Gilad Atzmon,
6-7-2025
Traducido por Atahualpa Guevara,
Tlaxcala
¿Te
has dado cuenta de que las «buenas almas» hipócritas de nuestras filas han
dejado por fin de difundir la tontería de que «el judaísmo no es sionismo»? Con
el 97 % de los judíos ortodoxos de Israel apoyando los crímenes israelíes en
Gaza, es difícil convencer a nadie de que el judaísmo es sinónimo de paz y
armonía. Con un Estado que se autodenomina «Estado judío» y que se está
convirtiendo en un Estado judaico que lleva a cabo una guerra de exterminio al
estilo del Antiguo Testamento contra los pueblos indígenas de la tierra, es
prácticamente imposible seguir reutilizando la «carta de la inocencia judía».
Probablemente
sea muy doloroso para algunos admitirlo, pero el genocidio que todos estamos
presenciando en Gaza, ese culto a la muerte que une a los israelíes en su
conjunto (excepto a los pocos verdaderos disidentes), es el verdadero regreso a
casa de los hijos predilectos de Dios.
Esos
crímenes catastróficos contra la humanidad perpetrados por un ejército nacional
con el apoyo incondicional de toda la nación, sus rabinos y la clase política
es lo único que los judíos no podían hacer en la diáspora. Como tal, el Estado
judío ha sacado a la luz algo que los judíos han intentado suprimir e incluso
negar a lo largo de su historia.
Sin
embargo, nada de lo anterior es nuevo para los judíos. He aquí algunos datos
fascinantes relacionados con lo anterior. Tanto la ortodoxia judía como los
primeros sionistas eran plenamente conscientes de la carencia judaica en lo que
se refiere al núcleo ético y los valores universales.
Fue
la familiaridad de los primeros sionistas con la visión judía de la moralidad
lo que impulsó a la primera generación de agitadores a promover una revolución
hebraica. Como he mencionado muchas veces en esta página, en el judaísmo la
ética es sustituida por el litigio (leyes, o mitzvot). El judío rabínico
no actúa éticamente, sino que sigue las mitzvot, que imitan el acto
ético. El sionismo temprano, al ser un movimiento revolucionario, estaba
impulsado por la creencia de que los judíos, una vez en «su tierra», se
reformarían y se convertirían en una nación normal y un pueblo corriente. Para
los sionistas, era el desprendimiento de «la propia tierra» lo que era
responsable de la morbosidad ética de la diáspora. Los sionistas laboristas
creían que el regreso a la patria y el vínculo con la vida proletaria y
agrícola darían lugar a un nuevo judío hebreo ético.
La
fantasía reciclada de que «las FDI son el ejército más moral del mundo» se hace
eco de esa aspiración sionista temprana. Los primeros sionistas deseaban
realmente convertirse en morales y éticos, pero el fracaso en la consecución de
su objetivo es mucho mayor que su deseo inicial.
Los
judíos ortodoxos también comprendieron que mezclarse con los goyim es una
receta para un desastre inimaginable. El gueto judío, como tal, es una
condición que los judíos se impusieron a sí mismos al aceptar su propia
separación de la tendencia ética universal general. El judaísmo ortodoxo ha
sido, y sigue siendo, una percepción aislacionista. Su objetivo es minimizar la
interacción con el mundo exterior, aceptando que la barrera metafísica y ética
entre el judío observante y el goy es insalvable. El gueto judío, como
tal, existe para salvar al judío, pero también para proteger al goy.
Curiosamente,
tanto los judíos ortodoxos como los primeros sionistas consideraban la
emancipación como un desastre en la historia judía. Los ortodoxos veían que la
asimilación traería una catástrofe sobre los judíos. Hitler les dio la razón,
pero los sionistas también identificaron un peligro similar y prometieron
llevarse a los judíos.
El
agitador sionista primitivo Max Nordau argumentó en los últimos años del siglo
XIX [Discurso en el Primer Congreso
Sionista*, Basilea, Suiza, agosto de 1897] que la
emancipación judía era algo que los goyim hacían para sentirse bien
consigo mismos. Ellos (los goyim) acogían a los judíos no porque
realmente los amaran, sino porque les gustaba ser tolerantes. Nordau predijo
que los goyim se arrepentirían de su entusiasmo liberal. Menos de medio
siglo después, el Holocausto le dio la razón. Sin embargo, el sionismo que
trajo consigo el Estado judío fracasó en sus misiones principales. Prometió
resolver el problema judío, pero en la práctica lo trasladó a un nuevo lugar y
lo convirtió en un desastre global. El sionismo prometió arreglar a los judíos.
En la práctica, creó un monstruo, desveló y amplificó lo que los judíos se
habían esforzado por ocultar a lo largo de toda su historia, incluso a sí
mismos.
El
genocidio de Gaza es, trágicamente, el verdadero significado del regreso a casa
de los judíos. Es la barbarie del Antiguo Testamento que cobra vida a través de
las personas que se consideran descendientes del Abraham, Moisés y el rey David
bíblicos. El entusiasmo de los israelíes por decapitar a los líderes políticos,
culturales, científicos y espirituales de sus vecinos, algo que repiten con
regularidad y que les entusiasma mucho, es de nuevo el espíritu exacto del
regreso bíblico de los israelitas. Esto es precisamente lo que hicieron los
israelitas bíblicos a lo largo de todo el Antiguo Testamento. Quizás, solo
quizás, ha llegado el momento de que la humanidad, y el cristianismo en
particular, comprendan lo que representa el Antiguo Testamento y se mantengan
alejados de este texto primitivo y catastrófico.
NdT
En su discurso, Nordau – inolvidable inventor de dos conceptos del siglo XX: el “judaísmo muscular” (Muskeljudentum) y la “degeneración” (Entartung)- lo dejó muy claro: la emancipación de los judíos europeos, inaugurada por la Revolución Francesa, condujo a la desaparición de los guetos, lo que amenazaba con la desaparición de la propia «raza» judía. La única salvación era, por lo tanto, la reconstitución del gueto en... Palestina.
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