Luis E. Sabini
Fernández, 12-10-2023
2023:
tras el 7 de octubre, la ideología sionista vive uno de sus momentos de gloria.

Diluvio de Al Aqsa, por Ahmad Qaddura, Suecia
Lo que
han hecho Hamas y Yihad Islámica desde el 7 de octubre de 2023 (a 50 años
exactos del desencadenamiento de la guerra de Yom Kippur, de Egipto contra
Israel), en las inmediaciones de la Franja de Gaza, en kibutzim cercanos y
ciudades aledañas como Bersheva o Ashkelon, ha sido violento, con asesinatos
cometidos con crueldad; arrasando un festival, baleando gente, secuestrando
población civil (y militares, que en una sociedad tan militarizada como la
israelí es a veces difícil distinguir). Una suerte de “invasión” con muy
escasos medios materiales; equipados los “asaltantes” con motocicletas, con alas
delta, todos componentes más propios de una guerrilla que de un verdadero
ejército; mucha resolución, “poniendo el cuerpo”.
La
“respuesta” que lleva a cabo el estado sionista habrá de ser, ya va siendo,
mucho más conmocionante, decuplicando, centuplicando las víctimas entre los
palestinos alcanzados por la “furia” israelí (mediante una mezcla de
superioridad militar y material, forjada por el sionismo en las últimas décadas
con una impronta supremacista que forjó el sionismo desde mucho antes de las
persecuciones nazis de los ’40).
La
primera incursión aérea israelí de respuesta a la “invasión” del 7 de octubre,
al estilo de las que se llevaran a cabo bajo la modalidad de castigos mortales
y colectivos, en varias oportunidades (2006, 2008, 2012, 2014, sin que a la
llamada “comunidad internacional” jamás
se le haya movido un pelo), despliega una oleada de torturas simultáneas sobre cientos
de hombres, mujeres, niños, con cráneos destrozados, muslos seccionados,
hemorragias mortales, brazos arrancados, rostros desfigurados; todo incluido en
ataques inmisericordes con bombas sobre edificios –no sobre cuarteles– de
viviendas de civiles con dormitorios, comedores, baños, habitados por bebitos, ancianos,
niños, sus padres, jóvenes que juegan a la pelota, que escuchan música.
Genocidio
en etapas, con silencio esperable de la ONU, pero también de muchísimas redes
independientes, autónomas (nadie quiere quedar como antisemita).
La
versión del holocausto cuidadosamente construida por el IHRA, que les
garantizaría a judíos situarse al margen de toda sospecha, por su condición
básica de víctimas, es sencillamente una coartada. Más allá de lo efectivamente
sufrido por judíos bajo el nazismo. Porque, como bien ha definido el
historiador, judío, con víctimas del nazismo en su familia, Norman Finkelstein:
“<El Holocausto> es una
representación ideológica del holocausto nazi. Al igual que la mayoría de las
representaciones similares, ésta tiene una conexión, si bien tenue, con la
realidad."
En
resumen, Israel y quienes detentan su poder hacen su jugarreta: presentarse
como víctimas cuando son los que “producen” la mayor cantidad de víctimas. Es
Israel el gran generador de locura, miseria y muerte entre palestinos. Porque
el colonialismo, el racismo, siempre han generado lo anterior y también
resistencia. A veces resulta difícil de aceptar esta última por su carga de
odio. Porque el negado, excluido, expropiado no acierta siempre en la respuesta.
Bueno fuera.

Diluvio de Al Aqsa, por Morad Kotkot, Jordania
Abya
Yala en el Mediterráneo oriental
Procuremos
ensanchar el ángulo de mira: el sionismo hace con los palestinos lo que los
conquistadores europeos hicieron en Abya Yala, conocida por cómo fue
rebautizada por los recién llegados: América.
He aquí
una semblanza de Miko Peled, un judío israelí, pero a diferencia de la inmensa
mayoría de sus conciudadanos, con conciencia crítica (o si usted prefiere, autoconciencia):
“El racismo y la violencia contra las
personas de color en EE.UU. no es nada nuevo. De hecho EE.UU., con sus
afirmaciones de [ser] «la tierra de
los libres» siempre ha sido un estado racista, genocida y violento. Fue fundado
sobre el genocidio de los nativos y sobre las espaldas de los esclavos
africanos. EE.UU. cometió los crímenes de guerra más atroces en la historia de
la humanidad, incluido el genocidio, el uso de armas nucleares, la destrucción
de las democracias y el apoyo a dictadores asesinos en todo el mundo. Y la
lista continúa desde los primeros días de la Unión hasta hoy.”
Lo que
resulta significativo es cómo los sionistas judíos se identifican con EE.UU. y
cómo procuran seguir la senda –colonialista– de los siglos XVII, XVIII, XIX, de
EE.UU., en pleno siglo XX (y en el XXI…) en Palestina. Un poco a destiempo,
como ignorando “el nuevo tiempo” devenido a partir de 1945, justamente desde
EE.UU.
Es un
modelo peculiar, empero. Porque a la vez que “se inspiran” en el tratamiento de
razas “inferiores” o “inmaduras” en
EE.UU. para llevar a cabo su política de implantación en Palestina, Israel ha
procurado ejercer la mayor infiltración imaginable de la sociedad
estadounidense, con lo cual el ligamento entre EE.UU. e Israel es doble: el
país norteamericano está visualizado como figura “paterna” o modélica, y a la
vez como entidad que recibiría los “beneficios” de todos los aportes judíos.
Cito otra vez a Peled: “Hay innumerables
áreas en la vida de los EE.UU. en las que Israel y diversas organizaciones
sionistas influyen e interfieren. La Federación Judía, la Liga Antidifamación y
AIPAC son las más comúnmente reconocidas, pero son solo tres de las
innumerables organizaciones que operan en los cincuenta estados y persiguen sin
descanso los intereses israelíes en todas las facetas de la vida
estadounidense. Estas organizaciones interfieren en las elecciones
estadounidenses al invertir dinero en las campañas de los candidatos
proisraelíes.” (ibíd.) Hablamos de un aporte financiero sustantivo y
decisivo en las tomas de decisión.
Tras
las voladuras de tres torres neoyorquinas –las gemelas y una más, todo por el
precio de dos aviones y miles de víctimas mortales– y el peculiar boquete en el
Pentágono del 11 de setiembre de 2000 (con su treintena de muertos), y pese a la
inmediata redada de cientos de israelíes bajo sospecha por parte de los
organismos de seguridad de EE.UU. (fueron más los detenidos judíos que los
árabes en las horas posteriores a las voladuras), Israel logra que “desde el 11 de setiembre muchas fuerzas
policiales estadounidenses [sean] entrenadas
por expertos en seguridad israelíes.” (ibíd.)
Analizando
la penetración judeoisraelí en EE.UU., James Petras señalaba que entre los
muchos “proyectos sionistas con
considerable financiamiento, hechos para capturar a jóvenes judíos y
convertirlos en instrumentos de la política exterior israelí [está] “Taglit-Birthright” que ha gastado más de
250 millones de dólares durante la última década enviando a más de un cuarto de
millón de judíos a Israel durante 10
días de intenso lavado de cerebro.[…] Se somete a los estudiantes a una fuerte dosis de
militarismo al estilo israelí […] como
parte de su adoctrinamiento; en ningún momento visitan Cisjordania, Gaza o
Jerusalén Este (Boston Globe, 26 ago
2010). Se les insta a convertirse en ciudadanos de doble nacionalidad e incluso
se les alienta a servir en las fuerzas armadas israelíes.
Raza
y sexo
Si nos
damos cuenta del parentesco entre la “conquista de América” y el proyecto
colonialista anglosionista en Palestina, algo que postulan y promueven
conocidos dirigentes israelíes, podremos percibir más claramente el destino
atribuido a conquistadores y a colonizados.
“El
único indio que vale es el indio muerto”. Esa atroz expresión de los
coleccionistas de cabelleras de indios asesinados traducía en pleno siglo XIX un
giro crematístico muy modernoso, porque las autoridades (públicas o privadas)
pagaban por cabellera. Una forma práctica de asegurarse “el despeje territorial”:
la tarea que llevaron a cabo los Rosas y Roca en las pampas argentinas; los
Rivera en el territorio del Uruguay. Ese “comercio” cumple con una de las leyes
sagradas del privilegio: la inversión de la verdad. Porque los “relatos de
aventura” para niños han enseñado siempre que los indios eran cazadores de
cabelleras (y no por la paga, sino por su crueldad innata).
Análogamente
a “la limpieza étnica” que hemos conocido por siglos en las Américas, tenemos, por
ejemplo, el testimonio de soldados israelíes, que han declarado –no sabemos si
por honestidad intelectual o por chutzpah–
que no tienen dificultad alguna, procesal, judicial, si matan a un palestino. Si
suman una cabellera a su foja de servicio.
Españoles e ingleses
tuvieron distintos comportamientos con los oriundos. Los ingleses rechazaron
esa mezcla de sangre (que viene tras la mezcla de jugos sexuales). Los
españoles también, tratándose de indios varones con hembras hispanas, pero en
absoluto rechazaron el contacto de españoles con “indias”. Al contrario, recién
llegados los conmocionó la presencia de mujeres bañadas y limpias. Así
comienza el llamado “mestizaje” en América, mal llamada Latina. La desaparición,
simbólica o material, de los nativoamericanos es lo que permite que la historia
oficial sostenga con impunidad el manejo genealógico afirmando que “descendemos
de los barcos”.
Los sionistas
en Palestina optaron por “el modelo” inglés; por eso las parejas mestizas son
más bien excepcionales. Una política sexual que preserva el linaje. La
aceptación de parejas cruzadas tiende a desgastar un racismo étnico. Su
rechazo, en cambio, ahonda la posibilidad racista.
Entonces,
para entender los últimos acontecimientos del “conflicto palestino-israelí”;
Hamas descargando una andanada de cohetes Kassam más o menos mejorados;
secuestrando civiles y militares israelíes; población enardecida victimando a israelíes
tomados como rehenes, hay que visualizar esas barbaridades junto con las
descargadas impunemente por colonos o
militares israelíes sobre campesinos sin armas, sobre jóvenes o niños que tiran piedras, sobre jovencitas que
blandiendo una tijera quieren herir a algún ocupante y es matada sin más. Año
tras año, mes tras mes, día tras día.
Recordemos
que cuando en 2019 se inician Marchas por la Tierra, sin armas, sin piedras,
solo reclamando eso; tierra (crecientemente cercenada y apropiada por
sionistas), el aparato de seguridad israelí “contesta” con francotiradores que
desde distancia y cómodamente alojan balas en las ingles de manifestantes
pacíficos.
Dado
que los alcanzados empezaron a morir con inesperada frecuencia, desangrados, el
mando israelí cambió la orden a los cómodos (y bien entrenados)
francotiradores: no a las ingles sino a los tobillos. Dejaban rengos de por
vida, pero no producían el trastorno psíquico y el repudio consiguiente de
tantos asesinatos por manifestación.
Ése es
el valor de la vida palestina en Israel, como lo recordamos por testimonios
sinceros de soldados. Así hay que entender que muchos palestinos, también terminen
despreciando la vida de los israelíes.
Aquella
hospitalidad histórica, proverbial, de los palestinos (en el siglo XIX), conviviendo con el Antiguo
Yishuv –con los judíos inmemoriales de Palestina, con quienes no se les conoce
conflicto– no fue destruida por los palestinos –musulmanes, cristianos o
agnósticos– sino por los sionistas. Con el Nuevo o moderno Yishuv. El 7 de
octubre fue otro intento, otro “asalto al cielo”.
Notas