Luis
E. Sabini Fernández, Revista Futuros, 27-8-2023
Sumamente
ilustrativa es la “reacción moral” que les ha acometido a sionistas
escandalizados por las novedosas exigencias de la administración Biden al
Estado de Israel, en lo que atañe a
“derechos palestinos”.
Últimas encuestas: estado de ánimo antiisraelí en USA
Danziger, The Rutland Herald
Nos
tememos que el mismo Biden debe estar
también escandalizado. Pero es expresión de los tiempos que corren, tan
democráticos, tan pluralistas, tan antirracistas, tan apegados al “pensamiento
correcto”… este “aire de época” ha metido a Biden y a su equipo progre en este
berenjenal ideológico y táctico.
Ya
no tenemos un Teddy Roosevelt que elegía
la política del garrote para enderezar la fila de naciones satélites, ya no
tenemos un Winston Churchill que se vanagloriaba de gasear “negros retobados” o
de bombardear sus aldeas; ya no tenemos (por lo menos en la arena política), a
un wasp de pura raza que proclame con
fundamentos éticos, religiosos y científicos que a la raza blanca dios le ha encomendado la tarea de
guiar y/o domesticar a las otras razas (o quitarlas del medio, si molestan más
de la cuenta).
Una
escandalizada Caroline lo expresa con todas las letras: “Informe del Dpto. de
Estado niega terminantemente que el
estado judío tenga el derecho de imponer sus leyes a los ciudadanos árabes.”
Prosigue
Caroline: “Veamos, por ejemplo, la sección del informe acerca de los esfuerzos
de Israel para combatir las tomas
ilegales de los beduinos en el sur de Israel. De acuerdo con la oenegé israelí
Regavim que documenta las construcciones árabes ilegales: la minoría beduina
israelí ha ocupado tierra en la zona del Negev más extensa que Jerusalén, Tel
Aviv y Bersheva unidos… Unos 82 mil beduinos
–menos del 1% de la población israelí–
han ocupado unos 150 mil acres [60 mil ha]. El otro 99% de Israel reside
en unas 232 mil acres [algo menos de 100 mil ha].” Caroline emplea la
comparación de Regavim pero no dice que
lo que habitan los beduinos es un desierto en el cual con minimalismo
sobreviven humanos allí, y que los otros millones que habitan Israel lo hacen
en otras condiciones radicalmente distintas, urbanas, industriales.
De
acuerdo con Hashomer Hadahash, otra oenegé israelí, “que protege las tierras rurales israelíes
del terrorismo agrícola árabe [sic], los beduinos se han convertido en
bandoleros que reclaman paga por protección.”
Caroline
lleva con empeño el discurso a la inversión de lo que verdaderamente ha
acontecido. Si no fuera históricamente deleznable habría que aplaudir la
construcción de semejante libreto.
Repasemos:
Caroline ve “esfuerzos de Israel para combatir las tomas ilegales de los
beduinos en el sur de Israel”. Sin embargo, los beduinos han habitado esa
región –el desierto de Négev– unos
cuantos siglos antes de que los sionistas en el s XX decidieran apropiarse de
ese territorio. Caroline habla de toma “ilegales” porque los beduinos no han
usado el derecho del ocupante; sin duda, el sentido común ancestral jamás les
habría aconsejado usar ese derecho, porque el derecho del ocupante no rige para
que lo ejerciten los ocupados: los beduinos ocupan porque saben a ciencia
cierta o a experiencia vivida con el colonialismo, que los reclamos judiciales
de los “originarios” no existen; si existen no son reconocidos.
Así
que los palestinos en general, beduinos o no, carecen en Israel de todo amparo
legal; por eso a palestinos a quienes se les arrebató la tierra (y generalmente
mucho más) no se les ha reconocido derecho alguno en Israel, pese a todas las
disposiciones “internacionales” en favor de refugiados, que obligan a los
estados a diversos resarcimientos, que Israel jamás ha cumplido.
Hasta
el diario israelí Haaretz ha
informado que ‘el 95% del agua disponible en la Franja de Gaza no sería potable
y estaría mezclada con aguas residuales y plaguicidas’.
¡Cosas
veredes, Sancho! Mencionar tantas veces “el terrorismo árabe” sin señalar los disparadores; lo que
ha hecho el sionismo a lo largo de las décadas y ahora ya de los siglos es
–precisamente– ejercer terrorismo sobre
la población palestina árabe, para seguir despojándola de sus tierras;
arrancando de cuajo naranjos, vides y olivos algunos centenarios; arrojando
aguas servidas de sus poblaciones hacia la tierra costera en que vive, por
ejemplo, la población de la Franja de Gaza; impidiendo a campesinos y
pobladores palestinos atesorar la escasa agua de lluvia y aplicando
“torniquetes” por el estilo. Invadiendo sus aldeas, que palestinos mantienen
con apego a sus cultivos en pequeña escala tratados con esmero, tan distantes
de los proyectos agroindustriales que se impulsa en la moderna Israel, cargados
de agrotóxicos.
Esta
curiosa invocación a derechos humanos de parte de violadores sistemáticos y de
muy larga data es una muestra de lo difícil que es alcanzar acuerdos con cierta
justeza, dignidad.
¿Qué
es lo que ha disparado esta ola de quejas, advertencias, reconvenciones? Un
señalamiento, apenas, del presidente estadounidense Biden sobre procederes
israelíes ante los beduinos, por ejemplo, “ignorando su estilo seminómade de
vida”.
Hay,
empero, otros puntos de fricción, que podrían explicar tanta molestia.
Pramila
Jayapal, miembro de la Cámara Baja de EE.UU., ha provocado un cortocircuito
cumpliendo el papel del niño pequeño que preguntó en voz alta en el desfile
¿por qué el rey está desnudo? Entonces, la verdad se hizo inevitable,
incontenible.
La
demócrata de origen indio Jayapal, morocha, dijo una palabra: que Israel era
“racista”. Solo eso.
En
su cámara salieron muchísimos otros demócratas a negar semejante afirmación y
se dedicaron a pasar la mano por el lomo de la entidad, ya no mítica sino
bíblica, que han auspiciado y protegido (invirtiendo las relaciones habituales,
ese ente bíblico les ha dado de comer a la inmensa mayoría de congresales de
EE.UU. bajo la forma de siempre generosas dádivas).
En
las huestes demócratas se forjó un cuarteto de mujeres críticas a la
conducta de Israel hace unos pocos años,
que ha devenido últimamente de ocho miembros (ahora mixto), bautizados como “la
Escuadra”. Pero recordemos que los congresales demócratas en EE.UU. son ahora
(que están en minoría) 212. Y que haciendo una simple regla del tres, vemos que
la Escuadra” no llega ni al 4% de ese “cuerpo” legislativo…
Patrick Chappatte, Le Temps, Suiza
Pero
la indignación de Caroline Glick no tiene freno y eleva el discurso como
inversión de la verdad a nuevas alturas.
Sostuvo
que: “Biden se ha insertado en las
peleas domésticas israelíes acerca de los procesos judiciales como nunca lo
había hecho hasta ahora el gobierno de EE.UU.”
Esta
afirmación de Glick es presuntamente cierta; lo que llama la atención es la
ceguera militante de la comentarista para siquiera atisbar si los israelíes se
han insertado en las peleas domésticas estadounidenses acerca de una cantidad inmensa de cuestiones;
la violencia en países musulmanes, los informes que resultaron falsos sobre
armamento en países “no amigos”, los asesinatos del EdI de ciudadanos
norteamericanos como Rachel Corrie o la periodista palestino-estadounidense
Shireen Abu Akleh; la expansión territorial israelí durante las visitas
presidenciales estadounidenses; el control por empresas israelíes de la
frontera mexicano-estadounidense, con “la asistencia” de, por ejemplo, el Golan Group, son apenas unos pocos ejemplos de la
incidencia israelí en la vida y las decisiones de EE.UU. y sus habitantes.
Algunos
investigadores van mucho más allá y hablan de una verdadera dependencia o
sumisión estadounidense a manos de los que toman las decisiones desde Israel.
Véase, por ejemplo, el enfoque de Gilad
Atzmon,
él mismo judío:
“Estados Unidos está dispuesto a sacrificar a sus jóvenes soldados, intereses
nacionales e incluso su economía por Israel”.
“Los grupos de presión israelíes parecen creer que en realidad son más
poderosos y ciertamente más importantes que la constitución estadounidense”.
Y
dos intelectuales norteamericanos, John J. Mearsheimer y Stephen M. Walt, se preguntan y nos contestan: “¿Por qué los
EE. UU. están dispuestos a dejar de lado su propia seguridad anteponiendo los
intereses de otro estado? Podríamos suponer que el vínculo entre los dos países
se basa en intereses estratégicos comunes o en imperativos morales muy
convincentes. […] sin embargo, ninguna de esas dos explicaciones justifica la
importante cantidad de material y apoyo diplomático que los EE. UU.
proporcionan a Israel. En lugar de eso, el empuje de la política estadounidense
en la región se debe casi totalmente a la política interna de los EE. UU.,
especialmente a las actividades del «Lobby israelí».”
Con
otra carga, decía lo mismo el carnicero
Ariel Sharon: “Los judíos controlamos América y los norteamericanos lo saben”.
No se equivocaba, aunque asquee tanta franqueza.
Estamos
en una era de alta sensibilidad ante el escamoteo de libertades democráticas…
propias.
Por
eso, nos recuerda dolorido Weinthal, que: “La alegada interferencia de Biden en
los asuntos domésticos de Israel ha sido una fuente de angustia entre algunos
israelíes y en varios políticos republicanos aspirantes a la presidencia.”
(ibíd.)
Biden
no puede soportar tanto dolor y vejamen israelí: “le dijo a Herzog que le
enviara a Netanyahu la convicción que el compromiso de EE.UU. [America,
dijo], hacia Israel es firme y a prueba
de balas.” (ibíd.)
Y
para que la reconciliación sea plena, Biden ha prometido un ‘plan nacional
contra el antisemitismo’.
La
Doble Alianza (que en realidad es una triple, con el Reino Unido) sigue
incólume.
Viene del Primer Ministro Netanyahu:
Por favor, respete el derecho del Estado de Israel a existir.
Agradecemos su cooperación mientras lo construimos a sus espaldas.
XO (Besos y abrazos),
Bibi
Viñeta de Christofer Weyant, The Boston Globe