Sergio Rodríguez Gelfenstein, 4/12/2025
Cuando Donald
Trump esbozaba la composición de su gabinete después de haber sido elegido y
antes de asumir el cargo, tomó una decisión: los neoconservadores que tantos
problemas le habían creado en su primera administración no tendrían cabida esta
vez. Así, dejó fuera entre otros a Mike Pompeo, Mike Pence, Nikki Haley, John
Bolton y Elliott Abrams que habían ocupado altos cargos durante su anterior
gobierno.
Pero algo salió
mal. Tras la última elección del senado, la cámara alta quedó constituida por
53 senadores republicanos, 45 demócratas y 2 independientes que suelen votar
junto a los demócratas. Entre los 53 republicanos elegidos, cuatro de ellos Rick
Scott y Ashley Moody pertenecientes a la mafia de Florida, Bernie Moreno, de
origen colombiano, senador por Ohio y Ted Cruz de origen cubano, senador por
Texas, a quienes se sumó posteriormente Lindsay Graham de Carolina del Sur, se
identifican ideológicamente con la extrema derecha fascista agrupada en el
sector neoconservador que integra la actual administración de Estados Unidos.
Aunque son una
minoría, contaban con suficientes votos para definir los sufragios en el
Senado. Se lo hicieron saber a Trump que los necesitaba para aprobar sus
proyectos, por lo que tuvo que aceptar a regañadientes lo que le pidieran…y le
pidieron el Departamento de Estado, donde ubicaron a uno de los suyos: Marco
Rubio. A partir de ese momento, Trump vive chantajeado por este grupo. Muchas
decisiones emanan de esa coacción a la que está sometido por el sector
neoconservador de su gobierno. Y aparentemente, no puede hacer nada porque
gracias a ellos no solo fue aprobado el gabinete, también el presupuesto y la “One
Big Beautiful Bill Act” (OBBBA), la denominada “ ley más hermosa del
mundo”, un desatino que los senadores aprobaron para complacer al presidente.
Así, Trump
logró que se aprobaran sus propuestas para ocupar los puestos en el gabinete.
No obstante, en la votación para elegir al titular de lo que en ese momento era
la secretaría de defensa y ahora de guerra, los resultados arrojaron un empate
que debió ser dirimido con el voto favorable de J.D. Vance, vicepresidente de
Estados Unidos.
Como dibujar a Pete Hegseth, por Michael de Adder
De esta manera, Peter Brian Hegseth alias Pete asumió la máxima responsabilidad militar del país con el rechazo de la mitad de los senadores, incluyendo a tres republicanos. Los argumentos en contra se centraban en su falta de experiencia pero también en las acusaciones de violación expuestas por una mujer ante la justicia en 2017 que aparentemente se “solucionaron” tras un pago de dinero a cambio de silencio.
Hegseth, un
oscuro personaje nacido hace 45 años en Minneapolis, Minnesota y cuya
“experiencia” anterior se limita a ser un presentador de televisión que se
caracterizaba por sus opiniones ultra retrógradas y conservadoras en las que
destacaban su abierta y pronunciada homofobia que parte de la consideración de
que esa orientación sexual era una expresión ajena a la civilización
occidental. Hegseth declaraba que “el
estilo de vida homosexual es anormal e inmoral”.
Por otra parte, su talante se observa a simple vista por su tatuaje de la “cruz de Jerusalén” símbolo de los cruzados que manifiestan el extremismo cristiano. Otro de sus tatuajes incluye las palabras “Deus Vult” que en latín significa "Dios lo quiere”, que fue un grito de guerra durante las Cruzadas, luego utilizado por los supremacistas blancos .
Hegseth ha
escrito cuatro libros, en el primero hace una apología a las sociedades de los
estados sureños que antes de la guerra de Secesión habían establecido al
esclavismo como sustento de la economía. Así mismo, considera “que las mujeres
nunca deberían haber obtenido el derecho al voto”. En su segundo libro, “American
Crusade” publicado en 2020, escribió: “Al igual que los cruzados cristianos que
repelieron a las hordas musulmanas en el siglo XII, los cruzados
estadounidenses deberán mostrar el mismo valor contra los islamistas de hoy”.
Trump consideró
que su breve paso por la Guardia Nacional del Ejército de Estados Unidos
bastaba para ser designado como secretario de defensa sin considerar que solo ascendió hasta el
grado de capitán sin haber transitado por ningún curso de superación de
oficiales, mucho menos uno de mando estratégico y/o estado mayor. ¿ Qué pensarán
generales y almirantes con 35 años de servicio o más por ser mandados por un
capitán? Alguien podría argüir que no sólo en las Fuerzas Armadas se obtiene
experticia de nivel superior y es verdad, pero es que el referido capitán
tampoco ha tenido práctica política alguna: fracasó como candidato a senador
por su estado natal, lo cual lo obligó a recalar en la televisión como
colaborador de Fox
News, donde no se necesita mucha formación para conseguir trabajo.
Al asumir su
nuevo encargo, exponiendo muy rápidamente su inexperiencia para una obligación
de tanta responsabilidad, en connivencia con Marco Rubio, ha conducido su
gestión en dos direcciones. Por una parte ha estado pugnando por una
reorientación estratégica de la doctrina militar de su país, cambiando sus
prioridades, de contrarrestar a China y Rusia -que es lo que una y otra vez han
expresado los altos mandos militares del país en sus comparecencias ante
distintas comisiones del Congreso- hacia la defensa contra amenazas internas y
la situación en el hemisferio occidental. Según un experto consultado por el
portal alemán Politico, el cambio "no parece estar en absoluto
alineado con las posturas agresivas del presidente Trump hacia China".
La segunda
orientación originada en la anterior es que el énfasis de la doctrina militar
debe estar encaminada a proteger las fronteras de Estados Unidas amenazadas por
el narcotráfico y las migraciones, incluyendo en esta disposición la lucha
contra estos “enemigos” internamente en el país.
Cada vez mayor
cantidad de voces influyentes en Estados Unidos alertan sobre el riesgo que
significaría la aplicación de esta doctrina. El periodista Tucker Carlson advirtió
que, “en un futuro, Estados Unidos podría enfrentarse a una guerra civil”. Su argumento
está sustentado en las protestas contra el actuar del Servicio de Inmigración
y Control de Aduanas (ICE) y los disturbios del movimiento Antifa, designado por la Administración de Donald Trump
como "organización terrorista". Hegseth y Rubio desean involucrar a
las Fuerzas Armadas de Estados Unidos a favor de Trump y los republicanos en
este eventual conflicto. Así mismo, esta
situación se manifiesta en la cada vez mayor resistencia de los gobernadores de
aceptar la presencia militar en sus territorios, sin su autorización.
Otra faceta de
la gestión de Hegseth es su manifiesta intención de “limpiar” el Pentágono de
altos oficiales “vinculados al Partido Demócrata” o que hayan asumido las
prácticas inclusivas adoptadas durante la administración Biden. En este marco,
el secretario de Guerra (él cambió la denominación de esta instancia
gubernamental que antes se llamaba secretaría de defensa) ha despedido o
apartado de sus puestos a cuando menos dos docenas de oficiales de alto rango
militar en los últimos diez meses. Así mismo, alrededor de una veintena de
generales y almirantes han presentado su solicitud de retiro antes de cumplir
su tiempo legal de servicio, entre ellos el almirante Alvin Hosley, jefe del
comando Sur de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos.
Muchos de estos
almirantes y generales fueron expulsados sin apenas explicación, incluso
contradiciendo el consejo de altos mandos que participaron junto a ellos en
combate, según la denuncia presentada por algunos de sus colegas. Según sus
declaraciones, estas acciones han creado un clima de "ansiedad y
desconfianza", obligando a los altos mandos a tomar partido, y en
ocasiones los ha enfrentado entre sí.
Al mismo
tiempo, revelan que el jefe del Pentágono ha retrasado o cancelado los
ascensos de al menos cuatro altos oficiales porque anteriormente
trabajaron para el general retirado Mark Milley, quien se desempeñó como jefe
del Estado Mayor Conjunto hasta 2023.
En uno de los
cambios más sonados, Trump designó un nuevo vicejefe del Estado Mayor del
Ejército para reemplazar al general James Mingus , quien sirvió en el cargo menos
de dos años. De igual manera, el presidente nominó al teniente general
Christopher LaNeve para el cargo. No es una sorpresa que LaNeve actualmente se
desempeñe como asesor del secretario de Hegseth, en su calidad oficial de
Asistente Militar Superior del Secretario siendo uno de los militares más
cercanos al él .
Este fue el
contexto para que el martes 30 de septiembre, Hegseth, reuniera -por primera
vez desde la 2da. Guerra Mundial- a más de 800 generales y almirantes en la
base de los marines de Quantico, en Virginia, a unos 30 km. de Washington.
Lo inusual de
la reunión no solo fue la convocatoria en sí misma, sino el objeto de esta. Se
podría suponer que se trataba de debatir sobre los asuntos estratégicos de la
situación político-militar en el mundo pero no fue así. Más allá de que Trump se dirigiera a los
oficiales antes de que Hegseth tomara la palabra y hablara de una “reunión muy
bonita en la que se discutirán nuestros excelentes resultados en el ámbito
militar, nuestra excelente forma [y] muchas cosas positivas”, la realidad fue
otra.
El ambiente del
cónclave no fue el mejor, muchos generales recelaron de los riesgos en materia
de seguridad que entrañaba reunir en un mismo lugar a esa cantidad tan alta de
oficiales cuando bastaba con hacer una videoconferencia utilizando programas
informáticos internos de alta seguridad que permiten evitar desplazamientos que
requieren importantes maniobras logísticas. De esta manera, se vulneró además
el secreto que debería tener una reunión de este tipo.
En su discurso
Hegseth, arremetió contra la ideología “woke”, que se habría desarrollado
dentro del ejército bajo las administraciones anteriores. Entre las medidas
adoptadas por el nuevo departamento de Guerra, Hegseth señaló que no permitiría
las personas con sobrepeso, barbudos, militares con el pelo largo,
emprendiéndola también contra las “expresiones individuales superficiales”. De
igual manera, atacó a las mujeres, diciendo que no tendrían cabida en el
combate e informó del regreso de los “combatientes incondicionales” que habrían
huido del ejército bajo el anterior “departamento woke”. Prometió una reforma
de los métodos de investigación de las denuncias por acoso e intimidación,
declarando el “fin de los hombres que usan vestido”, de las políticas de
equidad, diversidad e inclusión, prometiendo un nuevo ejército a imagen y
semejanza de la administración MAGA.
Antes de la
intervención de Hegseth, Trump había declarado que los grandes centros urbanos
del país eran “lugares muy peligrosos [por lo que] los pondremos en orden uno
por uno […] Será una tarea importante para algunas de las personas presentes en
esta sala […] Es una guerra interna”, sentenció.
La reunión no
pasará a la historia por su contenido sino por los rostros estupefactos de
generales y almirantes mientras escuchaban los discursos de Trump y Hegseth y
su diatriba sobre la gordura, las barbas, la homosexualidad en las fuerzas
armadas y la necesidad de limitar la presencia de las mujeres en su interior.
Otra faceta de
la gestión de Hegseth se manifiesta a través de los ataques sin precedentes
contra los medios de comunicación involucrando tanto a reporteros concretos
como a la industria en su sentido más amplio. Se señala que desde su llegada al
Pentágono, algunos medios han sido expulsados de los espacios de trabajo
compartidos. Asimismo, se limitó la autorización a los periodistas para
circular por los pasillos del Pentágono y se han revocado las acreditaciones de
prensa de algunos corresponsales.
Entre las
periodistas duramente atacadas por Hegseth se encuentran Jennifer Griffin,
reportera de Fox News con gran experiencia laboral en la cobertura de políticas
del Pentágono y que ha sido objeto de declaraciones “ácidas” por parte del
secretario en repetidas ocasiones. Así mismo, Courtney Kube corresponsal de NBC
News en el Pentágono, quien suscribió coberturas sobre Hegseth en las que -según
el New York Times- “figuró información poco agradable de su pasado, incluidos
ciertos testimonios de un familiar sobre la actitud abusiva de Hegseth hacia su
segunda esposa. Esa información salió a la luz cuando el Senado sopesaba su
candidatura para titular de la cartera de Defensa. Poco después de tomar
posesión, Hegseth ordenó expulsar a la reportera del Pentágono, instrucción que
quedó sin cumplir al carecer de fundamento jurídico”.
En su actuación
más reciente Hegseth habría ordenado asesinar a dos pescadores que
sobrevivieron a un ataque tras ser acusados sin pruebas de ser
narcotraficantes. El representante demócrata
por Connecticut Jim Himes, calificó
los ataques de “asesinatos ilegales” y “preocupantes”, y afirmó que el Congreso
está recibiendo poca información de la administración de Trump. Himes, que es
el miembro de mayor rango de la Comisión Permanente Selecta de Inteligencia de
la Cámara de Representantes, reconoció, pero desestimó, un memorando sobre los
ataques publicado por la Casa Blanca. Afirmó que: “Basándome en lo que sé ahora
y en la lectura de ese memorando, [puedo afirmar que] estos son asesinatos
ilegales”, y agregó: “Son asesinatos ilegales porque la idea de que Estados
Unidos —y esto es lo que la administración dice que es su justificación— esté
involucrado en un conflicto armado con cualquier narcotraficante venezolano, es
absurda. No se sostendría ante ningún tribunal”.
En esta
situación, se ha desatado una verdadera guerra interna en la que se ha
comenzado a hablar de pérdida de la "confianza" depositada en
Hegseth al entender que no cuenta con las suficientes habilidades para lidiar
con situaciones de negociación de alto rango, según un artículo publicado el pasado el 21 de noviembre por Politico, que cita fuentes
familiarizadas con el asunto. Esto ha llevado a un escalamiento de
confrontación retórica al interior de MAGA. Una de sus más connotadas
representantes, la activista de ultra derecha Laura Loomer. ha acusado a
Driscoll de estar vinculado al partido Demócrata y de “planear un golpe de
Estado contra Hegseth”.
Según Politico,
la última visita a Kiev de altos funcionarios del Pentágono, con
el secretario del Ejército de Estados Unidos Dan Driscoll a la cabeza,
ilustraría la pérdida de credibilidad y de protagonismo de Hegseth.
Nadie sabe si
Hegseth va a poder enfrentar la fuerte presión a la que está sometido. Hace
algunas semanas, una fuente cercana al Pentágono afirmó que el secretario de
Guerra de Estados Unidos. estaba tan nervioso que parecía "a punto de
explotar". Hegseth, rodeado de uno de los aparatos de protección más
grande y poderoso del mundo ha estado particularmente preocupado por su
seguridad tras el asesinato del activista ultraconservador Charlie Kirk durante
un evento público.
Según un
artículo publicado por el portal inglés Daily Mail el pasado 29 de septiembre, que
cita a fuentes cercanas, el miedo de Hegseth “se refleja en un comportamiento
errático frente a sus empleados”. Dos personas anónimas con información
privilegiada del Pentágono indicaron a este medio que en las últimas semanas
Hegseth ha lanzado diatribas, se enfurece con sus subordinados y está
obsesionado con asuntos relacionados con su seguridad. Afirmaron que: "Tiene
una cualidad maniaca. O, mejor dicho, una cualidad aún más maniaca, lo que ya
es decir bastante", señaló una persona consultada, describiendo a
Hegseth como visiblemente distraído e inquieto, que incluso se levanta y
camina de un lado a otro durante las reuniones.
Ahora, como el verdadero cobarde que es, no se ha hecho responsable de la orden de “mátenlos a todos” que sirvió para ordenar el asesinato de los pescadores en el Caribe, obligando al almirante Frank M. Bradley, comandante del Comando de Operaciones Especiales de los Estados Unidos a asumir todas las repercusiones por la emisión de dicha orden. Según el reporte del Washington Post: ”Bradley, entonces comandante del Comando Conjunto de Operaciones Especiales , supervisó un ataque en el Caribe el 2 de septiembre de 2025, ordenado por el secretario de Defensa, Pete Hegseth, contra un buque sospechoso de narcotráfico . El Post informó que “Bradley ordenó un segundo ataque tras la identificación de dos supervivientes en la transmisión de un dron, siguiendo la directiva de Hegseth de no dejar sobrevivientes”.
Habrá que ver las repercusiones que podría tener que almirantes con más de 35 años de servicio, ahora comandando portaviones y submarinos nucleares, destructores y cruceros, estén finalizando su carrera destruyendo pequeñas embarcaciones civiles y asesinando pacíficos pescadores. Así, también se podrá comprender porque se incrementan día a día los suicidios, la drogadicción y los traumas postbélicos en las fuerzas armadas de Estados Unidos. Para esto también necesitan mantener funcionando el comercio de drogas contra el que tanto dicen luchar. Es parte del entramado funcional de esa sociedad decadente.


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