Oskar
Lafontaine , NachDenkSeiten,
24-2-2022
Traducido por Miguel Álvarez Sánchez, Tlaxcala
Todo el que quiera la paz debe actuar de acuerdo con esta
máxima. Por lo mismo, el ataque de Rusia a Ucrania se debe condenar con la
misma firmeza que las otras guerras de agresión que se han librado en los
últimos años. No debemos olvidar nunca: Las víctimas de esta guerra no son
Putin o Biden, sino los ucranianos y rusos que se ven todos los días en la
televisión, muriéndose de hambre o de frío y sin saber a dónde huir. Rusia debe
cesar inmediatamente las hostilidades y volver a la mesa de negociaciones. Escribe
Oskar Lafontaine
Un manifestante con un cartel diciendo “No a la guerra” [Niet
Voinie] es detenido por la policía durante una protesta contra el ataque de
Rusia a Ucrania en Moscú, Rusia, el 24 de febrero de 2022 [Denis Kaminev/AP
Photo]
A los estados beligerantes no se deben enviar armas. Por lo
tanto, es de agradecer que el gobierno federal alemán, a pesar del creciente
belicismo, se mantenga a ello. Los que suministran armas a las facciones
beligerantes aumentan el sufrimiento del pueblo y prolongan la guerra.
El derecho internacional se aplica a todos. La brutal
violación del derecho internacional por parte de Vladimir Putin no puede
justificarse aludiendo a las guerras de Estados Unidos y sus aliados que violan
el derecho internacional.
Las sanciones no afectan a Putin y sus oligarcas, sino que
empeoran la vida de los rusos y ucranianos y de muchas personas de otros países
afectadas por la guerra económica, incluida la gente de Alemania con menores
ingresos que ya apenas puede pagar sus facturas de combustible y calefacción.
Los belicistas de la política y el periodismo pueden hacer frente a la subida
de los precios de la energía. Pero mucha gente en Alemania no lo puede. E
incluso las decisiones correctas tomadas ayer por el gobierno federal no son
suficientes para evitar que muchas personas tengan grandes dificultades para
financiar su vida diaria.
Las sanciones revelan la doble moral y la hipocresía de los “valores”
occidentales, es decir, de la comunidad de la mentira. Uno estaría tentado de
exigir: ahora tenemos que castigar a Putin de la misma manera que castigamos a
Clinton, Bush y Obama por sus guerras que violaron el derecho internacional.
Ahora debemos castigar a los oligarcas rusos igual que hemos castigado a los
oligarcas usamericanos en el pasado por sus guerras por petróleo y gas. Y así
sucesivamente. Los que más se indignan ahora son los que han justificado todas
las guerras de agresión con millones de muertos del pasado que violaron el
derecho internacional.
La primera víctima de la guerra es siempre la verdad. Putin
comenzó esta guerra con mentiras al igual que los presidentes usamericanos
comenzaron sus guerras con la mentira de Tonkin, la mentira de la incubadora o
la mentira sobre las supuestas armas de destrucción masiva.
El fuego de la guerra hay que extinguirlo lo antes posible. Es
precisamente ahora cuando se puede demostrar la valía de la verdadera política
de paz. Sólo si seguimos la norma ética: “No hagas lo que no quieras lo que te
hagan a ti”, tendremos una oportunidad para restablecer la paz.
Al observar la “cobertura de la guerra” en los medios de
comunicación, me gustaría escribir en los álbumes de familia de muchos
periodistas lo que Stefan Zweig señaló en vísperas de la Primera Guerra Mundial
y lo que Gabor Steingart nos recordó recientemente:
“Habían
hecho redoblar el tambor del odio con fuerza, hasta penetrar en el oído de los
más imparciales y estremecerles el corazón. Casi todos servían obedientemente a
la “propaganda de guerra” en Alemania, Francia, Italia, Rusia y Bélgica y, por
lo tanto, al delirio y el odio colectivos de la guerra, en vez de combatirla”.
Quienes ahora siembran el odio preparan ya la próxima guerra.