Traducido por Fausto Giudice, Tlaxcala
Los sin tierra de Brasil son el mayor movimiento social de América Latina, a pesar de la brutal oposición. Los alimentos ecológicos proporcionan un medio de vida a muchos de ellos.
Sirley Gil con sus nietas. Foto IAN CHEIBUB
La vista sobre las tierras de Sirley Gil es pintoresca. “Tenemos paz”, dice esta mujer de 54 años. “Por fin”. Ha construido una casa en una colina con su marido. Desde aquí arriba, se contempla un estanque donde nadan gansos. En la ladera opuesta hay un huerto donde crecen coles, zanahorias, remolachas y espinacas. Unas vacas pastan un poco más lejos.
El paisaje está enmarcado por la oscura selva tropical que antaño lo cubría todo aquí, en las montañas cercanas a la pequeña ciudad de Piraí y a unas dos horas de Río de Janeiro.
Un sueño hecho realidad
Sirley Gil y su marido poseen 23 hectáreas de tierra. En otras parcelas plantan plátanos, limas, judías/frijoles, batatas y mandioca. Los Gil forman parte de los más de cinco millones de pequeños agricultores brasileños que producen alimentos para el mercado interno.
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