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07/08/2025

SERGIO FERRARI
La agroecología es rentable
Cae el mito de la baja productividad “bio”

Sergio Ferrari, 7-8-2025

 

Se cae un mito productivo. La ciencia prueba que la agricultura orgánica es eficaz. Las críticas lanzadas por la gran producción agrícola convencional se desvanecen.

La agroecología como medio de asegurar la soberanía alimentaria es una de las propuestas esenciales de La Vía Campesina 

Durante décadas, el debate sobre el presente-futuro de la agricultura ha confrontado dos visiones casi antagónicas. Por un lado, el modelo convencional, centrado en maximizar los rendimientos, para lo cual une tecnología, agroquímicos e inmensos monocultivos. Por el otro, las propuestas orgánicas-bio o agroecológicas, consideradas interesantes, pero cuestionadas por ser “menos productivas”.  Detrás de una y otra visión se ubican la gran producción agroexportadora y las alternativas ecológicas defendidas, entre otros, por los movimientos sociales del mundo rural.

Un riguroso trabajo de campo de 47 años en 97 parcelas orgánicas en Therwil, Suiza, auspiciado conjuntamente por el Instituto de Investigación de Agricultura Orgánica (FiBL, su sigla en alemán) y el Centro Federal de Competencia Agrícola (Agroscope), concluyó que las mismas lograron, en promedio, un nivel de rendimiento equivalente al 85% del de las parcelas convencionales y que dicha diferencia depende, en gran medida, del tipo de cultivo analizado. Así, por ejemplo, la soja orgánica alcanzó niveles similares a los de la soja convencional y se registraron ligeras diferencias en cultivos forrajeros, como el pasto de trébol y el maíz para ensilaje, mientras que la diferencia fue mayor en el caso del trigo y la papa orgánicos.

Según este estudio, conocido como DOC (D por bioDinámico, O por bioOrgánico y C por Convencional), la gran brecha que separa la producción orgánica de la convencional tiene que ver con la repercusión ambiental de una y otra. En efecto, la orgánica utiliza un 92% menos de pesticidas y un 76% menos de nitrógeno mineral que la convencional. En los cultivos orgánicos la reducción del uso de fertilizantes nitrogenados es el principal factor de un mucho menor impacto climático. El exceso de nitrógeno de los fertilizantes se convierte en óxido nitroso, un gas con impactantes consecuencias negativas para el clima.

Como afirma dicho estudio, es cierto que la reducción en el uso de fertilizantes y productos fitosanitarios produce más variación del rendimiento en los sistemas orgánicos que en los convencionales, lo que determina una productividad menos estable. Sin embargo, el riesgo de contaminación del agua y los alimentos (para los seres humanos y los animales) con sustancias nocivas es significativamente menor.


La 8va edición del Festival Campesino en Rondônia, Brasil, en julio de 2025 reunió toda la diversidad y riqueza de los pueblos tradicionales. Foto_ Grupo de Investigación y Extensión REC_UNIR

Prestigiosa certificación de la agricultura orgánica

Los cultivos convencionales, conocidos también como agricultura industrial o tradicional, incorporan el uso intensivo de insumos externos, como fertilizantes sintéticos, pesticidas y herbicidas, así como semillas mejoradas para maximizar la producción. Estos cultivos son el pilar esencial del modelo agroexportador de las transnacionales, en particular las de alimentos y agroquímicos. Modelo que apuesta a la eficiencia y la alta productividad mediante modernas tecnologías aplicadas a grandes superficies dedicadas a monocultivos, es decir, la plantación de un solo tipo de especie en una enorme superficie. Por ejemplo, entre otras, soja, eucalipto, palma aceitera, pino, maíz o caña de azúcar.

Además del gran número de investigadores dedicados al proyecto DOC, su importancia radica en su casi medio siglo de estudios comparativos y su acumulación sistemática de datos. Elementos esenciales en este tipo de investigaciones debido a que los efectos resultantes de la conversión de un sistema agrícola convencional en uno biodinámico u orgánico solo se hacen evidentes después de mucho tiempo. Este prolongado periodo “de espera” responde, entre otros factores, a la lentitud de los procesos de transformación del suelo, como la acumulación de materia orgánica estable. Hasta el presente, unas 140 publicaciones científicas especializadas, así como numerosas tesis de maestría y doctorado, se han nutrido de los hallazgos sistemáticos del DOC.

Este estudio aporta otras conclusiones no menos relevantes. En suelos cultivados orgánicamente, por ejemplo, se han identificado niveles de humus aproximadamente 16% más altos, y hasta con un 83% más de actividad de los organismos del propio terreno, que en las parcelas convencionales. Sin la menor duda, un efecto particularmente positivo para el suelo, ahora en mejores condiciones de almacenar más agua y reducir el impacto de la erosión (Estudio aquí)

Tesis confirmadas en el Sur Global

 Las investigaciones del DOC ha inspirado iniciativas similares en Suiza, como los proyectos FAST y Burgrain (promovidos por Agroscope), así como en otras naciones. Por ejemplo, varios ensayos comparativos de sistemas de cultivo a largo plazo (o SysCom, por “Comparación de Sistemas) como los realizados por FiBL en Bolivia (cultivo del cacao), India (algodón) y Kenia (una gama más amplia de alimentos básicos, fundamentalmente, maíz y papa).

Otras experiencias prácticas en África confirman las conclusiones optimistas del estudio DOC sobre producción orgánica. La Organización No Gubernamental helvética SWISSAID, con su contraparte local en Tanzania, impulsaron un proyecto investigativo que ha confirmado de forma contundente los beneficios de los mecanismos económicos identificados por el estudio en Therwil.


El centro agroecológico gestionado por el Movimiento Tet Kole en Haití produce cientos de semillas que se transmiten a los agricultores locales. Foto Rodrigo Durão_Brasil de Fato

En un artículo reciente, SWISSAID concluyó que “tras cinco años de transición, los agricultores que participan en el proyecto CROPS4HD han reducido masivamente sus gastos en insumos externos”. Este proyecto apunta a mejorar la calidad de los alimentos y la resiliencia agrícola en general mediante el aprovechamiento de cultivos “huérfanos”, o infrautilizados, pero que de todas maneras responden muy bien en ambientes marginales y además poseen un alto valor nutricional.

El análisis económico revela que, paradójicamente, las explotaciones convencionales tienen los costos de producción por hectárea más elevados debido a su dependencia de fertilizantes y pesticidas químicos, lo que confirma la trampa económica de las ganancias desmedidas de la agroindustria. SWISSAID explica que la producción ecológica redistribuye los beneficios entre los agricultores, no entre los accionistas de las transnacionales y las empresas agropecuarias que cotizan en la bolsa. En el caso de Tanzania, las explotaciones que más han avanzado en el proceso de transición agroecológica resultan de menores costos y mayores ingresos netos, lo cual confirma que el relativo menor rendimiento de un 15% se ve ampliamente compensado por los beneficios que quedan en manos de los productores. Esta reapropiación económica va acompañada de una diversificación estratégica: el proyecto desarrolla especies “huérfanas”, es decir con poco o ningún mejoramiento vegetal y sin perspectiva actual de exportación, pero muy importantes para la soberanía alimentaria local, como el amaranto, el mijo, el fonio y el guisante bambara. De esta manera se han ido creando nuevas cadenas de valor controladas localmente.

Esta relativa independencia productiva no sólo representa una ventaja para el medio ambiente; además constituye una palanca fundamental de una forma diferente de poder económico al servicio de los agricultores directos. En el sistema convencional, a menudo los agricultores son el eslabón débil de una cadena de valor que es más grande que ellos. En consecuencia, quedan sometidos a la volatilidad de los precios de los fertilizantes y pesticidas, un mercado controlado por un puñado de multinacionales, al tiempo que sufren la presión de los supermercados sobre los precios de venta de sus propios productos. Gran parte del valor que estos agricultores generan es capturado por sus proveedores, los procesadores y los distribuidores.


Agricultoras de Tanzania utilizan tecnologías simples para evaluar el crecimiento de productos locales. Foto SWISSAID

En un mundo que se enfrenta con el cambio climático, la erosión de la biodiversidad y la volatilidad de los mercados, los promotores de este proyecto en Tanzania consideran que la resiliencia y la autonomía de los agricultores ya no son opciones, sino imperativos. Sobre todo, en los países más vulnerables del Sur, donde cada perturbación de las cadenas de suministro agrava la inseguridad alimentaria de la población.

Las descalificaciones se derriten. El mito que asimila lo orgánico con mayores costos empieza a desvanecerse. Y lo orgánico se proyecta no solo como algo saludable y defensor del medioambiente, sino también como accesible para la economía popular.

06/08/2025

MAHAD HUSSEIN SALLAM
Delegar sin resolver: cómo las grandes potencias externalizan sus crisis


 Mahad Hussein Sallam (bio), Mediapart,  1-8-2025
Traducido por Tlaxcala

Externalizar fronteras, prisiones, guerras: las grandes potencias delegan la gestión de las crisis a regímenes autoritarios, empresas privadas y milicias. Esta estrategia aleja la democracia del debate y la responsabilidad, malvende sus principios y sale cara a los ciudadanos y a los más vulnerables. Un cambio histórico hacia un poder distante, que huye de sus propias consecuencias.

Ante los grandes retos, como la migración, la seguridad, la justicia, los conflictos armados y la política exterior, las grandes potencias ya no reparan, transfieren.

Subcontratación a regímenes autoritarios, externalización a zonas grises, devolución a periferias lejanas: todo se decide lejos de la mirada de los ciudadanos, lejos de los derechos. En nombre de una eficacia tecnocrática, los Estados abandonan lo esencial, hasta poner en peligro los propios fundamentos de la democracia. Porque, a fuerza de delegar, renuncian a gobernar. A fuerza de huir de la responsabilidad, socavan el contrato democrático.

Este texto cuestiona una estrategia global de abandono político, en la que la externalización y la transferencia se convierten en un modo de gobernanza. Un modo de negación.


Los gobiernos de la urgencia y el olvido de la política

Desde hace más de una década, se ha impuesto una consigna en la gestión de las grandes crisis contemporáneas, como las migraciones, la seguridad, la justicia y la guerra: delegar en lugar de resolver.

Ante el vertiginoso avance de la historia, los Estados, especialmente en Europa, pero también en otras partes del Norte global, adoptan un reflejo que se ha convertido en doctrina: subcontratar. Transferir la carga, externalizar la responsabilidad, deslocalizar las consecuencias. En lugar de abordar las causas profundas, los conflictos, las desigualdades estructurales, el cambio climático, las fracturas poscoloniales, las potencias prefieren confiar la gestión del caos a otros: terceros países a menudo autoritarios, dictaduras, empresas privadas sin mandato democrático, milicias locales, agencias alejadas del control ciudadano.

Estas gobernanzas de emergencia, disfrazadas de pragmatismo, se liberan de la política. Evitan el debate, eluden la soberanía popular y banalizan una forma de gestión por delegación que vacía de sentido a las instituciones.

Presentada como una solución «eficaz», esta estrategia es sobre todo una elusión de la responsabilidad. Y, en el fondo, una desarticulación silenciosa del proyecto democrático. Detrás de esta estrategia se esconde una lenta desintegración de nuestro ideal democrático, invisible, pero muy real.

¿Qué pasa con una democracia cuando externaliza el ejercicio de su soberanía?

Esta es la pregunta central, la que incomoda pero hay que plantear: ¿qué queda de una democracia cuando delega el ejercicio mismo de su soberanía?

Cuando la decisión, la coacción y el control ya no pertenecen al espacio público, sino a actores externos a menudo desconocidos, opacos y no elegidos, ¿qué valor tiene aún el principio del gobierno por y para el pueblo?

Este texto explora tres ámbitos en los que esta desarticulación del poder democrático se ha convertido en un sistema:

• la gestión migratoria, transformada en una operación logística externalizada, a menudo subcontratada por regímenes autoritarios o a estructuras privadas sin mandato político;

•        la justicia penal y penitenciaria, cada vez más delegada a operadores mercantiles o a territorios de excepción donde el Estado de derecho es discreto;

• la seguridad y los conflictos armados, donde la privatización de las misiones soberanas y la delegación a actores no estatales crean zonas de irresponsabilidad política.

En todos los casos se observan los mismos síntomas: opacidad creciente, abusos documentados pero impunes, ineficiencia estructural y, sobre todo, una ruptura radical con el sentido mismo de la acción política.

Tras la fachada de la eficacia tecnocrática, se instala una soberanía vaciada de su contenido democrático. Una soberanía sin pueblo, sin debate, sin control.

Migración: externalizar las fronteras, invisibilizar el exilio y negar los fundamentos mismos de los derechos humanos.



El acuerdo UE-Turquía de 2016: la matriz del cinismo europeo

Marzo de 2016. Entre los aplausos ahogados de Bruselas, la Unión Europea sella un pacto con Ankara. Objetivo declarado: «frenar los flujos migratorios». Objetivo real: disuadir, rechazar, invisibilizar.

A cambio de 6000 millones de euros, promesas sobre visados y una vaga esperanza de reanudar las negociaciones de adhesión, Turquía se compromete a readmitir a todos los migrantes «irregulares» que lleguen a las costas griegas. Donald Tusk, entonces presidente del Consejo Europeo, lo considera un compromiso «justo y equilibrado».

La realidad es muy diferente: un mercado de tontos, en el que Europa cambia sus exigencias en materia de derechos por la subcontratación de su humanidad. Rápidamente, Recep Tayyip Erdoğan transforma el acuerdo en un instrumento de chantaje, amenazando con «abrir las compuertas» para doblegar a Bruselas a sus intereses geopolíticos.

Tras el lenguaje diplomático, se produjo una ruptura: la externalización de la gestión de la crisis migratoria se convierte en norma, la soberanía se convierte en transacción, la dignidad se convierte en variable de ajuste. Este pacto, lejos de ser un caso aislado, se convierte en el modelo reproducible de una renuncia asumida.

Una estrategia sistémica: acuerdos migratorios con los autócratas

Libia: más de 700 millones de euros pagados entre 2017 y 2023 a guardacostas acusados de violencia, extorsión y esclavitud. Los exiliados interceptados en el mar Mediterráneo son devueltos a campos de detención denunciados como “zonas sin ley” por la ONU.

Túnez: apenas firmado, en 2023, un memorando de acuerdo con Kaïs Saïed (105 millones de euros para “prevenir las salida”), migrantes subsaharianos son abandonados en pleno desierto, al borde de la muerte.

Egipto: en marzo de 2024, Bruselas compromete 7400 millones de euros con el régimen de Abdel Fattah al-Sisi. Oficialmente para la “estabilidad”. Extraoficialmente para comprar el cese de las salidas. Todo ello mientras decenas de miles de presos políticos se pudren en las cárceles egipcias.

Sudán: sin acuerdo oficial, fondos europeos transitan a través de ONG hacia zonas controladas por las milicias de las Fuerzas de Apoyo Rápido, dirigidas por Hemedti, acusado de crímenes contra la humanidad.

Ya no es una política, es un sistema globalizado de delegación de la inhospitalidad. Una diplomacia migratoria construida sobre violaciones de derechos, a golpe de cheques y silencio cómplice.


Ruanda: laboratorio del asilo externalizado

Allí, lejos de las miradas europeas, se ha cruzado una nueva línea. El Reino Unido y Dinamarca han firmado un acuerdo con el régimen de Paul Kagame: los solicitantes de asilo rechazados serán enviados a Kigali, a un país donde la prensa está amordazada, la oposición silenciada y los contrapoderes ausentes.

Oficialmente: un país estable. Extraoficialmente: un Estado autoritario convertido en centro de asilo deportado.

«El asilo ya no es un derecho. Es una variable de ajuste geopolítico», alerta Amnistía Internacional.

Delegar la hospitalidad: la ética invertida

El mecanismo ya está bien engrasado: pagar para no acoger, cooperar para deshacerse mejor, negociar a costa de vidas humanas.

 El costo moral, por su parte, es invisible pero profundo:

• Las causas profundas de las migraciones, los conflictos, el calentamiento global y la miseria estructural no se resuelven ni se contienen. Peor aún: a menudo se ven agravadas por las propias políticas de las potencias que pretenden combatirlas.

Y lo más cínico es que los refugiados que han huido de la represión, la guerra o la ausencia de Estado de derecho se ven entregados a los mismos regímenes que abandonaron por falta de democracia, libertad y protección.

• Los exiliados se convierten en mercancías, objetos de trueque entre cancillerías.

•        Las sociedades europeas se hunden en la negación, se mecen en un fantasma de control mientras la extrema derecha prospera gracias a este mecanismo de rechazo.

Externalizar las fronteras es negarse a ver lo que se produce: vidas impedidas, derechos pisoteados, una democracia en retroceso. Es desplazar el exilio para olvidar mejor lo que dice de nosotros.


Justicia y represión: la pena de prisión como servicio deslocalizado

Las prisiones en el extranjero: cuando Europa externaliza a sus condenados

Lo que los Estados se niegan a asumir en su propio territorio, lo exportan. Es la nueva frontera de la penalidad contemporánea: externalizar el encierro.

Noruega, 2015. El Gobierno alquila 242 plazas en la prisión holandesa de Veenhuizen. Se supone que allí se aplica la legislación noruega, pero el personal es holandés, al igual que las paredes. La justicia se convierte en un servicio, ajustado por contrato.

Dinamarca, 2021. Se va un paso más allá: 210 millones de euros para trasladar a 300 migrantes condenados a una prisión de Kosovo. El trato es claro: deshacerse de estos presos «indeseables» del territorio nacional.

Suecia, 2025. El Gobierno anuncia su intención de subcontratar parte de su sistema penitenciario a otros países de Europa.

Bélgica, ya pionera entre 2010 y 2016, gastó 300 millones de euros en alquilar 650 celdas en los Países Bajos. Una «asociación» en apariencia, una externalización punitiva en realidad.

Detrás de estas cifras: una lógica gerencial de la pena. El encarcelamiento se convierte en una variable de ajuste presupuestario, un objeto contable, exportable a voluntad. La prisión ya no es un espacio de reinserción o de justicia, sino un almacén humano de geografía modificable.

Externalizar la pena: la doble pena social

El costo humano, por su parte, se ignora:

•    Alejamiento = aislamiento. Los reclusos enviados al extranjero se ven privados de sus vínculos familiares y de todo arraigo social.

•    Reinserción comprometida. ¿Cómo reconstruirse desde una celda a cientos de kilómetros de casa, en otro país, a veces en otro idioma?

•    Ambigüedad jurídica permanente. Entre dos sistemas legislativos, los derechos de los reclusos se vuelven inciertos, discutibles, invisibles.

En este mecanismo, la pena de prisión deja de ser un acto de justicia. Se convierte en un servicio logístico, subcontratado, banalizado. El condenado se convierte en un objeto que circula en un espacio penal desregulado.

Acuerdos de readmisión: la exclusión por contrato

Pero la externalización penitenciaria es solo la punta del iceberg. A un nivel más profundo, los Estados organizan otra forma de delegación punitiva: los acuerdos de readmisión.

Un ejemplo revelador es el de Suiza y Suazilandia (hoy Esuatini). Un acuerdo permite a Berna devolver a Suazilandia a personas consideradas “indeseables”, aunque no sean originarias ni tengan vínculos con ese país.

En la práctica, esto significa expulsiones sin base jurídica sólida hacia un régimen clasificado como autoritario por Freedom House.

En este caso, la «cooperación» no es más que una palabra para encubrir el abandono del derecho. Ya no se juzga, se transfiere. Ya no se protege, se expulsa.

Externalizar la justicia es deshacerse de la propia humanidad. Es gestionar la pena de prisión como un costo, y no como un acto político.

Es, sobre todo, renunciar a la promesa democrática de una justicia equitativa, pública y controlada. Cuando el Estado castiga a distancia, abdica de su responsabilidad. Y el ciudadano se convierte en una partida presupuestaria.


Guerra: conflictos por poderes, violencia externalizada

• Con la bendición de USA, en la noche del 25 al 26 de marzo de 2015, Arabia Saudí lanzó la Operación Tormenta Decisiva en Yemen, con el apoyo de una coalición árabe suní, en lo que ya se anunciaba como una guerra por poderes. Entre bastidores, Mohamed Ben Zayed, humillado por la confiscación de tres islas por parte de Irán, habría declarado: «Iremos a enfrentarnos a los iraníes en Yemen»,  entregando así todo un país a la lógica de un enfrentamiento regional disfrazado de estabilización.

•    En Ucrania, los Estados europeos y los USA suministran armas sin asumir la gestión del posconflicto.

• En el Sahel, las fuerzas francesas se retiran, dejando paso a milicias privadas o a Wagner.

• En Siria, se multiplican las zonas grises de control, sin un mandato claro.

¿Quién responde de los crímenes? ¿Quién vigila? ¿Quién decide? Nadie.

Lo que esta delegación hace a nuestras sociedades:

• Fatiga democrática: las decisiones se toman al margen del debate público.

• Fragmentación: inseguridad, polarización, radicalización.

• Pérdida de sentido: ¿para qué sirve la democracia si ya no protege?

Democracias subcontratadas: ¿el fin de un modelo?

Pensábamos que teníamos la crisis bajo control. En realidad, la hemos exportado.

Hemos construido una política de evasión: cortoplacista, tecnocrática, despolitizada. Un modelo en el que se transfieren los problemas a otros lugares, se compra el silencio, se firma con regímenes autoritarios para “gestionar” lo que ya no queremos ver: migraciones, guerras, prisiones, vidas.

Detrás de cada acuerdo, cada expulsión, cada base subcontratada, hay una renuncia:

•    Renuncia a nuestros principios democráticos.

•    Renuncia a la transparencia y al debate.

•    Renuncia a encarnar el universalismo que proclamábamos.

Pero este cinismo tiene un precio. Un precio colosal, que pagan los propios pueblos y que seguirán pagando.

Miles de millones de euros destinados a externalizar la gestión de las crisis, mientras que, en nuestras ciudades, nuestros campos, nuestros barrios, los servicios públicos se deterioran, la precariedad avanza y las desigualdades se disparan.

Los políticos solo tienen ojos para las citas electorales. E incluso las oposiciones parecen ahora atrapadas en una lógica de marketing político, alejadas de las preocupaciones reales de los ciudadanos. Los proyectos de sociedad parecen un recuerdo lejano.

La democracia se convierte en una cáscara vacía, un eslogan sin práctica.

Lo que hemos subcontratado no es solo la gestión de las crisis.

Es la propia responsabilidad política.

Así que planteemos las verdaderas preguntas:

¿Estamos viviendo un punto de inflexión en nuestra historia?

¿Hemos renunciado a gobernar para no tener que elegir?

¿Y qué queda de una democracia cuando se niega a mirar de frente lo que produce?

Toda crisis que nos negamos a afrontar aquí, que transferimos, invisibilizamos, externalizamos, siempre acaba volviendo. Pero esta vez, no como un hecho que hay que gestionar, sino como un recuerdo doloroso, vuelto contra nosotros, contra nuestros principios, contra nuestra propia sociedad.



 

 

 

JORGE MAJFUD
Hiroshima y Nagasaki: 80 aniversario del mayor atentado terrorista de la historia


Jorge Majfud, 6-8-2025

El número de Time del 13 de agosto de 1945 cita a Truman: “hace dieciséis horas un avión estadounidense lanzó una bomba sobre Hiroshima, una importante base del ejército japonés. Esa bomba tenía más poder que 20.000 toneladas de TNT… Es una bomba atómica. Es un beneficio del poder básico del universo; lo que se ha hecho es el mayor logro de la ciencia en su historia… […] ahora estamos preparados para destruir más rápida y completamente todas las empresas productivas que los japoneses tienen sobre su suelo… si no aceptan nuestros términos, pueden esperar otra lluvia de fuego, como nunca se ha visto en esta tierra”. 


En Londres, Winston Churchill también se refirió a estas proezas de la ciencia: “debemos orar para que este horror conduzca a la paz entre las naciones y que, en lugar de causar estragos inconmensurables en todo el mundo, se conviertan en la fuente perenne de la prosperidad mundial”.

En su portada del 20 de agosto, la misma revista recibía al lector con un gran disco rojo con fondo blanco y una X que tachaba el disco. No era la primera bomba atómica de la historia arrojada sobre una población de seres humanos sino el sol o la bandera de Japón. En la página 29, un artículo bajo el título de “Awful Responsability” (“Una responsabilidad terrible”) el presidente Truman trazaba las líneas de lo que iba a ser más tarde el pasado. Como un buen hombre de fe siempre que es colocado por Dios en el poder, Truman reconoció: “Le damos gracias a Dios porque esto haya llegado a nosotros antes que a nuestros enemigos. Y rezamos para que Él nos pueda guiar para usar esto según Su forma y Sus propósitos”. En la inversión semántica de sujeto-objeto, por “esto” se refiere a la bomba atómica que “nos ha llegado”; por “nuestros enemigos”, obviamente, se refiere Hitler e Hirohito; por “nosotros”, a nosotros, los protegidos de Dios.

En realidad, la barbarie de fuego había comenzado mucho antes. El general LeMay había sido el cerebro que planificó el bombardeo de varias ciudades de Japón, como Nagoya, Osaka, Yokohama y Kobe, entre febrero y mayo de 1945, tres meses antes de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki.

En la noche del 10 de marzo, LeMay ordenó arrojar sobre Tokio 1500 toneladas de explosivos desde 300 bombarderos B-29. 500.000 bombas llovieron desde la 1:30 hasta las 3:00 de la madrugada. 100.000 hombres, mujeres y niños murieron en pocas horas y un millón de otras personas quedaron gravemente heridas. Un precedente de las bombas de Napalm, unas gelatinas de fuego que se pegaban a las casas y a la carne humana fueron probadas con éxito. “Las mujeres corrían con sus bebés como antorchas de fuego en sus espaldas” recordará Nihei, una sobreviviente.

Cuando la guerra estaba decidida y acabada, una semana después de las bombas atómicas, cientos de aviones estadounidenses regaron con otras decenas de miles de bombas diferentes ciudades de Japón dejando otro tendal de miles de víctimas prontas para el olvido. El general Carl Spaatz, eufórico, propuso arrojar una tercera bomba atómica sobre Tokio. La propuesta no prosperó porque Tokio ya había sido reducida a escombros mucho tiempo atrás y sólo quedaba en los mapas como una ciudad importante.

El Japón imperial también había matado decenas de miles de chinos en bombardeos aéreos, pero no eran los chinos lo que importaban por entonces. De hecho, nunca importaron y hasta fueron prohibidos en Estados Unidos por la ley de 1882. El mismo general Curtis LeMay repetirá esta estrategia de masacre indiscriminada y a conveniente distancia en Corea del Norte y en Vietnam, las que dejarán millones de muertos civiles como si fuesen hormigas. Todo por una buena causa (libertad, democracias y derechos humanos).

Poco después de los incontables bombardeos sobre civiles inocentes e indefensos, el heroico general LeMay reconocería: “si hubiésemos perdido la guerra, yo hubiese sido condenado como criminal de guerra”. Por el contrario, al igual que el rey Leopoldo II de Bélgica y otros nazis de Hitelr promovidos a altos cargos de la OTAN, LeMay también fue condecorado múltiples veces por sus servicios a la civilización, entre las que se cuentan la Légion d’honneur, otrogada por Francia.


Nada nuevo. La narratura de los hechos no es sólo para consumo nacional. Se exporta. En el puerto de Shimoda, un busto del comodoro Matthew Perry recuerda y recordará, por los siglos por venir, el lugar y la fecha en que el capitán americano liberó el comercio de Japón en el siglo XIX a fuerza de cañón e hizo posible la voluntad del dios de esos cristianos tan particulares. Un siglo después, en 1964, el mismo gobierno de Japón le otorgó la Orden del Sol Naciente al general Curtis LeMay por sus servicios a la civilización. ¿Cuál fue su aporte? El general LeMay innovó las tácticas militares durante la Segunda Guerra mundial bombardeando de forma indiscriminada media docena de grandes ciudades japonesas en 1945. Meses antes de las célebres bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, sólo en una noche murieron cien mil civiles en Tokio bajo una lluvia de otras bombas estadounidenses. LeMay reconoció: “No me molesta matar japoneses”.

Claro que no todo fue a su gusto. Años después, le recomendó al joven inexperiente, el presidente Kennedy, lanzar algunas bombas atómicas sobre La Habana como forma de prevenir un mal mayor. Kennedy no estuvo de acuerdo. Un par de décadas más tarde, en una de las primeras conversaciones sobre el tema Cuba, Alexander Haig, nuevo Secretario de Estado, le dijo al presidente Ronald Reagan: “Sólo deme la orden y convertiré esa isla de mierda en un estacionamiento vacío”.

En 1968, el general Curtis LeMay será el candidato a la vicepresidencia por el partido racista y segregacionista llamado Partido Independiente de Estados Unidos. Para ser un tercer partido, recibió un respetable 13,5 por ciento de los votos. En 2024 pudo haber ganado fácilmente dentro del partido Demócrata-Republicano.

Luego del mayor acto terrorista de la historia, los gobiernos de Japón no ahorrarán en pedidos de perdón por el crimen de haber sido bombardeados en todas las formas posibles y sin piedad.



05/08/2025

SARAH B.
Con el rifle en una mano y el evangelio en la otra
Cómo extremistas evangélicos y exmiembros de las fuerzas especiales yanquis secuestraron el humanitarismo en Gaza

 

En Gaza, el humanitarismo ha sido cooptado por cruzados armados con rifles, exorcismos y una misión divina para rehacer el campo de batalla a imagen y semejanza de Dios

Sarah B.DD Geopolitics , 31-7-2025
Traducido por  
Tlaxcala


Escucha resumen audio (7:20)

ÍNDICE

I. El regreso de la cruzada…………………………………………………………..2
II. Una nueva raza de mercenarios: conoce a los cruzados……………….4

III. La doctrina de la redención……………………………………………………15

IV. Los niños: la lucha contra la trata como tapadera………………………20

V. Gaza: un campo de batalla por el alma………………………………………22

VI. Más allá de Gaza, una red de dominio……………………………………….25
VII. La sombra de la conspiración y los frentes de inteligencia…………..28

VIII. Conclusión: la militarización de la fe……………………………………….30


RESUMEN

El informe examina la situación en Gaza durante el verano de 2025, donde la ayuda humanitaria ya no se percibe como tal. En los principales centros de distribución, gestionados por la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF), contratistas usamericanos armados de UG Solutions están presentes con rifles M4, granadas aturdidoras y botes de gas lacrimógeno. Además, se menciona que antes de cada turno, grupos de exmilitares de la Fundación Sentinel realizan oraciones de "guerra espiritual" para vencer el "caos demoníaco", lo que contextualiza la situación como una "guerra espiritual" donde Gaza es el campo de batalla.

El documento está estructurado en las siguientes secciones principales, que detallan los aspectos clave de esta "cruzada":

I. El regreso de la cruzada: Describe cómo el humanitarismo en Gaza se ha transformado en una cruzada militarizada y evangelizadora, cada vez más entrelazada con la infraestructura de inteligencia usamericana.

II. Una nueva raza de mercenarios: conoce a los cruzados: Presenta a las figuras clave que dominan el panorama de la ayuda en Gaza, como Matthew Murphy (Fundación Sentinel), Philip Reilly (SRS) y Jameson Govoni (UG Solutions), destacando su mezcla de fe, poder militar y política exterior.

III. La doctrina de la redención: Profundiza en la cosmología de estos actores, donde Gaza es vista como un campo de batalla entre el orden divino y el caos demoníaco, y cómo la teología de la guerra espiritual se convierte en el manual de instrucciones para sus operaciones.

IV. Los niños: la lucha contra la trata como tapadera: Analiza cómo la narrativa de la prevención del tráfico de niños se utiliza para enmascarar posibles agendas y la militarización de la ayuda.

V. Gaza: un campo de batalla por el alma: Describe la Franja de Gaza como una zona de conquista espiritual, donde los centros de ayuda son custodiados por contratistas privados con antecedentes evangélicos y militares.

VI. Más allá de Gaza, una red de dominio: Explora la extensa red global de grupos de seguridad evangélicos, vinculados a servicios de inteligencia y privatizados, que han infiltrado el trabajo humanitario y de lucha contra el tráfico en varios continentes.

VII. La sombra de la conspiración y los frentes de inteligencia: Aborda cómo el ecosistema ideológico de estos grupos está impregnado de conspiraciones y una teología militarizada de la salvación.

VIII. Conclusión: la militarización de la fe: Concluye que la situación en Gaza es un proyecto de fe armado disfrazado de ayuda humanitaria, con graves implicaciones internacionales y poca supervisión.

El documento sugiere que esta situación no es una conspiración, sino un sistema de creencias donde la violencia puede purificar, la fe autoriza la fuerza y la ley se subordina a una vocación divina, transformando la ayuda en una guerra por otros medios.



04/08/2025

RICARDO MOHREZ MUVDI
¿Qué secreto esconde la avalancha de reconocimientos al Estado de Palestina?

Ricardo Mohrez Muvdi, Resumen Latinoamericano, 3-8-2025

Ricardo Mohrez Muvdi, Bogotá, es miembro presidente de la Unión Palestina de América Latina (UPAL) y presidente de la Fundación cultural colombo -palestina.

En las últimas semanas, una oleada de países —España, Noruega, Irlanda, Eslovenia, entre otros— ha anunciado con bombo y platillo su reconocimiento al Estado de Palestina. Para algunos, esto representa un hito histórico. Para otros, una victoria moral tras décadas de ocupación y sufrimiento. Pero detrás de estos gestos diplomáticos se esconde una estrategia mucho más compleja. La pregunta es inevitable: ¿Qué intereses reales están detrás de esta repentina avalancha de reconocimientos?


Miki y Duarte

¿Un Estado palestino… o una salida para Occidente?

En primer lugar, hay que entender que estos reconocimientos no surgen en el vacío. Se producen en medio de una guerra genocida contra Gaza, donde Israel ha fracasado en su intento de eliminar a la resistencia palestina, en particular a Hamás. Ni con bombas, ni con hambre, ni con desplazamientos forzados ha logrado someter a un pueblo que resiste con dignidad.

Ante ese fracaso, Occidente —y especialmente Estados Unidos y Europa— buscan un “Plan B”. Ya no pueden sostener la narrativa de que Israel está “defendiéndose”. Necesitan ofrecer una alternativa que mantenga el control político, desactive la resistencia y calme la presión social interna. Ahí es donde entra el reconocimiento al “Estado palestino”.

Pero hay truco. Porque el Estado que se reconoce no tiene fronteras, ni ejército, ni soberanía sobre su territorio. No controla su espacio aéreo ni marítimo. No puede garantizar la seguridad de sus ciudadanos ni tiene unidad política. Es, en esencia, un fantasma administrativo bajo ocupación. Y eso no es un verdadero Estado.

Un lavado de imagen para Europa

Estos reconocimientos también sirven para limpiar la conciencia de Europa. Luego de meses de complicidad con el genocidio —ya sea con silencio, apoyo militar o sanciones selectivas contra la resistencia— ahora intentan equilibrar la balanza con un gesto simbólico. Hablan de “dos Estados” como si aún fuera una opción viable, cuando en realidad Israel ha fragmentado y colonizado tanto el territorio que esa fórmula se ha vuelto impracticable.

Se reconoce un “Estado palestino” pero no se sanciona a Israel, ni se corta la venta de armas, ni se detiene la expansión de asentamientos. Es decir, se legitima una solución diplomática sin modificar las condiciones materiales de la ocupación.

¿Y si el verdadero objetivo es reemplazar a la resistencia?

Otro elemento preocupante es a quién se reconoce. La mayoría de estos países siguen considerando a la Autoridad Palestina como el “gobierno legítimo” del pueblo palestino, a pesar de su falta de representatividad, su corrupción interna y su colaboración con la ocupación.

¿Estamos ante un intento de reorganizar el liderazgo palestino desde fuera, excluyendo a los movimientos de resistencia como Hamás o la Yihad Islámica? ¿Se busca crear un Estado artificial, obediente, que administre la ocupación sin cuestionarla?

Si es así, la avalancha de reconocimientos sería menos una muestra de solidaridad y más una maniobra geopolítica para neutralizar la lucha del pueblo palestino.

La trampa del Estado ficticio

Hay un riesgo enorme en que el mundo empiece a hablar de Palestina como un “Estado reconocido” cuando en la práctica sigue siendo una nación ocupada, colonizada y bloqueada. Esa ficción legal puede usarse para congelar el conflicto, desactivar denuncias internacionales y responsabilizar a las propias víctimas de su situación.

En ese escenario, se transforma la causa palestina de una lucha anticolonial legítima en una disputa burocrática entre “dos gobiernos”. Se borra la historia, se invisibiliza el apartheid y se apaga la voz de los mártires.

Conclusión

La avalancha de reconocimientos no es gratuita, ni desinteresada, ni revolucionaria. Es parte de un reajuste político global ante el desgaste moral de Occidente y el ascenso de la resistencia palestina. Puede ser útil diplomáticamente, sí, pero no debemos dejarnos engañar: la verdadera liberación no vendrá de las cancillerías, sino de la determinación del pueblo palestino, en Gaza, en Cisjordania, en el exilio y en la diáspora. Mientras no se desmantele el régimen sionista de ocupación, ningún reconocimiento será completo. Y mientras la sangre siga corriendo en Gaza, ningún gesto simbólico bastará.