Ameer Makhoul, Progress Center for Policies, 22-9-2025
الاعترافات الدولية بدولة فلسطين تهز السياسة الاسرائيلية
Traducido por Tlaxcala
Un estado de ansiedad y conmoción se apodera tanto de los sectores políticos gobernantes como de la oposición en Israel, tras los reconocimientos simultáneos del Estado de Palestina por parte de los aliados más cercanos de Israel —el Reino Unido, Canadá y Australia— seguidos por Portugal. Otros Estados se preparan para reconocer a Palestina y para impulsar la preservación de la solución de dos Estados.

Contrario a las expectativas de una reacción inmediata y previamente
preparada, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, anunció que
discutiría la respuesta de Israel con Donald Trump durante su reunión del 29 de
este mes, en el marco de la Asamblea General de la ONU.
Detalles:
Las posibles respuestas israelíes oscilan entre la opción extrema de declarar
la anexión de Cisjordania (poco probable), y la imposición de soberanía sobre
el valle del Jordán —ya bajo ocupación militar israelí— lo que haría de dicha
declaración un gesto mayormente simbólico y político. Otra opción sería
extender la soberanía sobre más zonas de Cisjordania, incluidas el norte y el
área de Jan al-Ahmar, fragmentando así el territorio palestino e impidiendo su
continuidad geográfica. Una opción más extrema (pero improbable) sería disolver
o desmantelar la Autoridad Palestina, lo que sigue siendo poco verosímil debido
a las posturas árabes, internacionales y, sobre todo, europeas.
Netanyahu declaró que «duplicaría la actividad de colonización, como ya
ocurre sobre el terreno», mientras que altos dirigentes del Likud,
ideológicamente cercanos al sionismo religioso, pidieron intensificar la
construcción de colonias y establecer mil nuevas «granjas-colonias». Estas
consisten en adjudicar miles de dunams de tierras palestinas a una sola familia
o a un pequeño grupo, protegidos por el ejército israelí y por milicias de
colonos. Esto ocurre en un contexto de crisis del proyecto de colonización, que
—salvo en la zona de Jerusalén— sufre de estancamiento en el número de colonos
y en las transferencias de población desde dentro de la Línea Verde hacia
Cisjordania, además de una emigración acelerada de israelíes al extranjero.
Los reconocimientos simultáneos de Palestina —y los profundos cambios que
representan en el comportamiento internacional respecto a la cuestión
palestina— marcan un momento de verdad para todos los actores palestinos,
árabes, israelíes e internacionales. Un punto de inflexión que parece
irreversible.
La decisión de Netanyahu de aplazar su respuesta hasta su encuentro con
Trump reconoce implícitamente dos cosas: primero, que Israel, por sí solo, no
puede detener la trayectoria de reconocimientos y cambios internacionales a
favor de un Estado palestino; segundo, que los propios USA no pueden revertir
estas transformaciones entre sus aliados occidentales más cercanos. Washington
reconoce también que las políticas de Netanyahu divergen cada vez más de las
prioridades de la administración Trump, pese a su compromiso absoluto con la seguridad
y la superioridad de Israel. A nivel interno, la decisión de Netanyahu muestra
que él solo concentra las llaves de la toma de decisiones, marginando a
Smotrich y Ben Gvir.
A pesar de un amplio consenso sionista —que abarca tanto a la coalición
como a la oposición— contra los reconocimientos (incluso el Partido Demócrata,
fruto de la fusión de Meretz y el Laborismo, los calificó de destructivos para
la seguridad de Israel), ese consenso es frágil. Las divisiones políticas y las
acusaciones mutuas afloraron rápidamente, como en cada fracaso importante
israelí. La mayoría de los partidos de oposición culparon a Netanyahu y a su
gobierno por las políticas que llevaron a este enorme revés diplomático.
Los fracasos se han acumulado en un breve período. Tras el fracaso de la
operación de Doha, que buscaba eliminar a la dirigencia de Hamás —y que le
costó a Israel políticamente frente a Washington e indirectamente frente a
Catar—, llegó este revés, quizá el mayor desde 1967. Por primera vez, un
reconocimiento internacional masivo de Palestina desafió las amenazas israelíes
y sus intentos de contención. Francia y el Reino Unido incluso advirtieron de
medidas recíprocas o inesperadas contra Israel en caso de represalias,
incluidas las relativas al traslado de consulados de Jerusalén a Ramala —un
lenguaje sin precedentes en la diplomacia israelí o internacional.
La opinión pública israelí percibe estos cambios como una «revuelta»
internacional contra Israel, prueba de que incluso una fuerza aplastante tiene
límites y ya no produce réditos políticos —especialmente pocos días después del
llamado «discurso de Esparta» de Netanyahu. Esto podría generar una toma de
conciencia de que la fuerza militar no basta para alcanzar objetivos. Sin
embargo, lo que retrasa tal comprensión es la falta de una alternativa política
viable al gobierno de Netanyahu, dado que la oposición sigue fragmentada. El
bloque de Gantz quiere unirse al gobierno de Netanyahu si Smotrich y Ben Gvir
son excluidos, a cambio de fijar fechas electorales. Mientras tanto, Lapid y
Lieberman llaman a derrocar a Netanyahu, pero carecen de la fuerza necesaria,
especialmente por las tensiones con los ultraortodoxos (haredim), que
apoyan a Netanyahu pese a la desconfianza, debido a acuerdos sobre el servicio
militar y cuestiones de guerra.
Para los palestinos, la vitalidad de su causa se ve reforzada por sus
dimensiones árabes, regionales e internacionales. La próxima Asamblea General
de la ONU y sus reuniones paralelas podrían brindar un mayor respaldo a esta
trayectoria. El Canal 12 israelí informó que Trump invitó a los líderes de
Egipto, Arabia Saudí, Jordania, Catar, Emiratos Árabes Unidos y Turquía a
reunirse en Nueva York para discutir el fin de la guerra en Gaza. Un encuentro
así preocuparía aún más al gobierno de Netanyahu, en particular a los partidos
sionistas religiosos y a ciertas facciones del Likud, y podría reducir el apoyo
incondicional de USA a medidas de anexión o de soberanía —sobre todo ante la
prioridad inmediata de poner fin a la guerra en Gaza y avanzar hacia la
reconstrucción.
En conclusión:
Estos cambios internacionales parecen firmes e irreversibles, creando una nueva
realidad global fundamentalmente distinta de las décadas pasadas. Se basan en
una solución integral, que incluye el establecimiento de un Estado palestino, y
no en las estrategias israelíes de «gestión del conflicto» o «reducción del
conflicto».
Los cambios actuales —y la incapacidad tanto de Israel como de la
administración Trump para detenerlos— podrían ampliar los sectores en Israel
que reconocen que una solución política con los palestinos es el único camino
hacia la seguridad. Los fracasos repetidos de Israel también podrían empujar a
más personas a comprender que su posición mundial, sin el auxilio de USA,
demuestra los límites del poder militar en una región que atraviesa profundas
transformaciones que restringen las políticas israelíes de desplazamiento y
erradicación.
El reconocimiento de Palestina no crea de inmediato un Estado, pero puede
abrir el camino hacia uno, al margen de la voluntad oficial de Israel. También
reafirma —tanto ante la opinión pública israelí como internacional— que lo que
antes parecía imposible, como el fin de la ocupación y el desmantelamiento de las
colonias, puede efectivamente volverse posible en estas condiciones cambiantes.
Para los palestinos, este momento lleva consigo esperanza: que su destino
no sea ni la exterminación ni el desplazamiento, sino el establecimiento de su
Estado en su tierra natal.
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