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06/12/2025

La carrera por los minerales críticos está poniendo al planeta en riesgo

Johanna Sydow  y Nsama Chikwanka, Project Syndicate, 5-12-2025

Traducido por Tlaxcala

 Johanna Sydow dirige la División de Política Ambiental Internacional de la Fundación Heinrich Böll (Alemania).

Nsama Chikwanka es director nacional de Publish What You Pay Zambia.

A medida que los gobiernos debilitan las protecciones ambientales para promover nuevos proyectos mineros, la carrera mundial por los minerales críticos está profundizando las divisiones sociales y dañando ecosistemas vitales. Solo un menor consumo y la adopción de normas sólidas y exigibles pueden evitar perjuicios a largo plazo y proteger los derechos humanos fundamentales.

Vista de los restos desmantelados de un campamento ilegal de minería de oro, “Mega 12”, durante una operación policial destinada a destruir maquinaria y equipos ilegales en la selva amazónica, en la región de Madre de Dios, en el sureste del Perú, el 5 de marzo de 2019. — La minería ilegal de oro en la Amazonía ha alcanzado proporciones “epidémicas” en los últimos años, causando daños a bosques vírgenes y a las vías fluviales, y amenazando a las comunidades indígenas. Foto GUADALUPE PARDO / POOL / AFP vía Getty Images

BERLÍN – El costo ambiental y humano de la extracción de minerales es cada día más evidente, y más alarmante. Aproximadamente el 60% de las vías fluviales de Ghana están hoy fuertemente contaminadas debido a la minería de oro en las riberas de los ríos. En Perú, muchas comunidades han perdido el acceso al agua potable después de que se debilitaran las protecciones ambientales y se suspendieran los controles regulatorios para facilitar nuevos proyectos mineros, contaminando incluso el río Rímac, que abastece a la capital, Lima.

Estas crisis ambientales se ven agravadas por el aumento de la desigualdad y las divisiones sociales en muchos países dependientes de la minería. El Atlas Global de Justicia Ambiental ha documentado más de 900 conflictos relacionados con la minería en todo el mundo, de los cuales alrededor del 85% implican el uso o la contaminación de ríos, lagos y aguas subterráneas. En este contexto, las principales economías están remodelando rápidamente la geopolítica de los recursos. USA, mientras intenta estabilizar la economía mundial basada en los combustibles fósiles, también se apresura a asegurar los minerales necesarios para vehículos eléctricos, energías renovables, sistemas de armas, infraestructura digital y construcción, a menudo mediante coerción y tácticas agresivas de negociación. En su intento de reducir la dependencia de China, que domina el procesamiento de elementos de tierras raras, se están dejando de lado cada vez más las consideraciones ambientales y humanitarias. Arabia Saudí también busca posicionarse como una potencia emergente en el sector de los minerales como parte de sus esfuerzos por diversificarse más allá del petróleo, forjando nuevas alianzas —incluida una con USA— y organizando una destacada conferencia minera. Al mismo tiempo, el Reino está socavando activamente los avances en otros foros multilaterales, como la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Brasil (COP30) y las negociaciones preliminares de la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA7).

En Europa, los grupos industriales están presionando para lograr una mayor desregulación, mientras que empresas de combustibles fósiles como ExxonMobil, TotalEnergies y Siemens utilizan tácticas engañosas para debilitar los mecanismos recientemente establecidos destinados a proteger los derechos de las comunidades en las regiones productoras de recursos. Debería preocuparnos que las empresas y países responsables del calentamiento global, la degradación ambiental y los abusos contra los derechos humanos busquen ahora dominar el sector de los minerales. Permitirles hacerlo pondría en riesgo a toda la humanidad, no solo a las poblaciones vulnerables.

Los gobiernos no deben permanecer pasivos. Deben recuperar la responsabilidad de orientar el principal motor de la expansión minera: la demanda. Reducir el consumo de materiales, especialmente en los países desarrollados, sigue siendo la manera más eficaz de proteger los ecosistemas vitales y prevenir los daños a largo plazo que inevitablemente causa la extracción.

Sin embargo, pese a la abrumadora evidencia de que incrementar la extracción de recursos amenaza el suministro de agua y la seguridad pública, los gobiernos de todo el mundo están debilitando las protecciones ambientales para atraer inversiones extranjeras, poniendo así en peligro los mismos ecosistemas que sostienen toda la vida en la Tierra. Desde una perspectiva económica, este enfoque es profundamente miope.

De hecho, investigaciones recientes muestran que las prácticas responsables no solo son moralmente correctas, sino también económicamente acertadas. Un nuevo informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, basado en cinco años de datos de 235 multinacionales, revela que las empresas que fortalecen su historial en materia de derechos humanos tienden a rendir mejor a largo plazo. Por lo tanto, los gobiernos deberían desconfiar de las afirmaciones de la industria según las cuales la rentabilidad requiere eliminar regulaciones ambientales o ignorar los derechos humanos. Cuando las personas no pueden confiar en que sus líderes políticos protegerán sus derechos, es muy probable que se resistan, y el conflicto social resultante hace que las inversiones se debiliten. La reacción contra el proyecto de extracción de litio Jadar de Rio Tinto en Serbia es un ejemplo revelador. Muchos serbios creían que su gobierno estaba anteponiendo los intereses corporativos al impulsar un proyecto que no cumplía ni siquiera con los estándares básicos de sostenibilidad. La protesta pública detuvo el desarrollo y dejó a la empresa frente a pérdidas significativas.

Solo marcos jurídicos sólidos, respaldados por una aplicación efectiva, pueden crear las condiciones para un desarrollo estable y respetuoso de los derechos. Esto significa proteger los derechos de los pueblos indígenas; garantizar el consentimiento libre, previo e informado de todas las comunidades afectadas; proteger los recursos hídricos; llevar a cabo una planificación espacial que incluya zonas vedadas a la minería; y realizar evaluaciones sociales y ambientales independientes, participativas y transparentes.

Dadas las crecientes tensiones geopolíticas, los foros multilaterales como la COP y la UNEA siguen siendo esenciales para contrarrestar la fragmentación global y avanzar en soluciones compartidas. Los países ricos en minerales deberían colaborar para elevar sus estándares ambientales, del mismo modo que los países productores de petróleo influyen conjuntamente en los precios globales. A través de la acción colectiva, pueden evitar una carrera destructiva hacia el abismo y garantizar que las comunidades locales —particularmente los pueblos indígenas y otros titulares de derechos— sean escuchadas.

En un momento en que el agua potable es cada vez más escasa, los glaciares se derriten y la agricultura está cada vez más amenazada, la acción internacional coordinada ya no es opcional. La resolución presentada por Colombia y Omán para la UNEA de diciembre, que pide un tratado vinculante sobre minerales, representa un paso importante hacia normas globales más justas. Iniciada por Colombia y copatrocinada por países como Zambia, que comprenden demasiado bien los costos de las industrias extractivas, la propuesta pide cooperación en toda la cadena de producción mineral para reducir el daño ambiental y proteger los derechos de los pueblos indígenas y otras comunidades afectadas. Al asignar responsabilidades a los países consumidores de recursos, busca garantizar que la carga de la reforma no recaiga exclusivamente sobre las economías productoras de minerales. Además, aborda los peligros planteados por los diques de colas y otros residuos mineros, que han provocado fallas devastadoras y cientos de muertes.

En conjunto, estas medidas ofrecen una oportunidad excepcional para comenzar a corregir las desigualdades que han caracterizado la extracción mineral durante tanto tiempo. Todos los países —especialmente aquellos productores de minerales que históricamente han sido excluidos de la mesa de negociación— deberían aprovechar este momento. La UNEA7 ofrece una ventana para lograr justicia en materia de recursos.