Sergio Rodríguez Gelfenstein, 20/10/2022
La situación internacional tan compleja y convulsa que vive el planeta en los últimos años, sobre todo desde el inicio de la pandemia en 2020 y la guerra de la OTAN contra Rusia que comenzó en octubre de 2014 pero que este año ha tenido una importante escalada, ha influido poderosamente en casi todos los acontecimientos políticos del planeta.
Muy a su pesar, el Estado sionista no ha podido apartarse de tal dinámica que empieza a influir directamente en el acontecer interno y en la capacidad de decisión del gobierno. Así, la guerra en Ucrania y las sanciones de Estados Unidos y sus apéndices contra Rusia ha significado un golpe a un mercado gasífero mundial sometido a fuertes vaivenes que hacen imposible mantener la estabilidad para los consumidores.
Por esta razón, ante el litigio fronterizo con el Líbano, el ente de ocupación que usurpa el territorio palestino se ha visto obligado a consentir las condiciones que Hezbollah ha establecido para llegar a un acuerdo. Europa ha exigido a Estados Unidos e Israel “bajar la guardia” para aceptar la mayor parte de los puntos de vista de la organización de la resistencia libanesa que aprovechando la coyuntura y las necesidades de gas del Viejo Continente, forzó un trato que no sólo resuelve el asunto vinculado a la explotación y producción del combustible, sino que también reconoce derechos soberanos de el Líbano sobre territorios que le pertenecen y que estaban en cuestión.
Por otra parte, mientras el acuerdo ha generado unidad nacional en torno a Hezbollah en el Líbano, en Israel ha despertado todo tipo de apreciaciones contradictorias y lucha de tendencias como expresión de una debilidad interna que crece con el tiempo y que se manifiesta en una profunda crisis social, deserción y huida de jóvenes para no cumplir el servicio militar y resquebrajamiento de la unidad tan publicitada en el Estado sionista como instrumento de cohesión para justificar la represión contra el pueblo palestino así como cumplir con su papel de gendarme de la política de Estados Unidos en la región.
Una apreciación semejante hizo el canal estatal israelí KAN 11. Estimó que “un país que sufre un conflicto y está dividido políticamente como el Líbano, parece más unido que Israel con respecto a todo lo relacionado con la cuestión de la disputa sobre las fronteras marítimas”. Así mismo, valoró que el resultado obtenido significo un éxito para Nasrallah en “la batalla de la conciencia en las negociaciones para demarcar las fronteras marítimas”.
En este contexto, el ex primer ministro israelí Benjamín Netanyahu la emprendió contra el actual premier Yair Lapid , asegurando que éste se había rendido ante las amenazas de Nasrallah porque Hezbollah recibirá “territorio soberano de Israel y un yacimiento de gas valorado en miles de millones de dólares, sin ningún debate parlamentario ni referéndum”. Lapid le respondió diciendo que, a pesar de no haber llegado al acuerdo deseado, eso, “no era razón para unirse a la campaña de propaganda de Nasrallah”.
En una mirada más amplia de la situación, ya el pasado 8 de septiembre , el mayor general Uri Gordin nuevo jefe del comando norte del ejército israelí, alertó en el sentido de que Hezbollah podría disparar hasta 4.000 misiles contra Israel en los primeros días de un potencial conflicto bélico que podría desatarse. Según el alto jefe militar esto significa unas 10 veces más que los utilizados en la guerra de 2006 y aseguró que la organización libanesa podía ir incrementando la cifra a razón de 1.500 a 2.000 diarios.
Intentando matizar la información, Gordin afirmó que el número de misiles de alta precisión de Hezbollah es relativamente pequeño, pero que son suficientes para que instalaciones estratégicas civiles y militares, así como altos líderes del país estén entre los blancos a atacar. Agregando preocupación a su análisis, opinó que Israel no está preparado para interceptar tal cantidad de misiles por los que el número de víctimas podría ser muy alto. Y señaló que las ciudades de Haifa y Tiberíades estarían entre los objetivos de Hezbollah. Ahondando en el conflicto interno generado, el exministro de energía y actual miembro del parlamento, Yuval Steinitz, afirmó que: “Israel cedió un área de agua 17 veces el tamaño de Tel Aviv”. Así mismo, en una entrevista con el periódico de extrema derecha Israel Hayom, cercano a Netanyahu, el ex embajador de Estados Unidos designado por Donald Trump en Israel, David Friedman criticó duramente el pacto afirmando que Hezbollah estaba en una buena posición porque fue el ganador; “… sin ser parte directa de las negociaciones, fue su posición la que trajo a el Líbano el 40% adicional… Este aumento, en comparación con lo que había en el pasado, es producto de la acción de ellos”.
Como se puede observar, la situación creada ha conmocionado a la sociedad israelí. En este sentido Roi Sharon, analista de asuntos militares de KAN 11 consideró que ni los jefes militares ni los analistas de inteligencia israelíes u occidentales “pueden entrar en la cabeza de Nasrallah y lograr analizar lo que planea”. Yendo más allá, el exministro Tzachi Hanegbi, miembro del parlamento por el partido Likud, de extrema derecha, dijo que “cree más en Nasrallah que en los portavoces israelíes”.
Esta situación se produce en el mismo momento que todas las organizaciones políticas de Palestina reunidas en Argel, firmaron un compromiso de 9 puntos para avanzar hacia la unidad nacional y poner fin a la división que desde hace quince años mantiene enfrentados a Al Fatah y a Hamás. Entre los puntos, destaca la convocatoria de elecciones en el plazo de un año desde la firma del documento y el reconocimiento de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) como único representante legítimo del pueblo palestino. Este llamado es una convocatoria para que partidos y movimientos como Hamás que gobierna en Gaza y la Yihad Islámica, entre otros que hoy no son miembros, se adhieran a la organización. De esta manera, el más amplio espectro jamás alcanzado de fuerzas políticas palestinas estableció la “firme convicción” de que mantener la situación actual "favorece el 'statu quo' y alimenta el fracaso del proceso de paz en Oriente Medio", además de beneficiar a la ocupación israelí.
Para la historia quedará esta batalla diplomática como un triunfo indudable del pueblo libanés y de todas las fuerzas de la resistencia antiimperialista y anti sionista.