Autor argelino que vive en Francia
Traducido por Fausto Giudice, Tlaxcala
Yahya Al Sinwar, alias Abu Ibrahim, cayó el 16 de octubre en el campo del honor. Parece que esta expresión se hizo para él. Murió en su Gaza natal.
Sus compañeros de las brigadas Ezzedin Al Qassam anunciaron la muerte del shahid [mártir] en un sobrio mensaje: “Es un gran honor para nuestro movimiento ver a sus líderes sacrificarse ante sus soldados”.
La heroica muerte de Yahya Al Sinwar ha tenido una enorme repercusión en el mundo árabe, en el mundo musulmán y en todo el planeta. Hay hombres que permanecen en la memoria de los pueblos. Murió en armas. Luchó hasta el último momento. Herido, con una mano arrancada, seguía luchando. Nunca olvidaremos su increíble gesto mientras agonizaba, lanzando un palo al dron que daba vueltas a su alrededor. Este último gesto de un combatiente debería hacer reflexionar a los “superhombres del Mosad” y al ejército israelí.
Por casualidad
Nunca han dejado de intentar impresionar a la gente, y también a sus aliados y a los suyos, con poderes supranormales que supuestamente poseen. Pero no pudieron ocultar que lo mataron, de hecho, “por casualidad”, y sin saber siquiera quién era. Tardaron dos días en darse cuenta. Tenían tanto miedo de entrar en la casa donde Abu Ibrahim había luchado como un león que tardaron todo ese tiempo, incluso después de destruir la casa con un cañón y comprobar la escena con un dron. Esto da una idea de su jactancia.
Primero ocultaron las imágenes que habían tomado. Luego se vieron obligados a mostrarlas como prueba de su muerte. Luego ellos mismos revelaron la dureza de su última lucha. Su mentira se derrumbó, la de un líder escondido en túneles, huyendo de los combates y de Gaza. Pero allí estaba, a pocos metros de ellos, luchando al frente de sus hombres, como llevaba haciendo más de un año. Un tremendo mensaje de coraje, esperanza y lucha que los propios israelíes, sin saberlo, transmitieron a los palestinos y a todos los combatientes de la resistencia del mundo. Al morir como un mártir, Al Sinwar sabía que estaba realizando un acto importante, que estaba transmitiendo su último mensaje a sus compañeros, a su pueblo, a la humanidad que sufre: continuar la lucha sin descanso. Era su última decisión como líder de la lucha.
Yahya Al Sinwar se ganó la admiración incluso de sus enemigos. Un episodio es significativo a este respecto. El viernes 18 de octubre, Raphaël Jerusalmy, un “ex” (pero con toda evidencia todavía) funcionario del Mosad, fue invitado a hablar sobre el tema en el canal francés LCI. Es un habitual de la televisión francesa. Él y sus amigos están allí como si fueran los suyos. Con ojos crueles, una mueca en lugar de una sonrisa y un rostro impasible, el agente pensó que podía, como de costumbre, imponer su historia. Quiso demostrar que la muerte de Yahya Al Sinwar fue un éxito debido a la habilidad de los servicios de inteligencia israelíes y trató de devaluar al líder de las brigadas Al Qassam. Los periodistas al servicio del sistema, que normalmente no se atreven a contradecir a este agente del Mosad, le cortaron por primera vez el rollo, señalando que «sus servicios» se habían equivocado al publicar las fotos de la última batalla del líder de la resistencia, ya que ellos mismos habían demostrado que llevaba más de un año luchando y que había muerto como un héroe.
El “testamento” de Al Sinwar
Al conocer la noticia de la muerte de Yahya Al Sinwar, las redes sociales de todo el mundo se volvieron locas de dolor, pena, compasión y admiración. Inmediatamente se difundió un “testamento”. No ha habido confirmación oficial al respecto. Verdadero o falso, no importa, el testamento se ha hecho viral. Las palabras suenan tan ciertas, tan acertadas. Escuchemos un extracto: “Si caigo, no caigáis conmigo, sino llevad por mí una bandera que nunca haya caído, y haced de mi sangre un puente que cruce una generación que resurgirá de nuestras cenizas, más fuerte. No olvidéis que la patria no es una historia que contar, sino una verdad que vivir, y que por cada mártir nacen mil resistentes del vientre de esta tierra”.
En las redes ha surgido la imagen de Al Sinwar, presente en todas partes, magnificado, mitificado, glorificado. Se ha convertido ya en una leyenda.
Al Sinwar luchó durante más de un año, en un pequeño pedazo de tierra, Gaza (320 km2), una cuarta parte de Argel (1190 km2), contra un ejército de 350.000 hombres y mujeres. Fue escurridizo. Defendió a su pueblo. Sufrió con ellos. Se enfrentó probablemente a la fuerza más cruel de la historia.
La “solución final”
Desde el primer día, el plan de genocidio estuvo claro. Su plan era la “solución final”, que parece ser una obsesión de su torturada conciencia, falsa o verdadera conciencia histórica, empezamos a dudarlo, porque ¿cómo podemos repetir los mismos crímenes de los que decimos haber sufrido tanto?
Recordemos el primer día del genocidio: «Los mataremos de hambre, los haremos morir de sed, de hambre, los mataremos como los animales humanos que son» declararon claramente, sin vergüenza.
Desde el 8 de octubre, cientos de cañones y tanques se alinearon a lo largo de kilómetros alrededor de este pequeño trozo de tierra en Gaza. Los palestinos de Gaza contuvieron la respiración. Entonces todas las armas enemigas empezaron a disparar juntas en un monstruoso e ininterrumpido redoble de truenos, día y noche. El 22 de octubre, 90 aviones bombardearon sin descanso. Israel disparó contra la masa, desde tierra y desde el cielo. Edificios y casas se derrumbaron bajo los golpes, como castillos de naipes. Fue un 11 de septiembre con potencia n.
80.000 toneladas de bombas proporcionadas en un año por el Tío Sam, que intentaba, como de costumbre, mirar para otro lado, con su vieja cultura de genocidios, los «indios», la esclavitud, Hiroshima, Nagasaki, etcétera.
La masacre dura ya más de un año. Es seguro decir que, cualesquiera que sean las masacres que han jalonado la historia, ninguna ha alcanzado esta ferocidad. La razón es sencilla: podemos ver esta masacre desarrollarse ante nuestros propios ojos, como una emisión de televisión en directo en los canales Al Yazira, palestinos y otros.
El mundo entero está viendo morir a los palestinos, agonizando. Y los israelíes continúan día y noche, especialmente por la noche, porque eso aumenta su placer de sembrar el terror, y USA sigue cargando sus armas y sus aviones. Este es quizás el más odioso de los papeles asignados a los ciudadanos usamericanos. Les deshonra. Uno de ellos, Aaron, soldado de las Fuerzas Aéreas usamericanas, se prendió fuego el 25 de febrero de 2024, para «no ser más cómplice de este genocidio», dijo en su último mensaje, para rechazar esta deshonra y denunciar, con el sacrificio de su vida, esta vergüenza para su nación.
Ciertamente, en la historia, incluso las naciones más feroces, incluso los imperios más crueles, se habrían detenido si hubieran sido vistos, como vemos hoy con los crímenes cometidos por los israelíes y los USA.
A los israelíes no les importó al principio, probablemente pensando que les aturdiría, aterrorizaría a los palestinos y al mundo árabe y les disuadiría de cualquier resistencia futura. Luego se dieron cuenta, junto con los dirigentes occidentales, de que se trataba de un desastre moral para ellos.
Por eso ahora los medios de comunicación occidentales no difunden prácticamente ninguna imagen del martirio palestino. Su argumento es que el ejército israelí prohíbe a sus periodistas entrar en Gaza. Se están burlando del mundo. Las imágenes de la carnicería en curso se emiten en directo y en bucle en las televisiones árabes. Basta con cogerlas. 170 periodistas palestinos han muerto hasta ahora para informar al mundo de lo que ocurre en Gaza. Es una situación nueva e increíble para la información: las víctimas filman su propio genocidio. Es difícil imaginar una posición más reprobable y despreciable que la del personal de estos vergonzosos medios de comunicación occidentales. ¿Cómo podrán enfrentarse después a la opinión pública y, sobre todo, a su conciencia?
Los palestinos no sólo filman su muerte. También filman su lucha. Las brigadas Al Qassam ofrecen regularmente imágenes de sus ataques contra el ejército israelí. Hay que tener mucho valor para filmarse a uno mismo luchando. Mientras tanto, los soldados israelíes matan civiles.
Son 350.000. Pero estos soldados están, de hecho, de prestado. ¿Qué clase de vida tendrán los que sobrevivan? Sus vidas estarán hechas de pesadillas, obsesiones por la muerte y, para los mejores, sentimientos de culpa. La prensa -Times of Israel (2 de febrero de 2024), L'Orient-le Jour (14 de agosto de 2024), CNN (20 de octubre)- ya informa de que miles de soldados israelíes sufren problemas de salud mental. ¿Veríamos a un combatiente de la resistencia palestina sufriendo de la misma manera? Esa es la diferencia entre una mala causa y una causa justa. Basta pensar en el precio pagado de la misma manera por los soldados usamericanos tras las guerras de Vietnam, Afganistán e Irak, y por los soldados franceses tras la guerra de Argelia. Nos vemos dentro de diez o veinte años. No se comete lo indecible, no se abandona impunemente a la humanidad.
Los israelíes llaman “víctimas colaterales” a 50.000 muertos y 100.000 heridos. Los esclavizados medios de comunicación occidentales lo repiten. ¿Cómo podrá este Occidente vivir con el mundo en el futuro, mirarnos a los ojos? Las únicas víctimas colaterales reales son los combatientes que han matado, por casualidad, sin siquiera saberlo. Nunca podrán contarlos.
La verdad, como todo el mundo sabe, es que quieren matar a todos los palestinos. Y en su subconsciente genocida, ven a todos los palestinos como «Hamasniks», a todos los combatientes o futuros combatientes, incluso a los niños.
Un año de genocidio
Octubre de 2023-octubre de 2024: un año de genocidio. Es largo el genocidio. Y para nosotros, los «testigos», un año de dolor indescriptible, un año de un persistente sentimiento de culpa mientras observamos impotentes. ¿Hasta cuándo? ¿Podremos soportarlo mucho tiempo y mantener la cordura?
En los tiempos más crueles, en la época de los juegos del circo romano, los esclavos en rebelión y los cristianos rebeldes eran entregados a bestias feroces. En lo que respecta a los palestinos, Israel ofrece este espectáculo al mundo todos los días, a cientos de millones de espectadores horrorizados. ¿Se ha visto algo semejante en la historia de la humanidad?
Algunos de nosotros queremos escapar de este sufrimiento, dejar de mirar. Es comprensible. Pero los palestinos están tomando estas imágenes, arriesgando sus vidas para enviarlas al mundo, para que las veamos, no para que cerremos los ojos. Eso sería una victoria para el enemigo. Así que no apartemos los ojos, miremos, esa es la mínima solidaridad que podríamos tener.
Otras prioridades
En Gaza, los palestinos no tienen un momento de respiro; mueren todos los días. Mientras escribo, Israel está exterminando metódicamente a los 100.000 habitantes del campo de Yabaliya, en el norte de Gaza. Los han rodeado, los han aislado del mundo, los han matado de hambre y los están asesinando sin piedad. El mundo deja que esto ocurra como si fuera inevitable, porque hay elecciones en USA, porque está la cumbre de los BRICS, porque está Ucrania, porque hay otras prioridades, porque... porque ....
Pero algún día los monstruos tendrán que pagar, los genocidas tendrán que pagar. Gaza se ha transformado en una inmensa morgue, un cementerio al aire libre, un cementerio o más bien una inmensa fosa común. Y luego están los miles de cadáveres enterrados bajo los escombros que nunca tendrán nombre ni sepultura. Israel no sólo niega a los palestinos el derecho a la vida, sino también el derecho a un entierro digno.
¿Podemos viajar, divertirnos, descansar, relajarnos, trabajar? Nada de esto tiene sentido para las personas justas de este planeta.
La magnitud del horror, sus características sin precedentes tendrán sin duda consecuencias para nuestro futuro humano, no sé cuáles, pero sin duda estarán a la altura de este drama histórico sin precedentes.
Beirut
Israel quiere convertir Beirut en otra Gaza. El propio Netanyahu lo dijo en sus amenazas a los libaneses. Emmanuel Macron ha instado a los israelíes a no hacerlo. El 10 de octubre, el presidente Biden pidió a Netanyahu que «minimizara el impacto sobre los civiles». «Impacto» es su palabra.
Dicen que atacan Líbano y bombardean Beirut para garantizar “su seguridad durante al menos unos año”. “Durante unos años”: no tienen planes para el futuro. Lo dicen ellos mismos.
Todos los días, las televisiones occidentales retransmiten en directo los bombardeos, sobre todo por la noche. Bombas usamericanas lanzadas por aviones israelíes. Gigantescas salpicaduras de llamas anaranjadas rasgan la negrura de la ciudad sin luz. Los presentes en los platós de tele observan fascinados, mirando como se mira un castillo de fuegos artificiales. Viéndolos contemplar así “el espectáculo”, se tiene incluso la horrible impresión de que están viviendo un momento de euforia. Como los monstruosos fuegos artificiales del halalí sobre Bagdad y Trípoli. Un aire de déjà vu. Como el orgullo de una potencia cuyo declive se quisiera evitar. Recuerdos del pasado colonial. Se castiga a los árabes. Sólo conocen la fuerza, dice el israelí medio. Vocabulario colonial. Se utiliza el mismo lenguaje para “dar la caza a Hezbolá” que para Hamás. Un presentador en un plató de televisión hablará del «asesinato» de Nasralá para corregir rápidamente la palabra y decir «liquidación». No se asesina a un “terrorista árabe”.
También observan, con los ojos desorbitados, las largas procesiones de nuevos refugiados, libaneses esta vez. Sin empatía, sin emoción. Un coronel en el plató, Michel Goya, con barba blanca y cara de capellán castrense, y un currículum de todas las aventuras militares fracasadas de las últimas décadas, experto militar en LCI, explicará que “primero hay que romperle la espalda a Hezbolá antes de pensar en la paz”.
En el sur del Líbano, los mismos canales de televisión occidentales muestran a soldados israelíes avanzando cautelosamente por laderas pedregosas. Recuerda inevitablemente al Yebel [monte] en Argelia. ¿Acaso no conocen el final de la historia? ¿Por qué el soldado israelí parece tan poco militar? Probablemente por conscripción o por falta de convicción.
Antes de Yahya Al Sinwar, habían asesinado a Nasrallah y a muchos otros. Perlas preciosas de un mismo collar. Lo que sus muertes nos enseñan, lo que ofrecen con su sacrificio a sus pueblos, a la humanidad doliente, tiene un valor inmenso. Resistencia hasta el final.
La resistencia revela hombres excepcionales. Estos resistentes indomables llevan al enemigo hasta el límite. Revelan su horrible rostro. ¿Quién no conoce hoy en el mundo el verdadero rostro de Israel?
USA e Israel, imperialismo arcaico
¿Cómo creen USA e Israel que pueden ganar la guerra en Gaza, Líbano y otros lugares, y seguir subyugando a todo Oriente Próximo? La subyugación de los pueblos fue posible, desde la antigüedad hasta los imperios coloniales, porque los pueblos estaban aislados. Hoy eso ya no es posible. La base de retaguardia de los pueblos en lucha es el mundo entero. No han aprendido las lecciones de Vietnam, de la guerra de Argelia, de Irak, de Afganistán, etc. Representan, en su unión con Israel, un imperialismo arcaico destinado al colapso.
Los pueblos que luchan por su libertad producen sus dirigentes, que son “obras de arte”, como decía el gran pensador Marx. Pero son los opresores quienes convierten a los luchadores en héroes. Cada vez, el opresor cree que está cavando sus tumbas, pero está cavando la suya propia.
Creen que han matado a una nación matando a un hombre. ¿Cuántas veces lo han creído? Y lo hacen una y otra vez.
Desde los comienzos de las luchas modernas de liberación nacional, los colonizadores lo han hecho una y otra vez, cegados por su desprecio del hombre y de su humanidad, incapaces de comprender el valor porque rara vez lo tienen, acostumbrados como están a batallas sin gloria desde el cielo o a tiro de cañón.
¡Ni una bandera blanca!
Han matado a un hombre. Sólo uno y creen que han ganado. Son ciegos, estúpidos y cegatos. Mataron a 50.000 palestinos en Gaza, pero ¿acaso detuvieron la resistencia? 50.000 palestinos murieron, ¡y nadie desertó, nadie izó una bandera blanca! Seamos realistas. Ni una sola persona. Colosal. ¿Qué pueden hacer contra un pueblo así? Tendrían que haber mirado los ojos negros y ardientes de Abu Ibrahim Al Sinwar, su mirada feroz y llameante, para entenderlo.
Nadie se quejó. Nadie desaprobó a Hamás, a pesar de la sed, del hambre, de la enfermedad, del dolor y de las heridas que no se curan, ni siquiera se atenúan, a pesar de las muertes, de las personas tomadas al azar para torturarlas en masa para que denuncien a sus hermanos que luchan, de los niños muertos, de las tiendas de refugio en llamas cuya lona chisporrotea sobre la piel quemada viva, de los niños enterrados, con sus padres, sus madres, los ancianos, de la desaparición de sus seres queridos, de todo lo que han amado.
Nadie izó una bandera blanca. La única vez que ocurrió, eran rehenes israelíes que probablemente habían escapado y los soldados israelíes estaban tan sorprendidos que les dispararon.
¿Se dan cuenta los israelíes y los usamericanos del tipo de personas con las que están tratando? ¿Quieren extinguir una resistencia que ha durado 78 años?
Israel y USA pensaban que habían acabado con la resistencia palestina matando a Al Sinwar. En un comunicado emitido el 9 de octubre, las brigadas Al Qassam declararon que “el enemigo delira si piensa que la llama de la resistencia se extinguirá o retrocederá asesinando a sus líderes”. Y volvieron al ataque: el 20 de octubre, cuatro días después de la muerte de su líder, mataron al coronel israelí [druso] Ahsan Daksa, comandante de la brigada 401, principal protagonista de la carnicería en Gaza. En su comunicado de prensa del mismo día, las brigadas declararon que dedicaban esta operación “al alma del shahid Al Sinwar”.
Imágenes del artista palestino Omar Zaghloul
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