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24/12/2024

LUCA CELADA
El plan de Silicon Valley para apoderarse del Estado
El irresistible (¿o resistible?) ascenso de los broligarcas

USA: Una plutocracia “armada” y extremista está a punto de apoderarse de la mayor superpotencia mundial

Luca Celada, il manifesto, 17/12/2024

Traducido por María Piedad Ossaba, Tlaxcala 

Luca Celada es corresponsal en Los Ángeles del diario italiano il manifesto

Esta semana, Jeff Bezos, de Amazon, Sam Altman, de Open AI, y Mark Zuckerberg anunciaron donaciones de un millón de dólares cada uno como contribución a la ceremonia de investidura de Donald Trump el 20 de enero. Los magnates digitales han sido atacados a menudo por Trump, quien todavía hace unas semanas afirmó que Zuckerberg, en particular, debería «ir a la cárcel» por censurar opiniones de derechas en sus plataformas. Tras su victoria, hubo prácticamente una procesión desde Silicon Valley para hacer un acto de sumisión. La semana pasada, el jefe de Meta había volado a Mar a Lago para reunirse con Trump, Bezos tiene una cita en los próximos días.

Muchos otros plutócratas son una presencia fija en la corte giratoria que gira en torno al presidente que regresa desde las elecciones de noviembre. Muchos de los numerosos magnates que han contribuido generosamente a su reelección han sido puntualmente recompensados con nombramientos en ministerios. Entre ellos se encuentra su pariente político Charles Kushner, padre de su yerno Jared, que primero fue indultado en 2020 [ había sido condenado por malversaciones fiscales], y luego honrado con el cargo de embajador en Francia.

(Otro nombramiento «dinástico» es el de la (posiblemente ex) prometida del primogénito Donald Jr, Kimberley Guilfoyle, como nueva embajadora en Grecia, mientras que se espera que su nuera, Lara Trump, debería pasar del comité central del Partido Republicano al Senado).

Entre los ministros con carteras opulentas (cada uno con una riqueza estimada en más de 1.000 millones de dólares) están Linda McMahon en Educación Pública, Scott Bessent, en Hacienda, Doug Burgum en Interior, Howard Lutnick en Comercio, Jared Isaacman, director de la NASA, y Steve Witkoff -socio de Trump en una nueva empresa de criptomonedas, World Liberty Financial- como enviado especial a Oriente Medio.

Además de crear otro flagrante conflicto de intereses para el nuevo presidente, la entrada de la familia en la producción de “Trump coin” es el último indicio de una creciente asociación entre Trump y el nuevo capitalismo incubado en Silicon Valley. Los magnates de Silicon son fantásticamente ricos, y para Trump la riqueza siempre ha sido un ostentoso símbolo de éxito. Según un reciente artículo del New York Times, le gusta exhibir a sus nuevos socios políticos como trofeos en su palacio kitsch. «He traído a dos de los hombres más ricos del mundo», habría dicho recientemente, según el Times, presentándose en una reunión de periodistas en compañía de Elon Musk y el consejero delegado de Oracle, Larry Ellison. «¿A quién habéis traído?».

Encarna la influencia de los aceleracionistas de Silicon Valley en la restauración de Trump el propio Musk, a quien, como es bien sabido, se le ha otorgado, junto a otro multimillonario, Vivek Ramaswami, un puesto central como administrador del «departamento de efficiencia gubernamental» (DOGE). Musk tendría, sin embargo, mayor libertad de acción, incluso sobre la composición del propio cuadro gubernamental, en el que trabajarían, en Florida, numerosos colaboradores 'prestados' por sus empresas.

Entre las figuras clave estaría Jared Birchall, director de Neuralink, la empresa encargada de los implantes neurológicos, pero también administrador de las finanzas personales del magnate y, en general, su mano derecha, a cargo de las negocios  familiares,  de la fundación, así como de los bienes inmuebles, los viajes y la seguridad de Musk. A estas tareas se han añadido ahora las conversaciones con posibles funcionarios del Departamento de Estado. El hecho de que Birchall no tenga experiencia en negocios internacionales no se considera, evidentemente, un problema en una selección que, al igual que para los demás departamentos, parece centrarse principalmente en las afinidades ideológicas y la lealtad de los candidatos al presidente.

Otro asesor, esta vez para seleccionar al personal de inteligencia, es Shaun Maguire, una figura de Caltech que se hizo multimillonario como socio de Sequoia, uno de los principales fondos de inversión de Silicon Valley y (no hace falta decirlo) amigo de Elon Musk, con quien comparte el culto, tan de moda en el Valley, del genio díscolo e inadaptado, quizá incluso un poco misántropo, pero aun así brillante.

En otras palabras, muchas de las decisiones destinadas a dar forma al gobierno Trump bis están en manos de una facción ideológica de «meritócratas» extremistas, por no decir teóricos «darwinistas» del triunfo de los mejores sobre los mediocres. Otro “asesor” fijo en Palm Beach, por ejemplo, es Marc Andreesen, el multimillonario fundador de Netscape y uno de los principales ideólogos de la oligarquía neorreaccionaria, es un ferviente defensor del liberalismo radical y de la mínima interferencia del Estado en los asuntos empresariales.

Gracias a su alianza estratégica con Trump, una asociación que solo maduró realmente en las fases finales de la campaña electoral, este pequeño grupo de empresarios radicalizados por el éxito de los oligopolios de Silicon Valley, tiene ahora la oportunidad de trasladar las filosofias de la gestión (y la eugenesia) al aparato estatal. Musk, por ejemplo, ha expresado en repetidas ocasiones la idea de que la inmigración debería gestionarse como una campaña de selección de «un club deportivo», obligado a seleccionar a los mejores jugadores y descartar a los perdedores, los «losers» que que él y Trump tanto detestan.

Pero la principal obsesión de Musk es el recorte del gasto público, contra el que despotrica incesantemente en X post como fuente de inflación y de déficits  presupuestarios insostenibles. Estos son los temas clásicos de la filosofia económica conservadora que la derecha del silicio ha imbuido, sin embargo, de un celo casi religioso. Y llama la atención cómo una facción que hasta hace poco habría sido considerada fanáticamente extremista, ha ascendido a una posición de tanto poder casi extemporáneamente. La propia creación del superministerio de Musk se produjo «en directo» durante la retransmisión grabada por los dos hombres de X, tras el fallido intento de asesinato  de Trump en julio.

«Para reducir la inflación, tenemos que reducir el gasto público en todos los ámbitos», señaló en aquella conversación el propietario de Space X (que recauda miles de millones en contratos espaciales públicos). «¿Qué te parece, Donald, una comisión especial sobre efficiencia gubernamental? Yo estaría dispuesto a presidirla». «¡Genial, me vendría muy bien alguien como tú, que no se acobarda, como aquella vez que hicieron huelga en esa empresa tuya y los despediste a todos en el acto!». (Risas).

Musk y Ramaswamy no pierden la oportunidad de señalar que las principales fuentes de gastos superfluos son programas como la asistencia alimentaria a familias necesitadas, las pensiones y la sanidad.  «Al principio, puede causar algunas molestias», admite Musk sobre el temido remedio (el recorte de 2 billones de dólares del gasto público, lo que equivale a más de un tercio del presupuesto del Estado), “pero a la larga, será mejor para todos”.

«Veremos qué pasa», afirmó Trump a este respecto. «Van a ser unos meses interesantes. Pero el país está atascado de reglamentaciones y de personas innecesarias que podrían ser más productivas en el sector privado.» Ahora, con una influencia sin precedentes, los «broligarcas» de Silicon Valley están a punto de meter mano en el aparato de protección social como se haría con una filial recién adquirida, con la intención de aplicar una colosal reforma «empresarial».

Las fortunas acumuladas por la plutocracia actual invitan a comparaciones con la ‘Edad Dorada” de principios del siglo XX, cuando la riqueza estratosférica de los Rockefeller, los Vanderbilt y las grandes familias industriales y bancarias subrayaba la abismal desigualdad con las clases económicas subalternas. Pero la influencia política, por notable que fuera, de aquellos «barones ladrones» palidece ante la situación actual.

Aquella época fue el preludio de una temporada de enorme conflicto social en el país, y de la creación, bajo Franklin Roosevelt, de la red social (sanidad y pensiones) que aún existe actualmente. Hoy, sin embargo, las tensiones producidas por la globalización y la desigualdad social rampante han producido, al parecer, un gobierno controlado directamente por los monopolios más gigantescos generados por el capitalismo neoliberal, que, en alianza con un demagogo populista, y las partes más reaccionarias de la derecha ideológica, se disponen a desmantelar ese pacto social.

Todo ello desafiando un flagrante conflicto de intereses por parte de las corporaciones que, de hecho, se encargan de desmantelar las agencias federales encargadas de regularlas. Las primeras cabezas que la industria tecnológica querría ver rodar son las de Lina Kahn, arquitecta  en la Comisión Federal de Comercio (FTC) de la campaña antimonopolio que recientemente llevó a Google y Amazon a los tribunales, y Elizabeth Warren, la senadora de Massachusetts que como presidenta de la autoridad de protección del consumidor es una de las voces más invariablemente de izquierdas contra las extralimitaciones corporativas (Andreesen ha pedido específicamente que la «supriman»).

Sin embargo, no se trata solo de asegurarse los servicios de una administración amiga (aunque con un negociante como Trump, estos estarán prácticamente asegurados). La diezmación del «Estado profundo» prometida por Trump como dispositivo de agregación populista antisistema es, para la plutocracia militante de Silicon Valley, un objetivo ideológico que Musk persigue con especial fervor.

En su reciente libro, «Character Limit», Kate Conger y Ryan Mac retrasan lo que sucedió en los días posteriores a la compra de Twitter por Musk. Una sucesión de despidos, destituciones comunicadas por correo electrónico, jefes de departamento convocados por sorpresa a los que se les pidió que justificaran la utilidad de su empleo en 60 segundos, indemnizaciones retenidas. Una «reestructuración» económica convertida en un teatro de la crueldad, basado en la humillación ritual y punitiva. Un terreno de fuerte afinidad entre Musk y Trump, dueño ya de un programa de tele-realidad cuyo eslogan era «You're Fired!» (¡Estás despedido!). 

La liquidación del 80% de los empleados “sin consecuencias” para la empresa (a no ser que se quiera contar la destrucción de una plataforma reducida a megáfono de desinformación y propaganda), ha convertido a Musk en una especie de héroe anarcocapitalista para un nutrido grupo de seguidores. Y es esta misma receta la que muchos esperan de él para diezmar de una vez por todas al “Estado profundo”. En las últimas semanas, Musk ha sido visto a menudo en compañía de otro socio, Steve Davis, uno de los directivos de la Boring Company (la empresa de excavaciones del grupo Musk). Según el Times, Davis, especializado en reducción de costes, también ha entablado conversaciones con otros expertos para «optimizar el presupuesto federal». Es probable que él también desempeñe un papel destacado en el nuevo ministerio de DOGE. 

Puede que no sea posible reproducir los recortes del 80% de Twitter, pero incluso la paradójica reducción de casi el 50% del gasto público que está ventilando Musk representaría una apoteosis catastrófica de la guerra de los ricos contra los pobres. Para preparar el terreno, la campaña, amplificada por Musk, para vilipendiar a los «gorrones» de las subvenciones públicas, y por la «liberación» de las empresas de las «burocracias sofocantes» ya ha comenzado en 'X'.

El otro impulso es la privatización, con otro responsable del Team Musk: Shervin Pishevar, director y cofundador de Hyperloop (la empresa de cápsulas supersónicas con varios proyectos en fase experimental). Pishevar escribió sobre la «oportunidad de reimaginar las funciones gubernamentales a la luz de una evolución económica y tecnológica sin precedentes». Una frase que resume los intereses económicos y el mesianismo tecnológico imperantes en Silicon Valley. Según Pishevar, servicios como Correos, la NASA o el sistema penitenciario «se beneficiarán enormemente del ingenio del sector privado». Todo en aras de crear un «futuro alineado con la propiedad y la prosperidad». Una característica de los ultra capitalistas es cómo hacen alarde público despreocupadamente de lo que hasta hace poco, y todavía durante el primer mandato de Trump, los partidos propietarios habrían callado y negado públicamente.

Captain X, por Vasco Gargalo

La privatización gradual de los servicios es parte integrante de los programas de muchos gobiernos liberalistas occidentales. Pero los giga-capitalistas ven ahora la oportunidad de completar el trabajo muy rápidamente, adoptando el lema «muévete rápido y rompe cosas». El lema de Mark Zuckerberg, favorecido por los taumaturgos de la tecnología, se aplicaría así al aparato del Estado que hay que «reinventar». Después de todo, incluso el infame Proyecto 2025 se basa en una «guerra relámpago» diseñada para aplastar la resistencia de las instituciones (o terraplenes constitucionales) y blindar el aparato sin dejar tiempo a que la resistencia se organice.

El proyecto de “blitzkrieg” promete invertir en todos los campos, empezando por la investigación, la salud y la educación pública, y en algunos casos ya está muy avanzado. La red de centros de internamiento para inmigrantes en vías de deportación, por ejemplo (más de 200 en el país, y que las deportaciones masivas prometen aumentar considerablemente), ya está subcontratada por el gobierno a empresas del “complejo industrial penitenciario”, empresas como Corrections Corporation of America y Geo Group, pagadas por el preso, y cuya cotización en bolsa se disparó el día de la elección de Trump.

Pero la venerada “disruption” [perturbación] debe, en el proyecto de los “broligarcas”, extenderse a toda la sociedad. Lo que Pishevar define eufemísticamente como la «reestructuración revolucionaria de las instituciones públicas», seguirá el guión familiar de su sabotaje y desfinanciamiento con vistas a su sustitución por empresas de «gestión» y, por tanto, una gigantesca transferencia masiva de fondos públicos a las arcas privadas. Gran parte se aplicará probablemente por decreto, pero en esta ocasión Trump y sus patrocinadores cuentan con las dos cámaras del Parlamento y una supermayoría reaccionaria en el Tribunal Supremo: una convergencia sin precedentes de propósitos y poder.

También en el contexto de la «innovación», una nominación significativa ha pasado en parte desapercibida, la de David Sachs para el puesto inventado de “zar de la criptodivisa y la inteligencia artificial”. Sachs, inversor de capital riesgo y viejo conocido de Musk desde sus tiempos de PayPal, es uno de los sudafricanos que desempeñan un papel más destacado en el ala reaccionaria de Silicon Valley. Roelof Botha (nieto del último ministro de Asuntos Exteriores del régimen del apartheid, Pik Botha) es inversor de Sequoia (el mismo que Shaun Maguire), Patrick Soon-Shiong es el propietario de Los Angeles Times que prohibió el editorial pro-Kamala Harris en su consejo editorial y recientemente anunció un algoritmo de IA para «corregir» el sesgo progresista de sus editores.

De todos los magnates digitales vinculados al hemisferio sur, es sin duda Peter Thiel quien tiene el mayor perfil. Vinculado al think-tank anarcocapitalista Property & Freedom Conference y al Grupo Bilderberg, el magnate, criado en Namibia en el seno de una familia alemana, no sólo es partidario de Trump, sino que ha sido el financista y mentor de la carrera de JD Vance, cuyo nombramiento como vicepresidente patrocinó y garantizó directamente.

También miembro original de la mafia PayPal, Thiel estudió en Stanford, donde fundó el Young Conservative Journal. Famoso por haber teorizado que «la democracia ya no es compatible con la libertad», ahora es la eminencia gris del culto neorreaccionario de Silicon Valley.

El mes pasado, en una entrevista con Bari Weiss, comparó a los ultracapitalistas tecnológicos que llevaron a Trump a la victoria con los combatientes de la resistencia que derribaron al Imperio en “La guerra de las galaxias” (una analogía en la que presumiblemente Biden interpretaría a Darth Vador).

Además de liderar la santa alianza contra “el establishment”, Thiel es el propietario de Palantir, una empresa de análisis de datos e inteligencia artificial con múltiples aplicaciones militares (la compañía debe su nombre a las piedras adivinatorias del mago Sauron en los libros de JRR Tolkien). El control de la inteligencia artificial, como es bien sabido, será crucial para la próxima fase capitalista y geopolítica, por lo que la unión Trump-oligarcas se ha consumado también en la perspectiva de una nueva carrera armamentística de la IA, especialmente con el archirrival chino.

Fundada en 2003, Palantir proporcionó inicialmente redes neuronales y algoritmos para el análisis de datos a agencias de inteligencia y luego a departamentos especiales del ejército. Hoy es líder en aplicaciones militares de IA, que también suministra a numerosos clientes mundiales. Siempre, se dice, los del lado “correcto”. El director general de la empresa, Alex Karp, es un ferviente partidario de Israel y un defensor del nuevo maniqueísmo mundial liderado por los USAmericanos. «Debemos explicar a los usamericanos que el mundo está dividido en dos partes y que una de ellas está dominada por terroristas que tienen la vista puesta en dominar Occidente», afirmó en una reciente conferencia del Instituto Reagan.

En el pensamiento de Karp, la supremacía tecnológica está perfectamente unida a la superioridad moral del Occidente usamericano. Y el supremacismo es inseparable de la lógica de la guerra permanente (que al fin y al cabo se corresponde con el modelo de negocio corporativo). Karp afirma que “los usamericanos son las personas más temerosas, imparciales, menos racistas y bien dispuestas del mundo. Al mismo tiempo, quieren que sepamos que si te levantas por la mañana pensando que vas a hacernos daño, capturarnos como rehenes o enviarnos fentanilo para matarnos en nuestras casas, algo muy malo te va a pasar a ti o a tu primo, a tu amante o a tu familia”.

Los desvaríos del Dr. Insólito de los algoritmos Karp son habituales. «Disponemos de la mejor tecnología y así tiene que seguir siendo», declara en otro vídeo. «No podemos permitirnos equivalencias con nadie porque nuestros adversarios no tienen nuestros escrúpulos morales. Sionista convencido y partidario de Netanyahu, Karp ha puesto la «superioridad moral» de su compañía al servicio de las FDI en la campaña contra Gaza, y puso a prueba su propia inteligencia artificial en el teatro de operaciones ucraniano. En la nueva «pax digital americana» de Karp, el doctor Insólito se encuentra con Terminator en un escenario en el que los cielos «enemigos» están permanentemente pavimentados con satélites Starlink (la filial de Musk ya tiene 6.500 en órbita) y otros muchos armados con misiles. 

Hace quince días, 166 miembros de la ONU votaron a favor de una resolución que pide un tratado sobre armas «inteligentes», los llamados robots asesinos, dotados de «autonomía de decisión». El tratado  es solo una “esperanza piadosa” porque USA se opone a cualquier limitación obligatoria. De hecho, la proliferación de armas inteligentes ya está en marcha y seguirá siendo una de las principales prioridades para la próxima Casa Blanca.

En la sede del nuevo complejo militar-industrial digital de Silicon Valley se trabaja ya a buen ritmo para asegurar la supremacía usamericana también en el espacio y los océanos, por donde ya cruzan “enjambres” de robots-submarinos autónomos, fabricados por otra empresa puntera del sector, Anduril (nombre también tomado de “”El Señor de los Anillos, esta vez la espada de Aragorn). Escenarios cada vez más frecuentes en los que el transhumanismo de los giga-capitalistas vira hacia lo poshumano.

El modelo puede ahora ser definitivamente consolidado por una Casa Blanca en la que la ideología reaccionaria y los intereses industriales se superpondrán infinitamente sin distinción, un gobierno compuesto a partes iguales por ideólogos apocalípticos y fabricantes de armas que tendrán en el Despacho Oval un socio comercial al 100%.

El estado de excepción, las redadas y modificaciones constitucionales por decreto (el fín del derecho de suelo, para empezar, seguido de restricciones radicales a la disidencia) se vislumbran en el horizonte a partir del próximo enero. Detrás de este proyecto hay una facción que, además de la certeza de tener razón, tendrá ahora el poder de aplicarlas  con el pleno apoyo de una presidencia imperial.


21/12/2024

LUCA CELADA
O plano do Vale do Silício para assumir o controle do Estado
A ascensão irresistível (ou será resistível?) dos broligarcas

EUA: uma plutocracia “armada” e extremista está prestes a assumir o controle da maior superpotência do mundo.

Luca Celada, il manifesto, 17/12/2024
Traduzido por Helga Heidrich Tlaxcala

Luca Celada é o correspondente em Los Angeles do diário italiano il manifesto
Nesta semana, Jeff Bezos, da Amazon, Sam Altman, da Open AI, e Mark Zuckerberg anunciaram doações de um milhão de dólares cada como contribuição para a cerimônia de posse de Donald Trump em 20 de janeiro. Os magnatas digitais têm sido frequentemente atacados por Trump, que até algumas semanas atrás afirmava que Zuckerberg, em particular, deveria “ir para a cadeia” por censurar opiniões de direita em suas plataformas. Após sua vitória, houve praticamente uma procissão do Vale do Silício para jurar fidelidade. Na semana passada, o chefe da Meta voou para Mar a Lago para uma reunião com Trump, e Bezos tem um compromisso nos próximos dias.
Muitos outros plutocratas são uma presença constante na corte giratória que tem girado em torno do presidente que retorna desde as eleições de novembro. Entre os muitos magnatas que contribuíram generosamente para sua reeleição, muitos foram pontualmente recompensados com nomeações ministeriais. Entre eles, Charles Kushner, pai de seu genro Jared, a quem ele perdoou em 2020 [ele havia sido condenado por má prática fiscal], homenageado com o cargo de embaixador na França.
(Outra nomeação “dinástica” é a da (possivelmente ex-) noiva do primogênito Donald Jr., Kimberley Guilfoyle, como a nova embaixadora na Grécia, enquanto sua nora, Lara Trump, deve passar do Comitê Central do Partido Republicano para o Senado).
Os ministros com fortunas opulentas (mais de um bilhão de dólares) incluem Linda McMahon na Educação Pública, Scott Bessent no Tesouro, Doug Burgum no Interior, Howard Lutnick no Comércio, Jared Isaacman como chefe da NASA e Steve Witkoff - parceiro de negócios de Trump em uma nova empresa de criptomoeda, a World Liberty Financial - como enviado especial para o Oriente Médio

Além de criar outro evidente conflito de interesses para o novo presidente, a entrada da família na produção de moedas de Trump é a mais recente indicação de uma parceria crescente entre Trump e o novo capitalismo incubado no Vale do Silício. Os magnatas do silício são fantasticamente ricos e, para Trump, a riqueza sempre foi um símbolo ostensivo de sucesso. De acordo com um artigo recente do New York Times, ele gosta de exibir seus novos associados políticos como se fossem troféus em seu palácio kitsch. “Eu trouxe dois dos homens mais ricos do mundo”, ele foi citado recentemente pelo Times, quando apareceu em uma reunião de jornalistas com Elon Musk e o CEO da Oracle, Larry Ellison. “Quem você trouxe?”

É Elon Musk que personifica a influência dos aceleracionistas do Vale do Silício na restauração de Trump: como sabemos, ele recebeu, junto com outro bilionário, Vivek Ramaswami, um cargo central como administrador do “Departamento de Eficiência Governamental” (DOGE). No entanto, Musk teria maior liberdade de ação, inclusive sobre a composição da própria estrutura governamental, que seria trabalhada na Flórida por vários colaboradores “emprestados” de suas empresas.

Entre as figuras-chave estaria Jared Birchall, diretor da Neuralink, a empresa responsável por implantes neurológicos, mas também administrador das finanças pessoais do magnata e, em geral, seu braço direito, responsável pelos bens da família, pela fundação, bem como pelos imóveis, viagens e segurança de Musk. A essas tarefas somam-se agora as conversas com possíveis funcionários do Departamento de Estado. O fato de Birchall não ter experiência em assuntos internacionais claramente não é visto como um problema em um processo de seleção que, como nos outros departamentos, parece se concentrar principalmente nas afinidades ideológicas e na lealdade dos candidatos ao presidente.

Outro conselheiro, desta vez para a seleção do pessoal de inteligência, é Shaun Maguire, um físico da Caltech que se tornou bilionário como sócio da Sequoia, um dos principais fundos de investimento do Vale do Silício, e (nem é preciso dizer) amigo de Elon Musk, com quem compartilha o culto, tão em voga no Vale, do gênio indisciplinado e desajustado, talvez até um pouco misantropo, mas sempre brilhante.

Em outras palavras, muitas das decisões destinadas a moldar o governo Trump estão nas mãos de uma facção ideológica de “meritocratas” extremos, para não dizer teóricos “darwinistas” do triunfo do melhor sobre o medíocre. Outro fixe “conselheiro” em Palm Beach, por exemplo, é Marc Andreesen, o bilionário fundador da Netscape e um dos principais ideólogos da oligarquia neorreacionária, um fervoroso defensor do liberalismo radical e da interferência mínima do Estado nos assuntos corporativos.

Graças à sua aliança estratégica com Trump, uma parceria que só amadureceu de fato nos estágios finais da campanha eleitoral, esse pequeno grupo de empresários, radicalizado pelo sucesso dos oligopólios do Vale do Silício, agora tem a oportunidade de transportar as filosofias de gestão (e eugenia) para o aparato do Estado. Musk, por exemplo, expressou repetidamente a ideia de que a imigração deveria ser administrada como uma campanha de seleção para “um clube esportivo”, necessária para selecionar os melhores jogadores e manter fora os “perdedores” que ele e Trump tanto detestam.

Mas a principal obsessão de Musk é cortar os gastos públicos, que ele constantemente critica em posts no X como fonte de inflação e de déficits orçamentários insustentáveis. Esses são os temas clássicos da filosofia econômica conservadora que a direita siliconada impregnou, além disso, com um zelo quase religioso. É impressionante o fato de que uma facção que até recentemente seria considerada fanaticamente extremista tenha ascendido a essa posição de poder quase extemporaneamente. A própria criação do superministério de Musk ocorreu “ao vivo” na transmissão ao vivo do X gravada pela dupla após o ataque fracassado a Trump em julho passado.

“Para derrubar a inflação, precisamos cortar os gastos do governo em todos os setores”, comentou o proprietário da Space X (que coleciona bilhões em contratos de espaço público) durante a conversa. “Que tal, Donald, uma comissão especial sobre a eficiência do governo? Eu estaria disposto a presidi-la.” “Ótimo, eu realmente precisaria de alguém como você, que não fosse frio, como na época em que eles entraram em greve na sua empresa e você os demitiu na hora!” (Risos).

Musk e Ramaswamy não perdem a oportunidade de salientar que as principais fontes de superfluidades são programas como auxílio-alimentação para famílias carentes, pensões e assistência médica. “No início, pode causar algum desconforto”, Musk chegou a admitir sobre o temido remédio (cortar US$ 2 trilhões em gastos do governo, o equivalente a mais de um terço do orçamento do Estado), ”mas, a longo prazo, será melhor para todos.”

“Vamos ver o que acontece”, afirmou Trump a esse respeito. “Serão alguns meses interessantes. Mas o país está cheio de regulamentações e pessoas desnecessárias que poderiam ser mais produtivas no setor privado.” Agora, com uma influência sem precedentes, os “broligarcas” do Vale do Silício estão se preparando para colocar as mãos no aparato de bem-estar social como se fosse uma subsidiária recém-adquirida, com a intenção de implementar uma reforma “empresarial” colossal.

As fortunas acumuladas pela plutocracia de hoje convidam a comparações com a “era de ouro” do início do século XX, quando a riqueza estratosférica dos Rockefellers, dos Vanderbilts e das grandes famílias industriais e bancárias sublinhava a desigualdade abismal com as classes econômicas mais baixas. Mas a influência política, por mais notável que tenha sido, desses “barões ladrões” empalidece em comparação com a situação atual.

Essa era foi o prelúdio de uma época de enormes conflitos sociais no país e da criação, sob Franklin Roosevelt, da rede de segurança social (assistência médica e pensões) que ainda existe hoje. Hoje, no entanto, as tensões produzidas pela globalização e pela desigualdade social desenfreada aparentemente produziram um governo diretamente controlado pelos monopólios mais gigantescos gerados pelo capitalismo neoliberal, que, em aliança com um demagogo populista e as partes mais reacionárias da direita ideológica, estão se preparando para desmantelar esse pacto social.

Tudo isso desafiando um flagrante conflito de interesses por parte das empresas que, de fato, são responsáveis pelo desmantelamento das agências federais encarregadas de regulá-las. As primeiras cabeças que o setor de tecnologia gostaria de ver cair são as de Lina Kahn, arquiteta da Comissão Federal de Comércio (FTC) da campanha antitruste que recentemente levou o Google e a Amazon aos tribunais, e Elizabeth Warren, a senadora de Massachusetts que, como presidente da Autoridade de Proteção ao Consumidor, é uma das vozes de esquerda mais consistentes contra o excesso de poder das empresas (Andreesen pediu especificamente que ela fosse “removida”).

No entanto, não se trata apenas de garantir os serviços de um governo amigável (embora, com um aristocrata como Trump, isso seja praticamente garantido). A prometida dizimação do “estado profundo” por Trump como um dispositivo de agregação populista antissistema é, para a plutocracia ativista do Vale do Silício, um objetivo ideológico que Musk persegue com fervor especial.

Em seu recente livro Character Limit, Kate Conger e Ryan Mac descrevem o que aconteceu nos dias que se seguiram à compra do Twitter por Musk. Uma sucessão de demissões, comunicadas por e-mail, chefes de departamentos convocados de surpresa e solicitados a justificar a utilidade de seus empregos em 60 segundos, com a retenção da indenização. Uma “reestruturação” econômica transformada em um teatro de crueldade, baseado em humilhações rituais e punitivas. Uma área de forte afinidade entre Musk e Trump, já proprietário de um reality show cujo slogan era “You're Fired!” (Você está demitido!).

A liquidação de 80% dos funcionários “sem consequências” para a empresa (sem mencionar a destruição de uma plataforma reduzida a um megafone de desinformação e propaganda), transformou Musk em uma espécie de herói anarcocapitalista para um grande grupo de seguidores. E é a mesma receita que muitos esperam que ele use para dizimar o “Estado Profundo” de uma vez por todas. Nas últimas semanas, Musk tem sido visto com frequência na companhia de outro sócio, Steve Davis, um dos diretores da Boring Company (empresa de Musk que constrói túneis). De acordo com o Times, Davis, que é especialista em redução de custos, também se envolveu em discussões com outros especialistas para “otimizar o orçamento federal”. É provável que ele também desempenhe um papel de liderança no novo departamento do DOGE.

Talvez não seja possível replicar os cortes de 80% do Twitter, mas mesmo a redução paradoxal de quase 50% nos gastos públicos de Musk representaria uma apoteose catastrófica na guerra dos ricos contra os pobres. Para preparar o terreno, a campanha, amplificada por Musk, para difamar os “aproveitadores” dos subsídios públicos e “liberar” as empresas das “burocracias sufocantes” já começou no “X”.

O outro impulso é a privatização, com outro líder da equipe de Musk: Shervin Pishevar, diretor e cofundador da Hyperloop (a empresa de cápsulas supersônicas com vários projetos em fase experimental). Pishevar dá boas-vindas à “oportunidade de reimaginar as funções do governo à luz de desenvolvimentos econômicos e tecnológicos sem precedentes”. Uma frase que resume os interesses econômicos e o messianismo tecnológico do Vale do Silício. De acordo com Pishevar, serviços como o serviço postal, a NASA e o sistema prisional “se beneficiarão imensamente da engenhosidade do setor privado”. Tudo com o objetivo de criar um “futuro alinhado com propriedade e prosperidade”. Uma das marcas registradas dos ultracapitalistas é o fato de se vangloriarem com facilidade daquilo que, até recentemente, e novamente durante o primeiro mandato de Trump, as facções patronais teriam abafado e negado publicamente.


Captain X, por Vasco Gargalo

A privatização gradual dos serviços é parte integrante dos programas de muitos governos liberais ocidentais. Mas os giga-capitalistas agora veem uma oportunidade de terminar o trabalho muito rapidamente, adotando o slogan “move fast and break things”. O lema de Mark Zuckerberg, preferido pelos taumaturgos da tecnologia, se aplicaria, portanto, ao aparato estatal a ser “reinventado”. Afinal, até mesmo o infame Projeto 2025 se baseia em uma “blitzkrieg” com o objetivo de esmagar a resistência institucional (ou diques constitucionais) e blindar o aparato sem dar tempo para a resistência se organizar.

O projeto “blitzkrieg” promete investir em todas as áreas, começando pela pesquisa, saúde e educação pública, e em alguns casos já está bem avançado. A rede de centros de detenção para migrantes a serem deportados, por exemplo (mais de 200 no país, e que as deportações em massa prometem aumentar consideravelmente), já está sendo subcontratada pelo governo a empresas do complexo industrial carcerário, empresas como Corrections Corporation of America e Geo Group, que são pagas pelo preso e cujo preço das ações disparou no dia em que Trump foi eleito.

Mas a reverenciada “disrupção” deve, no projeto dos “broligarcas”, se estender à sociedade como um todo. O que Pishevar chama eufemisticamente de “reestruturação revolucionária das instituições públicas” seguirá o roteiro familiar de sua sabotagem e desfinanciamento com vistas à sua substituição por empresas de “gestão” e, consequentemente, uma transferência maciça de fundos públicos para cofres privados. É provável que grande parte disso seja implementada por ordem executiva, mas, nesta ocasião, Trump e seus patrocinadores têm as duas casas do congresso e uma supermaioria reacionária na Suprema Corte - uma convergência sem precedentes de propósito e poder.

Ainda no contexto da “inovação”, uma nomeação significativa passou parcialmente despercebida, a de David Sachs para o cargo inventado de “czar da criptomoeda e da inteligência artificial”. Capitalista de risco e velho conhecido de Musk de seus tempos de PayPal, Sachs é um dos vários sul-africanos que desempenham um papel de destaque na ala reacionária do Vale do Silício. Roelof Botha (neto do último ministro das Relações Exteriores do regime do apartheid, Pik Botha) é um investidor da Sequoia (a mesma de Shaun Maguire), Patrick Soon-Shiong é o proprietário do Los Angeles Times, que baniu os editoriais pró-Kamala Harris de seu conselho editorial e anunciou recentemente a introdução de um algoritmo de IA para “corrigir” os preconceitos progressistas de seus editores.

De todos os magnatas digitais com vínculos com o hemisfério sul, Peter Thiel é certamente o que tem o maior perfil. Ligado ao think-tank anarco-capitalista Property & Freedom Conference e ao Grupo Bilderberg, o magnata, que cresceu na Namíbia em uma família alemã, não é apenas um apoiador de Trump, mas também foi o financiador e mentor da carreira de JD Vance, cuja indicação para vice-presidente ele patrocinou e garantiu diretamente.

Também membro fundador do PayPal, Thiel estudou em Stanford, onde fundou o Young Conservative Journal. Famoso por ter teorizado que “a democracia não é mais compatível com a liberdade”, ele é agora a eminência parda do culto neorreacionário do Vale do Silício.

No mês passado, em uma entrevista com Bari Weiss, ele comparou os ultra-capitalistas da tecnologia que levaram Trump à vitória aos combatentes da resistência que derrubam o Império em Guerra nas Estrelas (uma analogia na qual Biden presumivelmente interpretaria Darth Vader).

Além de liderar a santa aliança contra “o establishment”, Thiel é proprietário da Palantir, uma empresa de análise de dados e IA com várias aplicações militares (o nome da empresa vem das pedras de adivinho do mago Sauron nos livros de JRR Tolkien). O controle da inteligência artificial, como sabemos, será crucial para a próxima fase do capitalismo e da geopolítica, e a união Trump-oligarcas, portanto, também foi consumada com vistas a uma nova corrida armamentista de IA, principalmente com o arquirrival chinês.

Fundada em 2003, a Palantir forneceu inicialmente redes neurais e algoritmos de análise de dados para agências de inteligência e, em seguida, para os departamentos especiais do exército. Hoje, ela é líder em aplicações militares de IA, que também fornece a vários clientes globais. Sempre, diz-se, aqueles que estão do lado “certo”. O CEO da empresa, Alex Karp, é um firme apoiador de Israel e um defensor do novo maniqueísmo global liderado pelos EUA. “Temos que explicar aos americanos que o mundo está dividido em duas partes, uma das quais é dirigida por terroristas cujo objetivo é dominar o Ocidente”, disse ele em uma recente conferência do Reagan Institute.

No pensamento de Karp, a supremacia tecnológica anda de mãos dadas com a superioridade moral do Ocidente americano. E o supremacismo é inseparável da lógica da guerra permanente (que, afinal de contas, corresponde ao modelo de negócios corporativo). Karp argumenta que “os americanos são os mais temerosos, os mais imparciais, os menos racistas e os mais bem dispostos do mundo. Ao mesmo tempo, eles querem que saibamos que se você acordar de manhã pensando que vai nos machucar, nos fazer reféns ou enviar fentanil para nos matar em nossas casas, algo muito ruim vai acontecer com você, seu primo, seu amante ou sua família”.

Em Karp, seus discursos de Doutor Estranhoamor sobre algoritmos são comuns. “Temos a melhor tecnologia e precisamos mantê-la assim”, diz ele em outro vídeo. “Não podemos nos dar ao luxo de ser iguais a ninguém porque nossos oponentes não têm nossos escrúpulos morais”. Um sionista convicto e apoiador de Netanyahu, Karp colocou a “superioridade moral” de sua empresa para trabalhar para a IDF na campanha contra Gaza e testou sua própria inteligência artificial no teatro ucraniano. Na nova “pax americana digital” de Karp, o Dr. Estranhoamor encontra o Exterminador do Futuro em um cenário em que o céu do “inimigo” está permanentemente repleto de satélites Starlink (a subsidiária de Musk já tem 6.500 em órbita) e muitos outros armados com mísseis.

Há duas semanas, 166 membros da ONU votaram a favor de uma resolução pedindo um tratado sobre armas “inteligentes”, “robôs assassinos” com “tomada de decisão autônoma”. Esse tratado não passa de uma ilusão, pois os EUA se opõem a qualquer restrição obrigatória. Na verdade, a proliferação de armas inteligentes já está bem encaminhada e continuará sendo uma prioridade absoluta para a próxima Casa Branca.

Na sede do novo complexo militar-industrial digital no Vale do Silício, o trabalho está em andamento para garantir a supremacia dos EUA no espaço e nos oceanos, onde já se cruzam “enxames” de submarinos robôs autônomos, produzidos por outra empresa líder do setor, a Anduril (nome também tirado de O Senhor dos Anéis, desta vez a espada de Aragorn). Esses são cenários cada vez mais comuns em que o transumanismo dos giga-capitalistas se desvia para o pós-humano.

O modelo agora pode ser definitivamente consolidado por uma Casa Branca onde a ideologia reacionária e os interesses industriais se sobreporão indiscriminadamente, um governo composto em partes iguais por ideólogos apocalípticos e industriais de armas que terão um parceiro de negócios 100% no Salão Oval.


O estado de emergência, as prisões e as modificações constitucionais por decreto (o fim do direito ao sol, para começar, seguido de restrições radicais à dissidência) estão no horizonte a partir de janeiro próximo. Por trás desse projeto, há uma facção que, além da certeza de ter uma razão, agora terá o poder de aplicá-la com o apoio total de uma presidência imperial.