Reinaldo Spitaletta, Sombrero de Mago, El Espectador, 12-8-2025
En la inconclusa novela Las aventuras del buen soldado Švejk, de Jaroslav Hašek, se mencionan antiguas torturas y castigos a los
acusados de alguna falta, de tener que beber plomo fundido, andar sobre hierros
candentes, de ponerles las muy martirizantes “botas españolas” (nada que ver
con los crocs), de chamuscarlos con antorchas, descuartizarlos,
empalarlos, en fin, de un extenso repertorio de dolores para el desgraciado
preso.
La obra, como se sabe, se erigió como una sátira contra el sinsentido (también contra la barbarie) de la guerra. “Que te arresten hoy en día es un juego”, dice el buen soldado, porque, según él, te ponen un catre, una mesa, sopa, pan, alguna jarrita de agua, y tenés el inodoro ahí no más, frente a tus narices. Algo así escuché por estos días, tras la condena al expresidente Álvaro Uribe, que purgará su pena en casa de lujo y no le van a decir, ni más faltaba en calendas de “progreso”, que “hemos decidido que mañana sea descuartizado o quemado, según lo que usted y su gusto prefieran”, porque, como advertía el checo Švejk, la situación ha mejorado en lo que tiene que ver con los detenidos.
El caso del primer expresidente colombiano condenado ha
generado toda suerte de reacciones en un país de extremos, en el cual, por
fortuna, todavía hay trazas de humor, en especial del negro y también de otras
tonalidades. Además del resonante asunto, en el que ha habido posiciones
encontradas, especulaciones, creatividad popular, risas y llantos, para los más
jóvenes ha sido una ocasión para saber un poco más de la historia contemporánea
de un país de masacres, desplazados, “falsos positivos”, desplazamientos
forzados, reformas laborales contra los trabajadores, neoliberalismo hirsuto, y
oposiciones tanto a la paz como a la guerra.
Se podría reducir al absurdo absoluto la realización de
algunas marchas en favor del condenado, pero, de otro lado, habría que destacar
cómo la coyuntura desbordó la creatividad popular (pese a que el pueblo siempre
ha sido la víctima de todos los ultrajes y torturas y castigos, incluyendo los
promovidos por el encartado). Somos, como se sabe, un pueblo (no intonso ni
ignaro, nada de eso, sin laureanismos) con facilidad innata para la humorada.
Sin desperdicio. Y proclive a los agüeros, las trastadas de la suerte, los
juegos de azar (y no de azahar, como dijo hace años un gobernador de
Antioquia).
El número que le correspondió a Uribe como preso,
condenado a prisión domiciliaria —aunque también se oyó decir: “cárcel es
cárcel”— se jugó en quintos de lotería, apuestas, rifas, chances,
“cantarillas”, como si fuera la cifra milagrosa que aparece en un pescado de
semana santa. Algún humorista de facultad de derecho dijo que volvieran a la
Tipología criminal de Cesare Lombroso para ver si algo del condenado encajaba
ahí. Además, en tiempo de redes sociales y de otros “pasatiempos”, se
multiplicaron los memes, algunos, valga anotarlo, con ingenio y pugnacidad.
En uno de tantos memes (además, hubo un “papayazo” sin
igual para caricaturistas, bueno, para los que no operan como calanchines ni
son coristas) aparece Uribe en una cama, cabeza sobre la almohada, cubierto por
una frazada. Y dice: “No debí denunciar a Iván Cepeda”. Hubo otros, referidos
también a quien fuera uno de los politiqueros más poderosos e influyentes del
país, que lo mostraban con uniforme de presidiario, anaranjados unos, de rayas
oscuras otros, tras las rejas con una boina marcada con el número 82 (el mismo
con el que Estados Unidos lo vinculó a una lista de colaboradores del Cartel de
Medellín).
Así, en gracia del juicio y condena, de súbito se pasó de
aquellos alaridos de “bala es lo que hay y bala lo que viene”, propios de
algunos de sus acólitos y paniaguados, a expresiones gozonas populares, que
daban a entender que “todo cae”, todo poder se desvanece. Aparecieron nuevos
círculos del infierno, en una reconstrucción contemporánea de Dante, y a ellos
mandaron a temperar al “señor de las sombras”. “Te hablo desde la prisión”, fue
otro de los memes con salsita y sabor.
Parece —o es un decir— que en algo hemos avanzado en lo
que tiene que ver con la confrontación política civilizada, aquella que sucede
en el campo de las ideas, del disentimiento con criterio, de la discusión sin
disparos, porque los ecos antes del fallo judicial eran los de desatar una
colmena de avispas “quitacalzón” si condenaban al expresidente. No sucedió así,
digamos hasta ahora. Así que aún hay tiempo para chistes y chascarrillos.
En la novela inconclusa de Hašek, al buen soldado Švejk que
cantaba “ríos de sangre, batallas que alabo…”, un médico le recetó una dosis de
bromuro para calmar su “entusiasmo patriótico” y le recomendó no pensar en la
guerra. Podría ser una buena fórmula para estos días, en especial para quienes
el váter les queda en sus narices.
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