Alastair Crooke
Traducido por S. Seguí, Tlaxcala
Pareciera que “el equipo” quiere librar una guerra de quinta generación y a la vez exigir (y esperar) la cooperación de sus “adversarios”.
La política exterior de Estados Unidos se ha convertido en una especie de cubo de Rubik global: en un momento dado, el cubo es todo rojo y “el equipo” parece estar dispuesto a suavizar las tensiones con Rusia o China. pero al momento siguiente el cubo presenta una faceta diferente y Washington pasa a las duras sanciones, los insultos y las demostraciones militares de fuerza. Lo que resulta más desconcertante es que el cubo sea tan agresivamente azul un día, y por contra el día anterior o el siguiente presente un color rojo apaciguador.
Está claro que Estados Unidos pretende mantener su primacía a través de su autodefinido “orden global”. Sin embargo, la impresión que da es que “el equipo” quiere librar una guerra de quinta generación y al mismo tiempo, exigir –y esperar— la cooperación de sus “adversarios” en unos pocos asuntos de interés para Estados Unidos (como el cambio climático, que es el fundamento desde el que esperan relanzar su hegemonía económica). No es de extrañar que el resto del mundo se rasque la cabeza pensando que estas contradicciones no tienen ningún sentido, lo que impide que cualquiera de los dos supuestos tenga éxito.
Algunos especulan que hay diferentes “equipos” que se apoderan periódicamente del manejo de los hilos de la Casa Blanca. Tal vez haya algo de verdad en esto. Pero quizás también, el error sea que estamos fijados en ver la política exterior actual a través del prisma demasiado convencional de un Estado que persigue sus intereses nacionales en el extranjero.