Gideon Levy, Haaretz, 27/7/2025
Traducido por Tlaxcala
Negar es legítimo en Israel, es coherente con la corrección política local – no hay hambre, y las descripciones de hambruna deliberada en Gaza son una conspiración antisemita.
Un hombre lleva el cuerpo del bebé palestino Zainab Abu Haleeb, que murió por desnutrición según autoridades sanitarias, en el hospital Naser de Jan Yunis, en el sur de la Franja de Gaza, el sábado. Foto Ramadan Abed/Reuters
Pocos
fenómenos son tan mezquinos como la negación del Holocausto judío. Los
negacionistas han afirmado que nunca ocurrió, o que, si ocurrió, las víctimas
fueron pocas, o que nunca hubo cámaras de gas.
Tomaron
medidas y datos para respaldar sus afirmaciones. El Holocausto fue una
conspiración para extorsionar compensaciones y compasión. Su negación ha sido
criminalizada en muchos países, y quienes la practican son considerados
antisemitas. El historiador británico David Irving fue encarcelado en Austria y
marginado.
Cuestionar
el 7 de octubre fue condenado en Israel, y cualquiera que se atreviera era
tachado de antisemita. Cuando Roger Waters afirmó que no había pruebas de
violaciones y que la historia de bebés quemados en hornos era una mentira
israelí, fue duramente atacado, al igual que muchos otros que señalaron
exageraciones en el relato israelí.
En
las últimas semanas, una ola despreciable de negación ha barrido Israel,
precisamente allí. Está presente en grandes sectores de la población y
compartida por casi todos los medios de comunicación.
Hemos
tratado de ignorar, de ocultar, de desviar la mirada, de culpar a Hamas, de
decir que “así es la guerra”, de afirmar que no hay inocentes en Gaza – hasta
que los crímenes de Israel en la Franja de Gaza colmaron la medida.
Con
el inicio del hambre deliberada y mortal, no quedó otra opción que recurrir a
la negación, tan repugnante como la del Holocausto.
La
negación actual incluye negar la intención genocida y el objetivo transparente
de desplazar a la población de Gaza.
Este
tipo de negación es legítimo en Israel, es políticamente correcto – ¡no hay
hambre! Nadie será condenado ni castigado por haberla provocado.
Esta
actitud se ha convertido en parte del discurso dominante. Las descripciones de
hambruna deliberada en Gaza son consideradas una conspiración antisemita. Si
hay hambre, hablen con Hamas.
Así
es cuando se acaban las excusas, las mentiras y la propaganda. Así es cuando se
está tan deformado moralmente que se dice que no hay hambre incluso con las
imágenes delante. ¿Qué derecho tienen a decir eso?
Existen
50 matices de negación israelí, todos igual de despreciables. Desde apartar la
mirada hasta mentirse a uno mismo.
Todos
persiguen el mismo objetivo: eludir la culpa, seguir siendo la víctima mientras
se canta alabanzas a sí mismo. Los negacionistas provienen de todos los
ámbitos.
Incluye
a cuatro investigadores israelíes que escribieron un ensayo titulado “El
supuesto genocidio en la guerra Espadas de Hierro” – cuya falsedad fue expuesta
por el historiador del Holocausto Daniel Blatman y el periodista Nir Hasson
(edición hebrea de Haaretz) – y a la mujer que reparte el diario
gratuito Israel Hayom, que me dijo con gran seguridad que las imágenes
del hambre “eran del Yemen o generadas por IA”.
Incluye
también a la santurrona periodista de televisión Moriah Asraf, que hizo callar
con arrogancia a la periodista independiente Emmanuelle Elbaz-Phelps, y a todos
los editores de noticieros que ocultan lo que sucede en Gaza.
La
negación acompaña a Israel desde la primera Nakba, en 1948, que supuestamente
nunca ocurrió y solo existe en la imaginación de los enemigos de Israel.
Continuó durante todos los años de ocupación y apartheid.
No
hay otra sociedad en el mundo que viva en tal grado de autoengaño, mucho de
ello fomentado por su prensa “libre”. Pero lo que está ocurriendo en estas
semanas supera todos los límites de la vileza.
No
hay hambre en Gaza. Después de todo, hay camiones esperando en la frontera, los
padres de los niños que mueren de hambre están obesos, hay un video de
terroristas de Hamas comiendo plátanos en sus túneles (un video de hace seis
meses, ahora difundido por el principal portavoz de propaganda del país, el
vocero del ejército israelí).
Hay
algo aún más despreciable que eludir la culpa: el desprecio por la víctima, por
el niño que muere en brazos de su madre que llora. Decirle que no hay hambruna
deliberada es burlarse de su dolor.
Durante
años creí que incluso si mostráramos a los israelíes todas las pruebas
horribles, las rechazarían. Ahora está comprobado. Las imágenes del hambre
inundan pantallas y diarios en todo el mundo – e Israel lo niega.
Con
qué seguridad afirman que las imágenes son falsas, que no hay hambrientos, que
hay plátanos, que 80 camiones entran diariamente a Gaza.
Eso
es exactamente lo que hacía el académico francés Robert Faurisson: decía que, dado
el volumen de las cámaras de gas, el Holocausto nunca había occurrido.