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24/12/2024

LUCA CELADA
El plan de Silicon Valley para apoderarse del Estado
El irresistible (¿o resistible?) ascenso de los broligarcas

USA: Una plutocracia “armada” y extremista está a punto de apoderarse de la mayor superpotencia mundial

Luca Celada, il manifesto, 17/12/2024

Traducido por María Piedad Ossaba, Tlaxcala 

Luca Celada es corresponsal en Los Ángeles del diario italiano il manifesto

Esta semana, Jeff Bezos, de Amazon, Sam Altman, de Open AI, y Mark Zuckerberg anunciaron donaciones de un millón de dólares cada uno como contribución a la ceremonia de investidura de Donald Trump el 20 de enero. Los magnates digitales han sido atacados a menudo por Trump, quien todavía hace unas semanas afirmó que Zuckerberg, en particular, debería «ir a la cárcel» por censurar opiniones de derechas en sus plataformas. Tras su victoria, hubo prácticamente una procesión desde Silicon Valley para hacer un acto de sumisión. La semana pasada, el jefe de Meta había volado a Mar a Lago para reunirse con Trump, Bezos tiene una cita en los próximos días.

Muchos otros plutócratas son una presencia fija en la corte giratoria que gira en torno al presidente que regresa desde las elecciones de noviembre. Muchos de los numerosos magnates que han contribuido generosamente a su reelección han sido puntualmente recompensados con nombramientos en ministerios. Entre ellos se encuentra su pariente político Charles Kushner, padre de su yerno Jared, que primero fue indultado en 2020 [ había sido condenado por malversaciones fiscales], y luego honrado con el cargo de embajador en Francia.

(Otro nombramiento «dinástico» es el de la (posiblemente ex) prometida del primogénito Donald Jr, Kimberley Guilfoyle, como nueva embajadora en Grecia, mientras que se espera que su nuera, Lara Trump, debería pasar del comité central del Partido Republicano al Senado).

Entre los ministros con carteras opulentas (cada uno con una riqueza estimada en más de 1.000 millones de dólares) están Linda McMahon en Educación Pública, Scott Bessent, en Hacienda, Doug Burgum en Interior, Howard Lutnick en Comercio, Jared Isaacman, director de la NASA, y Steve Witkoff -socio de Trump en una nueva empresa de criptomonedas, World Liberty Financial- como enviado especial a Oriente Medio.

Además de crear otro flagrante conflicto de intereses para el nuevo presidente, la entrada de la familia en la producción de “Trump coin” es el último indicio de una creciente asociación entre Trump y el nuevo capitalismo incubado en Silicon Valley. Los magnates de Silicon son fantásticamente ricos, y para Trump la riqueza siempre ha sido un ostentoso símbolo de éxito. Según un reciente artículo del New York Times, le gusta exhibir a sus nuevos socios políticos como trofeos en su palacio kitsch. «He traído a dos de los hombres más ricos del mundo», habría dicho recientemente, según el Times, presentándose en una reunión de periodistas en compañía de Elon Musk y el consejero delegado de Oracle, Larry Ellison. «¿A quién habéis traído?».

Encarna la influencia de los aceleracionistas de Silicon Valley en la restauración de Trump el propio Musk, a quien, como es bien sabido, se le ha otorgado, junto a otro multimillonario, Vivek Ramaswami, un puesto central como administrador del «departamento de efficiencia gubernamental» (DOGE). Musk tendría, sin embargo, mayor libertad de acción, incluso sobre la composición del propio cuadro gubernamental, en el que trabajarían, en Florida, numerosos colaboradores 'prestados' por sus empresas.

Entre las figuras clave estaría Jared Birchall, director de Neuralink, la empresa encargada de los implantes neurológicos, pero también administrador de las finanzas personales del magnate y, en general, su mano derecha, a cargo de las negocios  familiares,  de la fundación, así como de los bienes inmuebles, los viajes y la seguridad de Musk. A estas tareas se han añadido ahora las conversaciones con posibles funcionarios del Departamento de Estado. El hecho de que Birchall no tenga experiencia en negocios internacionales no se considera, evidentemente, un problema en una selección que, al igual que para los demás departamentos, parece centrarse principalmente en las afinidades ideológicas y la lealtad de los candidatos al presidente.

Otro asesor, esta vez para seleccionar al personal de inteligencia, es Shaun Maguire, una figura de Caltech que se hizo multimillonario como socio de Sequoia, uno de los principales fondos de inversión de Silicon Valley y (no hace falta decirlo) amigo de Elon Musk, con quien comparte el culto, tan de moda en el Valley, del genio díscolo e inadaptado, quizá incluso un poco misántropo, pero aun así brillante.

En otras palabras, muchas de las decisiones destinadas a dar forma al gobierno Trump bis están en manos de una facción ideológica de «meritócratas» extremistas, por no decir teóricos «darwinistas» del triunfo de los mejores sobre los mediocres. Otro “asesor” fijo en Palm Beach, por ejemplo, es Marc Andreesen, el multimillonario fundador de Netscape y uno de los principales ideólogos de la oligarquía neorreaccionaria, es un ferviente defensor del liberalismo radical y de la mínima interferencia del Estado en los asuntos empresariales.

Gracias a su alianza estratégica con Trump, una asociación que solo maduró realmente en las fases finales de la campaña electoral, este pequeño grupo de empresarios radicalizados por el éxito de los oligopolios de Silicon Valley, tiene ahora la oportunidad de trasladar las filosofias de la gestión (y la eugenesia) al aparato estatal. Musk, por ejemplo, ha expresado en repetidas ocasiones la idea de que la inmigración debería gestionarse como una campaña de selección de «un club deportivo», obligado a seleccionar a los mejores jugadores y descartar a los perdedores, los «losers» que que él y Trump tanto detestan.

Pero la principal obsesión de Musk es el recorte del gasto público, contra el que despotrica incesantemente en X post como fuente de inflación y de déficits  presupuestarios insostenibles. Estos son los temas clásicos de la filosofia económica conservadora que la derecha del silicio ha imbuido, sin embargo, de un celo casi religioso. Y llama la atención cómo una facción que hasta hace poco habría sido considerada fanáticamente extremista, ha ascendido a una posición de tanto poder casi extemporáneamente. La propia creación del superministerio de Musk se produjo «en directo» durante la retransmisión grabada por los dos hombres de X, tras el fallido intento de asesinato  de Trump en julio.

«Para reducir la inflación, tenemos que reducir el gasto público en todos los ámbitos», señaló en aquella conversación el propietario de Space X (que recauda miles de millones en contratos espaciales públicos). «¿Qué te parece, Donald, una comisión especial sobre efficiencia gubernamental? Yo estaría dispuesto a presidirla». «¡Genial, me vendría muy bien alguien como tú, que no se acobarda, como aquella vez que hicieron huelga en esa empresa tuya y los despediste a todos en el acto!». (Risas).

Musk y Ramaswamy no pierden la oportunidad de señalar que las principales fuentes de gastos superfluos son programas como la asistencia alimentaria a familias necesitadas, las pensiones y la sanidad.  «Al principio, puede causar algunas molestias», admite Musk sobre el temido remedio (el recorte de 2 billones de dólares del gasto público, lo que equivale a más de un tercio del presupuesto del Estado), “pero a la larga, será mejor para todos”.

«Veremos qué pasa», afirmó Trump a este respecto. «Van a ser unos meses interesantes. Pero el país está atascado de reglamentaciones y de personas innecesarias que podrían ser más productivas en el sector privado.» Ahora, con una influencia sin precedentes, los «broligarcas» de Silicon Valley están a punto de meter mano en el aparato de protección social como se haría con una filial recién adquirida, con la intención de aplicar una colosal reforma «empresarial».

Las fortunas acumuladas por la plutocracia actual invitan a comparaciones con la ‘Edad Dorada” de principios del siglo XX, cuando la riqueza estratosférica de los Rockefeller, los Vanderbilt y las grandes familias industriales y bancarias subrayaba la abismal desigualdad con las clases económicas subalternas. Pero la influencia política, por notable que fuera, de aquellos «barones ladrones» palidece ante la situación actual.

Aquella época fue el preludio de una temporada de enorme conflicto social en el país, y de la creación, bajo Franklin Roosevelt, de la red social (sanidad y pensiones) que aún existe actualmente. Hoy, sin embargo, las tensiones producidas por la globalización y la desigualdad social rampante han producido, al parecer, un gobierno controlado directamente por los monopolios más gigantescos generados por el capitalismo neoliberal, que, en alianza con un demagogo populista, y las partes más reaccionarias de la derecha ideológica, se disponen a desmantelar ese pacto social.

Todo ello desafiando un flagrante conflicto de intereses por parte de las corporaciones que, de hecho, se encargan de desmantelar las agencias federales encargadas de regularlas. Las primeras cabezas que la industria tecnológica querría ver rodar son las de Lina Kahn, arquitecta  en la Comisión Federal de Comercio (FTC) de la campaña antimonopolio que recientemente llevó a Google y Amazon a los tribunales, y Elizabeth Warren, la senadora de Massachusetts que como presidenta de la autoridad de protección del consumidor es una de las voces más invariablemente de izquierdas contra las extralimitaciones corporativas (Andreesen ha pedido específicamente que la «supriman»).

Sin embargo, no se trata solo de asegurarse los servicios de una administración amiga (aunque con un negociante como Trump, estos estarán prácticamente asegurados). La diezmación del «Estado profundo» prometida por Trump como dispositivo de agregación populista antisistema es, para la plutocracia militante de Silicon Valley, un objetivo ideológico que Musk persigue con especial fervor.

En su reciente libro, «Character Limit», Kate Conger y Ryan Mac retrasan lo que sucedió en los días posteriores a la compra de Twitter por Musk. Una sucesión de despidos, destituciones comunicadas por correo electrónico, jefes de departamento convocados por sorpresa a los que se les pidió que justificaran la utilidad de su empleo en 60 segundos, indemnizaciones retenidas. Una «reestructuración» económica convertida en un teatro de la crueldad, basado en la humillación ritual y punitiva. Un terreno de fuerte afinidad entre Musk y Trump, dueño ya de un programa de tele-realidad cuyo eslogan era «You're Fired!» (¡Estás despedido!). 

La liquidación del 80% de los empleados “sin consecuencias” para la empresa (a no ser que se quiera contar la destrucción de una plataforma reducida a megáfono de desinformación y propaganda), ha convertido a Musk en una especie de héroe anarcocapitalista para un nutrido grupo de seguidores. Y es esta misma receta la que muchos esperan de él para diezmar de una vez por todas al “Estado profundo”. En las últimas semanas, Musk ha sido visto a menudo en compañía de otro socio, Steve Davis, uno de los directivos de la Boring Company (la empresa de excavaciones del grupo Musk). Según el Times, Davis, especializado en reducción de costes, también ha entablado conversaciones con otros expertos para «optimizar el presupuesto federal». Es probable que él también desempeñe un papel destacado en el nuevo ministerio de DOGE. 

Puede que no sea posible reproducir los recortes del 80% de Twitter, pero incluso la paradójica reducción de casi el 50% del gasto público que está ventilando Musk representaría una apoteosis catastrófica de la guerra de los ricos contra los pobres. Para preparar el terreno, la campaña, amplificada por Musk, para vilipendiar a los «gorrones» de las subvenciones públicas, y por la «liberación» de las empresas de las «burocracias sofocantes» ya ha comenzado en 'X'.

El otro impulso es la privatización, con otro responsable del Team Musk: Shervin Pishevar, director y cofundador de Hyperloop (la empresa de cápsulas supersónicas con varios proyectos en fase experimental). Pishevar escribió sobre la «oportunidad de reimaginar las funciones gubernamentales a la luz de una evolución económica y tecnológica sin precedentes». Una frase que resume los intereses económicos y el mesianismo tecnológico imperantes en Silicon Valley. Según Pishevar, servicios como Correos, la NASA o el sistema penitenciario «se beneficiarán enormemente del ingenio del sector privado». Todo en aras de crear un «futuro alineado con la propiedad y la prosperidad». Una característica de los ultra capitalistas es cómo hacen alarde público despreocupadamente de lo que hasta hace poco, y todavía durante el primer mandato de Trump, los partidos propietarios habrían callado y negado públicamente.

Captain X, por Vasco Gargalo

La privatización gradual de los servicios es parte integrante de los programas de muchos gobiernos liberalistas occidentales. Pero los giga-capitalistas ven ahora la oportunidad de completar el trabajo muy rápidamente, adoptando el lema «muévete rápido y rompe cosas». El lema de Mark Zuckerberg, favorecido por los taumaturgos de la tecnología, se aplicaría así al aparato del Estado que hay que «reinventar». Después de todo, incluso el infame Proyecto 2025 se basa en una «guerra relámpago» diseñada para aplastar la resistencia de las instituciones (o terraplenes constitucionales) y blindar el aparato sin dejar tiempo a que la resistencia se organice.

El proyecto de “blitzkrieg” promete invertir en todos los campos, empezando por la investigación, la salud y la educación pública, y en algunos casos ya está muy avanzado. La red de centros de internamiento para inmigrantes en vías de deportación, por ejemplo (más de 200 en el país, y que las deportaciones masivas prometen aumentar considerablemente), ya está subcontratada por el gobierno a empresas del “complejo industrial penitenciario”, empresas como Corrections Corporation of America y Geo Group, pagadas por el preso, y cuya cotización en bolsa se disparó el día de la elección de Trump.

Pero la venerada “disruption” [perturbación] debe, en el proyecto de los “broligarcas”, extenderse a toda la sociedad. Lo que Pishevar define eufemísticamente como la «reestructuración revolucionaria de las instituciones públicas», seguirá el guión familiar de su sabotaje y desfinanciamiento con vistas a su sustitución por empresas de «gestión» y, por tanto, una gigantesca transferencia masiva de fondos públicos a las arcas privadas. Gran parte se aplicará probablemente por decreto, pero en esta ocasión Trump y sus patrocinadores cuentan con las dos cámaras del Parlamento y una supermayoría reaccionaria en el Tribunal Supremo: una convergencia sin precedentes de propósitos y poder.

También en el contexto de la «innovación», una nominación significativa ha pasado en parte desapercibida, la de David Sachs para el puesto inventado de “zar de la criptodivisa y la inteligencia artificial”. Sachs, inversor de capital riesgo y viejo conocido de Musk desde sus tiempos de PayPal, es uno de los sudafricanos que desempeñan un papel más destacado en el ala reaccionaria de Silicon Valley. Roelof Botha (nieto del último ministro de Asuntos Exteriores del régimen del apartheid, Pik Botha) es inversor de Sequoia (el mismo que Shaun Maguire), Patrick Soon-Shiong es el propietario de Los Angeles Times que prohibió el editorial pro-Kamala Harris en su consejo editorial y recientemente anunció un algoritmo de IA para «corregir» el sesgo progresista de sus editores.

De todos los magnates digitales vinculados al hemisferio sur, es sin duda Peter Thiel quien tiene el mayor perfil. Vinculado al think-tank anarcocapitalista Property & Freedom Conference y al Grupo Bilderberg, el magnate, criado en Namibia en el seno de una familia alemana, no sólo es partidario de Trump, sino que ha sido el financista y mentor de la carrera de JD Vance, cuyo nombramiento como vicepresidente patrocinó y garantizó directamente.

También miembro original de la mafia PayPal, Thiel estudió en Stanford, donde fundó el Young Conservative Journal. Famoso por haber teorizado que «la democracia ya no es compatible con la libertad», ahora es la eminencia gris del culto neorreaccionario de Silicon Valley.

El mes pasado, en una entrevista con Bari Weiss, comparó a los ultracapitalistas tecnológicos que llevaron a Trump a la victoria con los combatientes de la resistencia que derribaron al Imperio en “La guerra de las galaxias” (una analogía en la que presumiblemente Biden interpretaría a Darth Vador).

Además de liderar la santa alianza contra “el establishment”, Thiel es el propietario de Palantir, una empresa de análisis de datos e inteligencia artificial con múltiples aplicaciones militares (la compañía debe su nombre a las piedras adivinatorias del mago Sauron en los libros de JRR Tolkien). El control de la inteligencia artificial, como es bien sabido, será crucial para la próxima fase capitalista y geopolítica, por lo que la unión Trump-oligarcas se ha consumado también en la perspectiva de una nueva carrera armamentística de la IA, especialmente con el archirrival chino.

Fundada en 2003, Palantir proporcionó inicialmente redes neuronales y algoritmos para el análisis de datos a agencias de inteligencia y luego a departamentos especiales del ejército. Hoy es líder en aplicaciones militares de IA, que también suministra a numerosos clientes mundiales. Siempre, se dice, los del lado “correcto”. El director general de la empresa, Alex Karp, es un ferviente partidario de Israel y un defensor del nuevo maniqueísmo mundial liderado por los USAmericanos. «Debemos explicar a los usamericanos que el mundo está dividido en dos partes y que una de ellas está dominada por terroristas que tienen la vista puesta en dominar Occidente», afirmó en una reciente conferencia del Instituto Reagan.

En el pensamiento de Karp, la supremacía tecnológica está perfectamente unida a la superioridad moral del Occidente usamericano. Y el supremacismo es inseparable de la lógica de la guerra permanente (que al fin y al cabo se corresponde con el modelo de negocio corporativo). Karp afirma que “los usamericanos son las personas más temerosas, imparciales, menos racistas y bien dispuestas del mundo. Al mismo tiempo, quieren que sepamos que si te levantas por la mañana pensando que vas a hacernos daño, capturarnos como rehenes o enviarnos fentanilo para matarnos en nuestras casas, algo muy malo te va a pasar a ti o a tu primo, a tu amante o a tu familia”.

Los desvaríos del Dr. Insólito de los algoritmos Karp son habituales. «Disponemos de la mejor tecnología y así tiene que seguir siendo», declara en otro vídeo. «No podemos permitirnos equivalencias con nadie porque nuestros adversarios no tienen nuestros escrúpulos morales. Sionista convencido y partidario de Netanyahu, Karp ha puesto la «superioridad moral» de su compañía al servicio de las FDI en la campaña contra Gaza, y puso a prueba su propia inteligencia artificial en el teatro de operaciones ucraniano. En la nueva «pax digital americana» de Karp, el doctor Insólito se encuentra con Terminator en un escenario en el que los cielos «enemigos» están permanentemente pavimentados con satélites Starlink (la filial de Musk ya tiene 6.500 en órbita) y otros muchos armados con misiles. 

Hace quince días, 166 miembros de la ONU votaron a favor de una resolución que pide un tratado sobre armas «inteligentes», los llamados robots asesinos, dotados de «autonomía de decisión». El tratado  es solo una “esperanza piadosa” porque USA se opone a cualquier limitación obligatoria. De hecho, la proliferación de armas inteligentes ya está en marcha y seguirá siendo una de las principales prioridades para la próxima Casa Blanca.

En la sede del nuevo complejo militar-industrial digital de Silicon Valley se trabaja ya a buen ritmo para asegurar la supremacía usamericana también en el espacio y los océanos, por donde ya cruzan “enjambres” de robots-submarinos autónomos, fabricados por otra empresa puntera del sector, Anduril (nombre también tomado de “”El Señor de los Anillos, esta vez la espada de Aragorn). Escenarios cada vez más frecuentes en los que el transhumanismo de los giga-capitalistas vira hacia lo poshumano.

El modelo puede ahora ser definitivamente consolidado por una Casa Blanca en la que la ideología reaccionaria y los intereses industriales se superpondrán infinitamente sin distinción, un gobierno compuesto a partes iguales por ideólogos apocalípticos y fabricantes de armas que tendrán en el Despacho Oval un socio comercial al 100%.

El estado de excepción, las redadas y modificaciones constitucionales por decreto (el fín del derecho de suelo, para empezar, seguido de restricciones radicales a la disidencia) se vislumbran en el horizonte a partir del próximo enero. Detrás de este proyecto hay una facción que, además de la certeza de tener razón, tendrá ahora el poder de aplicarlas  con el pleno apoyo de una presidencia imperial.


22/12/2024

LUCA CELADA
Silicon Valley’s plan to take over the state
The irresistible (or resistible?) rise of the broligarchs

USA: A weaponized and extremist plutocracy is on the verge of taking control of the world’s greatest superpower.

Luca Celada, il manifesto, 17/12/2024

Translated by John Catalinotto, Tlaxcala 

 Luca Celada is the Los Angeles correspondent for the Italian daily il manifesto.

This week, Amazon’s Jeff Bezos, Open AI’s Sam Altman and Mark Zuckerberg announced donations of $1 million each as contributions to Donald Trump’s inauguration ceremony on January 20. Digital moguls have often been under attack by Trump, who until a few weeks ago asserted that Zuckerberg, in particular, should “go to jail” for censoring right-wing views on his platforms. After Trump’s victory, there was a virtual pilgrimage from Silicon Valley to Mar-a-Lago to perform an act of submission. Last week, Meta’s boss flew there for a meeting with Trump; Bezos has an appointment in the next few days.
Many other plutocrats have a permanent presence in the revolving court that has been orbiting around the returning president since the November elections. Among the many tycoons who generously contributed to his re-election, many were immediately rewarded with ministerial appointments. Among them, Charles Kushner, father of Trump’s son-in-law Jared, whom he pardoned in 2020 [he had been convicted of tax evasion and witness tampering] , honored with the post of ambassador to France.
(Another “dynastic” appointment is that of first-born Donald J’s (possibly ex) fiancée, Kimberley Guilfoyle, as the new ambassador to Greece, while his daughter-in-law, Lara Trump, is set to move from the Republican Party National Committee to the Senate).
Ministers with opulent fortunes (over $1 billion) include Linda McMahon at Public Education, Scott Bessent at Treasury, Doug Burgum at Interior, Howard Lutnick at Commerce, Jared Isaacman as head of NASA, and Steve Witkoff - Trump’s business partner in a new crypto-currency company, World Liberty Financial - as special envoy to the Middle East.
 
As well as creating another blatant conflict of interest for the new president, the family’s entry into production of “Trump coin” is the latest indication of a growing partnership between Trump and the new capitalism incubated in Silicon Valley. Silicon tycoons are fantastically wealthy, and for Trump wealth has always been an ostentatious symbol of success. According to a recent New York Times article, he likes to show off his new political associates like trophies in his kitschy palace. “I’ve brought two of the richest men in the world,” he was recently quoted by the Times as saying, as he introduced himself to a meeting of journalists in the company of Elon Musk and Oracle CEO Larry Ellison. “You, who did you bring?”
It’s Elon Musk who epitomizes the influence of Silicon Valley’s accelerationists in Trump’s restoration: as we know, he has been entrusted, along with another billionaire, Vivek Ramaswami, with a central post as administrator of the “Department of Government Efficiency” (DOGE). Musk would, however, have greater freedom of action, including over the composition of the government framework itself, on which numerous collaborators “on loan” from his companies would work in Florida.
Among the key figures would be Jared Birchall, director of Neuralink, the company in charge of neurological implants, but also administrator of the tycoon’s personal finances and generally his right-hand man, in charge of family affaires, the foundation, as well as Musk’s real estate, travel and security. To these tasks are now added talks with potential State Department representatives. The fact that Birchall has no experience of international affairs is clearly not seen as a problem in a selection which, as with other departments, would seem to focus primarily on ideological affinities and the nominees’ loyalty to the President.
Another advisor, this time to select intelligence personnel, is Shaun Maguire, a Caltech physicist who became a billionaire as a partner in Sequoia, one of Silicon Valley’s leading investment funds and (needless to say) a friend of Elon Musk, with whom he shares the cult, so fashionable in the Valley, of the undisciplined, misfit genius, perhaps even a little misanthropic, but always brilliant.
In other words, many of the decisions destined to shape the Trump 2.0 government are in the hands of an ideological faction of extremist “meritocrats,” not to say “Darwinist” theorists of the triumph of the best over the mediocre. Another “advisor” located  in Palm Beach, for example, is Marc Andreesen, the billionaire founder of Netscape and one of the leading ideologues of the neo-reactionary oligarchy, a fervent advocate of radical libertarianism and minimal state interference in corporate affairs.
 
Thanks to its strategic alliance with Trump, a partnership that only really matured in the final stages of the election campaign, this small group of entrepreneurs radicalized by the success of the Silicon Valley oligopolies, now has the opportunity to transport the philosophies of management (and eugenics) to the state apparatus. Musk has, for example, repeatedly expressed the idea that immigration should be managed like a “sports club” selection campaign, required to select the best players and discard the people who for him as for Trump are the much-hated “losers.”
But Musk’s main obsession is cutting public spending, against which he constantly rails in X-posts as a source of inflation and unsustainable budget deficits. These are the classic themes of conservative economic philosophy that the Silicon Valley right has imbued with an almost religious zeal. It is striking that a faction which, until recently, would have been considered fanatically extremist, has risen to such a position of power almost without prior planning. The very creation of Musk’s super-ministry occurred “live” during the recorded live X broadcast of the two men after the failed attack on Trump last July.
“A lot of people just don’t understand where inflation comes from. Inflation comes from government overspending because the checks never bounce when it’s written by the government. So if the government spends far more than it brings in, that increases the money supply,” the Space X owner (who collects billions of dollars in public space contracts) remarked during the conversation. “I think it would be great to just have a government efficiency commission that takes a look at these things and just ensures that the taxpayer money, to the taxpayers’ hard-earned money is spent in a good way. And I’d be happy to help out on such a commission.”
“I’d love it. […]Well, you, you’re the greatest cutter. I mean, I look at what you do. You walk in and you just say, you want to quit? They go on strike. I won’t mention the name of the company, but they go on strike and you say, that’s okay. You’re all gone. You’re all gone. So every one of you is gone and you are the greatest. You would be very good. Oh, you would love it.” (Laughs).
Musk and Ramaswamy don’t miss an opportunity to point out that the main sources of unnecessary spending are programs such as food aid for needy families, pensions and healthcare. “At first, it may cause some discomfort,” Musk even admitted of the dreaded remedy (cutting $2 trillion in public spending, equivalent to more than a third of the state budget), ”but in the long run, it will be better for everyone.”


 ’Captain X’, by Vasco Gargalo

“We’ll see what happens,” Trump asserted in this regard. “It will be an interesting few months. But the country is cluttered with regulations and unnecessary people who could be more productive in the private sector.” Now, with unprecedented influence, Silicon Valley’s “broligarchs”   are preparing to get their hands on the social welfare apparatus like one would a recently acquired subsidiary, with the intention of implementing a colossal “entrepreneurial” reform.
The fortunes accumulated by today’s plutocracy invite comparisons with the “golden age” of the early twentieth century, when the stratospheric wealth of the Rockefellers, Vanderbilts and major industrial and banking families underscored the abysmal inequality with the subordinate economic classes. But the political influence of these “robber barons,” remarkable as it was, pales in comparison with the current situation.
That era had been the prelude to a season of enormous social conflicts in the country and to the creation, under Franklin Roosevelt, of the social safety net (health care and pensions) that still exists today. Today, however, the tensions produced by globalization and rampant social inequality have apparently produced a government directly controlled by the most gigantic monopolies generated by neoliberal capitalism, which, in alliance with a populist demagogue and the most reactionary parts of the ideological right, are preparing to dismantle this social pact.
All this is despite a blatant conflict of interest on the part of the corporations who are in fact responsible for dismantling the federal agencies charged with regulating them. The first heads the tech industry would like to see fall are those of Lina Kahn, architect at the Federal Trade Commission (FTC) of the antitrust campaign that recently dragged Google and Amazon through the courts, and Elizabeth Warren, the Massachusetts senator who, as chairwoman of the Consumer Protection Authority, is one of the most consistently left-wing voices against corporate overreach (Andreesen has expressly called for her to be “removed”).
However, it’s not just a matter of securing the services of a friendly administration (although with a dealer like Trump, these will be all but assured). Trump’s promised decimation of the “deep state” as an anti-system populist aggregation device is, for Silicon Valley’s activist plutocracy, an ideological goal that Musk pursues with particular fervor.
In their recent book “Character Limit,” Kate Conger and Ryan Mac trace what happened in the days following Musk’s purchase of Twitter. A succession of layoffs, communicated by e-mail, department heads summoned by surprise and asked to justify the usefulness of their jobs in 60 seconds, with their severance packages withheld. An economic “restructuring” was transformed into a theater of cruelty, based on ritual and punitive humiliation. An area of strong affinity between Musk and Trump, already the owner of a reality TV show whose slogan was “You’re Fired!”
The liquidation of 80% of employees “without consequences” for the company (not to mention the destruction of a platform now reduced to a megaphone of disinformation and propaganda), turned Musk into a kind of anarcho-capitalist hero for a large group of followers. And it’s the same recipe many expect him to use to decimate the “Deep State” once and for all. In recent weeks, Musk has often been seen in the company of another associate, Steve Davis, one of the heads of the Boring Company (Musk’s tunnel-building company). According to the Times, Davis, who specializes in cost-cutting, has also engaged in discussions with other experts to “optimize the federal budget.” He too is likely to play a leading role in the new DOGE department.
It may not be possible to replicate Twitter’s 80% cuts, but even Musk’s paradoxical reduction of nearly 50% in government spending would represent a catastrophic apotheosis in the war of the rich against the poor. To prepare the ground, the campaign, amplified by Musk, to vilify the “profiteers” of public subsidies and “liberate” businesses from “suffocating bureaucracies” has already begun on “X.”
The other impulse is privatization, with another Musk team leader: Shervin Pishevar, director and co-founder of Hyperloop (the supersonic capsule company with several projects in the experimental phase). Pishevar hails “the opportunity to reimagine government functions in light of unprecedented economic and technological developments.” A phrase that sums up Silicon Valley’s economic interests and technological messianism. According to Pishevar, services such as the post office, NASA and the prison system “will benefit immensely from the ingenuity of the private sector.” All with the aim of creating a “future aligned with ownership and prosperity”. One of the hallmarks of ultracapitalists is that they glibly boast about what, until recently, and again during Trump’s first term, employer groups would have hushed up and publicly denied.
The progressive privatization of services is an integral part of the programs of many Western liberal governments. But the giga-capitalists now see an opportunity to finish the job very quickly, adopting the slogan “move fast and break things.” Mark Zuckerberg’s motto, favored by tech thaumaturges, would thus apply to the state apparatus to be “reinvented.” After all, even the infamous Project 2025 is based on a “blitzkrieg” aimed at crushing institutional resistance (or constitutional roadblocks) and armoring the apparatus without giving resistance time to organize.

The “blitzkrieg” project promises to assault all areas, starting with research, health and public education, and in some cases is already well advanced. The network of detention centers for migrants to be deported, for example (over 200 in the country, and which mass deportations promise to increase dramatically), is already outsourced by the government to companies in the prison industrial complex, companies like Corrections Corporation of America and Geo Group, paid for each prisoner held, and whose share price soared on the day of Trump’s election.
But the revered “disruption” must, in the project of the “broligarchs”, extend to society as a whole. What Pishevar euphemistically calls the “revolutionary restructuring of public institutions” will follow the familiar script of their sabotage and withholding funds with a view to their replacement by “management” companies and, consequently, a massive transfer of public funds to private coffers. Much of this is likely to be implemented by executive order, but on this occasion, Trump and his sponsors have both houses of parliament and a reactionary supermajority on the Supreme Court - an unprecedented convergence of purpose and power.
Still in the context of “innovation”, one significant appointment has partly flown under the radar, that of David Sachs to the invented post of “cryptocurrency and artificial intelligence czar.” A venture capitalist and old acquaintance of Musk’s from his PayPal days, Sachs is one of several South Africans who play a prominent role in Silicon Valley’s reactionary wing. Roelof Botha (grandson of the apartheid regime’s last foreign minister, Pik Botha) is a Sequoia investor (the same as Shaun Maguire), Patrick Soon-Shiong is the owner of the Los Angeles Times, which had banned pro-Kamala Harris editorials from its editorial board and recently announced the introduction of an AI algorithm to “correct” the progressive biases of its editors.
Of all the digital tycoons with ties to the southern hemisphere, it’s certainly Peter Thiel who has the highest profile. Linked to the anarcho-capitalist think-tank Property & Freedom Conference and the Bilderberg Group, the tycoon, who grew up in Namibia in a German family, is not only a Trump supporter, but has also been the financier and career mentor of JD Vance, whose vice-presidential nomination he directly sponsored and guaranteed.
A founding member of PayPal, Thiel studied at Stanford, where he founded the Young Conservative Journal. Famous for theorizing that “democracy is no longer compatible with freedom,” he is today the eminence grise of Silicon Valley’s neo-reactionary cult.
 
Last month, in an interview with Bari Weiss, he compared the tech ultra-capitalists who led Trump to victory to the resistance fighters who bring down the Empire in Star Wars (an analogy in which Biden would presumably play Darth Vader).
In addition to leading the holy alliance against the “establishment,” Thiel is the owner of Palantir, a data analytics and AI company with multiple military applications (the company is named after the wizard Sauron’s divination stones in JRR Tolkien’s books). Control of artificial intelligence, as we know, will be crucial to the next capitalist and geopolitical phase, and the Trump-oligarchs cabal has therefore also been consumed with a view that they must pursue a new AI arms race, notably with the Chinese arch-rival.
Founded in 2003, Palantir first supplied neural networks and data analysis algorithms to intelligence agencies, then to military special departments. Today, it is a leader in military AI applications, which it also supplies to numerous global customers. Always, it is said, those who are on the “right” side. The company’s CEO, Alex Karp, is a staunch supporter of Israel and a defender of the new U.S.-led global Manichaeism. “We have to explain to Americans that the world is divided into two parts, and one of them is run by terrorists whose goal is to dominate the West,” he asserted at a recent Reagan Institute conference.
In Karp’s thinking, technological supremacy goes hand in hand with the moral superiority of the U.S.-led West. And supremacism is inseparable from the logic of permanent war (which, after all, corresponds to the corporate business model). Karp asserts that “[U.S.] Americans are the most fearful, impartial, least racist and best-disposed people in the world. At the same time, they want us to know that if you wake up in the morning thinking you’re going to hurt us, take us hostage or send fentanyl to kill us at home, something very bad is going to happen to you, your cousin, your lover or your family.”
At Karp’s headquarters, his rantings sounding like a Doctor Strangelove of algorithms are commonplace. “We have the best technology and it has to stay that way,” he declares in another video. “We can’t afford to be equivalent with anyone because our opponents don’t have our moral scruples.” A staunch Zionist and Netanyahu supporter, Karp put his company’s “moral superiority” to work for the IDF in the campaign against Gaza and tested his own artificial intelligence in the Ukrainian theater. In Karp’s new “digital pax americana,” Dr. Fiolamour meets Terminator in a scenario where the “enemy” sky is permanently paved with Starlink satellites (Musk’s subsidiary already has 6,500 in orbit) and numerous others armed with missiles.
 A fortnight ago [Dec. 2, by 166-3 with 15 abstentions], 166 members of the U.N. General Assembly passed a resolution calling for a treaty on “intelligent” weapons, “killer robots” with “autonomous decision-making.” This treaty is nothing more than wishful thinking, as the USA is opposed to any compulsory limitation. In fact, the proliferation of smart weapons is already well underway, and will remain a top priority for the next White House.
At the headquarters of Silicon Valley’s new digital military-industrial complex, work is well underway to ensure U.S. supremacy in space and in the oceans, where “swarms” of autonomous robot submarines are already crossing paths, produced by another leading company in the sector, Anduril (a name also taken from Lord of the Rings, this time Aragorn’s sword). These are increasingly common scenarios in which the transhumanism of giga-capitalists veers into the post-human.
The model can now be definitively consolidated by a White House where reactionary ideology and industrial interests will overlap infinitely without distinction, a government composed in equal parts of apocalyptic ideologues and arms industrialists who will have a 100% business partner in the Oval Office.
A state of emergency, roundups and constitutional modifications by decree (the end of birthright citizenship), to start with, followed by radical restrictions on dissent) are on the horizon starting in late January. Behind this project is a faction which, in addition to their certainty they are right, will now have the power to enforce it with the full support of an imperial presidency.

21/12/2024

LUCA CELADA
O plano do Vale do Silício para assumir o controle do Estado
A ascensão irresistível (ou será resistível?) dos broligarcas

EUA: uma plutocracia “armada” e extremista está prestes a assumir o controle da maior superpotência do mundo.

Luca Celada, il manifesto, 17/12/2024
Traduzido por Helga Heidrich Tlaxcala

Luca Celada é o correspondente em Los Angeles do diário italiano il manifesto
Nesta semana, Jeff Bezos, da Amazon, Sam Altman, da Open AI, e Mark Zuckerberg anunciaram doações de um milhão de dólares cada como contribuição para a cerimônia de posse de Donald Trump em 20 de janeiro. Os magnatas digitais têm sido frequentemente atacados por Trump, que até algumas semanas atrás afirmava que Zuckerberg, em particular, deveria “ir para a cadeia” por censurar opiniões de direita em suas plataformas. Após sua vitória, houve praticamente uma procissão do Vale do Silício para jurar fidelidade. Na semana passada, o chefe da Meta voou para Mar a Lago para uma reunião com Trump, e Bezos tem um compromisso nos próximos dias.
Muitos outros plutocratas são uma presença constante na corte giratória que tem girado em torno do presidente que retorna desde as eleições de novembro. Entre os muitos magnatas que contribuíram generosamente para sua reeleição, muitos foram pontualmente recompensados com nomeações ministeriais. Entre eles, Charles Kushner, pai de seu genro Jared, a quem ele perdoou em 2020 [ele havia sido condenado por má prática fiscal], homenageado com o cargo de embaixador na França.
(Outra nomeação “dinástica” é a da (possivelmente ex-) noiva do primogênito Donald Jr., Kimberley Guilfoyle, como a nova embaixadora na Grécia, enquanto sua nora, Lara Trump, deve passar do Comitê Central do Partido Republicano para o Senado).
Os ministros com fortunas opulentas (mais de um bilhão de dólares) incluem Linda McMahon na Educação Pública, Scott Bessent no Tesouro, Doug Burgum no Interior, Howard Lutnick no Comércio, Jared Isaacman como chefe da NASA e Steve Witkoff - parceiro de negócios de Trump em uma nova empresa de criptomoeda, a World Liberty Financial - como enviado especial para o Oriente Médio

Além de criar outro evidente conflito de interesses para o novo presidente, a entrada da família na produção de moedas de Trump é a mais recente indicação de uma parceria crescente entre Trump e o novo capitalismo incubado no Vale do Silício. Os magnatas do silício são fantasticamente ricos e, para Trump, a riqueza sempre foi um símbolo ostensivo de sucesso. De acordo com um artigo recente do New York Times, ele gosta de exibir seus novos associados políticos como se fossem troféus em seu palácio kitsch. “Eu trouxe dois dos homens mais ricos do mundo”, ele foi citado recentemente pelo Times, quando apareceu em uma reunião de jornalistas com Elon Musk e o CEO da Oracle, Larry Ellison. “Quem você trouxe?”

É Elon Musk que personifica a influência dos aceleracionistas do Vale do Silício na restauração de Trump: como sabemos, ele recebeu, junto com outro bilionário, Vivek Ramaswami, um cargo central como administrador do “Departamento de Eficiência Governamental” (DOGE). No entanto, Musk teria maior liberdade de ação, inclusive sobre a composição da própria estrutura governamental, que seria trabalhada na Flórida por vários colaboradores “emprestados” de suas empresas.

Entre as figuras-chave estaria Jared Birchall, diretor da Neuralink, a empresa responsável por implantes neurológicos, mas também administrador das finanças pessoais do magnata e, em geral, seu braço direito, responsável pelos bens da família, pela fundação, bem como pelos imóveis, viagens e segurança de Musk. A essas tarefas somam-se agora as conversas com possíveis funcionários do Departamento de Estado. O fato de Birchall não ter experiência em assuntos internacionais claramente não é visto como um problema em um processo de seleção que, como nos outros departamentos, parece se concentrar principalmente nas afinidades ideológicas e na lealdade dos candidatos ao presidente.

Outro conselheiro, desta vez para a seleção do pessoal de inteligência, é Shaun Maguire, um físico da Caltech que se tornou bilionário como sócio da Sequoia, um dos principais fundos de investimento do Vale do Silício, e (nem é preciso dizer) amigo de Elon Musk, com quem compartilha o culto, tão em voga no Vale, do gênio indisciplinado e desajustado, talvez até um pouco misantropo, mas sempre brilhante.

Em outras palavras, muitas das decisões destinadas a moldar o governo Trump estão nas mãos de uma facção ideológica de “meritocratas” extremos, para não dizer teóricos “darwinistas” do triunfo do melhor sobre o medíocre. Outro fixe “conselheiro” em Palm Beach, por exemplo, é Marc Andreesen, o bilionário fundador da Netscape e um dos principais ideólogos da oligarquia neorreacionária, um fervoroso defensor do liberalismo radical e da interferência mínima do Estado nos assuntos corporativos.

Graças à sua aliança estratégica com Trump, uma parceria que só amadureceu de fato nos estágios finais da campanha eleitoral, esse pequeno grupo de empresários, radicalizado pelo sucesso dos oligopólios do Vale do Silício, agora tem a oportunidade de transportar as filosofias de gestão (e eugenia) para o aparato do Estado. Musk, por exemplo, expressou repetidamente a ideia de que a imigração deveria ser administrada como uma campanha de seleção para “um clube esportivo”, necessária para selecionar os melhores jogadores e manter fora os “perdedores” que ele e Trump tanto detestam.

Mas a principal obsessão de Musk é cortar os gastos públicos, que ele constantemente critica em posts no X como fonte de inflação e de déficits orçamentários insustentáveis. Esses são os temas clássicos da filosofia econômica conservadora que a direita siliconada impregnou, além disso, com um zelo quase religioso. É impressionante o fato de que uma facção que até recentemente seria considerada fanaticamente extremista tenha ascendido a essa posição de poder quase extemporaneamente. A própria criação do superministério de Musk ocorreu “ao vivo” na transmissão ao vivo do X gravada pela dupla após o ataque fracassado a Trump em julho passado.

“Para derrubar a inflação, precisamos cortar os gastos do governo em todos os setores”, comentou o proprietário da Space X (que coleciona bilhões em contratos de espaço público) durante a conversa. “Que tal, Donald, uma comissão especial sobre a eficiência do governo? Eu estaria disposto a presidi-la.” “Ótimo, eu realmente precisaria de alguém como você, que não fosse frio, como na época em que eles entraram em greve na sua empresa e você os demitiu na hora!” (Risos).

Musk e Ramaswamy não perdem a oportunidade de salientar que as principais fontes de superfluidades são programas como auxílio-alimentação para famílias carentes, pensões e assistência médica. “No início, pode causar algum desconforto”, Musk chegou a admitir sobre o temido remédio (cortar US$ 2 trilhões em gastos do governo, o equivalente a mais de um terço do orçamento do Estado), ”mas, a longo prazo, será melhor para todos.”

“Vamos ver o que acontece”, afirmou Trump a esse respeito. “Serão alguns meses interessantes. Mas o país está cheio de regulamentações e pessoas desnecessárias que poderiam ser mais produtivas no setor privado.” Agora, com uma influência sem precedentes, os “broligarcas” do Vale do Silício estão se preparando para colocar as mãos no aparato de bem-estar social como se fosse uma subsidiária recém-adquirida, com a intenção de implementar uma reforma “empresarial” colossal.

As fortunas acumuladas pela plutocracia de hoje convidam a comparações com a “era de ouro” do início do século XX, quando a riqueza estratosférica dos Rockefellers, dos Vanderbilts e das grandes famílias industriais e bancárias sublinhava a desigualdade abismal com as classes econômicas mais baixas. Mas a influência política, por mais notável que tenha sido, desses “barões ladrões” empalidece em comparação com a situação atual.

Essa era foi o prelúdio de uma época de enormes conflitos sociais no país e da criação, sob Franklin Roosevelt, da rede de segurança social (assistência médica e pensões) que ainda existe hoje. Hoje, no entanto, as tensões produzidas pela globalização e pela desigualdade social desenfreada aparentemente produziram um governo diretamente controlado pelos monopólios mais gigantescos gerados pelo capitalismo neoliberal, que, em aliança com um demagogo populista e as partes mais reacionárias da direita ideológica, estão se preparando para desmantelar esse pacto social.

Tudo isso desafiando um flagrante conflito de interesses por parte das empresas que, de fato, são responsáveis pelo desmantelamento das agências federais encarregadas de regulá-las. As primeiras cabeças que o setor de tecnologia gostaria de ver cair são as de Lina Kahn, arquiteta da Comissão Federal de Comércio (FTC) da campanha antitruste que recentemente levou o Google e a Amazon aos tribunais, e Elizabeth Warren, a senadora de Massachusetts que, como presidente da Autoridade de Proteção ao Consumidor, é uma das vozes de esquerda mais consistentes contra o excesso de poder das empresas (Andreesen pediu especificamente que ela fosse “removida”).

No entanto, não se trata apenas de garantir os serviços de um governo amigável (embora, com um aristocrata como Trump, isso seja praticamente garantido). A prometida dizimação do “estado profundo” por Trump como um dispositivo de agregação populista antissistema é, para a plutocracia ativista do Vale do Silício, um objetivo ideológico que Musk persegue com fervor especial.

Em seu recente livro Character Limit, Kate Conger e Ryan Mac descrevem o que aconteceu nos dias que se seguiram à compra do Twitter por Musk. Uma sucessão de demissões, comunicadas por e-mail, chefes de departamentos convocados de surpresa e solicitados a justificar a utilidade de seus empregos em 60 segundos, com a retenção da indenização. Uma “reestruturação” econômica transformada em um teatro de crueldade, baseado em humilhações rituais e punitivas. Uma área de forte afinidade entre Musk e Trump, já proprietário de um reality show cujo slogan era “You're Fired!” (Você está demitido!).

A liquidação de 80% dos funcionários “sem consequências” para a empresa (sem mencionar a destruição de uma plataforma reduzida a um megafone de desinformação e propaganda), transformou Musk em uma espécie de herói anarcocapitalista para um grande grupo de seguidores. E é a mesma receita que muitos esperam que ele use para dizimar o “Estado Profundo” de uma vez por todas. Nas últimas semanas, Musk tem sido visto com frequência na companhia de outro sócio, Steve Davis, um dos diretores da Boring Company (empresa de Musk que constrói túneis). De acordo com o Times, Davis, que é especialista em redução de custos, também se envolveu em discussões com outros especialistas para “otimizar o orçamento federal”. É provável que ele também desempenhe um papel de liderança no novo departamento do DOGE.

Talvez não seja possível replicar os cortes de 80% do Twitter, mas mesmo a redução paradoxal de quase 50% nos gastos públicos de Musk representaria uma apoteose catastrófica na guerra dos ricos contra os pobres. Para preparar o terreno, a campanha, amplificada por Musk, para difamar os “aproveitadores” dos subsídios públicos e “liberar” as empresas das “burocracias sufocantes” já começou no “X”.

O outro impulso é a privatização, com outro líder da equipe de Musk: Shervin Pishevar, diretor e cofundador da Hyperloop (a empresa de cápsulas supersônicas com vários projetos em fase experimental). Pishevar dá boas-vindas à “oportunidade de reimaginar as funções do governo à luz de desenvolvimentos econômicos e tecnológicos sem precedentes”. Uma frase que resume os interesses econômicos e o messianismo tecnológico do Vale do Silício. De acordo com Pishevar, serviços como o serviço postal, a NASA e o sistema prisional “se beneficiarão imensamente da engenhosidade do setor privado”. Tudo com o objetivo de criar um “futuro alinhado com propriedade e prosperidade”. Uma das marcas registradas dos ultracapitalistas é o fato de se vangloriarem com facilidade daquilo que, até recentemente, e novamente durante o primeiro mandato de Trump, as facções patronais teriam abafado e negado publicamente.


Captain X, por Vasco Gargalo

A privatização gradual dos serviços é parte integrante dos programas de muitos governos liberais ocidentais. Mas os giga-capitalistas agora veem uma oportunidade de terminar o trabalho muito rapidamente, adotando o slogan “move fast and break things”. O lema de Mark Zuckerberg, preferido pelos taumaturgos da tecnologia, se aplicaria, portanto, ao aparato estatal a ser “reinventado”. Afinal, até mesmo o infame Projeto 2025 se baseia em uma “blitzkrieg” com o objetivo de esmagar a resistência institucional (ou diques constitucionais) e blindar o aparato sem dar tempo para a resistência se organizar.

O projeto “blitzkrieg” promete investir em todas as áreas, começando pela pesquisa, saúde e educação pública, e em alguns casos já está bem avançado. A rede de centros de detenção para migrantes a serem deportados, por exemplo (mais de 200 no país, e que as deportações em massa prometem aumentar consideravelmente), já está sendo subcontratada pelo governo a empresas do complexo industrial carcerário, empresas como Corrections Corporation of America e Geo Group, que são pagas pelo preso e cujo preço das ações disparou no dia em que Trump foi eleito.

Mas a reverenciada “disrupção” deve, no projeto dos “broligarcas”, se estender à sociedade como um todo. O que Pishevar chama eufemisticamente de “reestruturação revolucionária das instituições públicas” seguirá o roteiro familiar de sua sabotagem e desfinanciamento com vistas à sua substituição por empresas de “gestão” e, consequentemente, uma transferência maciça de fundos públicos para cofres privados. É provável que grande parte disso seja implementada por ordem executiva, mas, nesta ocasião, Trump e seus patrocinadores têm as duas casas do congresso e uma supermaioria reacionária na Suprema Corte - uma convergência sem precedentes de propósito e poder.

Ainda no contexto da “inovação”, uma nomeação significativa passou parcialmente despercebida, a de David Sachs para o cargo inventado de “czar da criptomoeda e da inteligência artificial”. Capitalista de risco e velho conhecido de Musk de seus tempos de PayPal, Sachs é um dos vários sul-africanos que desempenham um papel de destaque na ala reacionária do Vale do Silício. Roelof Botha (neto do último ministro das Relações Exteriores do regime do apartheid, Pik Botha) é um investidor da Sequoia (a mesma de Shaun Maguire), Patrick Soon-Shiong é o proprietário do Los Angeles Times, que baniu os editoriais pró-Kamala Harris de seu conselho editorial e anunciou recentemente a introdução de um algoritmo de IA para “corrigir” os preconceitos progressistas de seus editores.

De todos os magnatas digitais com vínculos com o hemisfério sul, Peter Thiel é certamente o que tem o maior perfil. Ligado ao think-tank anarco-capitalista Property & Freedom Conference e ao Grupo Bilderberg, o magnata, que cresceu na Namíbia em uma família alemã, não é apenas um apoiador de Trump, mas também foi o financiador e mentor da carreira de JD Vance, cuja indicação para vice-presidente ele patrocinou e garantiu diretamente.

Também membro fundador do PayPal, Thiel estudou em Stanford, onde fundou o Young Conservative Journal. Famoso por ter teorizado que “a democracia não é mais compatível com a liberdade”, ele é agora a eminência parda do culto neorreacionário do Vale do Silício.

No mês passado, em uma entrevista com Bari Weiss, ele comparou os ultra-capitalistas da tecnologia que levaram Trump à vitória aos combatentes da resistência que derrubam o Império em Guerra nas Estrelas (uma analogia na qual Biden presumivelmente interpretaria Darth Vader).

Além de liderar a santa aliança contra “o establishment”, Thiel é proprietário da Palantir, uma empresa de análise de dados e IA com várias aplicações militares (o nome da empresa vem das pedras de adivinho do mago Sauron nos livros de JRR Tolkien). O controle da inteligência artificial, como sabemos, será crucial para a próxima fase do capitalismo e da geopolítica, e a união Trump-oligarcas, portanto, também foi consumada com vistas a uma nova corrida armamentista de IA, principalmente com o arquirrival chinês.

Fundada em 2003, a Palantir forneceu inicialmente redes neurais e algoritmos de análise de dados para agências de inteligência e, em seguida, para os departamentos especiais do exército. Hoje, ela é líder em aplicações militares de IA, que também fornece a vários clientes globais. Sempre, diz-se, aqueles que estão do lado “certo”. O CEO da empresa, Alex Karp, é um firme apoiador de Israel e um defensor do novo maniqueísmo global liderado pelos EUA. “Temos que explicar aos americanos que o mundo está dividido em duas partes, uma das quais é dirigida por terroristas cujo objetivo é dominar o Ocidente”, disse ele em uma recente conferência do Reagan Institute.

No pensamento de Karp, a supremacia tecnológica anda de mãos dadas com a superioridade moral do Ocidente americano. E o supremacismo é inseparável da lógica da guerra permanente (que, afinal de contas, corresponde ao modelo de negócios corporativo). Karp argumenta que “os americanos são os mais temerosos, os mais imparciais, os menos racistas e os mais bem dispostos do mundo. Ao mesmo tempo, eles querem que saibamos que se você acordar de manhã pensando que vai nos machucar, nos fazer reféns ou enviar fentanil para nos matar em nossas casas, algo muito ruim vai acontecer com você, seu primo, seu amante ou sua família”.

Em Karp, seus discursos de Doutor Estranhoamor sobre algoritmos são comuns. “Temos a melhor tecnologia e precisamos mantê-la assim”, diz ele em outro vídeo. “Não podemos nos dar ao luxo de ser iguais a ninguém porque nossos oponentes não têm nossos escrúpulos morais”. Um sionista convicto e apoiador de Netanyahu, Karp colocou a “superioridade moral” de sua empresa para trabalhar para a IDF na campanha contra Gaza e testou sua própria inteligência artificial no teatro ucraniano. Na nova “pax americana digital” de Karp, o Dr. Estranhoamor encontra o Exterminador do Futuro em um cenário em que o céu do “inimigo” está permanentemente repleto de satélites Starlink (a subsidiária de Musk já tem 6.500 em órbita) e muitos outros armados com mísseis.

Há duas semanas, 166 membros da ONU votaram a favor de uma resolução pedindo um tratado sobre armas “inteligentes”, “robôs assassinos” com “tomada de decisão autônoma”. Esse tratado não passa de uma ilusão, pois os EUA se opõem a qualquer restrição obrigatória. Na verdade, a proliferação de armas inteligentes já está bem encaminhada e continuará sendo uma prioridade absoluta para a próxima Casa Branca.

Na sede do novo complexo militar-industrial digital no Vale do Silício, o trabalho está em andamento para garantir a supremacia dos EUA no espaço e nos oceanos, onde já se cruzam “enxames” de submarinos robôs autônomos, produzidos por outra empresa líder do setor, a Anduril (nome também tirado de O Senhor dos Anéis, desta vez a espada de Aragorn). Esses são cenários cada vez mais comuns em que o transumanismo dos giga-capitalistas se desvia para o pós-humano.

O modelo agora pode ser definitivamente consolidado por uma Casa Branca onde a ideologia reacionária e os interesses industriais se sobreporão indiscriminadamente, um governo composto em partes iguais por ideólogos apocalípticos e industriais de armas que terão um parceiro de negócios 100% no Salão Oval.


O estado de emergência, as prisões e as modificações constitucionais por decreto (o fim do direito ao sol, para começar, seguido de restrições radicais à dissidência) estão no horizonte a partir de janeiro próximo. Por trás desse projeto, há uma facção que, além da certeza de ter uma razão, agora terá o poder de aplicá-la com o apoio total de uma presidência imperial.

LUCA CELADA
Der Plan des Silicon Valley, den US-Staat zu übernehmen
Der unaufhaltsame (oder aufhaltsame?) Aufstieg der Broligarchen

USA: Eine „bewaffnete“ und extremistische Plutokratie steht kurz davor, die Kontrolle über die größte Supermacht der Welt zu übernehmen.

Luca Celada, il manifesto, 17/12/2024
Übersetzt von Helga Heidrich Tlaxcala

Luca Celada ist der Los-Angeles-Korrespondent der italienischen Tageszeitung il manifesto.
Diese Woche kündigten Jeff Bezos von Amazon, Sam Altman von Open AI und Mark Zuckerberg Spenden in Höhe von jeweils 1 Million Dollar als Beitrag zu Donald Trumps Amtseinführungsfeier am 20. Januar an. Die Digitalmagnaten wurden schon oft von Trump angegriffen, der vor einigen Wochen behauptete, dass insbesondere Zuckerberg wegen der Zensur rechtsgerichteter Ansichten auf seinen Plattformen „ins Gefängnis gehen“ sollte. Nach seinem Sieg gab es praktisch eine Pilgerwanderung aus dem Silicon Valley, um einen Akt der Unterwerfung zu vollziehen. Letzte Woche war der Meta-Chef zu einem Treffen mit Trump nach Mar a Lago geflogen, Bezos hat einen Termin für die nächsten Tage.
Viele andere Plutokraten sind regelmäßig in dem sich drehenden Hofstaat vertreten, der sich seit den Wahlen im November um den wiedergewählten Präsidenten dreht. Viele der zahlreichen Tycoons, die großzügig zu seiner Wiederwahl beigetragen haben, wurden pünktlich mit Ernennungen in Regierungsämter belohnt. Dazu gehört auch sein Schwager Charles Kushner, der erst begnadigt und dann mit dem Posten des Botschafters in Frankreich geehrt wurde.
(Eine weitere „dynastische“ Ernennung ist die der (möglicherweise ehemaligen) Verlobten des ältesten Sohnes, Donald Jr., Kimberley Guilfoyle, zur neuen Botschafterin in Griechenland, während seine Schwiegertochter Lara Trump voraussichtlich vom GOP-Zentralausschuss in den Senat wechseln wird).
Zu den Ministern mit üppigen Portfolios (jeder mit einem geschätzten Vermögen von über 1 Milliarde Dollar) gehören Linda McMahon für das öffentliche Bildungswesen, Scott Bessent für das Finanzministerium, Doug Burgum für das Innenministerium, Howard Lutnick für den Handel, Jared Isaacman, Direktor der NASA, und Steve Witkoff, Sondergesandter für den Nahen Osten - sowie Trumps Geschäftspartner in einem neuen Kryptowährungsunternehmen, World Liberty Financial.
Der Einstieg der Familie in die Produktion von „Trump-Münzen“ ist nicht nur ein weiterer eklatanter Interessenkonflikt für den neuen Präsidenten, sondern auch der jüngste Hinweis auf eine wachsende Partnerschaft zwischen Trump und dem neuen Kapitalismus, der im Silicon Valley entsteht. Silicon-Tycoons sind steinreich, und für Trump war Reichtum schon immer ein ostentatives Symbol des Erfolgs. Einem kürzlich erschienenen Artikel der New York Times zufolge stellt er seine neuen politischen Partner gerne wie Trophäen in seinem Kitschpalast zur Schau. „Ich habe zwei der reichsten Männer der Welt mitgebracht“, soll er laut der Times kürzlich gesagt haben, als er sich bei einer Mitarbeiterversammlung in Begleitung von Elon Musk und Larry Ellison, dem CEO von Oracle, vorstellte. „Wen haben Sie mitgebracht?"
Den Einfluss der Silicon-Valley-Beschleuniger bei Trumps Restauration verkörpert Musk selbst, der bekanntlich zusammen mit einem anderen Milliardär, Vivek Ramaswami, einen zentralen Posten als Verwalter des „Department of Government Efficiency“ (DOGE) erhalten hat. Musk hätte jedoch einen größeren Handlungsspielraum, auch bei der Zusammensetzung des Regierungskaders selbst, an dem in Florida zahlreiche von seinen Unternehmen „ausgeliehene“ Mitarbeiter mitarbeiten würden.
Zu den Schlüsselfiguren würde Jared Birchall gehören, Verwalter von Neuralink, dem Unternehmen, das für neurologische Implantate zuständig ist, aber auch Verwalter der persönlichen Finanzen und im Allgemeinen die rechte Hand des Tycoons, zuständig für Familienangelegenheiten, für die Stiftung sowie für die Immobilien von Musk, für Reisen und Sicherheit. Zu diesen Aufgaben sind nun auch Gespräche mit potenziellen Vertretern des Außenministeriums hinzugekommen. Die Tatsache, dass Birchall keine Erfahrung in internationalen Angelegenheiten hat, wird offensichtlich nicht als Problem bei einer Auswahl betrachtet, bei der, wie bei den anderen Abteilungen, vor allem die ideologische Affinität und die Loyalität der Kandidaten gegenüber dem Präsidenten im Vordergrund stehen dürften.
Ein weiterer Berater, diesmal für die Auswahl des Geheimdienstpersonals, ist Shaun Maguire, ein Caltech-Physiker, der als Partner von Sequoia, einem der führenden Investmentfonds des Silicon Valley, zum Milliardär wurde und (wie sollte es anders sein?) ein Freund von Elon Musk ist, mit dem er den im Valley so beliebten Kult des widerspenstigen und unangepassten Genies teilt, das vielleicht sogar ein wenig misanthropisch, aber dennoch brillant ist.
Mit anderen Worten: Viele der Entscheidungen, die die Trump-Bis-Regierung prägen werden, liegen in den Händen einer ideologischen Fraktion von extremistischen „Meritokraten“, um nicht zu sagen „darwinistischen“ Theoretikern des Triumphs der Besten über die Mittelmäßigen. Ein weiterer ständiger „Berater“ in Palm Beach ist beispielsweise Marc Andreesen, der milliardenschwere Gründer von Netscape und führende Ideologe der neoreaktionären Oligarchie, ein überzeugter Verfechter des radikalen Liberalismus und der minimalen staatlichen Einmischung in Unternehmensangelegenheiten.
Dank ihrer strategischen Allianz mit Trump, die erst in der Endphase des Wahlkampfs zustande kam, hat diese kleine Gruppe von Unternehmern, die durch den Erfolg der Oligopole im Silicon Valley radikalisiert wurde, nun die Möglichkeit, ihre Managementphilosophie (und Eugenik) in den Staatsapparat zu tragen. Musk hat beispielsweise wiederholt die Idee geäußert, dass die Einwanderung wie ein „Sportverein“ gemanagt werden sollte, der im Wahlkampf die besten Spieler auswählt und die Verlierer aussortiert, die „Verlierer“, die Trump so sehr verabscheut.
Aber Musks Hauptbesessenheit ist die Senkung der Staatsausgaben, gegen die er in seinen Beiträgen auf X als Quelle von Inflation und unhaltbaren Haushaltsdefiziten unablässig wettert. Dies sind die klassischen Themen der konservativen Wirtschaftsphilosophie, die die Silicon Right jedoch mit einem fast religiösen Eifer durchdrungen hat. Und es ist beeindruckend, wie eine Gruppierung, die bis vor kurzem noch als fanatisch extremistisch gegolten hätte, fast aus dem Stegreif zu einer solchen Machtposition aufgestiegen ist. Die Gründung des Musk'schen Super-Ministeriums geschah „live“ während der Sendung, die die beiden Männer nach dem gescheiterten Attentat im Juli auf X aufzeichneten.


Captain X, von Vasco Gargalo

„Um die Inflation zu senken, müssen wir die Staatsausgaben auf breiter Front kürzen“, sagte der Eigentümer von Space X (der Milliarden an staatlichen Raumfahrtverträgen kassiert) in diesem Gespräch. „Wie wäre es, Donald, mit einer Sonderkommission für Regierungseffizienz? Ich wäre bereit, den Vorsitz zu übernehmen.“ „Toll, ich könnte wirklich jemanden wie Sie gebrauchen, der keine Widerworte gibt, so wie damals, als Ihre Firma gestreikt hat und Sie sie alle auf der Stelle gefeuert haben!“ (Gelächter).
Und sowohl Musk als auch Ramaswamy lassen keine Gelegenheit aus, um darauf hinzuweisen, dass die Hauptquellen für unnötige Ausgaben Programme wie die Nahrungsmittelhilfe für bedürftige Familien, Renten und das Gesundheitswesen sind. „Anfänglich mag es einige Unannehmlichkeiten verursachen“, räumte Musk sogar die gefürchtete Kur ein (die Kürzung der Staatsausgaben um 2 Billionen Dollar, was mehr als einem Drittel des Staatshaushalts entspricht), ‚aber auf lange Sicht wird es für alle besser sein‘.
„Wir werden sehen, was passiert“, erklärte Trump in diesem Zusammenhang. „Es wird ein paar interessante Monate geben. Aber das Land ist verstopft mit Vorschriften und unnötigen Leuten, die im privaten Sektor produktiver sein könnten.“ Jetzt sind die „Broligarchen“ aus dem Silicon Valley dabei, den Wohlfahrtsapparat wie eine neu erworbene Tochtergesellschaft in die Hand zu nehmen, um eine kolossale „korporatistische“ Reform durchzuführen.
Vergleichen mit dem Goldenen Zeitalter des frühen zwanzigsten Jahrhunderts ein, als der stratosphärische Reichtum der Rockefellers, Vanderbilts und der großen Industrie- und Bankiersfamilien die abgrundtiefe Ungleichheit mit den untergeordneten Wirtschaftsklassen unterstrich. Doch der politische Einfluss dieser „Raubritter“, so groß er auch war, verblasst im Vergleich zur heutigen Situation.
Diese Ära war der Auftakt zu einer Zeit enormer sozialer Konflikte im Lande und zur Schaffung des sozialen Netzes (Gesundheits- und Rentensystem) unter Franklin Roosevelt, das bis heute Bestand hat. Heute jedoch haben die durch die Globalisierung und die grassierende soziale Ungleichheit hervorgerufenen Spannungen scheinbar eine Regierung hervorgebracht, die direkt von den größten Monopolisten des neoliberalen Kapitalismus kontrolliert wird, die sich im Bündnis mit einem populistischen Demagogen und den reaktionärsten Teilen der ideologischen Rechten anschicken, diesen Sozialpakt zu zerschlagen.
Und das alles trotz eklatanter Interessenkonflikte der Unternehmen, die eigentlich für die Demontage der Bundesbehörden zuständig sind, die sie regulieren sollen. Die ersten Köpfe, die die Tech-Industrie gerne rollen sehen würde, sind die von Lina Kahn, der Architektin der Kartellrechtskampagne bei der Federal Trade Commission (FTC), die kürzlich gegen Google und Amazon vor Gericht zog, und Elizabeth Warren, der Senatorin aus Massachusetts, die als Vorsitzende der Verbraucherschutzbehörde zu den ausnahmslos linken Stimmen gegen die Übervorteilung der Konzerne gehört (Andreesen hat ausdrücklich gefordert, dass sie „gelöscht“ wird).
Es geht jedoch nicht nur darum, sich die Dienste einer freundlichen Regierung zu sichern (obwohl diese mit einem Geschäftsmann wie Trump praktisch gesichert sind). Die von Trump versprochene Dezimierung des „tiefen Staates“ als systemfeindliches populistisches Aggregationsmittel ist für die militante Plutokratie des Silicon Valley ein ideologisches Ziel, das Musk mit besonderer Inbrunst verfolgt.
In ihrem kürzlich erschienenen Buch „Character Limit“ zeichnen Kate Conger und Ryan Mac nach, was in den Tagen nach dem Kauf von Twitter durch Musk geschah. Eine Reihe von Entlassungen auf der Stelle, Entlassungen, die per E-Mail mitgeteilt wurden, Abteilungsleiter, die überraschend vorgeladen und aufgefordert wurden, die Nützlichkeit ihrer Beschäftigung in 60 Sekunden zu rechtfertigen, Abfindungen, die einbehalten wurden. Eine wirtschaftliche „Umstrukturierung“, die zu einem Theater der Grausamkeit wird, das auf rituellen und strafenden Demütigungen beruht. Ein Bereich, in dem Musk und Trump, der bereits eine Reality-Show mit dem Slogan „You're Fired!“ (Du bist gefeuert!) veranstaltet hat, sich sehr nahe stehen.
Die Entlassung von 80 Prozent der Mitarbeiter „ohne Konsequenzen“ für das Unternehmen (es sei denn, man möchte die Zerstörung einer Plattform zählen, die auf ein Megaphon der Desinformation und Propaganda reduziert wurde), hat Musk für eine große Gruppe von Anhängern zu einer Art anarchokapitalistischem Helden gemacht. Und es ist dasselbe Rezept, das viele von ihm erwarten, um den „tiefen Staat“ ein für alle Mal zu dezimieren. In den letzten Wochen wurde Musk oft in Begleitung eines anderen Mitarbeiters, Steve Davis, gesehen, einem der Manager der Boring Company (der Grabungsfirma der Musk-Gruppe). Der Times zufolge hat Davis, der sich auf Kostensenkungen spezialisiert hat, auch Gespräche mit anderen Experten geführt, um „den Staatshaushalt zu optimieren“. Auch er wird wahrscheinlich eine wichtige Rolle im neuen DOGE-Ministerium spielen.
Es mag nicht möglich sein, die 80-prozentigen Kürzungen von Twitter zu wiederholen, aber selbst die paradoxe fast 50-prozentige Kürzung der Staatsausgaben, die Musk in Aussicht stellt, wäre eine katastrophale Apotheose des Krieges der Reichen gegen die Armen. Um den Boden zu bereiten, wurde auf „X“ bereits eine von Musk verstärkte Kampagne gestartet, die die „Schmarotzer“ unter den öffentlichen Subventionen verunglimpft und für die „Befreiung“ der Unternehmen von „erstickenden Bürokratien“ eintritt.
Der andere Impuls ist die Privatisierung mit einem weiteren Team Musk-Manager: Shervin Pishevar, Direktor und Mitbegründer von Hyperloop (dem Überschallkapsel-Unternehmen mit mehreren Projekten in der Versuchsphase). Pishevar schrieb von der „Gelegenheit, die Aufgaben der Regierung im Lichte beispielloser wirtschaftlicher und technologischer Entwicklungen neu zu definieren“. Ein Satz, der die wirtschaftlichen Interessen und den technologischen Messianismus, die im Silicon Valley vorherrschen, auf den Punkt bringt. Laut Pishevar werden Dienste wie die Post, die NASA und das Gefängnissystem „in hohem Maße vom Einfallsreichtum des privaten Sektors profitieren“. Alles im Interesse der Schaffung einer „Zukunft, die auf Eigentum und Wohlstand ausgerichtet ist“. Charakteristisch für die Ultrakapitalisten ist, dass sie sich öffentlich mit Dingen brüsten, die bis vor kurzem und noch während Trumps erster Amtszeit von den Chefs verschwiegen und öffentlich geleugnet worden wären.
Die schrittweise Privatisierung von Dienstleistungen ist ein fester Bestandteil der Programme vieler westlicher liberalistischer Regierungen. Doch die Giga-Kapitalisten sehen jetzt eine Gelegenheit, das Werk sehr schnell zu vollenden, indem sie sich den Slogan „move fast and break things“ zu eigen machen. Mark Zuckerbergs Motto, das von den Thaumaturgen der Tech-Branche bevorzugt wird, würde somit auf den Staatsapparat angewendet, der „neu erfunden“ werden soll. Schließlich wird auch im berüchtigten Projekt 2025 ein „Blitzkrieg“ gepredigt, um den Widerstand von Institutionen (oder Verfassungswällen) zu überwinden und den Apparat zu panzern, ohne dem Widerstand Zeit zu lassen, sich zu organisieren.
Das Projekt „Blitzkrieg“ verspricht Investitionen in allen Bereichen, angefangen bei der Forschung, dem Gesundheitswesen und der öffentlichen Bildung, und ist in einigen Fällen bereits in vollem Gange. Das Netz der Strafvollzugsanstalten zum Beispiel (über 200 im Land, die durch Massenabschiebungen noch erheblich vergrößert werden sollen) wird bereits von der Regierung an Unternehmen des „strafvollzugsindustriellen Komplexes“ vergeben, an Unternehmen wie die Corrections Corporation of America und die Geo Group, die pro Gefangenem bezahlt werden und deren Aktienkurs am Tag der Wahl Trumps in die Höhe geschnellt ist.
Aber die verehrte „Störung“ muss sich im Projekt der „Broligarchen“ auf die gesamte Gesellschaft erstrecken. Was Pishevar euphemistisch als „revolutionäre Umstrukturierung öffentlicher Einrichtungen“ bezeichnet, wird dem bekannten Drehbuch der Sabotage und der Streichung von Mitteln folgen, um sie durch „Management“-Unternehmen zu ersetzen und so einen gewaltigen Transfer öffentlicher Mittel in private Kassen zu bewirken. Vieles wird vermutlich per Dekret umgesetzt werden, aber dieses Mal haben Trump und seine Förderer beide Häuser des Parlaments und eine reaktionäre Mehrheit im Obersten Gerichtshof - eine noch nie dagewesene Konvergenz von Vorhaben und Macht.
Auch im Zusammenhang mit „Innovation“ gab es eine Ernennung, die teilweise unter dem Radar verschwand, nämlich die von David Sachs auf den erfundenen Posten des „Kryptowährungs- und Künstliche-Intelligenz-Zaren“. Als Risikokapitalgeber und alter Bekannter von Musk aus seiner PayPal-Zeit gehört Sachs zu den Südafrikanern, die im silikon-reaktionären Flügel eine überragende Rolle spielen. Roelof Botha (Neffe des letzten Außenministers des Apartheid-Regimes, Pik Botha) ist ein Investor bei Sequoia (derselbe wie Shaun Maguire), Patrick Soon-Shiong ist der Eigentümer der Los Angeles Times, der den Pro-Kamala-Harris-Leitartikel aus seiner Redaktion verbannt hat und kürzlich einen KI-Algorithmus angekündigt hat, um die progressiven Vorurteile seiner Redakteure zu „korrigieren“.
Von allen Digitalmagnaten mit Verbindungen zur südlichen Hemisphäre ist Peter Thiel sicherlich derjenige, der das größte Profil hat. Der mit der anarchokapitalistischen Denkfabrik Property & Freedom Conference und der Bilderberg-Gruppe verbundene Tycoon, der in Namibia in einer deutschen Familie aufgewachsen ist, ist nicht nur ein Trump-Unterstützer, sondern war auch ein Finanzier und Mentor in der Karriere von JD Vance, dessen Nominierung als Vizepräsident er direkt gesponsert und befürwortet hat.
Thiel, der auch ein Gründungsmitglied der PayPal-Mafia ist, studierte in Stanford und gründete dort das Young Conservative Journal. Berühmt-berüchtigt für seine Theorie, dass „Demokratie nicht mehr mit Freiheit vereinbar ist“, ist er heute die graue Eminenz des neoreaktionären Kults im Silicon Valley.
Letzten Monat verglich er in einem Interview mit Bari Weiss die Tech-Ultrakapitalisten, die Trump zum Sieg verhalfen, mit den Widerstandskämpfern, die in Star Wars das Imperium stürzen (eine Analogie, in der vermutlich Biden Darth Vader spielen würde).
Thiel führt nicht nur die heilige Allianz gegen das „Establishment“ an, sondern ist auch Eigentümer von Palantir, einem Unternehmen für Datenanalyse und künstliche Intelligenz mit zahlreichen militärischen Anwendungen (der Name des Unternehmens leitet sich von den Wahrsagersteinen des Zauberers Sauron in den Büchern von J.R.R. Tolkien ab). Die Beherrschung der künstlichen Intelligenz wird bekanntlich für die nächste kapitalistische und geopolitische Phase von entscheidender Bedeutung sein, und der Zusammenschluss von Trump und den Oligarchen ist daher auch im Hinblick auf ein neues KI-Wettrüsten, insbesondere mit dem chinesischen Erzrivalen, vollzogen worden.
Das 2003 gegründete Unternehmen Palantir lieferte zunächst neuronale Netze und Algorithmen für die Datenanalyse an Geheimdienste und später an spezielle Armeeabteilungen. Heute ist das Unternehmen führend im Bereich der militärischen Anwendungen von KI, die es auch an viele globale Kunden liefert. Immer, so will man meinen, auf der „richtigen“ Seite. Der CEO des Unternehmens, Alex Karp, ist ein glühender Verfechter Israels und ein Befürworter des neuen globalen Manichäismus unter amerikanischer Führung. „Wir müssen den Amerikanern erklären, dass die Welt in zwei Teile geteilt ist und dass einer davon von Terroristen beherrscht wird, die den Westen beherrschen wollen“, sagte er kürzlich bei einem Vortrag am Reagan-Institut.
In Karps Denken ist die technologische Vorherrschaft nahtlos mit der moralischen Überlegenheit des amerikanischen Westens verbunden. Und der Suprematismus ist untrennbar mit der Logik des permanenten Krieges verbunden (der schließlich dem Geschäftsmodell der Unternehmen entspricht). Karp stellt fest, dass „die Amerikaner das ängstlichste, ausgeglichenste, am wenigsten rassistische und wohlgesinnteste Volk der Welt sind. Gleichzeitig wollen sie, dass wir wissen, dass, wenn ihr morgens aufwacht und daran denkt, uns zu verletzen, uns als Geiseln zu nehmen oder uns Fentanyl zu schicken, um uns in unserem Haus zu töten, euch oder eurem Cousin, eurem Liebhaber oder eurer Familie etwas sehr Schlimmes zustoßen wird“.
Die Dr. Strangelove-Tiraden über Algorithmen sind für Karp alltäglich. „Wir haben die beste Technologie und so muss es auch bleiben“, sagt er in einem anderen Video. „Wir können uns keine Gleichwertigkeit mit irgendjemandem leisten, weil unsere Gegner nicht unsere moralischen Skrupel haben. Als überzeugter Zionist und Netanjahu-Anhänger hat Karp die „moralische Überlegenheit“ seines Unternehmens in den Dienst der IDF bei der Kampagne gegen den Gazastreifen gestellt und mit seiner künstlichen Intelligenz im ukrainischen Kriegsgebiet experimentiert. In Karps neuem „digitalen amerikanischen Pax“ trifft Dr. Strangelove auf den Terminator in einem Szenario, in dem der „feindliche“ Himmel ständig von Starlink-Satelliten (Musks Tochtergesellschaft hat bereits 6500 davon in der Umlaufbahn) und vielen anderen mit Raketen bewaffneten Satelliten durchkreuzt wird.
Vor zwei Wochen stimmten 166 UN-Mitglieder für eine Resolution, in der ein Vertrag über „intelligente“ Waffen, so genannte Killerroboter, die mit „Entscheidungsautonomie“ ausgestattet sind, gefordert wird. Der Vertrag wird nur deshalb „erhofft“, weil die USA gegen jegliche verbindliche Beschränkung sind. Tatsächlich ist die Verbreitung intelligenter Waffen bereits in vollem Gange und wird auch im nächsten Weißen Haus oberste Priorität haben.
In den Zentralen des neuen militärisch-digitalen Industriekomplexes im Silicon Valley wird bereits daran gearbeitet, die Vorherrschaft der USA auch im Weltraum und auf den Weltmeeren zu sichern, wo bereits „Schwärme“ autonomer Roboter-U-Boote kreuzen, die von einem anderen führenden Unternehmen, Anduril (ebenfalls ein Name aus Der Herr der Ringe, diesmal Aragorns Schwert), hergestellt werden. Immer häufiger treten Szenarien auf, in denen der Transhumanismus der Giga-Kapitalisten an den Posthumanismus grenzt.
Das Modell kann nun endgültig durch ein Weißes Haus gefestigt werden, in dem sich reaktionäre Ideologie und industrielle Interessen endgültig undifferenziert überlagern, eine Regierung, die zu gleichen Teilen aus apokalyptischen Ideologen und Waffenherstellern besteht, die einen vollwertigen Geschäftspartner im Oval Office haben werden.
Ab Januar drohen Ausnahmezustände, Razzien und Verfassungsänderungen per Dekret (zunächst das Ende des ius soli, dann radikale Einschränkungen für Andersdenkende). Hinter dem Projekt steht eine Fraktion, die nicht nur die Gewissheit hat, dass sie ihre Gründe hat, sondern nun auch die Macht, diese mit der vollen Unterstützung einer imperialen Präsidentschaft durchzusetzen.