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25/11/2021

FRANCO “BIFO” BERARDI
La guerra biopolítica

Franco Berardi alias “Bifo” , Comune-Info, 20/11/2021
Traducido por Sancha P. Anzo

Cuando me di cuenta de que el virus había desvelado un mundo distópico como los que habíamos imaginado durante mucho tiempo, recordé la profecía que junto con Max Geraci (y el mago apuntador) habíamos formulado en una novela mal titulada Muerte a los viejos.

Para mí y Max, ese libro se llama KS, que significa KapSul, pero también Killing swarm [Enjambre asesino]. En esa novela, publicada en Milano en 2016, se imagina una extraña guerra biopolítica. La verdadera guerra biopolítica comenzó en 2020, cuando un biovirus se transformó en un infovirus y consecuentemente en un psicovirus.

En la novela imaginamos una guerra entre ancianos que se apegan a la vida como si uno se apega a la única propiedad que tiene, y jóvenes que han sido traídos al mundo en un momento en que nacer es la peor de las desgracias que pueden suceder. Grupos de adolescentes en éxtasis electro-psíquico se abalanzan sobre ancianos indefensos para masacrarlos con punzones tecno-mitológicos.

Lo que está sucediendo en la realdad es lo contrario de lo que sucede en nuestra novelita. La población anciana temía ser exterminada por el virus y por ello decretó un estado de emergencia que afecta principalmente a la población joven. Les hemos puesto el apodo hechizador de generación Z (la última), y tienen que renunciar prácticamente a todo para que su abuelo pueda agonizar en paz un rato más. Después de Glasgow la generación Z sabe que nada puede evitar el apocalipsis medioambiental, y que la tierra se está convirtiendo en un planeta desconocido y peligroso.

Cuando, a principios de marzo de 2020, supe que en muchas regiones del mundo se declaraban emergencia, confinamiento, distanciamiento, cierre de lugares de encuentro, etc., etc., me dije: “Estas medidas de emergencia salvarán unas pocas decenas de millones de ancianos, incluyéndome a mí y a muchos de mis amigos. Pero ¿cuántas víctimas habrá en las décadas siguientes?”

Leí con inquieto escepticismo la advertencia del ilustre filósofo Giorgio Agamben, que a partir de ese momento se convirtió en un paria casi innombrable: el paria decía que las medidas de confinamiento médico preparan una forma de totalitarismo biopolítico. Nada nuevo para quienes hayan leído L'histoire de la folie à l'âge classique. (Foucault 1968) y Naissance de la biopolitique (1992). Pero la emergencia impuso la responsabilidad y la responsabilidad impuso la cautela y la cautela exigió el conformismo y el conformismo implicó una confianza ciega en las autoridades y ... nos aconsejó olvidar a Foucault.

Me ajusté a las medidas, hice lo que me ordenaron hacer para proteger mi supervivencia: me encerré en casa, me puse una mascarilla, no besé a desconocidos en la boca, me pusieron la vacuna, tuve la segunda vacuna convencido de que era la última.

No lo fue. Mientras que en África solo el 12% de la población ha recibido la vacuna, los gobiernos occidentales ordenan a sus pueblos que se inyecten la tercera dosis y agitan el Pase verde como chantaje: el hereje que no se doblega para aceptar a la Verdad vacunal será excluido de la vida social. Una minoría no tan pequeña de no vax irreductibles se coalizan y desafían el martirio en nombre de la libertad.

Mientras tanto, enviaremos unos viales de COVAX a quienes no formen parte de la rica raza blanca nórdica, diez veces menos de lo que prometimos. Si están satisfechos, la titularidad de las patentes pertenece a empresas de raza blanca y ninguna emergencia podrá jamás suspender el dogma fundamental de la Propiedad Santísima.

Mientras tanto, en los lugares que importan, se habla de dinero, de compartir el botín que llega de Bruselas. Por eso se nombró al Hombre de la Providencia Monetaria [Mario Draghi], piloto automático ante el cual se arrodillan los representantes del pueblo. En primavera, a la hora de aceptar los préstamos prometidos por la benevolente autoridad monetaria europea, el Automático aseguró que la Unión no imponía ninguna condición.

“No terminaréis como Grecia”. dijo con su enigmática sonrisa el hombre que supervisó la humillación de la democracia griega y la privatización colonial de los recursos de ese país. En otoño, sin embargo, surgieron las condiciones impuestas por la Unión: alargamiento de los tiempos de jubilación, privatización de los servicios públicos en cumplimiento de la directiva Bolkenstein, transformación de la renta de ciudadanía en chantaje gestionado por agencias privadas.

Y por último, pero no menos importante, la prohibición de manifestarse para quienes no estén de acuerdo con las medidas sanitarias. De hecho no, ya que estamos en esto, prohibido manifestar para quienes no estén de acuerdo con cualquier cosa.

El estado de derecho ha estado suspendido desde hace mucho tiempo.

El estado de cosas es un columpio entre pánico y depresión.

En las fronteras de Europa se mueren de frío, de hambre: son iraquíes afganos y sirios que huyen de la desolación que nuestros aviones, nuestros helicópteros, nuestros drones han sembrado en sus tierras.

Los atacamos para traerles la democracia, destruimos todo, quitamos lo que pudimos quitarnos, y ahora ¿cómo se atreven a venir a tocar a nuestra puerta? En cualquier caso, nuestra puerta está cerrada.

Aquí entonces acuden en masa a Minsk, donde un dictador cínico utiliza a los migrantes como arma de chantaje contra Europa depositándolos por miles en el frío de los bosques en la frontera entre Polonia y Bielorrusia. Lukashenko es ciertamente un tirano, pero no miente cuando dice que los inmigrantes quieren ir a Alemania, Francia o Inglaterra. Lukashenko es ciertamente un cerdo, pero los polacos son los mismos que hace ochenta años recibieron a los nazis con los brazos abiertos por encerrar a esos malditos judíos detrás de una grieta con escrito encima Arbeit macht frei.

Auschwitz se ha convertido hoy en un cinturón de terror en toda la frontera europea. De Kuznica a Bihac, de Moria a Ceuta, de Lesbos a las cárceles libias, hasta Calais, todo el continente de viejos blancos sobrevacunados son las víctimas de este nuevo Holocausto: son iraquíes afganos, sirios, kurdos y palestinos. Piden entrar a Europa para no morir, pero Europa (los europeos) les cierra la puerta en la cara, así como Inglaterra y USAmérica les cerraron la puerta a los 120.000 judíos que pedían asilo en los años cuarenta.

 

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