAN para tomar el control de la capital, Kabul, y restablecer un emirato islámico similar al que USA desalojó del poder después de su invasión de 2001.

En los primeros tres días de junio, al menos 64 miembros del personal de seguridad afgano y 26 civiles murieron en ataques de los talibanes. El más mortífero se produjo en la provincia de Nangarhar el 2 de junio, en el que al menos 40 miembros del personal de seguridad murieron al caer varios puestos de seguridad y una base militar en manos de los combatientes talibanes.

Las victorias de los talibanes en un campo de batalla en rápida expansión son una razón crucial por la cual las fuerzas militares de USA y la OTAN han acelerado sensiblemente sus planes de retirada. Al parecer, no quieren quedar atrapados en una guerra civil que se intensifica y se está moviendo rápidamente desde remotas áreas montañosas a las ciudades.

Los informes de los medios indican que más de la mitad de las fuerzas usamericanas ya han abandonado Afganistán y que la mayoría de ellas se habrán retirado para el 4 de julio, mucho antes de la fecha límite anunciada del 11 de septiembre.

Las fuerzas de la OTAN están asimismo más centradas en la retirada que en su misión de “entrenar, asesorar y ayudar”. El portavoz del Ministerio de Defensa alemán, David Helmbold, dijo a los periodistas en mayo que todas sus tropas, estimadas en más de 1.000, se retirarán a finales de la primera semana de julio.

 

Los soldados usamericanos recuperan sus petates tras regresar a casa, después de un despliegue de nueve meses en Afganistán, el 10 de diciembre de 2020 en Fort Drum, Nueva York. Supuestamente, todas las tropas usamericanas se retirarán de Afganistán antes del 11 de septiembre de 2021.   (Foto: John Moore/AFP/vía Getty Images)

 Tal retirada rápida significa que las fuerzas de seguridad nacional de Afganistán ya no pueden depender del apoyo aéreo y terrestre de las fuerzas usamericanas y de la OTAN en un momento en el que los talibanes intensifican los ataques contra sus posiciones. Los talibanes ya han declarado su “victoria” sobre USA y parece que van a derrocar por la fuerza al gobierno del presidente Ashraf Ghani en Kabul apoyado por Washington.

Con la cobertura aérea, terrestre y de inteligencia con que USA contaba, los talibanes tienen una nueva ventaja importante que seguramente inspirará al grupo combatiente no solo a intensificar sus ataques, sino también a iniciar batallas para apoderarse de las ciudades una por una hasta conseguir la conquista final de Kabul.

Si bien la guerra de Afganistán es ya de por sí brutal, como muestran los sangrientos detalles del Informe de Víctimas de la Guerra Afgana de junio de 2021, ahora está lista para expandirse a medida que los talibanes avanzan y las fuerzas nacionales luchan por mantener las áreas y ciudades que controlan.

Los legisladores usamericanos vieron esta eventualidad por el horizonte cuando el presidente Joe Biden anunció la retirada de todas las fuerzas de su país para el 11 de septiembre de este año, una extensión del plazo anterior de mayo acordado con los talibanes en febrero de 2020 en Doha bajo la administración anterior de Trump.

La Evaluación Anual de Amenazas de la Comunidad de Inteligencia de USA decía en abril de 2021: “Las perspectivas de un acuerdo de paz seguirán siendo bajas durante el próximo año” (2021-22), y “es probable que los talibanes logren avances en el campo de batalla, y el gobierno afgano tenga que luchar para mantenerlos a raya”.

La evaluación de inteligencia usamericana dijo además que “los talibanes confían en que pueden lograr la victoria militar” y que las fuerzas de seguridad afganas “siguen vinculadas a misiones defensivas y han luchado por mantener el territorio recuperado o restablecer una presencia en zonas abandonadas en 2020”.

Si bien la guerra se intensifica y se extiende a medida que las fuerzas de USA y la OTAN se retiran, las fuerzas de seguridad afganas no serán el único grupo armado que tendrá que repeler el ataque de los talibanes.

 

Combatientes y aldeanos talibanes afganos asisten a una reunión en la que celebran el acuerdo de paz firmado entre USA y los talibanes en la provincia de Laghman, distrito de Alingar, el 2 de marzo de 2020. (Foto: Wali Sabawoon/NurPhoto vía AFP)

Los grupos militantes no talibanes, que se refieren a sí mismos como “muyahidín” y profesan una alianza con Kabul, comenzaron a reagruparse y a reposicionarse para obtener ganancias políticas y territoriales poco después del anuncio de retirada de Biden, lo que marca un claro regreso al caudillismo en base al territorio visto en épocas pasadas de conflicto en el país.

El 18 de abril, Muhammad Ismail Khan, exministro de Agua y Energía de Afganistán y destacado político del oeste de Afganistán, celebró una ceremonia en su residencia de Herat, que se transmitió en directo por Facebook  donde varios grupos armados prometieron resistir a los talibanes.

Khan llegó incluso al extremo de ofrecer a Kabul el despliegue de muyahidines para luchar contra los talibanes en ciudades y distritos, diciendo:

“… Hay cientos de muyahidines armados en cada distrito y el gobierno [debería] confiar en ellos. No es necesario enviar fuerzas desde la ciudad de Herat a distritos que luego sufren bajas. Tenemos suficientes fuerzas con los hijos de esta tierra en cada distrito y ellos pueden defender sus áreas”.

En otras partes de la provincia de Takhar, las milicias armadas han resurgido bajo el liderazgo de Ahmad Massoud, hijo del difunto comandante muyahidín Ahmad Shah Massoud, que prometió resistir a los talibanes después de la retirada de USA.

Con la oficina política de Massoud reclamando el apoyo de la gente en las provincias de Takhar, Baghlan, Kunduz y Samangan, se ha multiplicado la posibilidad de una guerra abominable que involucre no solo a las fuerzas de seguridad afganas sino también a milicias armadas irregulares.

En una concentración organizada en Kabul el 8 de mayo, Massoud dijo: “Si nuestra nación se ve forzada a ello, y las partes ven que la solución en Afganistán tiene que ser una solución militar, también nos prepararemos militarmente los muyahidines, contando con nuestro consejo”.

 Ahmad Massoud (centro), hijo del difunto comandante afgano Ahmad Shah Massoud, el expresidente afgano Hamid Karzai (dcha.), la alcaldesa de París Anne Hidalgo (segunda por la izq.) y la alcaldesa del distrito 8 de París, Jeanne d'Hauteserre (segunda por la dcha.), posan frente a un retrato del difunto comandante Massoud, del fotógrafo Reza (izq.),  durante una ceremonia para inaugurar una placa conmemorativa en su honor en un callejón a lo largo de la avenida de los Campos Elíseos en París el 27 de marzo de 2021.
(Foto: Christophe Archambault/AFP)

Atta Muhammad Nur, un excomandante muyahidín conocido como “el maestro” por el entrenamiento que proporcionó a los muyahidines afganos durante la guerra afgano-soviética, también ha dicho que sus grupos afiliados resistirán a los talibanes y apoyarán “nuestro sistema y gobierno”.

Si bien esto recuerda la forma en que estalló la guerra civil en Afganistán en la década de 1990 después de la retirada de la URSS, una diferencia clave en el contexto actual es que estos grupos de muyahidines están siendo alentados directa y activamente por la propia Kabul.

Se ha informado que Ahmad Zia Saraj, jefe de la Dirección Nacional de Seguridad (DNS), habría dicho que se están manteniendo conversaciones con todos los grupos armados “conocidos como fuerzas populares de levantamiento [y] que operan en el marco del gobierno” para resistir a los talibanes en un intento por evitar que establezca un “emirato islámico” ortodoxo que niegue el poder a las fuerzas políticas legítimas de Afganistán.

Aunque el apoyo activo de Kabul a las “fuerzas populares de levantamiento” pone de relieve la relativa debilidad de las fuerzas de seguridad afganas frente a los talibanes, también indica que la próxima fase de la guerra se librará como batallas urbanas campales en ciudades y distritos en lugar de en zonas remotas, regiones montañosas, donde tanto los talibanes como las “fuerzas populares”, compuestas por muyahidines armados, serán difíciles de distinguir entre sí.

Es casi seguro que estas batallas obligarán a un gran número de civiles a abandonar sus hogares y a desplazarse a países vecinos como Pakistán, Irán y Tayikistán. De hecho, el éxodo ya ha comenzado; el Gobierno del Reino Unido va a permitir que más de 3.000 afganos se establezcan en su país, uniéndose a los 1.300 que ya viven allí.

Como se exponía en un informe de la BBC, “según la nueva política del Gobierno del Reino Unido, se ofrecerá una reubicación prioritaria en el Reino Unido a cualquier persona contratada a nivel local, actual o anteriormente, que se considere que se encuentra en grave peligro de muerte”.

Pakistán, por otro lado, ya está fortaleciendo sus miles de kilómetros de frontera con Afganistán en un esfuerzo por evitar una afluencia masiva de refugiados de la guerra civil afgana a su territorio.

Dada la naturaleza extremadamente volátil de las relaciones de Islamabad con Kabul y el hecho de que se sabe que los talibanes afganos están descontentos con la perspectiva de que Pakistán se reincorpore a una alianza militar con USA, Islamabad solo tendrá un papel marginal en la mediación entre los diversos grupos en guerra de Afganistán.

Fuerzas de seguridad afganas cerca de un vehículo blindado durante los combates en curso entre dichas fuerzas y los combatientes talibanes en el área de Busharan, en las afueras de Lashkar Gah, capital de la provincia de Helmand, el 5 de mayo de 2021. (Foto: Sifatullah Zahidi/AFP)

En cuanto a Rusia y China, una guerra civil más amplia en Afganistán podría desestabilizar sus proyectos para la Unión Económica Euroasiática y la Iniciativa de la Franja y la Ruta, respectivamente. Eso se debe a que la afluencia de miles de refugiados hacia Asia Central significaría que varios grupos militantes y yihadistas podrían extenderse y establecer bases a su paso.

Entre eses grupos se incluirían tanto el Movimiento Islámico del Turkestán Oriental, un grupo militante uigur que se opone a la persecución por parte de China del grupo étnico minoritario en Xinjiang, y el ISIS, conocido como IS-K en Afganistán, un enemigo jurado de Rusia en otros escenarios. Al-Qaida también permanece en las sombras.

Como señaló recientemente el presidente ruso Vladimir Putin: “El desarrollo pacífico de Afganistán es de importancia clave para la seguridad y la estabilidad en Asia central y meridional. Rusia continuará ayudando a formar un Estado afgano independiente, también a nivel económico y libre de terrorismo”.

Pero, a medida que las tropas de USA y la OTAN se retiran y los grupos militantes locales se preparan para un nuevo conflicto armado, es igualmente probable que Afganistán retome su papel anterior como semillero de militarismo islámico, terrorismo e inestabilidad en Asia Central y más allá.

 

 

 

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