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09/09/2022

LUIS CASADO
La operación fue un éxito. Único detalle: murió el paciente…
Sobre el resultado del plebiscito constitucional en Chile

Luis Casado, 9-9-2022

Obtuvieron lo que buscaban. Las almas inocentes no comprenden, manifiestan ya sea su indignación, su decepción o su cabreo, o todo ello junto. Pero no entienden. Luis Casado ofrece alguna pista. Como dice él mismo, una “lucecilla”...

Por el momento solo quisiera comprender cómo es posible que tantos hombres, tantas aldeas, tantas ciudades, tantas naciones, soporten a veces un tirano aislado que no tiene sino el poder que ellos le dan, que solo puede dañarles en la medida que quieran soportarlo, y que no podría hacerles ningún mal si no prefiriesen aceptarle todo antes que contradecirlo.
(Étienne de la Boétie. Discurso de la Servidumbre Voluntaria. 1547)

La significativa mayoría alcanzada por el Rechazo a la Nueva Constitución generó estupefacción, lo que no deja de ser estupefaciente. La incomprensión general se manifiesta de diversos modos, entre los cuales el cabreo no es el menos frecuente.


 Desafortunadamente, ni el cabreo ni la incomprensión pueden sernos de utilidad a la hora de responder a la célebre cuestión planteada por Vladimir Ilich Ulianov: ¿Qué hacer?

De ahí que ofrecer una interpretación, arrojar alguna lucecilla que aclare la oscuridad del túnel, encender la candela que le evite a los pringaos seguir pisando la mierda en la que viven y caminan… sea obra útil.

Tony Blair solía decir: “la memoria de la opinión pública no dura más de ocho días”, lo que desafortunadamente aparece como una verdad incontrovertible. Chile vive una realidad que es el producto de medio siglo de crímenes e infamias. Tiempo prolongado que ha tenido la virtud de desdibujar la cuestión de fondo, –vivida cotidianamente no obstante–, sustituida por una decisión a propósito de un texto cuya principal característica consiste en que nunca fue puesto en práctica, y que por ende solo podía evocar ilusiones oníricas o bien temores de insomnio.

La pregunta del millón es de una sencillez bíblica: ¿Cuál es la cuestión que tensiona la vida pública desde hace pronto cincuenta años? Las reglas de la vida en sociedad, codificadas como conviene en las sociedades modernas en una Carta Magna llamada Constitución. Texto que en lo que conocemos como ‘democracia’ es, o debiese ser, redactado y aprobado por la ciudadanía, derecho inalienable que la Historia se encargó de denominar Soberanía del Pueblo.

Lo que envenena el cuerpo social es precisamente una Constitución impuesta en dictadura, redactada por un puñado de maleantes intelectuales al servicio de los poderosos que saquean las riquezas del país, explotan a su población y destruyen el ecosistema. Esa es la cuestión de fondo.

¿Cuál fue la pregunta del plebiscito? Esa a la cual cada elector debía responder en consciencia. Hela aquí:

"¿Aprueba usted el texto de Nueva Constitución propuesto por la Convención Constitucional?"

La Constitución en vigor, la mal parida, sigue allí, nadie pregunta nada al respecto, nadie debe pronunciarse en cuanto a su derogación simple y pura, a su eliminación como desecho de una mala digestión, así fuese solo por la impudicia de su origen, para no hablar de sus atroces consecuencias para la inmensa mayoría del país. ¿Acaso no fue eso lo que millones de chilenos salieron a rechazar a las calles obligando a la costra política parasitaria a reaccionar?

Pueden decir lo que quieran, la ilegitimidad del sistema institucional en vigor fue y es razón necesaria y suficiente para borrar de una pluma, como ilegal e inaceptable, todo lo obrado en ese ámbito por la dictadura y más tarde por los traidores a la democracia.

Sin embargo, todos, de Aylwin a Boric, acompañados de sus respectivos secuaces, aceptaron que la “evolución institucional” debía tener lugar en el marco y en los límites de lo decidido por la dictadura.

Todo, incluyendo las leyes electorales y sus curiosas modificaciones, se hizo al amparo y bajo la inspiración del genio de Jaime Guzmán, ese que se auto felicitaba de haber excretado un texto que, sea quien sea que esté en el gobierno, “le obligará a hacer lo que nosotros queremos”.

Luego, como en las caricaturas del deporte tarifado, se modifican las reglas, o se mantienen, en función de la conservación estricta de los intereses de quien debe ganar la competición de cualquier modo.

A nadie le pasó por la cabeza, sumidos como estaban en la repartición del pillaje, la idea de “borrón y cuenta nueva”. Plebiscitos van y plebiscitos vienen, la Constitución de la Dictadura sigue incólume, algo defecada por la incontinencia de Ricardo Lagos, pero sigue siendo ella misma en lo esencial.

¿Ocurrió algo parecido en la Alemania de la pos guerra? ¿Siguió en vigor la institucionalidad nazi mientras se reconstruía un modelo democrático?

¿Ocurrió algo parecido en la Francia liberada? ¿Siguieron en vigor las leyes promulgadas por los traidores colaboracionistas de Vichy mientras se reconstruía la República?

Chile es el único país del mundo en el que el agua y el mar fueron privatizados, y la evolución institucional se hace al abrigo, ¡y qué abrigo!, de las reglas de una dictadura.

12/07/2022

LUIS CASADO
Un irreprimible deseo de libertad
Votaré Apruebo en el Plebiscito constitucional del 4 de Septiembre

 Luis Casado, 10/7/2022

¿Qué podría impedirle a la nación chilena recuperar sus libertades y derechos más elementales? Aprobar la Nueva Constitución es una puerta abierta hacia el futuro...

“Los emperadores romanos no olvidaban adoptar el titulo de Tribuno del pueblo, porque esta función era considerada santa y sagrada; establecida para la defensa y la protección del pueblo, gozaba de una gran consideración en el Estado. Por ese medio se aseguraban de que el pueblo se fiara mejor a ellos, como si le bastase con escuchar ese nombre sin la necesidad de sentir los efectos. Pero no lo hacen mejor los de ahora que, antes de cometer sus crímenes más graves, los hacen preceder por algunos lindos discursos sobre el bien público y el consuelo de los desdichados. Conocemos la fórmula que usan con tanta finura; ¿pero se puede hablar de finura allí donde hay tanta impudencia?” 
(Étienne de la Boétie, Discurso de la servidumbre voluntaria. 1576).

Étienne de la Boétie escribió su célebre texto cuando tenía apenas 16 años. Su reflexión recurrente tiene que ver con una cuestión muy simple: ¿qué es lo que hace que millones de seres humanos se dejen sojuzgar y esclavizar sin apenas intentar recuperar su libertad?

El autor señala que cualquier animal capturado vive su cautiverio como una desdicha y en muchos casos prefiere morir a perder su libertad. La reacción de los seres humanos, según Étienne de la Boétie, suele ser muy distinta:

“Es increíble ver como el pueblo, apenas se le somete, cae repentinamente en un olvido tan profundo de su libertad que le es imposible despertarse para reconquistarla: sirve tan bien y de tan buen grado, que al verlo se diría que perdió no solo su libertad sino que al mismo tiempo ganó su servidumbre.”

Estoy convencido de que el pueblo de Chile no se inscribe en este desdichado comportamiento. Por el contrario, retengo la lección del propio Étienne de la Boétie:

“mientras un pueblo se ve obligado a obedecer y obedece, hace bien; mas en el momento en que puede sacudir el yugo, y lo sacude, hace todavía mejor…”.

Lo mismo dijo Salvador Allende el aciago día del 11 de septiembre de 1973:

“El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse... (…) Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.”

Cuatro siglos separan la gesta del Compañero Presidente de la obra de ese genial adolescente que le advirtió a la Humanidad del peligro que corre habituándose a la esclavitud y la ausencia de derechos.