“En muchas ocasiones, ‘Anónimo’ fue una mujer.”
Virginia Woolf
En la
historia y en la participación política de Colombia, se destacan el
discurso, la voz y el rostro de los hombres. Los retratos, nombres y
textos que aprendemos en la escuela, en su mayoría pertenecen a hombres.
Como si ellos fueran los únicos que construyeron el país. Sin embargo,
mirando hacia los pueblos, barrios y veredas, se evidencia otra
realidad: un país sostenido por el trabajo silencioso y persistente de
mujeres a las que no se les reconoce su labor a través de la historia.
¿Cómo es posible que millones de
mujeres estén al frente de la labor social y comunitaria, y tengan tan
poca representación en los altos cargos de decisión política?
En el presente artículo pretendo analizar
críticamente las causas de esta gran contradicción y señalar que ya es
hora de transformar el rol de las mujeres en la historia del país.
La diferencia entre la amplia
participación de las mujeres en los liderazgos sociales de base y su
baja presencia en los cargos políticos de poder es evidente. En
municipios como Bello, cerca del 80 % de las presidencias de Juntas de
Acción Comunal están en manos de mujeres, muchas de ellas con décadas de
trabajo voluntario. Sin embargo, esa participación se desploma al
escalar en la política formal: en los concejos municipales apenas
alcanza entre el 15 y el 20 %.
De las 1.102 alcaldías del país, solo 146
son ocupadas por mujeres. En las gobernaciones, apenas hay 6 mujeres en
32 departamentos. En el Congreso, tras una larga lucha, casi llegamos
al 29 %. Y hoy celebramos como un hito contar con una segunda
vicepresidenta.
¿Por qué después de más de dos siglos de
República, treinta y cinco presidentes titulares y setenta años de
derecho al voto femenino, Colombia no ha tenido una presidenta? Si hay
tantos liderazgos femeninos en las bases, ¿cuáles son los motivos para
que hasta hoy ninguna mujer haya ocupado el más alto cargo público en el
país?
La explicación más evidente, entre las
clases trabajadora y baja, es la carga del trabajo no remunerado en
casa y en las comunidades, que recae mayoritariamente sobre los hombros
de las mujeres. Principalmente son las mujeres quienes asumen el cuidado
de la casa, los hijos, los ancianos, los enfermos, y quienes gestionan
los servicios básicos (agua potable, salud, energía eléctrica,
reparación de vías).
Según el DANE (2022), las mujeres dedican
en promedio el doble de tiempo que los hombres al trabajo doméstico y
de cuidado, pero no todo se explica con el trabajo invisible: ¿qué
ocurre con las mujeres de clase media y alta?, ellas cuentan con los
recursos para pagar quién realice las labores de cuidado, y además,
tienen tiempo y pueden estudiar, viajar y participar en espacios de
decisión. Aún allí, cuando se abren esos espacios de participación
política, es común ver que los cargos de cuidado recaen en mujeres: son
secretarias, asistentes o asesoras, mientras los liderazgos visibles y
jerárquicos terminan en manos de hombres. Se hace evidente el “techo de
cristal” en el ámbito de la política, esa barrera invisible que limita
el ascenso de las mujeres a cargos de poder, pese a su preparación y
experiencia.
Otros factores que inciden son: el
autoconcepto de género (muchas mujeres tienden a subestimarse, mientras
los hombres suelen sobreestimarse), el estereotipo cultural (que empuja a
las mujeres a priorizar la familia sobre la vida pública) y la ausencia
de referentes femeninos (que reduce las aspiraciones de llegar a cargos
altos).
Según la ONU Mujeres y la MOE (Misión de
Observación Electoral), en Colombia más del 60 % de las candidatas
reportan haber sufrido violencia política de género, que van desde
comentarios machistas hasta amenazas directas. Las candidatas enfrentan
hostigamiento, ridiculización e incluso intimidaciones en un ambiente
dominado por redes de poder masculinas que controlan partidos,
estructuras electorales y el financiamiento político, que sigue sesgado
en su contra.
A esto se
suma la educación política desigual, las mujeres tienen menos acceso a
formación en liderazgo, negociación y redes de influencia. Los medios de
comunicación reproducen estereotipos que hacen ver a las candidatas
como menos aptas, reforzando la resistencia cultural al liderazgo
femenino, manipulando a la masa que todavía considera la política como
un asunto “de hombres”.
Las mujeres son mayoría en los liderazgos
sociales de base y, en muchas ocasiones, están mejor preparadas que los
hombres, pero ellos terminan ocupando los cargos. La CEPAL (2022)
señala que Colombia está por debajo del promedio latinoamericano en
participación de mujeres en el poder ejecutivo. Otros países de la
región ya han tenido presidentas, mientras que Colombia sigue siendo una
de las democracias latinoamericanas donde ninguna mujer ha llegado a la
jefatura del Estado.
Es hora de tener una presidenta
A pesar de todas las barreras, hay
mujeres excepcionales que han logrado abrirse camino en la política
colombiana. Mujeres que, con o sin hijos, han estudiado, se han formado,
han enfrentado la violencia machista y han sobrevivido a la violencia
política.
Carolina Corcho es una de esas mujeres
excepcionales, una mujer que viene desde las bases, como médica de
veredas, luchando en la calle por el derecho fundamental a la salud.
Esta mujer de 42 años llega para refrescar la política colombiana: ella
destaca por su experiencia en políticas de salud pública, su enfoque en
la justicia social, y su activismo progresista.
Viene de la base social y gremial: como
médica, lideró la Asociación Nacional de Internos y Residentes (ANIR) y
la Federación Médica Colombiana. Aprendió sobre el territorio, no desde
un escritorio; vivió en pueblos apartados, donde la distancia a un
hospital puede ser la diferencia entre la vida y la muerte, esa
experiencia le da hoy la fuerza para defender un sistema de salud
público que llegue a los rincones más alejados del país.
Carolina Corcho es Médica de la
Universidad de Antioquia, es Psiquiatra de la Universidad Nacional, y
tiene una Maestría en Estudios Políticos de la Universidad Pontificia
Bolivariana. Además, ha sido Profesora en el área de psiquiatría y salud
mental.
Corcho fue ministra de Salud en el primer
gobierno alternativo de Colombia, y se ha consolidado como una
intelectual política integral. Ella ha enfrentado la violencia política y
mediática: durante su gestión fue blanco de ataques constantes, muchos
con sesgo de género, que cuestionaban su autoridad, su estilo y hasta su
tono de voz, mientras ignoraban sus propuestas y argumentos técnicos.
Su resistencia la proyecta como una lideresa con carácter y firmeza.
Actualmente, como candidata a la
Presidencia de Colombia, brilla en los debates: conoce el país desde lo
urbano hasta lo rural, en lo económico, social y ambiental, demuestra
que conoce de cerca las diversas realidades y problemáticas de las
regiones.
Carolina Corcho es una mujer preparada y
con visión de Estado: defiende lo público y lo social con argumentos y
con cifras, y cuando habla de los derechos, de la equidad y de la
protección de los sectores más vulnerables, lo hace con autoridad y
coherencia, porque es cercana a las luchas populares. En cada debate, se
evidencia el abismo intelectual entre Carolina Corcho y los demás
candidatos.
Carolina Corcho es y será un referente
muy importante para las mujeres líderes colombianas: una mujer
carismática e inteligente, con una capacidad discursiva impecable, a
quien le duele el país. Ella es una lideresa sólida que sigue aquí,
resistiendo, demostrando que es posible. Y con ella, todas las mujeres
que nos recuerdan que Colombia ya está lista para tener, por primera vez
en su historia, una mujer en la presidencia.
La próxima Presidencia del proyecto
social que estamos construyendo en Colombia, va a tener que soportar
fuertes ataques, Corcho tiene toda la capacidad de soportarlos, con su
discurso y sus actos, y tiene toda la capacidad de continuar con el
proyecto al que le hemos apostado, con corazón y vida, tantos y tantas
líderes que hoy seguimos… y también aquellos que ya no están.
“No les da miedo que no tenga experiencia, les da miedo que no les haga reverencia.” –Anónimo
Nethie Johana Ochoa es una artista, gestora cultural, emprendedora y
lideresa comunitaria colombiana, con una amplia trayectoria en procesos
sociales, ambientales y educativos. Su trabajo se ha enfocado en la
articulación del arte con la conciencia ambiental, promoviendo proyectos
que fomentan la participación ciudadana, la sostenibilidad y la
construcción colectiva. Ha liderado colectivos y movimientos como
Guardianes del Quitasol y el Movimiento Ambiental del Norte del Valle de
Aburrá (MANVA), además de ser reconocida con el premio Betsabé Espinal a
la mujer rural por sus aportes ambientales en Bello.
Con una vida dedicada a la gestión cultural y al trabajo comunitario,
especialmente con mujeres, niños y jóvenes, ha impulsado iniciativas
artísticas y pedagógicas que fortalecen el tejido social y generan
conciencia sobre la defensa del territorio y los derechos ambientales.
Militante del Partido Pacto Histórico, ha participado activamente en
procesos políticos y electorales, y fue candidata al Concejo Municipal
de Bello en 2023, consolidando su compromiso con la transformación
social desde lo colectivo y lo político. Además, cultiva la escritura en
diversos géneros, entre ellos poesía, cuentos y artículos, como otra
forma de expresión y de reflexión sobre la realidad social y cultural de
su entorno. FB
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