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25/07/2025

GIDEON LEVY
La infamia de la hambruna deliberada: la guerra de hambre de Israel contra Gaza

Gideon LevyHaaretz , 24-7-2025
Traducido por Fausto GiudiceTlaxcala

Naima, una madre palestina de 30 años, sentada con su hijo desnutrido de 2 años, Yazan, en su casa dañada en el campo de refugiados de Al-Shati, al oeste de Gaza, esta semana. Foto: Omar El-Qatta /AFP

El plan israelí de limpieza étnica en la Franja de Gaza avanza a un ritmo acelerado, quizás incluso más rápido de lo previsto. Además de los importantes éxitos ya registrados en masacres y destrucción sistemática, en los últimos días se ha presenciado otro logro crucial: la hambruna deliberada ha comenzado a dar sus frutos.

Los efectos de esta política se propagaron rápidamente, cobrándose víctimas en cantidades comparables a las causadas por los bombardeos. Quienes no mueren mientras esperan comida probablemente sucumban al hambre.

El arma de la hambruna deliberada está dando resultados. Mientras tanto, la Fundación “Humanitaria” de Gaza se ha convertido en un trágico éxito. No solo cientos de gazatíes han sido asesinados a tiros mientras hacían fila para recibir los paquetes distribuidos por la Fundación, sino que otros no pueden llegar a los puntos de distribución y mueren de hambre. La mayoría son niños y bebés.

Solo el miércoles, 15 personas murieron de hambre, entre ellas tres niños y un bebé de seis semanas. Ciento dos personas han muerto desde el inicio de la guerra, incluidos 80 niños, y el número de muertos ha ido en aumento en los últimos días.

Las imágenes ocultadas al público por los criminales medios locales israelíes, cuya falta de cobertura sobre Gaza jamás será olvidada ni perdonada, son vistas por el resto del mundo. Estas imágenes evocan las imágenes de los supervivientes de los campos de concentración, imágenes del Holocausto. Ocultarlas es negar el fenómeno.

Los esqueletos de bebés y niños pequeños, vivos y muertos, con sus huesos sobresaliendo a través de tejido graso quemado o músculos marchitos, con los ojos y las bocas bien abiertos, con expresiones muertas.

Palestinas pidiendo comida a una organización benéfica en medio de una crisis alimentaria en Gaza en julio. Foto de Mahmoud Issa/Reuters

Yacen en el suelo de los hospitales, en camas vacías o son llevados en carretas de burros. Son imágenes del infierno. En Israel, muchos rechazan estas fotos, dudando de su veracidad. Otros expresan alegría y orgullo al ver a bebés muriendo de hambre. Sí, eso nos pasó a nosotros también.

Transformar la hambruna deliberada en un arma legítima y aceptable para los israelíes, ya sea mediante un apoyo abierto o una indiferencia escalofriante, es el paso más demoníaco hasta ahora en la guerra de Israel contra la Franja de Gaza.

También es el único para el que no se puede inventar justificación, excusa ni explicación. Ni siquiera la desbordante maquinaria propagandística de Israel puede encontrar una. La hambruna se ha convertido en un arma legítima, ya que constituye otro medio para lograr el objetivo: la limpieza étnica.

Este hecho debe ser internalizado y la continuación de la guerra debe verse desde esta perspectiva. Así como Israel se beneficia de las muertes causadas por las armas, también se beneficia del hambre que mata a cientos de personas. Solo así será posible convertir Gaza en un lugar inhabitable, y solo así sus habitantes podrán marcharse “por voluntad propia”, primero a la ciudad “humanitaria” y luego a Libia, o quién sabe dónde.

 


Palestinos huyen de sus hogares con sus pertenencias después de que el ejército israelí ordenara la evacuación del este de Jan Yunis, en el sur de la Franja de Gaza, en mayo. Foto: Hatem Khaled/Reuters

La hambruna es ahora visible en todas partes. Los periodistas palestinos en Gaza que aún no han sido asesinados por el ejército israelí informan que no han comido nada en dos o tres días.

Incluso médicos extranjeros hablaron el miércoles sobre lo que habían comido, y sobre todo lo que no habían comido. Una médica canadiense del Hospital Naser dijo que solo había comido un pequeño plato de lentejas en los dos días anteriores. Ya no podrá seguir atendiendo a los enfermos y heridos de esta manera. Esto también es positivo para Israel.

Un equipo de Al-Jazeera acompañó a un joven que salió en busca de comida para sus hijos. Buscó y buscó hasta encontrar dos bolsas de harina israelí y una botella de aceite en un puesto de mercado. El precio era de varios cientos de shekels por bolsa, y regresó a casa con las manos vacías, junto a sus hijos hambrientos. El estudio de televisión detalló entonces las tres etapas que conducen a la muerte por inanición. Los hijos de este hombre estaban en la segunda etapa.

 Un joven palestino lleva una bolsa de comida de un convoy del Programa Mundial de Alimentos (PMA) descargado rumbo a Gaza en junio. Foto Jehad Alshrafi / AP Aron Ehrlich / Ilustración fotográfica

Esta hambruna deliberada convirtió esta guerra en la más terrible de las guerras israelíes, y sin duda la más criminal de todas. Nunca antes dos millones de personas habían sido víctimas de hambre de esta manera.

Pero hay algo peor que la inanición deliberada: la indiferencia con la que la reciben en Israel. A una hora y media en coche de donde otro bebé, Yussef al-Safadi, murió el miércoles, su familia no ha podido encontrar un sustituto de la leche materna. En el momento de su muerte, Canal 12 transmitía un programa de cocina y los índices de audiencia eran excelentes.

 

24/07/2025

LE MONDE
En la Franja de Gaza, los estragos del hambre

Desde que el ejército israelí impuso un bloqueo humanitario al enclave a principios de marzo, un centenar de habitantes ha muerto de hambre. Esta cifra podría aumentar rápidamente, ya que 600.000 personas sufren desnutrición.

Lucas Minisini (Jerusalén, enviado especial) y Marie Jo Sader, Le Monde, 24-07-2025

Traducido por Tlaxcala


Muhammad Zakariya Ayyoub al-Matouq, un niño de un año y medio de la ciudad de Gaza con desnutrición severa, el 21 de julio de 2025. AHMED JIHAD IBRAHIM AL-ARINI / ANADOLU VIA AFP

Las bombas, los misiles, los proyectiles de tanque, las balas de francotiradores. Y ahora el hambre. Como si no fuera suficiente el suplicio que han soportado los habitantes de la Franja de Gaza a manos del ejército israelí durante veintiún meses, ahora enfrentan un nuevo enemigo, omnipresente e inasible: el hambre. Desde hace meses, el peligro se manifiesta en imágenes de niños con cuerpos esqueléticos y ojos hundidos, provenientes de hospitales del enclave. Ahora se refleja también en los rostros agotados de los periodistas aún activos y en las siluetas que colapsan en las calles, al borde de sus fuerzas.

En un comunicado publicado el 21 de julio y compartido millones de veces en redes sociales, la Sociedad de Periodistas (SDJ) de la AFP describió la angustia de sus colegas en el lugar. El texto narra la situación del principal fotógrafo de la agencia, Bashar, de 30 años, que vive entre las ruinas de su casa en Gaza, con unos cojines como único confort. Su hermano se desplomó en la calle por hambre, y él ya no tiene fuerzas para trabajar.
“Sin una intervención inmediata, los últimos reporteros de Gaza morirán”, advierte la SDJ.

Según las autoridades sanitarias del enclave, 15 personas han muerto de hambre en las últimas 24 horas. Desde la imposición del bloqueo total el 2 de marzo, el número de muertes por falta de alimentos asciende a 101, según responsables palestinos citados por Reuters. Khalil Al-Daqran, portavoz del hospital Al-Aqsa en el centro de Gaza, estima que 600.000 personas sufren desnutrición, entre ellas 60.000 mujeres embarazadas.

“Una película de terror”

En junio, UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) ya había registrado más de 5.000 niños hospitalizados por desnutrición, una vez y media más que en febrero, durante el último alto el fuego entre Israel y Hamás.
El martes 22 de julio, en un discurso ante el Consejo de Seguridad de la ONU, Antonio Guterres, secretario general de la organización, comparó la situación del territorio palestino con “una película de terror”.

Al día siguiente, 111 organizaciones humanitarias, entre ellas Médicos Sin Fronteras, Médicos del Mundo y Oxfam International, publicaron un comunicado contundente denunciando “una hambruna masiva” en Gaza y exigiendo un alto el fuego inmediato y la apertura de los puntos de acceso, bloqueados por Israel.
Las ONG señalaron que “las distribuciones en Gaza se reducen a un promedio de solo 28 camiones diarios” (frente a unos 500 antes de la guerra), y que “toneladas de alimentos, agua potable, suministros médicos y artículos esenciales” están almacenadas “justo fuera del enclave”. La catástrofe, subrayan, no es natural.

Khalil Abu Shammala, de 55 años, se considera afortunado: en los últimos días logró comer un plato de lentejas. El arroz y las verduras, que el ex director de la ONG palestina de derechos humanos Addameer hasta hace poco lograba encontrar, ya son un recuerdo lejano. En los escasos mercados de la ciudad, el kilo de harina cuesta entre 35 y 50 dólares (30 a 42 euros). “Casi no queda nada para comer en todo el enclave”, nos escribe por WhatsApp.
Desde el ataque del 7 de octubre de 2023, Israel ha prohibido el acceso a Gaza a todos los periodistas extranjeros.


Rahil Mohammed Rasras, de 32 años, sufre desnutrición severa. Se encuentra en el Hospital Nasser de Jan Yunis, Franja de Gaza, el 21 de julio de 2025. ABDALLAH F.S. ALATTAR / ANADOLU VÍA AFP

Abu Shammala compartió su ración de lentejas con su esposa Sahar, sus hijas Noor y Nisma y su hijo Mohammed, herido en la pierna el 30 de junio durante un bombardeo. “Sin alimentos ricos en calcio y proteínas, no sanará”, lamenta el padre. Había almacenado latas en previsión de una escasez, pero ahora su reserva está casi vacía.

“Elección política”

“El hambre impuesta por Israel en esta guerra es sistemática y organizada”, denuncia Alex de Waal, director de la World Peace Foundation y especialista en hambrunas. Ante la indignación internacional, en lugar de permitir la entrada masiva de ayuda, “la estrategia de Israel ha sido restringir el acceso del personal humanitario que podía documentar la gravedad del hambre”, añade.

A finales de diciembre de 2024, un informe del Famine Early Warning System Network (FEWS NET), que indicaba que el norte de Gaza ya sufría hambruna, fue retirado por presión del embajador usamericano en Israel, Jack Lew, quien lo calificó de “irresponsable”.
“Dado el control absoluto de Israel sobre Gaza, no resolver el hambre es una elección política”, señala De Waal. “Si el primer ministro decidiera abrir los accesos, todos los niños palestinos podrían desayunar en abundancia al día siguiente”.

El ejército israelí niega bloquear la ayuda. El martes afirmó que 950 camiones cargados de alimentos se encuentran en Gaza, esperando ser descargados por agencias internacionales. “No hemos identificado hambruna en este momento, pero entendemos que se requiere acción para estabilizar la situación humanitaria”, declaró un alto funcionario israelí citado por Times of Israel.

El 19 de mayo, en respuesta a las críticas, Israel abrió tres centros de ayuda alimentaria gestionados por la opaca Gaza Humanitarian Foundation (GHF), respaldada por USA. Pero debido al escaso número y la avalancha de personas hambrientas, las distribuciones se tornaron mortales. Según el ministerio de salud de Gaza, más de 1.000 personas han muerto buscando comida en los centros de la GHF, abatidas por disparos de soldados israelíes desplegados cerca.

A pesar del riesgo, Mohammed Abu Asser, refugiado en Al-Mawasi, sigue caminando cuatro horas diarias hasta el punto de distribución de Rafah. “Hoy tres personas murieron ante mis ojos”, relata a Le Monde. “Y no conseguí comida”.
Tirado en el suelo” para evitar los disparos, espera horas por un poco de comida. La mayoría de las veces, los centros cierran en minutos, desbordados por la multitud. Mohammed regresa con las manos vacías.

En la ciudad de Gaza, Abdul Abu Okal, de 43 años, periodista de Al-Hayat Al-Yadida (periódico oficial de la Autoridad Palestina), busca alimentos en el mercado negro. Desde el 7 de octubre, ha acumulado 11.000 dólares de deuda. Su salario mensual de 700 dólares llega de forma irregular, debido al bloqueo israelí de los fondos palestinos.

Cuando lo recibe, debe retirarlo de comerciantes locales, ya que todos los bancos están cerrados. “Pero se quedan con el 40 % al 45 % como comisión”, explica por WhatsApp.
Cuando ya no tiene dinero, considera apostarse cerca de los pocos camiones de ayuda que entran al norte. “Una vez me acerqué, pero el ejército israelí nos disparó
Escapé por poco de la muerte”, relata.

Tensiones entre civiles

El personal médico está sin medios para tratar los casos de “desnutrición aguda”, que aumentan rápidamente. Solo pueden administrar sueros o algunas vitaminas.
Es una tortura no poder hacer más”, dice Ibrahim Al-Ashi, de 29 años, dentista que se ha convertido en médico voluntario. Cada día ve morir a varios niños. Y, según él, la situación empeora “por horas”.


Palestinos esperan recibir comida de un comedor social en la ciudad de Gaza, el 23 de julio de 2025. MAHMOUD ISSA / REUTERS

La desesperación aumenta las tensiones entre civiles. Videos muestran a personas empujándose y pisoteándose en las zonas de distribución.
El gobierno israelí quiere que nos matemos entre nosotros”, suspira Amjad Shawa, director de la red de ONG palestinas en Gaza. El hombre de cincuenta años relata ataques contra almacenes de ayuda realizados por mafias o a veces por simples gazatíes llevados al límite.

El martes 22, Shawa observó la entrada de 20 camiones del Programa Mundial de Alimentos con sacos de harina, a través del paso de Zikim. Pero ningún saco fue distribuido: apenas unos metros después, los camiones fueron saqueados por habitantes hambrientos.

En la Ciudad de Gaza, coordina una de las últimas cocinas comunitarias (“tekkya”) aún activas. Hasta hace poco, producía 1.000 comidas diarias, principalmente para personas con discapacidad que no pueden desplazarse.
El miércoles 23 de julio, su equipo le informó que cerrarían al día siguiente: ya no queda comida para preparar ni un solo plato.

 

16/06/2025

Una estrella apagada: Parnia Abbasi, joven poetisa iraní, asesinada por Israel

Fausto GiudiceTlaxcala , 16/6/2025

Uno de los misiles lanzados sobre Irán por Israel en la noche del 12 al 13 de junio alcanzó un edificio residencial del oeste de Teherán, el complejo Orquídea, en la calle Sattar Jan. El objetivo era el profesor Abdulhamid Minushehr, científico nuclear que enseñaba en la Universidad Beheshti. El misil destruyó las plantas tercera, cuarta y quinta del edificio. Entre las víctimas “colaterales” se encontraba toda la familia Abbasi: Parnia, de 23 años, su hermano Parham, de 16, y sus padres Parviz, profesor jubilado, y Massoumeh, empleada de banca jubilada. Parnia daba clases de inglés, trabajaba en el Bank Melli y era poetisa.

La estrella apagada

 

Lloré por los dos

por ti

y para mí

 

soplas en

las estrellas, mis lágrimas

 

en tu mundo

la libertad de la luz

en la mía

La persecución de las sombras

 

tú y yo llegaremos a un final

en algún lugar

el poema más bello del mundo

se calla

 

empiezas

en algún lugar

para llorar el

murmullo de la vida

 

pero acabaré

Me quemo

Seré esa estrella apagada

En tu cielo

como el humo

 

ستاره‌ی خاموش

 

برای هر دو گریستم

 

برای تو

 

و خودم

 

ستاره‌های اشکم را

 

در آسمانت فوت می‌کنی

 

در دنیای تو

 

رهایی نور

 

در دنیای من

 

بازی سایه‌ها

 

در جایی

 

من و تو تمام می‌شویم

 

زیباترین شعر جهان

 

لال می‌شود

 

در جایی

 

تو شروع می‌شوی

 

نجوای زندگی را

 

فریاد می‌کنی

 

در هزار جا

 

من به پایان می‌رسم

 

می‌سوزم

 

می‌شوم ستاره‌ای خاموش

 

که در آسمانت

 

دود می‌شود.

 

 


Este poema fue publicado por la revista de poesía Vazn-e Donya [El peso del mundo] en un número dedicado a los “poetas de la Generación Z”, resultado de un taller de escritura. Extractos de una entrevista de la revista con la autora:

“Miro todo en mi vida de una manera que me permite escribir sobre ello”

Parnia Abbasi: “Siempre que escribo algo, se lo enseño a mi madre, a mis amigos. Pregunto a los que me rodean qué opinan. Me encanta ver cómo reacciona la gente cuando lee mis poemas, sus expresiones faciales, su respuesta, me fascina. Sinceramente, esto se ha convertido en una gran parte de mi vida. Veo todo lo que me pasa como algo que podría escribir, para expresar el sentimiento que tuve en ese momento a través de la poesía. En ese sentido, escribir me aporta paz. Aunque sólo sea un poco cada noche. Muchos de estos poemas nunca los presentaré ni publicaré en ningún sitio, pero cuando los leo yo misma, siento como si esos sentimientos volvieran a estar vivos dentro de mí, y eso tiene un profundo significado para mí.

Cuando me apunté al taller de poesía, estaba ocupada con el trabajo y la universidad al mismo tiempo, pero, sinceramente, el taller me importaba mucho más que la escuela o cualquier otra cosa. Me emocionaba de antemano, preparaba algo que decir. Conocer a los poetas, buscarlos, eso significaba para mí más que la mayoría de las cosas de la vida. Y lo sigue siendo”.

10/02/2025

SANTIAGO GONZÁLEZ VALLEJO
La UE y España asociadas a los crímenes de guerra

Santiago González Vallejo, 10-2-2025

El autor es un economista español que trabaja en la Unión Sindical Obrera y es un vocal y cofundador del Comité de Solidaridad con la Causa Árabe

 

A la Unión Europea la hemos acusado desde hace muchos años de ser cómplice de la ocupación y colonización de los Territorios Ocupados por Israel (la Palestina anterior a 1967, los Altos del Golán sirios y las Granjas de Sebaa, en El Líbano) y el bloqueo de la palestina Gaza. Pero, su inacción global y su apoyo de facto a Israel, en comercio de armas, acuerdos securitarios, mantenimiento de comercio –incluyendo desde y hacia los asentamientos en los Territorios Ocupados-, asociación en programas de todo tipo y participe de ayudas, nos obliga a considerar que la UE no sólo es cómplice, sino que es parte en los crímenes de guerra y de lesa humanidad que Israel ejecuta.



La Unión Europea (y la OTAN) con sus Acuerdos ha considerado a Israel como socio, aliado, etc., a pesar de ser un estado ocupante, con leyes supremacistas, discriminatorias de los palestinos y que desprecia el derecho internacional, incluido el derecho del retorno de los palestinos. Origen y causas de la injusticia al pueblo palestino que, al ponerse la Unión Europea y otros países Occidentales al lado de Israel, les hace parte en la ejecución de los crímenes de represión y violencia continua que ejerce Israel para mantener el dominio territorial, la discriminación y el desprecio al cumplimiento del derecho internacional.

 

Unas excusas a ese abandono de los supuestos valores que informan a la Unión Europea, respeto del derecho internacional, democracia, prosperidad compartida se están haciendo desde el planteamiento ideológico en el que viven secuestrados muchos europeos de aceptación de una narrativa que establece que los israelíes son los judíos a los que masacraron y discriminaron en el siglo pasado. Pero esos europeos que discriminaron y masacraron a ciudadanos de sus países, judíos, ¡no somos nosotros, los europeos actuales!, fueron genéricamente nuestros ancestros. Esto nos lleva a las preguntas ¿los europeos actuales tienen que aceptar pagar por crímenes que no han cometido? Y ¿los israelíes actuales son las víctimas de esas atrocidades?

15/01/2025

JONATHAN POLLAK
“Vi que el suelo estaba lleno de sangre. Sentí el miedo como una electricidad en mi cuerpo. Sabía exactamente lo que iba a ocurrir”
Testimonios sobre el gulag sionista

Violación. Hambre. Palizas mortales. Malos tratos. Algo fundamental ha cambiado en las cárceles israelíes. Ninguno de mis amigos palestinos que han sido liberados recientemente son las mismas personas que eran antes.

Jonathan Pollak, Haaretz , 9/1/2025 

Traducido por Shofty Shmaha, Tlaxcala

Jonathan Pollak (1982) es uno de los fundadores del grupo israelí Anarquistas contra el Muro en 2003. Herido y encarcelado en varias ocasiones, colabora con el diario Haaretz. En particular, se negó a comparecer ante un tribunal civil, exigiendo ser juzgado por un tribunal militar, como un palestino cualquiera, lo que obviamente le fue denegado. 

Jonathan Pollak se enfrenta a un soldado israelí durante una manifestación contra el cierre de la carretera principal en la aldea palestina de Beit Dayan, cerca de Nablus, Cisjordania ocupada, viernes 9 de marzo de 2012. (Anne Paq/Activestills)

Jonathan Pollak en el Tribunal de Magistrados de Jerusalén, detenido en el marco de una campaña legal sin precedentes de la organización sionista Ad Kan, 15 de enero de 2020. (Yonatan Sindel/Flash90)


Activistas sostienen carteles en apoyo de Jonathan Pollak durante la manifestación semanal en la ciudad palestina de Beita, en la Cisjordania ocupada, el 3 de febrero de 2023. (Wahaj Banimoufleh) 


Jonathan Pollak con su abogada Riham Nasra en el tribunal de Petah Tikva durante su juicio por haber lanzado piedras durante una manifestación contra el puesto de avanzada de colonos judíos de Eviatar en Beita, en la Cisjordania ocupada, el 28 de septiembre de 2023. (Oren Ziv)

Cuando regresé a los territorios [ocupados desde 1967] tras una larga detención a raíz de una manifestación en la aldea de Beita, Cisjordania era muy diferente de lo que yo conocía. También aquí Israel ha perdido la calma. Asesinatos de civiles, ataques de colonos que actúan con el ejército, detenciones masivas. Miedo y terror en cada esquina. Y este silencio, un silencio abrumador. Incluso antes de mi liberación, estaba claro que algo fundamental había cambiado. Pocos días después del 7 de octubre, Ibrahim Alwadi, un amigo del pueblo de Qusra, fue asesinado junto con su hijo Ahmad. Les dispararon cuando acompañaban a cuatro palestinos que habían sido abaleados el día anterior: tres por colonos que habían invadido la aldea y el cuarto por los soldados que los acompañaban. 

Tras mi liberación, me di cuenta de que algo muy malo estaba ocurriendo en las cárceles. El año pasado, cuando recuperé la libertad, miles de palestinos -entre ellos muchos amigos y conocidos- fueron detenidos en masa por Israel. Cuando empezaron a ser liberados, sus testimonios pintaron un cuadro sistemático de tortura. Los golpes mortales son un motivo recurrente en todos los relatos. Se producen en los recuentos de los prisioneros, durante los registros de las celdas, cada vez que se les traslada de un lugar a otro. La situación es tan grave que algunos presos piden a sus abogados que las audiencias se celebren sin su presencia, porque el camino de la celda a la sala donde está instalada la cámara es un camino de dolores y humillaciones.

Dudé durante mucho tiempo sobre cómo compartir los testimonios que escuché de mis amigos que habían regresado de la detención. Al fin y al cabo, no voy a revelar aquí ningún detalle nuevo. Todo, hasta el más mínimo detalle, ya llena volumen tras volumen los informes de las organizaciones de derechos humanos. Pero para mí no son historias de gente lejana. Son personas que conocí y que sobrevivieron al infierno. Ninguno de ellos es la misma persona que era antes. Intento contar lo que he oído a mis amigos, una experiencia compartida por innumerables personas, aunque cambie sus nombres y oculte detalles identificables. Al fin y al cabo, el miedo a las represalias se repite en todas las conversaciones.

Golpes y sangre

Visité a Malak unos días después de su liberación. Una puerta amarilla y una torre de vigilancia bloqueaban el camino que antes conducía al pueblo desde la carretera principal. La mayoría de las demás carreteras que atraviesan los pueblos vecinos están bloqueadas. Sólo una carretera sinuosa, la que está cerca de la iglesia bizantina que Israel v hizo explotar en 2002, permanece abierta. Durante años, este pueblo había sido como un segundo hogar para mí, y es la primera vez que vuelvo desde mi liberación. 

Malak estuvo detenido durante 18 días. Le interrogaron tres veces, y en todos los interrogatorios le hicieron preguntas triviales. Por ello, estaba convencido de que lo trasladarían a detención administrativa, es decir, sin juicio y sin pruebas, sin acusarlo de nada, bajo un manto de sospecha secreta y sin límite de tiempo. Este es, de hecho, el destino de la mayoría de los detenidos palestinos en la actualidad. 

Tras el primer interrogatorio, lo llevaron al jardín de los suplicios. Durante el día, los guardias retiraban los colchones y las mantas de las celdas, y los devolvían por la noche, cuando apenas estaban secos, y a veces todavía mojados. Malak describe el frío de las noches de invierno en Jerusalén como flechas que penetraban en su carne hasta los huesos. Relata cómo le pegaban y a los demás reclusos en cuanto tenían ocasión. Cada vez que contaban, cada vez que registraban, cada vez que se trasladaban de un lugar a otro, todo era una oportunidad para golpear y humillar.

«Una vez, durante el recuento de la mañana», me contó, »estábamos todos de rodillas, con la cara vuelta hacia las camas. Uno de los guardias me agarró por detrás, me esposó las manos y los pies y me dijo en hebreo: 'Vamos, muévete'.

Me levantó por las esposas de la espalda y me llevó agachada a través del patio que hay junto a las celdas. Para salir, hay una especie de cuartito por el que hay que pasar, entre dos puertas con una ventanita». Sé exactamente de qué cuartito habla, lo he atravesado decenas de veces. Es un pasadizo de seguridad en el que, en un momento dado, sólo se puede abrir una de las puertas. «Así que llegamos allí -continúa Malek- y me pusieron contra la puerta, con la cara contra la ventana. Miré dentro y vi que el suelo estaba cubierto de sangre coagulada. Sentí que el miedo me recorría el cuerpo como la electricidad. Sabía exactamente lo que iba a ocurrir. Abrieron la puerta, uno entró y se colocó junto a la ventana del fondo, la bloqueó, y el otro me tiró dentro  al suelo. Me dieron patadas. Intenté protegerme la cabeza, pero tenía las manos esposadas y no podía hacerlo. Fueron golpes mortales. Realmente pensé que podrían matarme. No sé cuánto duró. En un momento dado, recordé que la noche anterior alguien me había dicho: «Cuando te peguen, grita con todas tus fuerzas. ¿Qué más te da? No puede ser peor, y a lo mejor alguien te oye y viene». Así que empecé a gritar muy fuerte y, efectivamente, alguien vino. No entiendo hebreo, pero hubo algunos gritos entre él y ellos. Luego se fueron y él me sacó de allí. Me salía sangre de la boca y de la nariz».

Jaled, uno de mis mejores amigos, también sufrió la violencia de los guardias. Cuando salió de la cárcel tras ocho meses de detención administrativa, su hijo no lo reconoció de lejos. Corrió la distancia entre la prisión de Ofer y su casa de Beitunia. Más tarde, dijo que no le habían dicho que la detención administrativa había terminado, y temía que hubiera habido un error y que pronto volvieran a detenerlo. Esto ya le había ocurrido a alguien que estaba con él en la celda. En la foto que me envió su hijo unos minutos después de su encuentro, parece una sombra humana. En todo su cuerpo -hombros, brazos, espalda, cara, piernas- había signos de violencia. Cuando fui a visitarle, se levantó para abrazarme, pero cuando le cogí en brazos, gimió de dolor. Unos días después, las pruebas mostraron un edema alrededor de su columna vertebral y una costilla que se había curado. 


Prisión de Megiddo

Cada acción es una oportunidad para golpear y humillar

Otro testimonio que escuché de Nizar, que ya estaba en detención administrativa antes del 7 de octubre, y desde entonces ha sido trasladado a varias prisiones, incluida Megiddo. Una noche, los guardias entraron en la celda vecina y él pudo oír los golpes y gritos de dolor desde su celda. Al cabo de un rato, los guardias cogieron a un preso y lo metieron solo en la celda de aislamiento. Durante la noche y el día siguiente, gimió de dolor y no paró de gritar «mi barriga» y de pedir ayuda. Nadie acudió. Esto continuó la noche siguiente. Hacia la mañana, los gritos cesaron. Al día siguiente, cuando una enfermera vino a echar un vistazo a la sala, se dieron cuenta, por la conmoción y los gritos de los guardias, de que el preso estaba muerto. Hasta el día de hoy, Nizar no tiene ni idea de quién era. Estaba prohibido hablar entre celdas y no sabe qué fecha era.
 
Tras su liberación, se dio cuenta de que durante el tiempo que estuvo detenido, este preso no había sido el único en morir en Megido. Taufik, que fue liberado en invierno de la prisión de Gilboa, me contó que durante un control de la zona realizado por funcionarios de prisiones, uno de los detenidos se quejó de que no le dejaban salir al patio. En respuesta, uno de los funcionarios le dijo: «¿Quieres el patio? Da las gracias por no estar en los túneles de Hamás en Gaza». Luego durante dos semanas,   todos los días durante el recuento del mediodía, los sacaron al patio y les ordenaron acostarse en el frío suelo durante dos horas. Incluso bajo la lluvia. Mientras estaban acostados, los guardias se paseaban por el patio con perros. A veces los perros pasaban entre los prisioneros, y otras pasaban por encima de ellos; y a veces los pisaban.

Según Taufik, cada vez que un detenido se reunía con un abogado, tenía un precio. «Cada vez sabía que el camino de vuelta, entre la sala de visitas y la celda, sumaría al menos tres golpes más. Pero nunca me negué a ir. Estuviste en una prisión de cinco estrellas. No entiendes lo que es estar 12 personas en una celda donde incluso seis personas están apretadas. Es como vivir en un círculo cerrado. No me molestó en absoluto lo que me iban a hacer. El mero hecho de ver a otra persona hablándote como a un ser humano, de ver quizá algo en el corredor en el  camino, eso lo significaba todo para mí». 

Mondher Amira -el único que aparece aquí con su nombre real- fue liberado por sorpresa antes de que finalizara su periodo de detención administrativa. Aún hoy, nadie sabe por qué. A diferencia de muchos otros que han sido advertidos y temen represalias, Amira contó a las cámaras la catástrofe en las cárceles, describiéndolas como cementerios para los vivos. Me contó que una noche, una unidad Kt'ar irrumpió en su celda de la prisión de Ofer, acompañada de dos perros. Ordenaron a los presos que se desnudaran hasta quedar en ropa interior y se acostaran en el suelo, después ordenaron a los perros que olfatearan sus cuerpos y sus caras. Después ordenaron a los presos que se vistieran, los llevaron a las duchas y los enjuagaron con agua fría mientras aún estaban vestidos. En otra ocasión, intentó pedir ayuda a una enfermera después de que un preso intentara suicidarse. El castigo por pedir ayuda fue otra redada de la unidad Kt'ar. Esta vez ordenaron a los reclusos que se acostaran unos encima de otros y los golpearon con porras. En un momento dado, uno de los guardias les abrió las piernas y les golpeó en los testículos con una porra. 

 Hambre y enfermedad 

Mondher perdió 33 kilos durante su detención. No sé cuántos kilos perdió Jaled, ya que siempre fue un hombre delgado, pero en la foto que me enviaron vi un esqueleto humano. En el salón de su casa, la luz de la lámpara revelaba entonces dos profundas depresiones donde solían estar sus mejillas. Sus ojos estaban rodeados por un contorno rojo, el de alguien que no ha dormido durante semanas. De sus delgados brazos colgaba una piel suelta que parecía haber sido adherida artificialmente, como una envoltura de plástico. Los análisis de sangre de ambos mostraban graves carencias. Todas las personas con las que hablé, independientemente de la prisión por la que pasaran, repetían casi exactamente el mismo menú, que a veces actualizado, o más bien reducido. La última versión que escuché, de la prisión de Ofer, fue: para desayunar, una caja y media de queso para una celda de 12 personas, tres rebanadas de pan por persona, 2 o 3 verduras, normalmente un pepino o un tomate, para toda la celda. Una vez cada cuatro días, 250 gramos de mermelada para toda la célula. Para el almuerzo, un vaso de plástico desechable con arroz por persona, dos cucharadas de lentejas, algunas verduras y tres rebanadas de pan. En la cena, dos cucharadas (de café, no de sopa) de hummus bi tahina   por persona, unas pocas verduras, tres rebanadas de pan por persona. A veces otra taza de arroz, a veces una bola de falafel (¡sólo una!) o un huevo, que suele estar un poco podrido, a veces con manchas rojas, a veces azules. Y eso es todo. Nazar me dijo: «No es sólo la cantidad. Incluso lo que ya han traído no es comestible. El arroz apenas está cocido, casi todo está estropeado. Incluso hay niños de verdad, que nunca han estado en la cárcel. Hemos intentado cuidar de ellos, darles nuestra comida podrida. Pero si les das un poco de tu comida, es como suicidarse. En la cárcel hay ahora una hambruna (maya'a مَجَاعَة), y no es una catástrofe natural, es la política del servicio penitenciario.» 

Recientemente, el hambre incluso ha aumentado. Debido a las condiciones de hacinamiento, el servicio penitenciario está encontrando maneras de hacer las celdas aún más estrechas. Las zonas públicas, los comedores... todos los lugares se han convertido en una celda suplementaria. El número de presos en las celdas, que ya estaban superpobladas, ha aumentado aún más. Hay secciones en las que se han añadido 50 presos más, pero la cantidad de comida sigue siendo la misma. Así que no es de extrañar que los presos estén perdiendo un tercio o más de su peso corporal en tan sólo unos meses.  

La comida no es lo único que escasea en la cárcel, y de hecho a los presos no se les permite poseer más que un único conjunto de ropa. Una camisa, un par de calzoncillos, un par de calcetines, un pantalón, un jerséis. Y eso es todo. Mientras dure su detención. Recuerdo una vez, cuando el abogado de Mondher, Riham Nasra, lo visitó, entró descalzo en la sala de visitas. Era invierno y hacía un frío que pelaba en Ofer. Cuando ella le preguntó por qué, él se limitó a decir: «No hay». Una cuarta parte de todos los presos palestinos padecen sarna, según una declaración hecha al tribunal por el propio servicio penitenciario. Nizar fue puesto en libertad cuando su piel estaba cicatrizando. Las lesiones de su piel ya no sangran, pero las costras siguen cubriendo grandes partes de su cuerpo. «El olor en la celda era algo que ni siquiera podemos describir. Como a descomposición, estábamos allí y nos estábamos descomponiendo, nuestra piel, nuestra carne. Allí no éramos seres humanos, éramos carne en descomposición», dice. «Ahora bien, ¿cómo no serlo? La mayor parte del tiempo no hay agua en absoluto, a menudo sólo una hora al día, y a veces no teníamos agua caliente durante días. Hubo semanas enteras en las que no me duché. Tardé más de un mes en recibir jabón. Y allí estábamos, con la misma ropa, porque nadie tenía una muda, y estaba llena de sangre y pus y había un hedor, no de suciedad, sino de muerte. Nuestras ropas estaban empapadas de nuestros cuerpos en descomposición».

Taufik dijo que «sólo había agua corriente una hora al día. No sólo para las duchas, sino en general, incluso para los retretes. Así que, durante esa hora, 12 personas en la celda tenían que hacer todo lo que requería agua, incluidas sus necesidades naturales. Obviamente, era insoportable. Y además, como la mayor parte de la comida estaba en mal estado, todos teníamos problemas digestivos casi todo el tiempo. No te puedes imaginar lo mal cómo apestaba nuestra celda». 
En estas condiciones, la salud de los prisioneros se deterioraba de forma evidente. Una pérdida de peso tan rápida, por ejemplo, hace que el cuerpo consuma su propio tejido muscular. Cuando Mondher fue puesto en libertad, le contó a su mujer Sana, que es enfermera, que estaba tan sucio que el sudor le había teñido la ropa de naranja. Ella lo miró y le preguntó: «¿Y la orina?». Él respondió: «Sí, también he meado sangre». «Idiota», le gritó ella, “eso no era suciedad, era tu cuerpo rechazando los músculos que se había comido”.

Los análisis de sangre de casi todas las personas que conocía mostraban que sufrían desnutrición y graves carencias de hierro, minerales esenciales y vitaminas. Pero incluso la atención médica es un lujo. No sabemos lo que ocurre en las enfermerías de las cárceles, pero para los presos ellas no existen. El tratamiento regular simplemente ha cesado. De vez en cuando, una enfermera visita las celdas, pero no se administra ningún tratamiento, y el «examen» se resume a una conversación a través de la puerta de la celda. La respuesta médica, en el mejor de los casos, es paracetamol y, más a menudo, algo parecido a «bebe un poco de agua». 

Ni siquiera hace falta decir que no hay suficiente agua en las celdas, ya que la mayor parte del tiempo no hay agua corriente. A veces pasa una semana o más sin que ni siquiera el enfermero visite el bloque.
Y si se habla poco de violaciones, no hace falta mencionar las humillaciones sexuales: se han difundido en las redes sociales vídeos de presos a los que el servicio penitenciario conduce completamente desnudos. Estos actos no podrían haber sido documentados sino por los propios guardias, que pretendían jactarse de sus acciones. El uso del cacheo como oportunidad para la agresión sexual, a menudo mediante golpes en la ingle con la mano o con el detector de metales, es una experiencia casi constante, descrita regularmente por presos que han estado en diferentes cárceles.

No he oído hablar de agresiones a mujeres de forma directa, obviamente. Lo que sí he oído, y no una sola vez, es sobre la falta de material sanitario durante la menstruación y su uso para humillar. Tras las primeras palizas el día de su detención, Munira fue conducida a la prisión de Sharon. Al entrar en la prisión, todo el mundo es sometido a un registro corporal, pero el cacheo al desnudo no es la norma y requiere motivos razonables para sospechar que el preso oculta un objeto prohibido. El cacheo al desnudo también requiere la aprobación del funcionario encargado. Durante el cacheo, no había ningún funcionario a cargo de Munira y, desde luego, no había ningún procedimiento organizado para verificar una sospecha razonable. Munira fue empujada por dos guardias femeninas a una pequeña sala de registro, donde la obligaron a quitarse toda la ropa, incluida la ropa interior y el sujetador, y a ponerse de rodillas. Tras dejarla sola unos minutos, una de las guardias volvió, la golpeó y se marchó. Al final, le devolvieron la ropa y le permitieron vestirse. 

Al día siguiente le vino la regla. Le dieron una compresa y tuvo que conformarse con ella durante todo el periodo de la regla. Y lo mismo les ocurrió a todas. Cuando le dieron el alta, sufría una infección y una grave inflamación de las vías urinarias.

Epílogo

Sde Teiman era el lugar más terrible para estar recluido, y supuestamente por eso lo cerraron. De hecho, es difícil pensar en las descripciones de horror y de atrocidad que salieron de este campo de tortura sin pensar en el lugar como uno de los círculos del infierno. Pero no en vano el Estado accedió a trasladar a los allí recluidos a otros lugares, principalmente Nitzan y Ofer. Sde Teiman o no, Israel retiene a miles de personas en campos de tortura, y al menos 68 de ellas han perdido la vida. Sólo desde principios de diciembre se ha informado de la muerte de otros cuatro detenidos. Uno de ellos, Mahmad Walid Ali, de 45 años, del campo de Nour Shams, cerca de Tulkarem, murió apenas una semana después de su detención. La tortura en todas sus formas -hambre, humillación, agresión sexual, promiscuidad, palizas y muerte- no se produce por casualidad. Juntas, constituyen la política israelí. Ésa es la realidad.