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12/10/2021

AMENA ELASHKAR
El Líbano en las tinieblas

Amena ElAshkar, The Electronic Intifada, 4/10/2021
Fotos de Ahmad Abu Salem

Traducido del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala

 

Amena ElAshkar es una refugiada palestina y periodista en el Líbano, trabajando en Alaraby TV Network y escribiendo para varios sitios internacionales. Tiene un máster en Estudios Israelíes por la SOAS (Universidad de Londres) y una licenciatura en Interpretación y Traducción de Lenguas por la Universidad Internacional del Líbano.

 

 Burj al-Barajneh, un campo de refugiados palestinos en Beirut, se ha visto afectado por los cortes de electricidad durante todo el verano

Umayma al-Ali mantuvo la puerta de su casa abierta de par en par durante los meses de verano. Dejar que la brisa del mar entrara en su casa significaba que al menos el salón estaría fresco. Era la única zona a la que alcanzaba la luz solar.

Como tantos otros en el campo de refugiados de Burj al-Barajneh, al-Ali y su familia sufrieron unos meses de verano extremadamente duros.

Los precios de los alimentos eran altos y ella solo podía permitirse comprar carne -un alimento básico en su dieta- de vez en cuando.

Intentó congelar la carne. Sin embargo, debido a la escasez de electricidad, su congelador no podía contar con un suministro de energía constante.

“La carne se me descongeló varias veces, pero nos la comíamos de todos modos”, dijo. “Sé que no es saludable. Pero con el precio que pagué por ella, me resultaría muy difícil tirarla”.

“Convertirme en vegetariana no cambiaría mucho las cosas”, añadió, riendo como para demostrar que su sentido del humor sigue intacto a pesar de todas las dificultades. “En estos días de calor, las verduras se pudrirían enseguida”, dijo.

 Umayma pasa gran parte del verano en la sala de estar

 Dado que las autoridades públicas proporcionan muy poca electricidad, muchos residentes de Burj al-Barajneh han tenido que depender de generadores de propiedad privada, que se utilizan principalmente para suministrar electricidad al campo por la noche. Ante la falta de espacio y con edificios cada vez más altos, en los estrechos callejones de Burj al-Barajneh, incluso durante el día, apenas entra la luz.

En una zona del campamento conocida como al-Kabri, unos cuantos hombres juegan a las cartas en una cafetería completamente a oscuras. Cerca de allí, unas mujeres se sientan junto a una puerta en un callejón. Regentan una pequeña tienda de comestibles.

“No le importamos a nadie”

 Alia Baraqji, de 60 años, intenta refrescarse utilizando un trozo de cartón como ventilador.

 “Líbano ha tenido problemas con la electricidad desde que tenemos uso de razón”, dice. “Pero éste año es, con mucho, el peor. No van a solucionarlo pronto”. El caos que campa por el país es cada vez peor. Y lo malo es que nadie se preocupa por nosotros ni nos pregunta qué pensamos”.

 Situado en las afueras de Beirut, Burj al-Barajneh acogió a 3.500 refugiados de Palestina cuando se fundó en 1949. Aunque el terreno del campo -un kilómetro cuadrado aproximadamente- no se ha ampliado, su población ha crecido de forma espectacular.

 Se calcula que en los últimos años Burj al-Barajneh ha alcanzado ya los 50.000 habitantes. Un número considerable de ellos vivía en Siria, pero se vieron obligados a desplazarse debido a la guerra en ese país.

 Durante décadas, a los refugiados palestinos se les prohibió trabajar en Líbano. Aunque se han levantado algunas restricciones, siguen sufriendo una gran discriminación en el acceso al empleo.

 Algunos refugiados han conseguido sobrevivir económicamente montando tiendas de comestibles dentro de los campamentos. Pero los cortes de electricidad han causado grandes problemas a los gerentes y al personal de esas tiendas.

 Para muchos de esos establecimintos, los productos lácteos representan una proporción considerable de los ingresos. Sin embargo, al carecer los frigoríficos de un suministro eléctrico constante, las existencias de leche, yogur y queso no pueden mantenerse frescas durante mucho tiempo. Lo mismo sucede con la carne.

 Qasim al-Muhammad tiene una pequeña carnicería en una parte de Burj al-Burajneh conocida como Haifa. Al-Muhammad, su mujer y sus hijos dependen de los modestos ingresos de la tienda. Ahora está cerrada y al-Muhammad no sabe cuándo podrá volver a abrir.

 “¿Cómo vamos a conservar la carne si no hay refrigeración? No podemos vender carne que no esté almacenada en condiciones saludables. Antes mantenía los frigoríficos con un generador. Pero ahora el combustible es muy escaso y muy caro”.

Saleh Wardeh depende de una tenue luz solar para trabajar en su restaurante de falafel.

Saleh Wardeh tiene un pequeño restaurante de falafel en el campo. Antes de que empezaran los cortes de electricidad, solía hacer entre 15 y 20 kilos de mezcla de masa de falafel al día. Ahora hace unos 5 kilos.

 Mientras hablábamos, se acercaron dos chicas pidiendo hummus y salsa de ajo. Pero Wardeh no pudo darles lo que pedían. Ha tenido que dejar de hacer ambos productos.

 Wardeh solo dispone de una tenue luz solar en su restaurante. No ve cómo puede volver a producir la misma cantidad de comida que antes si no termina la crisis eléctrica.

 “No nos ofrecen ninguna solución alternativa”, dijo. “Algunos hablan de la energía solar. Pero díganme quién puede permitirse eso aquí. Es demasiado cara”.

 “Efectos catastróficos”

La crisis económica del Líbano es una de las peores de la historia mundial desde mediados del siglo XIX, según una evaluación del Banco Mundial publicada en junio.

Los precios de los alimentos han aumentado un 557% en los últimos dos años y algunos medicamentos esenciales ya no están disponibles.

Aunque Irán ha suministrado recientemente combustible a Líbano -a través de Siria- y ha prometido más entregas, la crisis sigue siendo grave.

La escasez de electricidad supone también un gran problema para los centros sanitarios libaneses, que se han visto sometidos a una gran presión debido a la pandemia de COVID-19.

El hospital de Haifa, supervisado por la Media Luna Roja Palestina, ofrece un servicio vital a los refugiados de la región de Beirut.

Aunque el hospital tiene su propio generador, mantenerlo en funcionamiento ha sido difícil en medio de la escasez de combustible. El personal del hospital no ha tenido otra opción que reducir el número de operaciones que realiza. Se ha dado prioridad a la cirugía de urgencia, pero otros procedimientos no han podido salir adelante.

Un activista de la comunidad conocido como Abu Omar sostiene que los donantes de ayuda deberían hacer más para auxiliar al hospital.

“El único hospital al que podemos acudir nosotros en la zona de Beirut se enfrenta a graves dificultades”, dijo. “¿Por qué ninguna organización le proporciona el combustible necesario?”.

A menos que se encuentre una solución a la crisis eléctrica, el suministro de agua podría estar también pronto en peligro, advirtió Abu Omar, y añadió: “Esto tendrá efectos catastróficos para nuestro pueblo”.

Beirut durante el apagón del 11 de octubre

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