Jean-Luc
Mélenchon, 29/5/2024
Traducido por Fausto
Giudice, Tlaxcala
En primer lugar, es una imagen. ¡Un trozo de tela es una cosa tan pequeña! Sébastien Delogu, diputado insumiso por Marsella, está de pie, con su alto cuerpo extendido, sosteniendo la bandera palestina.
Es un gesto simbólico, por supuesto. Pero los símbolos siempre conllevan una fuerza singular, global, abarcadora. De repente, el inmenso hemiciclo queda absorbido por completo en estos minúsculos centímetros cuadrados coloreados. Entonces el marco explota. El genocidio grita su angustia. Los rebeldes se ponen en pie, gritan su apoyo a la resistencia. Nada les representa mejor en este momento que este hombre, uno de los suyos, ellos mismos grandes, en estos preciosos minutos. Alma Dufour dijo las palabras en su pregunta al Ministro, Sébastien mostró el camino. Desde los bancos de la derecha hasta el extremo derecho del hemiciclo, estallaron los desplantes de odio. Es el mundo tal como es, Francia tal como es, atrapados por un momento en la dura luz del símbolo que ilumina lo más profundo de cada uno de nosotros.
Y luego está el rostro de la Presidenta de la Asamblea, convulsionado por el odio. Explota de rabia, con los ojos desorbitados, vociferante. Algo está fuera de control en ella. Por supuesto, es indigna de su cargo. A los ojos del mundo, la Presidenta de la Asamblea Nacional francesa, ya vista en uniforme militar en Tel Aviv, sufre un ataque de nervios ante la bandera palestina. Frente a lo que no puede soportar, no puede reaccionar más que en el extremo: golpear al máximo de su fuerza y de su poder, sin freno ni contención. En tres años habrá castigado a más diputados que todos sus predecesores desde el inicio de la V República. Está utilizando de nuevo el látigo.
Está inventando normas para encubrir su violencia. Sólo la bandera francesa tendría cabida en la asamblea, dice. Como si no recordáramos la bandera ucraniana en el hemiciclo del Senado, o a su presidente, el Sr. Larcher, que se jactaba de ello "como signo de solidaridad". Como si toda esa gente no hubiera acudido ya al hemiciclo con pins de Israel. Así que su reacción no fue una reacción normal, conforme al reglamento. Entonces, ¿se trata sólo de odio partidista, a lo Meyer Habib*? No lo creo. Creo que, literalmente, no quiere ver esa bandera. Por lo que significa en ese momento en que es ondeada, sola y desarmada. Esta bandera muestra tantas cosas que son invisibles sin ella. Muestra los rostros del genocidio. Los rostros que vimos en esos vídeos desde la escena del crimen. Y esta Presidenta se convierte una vez más en un ser humano aterrorizado por las consecuencias de sus propios actos. No quiere verlo. Su reacción es como si de repente se hubiera visto en un espejo, sentada sobre una pila de cadáveres, en el barro de los campos de refugiados.
No es la bandera lo que ve. Se vio a sí misma como cómplice de un crimen. Se vio a sí misma en el campo del mal absoluto. Del que seguirá siendo la más cobarde cómplice durante generaciones. Es la indigna Francia que mira hacia otro lado cuando tiene ante sus ojos un genocidio. Por eso ya no puede controlarse, como muestran las imágenes. Porque esto es un genocidio, ¡dice la bandera!
Netanyahu ha bombardeado sesenta veces desde que el Tribunal Internacional de Justicia le pidió que detuviera inmediatamente toda acción militar en Rafah. Bombardeará de nuevo. Una y otra vez. Esto no es un incidente de guerra. Es deliberado. Los asesinatos son necesarios a sus ojos para poder reclamar y colonizar cada metro de tierra. No es un incidente, no es al azar. Un genocidio metódicamente planeado. Y llevado a cabo de tal manera que demuestra que nada ni nadie puede hacer nada contra los autores.
Eso es lo que anunció Meyer Habib cuando, radiante en la Cámara, repitió la lista de crímenes cometidos por su querido amigo Netanyahu, tal y como la enunció el diputado rebelde Léaument: "¡Y aún no ha terminado! ¡Aún no ha terminado! La vergüenza y el deshonor marchan a su lado. Aún no ha terminado. Netanyahu matará y volverá a matar. Ha convertido a su país en el paria de las naciones para millones de seres humanos sin prejuicios. Ha dado a conocer a todos aquellos que tienen el poder de actuar, y que no hacen nada, sus cómplices. Basta con nombrarlos y señalarlos con el dedo, sin hacer nada más, para que los veamos tal como son, con el rostro de la inhumanidad más allá de la frontera del mal.
La señora Presidenta es cómplice de Netanyahu. Bastó que ondeara una bandera para que esto se supiera en todo el país y en toda Europa. Sólo un trozo de tela sostenido a distancia. Se está produciendo un genocidio y ella piensa que ondear la bandera de las víctimas para denunciarlo debe castigarse con la pena más severa. Está en el lado equivocado de la historia.
Con el paso de las semanas, el palestino se ha convertido en el rostro de los oprimidos, sean quienes sean. El despreciado por los poderosos, aquel cuya humanidad se niega hasta el punto de que es aceptable eliminarlo. Con el paso de las semanas y del genocidio, esta bandera, después de la de Nelson Mandela en la época del apartheid, se ha convertido en un mensaje universal de fraternidad humana. Se mantiene contra viento y marea, contra insultos e intimidaciones, contra citaciones, detenciones policiales y prohibiciones.
Aquí está Delogu de pie, y sobre sus hombros todos los que no veríamos si no fuera porque sus grandes brazos sostienen esta bandera en lo alto de la refriega. Como un pájaro fuera de su jaula volando al viento libre. Gracias, Sébastien.
NdT*Meyer Habib (París, 1961), hijo de tunecinos judíos y amigo personal de Netanyahu, es diputado francés de derecha (los llamados Republicanos) representando los electores franceses de Israel. Sionista rabioso, fue miembro activo del grupo terrorista Betar y se ha hecho un portavoz de la guerra de exterminación lanzada por Israel en octubre de 2023.