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11/08/2025

LORENZO TONDO
Anas al-Sharif, destacado corresponsal de Al Jazeera, entre los cinco periodistas asesinados en un ataque aéreo israelí en Gaza

Israel admite el ataque deliberado contra el periodista, conocido por su cobertura en primera línea, en un ataque contra una tienda de campaña situada fuera del hospital al-Shifa

Lorenzo Tondo en Jerusalén, The Guardian, 11-8-2025
Con Reuters y Agence France-Presse
Traducido por Tlaxcala

Las Fuerzas de Defensa de Israel afirman que Anas al-Sharif, que había expresado su miedo a ser asesinado, era el líder de una célula de Hamás. Fotografía: Al Jazeera

Un destacado periodista de Al Jazeera que había sido amenazado anteriormente por Israel ha muerto junto con cuatro compañeros en un ataque aéreo israelí.

Anas al-Sharif, uno de los rostros más reconocibles de Al Jazeera en Gaza, murió mientras se encontraba dentro de una tienda de campaña para periodistas frente al hospital al-Shifa, en la ciudad de Gaza, el domingo por la noche.

Según la cadena con sede en Catar, en el ataque murieron siete personas en total, entre ellas al-Sharif, el corresponsal de Al Jazeera Mohammed Qreiqeh y los operadores de cámara Ibrahim Zaher, Mohammed Noufal y Moamen Aliwa.

Las Fuerzas de Defensa de Israel admitieron el ataque y afirmaron que el reportero «había sido jefe de una célula terrorista de la organización terrorista Hamás y era responsable de promover ataques con cohetes contra civiles israelíes y las Fuerzas de Defensa de Israel».

Afirmaron que tenían información de inteligencia y documentos encontrados en Gaza como prueba, pero los defensores de los derechos humanos dijeron que había sido blanco de un ataque por sus reportajes en primera línea de la guerra de Gaza y que la afirmación de Israel carecía de pruebas.


La tienda de campaña frente al hospital Al-Shifa, donde Anas al-Sharif y otras seis personas murieron en un ataque israelí. Israel admitió el ataque, alegando que era un militante de Hamás, una afirmación que la ONU ha calificado de infundada. Fotografía: Ebrahim Hajjaj/Reuters

Al Sharif fue calificado como «uno de los periodistas más valientes de Gaza» y Al Jazeera afirmó que el ataque era «un intento desesperado de silenciar las voces en previsión de la ocupación de Gaza».

El mes pasado, el portavoz del ejército israelí, Avichai Adraee, compartió un video de al-Sharif en X y lo acusó de ser miembro del ala militar de Hamás. En ese momento, la relatora especial de la ONU sobre la libertad de expresión, Irene Khan, lo calificó de «afirmación sin fundamento» y de «ataque flagrante contra los periodistas».

En julio, al-Sharif declaró al Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) que vivía con la «sensación de que podía ser bombardeado y martirizado en cualquier momento».

Tras el ataque, el CPJ se declaró «consternado» al conocer la muerte de los periodistas.

«La costumbre de Israel de tildar a los periodistas de militantes sin aportar pruebas creíbles plantea serias dudas sobre sus intenciones y su respeto por la libertad de prensa», declaró la directora regional del CPJ, Sara Qudah.

«Los periodistas son civiles y nunca deben ser blanco de ataques. Los responsables de estos asesinatos deben rendir cuentas».

El Sindicato de Periodistas Palestinos condenó lo que calificó de «crimen sangriento» de asesinato.

En enero de este año, tras un alto el fuego entre Hamás e Israel, al-Sharif llamó la atención de todo el mundo cuando, durante una transmisión en vivo, se quitó el chaleco antibalas mientras estaba rodeado por decenas de residentes de Gaza que celebraban el cese temporal de las hostilidades.

Pocos minutos antes de su muerte, al-Sharif publicó en X: «Última hora: Un bombardeo israelí intenso y concentrado con “cinturones de fuego” está golpeando las zonas este y sur de la ciudad de Gaza».

En un último mensaje, que según Al Jazeera había sido escrito el 6 de abril y que fue publicado en la cuenta de X de al-Sharif tras su muerte, el reportero decía que había «vivido el dolor en todos sus detalles, probado el sufrimiento y la pérdida muchas veces, pero nunca dudé en transmitir la verdad tal y como es, sin distorsiones ni falsificaciones».

«Alá será testigo contra aquellos que permanecieron en silencio, aquellos que aceptaron nuestro asesinato, aquellos que nos ahogaron y cuyos corazones no se conmovieron ante los restos esparcidos de nuestros niños y mujeres, sin hacer nada para detener la masacre a la que se ha enfrentado nuestro pueblo durante más de un año y medio», continuó.

El joven de 28 años deja atrás a su esposa y dos hijos pequeños. Su padre murió en un ataque israelí contra la casa familiar en el campo de refugiados de Yabalia, en la ciudad de Gaza, en diciembre de 2023. En ese momento, al-Sharif dijo que seguiría informando y se negó a abandonar el norte de Gaza.

Otro periodista de Al Jazeera en Gaza, Hani Mahmoud, dijo: «Esta es quizás la noticia más dura que he dado en los últimos 22 meses. No estoy lejos del hospital Al-Shifa, a solo una manzana, y pude oír la enorme explosión que tuvo lugar hace aproximadamente media hora, cerca del hospital Al-Shifa.

«Pude verlo cuando iluminó el cielo y, en cuestión de segundos, corrió la noticia de que se trataba del campamento de periodistas situado en la entrada principal del hospital Al-Shifa».

Al-Sharif y sus colegas llevaban informando desde Gaza desde el inicio del conflicto.

«Es importante destacar que este ataque se produce solo una semana después de que un oficial militar israelí acusara directamente a Anas y lanzara una campaña de incitación contra Al Jazeera y los corresponsales sobre el terreno por su trabajo, por su implacable cobertura de la hambruna, la inanición y la desnutrición», añadió Mahmoud.

Israel ha asesinado a varios periodistas de Al Jazeera y a miembros de sus familias, entre ellos Hossam Shabat, asesinado en marzo, e Ismail al-Ghoul y su camarógrafo Rami al-Rifi, asesinados en agosto.

La esposa, el hijo, la hija y el nieto del corresponsal jefe Wael al Dahdouh fueron asesinados en octubre de 2023 y él mismo resultó herido en un ataque semanas después en el que murió el camarógrafo de Al Jazeera Samer Abu Daqqa.

Israel, que no permite la entrada de periodistas extranjeros en Gaza y que ha atacado a reporteros locales, ha matado a 237 periodistas desde que comenzó la guerra el 7 de octubre de 2023, según la oficina de prensa del Gobierno de Gaza. El Comité para la Protección de los Periodistas afirmó que al menos 186 periodistas han sido asesinados en el conflicto de Gaza. Israel niega haber atacado deliberadamente a periodistas.







09/08/2025

AMOS PRYWES
¿Cómo podemos seguir sabiendo que los habitantes de Gaza se mueren de hambre y l@s israelíes permanecemos en silencio?

La cuestión de la responsabilidad no se refiere a quiénes somos, sino a lo que hacemos y a nuestra capacidad para corregirlo. Los israelíes pueden inspirarse en el psicoanálisis e intentar dar el primer paso para cultivar la compasión.

Amos Prywes, Haaretz, 7/8/2025
Traducido por Tlaxcala

Amos Prywes es un psicólogo clínico israelí, autor de De Freud al porno (Pardes, 2025, en hebreo).

 


La pregunta anterior no me la enviaron, sino que la formularon en una reciente protesta en Israel contra la guerra en Gaza. He decidido abordarla aquí porque me pareció que se cernía sobre muchas de las preguntas que nos han enviado. Es difícil ignorar esta pregunta, aunque sea casi imposible responderla.

Tenemos que ser honestos y decir que la respuesta sencilla podría ser «porque sí». La realidad es que, junto a las noticias deprimentes y las imágenes impactantes, seguimos dedicándonos sin reservas al drama de nuestras vidas personales. Besamos a nuestros hijos, nos molesta el chovinismo de la versión israelí de «Gran Hermano» y discutimos por dinero. Así que, si dejamos de lado la santurronería, ¿quizá hayamos seguido como siempre?


Imágenes de Mohammed Y. M. Al-Yaqoubi/Anadolu/AFP photoshopeadas por Nadav Gazit

La verdad es que, incluso si pensamos que es así, la guerra moldea aspectos de nuestra autoimagen y nuestra percepción de la realidad de diversas maneras sutiles. Entonces, ¿qué significa vivir cuando nos enfrentamos a tales acusaciones?

Por supuesto, cada persona reacciona de manera diferente. Algunos niegan que haya nada de qué sentirse culpable, otros están de acuerdo con estas acusaciones y otros se sitúan en un término medio, como «Es terrible lo que el gobierno al que no voté está haciendo en Gaza».

Independientemente de cómo nos posicionemos con respecto al sentimiento de culpa, nuestra respuesta casi siempre se basa en un compromiso emocional circular que no cambia realmente. Por lo general, la culpa nos lleva a obsesionarnos con la pregunta narcisista «¿Soy malo?» y a entablar un diálogo con una figura paterna imaginaria que nos reprende.

En este sentido, existe una conexión fundamental entre la culpa y la autovictimización. Las personas culpables siempre se enfrentan a fuerzas superiores a ellas mismas y se menosprecian en su presencia.

En una de sus conferencias sobre psicoanálisis, Freud comparó la conciencia culpable con una persona que es reprendida por romper un caldero que le habían confiado para que lo guardara. La persona se defiende con una especie de bucle lógico destinado a confundir, del tipo: «Nunca tomé prestado un caldero, estaba roto cuando lo recibí y no tenía ningún daño cuando lo devolví». Esta falacia se conoce como «lógica del caldero».

La sociedad israelí también se enreda cuando dice que «no hay hambre en Gaza, Hamás es responsable del hambre, todos allí son terroristas y no tenemos más remedio que ser crueles».

Una mirada a la sociedad israelí actual revela que casi todos, a nuestra manera, nos atrincheramos en una mentalidad de víctima, ya sea que nos veamos a nosotros mismos como víctimas del gobierno, del poder judicial, del antisemitismo global o del fanatismo religioso. Es un bucle paralizante del que es muy difícil escapar. En este sentido, el silencio ante lo que está sucediendo en Gaza no es solo un fracaso moral, sino también un patrón mental, una forma de no sentir y de no saber.

Entonces, ¿qué hacer? Ante la culpa, el psicoanálisis propone la responsabilidad. Propone mirar a la persona que tenemos delante y reconocer el poder que tenemos para actuar hacia ella, aunque sea limitado.

Dado que la culpabilidad se ocupa de cuestiones de identidad («¿Soy bueno o malo?»), ofrece muy poco margen para la acción creativa. La culpa esboza un mundo de categorías rígidas, que divide a los seres humanos en villanos absolutos y víctimas eternas.

Al mismo tiempo, fomenta una obsesión por los detalles y las definiciones de los pecados: ¿Es hambre o hambruna? ¿Crisis humanitaria, desastre o genocidio? La persona culpable se sumerge en este debate pedante y la ira queda atrapada en él.

A diferencia de la culpabilidad, la cuestión de la responsabilidad no se refiere a quiénes somos, sino a lo que hacemos, a lo que tenemos delante y a nuestra capacidad para corregirlo. A partir de ahí, facilita acciones complejas como cultivar la compasión, reconocer y admitir los errores y recalcular la ruta. Es una pequeña diferencia, pero tal vez sea un punto de partida.

08/08/2025

HAARETZ
Callar es rendirse

Editorial de Haaretz, 8-8-2025
Traducido por Tlaxcala


El gabinete de seguridad se reunió el jueves por la noche para discutir otra expansión de la guerra en Gaza, otro eslabón en una larga cadena que seguramente tendrá su propio nombre. Los nombres cambian, pero la canción sigue siendo la misma: ocupación, destrucción y traslado forzoso de decenas de miles de palestinos. Más soldados serán sacrificados en este altar y los rehenes israelíes que quedan serán perdidos. El gobierno de Netanyahu ha convertido a ambos grupos en daños colaterales.

Ante esta visión de pesadilla, impulsada por consideraciones personales y mesiánicas judías, no podemos permanecer indiferentes. No debemos callar. Por eso, más de 2000 artistas y personalidades de la cultura firmaron una petición que pedía el fin de la guerra, titulada «Detengan el horror en Gaza». Esta petición supuso un importante espejo para la opinión pública, aunque muchos israelíes prefirieran romperlo o apartar la mirada.

La petición de los artistas reflejaba una verdad humana básica que el gobierno intenta silenciar: dañar a personas inocentes está mal. En consecuencia, la petición afirmaba que es imposible aceptar «el asesinato de niños y civiles, las políticas de hambre, los desplazamientos masivos y la destrucción sin sentido de ciudades enteras». No se deben dar órdenes ilegales y, si se dan, no se deben obedecer, añadía la petición, reiterando lo que debería ser evidente. Pero no en el Israel del gobierno del primer ministro Benyamin Netanyahu.

Desde que se publicó la petición, se ha llevado a cabo una campaña sistemática para silenciar a los firmantes. Entre los participantes se encuentran ministros del gabinete y políticos ajenos al Gobierno, colaboradores de los medios de comunicación, activistas de extrema derecha y muchas otras figuras culturales.

Los alcaldes también han anunciado que no contratarán a los artistas que firmaron la petición, a quienes acusan de «incitar contra los soldados de las FDI». Una y otra vez, ha quedado claro que en el Israel actual solo se puede expresar una opinión en el espacio que separa al líder de la oposición, Yair Lapid, y al rapero de extrema derecha Yoav («la Sombra») Eliasi. El consenso fraudulento es un coro que canta al unísono.


Alon Oleartchik y Assaf Amdursky

La presión sobre los firmantes de la petición solo ha tenido un éxito parcial. Algunos de ellos (Assaf Amdursky, Alon Oleartchik) no pudieron soportar la presión y las amenazas y retiraron sus firmas. En el caso de Oleartchik, su retractación pública dio sus frutos: se restableció una actuación suya que había sido cancelada. Esto demuestra no solo el poder de la censura, tanto oficial como extraoficial, sino también el hecho de que algunas personas optan por colaborar con ella.

Ante esta campaña de silenciamiento, no debemos pestañear. El plan que impulsa Netanyahu conducirá a la destrucción total de Gaza, y también de los fundamentos morales de Israel. Al oponerse a la guerra y a sus crímenes, las figuras culturales se unieron a personas con opiniones similares en el mundo académico, en organizaciones no gubernamentales e incluso dentro del propio ejército. Todas ellas son esenciales para forjar una alternativa al culto a la muerte del Gobierno.

Ahora más que nunca, tras tantos días de matanzas sin precedentes y cuando Israel está a un paso de caer en una guerra perpetua, todos los israelíes deben alzar la voz en contra. Callar es rendirse.

01/08/2025

LYNA AL TABAL
Cien años de infierno en Palestina

Dra. Lyna Al Tabal, Rai Al Youm, 1-8-2025
Traducido por Tlaxcala


Francia ha decidido finalmente reconocer al Estado de Palestina.

En el mes en que caen las hojas y florecen las mentiras a orillas del Sena, Francia concede por fin un reconocimiento —tímido, tardío, con siete décadas de retraso...

Y Gran Bretaña, la misma que cedió una tierra que no le pertenecía, decide a su vez hacer un gesto... Pero la resolución 67/19, adoptada por 138 países en la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2012, ya había concedido a Palestina el estatus de «Estado observador no miembro», al igual que el Vaticano. Sobre esta base, Palestina pudo adherirse a organizaciones y tratados internacionales, como la Corte Penal Internacional o la UNESCO.

De acuerdo, ustedes, los europeos, son 450 millones. Su economía pesa 20 billones de dólares. Brilláis en las bolsas, domináis los mercados... Pero decidme: ¿pueden vuestros gobiernos pesar, aunque sea un kilo de justicia? ¿Un puñado de dignidad? ¿Un reconocimiento con setenta años de retraso? ¿Esa es vuestra oferta? ¿A eso llamáis un gesto? No le dais nada a Palestina. Nada. ¿Es eso todo lo que tenéis para ofrecer? ¿De verdad?

¿Este reconocimiento va a detener un tanque? ¿Va a calentar la cama fría de una madre asesinada? ¿Va a devolver la vida a un niño? No.

Sí, Europa ama a Palestina... pero desde lejos. Como se ama una causa perdida, un mito oriental, un poema de Mahmud Darwish enmarcado en la pared de un salón parisino.

 Y ustedes lo saben: Israel se tragará este reconocimiento como se traga Cisjordania, a mordiscos.

Basta de discursos. El mundo no necesita otra declaración. Solo necesita que dejen de armar al asesino.

Este reconocimiento es una caricatura. Lo que Palestina necesita es que se ponga fin a esta complicidad. La ONU condena a Israel todos los días. ¿Qué ha cambiado? Gaza se muere de hambre, sufre genocidio, crímenes, miseria... Tres colores predominan: el gris de las ruinas, el rojo de la sangre y el dorado brillante del desastre, el de los mercados que prosperan sobre los escombros. No hace falta hacer más declaraciones. Guarden sus gestos «valientes».

Jeffrey Sachs no es un revolucionario. Es un experto, un hombre que simplemente dice la verdad: «Dejen de suministrar armas a Israel y la guerra terminará».

La solución comienza con una palabra: responsabilidad. La de Israel, pero también la de todos aquellos que lo apoyan. Imponer sanciones es lo mínimo. ¿Su primer ministro está acusado? Entonces que lo lleven a La Haya, esposado, y que comiencen los juicios, si es que aún creen en esa palabra: paz.

La única medida que tiene sentido en esta región: el desarme de Israel.

Pero, ¿qué puede hacer Europa frente a las grandes potencias que dictan su ley e imponen su voluntad? La administración Trump ni siquiera se ha molestado en ocultar su imperialismo: «Haremos lo que queramos, ustedes no valen nada», ha proclamado.

Todo esto no es más que la consecuencia lógica de una elección: la del mundo occidental, que ha preferido la unipolaridad a la justicia.

No perdamos el tiempo hoy culpando a Abu Mazen (presidente de la [In]Autoridad Palestina)... Es inútil disparar a un carro fúnebre: la Historia acabará juzgándolo.

Y, por favor, dejad de gritar «¿Dónde están los árabes?», esa pregunta ya no tiene sentido. Es una pregunta estúpida.

Los árabes, amigo mío, han desaparecido...

Solo quedamos tú, yo y un puñado de creyentes, de soñadores, que se pueden contar con los dedos de una mano.

Han desaparecido, como desaparecen las especies antiguas. Así que no preguntes más dónde están.

Todo esto ha sucedido porque el mundo occidental ha decidido encaminarse hacia un imperio único, que no se le parece y no lo respeta. Europa podría haber impedido esta guerra o atenuado su violencia... ¡pero ha preferido enamorarse!

Europa se parece a una anciana, con un sombrero de plumas de pavo real de colores, que cree que USA la ama... Está cegada por su amor por USA. Desde finales de los años 90, Europa no ha adoptado una política exterior independiente, salvo una política de hostilidad hacia Rusia... Rusia es para ella una pesadilla soviética, cuando debería haber sido un socio comercial, pero ha decidido ser la amante infeliz de Washington.

Ursula von der Leyen, portavoz oficial del imperio yanqui en la Comisión Europea, ¡es una mujer ridícula! Saben, por supuesto, que son los responsables usamericanos quienes dirigen Europa, pero siguen fingiendo creer que Bruselas es la capital europea.

 Sin embargo, saben que es Washington quien manda...

Y, a pesar de todo, sonríen ondeando con orgullo la bandera europea.

No hay seguridad para Ucrania, ni para Europa, ni siquiera para los sueños de sus hijos, en esta aventura yanqui sin sentido a la que se han sumado y de la que se han convertido en líderes.

Son cómplices de un millón de muertos. Sí, han participado a sabiendas en esta matanza en Ucrania.

Solo han sembrado la muerte. ¿Y qué ha cambiado? Nada.

Volvamos a la posición usamericana. Trump, fiel a sí mismo, amenaza: «Estados Unidos entrará en Ucrania para acabar con esto».

Y Putin, también fiel a sí mismo, se echa a reír: «Déjenlo hablar... Siempre hace lo contrario de lo que dice».

En Palestina, la situación es muy clara, ¡Mike Huckabee dice que no hay solución posible en Palestina!

USA ha abandonado su política en el Mashreq y se la ha confiado a Benyamin Netanyahu... Es el lobby israelí el que domina la política usamericana. ¡Es una broma!

En 1996, en pleno apogeo de las conversaciones de paz, mientras israelíes y palestinos se sentaban en las salas de negociación, se daban la mano en Madrid, negociaban en Oslo y colocaban las banderas palestinas junto a las de las Naciones Unidas, y mientras Yasser Arafat modificaba el pacto con la esperanza de conseguir un Estado, Netanyahu y sus asesores sionistas usamericanos preparaban un plan para sustituir la solución de dos Estados por una «solución por la fuerza»: rodear Siria, atacar Irak y asfixiar a los palestinos. Y golpear cualquier alianza que se formara para apoyar a Palestina, incluidos Hezbolá y Hamás. A esta solución la llamaron «A Clean Break » (Una ruptura total), porque habían decidido romper definitivamente e imponer su realidad.

Sobre la base de este documento, USA ha librado siete guerras en cinco años. El general Wesley Clark ejecutaba las instrucciones de la oficina política israelí. Pueden escuchar al general Wesley Clark en Internet, él habla de este tema. Era el comandante en jefe de la OTAN en 1999... Por cierto, estas son las guerras de Netanyahu: eliminar los restos de los aliados soviéticos, desmantelar el sistema de cada Estado, de cada alianza y organización hostil a Israel, y sembrar el caos en la región.

Y cada vez que estallaba una guerra, Netanyahu esbozaba la misma sonrisa, la de un hombre que enciende un cigarrillo al primer signo de depresión. Durante treinta años, ha repetido incansablemente su visión: solo habrá un Estado, Israel.

 «Y cualquier voz contraria será aplastada, no por nosotros directamente, sino por nuestros amigos estadounidenses», decía. Esa es, en general, la política de USA en el Mashreq, aún hoy.

Esta política no comenzó con Trump, ni con Biden, y no fue inventada por Clinton, Bush u Obama. Es el aburrido juego de la política usamericana: si no estás con nosotros, estás contra nosotros, y si estás contra nosotros, espera a que tu régimen se derrumbe desde dentro. ¿No es esta la realidad cotidiana de la política yanqui? Desde la Segunda Guerra Mundial, USA no ha dejado de intervenir directamente en los asuntos de los demás, bajo el pretexto de un discurso falaz sobre la democracia. Entre 1945 y 1989, provocaron setenta cambios de régimen. Acusaron a los soviéticos de querer conquistar el mundo y luego utilizaron ese pretexto para conquistarlo ellos mismos...

Nuestro destino ya está trazado, escrito en blanco y negro para los próximos cien años... Pero tenemos la manía de sorprenderlos, de sabotear sus planes más funestos. Creían que Gaza se rendiría en un mes. Habían cavado nuestras tumbas, montado tiendas de campaña en el Sinaí y redibujado los mapas de la región.

¡Qué ilusión tan grotesca! Creían que Gaza no era más que un detalle molesto que se podría barrer en unas semanas. Pero cada masacre ha dado lugar a un nuevo misil: del Qasam al Yasin, luego al Badr-3; del Ayyash 250 al R160, hasta el Al-Quds y el Asif al-Ghadab.

¡Qué impotencia! ¿Han olvidado que Gaza desafía incluso las leyes de la física? Todo lo que se lanza contra ella... acaba rebotando.

Apostaron por la colonización de Cisjordania, y ganaron esa apuesta.

Creyeron que una victoria militar significaría el fin del conflicto. Pero Gaza se lo recuerda a cada instante: no es una batalla, es una existencia.

¿Qué victoria se puede reivindicar cuando la estabilidad de un ejército depende de una caja de Prozac? Un Estado que solo se mantiene en pie gracias a los antidepresivos no es un Estado: es un paciente.

No es un consejo, sino una advertencia, fría y clara, procedente de un enemigo que no os quiere... pero que ni siquiera desea vuestra muerte. Simplemente les dice: vayan a casa.

Cuanto más amplían las fronteras del Gran Israel, más corren hacia el muro de la nada.

Porque cuanto más se acercan a ese sueño imperial, más se vacía de sentido.

Puede que hayan ganado algunas batallas, pero están desperdiciando lo esencial: el tiempo.

Y la Historia nunca olvida la arrogancia.

Cuanto más se expanden, más vulnerables se vuelven. Cuanto más avanzan, más se agotan. Miren a Ben Gvir: un ministro de pacotilla, vociferando como un simple de mente: «¡Enviad bombas, no ayuda a Gaza!».

Él cree que la historia se escribe gritando. Piensa que los misiles sustituyen a la memoria.

Pero la guerra no solo se gana en el terreno. Se gana —o se pierde— en los libros, en las conciencias, en el rastro que dejáis.

Y la historia, mis enemigos, no se dicta con un megáfono. Se recuerda. Y os clasificará —a vosotros, a vuestras bombas, a vuestros bufones— en el margen rojo de la vergüenza eterna.

Decidme cómo. Decidme, por el amor de Dios, ¿cómo puede un Estado pretender la victoria cuando ya ha perdido la historia?

Porque un día, pronto, todo el mundo leerá que Israel fue un Estado fascista, un régimen de apartheid que arrasó ciudades, aniquiló pueblos, derrocó gobiernos para sobrevivir... y luego se derrumbó, asfixiado por su propio odio.

Y esa historia no la escribe Tel Aviv. La escribe Gaza.

Gaza la escribe con sus cohetes, con su sangre, con una voluntad que ni las bombas ni los tanques pueden quebrantar.

La leerán dentro de unos años. Y sus hijos la leerán en sus libros de texto.

Y ese día, los mirarán... y se avergonzarán.

29/07/2025

GIDEON LEVY
Negar la hambruna en Gaza no es menos vil que negar el Holocausto

Gideon Levy, Haaretz27/7/2025
Traducido por Tlaxcala

 
Negar es legítimo en Israel, es coherente con la corrección política local – no hay hambre, y las descripciones de hambruna deliberada en Gaza son una conspiración antisemita.



Un hombre lleva el cuerpo del bebé palestino Zainab Abu Haleeb, que murió por desnutrición según autoridades sanitarias, en el hospital Naser de Jan Yunis, en el sur de la Franja de Gaza, el sábado. Foto Ramadan Abed/Reuters


Pocos fenómenos son tan mezquinos como la negación del Holocausto judío. Los negacionistas han afirmado que nunca ocurrió, o que, si ocurrió, las víctimas fueron pocas, o que nunca hubo cámaras de gas.

Tomaron medidas y datos para respaldar sus afirmaciones. El Holocausto fue una conspiración para extorsionar compensaciones y compasión. Su negación ha sido criminalizada en muchos países, y quienes la practican son considerados antisemitas. El historiador británico David Irving fue encarcelado en Austria y marginado.

Cuestionar el 7 de octubre fue condenado en Israel, y cualquiera que se atreviera era tachado de antisemita. Cuando Roger Waters afirmó que no había pruebas de violaciones y que la historia de bebés quemados en hornos era una mentira israelí, fue duramente atacado, al igual que muchos otros que señalaron exageraciones en el relato israelí.

En las últimas semanas, una ola despreciable de negación ha barrido Israel, precisamente allí. Está presente en grandes sectores de la población y compartida por casi todos los medios de comunicación.

Hemos tratado de ignorar, de ocultar, de desviar la mirada, de culpar a Hamas, de decir que “así es la guerra”, de afirmar que no hay inocentes en Gaza – hasta que los crímenes de Israel en la Franja de Gaza colmaron la medida.

Con el inicio del hambre deliberada y mortal, no quedó otra opción que recurrir a la negación, tan repugnante como la del Holocausto.

La negación actual incluye negar la intención genocida y el objetivo transparente de desplazar a la población de Gaza.

Este tipo de negación es legítimo en Israel, es políticamente correcto – ¡no hay hambre! Nadie será condenado ni castigado por haberla provocado.

Esta actitud se ha convertido en parte del discurso dominante. Las descripciones de hambruna deliberada en Gaza son consideradas una conspiración antisemita. Si hay hambre, hablen con Hamas.


Palestinos luchan por conseguir alimentos donados en un comedor comunitario en la ciudad de Gaza, al norte de la Franja, el sábado. Crédito: Abdel Kareem Hana/AP

Así es cuando se acaban las excusas, las mentiras y la propaganda. Así es cuando se está tan deformado moralmente que se dice que no hay hambre incluso con las imágenes delante. ¿Qué derecho tienen a decir eso?

Existen 50 matices de negación israelí, todos igual de despreciables. Desde apartar la mirada hasta mentirse a uno mismo.

Todos persiguen el mismo objetivo: eludir la culpa, seguir siendo la víctima mientras se canta alabanzas a sí mismo. Los negacionistas provienen de todos los ámbitos.

Incluye a cuatro investigadores israelíes que escribieron un ensayo titulado “El supuesto genocidio en la guerra Espadas de Hierro” – cuya falsedad fue expuesta por el historiador del Holocausto Daniel Blatman y el periodista Nir Hasson (edición hebrea de Haaretz) – y a la mujer que reparte el diario gratuito Israel Hayom, que me dijo con gran seguridad que las imágenes del hambre “eran del Yemen o generadas por IA”.

Incluye también a la santurrona periodista de televisión Moriah Asraf, que hizo callar con arrogancia a la periodista independiente Emmanuelle Elbaz-Phelps, y a todos los editores de noticieros que ocultan lo que sucede en Gaza.


Palestinos intentan recibir alimentos de un comedor comunitario, en medio de una crisis de hambre, en la ciudad de Gaza, el sábado. Photo Mahmoud Issa/Reuters

La negación acompaña a Israel desde la primera Nakba, en 1948, que supuestamente nunca ocurrió y solo existe en la imaginación de los enemigos de Israel. Continuó durante todos los años de ocupación y apartheid.

No hay otra sociedad en el mundo que viva en tal grado de autoengaño, mucho de ello fomentado por su prensa “libre”. Pero lo que está ocurriendo en estas semanas supera todos los límites de la vileza.

No hay hambre en Gaza. Después de todo, hay camiones esperando en la frontera, los padres de los niños que mueren de hambre están obesos, hay un video de terroristas de Hamas comiendo plátanos en sus túneles (un video de hace seis meses, ahora difundido por el principal portavoz de propaganda del país, el vocero del ejército israelí).

Hay algo aún más despreciable que eludir la culpa: el desprecio por la víctima, por el niño que muere en brazos de su madre que llora. Decirle que no hay hambruna deliberada es burlarse de su dolor.

Durante años creí que incluso si mostráramos a los israelíes todas las pruebas horribles, las rechazarían. Ahora está comprobado. Las imágenes del hambre inundan pantallas y diarios en todo el mundo – e Israel lo niega.

Con qué seguridad afirman que las imágenes son falsas, que no hay hambrientos, que hay plátanos, que 80 camiones entran diariamente a Gaza.

Eso es exactamente lo que hacía el académico francés Robert Faurisson: decía que, dado el volumen de las cámaras de gas, el Holocausto nunca había occurrido.