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05/11/2021

Inès Abdel Razek
Treinta años después: La trampa del proceso de paz en Oriente Medio

 Inès Abdel Razek, Al-Shabaka, 31/10/2021
Traducido del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala

Inès Abdel Razek, palestino-francesa, es Directora de Promoción del Instituto Palestino para la Diplomacia Pública (PIPD, por sus siglas en inglés), una organización palestina independiente. Antes de incorporarse al PIPD, Inès ocupó puestos de asesoramiento en las oficinas ejecutivas de la Unión por el Mediterráneo en Barcelona, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente en Nairobi y la Oficina del primer ministro palestino en Ramallah, donde se centró en las políticas de gobernanza internacional y cooperación al desarrollo. Inès también es miembro del consejo asesor de la empresa social Build Palestine. Es licenciada en Asuntos Públicos por Sciences-Po, París. @InesAbdelrazek

RESUMEN

El llamado Proceso de Paz de Oriente Medio ha garantizado la opresión de los palestinos por un régimen militar empeñado en la expansión colonial de los colonos. ¿Cómo ha consolidado el marco de las negociaciones bilaterales la hegemonía de Israel sobre los palestinos, y cómo la ha mantenido Israel? La analista política de Al-Shabaka, Inés Abdel Razek, explora estas cuestiones y otras más, y ofrece recomendaciones a la comunidad internacional para apoyar la liberación palestina. 


George Bush habla en la Conferencia de Paz en el Palacio Real de Madrid, 1991

 Introducción

 

Hace treinta años, representantes del gobierno israelí y de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) se reunieron en Madrid para iniciar negociaciones bilaterales. El llamado Proceso de Paz de Oriente Medio (PPOM), concebido en esa reunión, que supuestamente debía conducir a un futuro justo y pacífico en el territorio situado entre el mar Mediterráneo y el río Jordán, ha consolidado en cambio una realidad nefasta para los palestinos: la ocupación permanente por parte de una potencia militar nuclear con una empresa colonial de colonos en constante expansión.

 

En el transcurso de los últimos treinta años, los principales patrocinadores occidentales del PPOM, es decir, EE.UU. y la UE, han introducido repetidamente una serie de iniciativas políticas con el pretexto de la “construcción de la paz” en lugar de impulsar una solución para poner fin a décadas de exilio, sometimiento y ocupación. Más recientemente, en 2020, el expresidente estadounidense Donald Trump introdujo el llamado Plan de la Paz a la Prosperidad, que en última instancia aseguró los intereses de Israel a través de una serie de normalización  acuerdos con varios Estados árabes. Sin embargo, las cuestiones fundamentales que están en juego, a saber, la defensa de los derechos de los palestinos frente a una ocupación militar y un exilio continuos han permanecido ausentes de las agendas de los intermediarios occidentales.

 

Este informe político pretende exponer las razones clave por las que el propio marco de las negociaciones bilaterales directas, que se basa en la teoría de la negociación liberal que sustenta el PPOM entre israelíes y palestinos, es totalmente inicuo y está condenado al fracaso. El informe sostiene que, de hecho, el PPOM sólo ha servido para consolidar la empresa colonial de los colonos israelíes y afianzar su dominación sobre los palestinos. Ofrece recomendaciones sobre cómo la comunidad internacional puede apoyar a los palestinos en su lucha por la liberación a través de un marco que vaya más allá de las negociaciones y las “conversaciones de paz”.

La teoría de la negociación liberal en el contexto de la ocupación militar

La negociación liberal ha dominado la política exterior estadounidense en la era posterior a la Guerra Fría. En este contexto, el PPOM se presentó como el ejemplo definitivo para resolver crisis políticas insolubles. Sin embargo, el marco de la negociación liberal está plagado de problemas en el contexto de la lucha por la liberación bajo ocupación militar, lo que en última instancia conduce a su fracaso:

 

1.      El PPOM carece de términos de referencia mutuos y no se basa en la buena fe

 Para que cualquier negociación significativa pueda llegar a una solución justa, es necesario que haya un interés mutuo en llegar a un acuerdo entre dos partes iguales. Esto se conoce como “negociar de buena fe” y requiere una base comúnmente acordada para llegar a un resultado.

Al cursar una invitación a palestinos e israelíes para que asistieran a la Conferencia de Madrid en 1991, Estados Unidos dejó claro que estaba dispuesto a ayudarles a alcanzar un acuerdo basado en la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU. Esta resolución estableció los parámetros para una “solución de dos Estados” y los términos de referencia para las negociaciones bilaterales entre israelíes y palestinos. 

El gobierno israelí solo aceptó sentarse a la mesa de negociaciones con la OLP por dos razones fundamentales. En primer lugar, se debió a la influencia creada por la resistencia palestina durante la Primera Intifada, que puso la lucha palestina por la autodeterminación en el mapa mundial y obligó a Israel a responder. Como dijo de forma infame el ex primer ministro israelí Yitzhak Rabin: “Solo había un número determinado de huesos que podía romper”.

En segundo lugar, Israel estaba bajo la presión del expresidente estadounidense George Bush, que  retuvo 10.000 millones de dólares en garantías de préstamos que Israel pretendía para absorber decenas de miles de colonos judíos soviéticos en Israel (que finalmente se asentarían principalmente en los asentamientos de Cisjordania). De hecho, ésta es una de las únicas veces que EE.UU. ejerció una presión condicional sobre Israel a cambio de que acudiera simplemente a la mesa de negociaciones.

Durante los 20 meses posteriores a Madrid, palestinos e israelíes celebraron otras nueve rondas de conversaciones en Washington, D.C. También iniciaron conversaciones secretas, a través de canales indirectos, en Oslo en enero de 1993, cuando las negociaciones formales se estancaron. A día de hoy, los Acuerdos de Oslo, que incluyen la Declaración de Principios sobre Acuerdos de Autogobierno Provisional de 1993 (Oslo I) -con la carta de reconocimiento de Israel y la OLP como preámbulo- y el Acuerdo Provisional Israelí-Palestino de 1995 (Oslo II), son el único documentado resultado de las negociaciones bilaterales.

Sin embargo, desde el inicio de las conversaciones en 1991 hasta la firma de los Acuerdos de Oslo y lo que siguió, ya era evidente que la solución de dos Estados no era la base desde la que trabajaban los representantes israelíes. Por el contrario, estaba claro que preveían una forma limitada de autonomía palestina, como quedó demostrado en el Plan Allon de 1967 y en el Plan Drobles de 1978, que sentaron las bases de la empresa de asentamientos. Rabin afirmó esta visión en su discurso ante la Knesset de 1995 en relación con los Acuerdos de Oslo; al tiempo que promovía el marco de una solución de dos Estados, anunció que la “solución permanente” incluiría “el establecimiento de bloques de asentamientos en Judea y Samaria”.

De hecho, hasta el día de hoy, Israel no ha afirmado la existencia de los palestinos como grupo nacional, lo que reconocería su derecho a la autodeterminación. En la carta de reconocimiento de 1993, mientras que la OLP reconocía “el derecho a la existencia del Estado de Israel” y aceptaba la Resolución 242 a pesar de su vago lenguaje sobre la Nakba, los derechos de los refugiados y el estatus de Jerusalén, Israel solo reconocía a la OLP como “representante legítimo del pueblo palestino”.

Además, el proceso de negociación no estableció como base las normas internacionales de derechos humanos, y los Acuerdos de Oslo no hicieron referencia al derecho internacional. Como resultado, Israel se las arregló cuidadosamente para evitar cualquier término de referencia que pudiera hacerle responsable de la violación de los derechos fundamentales de los palestinos. Hasta hoy, Israel nunca ha reconocido que Cisjordania y Gaza estén ocupadas. En su lugar, afirma que son “territorios disputados”, rechazando así la aplicación de la 4ª Convención de Ginebra.

Dentro de este marco, la Autoridad Palestina (AP), nacida de los Acuerdos de Oslo, ha sido diseñada específicamente para desempeñar un papel de contrainsurgencia en la pacificación y control de los palestinos en lugar de conducirlos hacia la libertad y la soberanía. La OLP cambió así la lucha de liberación palestina por una forma limitada de autogobierno dentro de la patria, completamente asediada por Israel y dependiente  de él. Lo que pretendía ser un proceso político en el que los palestinos asegurarían su liberación a través de negociaciones bilaterales se ha convertido, de hecho, en un mecanismo para afianzar la ocupación militar de Israel con una clase dirigente palestina comprometida con el mantenimiento del statu quo, aplastando así cualquier forma de resistencia que perturbe su limitado control del poder.

Como dijo Edward Said en 1993: “Para su descrédito, Oslo hizo poco para cambiar la situación. [El expresidente de la AP, Yasser] Arafat y sus cada vez más escasos partidarios se convirtieron en ejecutores de la seguridad israelí, mientras que a los palestinos se les hizo soportar la humillación de unas “tierras natales espantosas y no contiguas que constituyen aproximadamente el 10% de Cisjordania y el 60% de Gaza”.

Said no sólo describió la mala fe de los israelíes, sino que también reconoció que la OLP había capitulado ante una autonomía diluida. Mientras la comunidad internacional y la AP siguen lamentando que la "solución de los dos Estados" está muriendo, o de hecho ya ha muerto, la opción de un Estado palestino nunca existió en primer lugar. El marco de las negociaciones garantizaba lo.

2.     Las negociaciones del PPOM están desequilibradas, sin un calendario claro

Desde el principio quedó claro que Israel nunca estuvo dispuesto a aceptar la Resolución 242 como base de un resultado del PPOM. Por el contrario, estaba dispuesto a aprovechar un período intermedio como proceso permanente que permitiera la continuación de su empresa de colonos. Es decir, la Declaración de Principios de los Acuerdos de Oslo se diseñó para mantener primero las conversaciones sobre los acuerdos para un autogobierno provisional de cinco años y, una vez establecidos estos acuerdos, la Resolución 242 podría constituir la base para alcanzar un acuerdo sobre el estatus final en relación con las cuestiones fundamentales: agua, refugiados y Jerusalén. Pero el marco sólo establecía directrices generales para las futuras negociaciones, sin un mecanismo en caso de que fracasara el periodo provisional.

 

Sin un calendario claro ni incentivos para que Israel cediera en ninguna de las cuestiones del “estatus final”, Israel se centró en aprovechar el período intermedio, alargando las negociaciones como un proceso permanente. Esto ha permitido a Israel seguir construyendo asentamientos ilegales, incluso durante todo el período de negociaciones de Oslo. En términos de negociación liberal, Israel entendía que su mejor alternativa a un acuerdo negociado (BATNA) -el cual podría mantener o ganar si las negociaciones fracasaban o nunca concluían- sería superior a cualquier oferta que pudieran hacer los palestinos y los intermediarios.

 

Por su parte, los negociadores palestinos estaban mal equipados y mal preparados para poder garantizar que se cumplieran sus exigencias. Khalil Tafakji, renombrado cartógrafo palestino que hizo que “los mapas hablaran”, relata en su libro cómo Arafat y los negociadores palestinos lo llevaron como técnico durante el periodo de negociaciones de Oslo en 1993. Tafakji explica cómo intentó exponerles la realidad de las negociaciones: “No sé si alguien les prometió que tendrían un Estado, pero estoy hablando a partir de los mapas y, si miramos los mapas, no hay ningún Estado palestino [...] no tienen nada”.

Como recuerda, su evaluación, junto con la de otros expertos, fue desestimada por los dirigentes palestinos que siguieron adelante con la firma del acuerdo sin tener en cuenta los mapas de Tafakji que mostraban la descarada expansión colonial israelí. Al final, Tafakji tenía razón: los Acuerdos de Oslo fragmentaron aún más el territorio palestino en las zonas A, B y C, facilitando la hegemonía de Israel sobre Palestina.

En 2011 Al Jazeera  filtró más de 1.600 documentos secretos relativos a las negociaciones de 1999 a 2010. Los documentos confirmaron que los negociadores palestinos hicieron varias concesiones sin ninguna transparencia, inclusión o aceptación por parte del pueblo palestino. Como recordó uno de los negociadores que ayudó a filtrar los documentos : “Las ‘negociaciones de paz’ fueron una farsa engañosa, por la que Israel impuso unilateralmente términos sesgados que fueron respaldados sistemáticamente por las capitales de Estados Unidos y la UE”.

A pesar de haber expirado en 1999, y a pesar de las numerosas amenazas vacías  de rescindirlo de la OLP, los Acuerdos de Oslo siguen siendo el único marco vigente que dicta la dinámica política, institucional y económica entre los dirigentes palestinos e Israel.

3.     El PPOM carece de un intermediario honesto o de un mecanismo de rendición de cuentas

Estados Unidos ha asumido el papel de tercer intermediario en el PPOM, aunque nunca podría ser honesto dado su prolongado y desenfrenado apoyo militar y diplomático a Israel. Estados Unidos no solo no ha exigido responsabilidades a Israel por sus persistentes y graves violaciones del derecho internacional -incluido el derecho humanitario y de los derechos humanos- y por sus crímenes de guerra en Gaza, sino que además ha utilizado repetidamente su poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU para impedir que otros lo hagan.

Durante más de un siglo, como detalla Rashid Khalidi en su último libro, una serie de planteamientos compartidos ha seguido caracterizando el apoyo occidental al sionismo y a Israel. Desde la Declaración Balfour de 1917, las potencias occidentales han negado activamente el reconocimiento de los palestinos como pueblo con derechos nacionales, mientras que han priorizado los intereses sionistas. Como recordó en 2019 exministro de Asuntos Exteriores egipcio Nabil Fahmy respecto a la política exterior estadounidense posterior a Oslo: la administración del expresidente estadounidense Bill Clinton “difuminó la distinción entre los intereses y las prioridades estadounidenses e israelíes”.  Continúa citando a Dennis Ross, el negociador estadounidense del PPOM durante Oslo, quien dijo que, el “objetivo principal era asegurar que se satisficieran los intereses de Israel”.

Incluso cuando Bush se aferró a la garantía del préstamo como medio para presionar a Israel en 1991, reafirmó también los compromisos de mantener la “ventaja militar cualitativa” de Israel y una “Jerusalén indivisa”, y no se opuso al avance de la empresa de asentamientos. En general, Estados Unidos nunca ha dejado de financiar y apoyar el aparato militar de Israel y de garantizar su dominio regional. En la actualidad, esa financiación asciende a unos 3.800 millones de dólares al año.

 

La existencia de un proceso abierto sin una base sólida en el derecho internacional, sin un resultado claro y equitativo para los palestinos, y sin un intermediario imparcial o un mecanismo de responsabilidad, ha servido en última instancia a los intereses de Israel y ha hecho poco para proteger a los palestinos.

 

Sostener el PPOM para afianzar la dominación sistémica

Mantener la viabilidad del PPOM le ha permitido a Israel y a sus aliados subyugar a los palestinos y a sus actuales dirigentes, permitiéndoles seguir persiguiendo en su agenda colono-colonial con impunidad. Para garantizar la perpetuación de esta situación en el contexto del PPOM, Israel emplea tres estrategias: la creación de hechos sobre el terreno, la manipulación narrativa y la culpabilización de las víctimas y la intimidación de la comunidad internacional.

1.      Crear hechos sobre el terreno

Los Acuerdos de Oslo permitieron a Israel avanzar en su empresa colonial de colonos mediante la expansión de los asentamientos y el robo de tierras palestinas sin obstáculos. La empresa colonial de colonos y su infraestructura han permitido que Israel consolide su control mientras asfixia y fragmenta progresivamente a los palestinos, haciendo avanzar de forma efectiva la doctrina de la  “máxima tierra con un número mínimo de árabes. Esto incluye la separación de Jerusalén de Cisjordania, el traslado forzoso de palestinos y el fomento del crecimiento demográfico de los colonos. Para ello, Israel ha desplegado tácticas como la creación de zonas militares y de tiro en tierras palestinas, la prohibición del acceso de las comunidades rurales palestinas a sus tierras agrícolas y fuentes de agua, la demolición de viviendas, la construcción del Muro del Apartheid y la imposición de un bloqueo total a Gaza.

Al crear estos hechos sobre el terreno, Israel dominó la política de los “hechos consumados”, haciendo que las realidades parecieran hechos irreversibles y consumados. De hecho, como declaró recientemente el ministro de defensa israelí, Benny Gantz, después de que el presidente de la AP, Mahmoud Abbas, diera un ultimátum a Israel para que se retirara de los territorios ocupados de 1967: "nadieaira ninguna parte". Por lo tanto, es insondable -de hecho, absurdo- esperar que los palestinos negocien su libertad y sus derechos fundamentales mientras Israel sigue colonizando y afianzando el apartheid como un hecho consumado.

2.     Manipulación narrativa y culpabilización de la víctima

 

Israel también domina la táctica de la manipulación narrativa, y ha conseguido culpar a los palestinos del fracaso de las negociaciones y de la violencia que les inflige. De hecho, el exministro de Asuntos Exteriores israelí Abba Eban dijo en 1973 que “los árabes nunca pierden la oportunidad de perder una oportunidad". La frase se ha convertido desde entonces en un eslogan antipalestino habitual de Israel y sus aliados por el que presentan a los palestinos como perpetuos rechazadores de las ofertas de paz.

 

Esta narrativa también ha sido adoptada por los nuevos aliados de Israel en el Golfo para justificar la firma de acuerdos con Israel. En 2018, Mohammad Bin Salman de Arabia Saudí dijo supuestamente: “En las últimas décadas el liderazgo palestino ha perdido una oportunidad tras otra y ha rechazado todas las propuestas de paz que se le han dado. Ya es hora de que los palestinos acepten las propuestas y accedan a la mesa de negociaciones o se callen y dejen de quejarse”.

 

Esta forma de culpar a las víctimas no resiste el escrutinio de los hechos. A lo largo de varias décadas y de varias cumbres y mesas redondas, la OLP aceptó muchos compromisos y propuestas. Lo hizo sobre la base de la solución de dos Estados, de acuerdo con la Resolución 242. Israel, en cambio, nunca se comprometió.

 

Sin embargo, esta narrativa sigue dominando el discurso occidental, especialmente en torno al fracaso de los Acuerdos de Camp David de 2000, por la que suele creerse que Arafat rechazó una oferta muy generosa del ex primer ministro israelí Ehud Barak. Sin embargo, tal y como relataron los negociadores en 2001: “Si hablamos en sentido estricto, nunca hubo una oferta israelí”. Decididos a preservar la posición de Israel en caso de fracaso, los israelíes siempre se quedaron a un paso, si no a varios, de presentar una propuesta”.

 

Además de la mala fe de Israel y de sus violaciones de los acuerdos existentes y del derecho internacional, ha condenado sistemáticamente cualquier intento de los palestinos de defender sus derechos y caracterizado cualquier esfuerzo por hacerlo fuera del marco defectuoso de las negociaciones bilaterales como medidas “unilaterales” que “perjudicarían la paz” .

3.     Acoso a la comunidad internacional


Israel no solo amedrenta a los palestinos por cualquier intento de defender sus derechos, sino también a la comunidad internacional cada vez que se producen protestas contra las violaciones de los derechos palestinos por parte de Israel. De hecho, Israel ha desarrollado una amplia campaña para deslegitimar la lucha de los palestinos por sus derechos y para eludir la responsabilidad por sus violaciones. Por un lado, lo ha hecho equiparando falsamente la lucha palestina con el antisemitismo, así como criminalizando a los movimientos e individuos solidarios; por otro lado, ha acusado falsamente de terrorismo a los defensores palestinos de los derechos humanos.

 

En diciembre de 2019, el embajador de Israel ante la ONU, Danny Danon, acusó a la Corte Penal Internacional (CPI) de capitular ante el “terrorismo diplomático” de los palestinos cuando decidió investigar los posibles crímenes de guerra de Israel en Palestina. Durante el último ataque de Israel sobre Gaza en mayo de 2021, la comunidad internacional denunció su uso desproporcionado de la fuerza. En respuesta, Israel acusó al gobierno chino y al ministro de Asuntos Exteriores de Pakistán de “flagrante antisemitismo. También reprendió al embajador francés en Israel por una declaración del ministro de Asuntos Exteriores francés en la que afirmaba que Israel estaba “en riesgo” de convertirse en un Estado de apartheid, y presionó a una universidad estadounidense para que expulsara a una estudiante de posgrado que criticaba a Israel en su clase.

 

Estados Unidos también está implicado en este acoso. Su inquebrantable apoyo a Israel ha contribuido a desbaratar cualquier intento de la comunidad internacional de hacer que Israel rinda cuentas por sus violaciones del derecho internacional. Desde 1972 hasta diciembre de 2019, solo en el Consejo de Seguridad de la ONU, Estados Unidos ha vetado 44 resoluciones que pretendían condenar las acciones ilegales de Israel. Esto ha contribuido a la cultura de impunidad bajo la que actúa Israel hoy en día.

 

La defensa de boquilla del llamado proceso de paz, de las negociaciones y de la “solución de dos Estados” no hace más que encubrir las violaciones de Israel y rechazar cualquier medida de responsabilidad como unilateral. La trampa de las negociaciones bilaterales ha permitido a Israel “reducir el conflicto mediante la presentación de medidas económicas o “concretas” que solo han profundizado la dependencia de la AP de la hegemonía de Israel, facilitando así el apartheid y la empresa de los colonos.

Romper el ciclo de negociaciones del PPOM

Ya es hora de que la comunidad internacional reconozca que los palestinos no van a renunciar a sus derechos fundamentales anclados en los valores universales de libertad, justicia y dignidad. Fundamentalmente, la comunidad internacional debe reconocer que, sin un cambio radical en la dinámica de poder existente, cualquier intento de llevar a las partes a la mesa de negociaciones solo perpetuará la agenda etnonacionalista de Israel y la continua desposesión de los palestinos.

Para romper este ciclo, la comunidad internacional debe:

  • Reconocer la inutilidad e inadecuación del marco del PPOM, y en su lugar centrarse en un proceso político centrado en el cumplimiento de los derechos humanos de todos. Respecto al pueblo palestino, esto incluye los derechos a la autodeterminación y al retorno, así como a la seguridad frente a las continuas violaciones israelíes.
  •  Apoyar los esfuerzos del pueblo palestino por recuperar su sistema político, incluso en su última Intifada de la Unidad, con el fin de  lograr un consenso entre todas las partes de la sociedad que sea precursor de la liberación palestina.
  •  Apoyar a los palestinos en la reactivación y transformación de la OLP como movimiento de liberación con presencia diplomática en todo el mundo. Esto incluye apoyar la renuncia a los Acuerdos de Oslo y la eliminación de la AP como representante político del pueblo palestino.
  •   Hacer que Israel rinda cuentas por sus graves violaciones del derecho internacional, incluido el derecho humanitario y de los derechos humanos. Debe hacerse condicionando y poniendo fin a la ayuda militar a Israel, terminando con el comercio de productos y servicios originados en los asentamientos israelíes -incluyendo la presión a otros Estados y entidades para que lo hagan-, apoyando la investigación de la CPI sobre los crímenes de guerra y pidiendo el fin del bloqueo de Israel a Gaza.
  •  Rechazar la confusión de la crítica a Israel con el antisemitismo. Esto incluye rechazar los intentos de Israel de acusar de terrorismo a las organizaciones de la sociedad civil que trabajan para defender los derechos de los palestinos, y presionarle para que se retracte de esas designaciones.
  •  Rechazar los acuerdos de normalización entre Israel y los Estados árabes como medio para mantener la ventaja militar cualitativa de Israel en la región.

 

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