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Sergio Rodríguez Gelfenstein
¿Qué hará Marcos Rubio? 

25/12/2024

LUIS E. SABINI FERNÁNDEZ
Israel ataca pero declara defender

Luis E. Sabini Fernández, 23-12-2024

El régimen instaurado por el sionismo en la Palestina histórica ha revelado una capacidad de daño, de impunidad, de duplicidad, de violencia,  que no registramos todo a la vez en tantas otras circunstancias atroces de atropello a la vida, a los derechos humanos que coexisten en todo el planeta.

"Es un libelo de sangre pinchar en «play» a nuestros tiktoks genocidas"
Viñeta de Eli Valley

Es fácil advertir estas manifestaciones a partir del 7 de octubre de 2023, con el inusitado ataque armado de Hamás y otras agrupaciones palestinas que al parecer aprovecharon “la oportunidad” para salir de debajo de la bota que desde hacía ya décadas el sionismo había puesto sobre toda la franja gazatí.
Pero las atrocidades sionistas no comenzaron el 7-8 de octubre de 2023, por cierto.
Tampoco en 1967, cuando  EE.UU. comienza a respetar el papel israelí como “jugador de primera”, es decir con poder militar propio. Ni siquiera en 1948, cuando violando hasta las demarcaciones onusianas, las tropas sionistas se adueñan del 78% de territorio palestino, sobrepasando el 55% que le había acordado graciosamente la ONU.
En 1936-1939, el sionismo perfectamente ensamblado con el colonialismo británico −que todavía tenía pretensiones universales− logran ahogar en sangre la huelga general palestina; una mezcla de levantamiento sin poder militar (apenas con algunos fusiles de caza) y boicot palestino contra la implantación progresiva, artera, implacable, racionalmente dirigida, del sionismo en el territorio palestino, cada vez más sajado, desmenuzado, expropiado, por el judaísmo sionista y sus finanzas en permanente expansión[1].  
Poco antes, en la primera mitad de la década del ’30, cuando empezaban a regir las leyes de Nurenberg de la Alemania nazi, de separación entre germanos y judíos, los sionistas; a la sazón la única fuerza política legal en la Alemania nazi (amén de la nazi) habían acordado con el gobierno un plan de transferencia de capitales, mediante la cual los nazis se adueñaban de los capitales judíos en Alemania, a cambio de productos alemanes de exportación que los sionistas se comprometieron ubicar en el Cercano Oriente. Ha’avara. Dicha negociación no contaba con el apoyo de la corona británica, celosa. Pero entusiasmaba al gobierno nazi  expandiendo su producción, y a los judíos sionistas emigrados de Alemania que recuperaban así sus capitales en Palestina.
La huelga general palestina y la represión subsiguiente implicó la matanza de miles de palestinos, sobre todo varones (jamás se pudo precisar, pero miles, muchos miles en una población de alrededor de un millón de habitantes…).
La administración británica de Palestina favorecida por los resultados de la IGM ligó los intereses sionistas cada vez más con los  británicos, como acabamos de ver ante la huelga/boicot de 1936-1939.

En la primera mitad del Siglo XX se perfilaron dentro del sionismo dos geopolíticas opuestas entre sí: ligarse a los intereses británicos, continuando los vínculos del mismo Herzl con el British Empire (Declaración Balfour, 1917) o acercarse a los nacionalismos enfrentados al británco; el nazismo y el fascismo. Buena parte de los premiers que ha tenido Israel, pasada la primavera “socialdemócrata” de la posguera, fueron, son, de esta última procedencia (Menájem Begin, Yitzhak Shamir, Ariel Sharon, Ehud Olmert, Naftalí Bennett, Beniamin Netanyahu, actual y el que ha ejercido por más tiempo esa primera magistratura). Su mera enumeración nos muestra el peso del supremacismo fascista enntre los “primeros ministros” del engendro sionista.
Y algo más. Israel es el único estado del mundo entero en que fascistas declarados y “a mucha honra” han gobernado y representado a ese estado reiteradamente desde la derrota de los nazifascismos en 1945.
El resultado de la IIGM en 1945, con el consiguiente escrache periodístico y hollywoodense de Hitler y lo alemán (ya no sólo lo nazi) ha exonerado, ¡oh paradoja! al sionismo filofascista de rendir cuentas, pese a su identificación ideológica con el fascismo. [2]
Más aún: que saliera incólume, política y penalmente hablando.  En 1948, al mejor estilo mafioso, los grupos de tareas sionistas liquidan, al primer mediador designado por la recién fundada ONU; el conde Folke Bernadotte.
Su único pecado es haber declarado en las “conversaciones” sobre el diferendo palestino-israelí que los sionistas exigían todo y que así nada le quedaba a los palestinos… el sicario es premiado con su designación como guardaespaldadas del Ben Gurión el líder del flamante Estado de Esrael (luego de un pasaje “teatral” de apenas unas semanas por una cárcel).[3] 

Pero si vemos cómo ya en 1948, la impunidad judeosionista perfila comportamientos abusivos, violatorios de los derechos humanos más elementales –abonada por la prescindencia de países democráticos y la aceptación del papel de chirolitas de muchas otras representaciones nacionales en la ONU−, desde el 7 octubre de 2023, esa impunidad adquiere botas de 7 leguas, y alcanza niveles que cuesta rastrear en la historia humana.
Como “armados” de una “santa indignación”, como si se tratara de víctimas, los sionistas israelíes han desatado su furia y abuso bombardeando barrios con población humana en general, arrasando con mayor facilidad todavía, campamentos más o menos improvisados de los sobrevivientes de los barrios anteriormente pulverizados en Gaza, Rafah , Jan Yunis…
Por las calles, hoy, jóvenes pesadamente armados, casi imberbes, se burlan y atropellan a población civil desarmada, bajo ocupación. Y lo hacen con desprecio, desdén y si son muy teledirigidos, con furia. “Cargados” con un adoctrinamiento que a lo largo de décadas ha insuflado en sus mentes −cuanto más jóvenes, más honda la marca− las ideas, muy talmúdicas, que los goyim son “excremento”, “basura”, “animales”, “inferiores” y sobre todo, “mala gente”.
El sionismo ha hecho abandonar en sus seguidores toda noción de prójimo que vaya más allá de su estrechísimo entorno. La altanería que jóvenes israelíes, recién “cocidos” en los cuarteles, exhiben, no sólo en Palestina sino en todas partes, en todo momento, trasluce esa regimentación mental, indoctrinada. [4]
Una de las especialidades del sionismo aspirante a controlar la vida (en eso se ejercitaron durante casi dos décadas en la Franja de Gaza) son las “labores de inteligencia”. Que han ido hilvanando con los servicios secretos de EE.UU. y del Reino Unido. Por eso, algunos atentados pueden tener autores  “colectivos” o resulta difícil ubicarles autoría.
Así han matado a Qasem Soleimani. Así han matado a Ismail Haniyeh. Así han matado a Hasan Nasrallah (con la odiosa modalidad, deliberada, de matar al “blanco” con todos los prójimos imaginables: hijos, nietos, esposas, amigos, colegas).
Así han acabado con la vida de decenas o centenares de libaneses mediante telecomunicadores portátiles que portaban explosivos en su interior y que, ahora se sabe, estuvieron “cargados” durante años, hasta que quienes idearon la máquina de matar juzgaron oportuno ponerla en marcha. Tales dispositivos habían sido adquiridos en el Líbano de supuestas firmas productoras y exportadoras de ese know how, y se fueron extendiendo en diversos usos (probablemente la carga explosiva fue colocada inicialmente para atentar y matar a miembros de Hezbollah, pero ni les importó quienes fueron los destinatarios).
Así también se han llevado a cabo muchísimos atentados de falsa bandera.
Keith Woods ha escrito un artículo formidable: “Israel´s Love Affair with Syrian Jihadis” (“El romance de Israel con los yihadistas sirios”),  en el que se apoya en documentos de la DIA, algunos puestos a la luz pública gracias al extraordinario aporte de Julian Assange (wikileaks). Por ejemplo, la info del agente secreto Jake Sullivan a Hillary Clinton de que: “Al Qaeda está de nuestro lado (Siria, 2012).”
El aporte del genocida Naftali Bennett es todavía más prístino: en la conferencia anual de Herzliya, durante su estadía como premier (2021-2022), Israel ha “perfeccionado” el arte de la mentira hasta niveles que no resultan habituales. Entiende este asesino múltiple de palestinos que la aparición de ISIS le facilita a Israel legitimar la anexión de los Altos de Golán; que el caos generado en Siria convierte los reclamos de Israel en “más aceptables” para “la comunidad internacional”: Bennet ilustra así lo que rinde un pragmatismo absoluto.
Al Qaeda, que todo habitante no dedicado al rastreo de verdad, tomará como musulmán (y fanático), es un producto acabado “made in Israel”. La DIA nos dice: “Al Qaeda condujo una cantidad de operaciones en varias ciudades sirias bajo el nombre de Frente al Nusra para llevar adelante la guerra contra el régimen sirio, considerando que Siria tiene un régimen infiel.”[ibid.] 
Esta última calificación es ciertamente, sugestiva. Efectivamente, en varios países árabes el Islam perdió pie. Como ha pasado con el catolicismo en varios países del sur europeo.
Argelia en su momento, Irak, Siria, Palestina, han ido constituyendo gobiernos, regímenes laicos, que el Occidente con religiosidad en baja, iba a tener dificultades para criticar.
Un mundo árabe fanáticamente musulmán era presa (ideológica) más fácil de un Occidente cada vez más laico.
La peripecia palestina nos da algunos elementos de ese cuadro de situación. La resistencia palestina ante la penetración sionista, sobre todo después de 1948, se fue identificando cada vez más con el anticolonialismo, el antiimperialismo y el socialismo, que hará haciendo culturalmente inviable las modalidades tradicionales. Pero ese cambio ideológico, progresista, no da fruto; como que “el enemigo es más fuerte”.
Por un lado, EE.UU. se presenta como lo moderno ante el viejo mundo del capital burgués, y por otro, el colapso soviético deja sin carta de presentación, o con cartas muy ajadas, a una alternativa “de izquierda”.
La resistencia laica no triunfa fácilmente en el mundo colonial. Porque lo que la resistencia enfrenta en la colonia no es a la colonia sino a la metrópolis.
En Palestina, por ejemplo, surgirá entonces, una resistencia basada en valores tradicionales bien diferenciados de los del colonialismo (occidental). Y mientras el movimiento palestino de mayor enjundia en el siglo pasado −Al Fatah y la OLP− terminarán “recuperados” a través de los “Acuerdos de Oslo” y otras maniobras de RR.PP., será Hamás el que encarne el mayor obstáculo al asentamiento sionista.
Patética paradoja: la gente de Arafat aceptando convertirse en policía de los territorios palestinos –al servicio inevitablemente de Israel− e islámicos más bien ortodoxos, defendiendo la sociedad que el sionismo procura pulverizar.
Simplificadamente, diríamos, en este caso, que el Corán sirve más a la causa de pueblos colonizados que El capital de Marx… La cuestión, entonces, dista de simplificarse. Porque los libros sagrados, sean cuales fueren, no ayudan a ver y a vernos, sino más bien nos llevan los ojos a ver a dios, a Dios. Y con los ojos de él. De Él. Y no se trata de eso ni de entonar cantos de sí mismo o a sí mismo. Se trata apenas de que aprendamos a ver el mundo tal cual es.

Notas

1 - Vemos entonces algunas acciones de brutalidad inusitada. El sionismo había preparado mistarviim, sionistas que vestían y hablaban como palestinos, que introducían o preparaban trampas mortales en el tejido social palestino, como por ejemplo, dejar para reparación un vehículo en un taller mecánico, todo en confianza, y que al cabo de veinte minutos volara por los aires el vehículo, el taller, todos sus ocupantes y buena parte de las edificaciones circundantes. Con estos explosivos devastadores, hicieron añicos varios mercados en los momentos de mayor afluencia de gente. Esa atroz coyuntura de la historia palestina se generalizará pesadillescamente en la Franja de Gaza en 2006 y desplegará un nuevo círculo del infierno en 2023/2024.
2 - Eso, porque la realpolitik se mueve con otros intereses; como ilustra el caso de Francisco Franco.
3 - Y la ONU ni siquiera rinde honores a su mediador oficial, proveniente de un país con acrisolada democracia; Suecia. La tutela judeosionista en la ONU ya se sentía.
4-     Como la actitud con que los guardiacárceles recién estrenados en regímenes de dictadura llegan al patio de las cárceles para lidiar con huelguistas y manifestantes. Lidiar, con animales.



24/12/2024

LUCA CELADA
El plan de Silicon Valley para apoderarse del Estado
El irresistible (¿o resistible?) ascenso de los broligarcas

USA: Una plutocracia “armada” y extremista está a punto de apoderarse de la mayor superpotencia mundial

Luca Celada, il manifesto, 17/12/2024

Traducido por María Piedad Ossaba, Tlaxcala 

Luca Celada es corresponsal en Los Ángeles del diario italiano il manifesto

Esta semana, Jeff Bezos, de Amazon, Sam Altman, de Open AI, y Mark Zuckerberg anunciaron donaciones de un millón de dólares cada uno como contribución a la ceremonia de investidura de Donald Trump el 20 de enero. Los magnates digitales han sido atacados a menudo por Trump, quien todavía hace unas semanas afirmó que Zuckerberg, en particular, debería «ir a la cárcel» por censurar opiniones de derechas en sus plataformas. Tras su victoria, hubo prácticamente una procesión desde Silicon Valley para hacer un acto de sumisión. La semana pasada, el jefe de Meta había volado a Mar a Lago para reunirse con Trump, Bezos tiene una cita en los próximos días.

Muchos otros plutócratas son una presencia fija en la corte giratoria que gira en torno al presidente que regresa desde las elecciones de noviembre. Muchos de los numerosos magnates que han contribuido generosamente a su reelección han sido puntualmente recompensados con nombramientos en ministerios. Entre ellos se encuentra su pariente político Charles Kushner, padre de su yerno Jared, que primero fue indultado en 2020 [ había sido condenado por malversaciones fiscales], y luego honrado con el cargo de embajador en Francia.

(Otro nombramiento «dinástico» es el de la (posiblemente ex) prometida del primogénito Donald Jr, Kimberley Guilfoyle, como nueva embajadora en Grecia, mientras que se espera que su nuera, Lara Trump, debería pasar del comité central del Partido Republicano al Senado).

Entre los ministros con carteras opulentas (cada uno con una riqueza estimada en más de 1.000 millones de dólares) están Linda McMahon en Educación Pública, Scott Bessent, en Hacienda, Doug Burgum en Interior, Howard Lutnick en Comercio, Jared Isaacman, director de la NASA, y Steve Witkoff -socio de Trump en una nueva empresa de criptomonedas, World Liberty Financial- como enviado especial a Oriente Medio.

Además de crear otro flagrante conflicto de intereses para el nuevo presidente, la entrada de la familia en la producción de “Trump coin” es el último indicio de una creciente asociación entre Trump y el nuevo capitalismo incubado en Silicon Valley. Los magnates de Silicon son fantásticamente ricos, y para Trump la riqueza siempre ha sido un ostentoso símbolo de éxito. Según un reciente artículo del New York Times, le gusta exhibir a sus nuevos socios políticos como trofeos en su palacio kitsch. «He traído a dos de los hombres más ricos del mundo», habría dicho recientemente, según el Times, presentándose en una reunión de periodistas en compañía de Elon Musk y el consejero delegado de Oracle, Larry Ellison. «¿A quién habéis traído?».

Encarna la influencia de los aceleracionistas de Silicon Valley en la restauración de Trump el propio Musk, a quien, como es bien sabido, se le ha otorgado, junto a otro multimillonario, Vivek Ramaswami, un puesto central como administrador del «departamento de efficiencia gubernamental» (DOGE). Musk tendría, sin embargo, mayor libertad de acción, incluso sobre la composición del propio cuadro gubernamental, en el que trabajarían, en Florida, numerosos colaboradores 'prestados' por sus empresas.

Entre las figuras clave estaría Jared Birchall, director de Neuralink, la empresa encargada de los implantes neurológicos, pero también administrador de las finanzas personales del magnate y, en general, su mano derecha, a cargo de las negocios  familiares,  de la fundación, así como de los bienes inmuebles, los viajes y la seguridad de Musk. A estas tareas se han añadido ahora las conversaciones con posibles funcionarios del Departamento de Estado. El hecho de que Birchall no tenga experiencia en negocios internacionales no se considera, evidentemente, un problema en una selección que, al igual que para los demás departamentos, parece centrarse principalmente en las afinidades ideológicas y la lealtad de los candidatos al presidente.

Otro asesor, esta vez para seleccionar al personal de inteligencia, es Shaun Maguire, una figura de Caltech que se hizo multimillonario como socio de Sequoia, uno de los principales fondos de inversión de Silicon Valley y (no hace falta decirlo) amigo de Elon Musk, con quien comparte el culto, tan de moda en el Valley, del genio díscolo e inadaptado, quizá incluso un poco misántropo, pero aun así brillante.

En otras palabras, muchas de las decisiones destinadas a dar forma al gobierno Trump bis están en manos de una facción ideológica de «meritócratas» extremistas, por no decir teóricos «darwinistas» del triunfo de los mejores sobre los mediocres. Otro “asesor” fijo en Palm Beach, por ejemplo, es Marc Andreesen, el multimillonario fundador de Netscape y uno de los principales ideólogos de la oligarquía neorreaccionaria, es un ferviente defensor del liberalismo radical y de la mínima interferencia del Estado en los asuntos empresariales.

Gracias a su alianza estratégica con Trump, una asociación que solo maduró realmente en las fases finales de la campaña electoral, este pequeño grupo de empresarios radicalizados por el éxito de los oligopolios de Silicon Valley, tiene ahora la oportunidad de trasladar las filosofias de la gestión (y la eugenesia) al aparato estatal. Musk, por ejemplo, ha expresado en repetidas ocasiones la idea de que la inmigración debería gestionarse como una campaña de selección de «un club deportivo», obligado a seleccionar a los mejores jugadores y descartar a los perdedores, los «losers» que que él y Trump tanto detestan.

Pero la principal obsesión de Musk es el recorte del gasto público, contra el que despotrica incesantemente en X post como fuente de inflación y de déficits  presupuestarios insostenibles. Estos son los temas clásicos de la filosofia económica conservadora que la derecha del silicio ha imbuido, sin embargo, de un celo casi religioso. Y llama la atención cómo una facción que hasta hace poco habría sido considerada fanáticamente extremista, ha ascendido a una posición de tanto poder casi extemporáneamente. La propia creación del superministerio de Musk se produjo «en directo» durante la retransmisión grabada por los dos hombres de X, tras el fallido intento de asesinato  de Trump en julio.

«Para reducir la inflación, tenemos que reducir el gasto público en todos los ámbitos», señaló en aquella conversación el propietario de Space X (que recauda miles de millones en contratos espaciales públicos). «¿Qué te parece, Donald, una comisión especial sobre efficiencia gubernamental? Yo estaría dispuesto a presidirla». «¡Genial, me vendría muy bien alguien como tú, que no se acobarda, como aquella vez que hicieron huelga en esa empresa tuya y los despediste a todos en el acto!». (Risas).

Musk y Ramaswamy no pierden la oportunidad de señalar que las principales fuentes de gastos superfluos son programas como la asistencia alimentaria a familias necesitadas, las pensiones y la sanidad.  «Al principio, puede causar algunas molestias», admite Musk sobre el temido remedio (el recorte de 2 billones de dólares del gasto público, lo que equivale a más de un tercio del presupuesto del Estado), “pero a la larga, será mejor para todos”.

«Veremos qué pasa», afirmó Trump a este respecto. «Van a ser unos meses interesantes. Pero el país está atascado de reglamentaciones y de personas innecesarias que podrían ser más productivas en el sector privado.» Ahora, con una influencia sin precedentes, los «broligarcas» de Silicon Valley están a punto de meter mano en el aparato de protección social como se haría con una filial recién adquirida, con la intención de aplicar una colosal reforma «empresarial».

Las fortunas acumuladas por la plutocracia actual invitan a comparaciones con la ‘Edad Dorada” de principios del siglo XX, cuando la riqueza estratosférica de los Rockefeller, los Vanderbilt y las grandes familias industriales y bancarias subrayaba la abismal desigualdad con las clases económicas subalternas. Pero la influencia política, por notable que fuera, de aquellos «barones ladrones» palidece ante la situación actual.

Aquella época fue el preludio de una temporada de enorme conflicto social en el país, y de la creación, bajo Franklin Roosevelt, de la red social (sanidad y pensiones) que aún existe actualmente. Hoy, sin embargo, las tensiones producidas por la globalización y la desigualdad social rampante han producido, al parecer, un gobierno controlado directamente por los monopolios más gigantescos generados por el capitalismo neoliberal, que, en alianza con un demagogo populista, y las partes más reaccionarias de la derecha ideológica, se disponen a desmantelar ese pacto social.

Todo ello desafiando un flagrante conflicto de intereses por parte de las corporaciones que, de hecho, se encargan de desmantelar las agencias federales encargadas de regularlas. Las primeras cabezas que la industria tecnológica querría ver rodar son las de Lina Kahn, arquitecta  en la Comisión Federal de Comercio (FTC) de la campaña antimonopolio que recientemente llevó a Google y Amazon a los tribunales, y Elizabeth Warren, la senadora de Massachusetts que como presidenta de la autoridad de protección del consumidor es una de las voces más invariablemente de izquierdas contra las extralimitaciones corporativas (Andreesen ha pedido específicamente que la «supriman»).

Sin embargo, no se trata solo de asegurarse los servicios de una administración amiga (aunque con un negociante como Trump, estos estarán prácticamente asegurados). La diezmación del «Estado profundo» prometida por Trump como dispositivo de agregación populista antisistema es, para la plutocracia militante de Silicon Valley, un objetivo ideológico que Musk persigue con especial fervor.

En su reciente libro, «Character Limit», Kate Conger y Ryan Mac retrasan lo que sucedió en los días posteriores a la compra de Twitter por Musk. Una sucesión de despidos, destituciones comunicadas por correo electrónico, jefes de departamento convocados por sorpresa a los que se les pidió que justificaran la utilidad de su empleo en 60 segundos, indemnizaciones retenidas. Una «reestructuración» económica convertida en un teatro de la crueldad, basado en la humillación ritual y punitiva. Un terreno de fuerte afinidad entre Musk y Trump, dueño ya de un programa de tele-realidad cuyo eslogan era «You're Fired!» (¡Estás despedido!). 

La liquidación del 80% de los empleados “sin consecuencias” para la empresa (a no ser que se quiera contar la destrucción de una plataforma reducida a megáfono de desinformación y propaganda), ha convertido a Musk en una especie de héroe anarcocapitalista para un nutrido grupo de seguidores. Y es esta misma receta la que muchos esperan de él para diezmar de una vez por todas al “Estado profundo”. En las últimas semanas, Musk ha sido visto a menudo en compañía de otro socio, Steve Davis, uno de los directivos de la Boring Company (la empresa de excavaciones del grupo Musk). Según el Times, Davis, especializado en reducción de costes, también ha entablado conversaciones con otros expertos para «optimizar el presupuesto federal». Es probable que él también desempeñe un papel destacado en el nuevo ministerio de DOGE. 

Puede que no sea posible reproducir los recortes del 80% de Twitter, pero incluso la paradójica reducción de casi el 50% del gasto público que está ventilando Musk representaría una apoteosis catastrófica de la guerra de los ricos contra los pobres. Para preparar el terreno, la campaña, amplificada por Musk, para vilipendiar a los «gorrones» de las subvenciones públicas, y por la «liberación» de las empresas de las «burocracias sofocantes» ya ha comenzado en 'X'.

El otro impulso es la privatización, con otro responsable del Team Musk: Shervin Pishevar, director y cofundador de Hyperloop (la empresa de cápsulas supersónicas con varios proyectos en fase experimental). Pishevar escribió sobre la «oportunidad de reimaginar las funciones gubernamentales a la luz de una evolución económica y tecnológica sin precedentes». Una frase que resume los intereses económicos y el mesianismo tecnológico imperantes en Silicon Valley. Según Pishevar, servicios como Correos, la NASA o el sistema penitenciario «se beneficiarán enormemente del ingenio del sector privado». Todo en aras de crear un «futuro alineado con la propiedad y la prosperidad». Una característica de los ultra capitalistas es cómo hacen alarde público despreocupadamente de lo que hasta hace poco, y todavía durante el primer mandato de Trump, los partidos propietarios habrían callado y negado públicamente.

Captain X, por Vasco Gargalo

La privatización gradual de los servicios es parte integrante de los programas de muchos gobiernos liberalistas occidentales. Pero los giga-capitalistas ven ahora la oportunidad de completar el trabajo muy rápidamente, adoptando el lema «muévete rápido y rompe cosas». El lema de Mark Zuckerberg, favorecido por los taumaturgos de la tecnología, se aplicaría así al aparato del Estado que hay que «reinventar». Después de todo, incluso el infame Proyecto 2025 se basa en una «guerra relámpago» diseñada para aplastar la resistencia de las instituciones (o terraplenes constitucionales) y blindar el aparato sin dejar tiempo a que la resistencia se organice.

El proyecto de “blitzkrieg” promete invertir en todos los campos, empezando por la investigación, la salud y la educación pública, y en algunos casos ya está muy avanzado. La red de centros de internamiento para inmigrantes en vías de deportación, por ejemplo (más de 200 en el país, y que las deportaciones masivas prometen aumentar considerablemente), ya está subcontratada por el gobierno a empresas del “complejo industrial penitenciario”, empresas como Corrections Corporation of America y Geo Group, pagadas por el preso, y cuya cotización en bolsa se disparó el día de la elección de Trump.

Pero la venerada “disruption” [perturbación] debe, en el proyecto de los “broligarcas”, extenderse a toda la sociedad. Lo que Pishevar define eufemísticamente como la «reestructuración revolucionaria de las instituciones públicas», seguirá el guión familiar de su sabotaje y desfinanciamiento con vistas a su sustitución por empresas de «gestión» y, por tanto, una gigantesca transferencia masiva de fondos públicos a las arcas privadas. Gran parte se aplicará probablemente por decreto, pero en esta ocasión Trump y sus patrocinadores cuentan con las dos cámaras del Parlamento y una supermayoría reaccionaria en el Tribunal Supremo: una convergencia sin precedentes de propósitos y poder.

También en el contexto de la «innovación», una nominación significativa ha pasado en parte desapercibida, la de David Sachs para el puesto inventado de “zar de la criptodivisa y la inteligencia artificial”. Sachs, inversor de capital riesgo y viejo conocido de Musk desde sus tiempos de PayPal, es uno de los sudafricanos que desempeñan un papel más destacado en el ala reaccionaria de Silicon Valley. Roelof Botha (nieto del último ministro de Asuntos Exteriores del régimen del apartheid, Pik Botha) es inversor de Sequoia (el mismo que Shaun Maguire), Patrick Soon-Shiong es el propietario de Los Angeles Times que prohibió el editorial pro-Kamala Harris en su consejo editorial y recientemente anunció un algoritmo de IA para «corregir» el sesgo progresista de sus editores.

De todos los magnates digitales vinculados al hemisferio sur, es sin duda Peter Thiel quien tiene el mayor perfil. Vinculado al think-tank anarcocapitalista Property & Freedom Conference y al Grupo Bilderberg, el magnate, criado en Namibia en el seno de una familia alemana, no sólo es partidario de Trump, sino que ha sido el financista y mentor de la carrera de JD Vance, cuyo nombramiento como vicepresidente patrocinó y garantizó directamente.

También miembro original de la mafia PayPal, Thiel estudió en Stanford, donde fundó el Young Conservative Journal. Famoso por haber teorizado que «la democracia ya no es compatible con la libertad», ahora es la eminencia gris del culto neorreaccionario de Silicon Valley.

El mes pasado, en una entrevista con Bari Weiss, comparó a los ultracapitalistas tecnológicos que llevaron a Trump a la victoria con los combatientes de la resistencia que derribaron al Imperio en “La guerra de las galaxias” (una analogía en la que presumiblemente Biden interpretaría a Darth Vador).

Además de liderar la santa alianza contra “el establishment”, Thiel es el propietario de Palantir, una empresa de análisis de datos e inteligencia artificial con múltiples aplicaciones militares (la compañía debe su nombre a las piedras adivinatorias del mago Sauron en los libros de JRR Tolkien). El control de la inteligencia artificial, como es bien sabido, será crucial para la próxima fase capitalista y geopolítica, por lo que la unión Trump-oligarcas se ha consumado también en la perspectiva de una nueva carrera armamentística de la IA, especialmente con el archirrival chino.

Fundada en 2003, Palantir proporcionó inicialmente redes neuronales y algoritmos para el análisis de datos a agencias de inteligencia y luego a departamentos especiales del ejército. Hoy es líder en aplicaciones militares de IA, que también suministra a numerosos clientes mundiales. Siempre, se dice, los del lado “correcto”. El director general de la empresa, Alex Karp, es un ferviente partidario de Israel y un defensor del nuevo maniqueísmo mundial liderado por los USAmericanos. «Debemos explicar a los usamericanos que el mundo está dividido en dos partes y que una de ellas está dominada por terroristas que tienen la vista puesta en dominar Occidente», afirmó en una reciente conferencia del Instituto Reagan.

En el pensamiento de Karp, la supremacía tecnológica está perfectamente unida a la superioridad moral del Occidente usamericano. Y el supremacismo es inseparable de la lógica de la guerra permanente (que al fin y al cabo se corresponde con el modelo de negocio corporativo). Karp afirma que “los usamericanos son las personas más temerosas, imparciales, menos racistas y bien dispuestas del mundo. Al mismo tiempo, quieren que sepamos que si te levantas por la mañana pensando que vas a hacernos daño, capturarnos como rehenes o enviarnos fentanilo para matarnos en nuestras casas, algo muy malo te va a pasar a ti o a tu primo, a tu amante o a tu familia”.

Los desvaríos del Dr. Insólito de los algoritmos Karp son habituales. «Disponemos de la mejor tecnología y así tiene que seguir siendo», declara en otro vídeo. «No podemos permitirnos equivalencias con nadie porque nuestros adversarios no tienen nuestros escrúpulos morales. Sionista convencido y partidario de Netanyahu, Karp ha puesto la «superioridad moral» de su compañía al servicio de las FDI en la campaña contra Gaza, y puso a prueba su propia inteligencia artificial en el teatro de operaciones ucraniano. En la nueva «pax digital americana» de Karp, el doctor Insólito se encuentra con Terminator en un escenario en el que los cielos «enemigos» están permanentemente pavimentados con satélites Starlink (la filial de Musk ya tiene 6.500 en órbita) y otros muchos armados con misiles. 

Hace quince días, 166 miembros de la ONU votaron a favor de una resolución que pide un tratado sobre armas «inteligentes», los llamados robots asesinos, dotados de «autonomía de decisión». El tratado  es solo una “esperanza piadosa” porque USA se opone a cualquier limitación obligatoria. De hecho, la proliferación de armas inteligentes ya está en marcha y seguirá siendo una de las principales prioridades para la próxima Casa Blanca.

En la sede del nuevo complejo militar-industrial digital de Silicon Valley se trabaja ya a buen ritmo para asegurar la supremacía usamericana también en el espacio y los océanos, por donde ya cruzan “enjambres” de robots-submarinos autónomos, fabricados por otra empresa puntera del sector, Anduril (nombre también tomado de “”El Señor de los Anillos, esta vez la espada de Aragorn). Escenarios cada vez más frecuentes en los que el transhumanismo de los giga-capitalistas vira hacia lo poshumano.

El modelo puede ahora ser definitivamente consolidado por una Casa Blanca en la que la ideología reaccionaria y los intereses industriales se superpondrán infinitamente sin distinción, un gobierno compuesto a partes iguales por ideólogos apocalípticos y fabricantes de armas que tendrán en el Despacho Oval un socio comercial al 100%.

El estado de excepción, las redadas y modificaciones constitucionales por decreto (el fín del derecho de suelo, para empezar, seguido de restricciones radicales a la disidencia) se vislumbran en el horizonte a partir del próximo enero. Detrás de este proyecto hay una facción que, además de la certeza de tener razón, tendrá ahora el poder de aplicarlas  con el pleno apoyo de una presidencia imperial.


22/12/2024

LUCA CELADA
Silicon Valley’s plan to take over the state
The irresistible (or resistible?) rise of the broligarchs

USA: A weaponized and extremist plutocracy is on the verge of taking control of the world’s greatest superpower.

Luca Celada, il manifesto, 17/12/2024

Translated by John Catalinotto, Tlaxcala 

 Luca Celada is the Los Angeles correspondent for the Italian daily il manifesto.

This week, Amazon’s Jeff Bezos, Open AI’s Sam Altman and Mark Zuckerberg announced donations of $1 million each as contributions to Donald Trump’s inauguration ceremony on January 20. Digital moguls have often been under attack by Trump, who until a few weeks ago asserted that Zuckerberg, in particular, should “go to jail” for censoring right-wing views on his platforms. After Trump’s victory, there was a virtual pilgrimage from Silicon Valley to Mar-a-Lago to perform an act of submission. Last week, Meta’s boss flew there for a meeting with Trump; Bezos has an appointment in the next few days.
Many other plutocrats have a permanent presence in the revolving court that has been orbiting around the returning president since the November elections. Among the many tycoons who generously contributed to his re-election, many were immediately rewarded with ministerial appointments. Among them, Charles Kushner, father of Trump’s son-in-law Jared, whom he pardoned in 2020 [he had been convicted of tax evasion and witness tampering] , honored with the post of ambassador to France.
(Another “dynastic” appointment is that of first-born Donald J’s (possibly ex) fiancée, Kimberley Guilfoyle, as the new ambassador to Greece, while his daughter-in-law, Lara Trump, is set to move from the Republican Party National Committee to the Senate).
Ministers with opulent fortunes (over $1 billion) include Linda McMahon at Public Education, Scott Bessent at Treasury, Doug Burgum at Interior, Howard Lutnick at Commerce, Jared Isaacman as head of NASA, and Steve Witkoff - Trump’s business partner in a new crypto-currency company, World Liberty Financial - as special envoy to the Middle East.
 
As well as creating another blatant conflict of interest for the new president, the family’s entry into production of “Trump coin” is the latest indication of a growing partnership between Trump and the new capitalism incubated in Silicon Valley. Silicon tycoons are fantastically wealthy, and for Trump wealth has always been an ostentatious symbol of success. According to a recent New York Times article, he likes to show off his new political associates like trophies in his kitschy palace. “I’ve brought two of the richest men in the world,” he was recently quoted by the Times as saying, as he introduced himself to a meeting of journalists in the company of Elon Musk and Oracle CEO Larry Ellison. “You, who did you bring?”
It’s Elon Musk who epitomizes the influence of Silicon Valley’s accelerationists in Trump’s restoration: as we know, he has been entrusted, along with another billionaire, Vivek Ramaswami, with a central post as administrator of the “Department of Government Efficiency” (DOGE). Musk would, however, have greater freedom of action, including over the composition of the government framework itself, on which numerous collaborators “on loan” from his companies would work in Florida.
Among the key figures would be Jared Birchall, director of Neuralink, the company in charge of neurological implants, but also administrator of the tycoon’s personal finances and generally his right-hand man, in charge of family affaires, the foundation, as well as Musk’s real estate, travel and security. To these tasks are now added talks with potential State Department representatives. The fact that Birchall has no experience of international affairs is clearly not seen as a problem in a selection which, as with other departments, would seem to focus primarily on ideological affinities and the nominees’ loyalty to the President.
Another advisor, this time to select intelligence personnel, is Shaun Maguire, a Caltech physicist who became a billionaire as a partner in Sequoia, one of Silicon Valley’s leading investment funds and (needless to say) a friend of Elon Musk, with whom he shares the cult, so fashionable in the Valley, of the undisciplined, misfit genius, perhaps even a little misanthropic, but always brilliant.
In other words, many of the decisions destined to shape the Trump 2.0 government are in the hands of an ideological faction of extremist “meritocrats,” not to say “Darwinist” theorists of the triumph of the best over the mediocre. Another “advisor” located  in Palm Beach, for example, is Marc Andreesen, the billionaire founder of Netscape and one of the leading ideologues of the neo-reactionary oligarchy, a fervent advocate of radical libertarianism and minimal state interference in corporate affairs.
 
Thanks to its strategic alliance with Trump, a partnership that only really matured in the final stages of the election campaign, this small group of entrepreneurs radicalized by the success of the Silicon Valley oligopolies, now has the opportunity to transport the philosophies of management (and eugenics) to the state apparatus. Musk has, for example, repeatedly expressed the idea that immigration should be managed like a “sports club” selection campaign, required to select the best players and discard the people who for him as for Trump are the much-hated “losers.”
But Musk’s main obsession is cutting public spending, against which he constantly rails in X-posts as a source of inflation and unsustainable budget deficits. These are the classic themes of conservative economic philosophy that the Silicon Valley right has imbued with an almost religious zeal. It is striking that a faction which, until recently, would have been considered fanatically extremist, has risen to such a position of power almost without prior planning. The very creation of Musk’s super-ministry occurred “live” during the recorded live X broadcast of the two men after the failed attack on Trump last July.
“A lot of people just don’t understand where inflation comes from. Inflation comes from government overspending because the checks never bounce when it’s written by the government. So if the government spends far more than it brings in, that increases the money supply,” the Space X owner (who collects billions of dollars in public space contracts) remarked during the conversation. “I think it would be great to just have a government efficiency commission that takes a look at these things and just ensures that the taxpayer money, to the taxpayers’ hard-earned money is spent in a good way. And I’d be happy to help out on such a commission.”
“I’d love it. […]Well, you, you’re the greatest cutter. I mean, I look at what you do. You walk in and you just say, you want to quit? They go on strike. I won’t mention the name of the company, but they go on strike and you say, that’s okay. You’re all gone. You’re all gone. So every one of you is gone and you are the greatest. You would be very good. Oh, you would love it.” (Laughs).
Musk and Ramaswamy don’t miss an opportunity to point out that the main sources of unnecessary spending are programs such as food aid for needy families, pensions and healthcare. “At first, it may cause some discomfort,” Musk even admitted of the dreaded remedy (cutting $2 trillion in public spending, equivalent to more than a third of the state budget), ”but in the long run, it will be better for everyone.”


 ’Captain X’, by Vasco Gargalo

“We’ll see what happens,” Trump asserted in this regard. “It will be an interesting few months. But the country is cluttered with regulations and unnecessary people who could be more productive in the private sector.” Now, with unprecedented influence, Silicon Valley’s “broligarchs”   are preparing to get their hands on the social welfare apparatus like one would a recently acquired subsidiary, with the intention of implementing a colossal “entrepreneurial” reform.
The fortunes accumulated by today’s plutocracy invite comparisons with the “golden age” of the early twentieth century, when the stratospheric wealth of the Rockefellers, Vanderbilts and major industrial and banking families underscored the abysmal inequality with the subordinate economic classes. But the political influence of these “robber barons,” remarkable as it was, pales in comparison with the current situation.
That era had been the prelude to a season of enormous social conflicts in the country and to the creation, under Franklin Roosevelt, of the social safety net (health care and pensions) that still exists today. Today, however, the tensions produced by globalization and rampant social inequality have apparently produced a government directly controlled by the most gigantic monopolies generated by neoliberal capitalism, which, in alliance with a populist demagogue and the most reactionary parts of the ideological right, are preparing to dismantle this social pact.
All this is despite a blatant conflict of interest on the part of the corporations who are in fact responsible for dismantling the federal agencies charged with regulating them. The first heads the tech industry would like to see fall are those of Lina Kahn, architect at the Federal Trade Commission (FTC) of the antitrust campaign that recently dragged Google and Amazon through the courts, and Elizabeth Warren, the Massachusetts senator who, as chairwoman of the Consumer Protection Authority, is one of the most consistently left-wing voices against corporate overreach (Andreesen has expressly called for her to be “removed”).
However, it’s not just a matter of securing the services of a friendly administration (although with a dealer like Trump, these will be all but assured). Trump’s promised decimation of the “deep state” as an anti-system populist aggregation device is, for Silicon Valley’s activist plutocracy, an ideological goal that Musk pursues with particular fervor.
In their recent book “Character Limit,” Kate Conger and Ryan Mac trace what happened in the days following Musk’s purchase of Twitter. A succession of layoffs, communicated by e-mail, department heads summoned by surprise and asked to justify the usefulness of their jobs in 60 seconds, with their severance packages withheld. An economic “restructuring” was transformed into a theater of cruelty, based on ritual and punitive humiliation. An area of strong affinity between Musk and Trump, already the owner of a reality TV show whose slogan was “You’re Fired!”
The liquidation of 80% of employees “without consequences” for the company (not to mention the destruction of a platform now reduced to a megaphone of disinformation and propaganda), turned Musk into a kind of anarcho-capitalist hero for a large group of followers. And it’s the same recipe many expect him to use to decimate the “Deep State” once and for all. In recent weeks, Musk has often been seen in the company of another associate, Steve Davis, one of the heads of the Boring Company (Musk’s tunnel-building company). According to the Times, Davis, who specializes in cost-cutting, has also engaged in discussions with other experts to “optimize the federal budget.” He too is likely to play a leading role in the new DOGE department.
It may not be possible to replicate Twitter’s 80% cuts, but even Musk’s paradoxical reduction of nearly 50% in government spending would represent a catastrophic apotheosis in the war of the rich against the poor. To prepare the ground, the campaign, amplified by Musk, to vilify the “profiteers” of public subsidies and “liberate” businesses from “suffocating bureaucracies” has already begun on “X.”
The other impulse is privatization, with another Musk team leader: Shervin Pishevar, director and co-founder of Hyperloop (the supersonic capsule company with several projects in the experimental phase). Pishevar hails “the opportunity to reimagine government functions in light of unprecedented economic and technological developments.” A phrase that sums up Silicon Valley’s economic interests and technological messianism. According to Pishevar, services such as the post office, NASA and the prison system “will benefit immensely from the ingenuity of the private sector.” All with the aim of creating a “future aligned with ownership and prosperity”. One of the hallmarks of ultracapitalists is that they glibly boast about what, until recently, and again during Trump’s first term, employer groups would have hushed up and publicly denied.
The progressive privatization of services is an integral part of the programs of many Western liberal governments. But the giga-capitalists now see an opportunity to finish the job very quickly, adopting the slogan “move fast and break things.” Mark Zuckerberg’s motto, favored by tech thaumaturges, would thus apply to the state apparatus to be “reinvented.” After all, even the infamous Project 2025 is based on a “blitzkrieg” aimed at crushing institutional resistance (or constitutional roadblocks) and armoring the apparatus without giving resistance time to organize.

The “blitzkrieg” project promises to assault all areas, starting with research, health and public education, and in some cases is already well advanced. The network of detention centers for migrants to be deported, for example (over 200 in the country, and which mass deportations promise to increase dramatically), is already outsourced by the government to companies in the prison industrial complex, companies like Corrections Corporation of America and Geo Group, paid for each prisoner held, and whose share price soared on the day of Trump’s election.
But the revered “disruption” must, in the project of the “broligarchs”, extend to society as a whole. What Pishevar euphemistically calls the “revolutionary restructuring of public institutions” will follow the familiar script of their sabotage and withholding funds with a view to their replacement by “management” companies and, consequently, a massive transfer of public funds to private coffers. Much of this is likely to be implemented by executive order, but on this occasion, Trump and his sponsors have both houses of parliament and a reactionary supermajority on the Supreme Court - an unprecedented convergence of purpose and power.
Still in the context of “innovation”, one significant appointment has partly flown under the radar, that of David Sachs to the invented post of “cryptocurrency and artificial intelligence czar.” A venture capitalist and old acquaintance of Musk’s from his PayPal days, Sachs is one of several South Africans who play a prominent role in Silicon Valley’s reactionary wing. Roelof Botha (grandson of the apartheid regime’s last foreign minister, Pik Botha) is a Sequoia investor (the same as Shaun Maguire), Patrick Soon-Shiong is the owner of the Los Angeles Times, which had banned pro-Kamala Harris editorials from its editorial board and recently announced the introduction of an AI algorithm to “correct” the progressive biases of its editors.
Of all the digital tycoons with ties to the southern hemisphere, it’s certainly Peter Thiel who has the highest profile. Linked to the anarcho-capitalist think-tank Property & Freedom Conference and the Bilderberg Group, the tycoon, who grew up in Namibia in a German family, is not only a Trump supporter, but has also been the financier and career mentor of JD Vance, whose vice-presidential nomination he directly sponsored and guaranteed.
A founding member of PayPal, Thiel studied at Stanford, where he founded the Young Conservative Journal. Famous for theorizing that “democracy is no longer compatible with freedom,” he is today the eminence grise of Silicon Valley’s neo-reactionary cult.
 
Last month, in an interview with Bari Weiss, he compared the tech ultra-capitalists who led Trump to victory to the resistance fighters who bring down the Empire in Star Wars (an analogy in which Biden would presumably play Darth Vader).
In addition to leading the holy alliance against the “establishment,” Thiel is the owner of Palantir, a data analytics and AI company with multiple military applications (the company is named after the wizard Sauron’s divination stones in JRR Tolkien’s books). Control of artificial intelligence, as we know, will be crucial to the next capitalist and geopolitical phase, and the Trump-oligarchs cabal has therefore also been consumed with a view that they must pursue a new AI arms race, notably with the Chinese arch-rival.
Founded in 2003, Palantir first supplied neural networks and data analysis algorithms to intelligence agencies, then to military special departments. Today, it is a leader in military AI applications, which it also supplies to numerous global customers. Always, it is said, those who are on the “right” side. The company’s CEO, Alex Karp, is a staunch supporter of Israel and a defender of the new U.S.-led global Manichaeism. “We have to explain to Americans that the world is divided into two parts, and one of them is run by terrorists whose goal is to dominate the West,” he asserted at a recent Reagan Institute conference.
In Karp’s thinking, technological supremacy goes hand in hand with the moral superiority of the U.S.-led West. And supremacism is inseparable from the logic of permanent war (which, after all, corresponds to the corporate business model). Karp asserts that “[U.S.] Americans are the most fearful, impartial, least racist and best-disposed people in the world. At the same time, they want us to know that if you wake up in the morning thinking you’re going to hurt us, take us hostage or send fentanyl to kill us at home, something very bad is going to happen to you, your cousin, your lover or your family.”
At Karp’s headquarters, his rantings sounding like a Doctor Strangelove of algorithms are commonplace. “We have the best technology and it has to stay that way,” he declares in another video. “We can’t afford to be equivalent with anyone because our opponents don’t have our moral scruples.” A staunch Zionist and Netanyahu supporter, Karp put his company’s “moral superiority” to work for the IDF in the campaign against Gaza and tested his own artificial intelligence in the Ukrainian theater. In Karp’s new “digital pax americana,” Dr. Fiolamour meets Terminator in a scenario where the “enemy” sky is permanently paved with Starlink satellites (Musk’s subsidiary already has 6,500 in orbit) and numerous others armed with missiles.
 A fortnight ago [Dec. 2, by 166-3 with 15 abstentions], 166 members of the U.N. General Assembly passed a resolution calling for a treaty on “intelligent” weapons, “killer robots” with “autonomous decision-making.” This treaty is nothing more than wishful thinking, as the USA is opposed to any compulsory limitation. In fact, the proliferation of smart weapons is already well underway, and will remain a top priority for the next White House.
At the headquarters of Silicon Valley’s new digital military-industrial complex, work is well underway to ensure U.S. supremacy in space and in the oceans, where “swarms” of autonomous robot submarines are already crossing paths, produced by another leading company in the sector, Anduril (a name also taken from Lord of the Rings, this time Aragorn’s sword). These are increasingly common scenarios in which the transhumanism of giga-capitalists veers into the post-human.
The model can now be definitively consolidated by a White House where reactionary ideology and industrial interests will overlap infinitely without distinction, a government composed in equal parts of apocalyptic ideologues and arms industrialists who will have a 100% business partner in the Oval Office.
A state of emergency, roundups and constitutional modifications by decree (the end of birthright citizenship), to start with, followed by radical restrictions on dissent) are on the horizon starting in late January. Behind this project is a faction which, in addition to their certainty they are right, will now have the power to enforce it with the full support of an imperial presidency.

DAHLIA SCHEINDLIN
Israël est-il vraiment en train de construire un empire au Moyen-Orient ?

Dahlia Scheindlin, Haaretz, 19/12/2024
Traduit par Fausto Giudice, Tlaxcala

Alors que l’armée israélienne s’apprête à passer un temps indéterminé sur les hauteurs du Golan syrien et que les colons font la queue pour pénétrer à Gaza et au Liban, il est de plus en plus difficile de s’opposer à l’idée qu’Israël est en train de construire un empire.

Netanyahou en visite sur le plateau du Golan syrien occupé mardi. Photo Maayan Toaf/Bureau de presse du gouvernement israélien

Dans les premiers mois de l’année 2024, un collègue arabe d’un pays du Moyen-Orient a demandé ce qu’Israël essayait de faire. Israël semblait se comporter comme l’empire musulman en expansion du début du Moyen-Âge, disait le collègue avec anxiété, prêt à conquérir tout le Moyen-Orient.
Cela ressemblait à une vision paranoïaque, ou du moins très exagérée, d’Israël en tant qu’agresseur expansionniste maléfique perpétuel. Il est vrai que la guerre d’Israël à Gaza était déjà plus que brutale au début de l’année 2024, et j’espérais déjà ardemment un cessez-le-feu bien avant cela. Et dès la fin du mois de janvier, il était clair que des éléments radicaux de la coalition au pouvoir avaient des idées folles sur l’occupation de Gaza.
Néanmoins, Israël n’avait pas vraiment de plan de conquête territoriale dans d’autres pays. D’une part, les Palestiniens ont la malchance d’être nés sur une terre que les juifs considèrent comme un héritage biblique. Par consensus et par la Realpolitik du 20e siècle, les sionistes de tous bords ont limité leur revendication, même maximaliste, au mandat britannique historique de la CisJordanie. (Le rêve des « deux rives » du Jourdain du Likoud a perduré, mais s’est évanoui au siècle dernier). À partir des années 1990, les sionistes de gauche se sont contentés d’un Israël moderne situé à l’intérieur de la Ligne verte.
En outre, c’est la décision idiote [sic] du Hezbollah de participer à la guerre, en inspirant les Houthis du Yémen, qui a internationalisé le tout. La décision du Premier ministre Ehud Barak de quitter unilatéralement le Liban en 2000 était très populaire dans les sondages de l’époque, selon les enquêtes sur la sécurité nationale et l’indice de paix disponible sur Data Israel - et les Israéliens étaient euphoriques lorsque cela s’est produit. Malgré des années de révisionnisme en Israël affirmant que c’était une mauvaise idée, personne n’a appelé à réoccuper l’endroit.
Mais franchement, il est de plus en plus difficile de s’opposer à l’affirmation qu’un « empire » est en cours de construction. Après des mois d’escalades limitées, quoique meurtrières, avec le Hezbollah, Israël est passé à la guerre totale en septembre ; les explosions de bipeurs et l’assassinat de Hassan Nasrallah étaient le prélude à une invasion aérienne et terrestre de grande envergure, destinée à éliminer à jamais la menace militaire que représente le Hezbollah. Mais quelle était la valeur ajoutée, en termes de sécurité, du fait de qualifier le Liban de « partie de la terre promise », comme l’a fait en juin un nouveau groupe ésotérique appelé « Wake up the North » (Réveille-toi, le Nord) ? C’est à ce moment-là qu’ Anshel Pfeffer a mis en garde, dans Haaretz, contre le fait de rejeter de telles déclarations lors de la conférence en ligne du nouveau groupe, simplement parce que la colonisation du Liban semblait farfelue.
En novembre, Ze’ev Erlich, connu par sa communauté comme un chercheur de la « Terre d’Israël » de la colonie d’Ofra en Cisjordanie, a été tué au Liban. Il s’était apparemment engagé dans l’armée et effectuait des recherches sur une ancienne forteresse. Les forces de défense israéliennes enquêtent sur les raisons pour lesquelles il se trouvait là en tant que civil, et non pour des besoins opérationnels, apparemment avec l’aide de certains membres d’une unité de l’armée. Il est difficile d’imaginer ce que cet homme de 71 ans aurait pu apporter sur le plan opérationnel. On a plutôt l’impression qu’il était là pour réhistoriciser le territoire libanais dans le cadre de ses recherches sur la « Terre d’Israël ».
Cette semaine, les FDI ont également admis que des membres de Wake up the North étaient entrés au Liban et y avaient monté des tentes. Le groupe a réagi à ce rapport en affirmant haut et fort son intention de s’installer dans le sud du Liban : « Bientôt, ce ne sera plus de l’autre côté de la frontière », a écrit le groupe dans un message sur WhatsApp.
Entre-temps, le misérable dictateur syrien Bachar El Assad est tombé et s’est enfui, vaincu par les rebelles. En réponse, Israël a immédiatement pénétré dans la zone démilitarisée du plateau du Golan, à l’intérieur de la Syrie, pour la première fois depuis les termes de l’armistice de 1974. Les dirigeants israéliens font savoir qu’il ne s’agit pas d’une brève incursion : Benjamin Netanyahou a annulé sa comparution devant le tribunal mardi pour se rendre sur le versant syrien du mont Hermon [Jebel
ech-Cheikh]. Il a déclaré qu’Israël resterait en territoire syrien - qu’il a qualifié de « lieu très important » - pour le moment. Cette déclaration est déjà plus ouverte que celle du ministre de la défense, Israël Katz, qui a déclaré vendredi dernier que les forces de défense israéliennes devaient se préparer à rester sur place pendant l’hiver.

Le ministre de la Défense Israël Katz en visite sur le versant syrien du Mont Hermon [Jebel ech-Cheikh]  mardi. Photo porte-parole du ministère de la Défense israélien

Il semble encore choquant qu’Israël conquière ou occupe de nouveaux territoires souverains d’autres pays pour la première fois depuis l’invasion du Liban il y a 42 ans. Mais il n’y a pas de meilleure façon de rendre moins choquants les desseins d’Israël sur Gaza : l’expulsion massive et la destruction quasi-totale du nord, les colons qui campent le long des frontières dans l’attente du butin sont désormais des nouvelles d’hier. Qui se souvient encore de l’annexion régulière de la Cisjordanie ? Bezalel Smotrich a récemment déclaré que près de 23 000 dunams [2 300 hectares] de terres de Cisjordanie étaient des « terres d’État », une manière bureaucratique sophistiquée de permettre la poursuite de l’expansion des colonies.
Pourtant, un autre drame est en cours dans les étages souterrains du tribunal de district de Tel Aviv. À propos du témoignage de Netanyahou, un collègue d’un autre pays voisin s’est étonné : « Vous voulez dire qu’il s’est présenté lui-même ? Vous n’avez aucune idée de ce que cela signifie ». Comment le même pays qui réprime et détruit les Palestiniens, et qui envahit impunément des territoires étrangers, peut-il en même temps juger un dirigeant en exercice - ce qui semble être le summum de la responsabilité démocratique ?
Il est facile d’être cynique, comme si tout cela n’était qu’un spectacle. Mais en regardant Netanyahou au tribunal, il est clair que, même s’il est malheureux, il s’est soumis à l’autorité de la seule institution israélienne capable de le restreindre : le pouvoir judiciaire, encore indépendant.

Netanyahou comparaissant devant le tribunal de district de Tel Aviv la semaine dernière. Photo Miriam Elster/Flash90

La réponse la plus juste est qu’il ne s’agit pas d’une bataille à armes égales entre les forces de l’impérialisme et de la démocratie, luttant pour l’âme d’Israël. Si la démocratie gagne la bataille, elle ne peut pas continuer à être un occupant conquérant et gagner la guerre. Mais il s’agit d’un conflit asymétrique ; si Israël ne change pas rapidement de cap, la partie la plus faible perdra.

21/12/2024

LUCA CELADA
O plano do Vale do Silício para assumir o controle do Estado
A ascensão irresistível (ou será resistível?) dos broligarcas

EUA: uma plutocracia “armada” e extremista está prestes a assumir o controle da maior superpotência do mundo.

Luca Celada, il manifesto, 17/12/2024
Traduzido por Helga Heidrich Tlaxcala

Luca Celada é o correspondente em Los Angeles do diário italiano il manifesto
Nesta semana, Jeff Bezos, da Amazon, Sam Altman, da Open AI, e Mark Zuckerberg anunciaram doações de um milhão de dólares cada como contribuição para a cerimônia de posse de Donald Trump em 20 de janeiro. Os magnatas digitais têm sido frequentemente atacados por Trump, que até algumas semanas atrás afirmava que Zuckerberg, em particular, deveria “ir para a cadeia” por censurar opiniões de direita em suas plataformas. Após sua vitória, houve praticamente uma procissão do Vale do Silício para jurar fidelidade. Na semana passada, o chefe da Meta voou para Mar a Lago para uma reunião com Trump, e Bezos tem um compromisso nos próximos dias.
Muitos outros plutocratas são uma presença constante na corte giratória que tem girado em torno do presidente que retorna desde as eleições de novembro. Entre os muitos magnatas que contribuíram generosamente para sua reeleição, muitos foram pontualmente recompensados com nomeações ministeriais. Entre eles, Charles Kushner, pai de seu genro Jared, a quem ele perdoou em 2020 [ele havia sido condenado por má prática fiscal], homenageado com o cargo de embaixador na França.
(Outra nomeação “dinástica” é a da (possivelmente ex-) noiva do primogênito Donald Jr., Kimberley Guilfoyle, como a nova embaixadora na Grécia, enquanto sua nora, Lara Trump, deve passar do Comitê Central do Partido Republicano para o Senado).
Os ministros com fortunas opulentas (mais de um bilhão de dólares) incluem Linda McMahon na Educação Pública, Scott Bessent no Tesouro, Doug Burgum no Interior, Howard Lutnick no Comércio, Jared Isaacman como chefe da NASA e Steve Witkoff - parceiro de negócios de Trump em uma nova empresa de criptomoeda, a World Liberty Financial - como enviado especial para o Oriente Médio

Além de criar outro evidente conflito de interesses para o novo presidente, a entrada da família na produção de moedas de Trump é a mais recente indicação de uma parceria crescente entre Trump e o novo capitalismo incubado no Vale do Silício. Os magnatas do silício são fantasticamente ricos e, para Trump, a riqueza sempre foi um símbolo ostensivo de sucesso. De acordo com um artigo recente do New York Times, ele gosta de exibir seus novos associados políticos como se fossem troféus em seu palácio kitsch. “Eu trouxe dois dos homens mais ricos do mundo”, ele foi citado recentemente pelo Times, quando apareceu em uma reunião de jornalistas com Elon Musk e o CEO da Oracle, Larry Ellison. “Quem você trouxe?”

É Elon Musk que personifica a influência dos aceleracionistas do Vale do Silício na restauração de Trump: como sabemos, ele recebeu, junto com outro bilionário, Vivek Ramaswami, um cargo central como administrador do “Departamento de Eficiência Governamental” (DOGE). No entanto, Musk teria maior liberdade de ação, inclusive sobre a composição da própria estrutura governamental, que seria trabalhada na Flórida por vários colaboradores “emprestados” de suas empresas.

Entre as figuras-chave estaria Jared Birchall, diretor da Neuralink, a empresa responsável por implantes neurológicos, mas também administrador das finanças pessoais do magnata e, em geral, seu braço direito, responsável pelos bens da família, pela fundação, bem como pelos imóveis, viagens e segurança de Musk. A essas tarefas somam-se agora as conversas com possíveis funcionários do Departamento de Estado. O fato de Birchall não ter experiência em assuntos internacionais claramente não é visto como um problema em um processo de seleção que, como nos outros departamentos, parece se concentrar principalmente nas afinidades ideológicas e na lealdade dos candidatos ao presidente.

Outro conselheiro, desta vez para a seleção do pessoal de inteligência, é Shaun Maguire, um físico da Caltech que se tornou bilionário como sócio da Sequoia, um dos principais fundos de investimento do Vale do Silício, e (nem é preciso dizer) amigo de Elon Musk, com quem compartilha o culto, tão em voga no Vale, do gênio indisciplinado e desajustado, talvez até um pouco misantropo, mas sempre brilhante.

Em outras palavras, muitas das decisões destinadas a moldar o governo Trump estão nas mãos de uma facção ideológica de “meritocratas” extremos, para não dizer teóricos “darwinistas” do triunfo do melhor sobre o medíocre. Outro fixe “conselheiro” em Palm Beach, por exemplo, é Marc Andreesen, o bilionário fundador da Netscape e um dos principais ideólogos da oligarquia neorreacionária, um fervoroso defensor do liberalismo radical e da interferência mínima do Estado nos assuntos corporativos.

Graças à sua aliança estratégica com Trump, uma parceria que só amadureceu de fato nos estágios finais da campanha eleitoral, esse pequeno grupo de empresários, radicalizado pelo sucesso dos oligopólios do Vale do Silício, agora tem a oportunidade de transportar as filosofias de gestão (e eugenia) para o aparato do Estado. Musk, por exemplo, expressou repetidamente a ideia de que a imigração deveria ser administrada como uma campanha de seleção para “um clube esportivo”, necessária para selecionar os melhores jogadores e manter fora os “perdedores” que ele e Trump tanto detestam.

Mas a principal obsessão de Musk é cortar os gastos públicos, que ele constantemente critica em posts no X como fonte de inflação e de déficits orçamentários insustentáveis. Esses são os temas clássicos da filosofia econômica conservadora que a direita siliconada impregnou, além disso, com um zelo quase religioso. É impressionante o fato de que uma facção que até recentemente seria considerada fanaticamente extremista tenha ascendido a essa posição de poder quase extemporaneamente. A própria criação do superministério de Musk ocorreu “ao vivo” na transmissão ao vivo do X gravada pela dupla após o ataque fracassado a Trump em julho passado.

“Para derrubar a inflação, precisamos cortar os gastos do governo em todos os setores”, comentou o proprietário da Space X (que coleciona bilhões em contratos de espaço público) durante a conversa. “Que tal, Donald, uma comissão especial sobre a eficiência do governo? Eu estaria disposto a presidi-la.” “Ótimo, eu realmente precisaria de alguém como você, que não fosse frio, como na época em que eles entraram em greve na sua empresa e você os demitiu na hora!” (Risos).

Musk e Ramaswamy não perdem a oportunidade de salientar que as principais fontes de superfluidades são programas como auxílio-alimentação para famílias carentes, pensões e assistência médica. “No início, pode causar algum desconforto”, Musk chegou a admitir sobre o temido remédio (cortar US$ 2 trilhões em gastos do governo, o equivalente a mais de um terço do orçamento do Estado), ”mas, a longo prazo, será melhor para todos.”

“Vamos ver o que acontece”, afirmou Trump a esse respeito. “Serão alguns meses interessantes. Mas o país está cheio de regulamentações e pessoas desnecessárias que poderiam ser mais produtivas no setor privado.” Agora, com uma influência sem precedentes, os “broligarcas” do Vale do Silício estão se preparando para colocar as mãos no aparato de bem-estar social como se fosse uma subsidiária recém-adquirida, com a intenção de implementar uma reforma “empresarial” colossal.

As fortunas acumuladas pela plutocracia de hoje convidam a comparações com a “era de ouro” do início do século XX, quando a riqueza estratosférica dos Rockefellers, dos Vanderbilts e das grandes famílias industriais e bancárias sublinhava a desigualdade abismal com as classes econômicas mais baixas. Mas a influência política, por mais notável que tenha sido, desses “barões ladrões” empalidece em comparação com a situação atual.

Essa era foi o prelúdio de uma época de enormes conflitos sociais no país e da criação, sob Franklin Roosevelt, da rede de segurança social (assistência médica e pensões) que ainda existe hoje. Hoje, no entanto, as tensões produzidas pela globalização e pela desigualdade social desenfreada aparentemente produziram um governo diretamente controlado pelos monopólios mais gigantescos gerados pelo capitalismo neoliberal, que, em aliança com um demagogo populista e as partes mais reacionárias da direita ideológica, estão se preparando para desmantelar esse pacto social.

Tudo isso desafiando um flagrante conflito de interesses por parte das empresas que, de fato, são responsáveis pelo desmantelamento das agências federais encarregadas de regulá-las. As primeiras cabeças que o setor de tecnologia gostaria de ver cair são as de Lina Kahn, arquiteta da Comissão Federal de Comércio (FTC) da campanha antitruste que recentemente levou o Google e a Amazon aos tribunais, e Elizabeth Warren, a senadora de Massachusetts que, como presidente da Autoridade de Proteção ao Consumidor, é uma das vozes de esquerda mais consistentes contra o excesso de poder das empresas (Andreesen pediu especificamente que ela fosse “removida”).

No entanto, não se trata apenas de garantir os serviços de um governo amigável (embora, com um aristocrata como Trump, isso seja praticamente garantido). A prometida dizimação do “estado profundo” por Trump como um dispositivo de agregação populista antissistema é, para a plutocracia ativista do Vale do Silício, um objetivo ideológico que Musk persegue com fervor especial.

Em seu recente livro Character Limit, Kate Conger e Ryan Mac descrevem o que aconteceu nos dias que se seguiram à compra do Twitter por Musk. Uma sucessão de demissões, comunicadas por e-mail, chefes de departamentos convocados de surpresa e solicitados a justificar a utilidade de seus empregos em 60 segundos, com a retenção da indenização. Uma “reestruturação” econômica transformada em um teatro de crueldade, baseado em humilhações rituais e punitivas. Uma área de forte afinidade entre Musk e Trump, já proprietário de um reality show cujo slogan era “You're Fired!” (Você está demitido!).

A liquidação de 80% dos funcionários “sem consequências” para a empresa (sem mencionar a destruição de uma plataforma reduzida a um megafone de desinformação e propaganda), transformou Musk em uma espécie de herói anarcocapitalista para um grande grupo de seguidores. E é a mesma receita que muitos esperam que ele use para dizimar o “Estado Profundo” de uma vez por todas. Nas últimas semanas, Musk tem sido visto com frequência na companhia de outro sócio, Steve Davis, um dos diretores da Boring Company (empresa de Musk que constrói túneis). De acordo com o Times, Davis, que é especialista em redução de custos, também se envolveu em discussões com outros especialistas para “otimizar o orçamento federal”. É provável que ele também desempenhe um papel de liderança no novo departamento do DOGE.

Talvez não seja possível replicar os cortes de 80% do Twitter, mas mesmo a redução paradoxal de quase 50% nos gastos públicos de Musk representaria uma apoteose catastrófica na guerra dos ricos contra os pobres. Para preparar o terreno, a campanha, amplificada por Musk, para difamar os “aproveitadores” dos subsídios públicos e “liberar” as empresas das “burocracias sufocantes” já começou no “X”.

O outro impulso é a privatização, com outro líder da equipe de Musk: Shervin Pishevar, diretor e cofundador da Hyperloop (a empresa de cápsulas supersônicas com vários projetos em fase experimental). Pishevar dá boas-vindas à “oportunidade de reimaginar as funções do governo à luz de desenvolvimentos econômicos e tecnológicos sem precedentes”. Uma frase que resume os interesses econômicos e o messianismo tecnológico do Vale do Silício. De acordo com Pishevar, serviços como o serviço postal, a NASA e o sistema prisional “se beneficiarão imensamente da engenhosidade do setor privado”. Tudo com o objetivo de criar um “futuro alinhado com propriedade e prosperidade”. Uma das marcas registradas dos ultracapitalistas é o fato de se vangloriarem com facilidade daquilo que, até recentemente, e novamente durante o primeiro mandato de Trump, as facções patronais teriam abafado e negado publicamente.


Captain X, por Vasco Gargalo

A privatização gradual dos serviços é parte integrante dos programas de muitos governos liberais ocidentais. Mas os giga-capitalistas agora veem uma oportunidade de terminar o trabalho muito rapidamente, adotando o slogan “move fast and break things”. O lema de Mark Zuckerberg, preferido pelos taumaturgos da tecnologia, se aplicaria, portanto, ao aparato estatal a ser “reinventado”. Afinal, até mesmo o infame Projeto 2025 se baseia em uma “blitzkrieg” com o objetivo de esmagar a resistência institucional (ou diques constitucionais) e blindar o aparato sem dar tempo para a resistência se organizar.

O projeto “blitzkrieg” promete investir em todas as áreas, começando pela pesquisa, saúde e educação pública, e em alguns casos já está bem avançado. A rede de centros de detenção para migrantes a serem deportados, por exemplo (mais de 200 no país, e que as deportações em massa prometem aumentar consideravelmente), já está sendo subcontratada pelo governo a empresas do complexo industrial carcerário, empresas como Corrections Corporation of America e Geo Group, que são pagas pelo preso e cujo preço das ações disparou no dia em que Trump foi eleito.

Mas a reverenciada “disrupção” deve, no projeto dos “broligarcas”, se estender à sociedade como um todo. O que Pishevar chama eufemisticamente de “reestruturação revolucionária das instituições públicas” seguirá o roteiro familiar de sua sabotagem e desfinanciamento com vistas à sua substituição por empresas de “gestão” e, consequentemente, uma transferência maciça de fundos públicos para cofres privados. É provável que grande parte disso seja implementada por ordem executiva, mas, nesta ocasião, Trump e seus patrocinadores têm as duas casas do congresso e uma supermaioria reacionária na Suprema Corte - uma convergência sem precedentes de propósito e poder.

Ainda no contexto da “inovação”, uma nomeação significativa passou parcialmente despercebida, a de David Sachs para o cargo inventado de “czar da criptomoeda e da inteligência artificial”. Capitalista de risco e velho conhecido de Musk de seus tempos de PayPal, Sachs é um dos vários sul-africanos que desempenham um papel de destaque na ala reacionária do Vale do Silício. Roelof Botha (neto do último ministro das Relações Exteriores do regime do apartheid, Pik Botha) é um investidor da Sequoia (a mesma de Shaun Maguire), Patrick Soon-Shiong é o proprietário do Los Angeles Times, que baniu os editoriais pró-Kamala Harris de seu conselho editorial e anunciou recentemente a introdução de um algoritmo de IA para “corrigir” os preconceitos progressistas de seus editores.

De todos os magnatas digitais com vínculos com o hemisfério sul, Peter Thiel é certamente o que tem o maior perfil. Ligado ao think-tank anarco-capitalista Property & Freedom Conference e ao Grupo Bilderberg, o magnata, que cresceu na Namíbia em uma família alemã, não é apenas um apoiador de Trump, mas também foi o financiador e mentor da carreira de JD Vance, cuja indicação para vice-presidente ele patrocinou e garantiu diretamente.

Também membro fundador do PayPal, Thiel estudou em Stanford, onde fundou o Young Conservative Journal. Famoso por ter teorizado que “a democracia não é mais compatível com a liberdade”, ele é agora a eminência parda do culto neorreacionário do Vale do Silício.

No mês passado, em uma entrevista com Bari Weiss, ele comparou os ultra-capitalistas da tecnologia que levaram Trump à vitória aos combatentes da resistência que derrubam o Império em Guerra nas Estrelas (uma analogia na qual Biden presumivelmente interpretaria Darth Vader).

Além de liderar a santa aliança contra “o establishment”, Thiel é proprietário da Palantir, uma empresa de análise de dados e IA com várias aplicações militares (o nome da empresa vem das pedras de adivinho do mago Sauron nos livros de JRR Tolkien). O controle da inteligência artificial, como sabemos, será crucial para a próxima fase do capitalismo e da geopolítica, e a união Trump-oligarcas, portanto, também foi consumada com vistas a uma nova corrida armamentista de IA, principalmente com o arquirrival chinês.

Fundada em 2003, a Palantir forneceu inicialmente redes neurais e algoritmos de análise de dados para agências de inteligência e, em seguida, para os departamentos especiais do exército. Hoje, ela é líder em aplicações militares de IA, que também fornece a vários clientes globais. Sempre, diz-se, aqueles que estão do lado “certo”. O CEO da empresa, Alex Karp, é um firme apoiador de Israel e um defensor do novo maniqueísmo global liderado pelos EUA. “Temos que explicar aos americanos que o mundo está dividido em duas partes, uma das quais é dirigida por terroristas cujo objetivo é dominar o Ocidente”, disse ele em uma recente conferência do Reagan Institute.

No pensamento de Karp, a supremacia tecnológica anda de mãos dadas com a superioridade moral do Ocidente americano. E o supremacismo é inseparável da lógica da guerra permanente (que, afinal de contas, corresponde ao modelo de negócios corporativo). Karp argumenta que “os americanos são os mais temerosos, os mais imparciais, os menos racistas e os mais bem dispostos do mundo. Ao mesmo tempo, eles querem que saibamos que se você acordar de manhã pensando que vai nos machucar, nos fazer reféns ou enviar fentanil para nos matar em nossas casas, algo muito ruim vai acontecer com você, seu primo, seu amante ou sua família”.

Em Karp, seus discursos de Doutor Estranhoamor sobre algoritmos são comuns. “Temos a melhor tecnologia e precisamos mantê-la assim”, diz ele em outro vídeo. “Não podemos nos dar ao luxo de ser iguais a ninguém porque nossos oponentes não têm nossos escrúpulos morais”. Um sionista convicto e apoiador de Netanyahu, Karp colocou a “superioridade moral” de sua empresa para trabalhar para a IDF na campanha contra Gaza e testou sua própria inteligência artificial no teatro ucraniano. Na nova “pax americana digital” de Karp, o Dr. Estranhoamor encontra o Exterminador do Futuro em um cenário em que o céu do “inimigo” está permanentemente repleto de satélites Starlink (a subsidiária de Musk já tem 6.500 em órbita) e muitos outros armados com mísseis.

Há duas semanas, 166 membros da ONU votaram a favor de uma resolução pedindo um tratado sobre armas “inteligentes”, “robôs assassinos” com “tomada de decisão autônoma”. Esse tratado não passa de uma ilusão, pois os EUA se opõem a qualquer restrição obrigatória. Na verdade, a proliferação de armas inteligentes já está bem encaminhada e continuará sendo uma prioridade absoluta para a próxima Casa Branca.

Na sede do novo complexo militar-industrial digital no Vale do Silício, o trabalho está em andamento para garantir a supremacia dos EUA no espaço e nos oceanos, onde já se cruzam “enxames” de submarinos robôs autônomos, produzidos por outra empresa líder do setor, a Anduril (nome também tirado de O Senhor dos Anéis, desta vez a espada de Aragorn). Esses são cenários cada vez mais comuns em que o transumanismo dos giga-capitalistas se desvia para o pós-humano.

O modelo agora pode ser definitivamente consolidado por uma Casa Branca onde a ideologia reacionária e os interesses industriais se sobreporão indiscriminadamente, um governo composto em partes iguais por ideólogos apocalípticos e industriais de armas que terão um parceiro de negócios 100% no Salão Oval.


O estado de emergência, as prisões e as modificações constitucionais por decreto (o fim do direito ao sol, para começar, seguido de restrições radicais à dissidência) estão no horizonte a partir de janeiro próximo. Por trás desse projeto, há uma facção que, além da certeza de ter uma razão, agora terá o poder de aplicá-la com o apoio total de uma presidência imperial.