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22/04/2022

LUIS CASADO
Aún tenemos Duduk ciudadanos

 Luis Casado, 22/4/2022
En una de esas Las mil y una noches forman parte de nuestro acerbo cultural. Quienes se empeñan en adoptar un patriotismo cultural, religioso o étnico, ignoran a menudo que sus raíces se sitúan en otro sitio.. 

Argishty tocando el duduk, acompañado por Dmitri Uchakov. Foto Olya Valentinovna Ivashkina


Armen Kouyoumdjian, hermano, amigo, qué falta que nos haces… (LC)

Como decía Tuco en El bueno, el malo y el feo: “El mundo se divide en dos categorías”. Los escasos privilegiados como yo que conocemos el Duduk, y la inmensa mayoría de la humanidad que ignora incluso de qué va el tema.

Hace unos días, después de disfrutar un concierto de órgano del gran intérprete Vladimir Skomorokhov, le dije a Olya: “Esta se le fue a Pink Floyd. Ni David Gilmour, ni Rogers Waters, ni Syd Barret, ni Richard Wright tuvieron nunca la idea –que yo sepa– de integrar en sus composiciones musicales un órgano como se pide. El resultado hubiese sido excepcional.”

Ayer, a eso de las 18:30 hrs., Olya, en una de sus características movidas de urgencia, me dijo: “Prepárate: nos vamos a ver un concierto de Duduk”. ¿De quién?, atiné a preguntar mientras ataba mis gruesos Zamberlan Gore-Tex, necesarios para caminar en el frío siberiano. Su risa me hizo comprender que servidor no había comprendido nada…

El concierto comenzaba a las 19:00 hrs., de modo que fue necesaria toda la locura de mi conductora siberiana, –habituada a las osadas figuras que es imposible realizar con un coche en el entorno urbano pero que un ruso normalmente constituido efectúa con un desparpajo digno de Steve Mc Queen en Bullit–, para llegar a la hora y tener tiempo de aparcar y comprar las entradas.

Duduk no es una persona, sino un instrumento de viento. Una suerte de oboe de alma cilíndrica, un instrumento popular, –“étnico” precisó Argishty, el concertista–, tomándose el tiempo de explicar el origen de su profundo amor por la música y por este símbolo de la música armenia.

Argishty, más apañao que Pink Floyd, imaginó un concierto en dúo, acompañado de un notable organista: Dmitri Uchakov. Mis delirios musicales no andaban pues tan descarriados, y las primeras notas me pusieron en órbita sin necesidad de ningún Soyuz.

14/01/2022

JOSHUA YAFFA
El gran deshielo siberiano

Joshua Yaffa, The New Yorker Magazine, 10/01/2022
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala

El permafrost contiene microbios, mamuts y el doble de carbono que la atmósfera terrestre. ¿Qué sucede cuando empieza a derretirse?


“El problema del deshielo del permafrost es que no se puede evitar, y mucho menos revertir”, dijo un científico. “Será imposible volver a congelar el suelo y que conseguir que sea como antes”.
(Fotografías de Alexander Gronsky para The New Yorker)

 Sobrevolando Yakutia, en el noreste de Rusia, observé cómo los tonos oscuros del bosque boreal se mezclaban con parches de hierba suave y ligeramente coloreada. Iba atado a un asiento de metal duro dentro de la cabina de un Antonov-2, un biplano monomotor, conocido en la época soviética como kukuruznik, o plumero de maíz. El avión retumbó hacia arriba, subiendo por encima de un horizonte de alerces, pinos y lagos del color del barro. Era imposible distinguirlo a través de la polvorienta ventanilla del Antonov, pero debajo de mí la tierra respiraba, o más bien exhalaba.

Hace tres millones de años, cuando los glaciares del tamaño de un continente descendieron desde los polos, las temperaturas en Siberia cayeron a menos ochenta grados Fahrenheit y vastas extensiones de suelo se congelaron bajo tierra. A medida que el planeta pasaba por períodos glaciares e interglaciares, gran parte de ese suelo congelado se descongelaba, para volver a congelarse, docenas de veces. Hace unos once milenios y medio, la última era glacial dio paso al actual período interglacial, y las temperaturas empezaron a subir. El suelo que permanecía congelado todo el año pasó a llamarse permafrost. Ahora se encuentra bajo nueve millones de millas cuadradas de la superficie de la Tierra, una cuarta parte de la masa terrestre del hemisferio norte. Rusia tiene la mayor parte del mundo: dos tercios del territorio del país se asientan sobre el permafrost.

En Yakutia, donde el permafrost puede tener casi un kilómetro de profundidad, las temperaturas anuales han aumentado más de dos grados centígrados desde la Revolución Industrial, el doble de la media mundial. A medida que el aire se calienta, también lo hace el suelo. La deforestación y los incendios forestales -ambos problemas agudos en Yakutia- eliminan la capa superior de vegetación protectora y elevan aún más las temperaturas en el subsuelo.

Durante miles de años, la tierra congelada se tragó todo tipo de material orgánico, desde tocones de árboles hasta mamuts lanudos. Cuando el permafrost se descongela, los microbios del suelo se despiertan y empiezan a darse un festín con la biomasa descongelada. Es un proceso orgánico y extraño, parecido a desenchufar el congelador y dejar la puerta abierta, para volver un día después y ver que las pechugas de pollo del fondo han empezado a pudrirse. En el caso del permafrost, esta digestión microbiana libera un eructo constante de dióxido de carbono y metano. Los modelos científicos sugieren que el permafrost contiene un billón y medio de toneladas de carbono, el doble de lo que actualmente contiene la atmósfera terrestre.

Trofim Maximov, un científico que estudia la contribución del permafrost al cambio climático, estaba sentado a mi lado en el Antonov, gritando indicaciones al piloto en la cabina. Una vez al mes, Maximov alquila el avión para medir la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera de Yakutia. Describe el deshielo del permafrost como una especie de bucle de retroalimentación: la liberación de gases de efecto invernadero provoca un aumento de las temperaturas que, a su vez, derrite aún más el permafrost. “Es un proceso natural”, me dijo. “Lo que significa que, a diferencia de los procesos puramente antropogénicos” -por ejemplo, las emisiones de las fábricas o los automóviles- “una vez que empieza, no se puede detener”.

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