Este 5 de octubre se cumplen 50 años de la
caída en combate de Miguel Enríquez, secretario general del Movimiento de
Izquierda Revolucionaria (MIR) de Chile. Hace unos años en conmemoración de
esta efeméride pronuncié unas palabras en un evento al que me invitaron. Retomo
el “ayuda memoria” de esa intervención y la actualizo para la necesaria
recordación de la vida y la obra de Miguel Enríquez.
No quiero caer en una falsa originalidad que me lleve a emitir palabras fatuas, rememorar lugares comunes y pronunciar las frases no comprometidas que caracterizan esos discursos en que se conmemora la vida y obra de un luchador popular, para después, en la vida cotidiana, hacer todo lo contrario de lo que se dice.
No
vengo solo a decir“honor y gloria”. Por
ello, me voy a permitir usar el verbo encendido de un gran revolucionario
venezolano, Jorge Rodríguez padre, quien el 2 de octubre de 1975 en el primer
aniversario de la caída en combate de Miguel Enríquez en un discurso
pronunciado en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela dijera que:
“Rendir homenaje a Miguel Enríquez es para los revolucionarios venezolanos y de
cualquier parte del mundo un compromiso y un deber irrenunciable”, agregando
más adelante que ello era “… comprometerse a trabajar seriamente por la
formación de las herramientas de combate de los pueblos oprimidos del mundo…”
Han
pasado 49 años de esa fecha memorable y 50 del último combate de Miguel
Enríquez en la calle Santa Fe de la comuna San Miguel en Santiago de Chile. La
situación del mundo, de América Latina,de Chile y Venezuela es otra, pero el impacto de su ejemplo sigue
estando presente, como lo testimonian las decenas de actos que se están
realizando durante estos días en Chile y otros países.
Persiste
sin embargo, en algunos sectores, la idea de que el Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR), del cual Miguel era Secretario General adoptó posiciones
de ultra izquierda que jugaron un papel determinante en la caída del gobierno
de la Unidad Popular (UP) que presidía Salvador Allende. Esas ideas estuvieron
y están presentes en Venezuela. Creo que vale la pena esbozar algunas
reflexiones al respecto como desagravio a Miguel Enríquez cuando se conmemoran 50
años de su desaparición física.
La
manida acusación que se le daba al MIR de ser una organización de
ultraizquierda obligaría a establecer una definición respecto de ¿qué es
“izquierda”? de manera que ubique tal caracterización en su justa dimensión,
sobre todo porque se ha hecho una descontextualización interesada.
Así, el 21 de febrero, dos nuevos
“metecos” entrarán en el Panteón: Missak y Mélinée Manouchian, armenios,
apátridas, comunistas y combatientes de la Resistencia, se unirán a Joséphine
Baker, Simone Veil y otros 80 “grandes hombres” (entre ellos, 8 mujeres) en
este “templo republicano” cuya cúpula está coronada por una cruz cristiana, en
el más puro espíritu del laicismo a la francesa.
Una cruz cuyas apariciones y
desapariciones han seguido los cambios de régimen de los últimos 244 años. La
Convención de 1791 convirtió la iglesia de Sainte-Geneviève , construida antes
de la Revolución, en un “Panteón” inspirado en el Panteón de Roma, para
enterrar a Mirabeau, Voltaire, Rousseau, Descartes y otros. Napoleón I la
transformó en iglesia, Luis Felipe volvió a secularizarla en 1830, antes de que
Napoleón III la convirtiera en lugar de culto cristiano, luego la Comuna de
París aserró los brazos de la cruz, colgando en ella una bandera roja.
El Orden moral instaurado por los versalleses, que masacraron a los comuneros
-uno de los cuales, el periodista Jean-Baptiste Millière, fue fusilado de
rodillas en la escalinata del Panteón-, restauró la cruz, y en 1885 la
República enterró allí a Víctor Hugo con gran pompa y ceremonia. El que había
escrito en 1852 en su panfleto Napoleón el pequeño: “Él [Napoleón III] clavó
un clavo sagrado en el muro del Panteón y colgó de este clavo su golpe de
Estado”.
Y ninguna de las repúblicas que
se han sucedido desde entonces se ha preocupado por la presencia de esta cruz
en lo alto del “Templo”. La cruz tampoco molesta a los francmasones que
convencieron a Macron para que honrara a esos dos terroristas apátridas, Missak
y Mélinée.
Así pues, nuestros dos armenios
serán homenajeados el miércoles en presencia de Madame Le Pen, que acaba de
acoger en las filas de su partido a Fabrice Leggeri, que dimitió de su cargo de
director de la agencia Frontex en 2022 para evitar los inconvenientes de una
investigación sobre sus prácticas ilegales de devolución de solicitantes de
asilo a sus países y se prepara para un cómodo final de su carrera como
eurodiputado.
Si los Manouchian y sus camaradas
polacos, italianos, españoles, húngaros y rumanos hubieran vivido en la Europa
del siglo XXI, probablemente no habrían sido fusilados, sino simplemente internados
en centros de detención y enviados de vuelta en chárteres a los infiernos de
los que habían huido. Si Macron hubiera verdaderamente querido honrar a los metecos
FTP-MOI (Francotiradores y
Partisanos- Mano de Obra Inmigrada) que murieron
por Francia, debería haber incluido en el Panteón a los 23 mártires del 21 de
febrero de 1944, como pedían los firmantes del llamamiento que figura a
continuación. Pero era pedirle demasiado-FG
“Missak Manouchian debería ir al
Panteón con todos sus compañeros”
Mientras que los resistentes
Missak y Mélinée Manouchian entrarán en el Panteón el 21 de febrero de 2024,
sus 22 compañeros del grupo FTP-MOI también merecen este honor, afirma un
colectivo de descendientes de estos mártires e intelectuales, entre ellos
Costa-Gavras, Delphine Horvilleur, Patrick Modiano, Edgar Morin y Annette
Wieviorka, en una tribuna publicada en Le Monde.
Mural del pintor Popof en
homenaje al grupo Manouchian, esquina de la rue du Surmelin y la rue Darcy,
Ménilmontant, París 20 (Foto Marie-José PL)
Señor Presidente de la República,
le escribimos esta carta con la esperanza de evitar una injusticia. El 18 de
junio anunció usted su decisión de que los restos mortales de Missak Manouchian
y su esposa, Mélinée, fueran trasladados al Panteón en febrero de 2024, con
motivo del octogésimo aniversario del martirio del grupo de resistencia contra
la ocupación nazi y sus colaboradores franceses. El 21 de febrero de 1944,
veintidós hombres fueron fusilados en el Mont-Valérien. La única mujer de su
red fue decapitada en Stuttgart el 10 de mayo de 1944.
Retrato de Manouchian en la
prisión de Fresnes, por Christian Guémy alias C215
Nos alegramos de su decisión. Con
ella se pone fin a un largo periodo de olvido y se reconoce la contribución
decisiva de los resistentes internacionalistas a la liberación de Francia y al
restablecimiento de la República. Manouchian y sus compañeros pertenecían a los
Francotiradores y partisanos – Mano de obra emigrada (FTP-MOI), una unidad de
la Resistencia comunista compuesta en su mayoría por extranjeros, refugiados e
inmigrantes. “Veintitrés extranjeros y, sin embargo, nuestros hermanos”,
recordaba Louis Aragon al homenajearlos en su poema “L'Affiche rouge” [El
cartel rojo], en el que evocaba sus nombres “difíciles de pronunciar”.
Plaza Henri-Krasucki, distrito 20 de París
En estos tiempos inciertos, en
los que se ciernen nuevas sombras, en los que amenazan la xenofobia, el
racismo, el antisemitismo y todas las formas de rechazo del otro, del
extranjero y del diferente, este homenaje patriótico y republicano es un
mensaje de fraternidad que recuerda que Francia siempre ha estado hecha del
mundo, de la diversidad de sus pueblos y de la pluralidad de sus culturas
gracias a la contribución de todas sus comunidades de origen extranjero. Es,
sobre todo, un mensaje universal que subraya hasta qué punto los ideales de
igualdad de derechos, sin distinción de nacimiento, credo o apariencia,
proclamados inicialmente por la Declaración de los Derechos Humanos de 1789,
por los que Manouchian y sus compañeros dieron su vida, pueden inspirar al
mundo entero.
Sin olvidar a ninguno
Señor Presidente, es este mensaje
el que se contradice con la decisión de incluir a Missak y Mélinée Manouchian,
y sólo a ellos, en el Panteón. Probablemente ellos mismos no lo habrían
entendido ni deseado. Aislar un solo nombre es romper la fraternidad de su
colectivo militante. Distinguir a una sola comunidad es herir el
internacionalismo que los animaba. Este grupo de resistentes comunistas no
puede reducirse a Manouchian, que ciertamente, fue su jefe militar antes de que
la propaganda alemana lo promocionara como jefe de una banda criminal. Y el
símbolo que justamente representa para nuestros compatriotas de la comunidad
armenia es indisociable de todas las demás nacionalidades y comunidades que
compartieron su lucha y su sacrificio.
Señor Presidente, esperamos
haberle convencido de que Missak Manouchian no puede entrar solo en el Panteón,
aunque le acompañe su esposa. Son los veintitrés, todos juntos, los que
componen la profundidad de esta historia, su historia que se ha convertido en
nuestra historia, la historia de Francia, pasada y presente. Los veintitrés,
sin olvidar ni uno solo: judíos polacos, republicanos españoles, antifascistas
italianos y muchos otros.
Por eso le pedimos que se asegure
de que le acompañen sus veintidós camaradas: el armenio Arpen Manoukian, el
español Celestino Alfonso, los italianos Rino Della Negra, Spartaco Fontanot,
Cesare Luccarni, Antoine Salvadori y Amedeo Usseglio, los franceses Georges
Cloarec, Roger Rouxel y Robert Witchitz, los húngaros Joseph Boczov, Thomas
Elek y Emeric Glasz, los polacos Maurice Füngercwaig, Jonas Geduldig, Léon
Goldberg, Szlama Grzywacz, Stanislas Kubacki, Marcel Rajman, Willy Schapiro y
Wolf Wajsbrot, y la rumana Olga Bancic.
Fueron veintitrés, “veintitrés
que gritaron por Francia al caer”-otra vez Aragón-, veintitrés que hablaron de
nuestra patria común, de su riqueza y de su fuerza. Veintitrés que, en un
momento de reconocimiento nacional, son indisociables.
Firmado por : Juana Alfonso, nieta de Celestino Alfonso; Patrick Boucheron,
historiador, profesor en el Collège de France; Michel Broué, matemático;
Patrick Chamoiseau, escritor; Costa-Gavras, cineasta, Presidente de la
Cinémathèque française; Elise Couzens y Fabienne Meyer, primas hermanas de
Marcel Rajman; Michel, Patrice e Yves Della Negra, sobrinos de Rino Della
Negra; René Dzagoyan, escritor; Jean Estivil, sobrino de Celestino Alfonso;
André Grimaldi, profesor emérito de Medicina; Anouk Grinberg, actriz y artista;
Jean-Claude Grumberg, escritor y director teatral; Yannick Haenel, escritor;
Delphine Horvilleur, rabina y escritora; Serge y Beate Klarsfeld,
historiadores; Mosco Levi Boucault, director de cine; Patrick Modiano,
escritor, Premio Nobel de Literatura; Edgar Morin, sociólogo y filósofo; Edwy
Plenel, periodista; Anne Sinclair, periodista; Thomas Stern, sobrino de Thomas
Elek; Annette Wieviorka, historiadora, directora de investigación en el CNRS;
Ruth Zylberman, escritora y directora.