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12/09/2021

JON SCHWARZ
Lo más aterrador del 11-S fue la respuesta de USA

 Jon Schwarz, The Intercept, 10/9/2021
Traducido del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala  

El miedo que experimenté aquel terrible día en Nueva York no puede compararse con el temor que he desarrollado al observar el camino que hemos recorrido desde entonces.

El 11 de septiembre de 2001 me desperté alrededor de las 8:30 de la mañana, me di una ducha y me hice una taza de café instantáneo Nescafé. Para cuando abrí mi ordenador portátil y entré en Common Dreams -el sitio web favorito de todos los progresistas de la época- eran las 9 de la mañana.

El diseño de entonces de Common Dreams ofrecía las historias importantes en el centro de la página y breves fragmentos sobre temas menos significativos en una columna a la izquierda. En la columna de la izquierda aparecía una frase en rojo: “Avión choca en el World Trade Center”.

Esto me proporcionó tres minutos de deliciosa ignorancia durante los cuales era posible creer que un avión había chocado con la torre norte del World Trade Center por accidente, tres minutos para vivir, sin darme cuenta, en la era posterior al 11-S. Entonces, a las 9:03 de la mañana, como todos los que habían encendido un televisor, vi cómo el vuelo 175 de United se estrellaba contra la torre sur.

Salí enseguida de mi apartamento y me dirigí a la Séptima Avenida, donde había una vista sin obstáculos de la calle Fulton, a tres kilómetros al sur. Lo que había contemplado en la televisión también estaba allí, en la realidad: miles de personas muertas o a punto de morir de las formas más atroces imaginables.

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18/06/2021

Les presentamos a la OTAN, la peligrosa alianza “defensiva” que intenta dirigir el mundo


Jon Schwarz
, The Intercept, 15/6/2021 

Traducción del inglés por S. Seguí

Antes de colaborar con First Look Media, Jon Schwarz trabajó para Michael Moore y su productora Dog Eat Dog Films, y fue productor de investigación para el documental de Moore “Capitalism: A Love Story”. Sus trabajos han aparecido en numerosas publicaciones, entre otras New Yorker, The New York Times, The Atlantic, Wall Street Journal, Mother Jones y Slate, y ha colaborado con National Public Radio y “Saturday Night Live”. En 2003 se ganó una apuesta de 1.000 dólares a que Iraq no tenía armas de destrucción masiva.

La cumbre del lunes mostró de qué modo la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ha decidido que tiene una misión global abiertamente expansiva.

En una escala, la semana pasada, en su viaje a Bélgica para asistir a la cumbre de la OTAN del lunes, el presidente Joe Biden visitó una base de la Real Fuerza Aérea en el este de Inglaterra.[1] “En Bruselas”, dijo a la multitud reunida, “dejaré bien claro que el compromiso de Estados Unidos con nuestra alianza de la OTAN y con su artículo 5 es sólido como una roca. Es una obligación sagrada la que tenemos bajo el Artículo 5.”

Estas líneas iban dirigidas a un número ínfimo de seres humanos. Ciertamente, casi ningún usamericano tiene la menor idea qué es el Artículo 5 o lo que establece.

Pero las palabras de Biden fueron realmente significativas. El artículo 5 es una cláusula del Tratado del Atlántico Norte, el documento fundacional de la OTAN, que establece que cualquier ataque armado contra cualquier miembro de la alianza “se considerará un ataque contra todos ellos”.

He aquí el elemento central de cómo Estados Unidos dirige el mundo y pretende seguir dirigiéndolo en el futuro. También significa que si nos enfrentamos a la perspectiva de compartir el poder con otros –hoy en día esto significa principalmente China– podemos acabar destruyendo el mundo.

El Tratado del Atlántico Norte es también conocido como el Tratado de Washington, lo cual indica la mayor parte de lo que hay que saber sobre él. Se redactó en 1949, en una época en la que el poder de Estados Unidos era tan avasallador que podía simplemente dictar sus condiciones a sus aliados. La mayor parte de los escasos debates celebrados con los diplomáticos de otros países tuvieron lugar en secreto a lo largo de dos semanas en el Pentágono. Participó en su redacción un funcionario del Departamento de Estado, portador del delicioso nombre de Thomas Achilles, que más tarde afirmó que su jefe le había dicho: “No me importa si las alianzas enredadas han sido consideradas peor que el pecado original desde la época de George Washington. Tenemos que negociar una alianza militar con Europa Occidental en tiempos de paz y tenemos que hacerlo rápidamente.”

La justificación pública de la OTAN era que se trataba de una alianza defensiva necesaria para impedir que la Unión Soviética invadiera Europa Occidental. La justificación privada, tal y como la articuló Achilles, era algo diferente.

En ese momento Europa Occidental estaba devastada, postrada y desmoralizada y necesitaba urgentemente confianza y energía en su interior. Con los ejércitos soviéticos en la mitad de Europa, y todavía con toda su capacidad bélica, y con los partidos comunistas como actores políticos mayores en Francia e Italia, era igualmente fundamental contar con algo que suscitara el respeto soviético.