Editorial de Haaretz, 8-8-2025
Traducido por Tlaxcala
El gabinete de seguridad se reunió el jueves por la noche
para discutir otra expansión de la guerra en Gaza, otro eslabón en una larga
cadena que seguramente tendrá su propio nombre. Los nombres cambian, pero la
canción sigue siendo la misma: ocupación, destrucción y traslado forzoso de
decenas de miles de palestinos. Más soldados serán sacrificados en este altar y
los rehenes israelíes que quedan serán perdidos. El gobierno de Netanyahu ha
convertido a ambos grupos en daños colaterales.
Ante esta visión de pesadilla, impulsada por
consideraciones personales y mesiánicas judías, no podemos permanecer
indiferentes. No debemos callar. Por eso, más de 2000 artistas y personalidades de la
cultura firmaron una petición que pedía el fin de
la guerra, titulada «Detengan el horror en Gaza». Esta petición supuso un
importante espejo para la opinión pública, aunque muchos israelíes prefirieran
romperlo o apartar la mirada.
La petición de los artistas reflejaba una verdad humana
básica que el gobierno intenta silenciar: dañar a personas inocentes está mal.
En consecuencia, la petición afirmaba que es imposible aceptar «el asesinato de
niños y civiles, las políticas de hambre, los desplazamientos masivos y la destrucción sin sentido de ciudades
enteras». No se deben dar órdenes ilegales y, si
se dan, no se deben obedecer, añadía la petición, reiterando lo que debería ser
evidente. Pero no en el Israel del gobierno del primer ministro Benyamin
Netanyahu.
Desde que se publicó la petición, se ha llevado a cabo
una campaña sistemática para silenciar a los firmantes. Entre los participantes
se encuentran ministros del gabinete y políticos ajenos al Gobierno,
colaboradores de los medios de comunicación, activistas de extrema derecha y
muchas otras figuras culturales.
Los alcaldes también han anunciado que no contratarán a
los artistas que firmaron la petición, a quienes acusan de «incitar contra los
soldados de las FDI». Una y otra vez, ha quedado claro que en el Israel actual
solo se puede expresar una opinión en el espacio que separa al líder de la
oposición, Yair Lapid, y al rapero de extrema derecha Yoav («la Sombra»)
Eliasi. El consenso fraudulento es un coro que canta al unísono.
Alon Oleartchik y Assaf Amdursky
La presión sobre los firmantes de la petición solo ha tenido un éxito parcial. Algunos de ellos (Assaf Amdursky, Alon Oleartchik) no pudieron soportar la presión y las amenazas y retiraron sus firmas. En el caso de Oleartchik, su retractación pública dio sus frutos: se restableció una actuación suya que había sido cancelada. Esto demuestra no solo el poder de la censura, tanto oficial como extraoficial, sino también el hecho de que algunas personas optan por colaborar con ella.
Ante esta campaña de silenciamiento, no debemos
pestañear. El plan que impulsa Netanyahu conducirá a la destrucción total de Gaza, y también de los fundamentos
morales de Israel. Al oponerse a la guerra y a sus crímenes, las figuras
culturales se unieron a personas con opiniones similares en el mundo académico,
en organizaciones no gubernamentales e incluso dentro del propio ejército.
Todas ellas son esenciales para forjar una alternativa al culto a la muerte del
Gobierno.
Ahora más que nunca, tras tantos días de matanzas sin
precedentes y cuando Israel está a un paso de caer en una guerra perpetua, todos los israelíes deben alzar la voz en contra. Callar es rendirse.
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