Supriyo Chatterjee, 14-6-2024
Traducido por Tlaxcala
Los resultados de las recientes elecciones parlamentarias indias han llegado como las bendiciones de un dios tacaño y malévolo: los nacionalistas hindúes gobernarán, pero sólo lo justo; la desanimada oposición puede volver a dar batalla, pero debe planearlo con inteligencia; las minorías acobardadas tienen algo de alivio, pero sólo por ahora, y las instituciones del Estado agonizan pensando si esta vez pueden mantenerse erguidas o si deben seguir arrastrándose.
¡Uy! ¡Eres biológico!
Tras una década en el poder, el primer ministro Narendra Modi tenía una presencia dominante, pero su Bharatiya Janata Party (Partido Popular Indio, el BJP) ha perdido esta vez la mayoría y una quinta parte de sus escaños, a pesar de haber derrochado dinero, confiscado los fondos del principal partido de la oposición, el Congreso, y desterrado a éste y a otros rivales de la televisión y de la mayoría de los medios impresos. Tendrá que depender de sus aliados regionales para seguir gobernando, pero éstos saben que Modi tiene la costumbre de utilizarlos y destruirlos. El BJP recibió importantes golpes en sus bastiones del norte y el oeste de la India, que cuentan con algunos de los estados más grandes y poblados, perdiendo incluso en Ayodhya, la ciudad donde se destruyó una mezquita histórica y se construyó un templo sobre sus ruinas para convertir la zona en el Vaticano del hinduismo. El partido gobernante ganó en el este y el sur del país, donde tiene una presencia incierta, pero donde perdió ha sido más desalentador que donde ganó frente a los partidos regionales.