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28/11/2025

¿Estuvo Israel detrás del atentado contra una sinagoga de Bagdad en 1951? Un nuevo documental israelí reabre el caso

Nirit Anderman, Haaretz, 6-11-2025
Traducido por Tlaxcala

Durante años, muchos emigrantes iraquíes judíos creyeron que Israel había estado detrás del ataque que destrozó a su comunidad para acelerar su Aliyá. Un nuevo documental reabre el caso.


Fotograma de “The Baghdad Files”. «Después de trabajar en esta película, yo también echo de menos Bagdad». Fotos de Ephrati Productions fotoshopeadas por Yaron Shin (Jewboy)

El 4 de enero de 1951, una fuerte explosión devastó la sinagoga Masouda Shem-Tov, en el corazón de Bagdad. «La sinagoga fue bombardeada desde una casa cercana (…) Logré escapar con el resto de la multitud —unas 600 o 700 personas— que huyó presa del pánico», contó Ezra Naim, un judío que había emigrado de Irak, a un periodista de Davar un par de semanas después. El rumor que circulaba entonces entre los judíos de Bagdad era que emisarios de Israel habían lanzado la granada dentro de la sinagoga.

«Lo había oído también de policías y funcionarios», dijo Naim. «Muchos judíos de Bagdad y de otras ciudades están encerrados en sus casas, rezando mucho y esperando la inmigración.»

El informe del 19 de enero en Davar pasó casi desapercibido, enterrado entre muchas otras noticias. Pero la posibilidad de que agentes israelíes hubieran arrojado la granada —que mató a cuatro personas e hirió a decenas— ha indignado y atormentado durante años a muchos inmigrantes iraquíes.


El director Avida Livni. «Quiero que digan que hice una buena película.» Foto David Bachar

Aunque las autoridades iraquíes arrestaron a tres activistas sionistas tras el ataque —ejecutando a dos de ellos— Israel ha negado siempre cualquier implicación en este incidente y en otros cuatro ataques contra la comunidad judía de Bagdad entre 1950 y 1951.

Sin embargo, los judíos bagdadíes siguieron desconfiando. Incluso tras llegar a Israel, muchos mantuvieron durante décadas que los responsables de la explosión —considerada un catalizador de la gran ola migratoria durante la Operación Ezra y Nehemías en los años cincuenta— no eran enemigos de la comunidad, sino emisarios del propio Estado israelí. Israel podría haber despejado fácilmente la duda publicando las conclusiones de sus investigaciones oficiales. En cambio, se ha negado a revelarlas.

Extrañando Bagdad

Más de siete décadas después de la explosión, la controversia resurge en un nuevo documental: Baghdad Files, dirigido por Avida Livni, proyectado en el Festival de Cine de Haifa y posteriormente en Kan 11. «Alguien lanzó esa granada, y el hecho de que hoy no sepamos quién lo hizo se debe a fuerzas que impiden que lleguemos a la verdad», dice Livni. «Cuando te bloquean el acceso a la verdad, empiezas a buscarla, y solo te quedan historias y conjeturas. Para un director que busca un documental interesante, lleno de giros, es un punto de partida fascinante.»

El motor dramático de la película es una caja de documentos que permaneció durante décadas en los archivos de la Universidad de Yale sin que nadie la advirtiera. Eran los papeles del periodista israelí Baruch Nadel, antiguo miembro de la milicia clandestina sionista Lehi, que escribió para Yedioth Ahronoth y Ha’olam Hazeh, entre otras publicaciones. En los años cincuenta, Nadel visitó las ma’abarot —campos de tránsito para los inmigrantes iraquíes recién llegados— y quedó impactado por sus condiciones inhumanas.

«Me encontré con personas en un proceso de desintegración mental, física y social», escribió entonces. «Algunos, que habían logrado preservar su humanidad, me dijeron que habían emigrado porque bombas les habían sido lanzadas por judíos iraquíes bajo órdenes de Israel.»

A lo largo de los años, Nadel volvió repetidamente a entrevistarlos y recopiló aún más testimonios. Cada vez más judíos bagdadíes le aseguraban que emisarios israelíes estaban detrás de los ataques. Nadel transcribió fielmente sus relatos, pero cuando quiso publicarlos, se enfrentó a negativas oficiales.

Una década después, cuando un editor israelí le encargó un libro sobre la Operación Ezra y Nehemías, Nadel dejó claro que escribiría que Israel había estado detrás de los atentados. Alarmado, el editor canceló el proyecto.


Inmigrantes iraquíes en campos de tránsito, años 1950. Nadel escribió que encontró «a personas en proceso de desintegración mental, física y social». Foto Meitar Collection, Pritzker Family National Photography Collection, Biblioteca Nacional de Israel

Finalmente, Nadel expresó sus acusaciones en una entrevista publicada en 1977 en la revista Bamaaracha, centrada en la discriminación contra los judíos mizrajíes. El resultado fue una demanda por difamación presentada por Mordejai Ben-Porat, uno de los organizadores de la inmigración judía iraquí.

Nadel comenzó a preparar su defensa, pero su vida se derrumbó. Su hija, entrevistada en la película, cuenta que, tras la muerte de su hijo, él decidió abandonar todo. Firmó un acuerdo con Ben-Porat, dejó Israel por USA, depositó sus archivos personales en Yale —con una nota dirigida al «futuro investigador de este material»— y murió en Nueva York en 2014.

Tres años después, los profesores Yehouda Shenhav-Shahrabani y Hannan Hever descubrieron los documentos y publicaron un artículo titulado Violence in Baghdad (1950–1951), Violence of the Archives. Según Livni, fue el periodista Itay Ziv [crítico de televisión de Haaretz] quien le habló por primera vez del hallazgo y propuso hacer un documental.

El secreto y la ocultación no hacen sino profundizar las sospechas. Nadie investigó esto tan a fondo como Baruch Nadel, y él tenía nombres específicos, recurrentes. Lamento sobre todo no haber hecho esta película hace diez años, cuando aún había muchos más testigos.
Avida Livni

Debido a la pandemia, Livni no pudo consultar los documentos físicamente y pasó horas delante del ordenador leyendo el material digitalizado. «Era como leer una novela de suspense», dice. «Me quedaba despierto toda la noche leyendo los testimonios. Había de todo: historias personales, documentos, conclusiones. En un momento pensé: ya tenemos película, incluso si no hay una respuesta definitiva a quién lanzó la granada.»

En lugar de realizar un relato histórico lineal, Livni eligió centrar la película en la caja de documentos. Según él, contiene unos 117 testimonios recopilados por Nadel. El espectador sigue su investigación a través de los años cincuenta, sesenta y setenta. Se entrelazan testimonios nuevos de sobrevivientes actuales —como Geula El’ani, que recuerda a su madre decir que la clandestinidad judía lanzó la granada— junto a descendientes de segunda y tercera generación que siguen cargando heridas sin cerrar.



Nadel en 1972. Dejó sus hallazgos «al futuro investigador de este material». Foto
 The Dan Hadani Collection, Biblioteca Nacional de Israel

Una comunidad judía próspera antes del éxodo

Baghdad Files relata la historia de la comunidad judía de Irak, bien establecida y próspera, una gran parte de la cual —pese al trauma del pogromo del Farhud en 1941— continuó viviendo cómodamente junto a sus vecinos musulmanes. Por eso, tras la creación de Israel, muchos no tenían prisa por hacer aliyá. A diferencia de las clases populares, las élites —médicos, comerciantes, intelectuales— evitaron inscribirse para emigrar.

En el documental, Shenhav-Shahrabani señala que en abril de 1949 se propuso en el Mossad Le’Aliyah Bet (ramo de la Haganh encargado de la inmigración) arrojar «granadas de susto» en cafés frecuentados principalmente por judíos, junto con panfletos instándolos a abandonar Irak, para acelerar su salida. Tras el ataque de la sinagoga en 1951, más de 80 000 judíos solicitaron renunciar a su ciudadanía iraquí para emigrar a Israel: en pocos meses, la comunidad prácticamente desapareció.

La película muestra una Bagdad vibrante y floreciente antes de los ataques. «Esa granada simboliza la pérdida —la ruptura violenta de todo eso», dice Livni. «Después de trabajar en esta película, yo también echo de menos Bagdad.» Fotografías raras de la sinagoga Masouda Shem-Tov y relatos de niños asesinados y familias separadas ofrecen una imagen de pérdida colectiva. El testimonio de El’ani sobre el niño huérfano asesinado ante sus ojos —abandonado allí por sus padres adoptivos para que lo llevaran a Israel— es especialmente desgarrador.


El profesor Yehouda Shenhav-Shahrabani. Habló de «granadas de susto» lanzadas en cafés.
Foto Avner Shahaf

«Y luego llegan aquí, y de repente ven que quizá no es mejor aquí», dice Livni. «Algunos hablaban de un “sionismo cruel”, que era mejor hacer un sacrificio allá para traer a todos aquí y construir un país. Digamos que, en términos fríos y matemáticos, quizá es cierto. Pero ese niño huérfano abandonado —¿qué matemática justifica eso?»

Para Livni, el caso de la granada no es solo un hecho histórico, sino una parábola permanente sobre decisiones políticas e institucionales tomadas a costa de individuos. «Esto pasa en todas partes: la gran matemática destruye la vida de quienes solo quieren vivir», señala. «La guerra, los desalojos, las promesas rotas… El establishment siempre miente porque debe protegerse. Si dijera la verdad, casi no habría películas ni libros ni investigaciones.»

«El establishment siempre miente»

Según Livni, el establishment mintió cuando envió ciudadanos a asentarse en el Sinaí ocupado sin decirles que pronto serían desalojados; mintió cuando envió soldados a luchar en los últimos años prometiendo que si Gaza era ocupada, todo estaría bien; y ha mentido durante años a los residentes de la frontera de Gaza.

«Estoy haciendo ahora una película sobre los “Zorros de Kfar Aza”, el equipo de fútbol del kibutz. Algunos miembros fueron asesinados el 7 de octubre, y el equipo jugó un partido tres días después, en el kibutz Shefayim —descalzos— porque sus zapatos se habían quemado. Mantienen el equipo unido con todo lo que tienen. Son personas que no creen en el establishment, porque los traicionó. Los traicionó mucho antes del 7 de octubre, pero solo entonces lo comprendieron. Hablas con ellos y enseguida entiendes: tu rol aquí es ser un peón. Hoy estás aquí, mañana allí.»

El establishment israelí creó comisiones de investigación sobre el atentado en la sinagoga Masouda Shem-Tov, pero sus conclusiones siguen clasificadas. En Baghdad Files, Livni intenta acceder a estos materiales y descubre que están guardados en archivos estatales inaccesibles al público. Nadie puede leerlos.


Escritos de Nadel en la película. «Nadie investigó esto tan a fondo como él.» Foto “Baghdad Files”

«El secreto y la ocultación no hacen sino profundizar las sospechas», dice Livni. «Nadel recopiló testimonios por todo el país. Tenía nombres específicos, repetidos. Fuimos cuidadosos al no mencionarlos explícitamente, también por consideraciones legales. Lo que más lamento es no haber hecho esta película diez años antes, cuando todavía había muchos más testigos vivos.»

Para él, el silencio —el intento del establishment de enterrar la verdad— es el verdadero peligro. «Es como cuando de niño hiciste algo malo y esperas el castigo —estás listo para afrontarlo— pero nada ocurre. Se convierte en un secreto que guardas quizá con unas pocas personas —y ese secreto arde durante años, no se apaga. Porque todo lo silenciado acaba vengándose.»

La película muestra que la nueva generación de inmigrantes iraquíes también busca respuestas. «Es, sobre todo, el deseo de justicia. El Estado ya está establecido, todos están aquí, pero nuestra historia quedó atrás. Quieres saber la verdad: por qué mataron a tu abuelo, por qué murió ese niño», dice Livni. «Quieres saber, y alguien te detiene: “No vas a saber.” ¿Por qué? Son sus familias. Que revelen la verdad. Que muestren lo que tienen. Y hay un millón de casos así: los niños yemenitas [denuncias de que miles de niños inmigrantes yemeníes fueron secuestrados y dados en adopción en los primeros años del Estado de Israel], Pfizer [acuerdo entre Israel y Pfizer para suministrar vacunas contra la COVID-19 a cambio de datos médicos]… pero el establishment no dirá la verdad porque necesita proteger su poder.»

Sin embargo, Livni insiste en que la verdadera prueba de la película no es su importancia histórica, sino su calidad cinematográfica. «No quiero que digan que hice algo importante; quiero que digan que hice una buena película.» Y en efecto, Baghdad Files ofrece algo más que una crónica histórica: nostalgia por la Bagdad anterior a la explosión, la investigación de Nadel, las intrigas y el ocultamiento. Livni y la montadora Tal Shefi logran combinar nostalgia, documental detectivesco, trauma intergeneracional y una injusticia histórica sufrida por los judíos de países árabes a manos del establishment asquenazí fundador del Estado.

Al final, la pregunta «¿quién lanzó la granada?» se desvanece, dejando espacio a otras: ¿qué significa un secreto nacional nunca revelado? ¿Qué ocurre cuando toda una comunidad lleva una memoria que contradice la narrativa oficial? ¿Cuál es el precio del silencio? ¿Y quién lo paga? Baghdad Files cumple el deseo de Nadel para un «futuro investigador» y demuestra que la historia de Israel no se escribe solo en documentos oficiales, sino también en memorias y testimonios —mucho más difíciles de silenciar.

Israël était-il derrière l’attentat contre une synagogue à Bagdad en 1951 ? Un nouveau documentaire israélien pose la question

Nirit Anderman, Haaretz, 6/11/2025
Traduit par Tlaxcala

Pendant des années, de nombreux émigrés irakiens juifs ont cru qu’Israël était responsable de l’attaque qui a bouleversé leur communauté afin de hâter leur Alyah. Un nouveau documentaire rouvre le dossier.


Une image tirée de « The Baghdad Files ». « Après avoir travaillé sur ce film, moi aussi, soudain, Bagdad me manque ». Images Ephrati Productions photoshoppées par Yaron Shin (Jewboy)

Le 4 janvier 1951, une forte explosion dévasta la synagogue Masouda Shem-Tov, au cœur de Bagdad. « La synagogue a été bombardée depuis une maison voisine (…) J’ai réussi à m’échapper avec le reste de la foule – quelque 600 à 700 personnes – qui s’est enfuie dans la panique », racontait quelques semaines plus tard Ezra Naim, un Juif ayant émigré d’Irak, à un journaliste de Davar. La rumeur qui circulait alors parmi les Juifs de Bagdad était que des émissaires d’Israël avaient jeté la grenade dans la synagogue.

« J’en avais entendu autant de la part de policiers et de fonctionnaires », ajoutait Naim. « Beaucoup de Juifs de Bagdad et d’autres villes sont (aujourd’hui) enfermés chez eux, priant beaucoup et attendant l’immigration. »

Le rapport publié dans Davar le 19 janvier 1951 fut relégué en page intérieure, presque perdu parmi de nombreuses autres informations. Mais la possibilité que des agents israéliens aient jeté cette grenade – qui tua quatre personnes et en blessa des dizaines – a, au fil des ans, hanté et révolté de nombreux immigrés irakiens.

Le réalisateur Avida Livni. « Je veux qu’on dise que j’ai fait un bon film. » Photo David Bachar

Bien que les autorités irakiennes aient arrêté trois militants sionistes à la suite de l’attaque, exécutant deux d’entre eux, l’État d’Israël a toujours nié toute implication dans cet incident, comme dans quatre autres attaques visant la communauté juive de Bagdad entre 1950 et 1951.

Pourtant, les Juifs bagdadis sont restés sceptiques. Même après leur arrivée en Israël, beaucoup ont affirmé pendant des décennies que les responsables de cette explosion – considérée comme un catalyseur de la grande vague d’émigration juive d’Irak vers Israël dans le cadre de l’opération Ezra et Néhémie dans les années 1950 – étaient des émissaires des institutions israéliennes plutôt que des ennemis de la communauté. Israël aurait facilement pu dissiper le flou entourant la question en publiant les conclusions de ses enquêtes officielles. Mais il a refusé de les rendre publiques.

Bagdad leur manque

Plus de 70 ans après l’explosion, la controverse sur l’identité des auteurs est ravivée dans un nouveau documentaire : The Baghdad Files, réalisé par Avida Livni, projeté au festival de Haïfa puis diffusé sur Kan 11. « Quelqu’un a jeté cette grenade, et le fait qu’aujourd’hui encore on ignore qui l’a jetée tient à des forces qui nous empêchent d’accéder à la vérité », explique Livni. « Quand on t’empêche d’accéder à la vérité, tu commences à la chercher, et il ne te reste que des histoires et des conjectures. Pour un réalisateur qui veut faire un documentaire intéressant, avec des rebondissements, c’est un point de départ fascinant. »

Le moteur dramatique du film est une malle de documents restée pendant des décennies dans les archives de l’Université Yale sans que personne ne s’y intéresse. Il s’agissait des papiers du journaliste israélien Baruch Nadel, ancien membre du Lehi (milice clandestine de la période pré-étatique), qui a écrit pour Yedioth Ahronoth et Ha’olam Hazeh, entre autres. Dans les années 1950, Nadel visita les ma’abarot — des camps de transit pour les nouveaux immigrants irakiens — et fut bouleversé par les conditions de vie insoutenables.

« J’ai rencontré des gens en plein processus de désintégration mentale, physique et sociale », écrivait-il alors. « Certains, qui avaient réussi à préserver leur humanité, m’ont dit qu’ils avaient émigré d’Irak parce que des bombes leur avaient été jetées dessus par des Juifs irakiens sur ordre d’Israël. »

Au fil des années, Nadel retourna régulièrement voir des immigrants irakiens et recueillit des témoignages. De plus en plus d’anciens Juifs bagdadis lui dirent que des émissaires israéliens étaient derrière les attentats, et Nadel transcrivit fidèlement leurs témoignages. Mais lorsqu’il voulut publier ceux-ci, il se heurta à des démentis officiels.

Une décennie plus tard, lorsqu’un éditeur israélien lui demanda d’écrire un livre sur l’opération Ezra et Néhémie, Nadel déclara qu’il écrirait qu’Israël avait orchestré les attentats. L’éditeur, alarmé, retira son offre.


Immigrants irakiens dans des camps de transit, années 1950. Baruch Nadel écrivait qu’il avait rencontré « des gens en plein processus de désintégration mentale, physique et sociale ». Photo Meitar Collection, Pritzker Family National Photography Collection, Bibliothèque nationale d’Israël

Finalement, Nadel formula ces accusations dans une interview publiée en 1977 dans Bamaaracha (« Au combat »), un périodique consacré à la discrimination ethnique envers les Juifs originaires du Moyen-Orient et d’Afrique du Nord. Cela entraîna une plainte en diffamation déposée contre lui par Mordekhaï Ben-Porat, l’un des organisateurs de l’immigration juive irakienne.

Nadel commença à préparer sa défense — puis sa vie s’effondra. Sa fille, interviewée dans le film, dit qu’après la mort de son fils, il décida d’abandonner. Il signa un accord avec Ben-Porat, quitta Israël pour les USA, déposa ses archives personnelles à Yale — accompagnées d’une note destinée au « futur chercheur sur ce matériel » — et mourut à New York en 2014.

Trois ans plus tard, les professeurs Yehouda Shenhav-Shahrabani et Hannan Hever découvrirent ces documents et publièrent un article intitulé Violence in Baghdad (1950-1951), Violence of the Archives [en cours de traduction par Tlaxcala]. Livni raconte que c’est le journaliste Itay Ziv (critique TV de Haaretz) qui lui parla pour la première fois de ce trésor documentaire et lui proposa, ainsi qu’à la productrice Ayelet Ephrati, d’en faire un film.

Parce que c’était pendant la pandémie, au lieu de consulter les pages jaunies à Yale, Livni passa des heures devant son ordinateur à lire les recherches laissées par Nadel. « C’était comme lire un thriller », dit-il. « Je passais mes nuits à lire les témoignages qu’il avait rassemblés. Il y a de tout : des histoires personnelles, des documents, des conclusions. À un moment, je me suis dit : on a un film, même s’il n’y a pas de réponse définitive à la question de qui a jeté la grenade. »

Plutôt que de faire un film historico-chronologique, Livni choisit de centrer l’enquête sur la malle de Nadel. Selon lui, celle-ci contient quelque 117 témoignages recueillis par le journaliste. Le film invite le spectateur à suivre la démarche de Nadel : ses recherches des années 1950, son retour aux témoins dans les années 1960, ses préparatifs de procès dans les années 1970. De nouveaux témoignages de survivants encore vivants y sont intégrés, comme celui de Geula El’ani, qui se souvient de sa mère affirmant que la grenade avait été lancée par les clandestins juivfs — aux côtés de descendants de deuxième et troisième génération qui portent encore cette douleur et ces questions sans réponse.



Nadel en 1972. Il a laissé ses conclusions « au futur chercheur de ce matériel ». Photo Dan Hadani Collection, Bibliothèque nationale d’Israël

 Une communauté juive florissante avant l’exil

Baghdad Files raconte l’histoire de la communauté juive d’Irak, prospère et bien établie, dont une large partie — malgré le traumatisme du pogrom du Farhoud de 1941 — avait continué de vivre dans un relatif confort aux côtés de ses voisins musulmans. Après la création d’Israël, beaucoup n’étaient pas pressés de faire leur alyah. Contrairement aux couches populaires, des élites — médecins, commerçants, intellectuels — refusèrent de s’inscrire pour l’émigration.

Dans le film, Shenhav-Shahrabani note qu’en avril 1949 déjà, une suggestion fut faite au sein du Mossad Le’Aliyah Bet (branche de la Haganah chargée de l’immigration clandestine) de lancer « quelques grenades d’intimidation dans des cafés fréquentés principalement par des Juifs, accompagnées de tracts leur ordonnant de quitter l’Irak » afin d’accélérer l’émigration. En effet, après l’attentat de la synagogue en 1951, en quelques mois, plus de 80 000 Juifs demandèrent à renoncer à leur citoyenneté irakienne pour pouvoir partir en Israël — et la communauté se vida presque d’un seul coup.

Le film montre Bagdad avant les attaques comme une ville vibrante et prospère où les Juifs se développaient. « Cette grenade symbolise la perte — la rupture violente de tout cela », dit Livni. « Après avoir travaillé sur ce film, moi aussi, soudain, Bagdad me manque. » Des photos rares de la synagogue Masouda Shem-Tov, ainsi que des récits d’enfants tués et de familles brisées, composent un tableau de perte collective. Le témoignage d’El’ani sur l’enfant orphelin tué sous ses yeux — après que ses parents adoptifs l’eurent laissé là pour qu’il soit emmené en Israël — est particulièrement bouleversant.


Le professeur Yehouda Shenhav-Shahrabani. Il a parlé de « grenades d’intimidation » lancées dans des cafés. Photo Avner Shahaf

« Et puis ils arrivent ici, et soudain ils comprennent que ce n’est peut-être pas mieux ici », dit Livni. « Certains parlaient de “sionisme cruel”, qu’il valait mieux faire un sacrifice là-bas afin de ramener tout le monde ici pour construire un pays. Disons que, froidement, mathématiquement, c’est peut-être vrai. Mais l’enfant orphelin dont les parents adoptifs l’ont laissé là-bas — est-ce que quelque chose justifie une telle mathématique ? »

Pour Livni, l’affaire de la grenade n’est pas seulement un événement historique, mais une parabole durable sur des décisions politiques prises au détriment d’individus. « ça arrive partout : la grande mathématique détruit la vie de gens qui veulent simplement vivre », dit-il, qu’il s’agisse de guerres, d’évacuations de communautés ou de promesses non tenues. « L’establishment ment toujours parce qu’il doit se protéger. S’il disait la vérité, on ne ferait presque plus de films, ni de livres, ni de recherches. »

“L’establishment ment toujours”

Selon Livni, l’establishment a menti lorsqu’il a envoyé des citoyens s’installer dans le Sinaï occupé sans leur dire qu’une évacuation était imminente ; il a menti en envoyant des soldats combattre ces dernières années en promettant que si Gaza était occupée, tout irait bien ; et il a bien sûr menti pendant des années aux habitants de la frontière avec Gaza.

« Je fais maintenant un film sur les “Renards de Kfar Aza”, l’équipe de football du kibboutz. Certains joueurs ont été tués le 7 octobre, et l’équipe a joué un match trois jours plus tard au kibboutz Shefayim — pieds nus — parce que leurs chaussures avaient brûlé. Ils maintiennent l’équipe avec tout ce qu’ils ont. Ce sont des gens qui ne croient plus du tout à l’establishment, parce qu’il les a trahis. Il les a trahis bien avant le 7 octobre, mais ils ne s’en sont rendu compte que ce jour-là. Tu leur parles et tu comprends : tu n’es ici qu’un pion. Un jour tu es ici, le lendemain tu es ailleurs. »

L’establishment israélien a mis en place des commissions d’enquête sur l’attentat à la synagogue Masouda Shem-Tov, mais leurs conclusions restent classifiées. Dans Baghdad Files, Livni tente d’accéder à ces documents, mais découvre qu’ils sont conservés dans des archives d’État inaccessibles au public. Personne n’a le droit de les lire.


Les écrits de Nadel dans le film. « Personne n’a étudié cela aussi profondément que lui ». Photo extraite du film “Baghdad Files”

« Le secret et la dissimulation ne font qu’accentuer les soupçons », dit Livni. « Personne n’a fait une recherche aussi approfondie que Baruch Nadel, qui a parcouru le pays pour recueillir des témoignages. Il a des noms [des suspects d’avoir lancé la grenade] précis, récurrents. Nous avons été prudents : nous n’avons pas voulu publier ces noms, notamment pour des raisons juridiques. Mais je regrette surtout de ne pas avoir fait ce film dix ans plus tôt, quand bien plus de gens étaient encore là pour témoigner. »

Pour lui, le silence — la tentative de l’establishment d’enterrer la vérité — est le véritable danger. « Quand tu fais une bêtise enfant et que tu attends la punition — tu es prêt à l’affronter — mais rien n’arrive. Alors cela devient un secret que tu gardes, peut-être avec quelques autres personnes — et ce secret brûle des années, il ne s’éteint pas. Parce que tout ce qui est tu finit par se venger. »

Le film montre clairement que la nouvelle génération d’immigrés irakiens cherche également des réponses. « C’est surtout le désir de justice. L’État est établi, tout le monde est là — mais notre histoire est restée derrière. Tu veux savoir pourquoi ton grand-père a été tué, pourquoi ce garçon est mort », dit Livni. « Tu veux savoir, et quelqu’un t’arrête : “Tu ne sauras pas.” Pourquoi ? Ce sont leurs familles. Qu’on révèle la vérité. Montrez ce que vous avez. Et il y a mille affaires comme celle-ci — les enfants yéménites [allégations selon lesquelles des milliers d'enfants immigrés yéménites ont été kidnappés et donnés en adoption dans les premières années de l'État d’Israël], Pfizer [accord entre Israël et Pfizer pour fournir en masse des vaccins contre la COVID-19 en échange de données médicales] – mais l'establishment ne dira pas la vérité car il doit protéger son pouvoir ».

Mais, insiste Livni: le véritable test du film n’est pas son importance historique, mais sa qualité cinématographique. « Je ne veux pas qu’on dise que j’ai fait quelque chose d’important ; je veux qu’on dise que j’ai fait un bon film. » En effet, Baghdad Files offre une expérience qui dépasse l’histoire : nostalgie de Bagdad avant la grenade, enquête de Nadel, intrigues, dissimulations — Livni et la monteuse Tal Shefi ont créé un documentaire mêlant nostalgie, enquête, traumatisme intergénérationnel et injustice historique infligée aux Juifs orientaux par l’establishment ashkénaze fondateur de l’État.

À la fin, la question « qui a jeté la grenade ? » s’efface, laissant place à d’autres : que signifie un secret national jamais révélé ? Que se passe-t-il lorsqu’une communauté porte une mémoire divergente du récit officiel ? Quel est le prix du silence ? Et qui le paie ? Baghdad Files réalise le vœu de Nadel pour un « futur chercheur » et prouve que l’histoire d’Israël s’écrit non seulement dans les archives officielles, mais aussi dans les souvenirs et les témoignages — beaucoup plus difficiles à réduire au silence.