Mostafa Ghahremani, 14-6-2025
La agresión
infame del régimen israelí contra nuestra patria, Irán, debe entenderse y
evaluarse en el marco de un esfuerzo organizado para establecer e imponer un
nuevo orden en Asia Occidental, y en general, en el sistema global.
El objetivo
principal de este régimen con esta agresión es preservar y consolidar su
hegemonía regional. Irán, como el único país natural e independiente de esta
región, sigue siendo el último obstáculo estratégico frente a las ambiciones
expansionistas de Israel y sus aliados occidentales.
Para alcanzar ese
objetivo, se promueven proyectos como la desestabilización, la difusión del
caos y, en última instancia, el intento de cambiar la estructura de poder en
Irán, con el fin de allanar progresivamente el camino hacia su fragmentación.
Esta guerra
tendrá un impacto decisivo no solo en las dinámicas regionales de Asia
Occidental, sino también en el conjunto del orden mundial que actualmente está
en proceso de formación.
USA y la OTAN, al
dar luz verde a Israel, han cometido un grave error estratégico. Creen que el
desenlace de esta guerra puede desempeñar un papel clave en el equilibrio de
poder entre los bloques oriental y occidental en Asia Occidental.
Los caciques
occidentales siguen viendo a Irán —en el mejor de los casos— únicamente como un
“puente hacia la victoria” en su intento por dominar el corazón geoestratégico
de Eurasia y frenar el ascenso de una nueva potencia en Oriente.
Ignoran que el Irán de hoy es el resultado del crisol de acontecimientos de
los últimos 45 años, y no aquel Irán atado de manos durante la Segunda Guerra
Mundial, cuyo monarca (Reza Shah Pahlavi) fue enviado al exilio en la isla de Mauricio con una simple carta británica (en 1941).
Este Irán no
quiere, ni puede, ser solamente un corredor para las ambiciones geopolíticas de
las grandes potencias.
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