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17/09/2021

CIDOB
Quién es quién en el conflicto de Afganistán

Editado por Roberto Ortiz de Zárate, CIDOB, 16/9/2021

Presentación
Con este documento, CIDOB realiza un estudio de los acontecimientos políticos vividos en Afganistán entre agosto y septiembre de 2021, abordándolos desde las perspectivas de 54 actores, personales y estatales, implicados en los mismos. A través de estos protagonistas en contexto, se establecen los antecedentes de la crisis y se estudia la secuencia de los acontecimientos: la retirada de las tropas de Estados Unidos y la OTAN; la ofensiva relámpago de los talibanes, los colapsos del Ejército Nacional Afgano y el Gobierno de la República Islámica, y la conquista de la práctica totalidad del país por los fundamentalistas; los puentes aéreos internacionales de emergencia para la evacuación de extranjeros y ciudadanos afganos; la situación de inseguridad y violencia en el aeropuerto de Kabul; las consultas políticas en la capital y la resistencia antitalibán en Panjshir; y la constitución del Gobierno interino del Emirato Islámico de Afganistán, así como las primeras disposiciones de los talibanes y los primeros movimientos diplomáticos en torno al nuevo régimen.(Este documento tiene cobertura informativa hasta el 16 de septiembre de 2021. Para más información sobre la actualidad en Afganistán, pueden consultarse otros documentos y materiales de los investigadores de CIDOB que se enlazan al final de esta página).  

 

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16/09/2021

EYAL PRESS
Las heridas del guerrero de los drones

 Eyal Press, The New York Times Magazine, 13/6/2018
Photos Dina Litovsky/Redux, for The New York Times

Traducido del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala

 

Eyal Press es un escritor y periodista que colabora con The New Yorker, The New York Times y otras publicaciones. Desde la primavera de 2021 es también sociólogo, con un doctorado por la Universidad de Nueva York. Creció en Búfalo, ciudad que sirvió de telón de fondo a su primer libro Absolute Convictions (2006). Su segundo libro, Beautiful Souls (2012), examina la naturaleza del valor moral a través de las historias de individuos que arriesgan sus carreras, y a veces sus vidas, para desafiar órdenes injustas. Elegido por los editores del New York Times, el libro ha sido traducido a numerosos idiomas y seleccionado como lectura común en varias universidades, entre ellas Penn State y su alma mater, la Universidad de Brown. Su libro más reciente, Dirty Work (2021), examina los trabajos moralmente preocupantes que la sociedad aprueba tácitamente y la clase oculta de trabajadores que los realizan. Ha recibido el Premio James Aronson de Periodismo por la Justicia Social, una beca Andrew Carnegie, una beca del Centro Cullman en la Biblioteca Pública de Nueva York y una beca de la Fundación Puffin en el Type Media Center. @EyalPress 

Incluso los soldados que luchan en las guerras desde una distancia segura han acabado traumatizados. ¿Podrían ser sus heridas de tipo moral?



Un avión no tripulado MQ-9 en una sombrilla de la base aérea de Creech, en Nevada

En la primavera de 2006, Christopher Aaron empezó a trabajar en turnos de 12 horas en una sala sin ventanas del Centro de Análisis Aéreo de Contraterrorismo en Langley, Virginia. Se sentaba frente a una pared de monitores de pantalla plana que emitían en directo vídeos clasificados de aviones no tripulados que planeaban en zonas de guerra lejanas. Aaron descubrió que algunos días no aparecía nada interesante en las pantallas, bien porque un manto de nubes impedía la visibilidad o porque lo que se veía -cabras pastando en una ladera afgana, por ejemplo- era prosaico, incluso sereno. En otras ocasiones, lo que se mostraba ante los ojos de Aaron era sorprendentemente íntimo: ataúdes que eran transportados por las calles después de los ataques de los drones; un hombre acuclillado en un campo para defecar después de comer (los excrementos generaban una señal de calor que brillaba en los infrarrojos); un imán hablando a un grupo de quince jóvenes en el patio de su madrasa. Si un misil Hellfire mataba al objetivo, se le pasó por la cabeza a Aaron mientras miraba la pantalla, se confirmaría todo lo que el imán podría haber dicho a sus alumnos sobre la guerra de Estados Unidos contra su fe.

Los sensores infrarrojos y las cámaras de alta resolución instaladas en los drones permitían captar esos detalles desde una oficina en Virginia. Pero, como aprendió Aaron, identificar quién estaba en el punto de mira de un posible ataque con drones no siempre era sencillo. Las imágenes de los monitores podían ser granuladas y pixeladas, por lo que era fácil confundir a un civil que caminaba por una carretera con un bastón con un insurgente que llevaba un arma. Las figuras en pantalla a menudo parecían más manchas grises sin rostro que personas. ¿Cómo podía Aaron estar seguro de quiénes eran? “En días buenos, cuando confluían una serie de factores ambientales, humanos y tecnológicos, teníamos la fuerte sensación de que quien estábamos viendo era la persona que buscábamos”, dijo Aaron. “En días malos, estábamos literalmente adivinando”.

Al principio, para Aaron, los días buenos superaban a los malos. No le molestaban los largos turnos, las decisiones con alta presión o la extrañeza de poder acechar -y potencialmente matar- a objetivos a miles de kilómetros de distancia. Aunque Aaron y sus compañeros pasaban más tiempo vigilando y reconociendo que coordinando ataques, a veces transmitían información a un comandante sobre lo que veían en la pantalla, y “60 segundos después, dependiendo de lo que informáramos, tenías que disparar, o no, un misil”, dijo. Otras veces, seguían el rastro de los objetivos durante meses. Las primeras veces que vio a un dron Predator soltar su carga letal -la cámara acercándose, el láser fijándose, una columna de humo elevándose por encima del terreno calcinado donde el misil impactaba- le pareció surrealista, me dijo. Pero también le pareció sobrecogedor. A menudo experimentaba una oleada de adrenalina, mientras los analistas de la sala se chocaban los cinco.


El camino recorrido por Aaron hasta llegar al programa de aviones no tripulados fue inusual. Creció en Lexington, Massachusetts, en un hogar en el que la carne roja y los videojuegos violentos estaban prohibidos. Sus padres eran antiguos hippies que se manifestaron contra la guerra de Vietnam en los años sesenta. Pero Aaron veneraba a su abuelo, un hombre tranquilo e imperturbable que sirvió en la Segunda Guerra Mundial. A Aaron le gustaba también la exploración y las pruebas de fortaleza: el senderismo y los paseos por los bosques de Maine, donde su familia pasaba las vacaciones todos los veranos, y la lucha libre, un deporte cuya exigencia de disciplina marcial le cautivaba. Aaron asistió al College of William & Mary, en Virginia, donde se licenció en historia, especializándose en asuntos comerciales. Atleta dotado, con un aire de independencia y aventura, era una figura carismática en el campus. Un verano viajó solo a Alaska para trabajar como marinero en un barco pesquero.

11/09/2021

FAUSTO GIUDICE
Talibanistán: cementerio de imperios, cuna de imaginarios

Fausto Giudice, Basta Yekfi!, 5/9/2021
Traducido por María Piedad Ossaba, Tlaxcala & LaPluma

 

La entrada de los talibanes en Kabul el 15 de agosto de 2021 ha hecho tambalear muchas de las certezas que la maquinaria de propaganda mediática ha generado durante los últimos 20 años, empezando por la primera: que constituirían el mal absoluto. La prueba: negociamos con ellos, conversamos con ellos, intercambiamos información con ellos, los entrevistamos, los acompañamos en las patrullas, en definitiva, nos embarcamos con ellos.  Poco a poco pero con seguridad, la imagen de locos furiosos de Dios está siendo sustituida por la de padres tranquilos con chalecos amarillos que pretenden administrar su país como buenos padres de familia. Las manitas yihadistas pastunes de finales del siglo XX se han convertido en profesionales, en todos los ámbitos: militar, político, diplomático, comunicacional. En definitiva, en 20 años han aprendido la lección. Y han aprendido inglés. Lo hablan, mal, pero se les entiende. Un adjetivo aparece a menudo: “inclusive”, inclusivo. Van a incluir a todo el mundo en el Afganistán de la década de 2020: las mujeres, las minorías, e incluso los colaboradores bastardos que se fueron con la pasta, como  Nour o Dostom, y, por qué no, incluso el pequeño Massoud de Panshir. En resumen, a partir de ahora los talibanes van a afeitar gratis.

Viendo los reportajes y documentales producidos sobre Afganistán en los últimos 30 años, una cosa me llama la atención: los muyahidines de las montañas parecen hippies de los años 1960 y 1970, con sus barbas, sus largas cabelleras teñidas con henna y sus ojos delineados con khol. Son tímidos, reservados y desconfiados al primer contacto, pero, una vez establecido el contacto, son alurosos y fraternales. Un verdadero sueño gay californiano. Peace and Love más kalash, 4X4, youtube y walkie-talkie. Sólo queda esperar la serie de Netflix Love in Hindukush, cuya consecuencia lógica debería ser una decisión del Banco Mundial y del FMI de conceder un importante préstamo al Emirato Islámico para la reconstrucción del cementerio de los imperios. Estamos de verdad viviendo una época maravillosa.

 

Kabul, 1971. Fotos Jack Garofalo/Paris Match via Getty Images




10/09/2021

ANAND GOPAL
Las otras mujeres afganas

Anand Gopal, The New Yorker, 13/9/2021
Traducido del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala  

Anand Gopal es profesor adjunto de investigación del Centro sobre el Futuro de la Guerra, de la Escuela de Política y Estudios Globales de la Universidad Estatal de Arizona (ASU). Es periodista y sociólogo (doctorado por la Universidad de Columbia) y ha trabajado extensamente en Afganistán, Siria e Iraq. Ha realizado reportajes para New Yorker, New York Times Magazine y otras publicaciones, al tiempo que ha elaborado estudios basados en su trabajo de campo y en el análisis de redes complejas. Su libro “No Good Men Among the Living : America, the Taliban and the War Through Afghan Eyes fue finalista del Premio Pulitzer 2015 de no ficción general y del National Book Award 2014. Ha ganado un National Magazine Award, un George Polk Award y tres premios del Overseas Press Club por sus reportajes sobre Oriente Medio. Su trabajo actual se centra en la democracia y la desigualdad, y está escribiendo un libro sobre las revoluciones árabes. Habla árabe, dari y pastún. @Anand_Gopal_

En el campo, la interminable matanza de civiles puso a las mujeres en contra de unos ocupantes que decían ayudarlas.

Más del 70% de los afganos no viven en las ciudades. En las zonas rurales la vida bajo la coalición liderada por USA y sus aliados afganos se convirtió en puro peligro; incluso tomar té en un campo iluminado por el sol, o ir en coche a la boda de tu hermana, era una apuesta potencialmente mortal. (Foto: Stephen Dupont/Contact Press Images)

 

Una tarde del pasado agosto, Shakira oyó golpes en la puerta de su casa. En el valle de Sangin, en la provincia de Helmand, al sur de Afganistán, las mujeres no deben ser vistas por hombres que no sean parientes suyos, así que su hijo de diecinueve años, Ahmed, fue a abrir la puerta. Afuera había dos hombres con bandoleras y turbantes negros, que llevaban rifles. Eran miembros de los talibanes, que habían emprendido una ofensiva para arrebatar el campo al Ejército Nacional Afgano. Uno de los hombres advirtió: “Si no os marcháis de inmediato, va a morir todo el mundo”.
Shakira, que ronda los cuarenta años, reunió a su familia: su marido, un comerciante de opio, estaba profundamente dormido tras haber sucumbido a las tentaciones de su producto, y sus ocho hijos, incluida la mayor, Nilofar, de veinte años -de la misma edad que la propia guerra-, a la que Shakira llamaba su “sustituta”, porque ayudaba a cuidar de los más pequeños. La familia cruzó una vieja pasarela que atravesaba un canal, y luego se abrió paso entre juncos y parcelas irregulares de judías y cebollas, atravesando casas oscuras y vacías. Sus vecinos también habían sido advertidos y, salvo por las gallinas errantes y el ganado huérfano, el pueblo estaba vacío.
La familia de Shakira caminó durante horas bajo un sol abrasador. Empezó a sentir el traqueteo de golpes lejanos y vio cómo la gente iba fluyendo desde las aldeas de la ribera: hombres agachados bajo bultos abarrotados de todo lo que no podían soportar dejar atrás, mujeres caminando tan rápido como les permitían sus burkas.
El golpeteo de la artillería llenaba el aire, anunciando el comienzo de un asalto talibán a un puesto de avanzada del ejército afgano. Shakira mantenía en equilibrio a su hija menor, de dos años, sobre su cadera mientras el cielo centelleaba y tronaba. Al anochecer habían llegado al mercado central del valle. Los escaparates de hierro corrugado habían sido en gran parte destruidos durante la guerra. Shakira encontró una tienda de una sola habitación con el techo intacto y su familia se instaló allí para pasar la noche. Para los niños, sacó un juego de muñecas de tela, una de las muchas distracciones que había practicado durante los años de huir de las batallas. La tierra tembló mientras sostenía las figuras a la luz de una cerilla.
Al amanecer, Shakira salió al exterior y vio que unas cuantas docenas de familias se habían refugiado en el abandonado mercado. Antes había sido el bazar más próspero del norte de Helmand, con tenderos que pesaban el azafrán y el comino en balanzas, carros cargados de vestidos de mujer y escaparates dedicados a la venta de opio. Ahora sobresalían por todas partes pilares sueltos y el aire olía a restos de animales en descomposición y a plástico quemado.
A lo lejos, el suelo estallaba de repente creando fuentes de tierra. Los helicópteros del ejército afgano zumbaban por encima, y las familias se escondían detrás de las tiendas, considerando cuál podría ser su próximo movimiento. Había combates a lo largo de las murallas de piedra del norte y de la ribera del río al oeste. Al este, el desierto de arena roja se extendía hasta donde Shakira podía ver. La única opción era dirigirse al sur, hacia la frondosa ciudad de Lashkar Gah, que seguía bajo el control del gobierno afgano.
El viaje implicaba atravesar una llanura árida plagada de bases estadounidenses y británicas abandonadas, donde anidaban francotiradores, y cruzar alcantarillas potencialmente llenas de explosivos. Unas cuantas familias se pusieron en marcha. Incluso si llegaban a Lashkar Gah, no podían estar seguros de lo que encontrarían allí. Desde el comienzo del bombardeo de los talibanes, los soldados del ejército afgano se habían rendido en masa, suplicando un pasaje seguro a casa. Estaba claro que los talibanes no tardarían en llegar a Kabul, y que los veinte años y los billones de dólares dedicados a derrotarlos habían quedado en nada. La familia de Shakira estaba en el desierto, discutiendo la situación. Los disparos sonaban cada vez más cerca. Shakira vio vehículos talibanes corriendo hacia el bazar y decidió quedarse. Estaba cansada hasta los huesos, con los nervios a flor de piel. Afrontaría lo que viniera después, lo aceptaría como una sentencia. “Llevamos toda la vida huyendo”, me dijo. “No voy a ir a ninguna parte”.
La guerra más larga de la historia de Estados Unidos terminó el 15 de agosto, cuando los talibanes capturaron Kabul sin disparar un solo tiro. Hombres barbudos y desaliñados con turbantes negros tomaron el control del palacio presidencial, y alrededor de la capital se izaron las austeras banderas blancas del Emirato Islámico de Afganistán. Cundió el pánico. Algunas mujeres quemaron sus expedientes escolares y se escondieron, temiendo volver a los años noventa, cuando los talibanes les prohibieron aventurarse solas en las calles y prohibieron la educación de las niñas. Para los estadounidenses, la posibilidad muy real de que los logros de las dos últimas décadas pudieran borrarse parecía plantear una terrible elección: comprometerse de nuevo con la aparentemente inacabable guerra o abandonar a las mujeres afganas.

02/09/2021

VIJAY PRASHAD
De cómo los talibanes echaron a Occidente de Afganistán

por Vijay Prashad, NEWSClick, 26/8/2021
Traducido por S. Seguí, Tlaxcala

Algunos días después de que los talibanes entraran en Kabul, el 15 de agosto, sus representantes empezaron a hacer averiguaciones en busca de la “localización de activos” del banco central de la nación, el Da Afghanistan Bank (DAB), unos activos conocidos que ascienden a cerca de 9.000 millones de dólares. En comparación, el banco central del vecino Uzbekistán, que tiene una población casi equivalente de aproximadamente 34 millones de personas para una población en Afganistán de más de 39 millones, tiene reservas internacionales por valor de 35.000 millones de dólares. Pero Afganistán es un país pobre, en comparación, y sus recursos han sido devastados por la guerra y la ocupación.


Reunión del Banco central el 29 de agosto, bajo la dirección del gobernador nombrado por los talibanes, mulá Abdul Qaher (Hayi Muhammad Idris)

Los funcionarios del DAB dijeron a los talibanes que los 9.000 millones de dólares están en la Reserva Federal de Nueva York, lo que significa que la riqueza de Afganistán está en un banco de Estados Unidos. Pero antes de que los talibanes pudieran intentar acceder al dinero, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos ya se había adelantado y había congelado los activos del DAB y puesto la transferencia de éstos fuera del control de los talibanes.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) asignó recientemente 650.000 millones de dólares en Derechos Especiales de Giro (DEG) para su distribución en todo el mundo. Cuando se les preguntó si Afganistán podría acceder a su parte de los DEG, un portavoz del FMI dijo en un correo electrónico: “Como siempre, el FMI se guiará por la opinión de la comunidad internacional. Actualmente, la comunidad internacional no tiene claro el reconocimiento de un gobierno en Afganistán, por lo que el país no puede acceder a los DEG ni a otros recursos del FMI”.

Los puentes financieros tendidos hacia Afganistán para sostener al país durante los 20 años de guerra y devastación, se han derrumbado lentamente. El FMI decidió retener la transferencia de 370 millones de dólares antes de que los talibanes entraran en Kabul, y ahora los bancos comerciales y Western Union han suspendido las transferencias de dinero al país. La moneda nacional, el afgani, está en caída libre.

29/08/2021

¿Qué es lo que sabemos sobre el Estado Islámico en la provincia de Jorasán (ISIS-K)?

Al Jazeera, Reuters, 27/8/2021
Traducido del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala

El ISIS-K ha reivindicado la autoría de los mortíferos atentados suicidas frente al aeropuerto de Kabul. Esto es lo que sabemos sobre este grupo:


Una captura de un vídeo sin fecha muestra al fallecido líder del ISIS-K Hafiz Said, en el centro, en un lugar no revelado cerca de la frontera entre Pakistán y Afganistán. Said fue asesinado el 10 de julio de 2015 en Nangarhar, según el gobierno afgano

[Foto distribuida por EPA/TTP]

El Estado Islámico en la provincia de Jorasán, (ISIS-K), ha reivindicado la autoría de los atentados mortales perpetrados frente al aeropuerto de Kabul, en los que murieron al menos 175 civiles y 13 soldados estadounidenses y hubo asimismo decenas de heridos.

El ISIS-K afirmó que sus terroristas suicidas habían escogido a “traductores y colaboradores del ejército usamericano” para los atentados del jueves por la noche.

Entre los muertos se encuentran también al menos 28 miembros de los talibanes, según el grupo que ahora gobierna Afganistán.

El ISIS-K es conocido por ser una rama del grupo armado ISIL (ISIS/Daesh), que aseguraba querer establecer un “califato” islámico en Iraq y Siria.

Jorasán hace referencia a una región histórica bajo un antiguo califato que incluía partes de Afganistán, Irán, Pakistán y Turkmenistán.

Son adversarios de los talibanes, con enseñanzas diferentes sobre estrictas creencias suníes.

El grupo armado se formó en 2014 tras una escisión de los combatientes de los talibanes pakistaníes y los combatientes afganos que habían prometido lealtad al difunto líder del ISIL/Daesh, Abu Bakr al-Baghdadi.

El ISIS-K tiene un fuerte arraigo en el noreste de Afganistán, pero cuenta con células durmientes en Kabul y otras provincias.

En una entrevista de 2014 con Al Jazeera, Aymenn Jawad al-Tamimi, miembro del Foro de Oriente Medio, dijo que el ISIS-K “no es en realidad un grupo separado”, sino un contingente de miembros de Al Qaida procedentes de la región fronteriza entre Afganistán y Pakistán.

27/08/2021

Entrevista con la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán (RAWA) ante la toma del poder por los talibanes

RAWA, 21/8/2021

Traducido del inglés por Sinfo Fernández

¿Qué broma es esa de decir que valores como los “derechos de la mujer”, la “democracia”, la “construcción de la nación”, etc., ¡formaban parte de los objetivos de USA y la OTAN en Afganistán!?

Afghan Women's Mission (AWM) se ha puesto en contacto con RAWA para atender sus necesidades en este momento tan urgente. En esta breve entrevista con la codirectora de AWM, Sonali Kolhatkar, RAWA explica la situación sobre el terreno tal y como ellos la ven. Pueden hacerse donaciones a RAWA aquí.

Sonali Kolhatkar (SK): Durante años RAWA se ha manifestado en contra de la ocupación usamericana y, ahora que esta ha terminado, los talibanes han vuelto. ¿Podría el presidente Biden haber retirado sus fuerzas de forma que hubiera dejado a Afganistán en una situación más segura que la actual? ¿Podría haber hecho algo más para garantizar que los talibanes no pudieran tomar el control tan rápidamente?

RAWA: En los últimos 20 años, una de nuestras exigencias era el fin de la ocupación de USA y la OTAN, y mejor aún si se llevaban a sus fundamentalistas islámicos y tecnócratas y dejaban que nuestro pueblo decidiera su propio destino. Esta ocupación solo ha provocado derramamiento de sangre, destrucción y caos. Convirtieron a nuestro país en el lugar más corrupto, inseguro, narcomafioso y peligroso del mundo, especialmente para las mujeres.

Desde el principio pudo predecirse ya este resultado. En los primeros días de la ocupación usamericana de Afganistán, el 11 de octubre de 2001, RAWA declaró:

“La continuación de los ataques usamericanos y el aumento del número de víctimas civiles inocentes no solo da una excusa a los talibanes, sino que también provocará la potenciación de las fuerzas fundamentalistas en la región e incluso en el mundo”.

La principal razón por la que estábamos en contra de esta ocupación fue por su apoyo al terrorismo bajo la bonita bandera de la “guerra contra el terror”. Desde los primeros días en que los saqueadores y asesinos de la Alianza del Norte fueron instalados de nuevo en el poder en 2002, hasta las últimas supuestas conversaciones de paz, tratos y acuerdos en Doha y la liberación de 5000 terroristas de las cárceles en 2020/21, resultaba muy obvio que ni siquiera la retirada iba a tener un buen final.

El Pentágono no hace sino demostrar que ninguna de las teóricas invasiones o intromisiones terminaron en condiciones de seguridad. Todas las potencias imperialistas invaden países por sus propios intereses estratégicos, políticos y financieros, pero a través de mentiras y de los poderosos medios de comunicación corporativos tratan de ocultar su verdadero motivo y agenda.

¡Es una broma decir que valores como los “derechos de la mujer”, la “democracia”, la “construcción de la nación”, etc., formaban parte de los objetivos de USA y la OTAN en Afganistán! USA vino a Afganistán para convertir la región en una zona de inestabilidad y terrorismo a fin de rodear a las potencias rivales, especialmente China y Rusia, y socavar sus economías mediante guerras regionales. Aunque, por supuesto, el gobierno de USA no quería una salida tan desastrosa, vergonzosa y embarazosa que dejara tras de sí tal conmoción que se viera obligado a enviar tropas de nuevo en 48 horas para controlar el aeropuerto y evacuar con seguridad a sus diplomáticos y personal.

Creemos que USA abandonó Afganistán por sus propias debilidades y no por la derrota de sus criaturas (los talibanes). Hay dos razones importantes para esta retirada.

La razón principal es la múltiple crisis interna de USA. Los signos del declive del sistema usamericano se vieron en la débil respuesta ante la pandemia de Covid-19, el ataque al Capitolio y las grandes protestas de su pueblo en los últimos años. Los responsables políticos se vieron obligados a retirar las tropas para centrarse en cuestiones internas candentes.

24/08/2021

YVONNE RIDLEY
¿Qué pueden ofrecer los talibanes a las mujeres de Afganistán?


Yvonne Ridley, Middle East Monitor, 20/8/2021
Traducido del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala

El hashtag #womensrights (derechos de las mujeres) ha sido tendencia en las redes sociales desde que los talibanes se hicieran con la capital afgana, Kabul, en lo que fue una toma casi incruenta. Por lo demás, la transición del poder fue mucho más suave que la de Washington a principios de este año, cuando el traspaso de poderes entre Trump y Biden se saldó con cinco muertos y cientos de heridos después de que los alborotadores asaltaran el edificio del Capitolio y asediaran a los aterrorizados congresistas usamericanos.

Sin embargo, tal vez el titular más importante que salió de Kabul, aparte de la asombrosa victoria militar de los talibanes, se anunció durante la extraordinaria conferencia de prensa que siguió. Conocido por la mayoría de los periodistas solo como una voz al otro lado de una llamada telefónica, por fin pudimos ver el rostro del portavoz Zabihullah Mujahid. El representante de los talibanes habló de los derechos de las mujeres, prometiendo que serían respetados “en el marco de la ley islámica”.
No es de extrañar que los medios de comunicación occidentales no se sintieran convencidos por sus palabras y que, desde entonces, se hayan pasado todos los días tratando de desvirtuarlas. Esta no era la narrativa que querían o esperaban, así que se pusieron a buscar varios comentaristas alineados con la línea antitalibán. Algunos de los “expertos” en los estudios de televisión pasaron de hablar con toda autoridad sobre la covid-19 y la pandemia a opinar sobre lo que significa esta victoria talibán para las mujeres en Afganistán. Pero el análisis ha sido superficial y de calidad escasa.
Los derechos de las mujeres, coreaban, están condenados bajo los talibanes. Casi al unísono, predijeron el regreso a los matrimonios forzados, las violaciones y las esclavas sexuales, con niñas que perderán su educación y serán subastadas para una vida de servidumbre a los 12 años. Algunos parecían confundir las atroces acciones de los terroristas del Daesh con el movimiento talibán afgano, quizás deliberadamente en algunos casos; pero, ¿por qué dejar que los hechos estropeen una historia escabrosa y su propia versión distorsionada de los acontecimientos que se desarrollan en Afganistán? 

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A demonstration in Ghor 

Manifestación contra los talibanes de mujeres armadas en la provincia de Gaur, a principios de julio