Traducido del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala
Ahmed Al-Sammak es un periodista independiente que vive en la Franja de Gaza
El bloqueo y las múltiples ofensivas de Israel han hecho proliferar los trastornos de estrés postraumático (TEPT), las alteraciones del estado de ánimo y otras afecciones relacionadas con el estrés.
Mohammed
al-Asdudi recibió un disparo de un francotirador israelí en una protesta
pacífica. Dice: “Esta herida me ha abierto las puertas del infierno”
(Foto: Ahmed Al-Sammak/MEE)
Orfan Shaimaa (*) se prepara para asistir a su 15ª sesión de apoyo psicológico en Friends for Mental Health (FFMH), una organización no gubernamental que opera en la Franja de Gaza.
Mientras se dirige a la sesión, mira cuidadosamente a su alrededor de vez en cuando para asegurarse de que nadie la reconoce; desea evitar el estigma que suelen sufrir los pacientes de salud mental en el asediado enclave.
Esta joven de 20 años remonta su trauma psicológico al segundo día de la ofensiva israelí de mayo contra Gaza, en la que murieron 253 palestinos, entre ellos 66 niños, 39 mujeres y 17 ancianos, y casi 2.000 resultaron heridos.
“El 12 de mayo no teníamos ni un shekel, así que mi padre, Wael, tuvo que ir a la granja en la que trabaja desde hace años a recoger algunas verduras para venderlas y traer pan y algo de comida”, dijo Shaimaa a Middle East Eye sentada en la sala donde asiste a sus sesiones psicológicas.
“Salió de nuestra casa a las 8 de la mañana para ir a la granja de Beit Lahiya, en el norte de la Franja [de Gaza].
“Después de dos horas, llamó a mi madre y le preguntó si quería que le llevara algo antes de volver”, dijo, con los ojos llenos de lágrimas, y añadió que “para llegar hasta casa, se necesitan diez minutos de camino”.
“Pero pasó hora y media y no vino. Le llamamos muchas veces, pero no pudimos contactar con él porque su teléfono estaba sorprendentemente apagado”, dijo.
“Su rostro estaba deformado”
Como siempre que está en la cocina, aquel día la madre de Shaimaa estaba escuchando la radio.
De repente, el locutor dijo que cuatro campesinos habían sido atacados en Beit Lahiya y que habían llevado sus cuerpos al Hospital Indonesio, en el norte de la Franja de Gaza.
“Mientras mi madre nos contaba las noticias y nos pedía que llamáramos a algún compañero de mi padre, sonó su teléfono”, cuenta Shaimaa.
“Después de contestar, se desmayó. Entonces, cuando mis ocho hermanos y yo estábamos intentando reanimarla, oímos a mi primo llorar a gritos y decir ‘mi tío Wael ha sido martirizado’.
“Nos quedamos helados al momento. ‘¡Qué! ¿Qué has dicho?’, le pregunté. De repente, todos mis tíos y primos que viven en el mismo edificio vinieron a nuestra casa”.
Al cabo de una hora, la familia de Shaimaa oyó fuertes ruidos mientras los dolientes se empujaban unos a otros para ver el cuerpo de Wael, que había llegado en una ambulancia frente a su casa.
“No nos permitieron verlo porque tenía la cara deformada a causa de las heridas. Cuando vi la ambulancia, estuve varias horas desmayada.
“Cuando acabó la última guerra, no salía de casa. Como consecuencia de todo lo vivido, empecé a sufrir ataques de pánico, ansiedad severa y depresión”.