Ramzy Baroud, Middle East Monitor, 14/9/2021
Traducido del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala
Veinticinco años antes de que
Israel se estableciera sobre las ruinas de la Palestina histórica, un líder
sionista judío ruso, Ze'ev Jabotinsky, sostuvo que un Estado judío en
Palestina solo podría sobrevivir si existía “detrás de un muro de hierro” de
defensa.
Palestinos en lo alto del
controvertido muro de separación israelí entre la aldea cisjordana de Bilin,
cerca de Ramala, y el asentamiento israelí de Modiin Ilit, durante una
manifestación contra los asentamientos en la zona, 17 de febrero de 2017
(Foto:
Abbas Momani/AFP vía Getty Images)
Jabotinsky hablaba en sentido
figurado. Sin embargo, los futuros líderes sionistas, que adoptaron las
enseñanzas de Jabotinsky, acabaron convirtiendo el principio del muro de hierro
en una realidad tangible. En consecuencia, Israel y Palestina están ahora
desfigurados con interminables barricadas de muros, hechos de hormigón y
hierro, que zigzaguean dentro y alrededor de una tierra que debía representar la
inclusión, la armonía espiritual y la coexistencia.
Poco a poco fueron surgiendo
nuevas ideas sobre la “seguridad” de Israel, como la “fortaleza Israel” y la “villa en la selva”, una metáfora
evidentemente racista utilizada en repetidas ocasiones por el ex primer
ministro israelí, Ehud Barak, que describe falsamente a Israel como un oasis de
armonía y democracia en medio del caos y la violencia de Oriente Medio. Para
que la “villa” israelí siga siendo próspera y pacífica, según Barak, Israel
tenía que hacer algo más que mantener su ventaja militar; tenía que asegurarse
de que el “caos” no traspasara los perímetros de la perfecta existencia de
Israel.
La “seguridad” para Israel no
se define simplemente a través de definiciones militares, políticas y
estratégicas. De ser así, el disparo a un francotirador israelí,
Barel Hadaria Shmuel, por parte de un palestino en la valla que separa al
Israel asediado de Gaza el 21 de agosto, debería haberse entendido como
el coste previsible y racional de la guerra y la ocupación militar perpetuas.
Además, un francotirador
muerto frente a más de 300 palestinos desarmados muertos debería parecer, desde
un crudo cálculo militar, una pérdida mínima. Pero el lenguaje utilizado por los
funcionarios y los medios de comunicación israelíes tras la muerte de Shmuel
-cuyo trabajo incluía el asesinato de jóvenes gazatíes- indica que el
sentimiento de abatimiento de Israel no está relacionado con la supuesta
tragedia de una vida perdida, sino con las expectativas poco realistas de que
la ocupación militar y la “seguridad” pueden coexistir.
Los israelíes quieren poder
matar sin que les asesinen a cambio; someter y ocupar militarmente a los
palestinos sin el menor grado de resistencia, armada o de otro tipo; quieren
encarcelar a miles de palestinos sin la menor protesta, ni siquiera el mero
cuestionamiento del sistema judicial militar de Israel.