Sergio Ferrari, 7-8-2025
Se cae un mito productivo. La ciencia prueba que la agricultura orgánica es eficaz. Las críticas lanzadas por la gran producción agrícola convencional se desvanecen.
La agroecología como medio de asegurar la soberanía alimentaria es una de las propuestas esenciales de La Vía Campesina
Durante décadas, el debate sobre el presente-futuro
de la agricultura ha confrontado dos visiones casi antagónicas. Por un lado, el
modelo convencional, centrado en maximizar los rendimientos, para lo cual une
tecnología, agroquímicos e inmensos monocultivos. Por el otro, las propuestas
orgánicas-bio o agroecológicas, consideradas interesantes, pero cuestionadas
por ser “menos productivas”. Detrás de
una y otra visión se ubican la gran producción agroexportadora y las
alternativas ecológicas defendidas, entre otros, por los movimientos sociales
del mundo rural.
Un riguroso trabajo de campo de 47 años en 97
parcelas orgánicas en Therwil, Suiza, auspiciado conjuntamente por el Instituto
de Investigación de Agricultura Orgánica (FiBL, su sigla en alemán) y el Centro
Federal de Competencia Agrícola (Agroscope), concluyó que las mismas lograron,
en promedio, un nivel de rendimiento equivalente al 85% del de las parcelas
convencionales y que dicha diferencia depende, en gran medida, del tipo de
cultivo analizado. Así, por ejemplo, la soja orgánica alcanzó niveles similares
a los de la soja convencional y se registraron ligeras diferencias en cultivos
forrajeros, como el pasto de trébol y el maíz para ensilaje, mientras que la
diferencia fue mayor en el caso del trigo y la papa orgánicos.
Según este estudio, conocido como DOC (D por
bioDinámico, O por bioOrgánico y C por Convencional), la gran brecha que separa
la producción orgánica de la convencional tiene que ver con la repercusión
ambiental de una y otra. En efecto, la orgánica utiliza un 92% menos de
pesticidas y un 76% menos de nitrógeno mineral que la convencional. En los
cultivos orgánicos la reducción del uso de fertilizantes nitrogenados es el
principal factor de un mucho menor impacto climático. El exceso de nitrógeno de
los fertilizantes se convierte en óxido nitroso, un gas con impactantes
consecuencias negativas para el clima.
Como afirma dicho estudio, es cierto que la
reducción en el uso de fertilizantes y productos fitosanitarios produce más
variación del rendimiento en los sistemas orgánicos que en los convencionales,
lo que determina una productividad menos estable. Sin embargo, el riesgo de
contaminación del agua y los alimentos (para los seres humanos y los animales)
con sustancias nocivas es significativamente menor.
Prestigiosa certificación de la agricultura orgánica
Los cultivos convencionales, conocidos también como
agricultura industrial o tradicional, incorporan el uso intensivo de insumos
externos, como fertilizantes sintéticos, pesticidas y herbicidas, así como
semillas mejoradas para maximizar la producción. Estos cultivos son el pilar
esencial del modelo agroexportador de las transnacionales, en particular las de
alimentos y agroquímicos. Modelo que apuesta a la eficiencia y la alta
productividad mediante modernas tecnologías aplicadas a grandes superficies dedicadas
a monocultivos, es decir, la plantación de un solo tipo de especie en una
enorme superficie. Por ejemplo, entre otras, soja, eucalipto, palma aceitera,
pino, maíz o caña de azúcar.
Además del gran número de investigadores dedicados
al proyecto DOC, su importancia radica en su casi medio siglo de estudios
comparativos y su acumulación sistemática de datos. Elementos esenciales en
este tipo de investigaciones debido a que los efectos resultantes de la
conversión de un sistema agrícola convencional en uno biodinámico u orgánico
solo se hacen evidentes después de mucho tiempo. Este prolongado periodo “de
espera” responde, entre otros factores, a la lentitud de los procesos de
transformación del suelo, como la acumulación de materia orgánica estable.
Hasta el presente, unas 140 publicaciones científicas especializadas, así como
numerosas tesis de maestría y doctorado, se han nutrido de los hallazgos
sistemáticos del DOC.
Este estudio aporta otras conclusiones no menos
relevantes. En suelos cultivados orgánicamente, por ejemplo, se han
identificado niveles de humus aproximadamente 16% más altos, y hasta con un 83%
más de actividad de los organismos del propio terreno, que en las parcelas
convencionales. Sin la menor duda, un efecto particularmente positivo para el
suelo, ahora en mejores condiciones de almacenar más agua y reducir el impacto
de la erosión (Estudio aquí)
Tesis confirmadas en el Sur Global
Las investigaciones del DOC ha inspirado iniciativas similares en Suiza, como los proyectos FAST y Burgrain (promovidos por Agroscope), así como en otras naciones. Por ejemplo, varios ensayos comparativos de sistemas de cultivo a largo plazo (o SysCom, por “Comparación de Sistemas) como los realizados por FiBL en Bolivia (cultivo del cacao), India (algodón) y Kenia (una gama más amplia de alimentos básicos, fundamentalmente, maíz y papa).
Otras experiencias prácticas en África confirman las
conclusiones optimistas del estudio DOC sobre producción orgánica. La
Organización No Gubernamental helvética SWISSAID, con su contraparte local en
Tanzania, impulsaron un proyecto investigativo que ha confirmado de forma
contundente los beneficios de los mecanismos económicos identificados por el
estudio en Therwil.
En un artículo reciente, SWISSAID concluyó que “tras
cinco años de transición, los agricultores que participan en el proyecto
CROPS4HD han reducido masivamente sus gastos en insumos externos”. Este
proyecto apunta a mejorar la calidad de los alimentos y la resiliencia agrícola
en general mediante el aprovechamiento de cultivos “huérfanos”, o
infrautilizados, pero que de todas maneras responden muy bien en ambientes
marginales y además poseen un alto valor nutricional.
El análisis económico revela que, paradójicamente,
las explotaciones convencionales tienen los costos de producción por hectárea
más elevados debido a su dependencia de fertilizantes y pesticidas químicos, lo
que confirma la trampa económica de las ganancias desmedidas de la
agroindustria. SWISSAID explica que la producción ecológica redistribuye los
beneficios entre los agricultores, no entre los accionistas de las
transnacionales y las empresas agropecuarias que cotizan en la bolsa. En el
caso de Tanzania, las explotaciones que más han avanzado en el proceso de
transición agroecológica resultan de menores costos y mayores ingresos netos,
lo cual confirma que el relativo menor rendimiento de un 15% se ve ampliamente
compensado por los beneficios que quedan en manos de los productores. Esta
reapropiación económica va acompañada de una diversificación estratégica: el
proyecto desarrolla especies “huérfanas”, es decir con poco o ningún
mejoramiento vegetal y sin perspectiva actual de exportación, pero muy importantes
para la soberanía alimentaria local, como el amaranto, el mijo, el fonio y el
guisante bambara. De esta manera se han ido creando nuevas cadenas de valor
controladas localmente.
Esta relativa independencia productiva no sólo
representa una ventaja para el medio ambiente; además constituye una palanca
fundamental de una forma diferente de poder económico al servicio de los
agricultores directos. En el sistema convencional, a menudo los agricultores
son el eslabón débil de una cadena de valor que es más grande que ellos. En
consecuencia, quedan sometidos a la volatilidad de los precios de los
fertilizantes y pesticidas, un mercado controlado por un puñado de
multinacionales, al tiempo que sufren la presión de los supermercados sobre los
precios de venta de sus propios productos. Gran parte del valor que estos
agricultores generan es capturado por sus proveedores, los procesadores y los
distribuidores.
En un mundo que se enfrenta con el cambio climático,
la erosión de la biodiversidad y la volatilidad de los mercados, los promotores
de este proyecto en Tanzania consideran que la resiliencia y la autonomía de
los agricultores ya no son opciones, sino imperativos. Sobre todo, en los
países más vulnerables del Sur, donde cada perturbación de las cadenas de
suministro agrava la inseguridad alimentaria de la población.
Las descalificaciones se derriten. El mito que asimila lo orgánico con mayores costos empieza a desvanecerse. Y lo orgánico se proyecta no solo como algo saludable y defensor del medioambiente, sino también como accesible para la economía popular.