Alain Campiotti, Le Temps, 13-1-2025
Traducido por Michel Mujica
El autor es un periodista y escritor suizo, columnista en el diario Le Temps
En el turco. Es un restaurante banal, no lejos del aeropuerto Ben Gurion. ¿Por qué ir a comer allí? Porque el hijo, que hizo el servicio militar en la zona, pensó que el shawarma era sabroso. El otro día llevó allí a su padre, Gideon Levy. Las cosas salieron mal. Rápidamente se reunió una multitud alrededor de su mesa y los insultos volaron. Al hijo: “¡Que se joda la madre del que come con los nazis!” Al padre: “¡Eres un nazi porque te preocupas por los niños de Gaza!” A causa de la bronca, tuvieron que marcharse.
Gideon Levy es
periodista de Haaretz, uno de los diarios más conocidos de Israel,
conocido por sus investigaciones sobre el terreno entre los palestinos y sus
despiadados comentarios contra el gobierno de Benyamin Netanyahu y los partidos
que dominan la escena política israelí. También es probablemente el periodista
más odiado e insultado del país. Sin embargo, este hijo de inmigrantes
centroeuropeos era cualquier cosa menos un exaltado. Religioso y nacionalista
acérrimo en su juventud, según él mismo afirma, llegó a ser portavoz de Shimon
Peres, del Partido Laborista, antes de incorporarse a Haaretz, donde se
convirtió en una voz resonante cuando el centenario diario pasó del liberalismo
moderado a la crítica de los supremacistas y anexionistas que poco a poco se
hacían con el poder en Israel.
Pero este Haaretz
tan comprometido no es un órgano de propaganda: trabaja en profundidad. También
está abierto a voces que lo desafían, como Israel
Harel, colono radical y belicista sin complejos, o el historiador Benny
Morris, que aboga constantemente por un ataque a gran escala contra Irán.
Tras el asalto masivo de Hamás el 7 de octubre de 2023, el periódico no vaciló
en su denuncia de este horror y en su documentación de las masacres, torturas y
violaciones que pudieron probarse. Pero cuando se desataron las represalias en
Gaza y luego en otros lugares, puso el mismo celo en describir los abusos de
esta guerra sin límites y sin piedad para los civiles, a pesar de los
obstáculos de todo tipo. Un periodismo ejemplar y solitario, en la adversidad y
el dolor.
En otro lugar, el periódico ofrece una descripción a gran escala, completa con
mapas (antes y después) de las ciudades destruidas en Gaza y las tiendas de
campaña que han sustituido a las casas, bajo la lluvia torrencial de este día
de Año Nuevo para nosotros. Otro texto imagina a toda la población de
Jerusalén, Tel Aviv y Haifa concentrada en la playa bajo las inclemencias del
tiempo: ésta es la vida de los gazatíes que describe.
El otro sábado, Alain Finkielkraut, en Répliques,
su programa de culto en la radio France Culture, abrió una especie de
apasionada discusión talmúdica sobre este tema (y sobre el pensamiento de
Emmanuel Lévinas). ¿Qué significa «pueblo elegido» para los judíos? Todos
estuvieron de acuerdo en que sólo puede significar revelar a otros pueblos (el
pueblo palestino, por ejemplo) su parte en la elección. Para los extremistas en
el poder en Israel significa algo muy distinto. Para algunos de ellos
(diputados), no hay ni un solo inocente entre los 2,3 millones de palestinos de
Gaza. Se lo dice la Biblia: ante las trompetas de Josué, las murallas de Jericó
se derrumbaron y sus habitantes fueron pasados a cuchillo, hombres, mujeres,
niños, ancianos, bueyes, ovejas y burros. Un miembro no fanático de la Knesset
se levantó para denunciar la «bajeza moral» de este «mesianismo mendaz,
nacionalista, racista y fundamentalista que envenena y destruye el espíritu de
Israel».
Cuando Gideon Levy salió el otro día del restaurante de shawarma cerca del
aeropuerto Ben-Gurion con su hijo, que había sido ahuyentado a base de
insultos, fue abordado en la calle por un joven. Era simpático. Le pidió al
odiado periodista su bendición. Un tímido atisbo.
Así que me
suscribí hace 400 días, para saber más. Es útil, o indispensable. El martes
pasado, oí una noticia de diez segundos en una emisora de radio francesa: 51
gazatíes habían muerto durante el día. Miré a ver qué se decía aquí. No había
nada. La guerra dura, uno se acostumbra a ella, y algunas muertes valen más que
otras; en aquel momento sólo hablábamos de «Charlie», diez años después.
Con Haaretz,
estamos en el meollo, con los ojos abiertos. ¿Le apetece? Por ejemplo, el 1 de
enero, cuando estábamos de celebración. Ese día, el periódico llegaba al final
de un completo reportaje sobre la «guerra contra la prensa» que, en su opinión,
libraba el gobierno de Netanyahu, y no hablaba sólo de los 110 periodistas
muertos en Gaza. Se ha puesto en marcha un boicot contra el diario rebelde: no
más comunicaciones, no más publicidad, no más ingresos del Estado; un viejo
plan puesto en marcha el día en que Amos Schocken, el propietario de Haaretz,
hablaba en una conferencia en Londres sobre los «luchadores por la libertad
palestinos a los que Israel llama terroristas».
El veterano de
Haaretz Zvi
Bar'el se pregunta por qué la población israelí ha asimilado tan
silenciosamente lo que ocurre en Gaza: destrucción masiva y muerte; le
recuerda, y mucho, a la Noche de los cristales rotos en Alemania en noviembre
de 1938. Una columnista árabe del periódico lamenta cómo las víctimas de los
bombardeos han quedado reducidas a estadísticas, mientras que los niños quedan
sepultados bajo las ruinas, sus vidas olvidadas para siempre.
Este número de Haaretz habla, por supuesto, de la destrucción del
hospital Kamal Adwan en Beit Lahia, justo al norte de Gaza. Poco después, este
rudimentario hospital, el penúltimo de esta parte de la Franja, también fue
mencionado en un debate del canal LCI, el menos despreciable de los canales
franceses de noticias. David Pujadas y sus invitados intentan distinguir lo
verdadero de lo falso en este asunto. Porque lo que viene de Gaza está bajo el
control de Hamás, ya que el territorio está cerrado a los periodistas. ¿Y no serían
terroristas los pacientes a los que se
ve salir con los brazos en alto? ¿Y el médico jefe hecho prisionero, el doctor
Hossam Abu Safiya, que tenía un cargo en Hamás, no es otro terrorista? Por otro
lado, está la descripción que hace Haaretz del asalto al hospital. Pero cuidao,
este periódico es la oposición, es la izquierda…
Haaretz es muy citado
en el mundo (la prueba...), pero en Israel es una voz débil: 5% de la
audiencia. Gran parte del resto de los medios de comunicación se alinean con la
retórica de la venganza y la guerra total desde el 7 de octubre de hace 2 años:
los pacientes de Kamal Adwan son terroristas, el médico es un combatiente. En
este paisaje, Haaretz es un tenue faro de ética antibelicista. La ética...
Esto es
también lo que escribe Haaretz todos los días. Pero frente a esta débil
voz, está la realidad del poder sin parangón del ejército de Israel, alimentado
sin cesar por sus aliados occidentales, de la victoria total y la obliteración
de Jericó, de Palestina. El periódico acaba de revelar que está a punto de
alcanzarse un acuerdo con Arabia Saudí para un arreglo regional cuyas migajas
para los palestinos, si es que alguna vez obtienen alguna, no serán más que la
humillación de sus aspiraciones. La lucha de Haaretz se verá entonces
como lo que es: heroica, trágica, perdida.
Gran parte del resto de los medios de comunicación se alinean con la retórica de la venganza y la guerra total.