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01/06/2025

EMMANUEL TODD
Antropología y realismo estratégico en las relaciones internacionales
Conferencia en la Academia Rusa de las Ciencias el 23 de abril de 2025

Emmanuel Todd, 24/5/2025
Traducido por Fausto GiudiceTlaxcala

Después de Budapest, Moscú: He aquí el texto de la conferencia que pronuncié en la Academia Rusa de Ciencias el 23 de abril de 2025, titulada “Antropología y realismo estratégico en las relaciones internacionales”:



Dar esta conferencia me impresiona. Suelo dar conferencias en Francia, Italia, Alemania, Japón y el mundo angloamericano, es decir, en Occidente. Hablo desde mi mundo, desde una perspectiva crítica, por supuesto, pero desde mi mundo. Aquí es diferente, estoy en Moscú, en la capital del país que ha desafiado a Occidente y que sin duda saldrá airoso de este reto. Psicológicamente, es un ejercicio completamente diferente.

Autorretrato antiideológico

Voy a empezar presentándome, no por narcisismo, sino porque muy a menudo las personas de Francia o de otros países que hablan de Rusia con comprensión, o incluso simpatía, tienen un cierto perfil ideológico. Muy a menudo estas personas proceden de la derecha conservadora o del populismo y proyectan a priori una imagen ideológica de Rusia. En mi opinión, sus simpatías ideológicas son un tanto irreales y fantaseadas. Yo no pertenezco en absoluto a esta categoría.

En Francia, soy lo que se llamaría un liberal de izquierdas, fundamentalmente apegado a la democracia liberal. Lo que me distingue de las personas apegadas a la democracia liberal es que, por ser antropólogo, por conocer la diversidad del mundo a través del análisis de los sistemas familiares, tengo una gran tolerancia hacia las culturas exteriores y no parto del principio de que todo el mundo debe imitar a Occidente. La tendencia a dar lecciones es especialmente tradicional en París. Creo que cada país tiene su historia, su cultura y su camino.

Con todo, debo admitir que hay en mí una dimensión emocional, una verdadera simpatía por Rusia, que puede explicar mi capacidad para escuchar sus argumentos en la actual confrontación geopolítica. Mi apertura no proviene de lo que Rusia es en términos ideológicos, sino de un sentimiento de gratitud hacia ella por habernos librado del nazismo. Ahora es el momento de decirlo, cuando se acerca el 9 de mayo, día en que celebramos la victoria. Los primeros libros de historia que leí, cuando tenía 16 años, hablaban de la guerra librada por el Ejército Rojo contra el nazismo. Siento una deuda que hay que saldar.

Añadiré que soy consciente de que Rusia salió del comunismo por sus propios medios, con sus propios esfuerzos, y que sufrió enormemente durante el periodo de transición. Creo que la guerra defensiva a la que Occidente obligó a Rusia, después de todo ese sufrimiento, justo cuando se estaba recuperando, es un error moral por parte de Occidente. Hasta aquí la dimensión ideológica, o más bien emocional. Por lo demás, no soy un ideólogo, no tengo un programa para la humanidad, soy historiador, soy antropólogo, me considero un científico y lo que puedo aportar a la comprensión del mundo y en particular a la geopolítica procede esencialmente de mis competencias profesionales.

Antropología y política

Me formé como investigador en historia y antropología en la Universidad de Cambridge (Inglaterra). Mi director de tesis fue Peter Laslett. Descubrió que la familia inglesa del siglo XVII era sencilla, nuclear e individualista. Sus hijos tuvieron que dispersarse muy pronto. Luego tuve como examinador de mi tesis en Cambridge a otro gran historiador inglés que aún vive, Alan Macfarlane. Él comprendió que existía un vínculo entre el individualismo político y económico de los ingleses (y, por tanto, de los anglosajones en general) y la familia nuclear identificada por Peter Laslett en el pasado de Inglaterra.

Soy un estudioso de estos dos grandes historiadores británicos. Básicamente, generalicé la hipótesis de Macfarlane. Me di cuenta de que el mapa del comunismo acabado, hacia mediados de los años setenta, se parecía mucho al mapa de un sistema familiar que yo llamo comunitario (que otros han llamado familia patriarcal, o familia conjunta), un sistema familiar que es en cierto modo el opuesto conceptual del sistema familiar inglés. Tomemos como ejemplo la familia campesina rusa. No soy especialista en Rusia, pero lo que sí conozco de Rusia son las listas de nombres de habitantes del siglo XIX que describen a las familias campesinas rusas. No eran, como las familias campesinas inglesas del siglo XVII, pequeñas familias nucleares (padre, madre, hijos), sino enormes hogares con un hombre, su mujer, sus hijos, las mujeres de esos hijos y los nietos. Este sistema era patrilineal porque las familias intercambiaban a sus mujeres para convertirlas en esposas. La familia comunal se encuentra en China, Vietnam, Serbia y el centro de Italia, región que votó comunista. Una de las peculiaridades de la familia comunal rusa es que mantenía un estatus elevado para las mujeres porque era un fenómeno reciente.

La familia comunal rusa surgió entre los siglos XVI y XVIII. La familia comunal china apareció antes del comienzo de la Era Común. La familia comunal rusa existió durante unos siglos, la china durante dos milenios.

Estos ejemplos revelan mi percepción del mundo. No veo un mundo abstracto, sino un mundo en el que cada una de las grandes naciones, cada una de las pequeñas naciones, tenía una estructura familiar campesina particular, una estructura que sigue explicando gran parte de su comportamiento actual.

Puedo dar otros ejemplos. Japón y Alemania, que son tan similares en términos industriales y en sus concepciones de la jerarquía, también comparten una estructura familiar, diferente de los tipos de familia nuclear y comunitaria, la familia troncal, de la que no hablaré en esta conferencia.

Si nos fijamos en los medios de comunicación de hoy en día, los periodistas y los políticos hablan de Donald Trump y Vladimir Putin como si fueran los agentes fundamentales de la historia, o incluso las personas que están dando forma a su sociedad. Yo los veo principalmente como expresiones de culturas nacionales, que pueden ser expansivas, estables o decadentes.

Me gustaría dejar clara una cosa sobre mi reputación. El 95% de mi vida como investigador la he dedicado a analizar estructuras familiares, tema sobre el que he escrito libros de 500 o 700 páginas. Pero no es por eso por lo que soy más conocido en el mundo. Se me conoce por tres ensayos geopolíticos en los que utilicé mis conocimientos de este trasfondo antropológico para entender lo que estaba ocurriendo.

En 1976, publiqué La chute finale, Essai sur la décomposition de la sphère soviétique [La caída final. Ensayo sobre la descomposición de la esfera soviética, Plaza & Janés, 1977, Barcelona] en el que predije el colapso del comunismo. El descenso de la tasa de fecundidad de las mujeres rusas demostraba que los rusos eran personas como las demás, en proceso de modernización, y que el comunismo no había creado ningún homo sovieticus. Sobre todo, detecté un aumento de la mortalidad infantil entre 1970 y 1974 en Rusia y Ucrania. El aumento de la mortalidad entre los niños menores de un año demostraba que el sistema había empezado a deteriorarse. Escribí ese primer libro cuando era muy joven, con 25 años, y tuve que esperar unos 15 años para que mi predicción se hiciera realidad.

En 2002 escribí un segundo libro de geopolítica, Après l'Empire [Después delImperio], en un momento en que todo el mundo hablaba de la hiperpotencia usamericana. Se nos decía que USA iba a dominar el mundo por tiempo indefinido, un mundo unipolar. Yo solía decir lo contrario: no, el mundo es demasiado grande, el tamaño relativo de USA se está reduciendo económicamente y USA no podrá controlar este mundo. Y resultó ser cierto. En Después del Imperio, hay una predicción particularmente acertada que me sorprende incluso a mí. Un capítulo se titula “El retorno de Rusia”. En él predigo el regreso de Rusia como gran potencia, pero basándome en muy pocos indicios. Sólo había observado una reanudación del descenso de la mortalidad infantil (entre 1993 y 1999, tras un aumento entre 1990 y 1993). Pero sabía instintivamente que la comunidad cultural rusa, que había producido el comunismo en una fase de transición, iba a sobrevivir al periodo de anarquía de los años 90, y que constituía una estructura estable que permitiría reconstruir algo.

Pero hay un gran error en este libro: predigo un destino autónomo para Europa Occidental. Y hay una laguna: no menciono a China.

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Esto me lleva a mi último libro geopolítico, que creo que será el último, La Défaite de l'Occident (La derrota de Occidente ). Estoy aquí en Moscú para hablar de este libro. En él se predice que, en la confrontación geopolítica abierta por la entrada del ejército ruso en Ucrania, Occidente sufrirá una derrota. Una vez más aparezco en contra de la opinión general de mi país, o de mi campo, puesto que soy occidental. Empezaré diciendo por qué me resultó fácil escribir este libro, pero luego me gustaría intentar decir por qué, ahora que la derrota de Occidente parece segura, se me ha hecho mucho más difícil explicar a corto plazo el proceso de dislocación de Occidente, sin dejar de ser capaz de hacer una predicción a largo plazo sobre la continuación de la decadencia usamericana.

Nos encontramos en un punto de inflexión: estamos pasando de la derrota a la dislocación. Lo que me hace ser prudente es mi experiencia pasada del colapso del sistema soviético. Yo había predicho este colapso, pero tengo que admitir que cuando el sistema soviético se derrumbó realmente, no fui capaz de prever el alcance de la dislocación y el nivel de sufrimiento que esta dislocación supondría para Rusia.

No había comprendido que el comunismo no era sólo una organización económica, sino también un sistema de creencias, una cuasi-religión, que estructuraba la vida social soviética y rusa. La dislocación de las creencias iba a conducir a una desorganización psicológica mucho mayor que la desorganización económica. Hoy estamos llegando a una situación similar en Occidente. Lo que estamos viviendo no es simplemente un fracaso militar y un fracaso económico, sino una dislocación de las creencias que han organizado la vida social occidental durante varias décadas.

De la derrota a la dislocación

Recuerdo muy bien el contexto en el que escribí La derrota de Occidente. Estaba en mi casita de Bretaña en el verano de 2023. Periodistas franceses y de otros países se entusiasmaban comentando los (fantaseados) “éxitos” de la contraofensiva ucraniana. Me veo escribiendo tranquilamente: “La derrota de Occidente es segura”. No tenía ningún problema con ello. En cambio, cuando hoy hablo de dislocación, adopto una posición de humildad ante los acontecimientos. El comportamiento de Trump es una escenificación de la incertidumbre. El belicismo de esos europeos que perdieron la guerra junto a los usamericanos y que ahora hablan de ganarla sin los usamericanos es algo muy sorprendente.

Así es el presente. Los acontecimientos a corto plazo son muy difíciles de predecir. En cambio, el medio y largo plazo en Occidente, sobre todo en USA, me parecen más accesibles a la comprensión y la previsión -sin certeza, por supuesto. Muy al principio, allá por 2002, tenía una visión positiva a medio y largo plazo para Rusia, como ya he dicho. Pero hoy tengo una visión muy negativa a medio y largo plazo de USA. Lo que estamos viviendo es sólo el principio de la caída de USA y debemos estar preparados para ver cosas aún más dramáticas.

La derrota de Occidente: una predicción fácil

En primer lugar, permítanme recordarles el modelo de La derrota de Occidente. Este libro ha sido publicado y cualquiera puede comprobar lo que dice. Explicaré por qué fue relativamente sencillo concebir esta derrota. En los años que precedieron a ella, ya había analizado en profundidad el retorno de Rusia a la estabilidad.

No vivía en la fantasía occidental de un régimen monstruoso de Putin, de Putin como el diablo y los rusos como idiotas o sumisos, que era la visión occidental dominante. Había leído Russie, le retour de la puissance [Rusia, el regreso de la potencia], un excelente libro de un francés poco conocido, David Teurtrie, publicado poco antes de que las tropas rusas entraran en Ucrania. En él describía la reactivación de la economía rusa, su agricultura y sus exportaciones de centrales nucleares. Explicaba que desde 2014 Rusia se preparaba para desconectarse del sistema financiero occidental.

También tenía mis indicadores habituales de estabilidad social, más que de estabilidad económica. Seguí controlando la tasa de mortalidad infantil, el indicador estadístico que más utilizo. Los niños menores de un año son los miembros más frágiles de la sociedad y sus posibilidades de supervivencia son el indicador más sensible de la cohesión y la eficacia sociales. En los últimos 20 años, la tasa de mortalidad infantil rusa ha descendido a un ritmo acelerado, a pesar de que la mortalidad general rusa, sobre todo la masculina, es insatisfactoria. Durante varios años, la tasa de mortalidad infantil rusa ha caído por debajo de la tasa de mortalidad infantil usamericana.

La tasa de mortalidad infantil usamericana es uno de los indicadores que nos muestran que USA no va bien. Desgraciadamente, creo que en estos momentos la tasa de mortalidad infantil francesa, que va en aumento, está superando a la rusa. Es doloroso para mí, como francés, pero como historiador tengo que ser capaz de ver y analizar las cosas que no me gustan. La historia que se está desarrollando no está ahí para complacerme. Está ahí para ser estudiada.

Desarrollo económico satisfactorio y estabilización social de Rusia. También estaba el rápido descenso de la tasa de suicidios y de la tasa de homicidios en los años 2000-2020. Contaba con todos estos indicadores y también con mi conocimiento de la familia comunal rusa, de origen campesino, que ya no existe visiblemente pero sigue actuando. Por supuesto, la familia campesina rusa del siglo XIX ya no existe. Pero sus valores sobreviven en las interacciones entre individuos. En Rusia subsisten valores normativos de autoridad, igualdad y comunidad, que garantizan un tipo particular de cohesión social.

Es un supuesto que puede resultar difícil de aceptar para los hombres y mujeres modernos de la vida urbana. Acabo de llegar a Moscú, que redescubro en 2025, transformada desde mi último viaje allí en 1993. Moscú es una ciudad inmensa y moderna. ¿Cómo imaginar, en semejante contexto material y social, la persistencia de valores comunitarios del siglo XIX? Pero lo hago como lo hago en otras partes. Es una experiencia que tuve, por ejemplo, en Japón. Tokio también es una ciudad inmensa, la verdad, con sus 40 millones de habitantes, el doble que Moscú. Pero es fácil ver y aceptar la idea de que allí se ha perpetuado un sistema de valores japonés, heredado de una antigua estructura familiar. Pienso lo mismo de Rusia, con la diferencia de que la familia comunal rusa, autoritaria e igualitaria, no era la familia japonesa, autoritaria e inigualitaria.

Economía, demografía, antropología de la familia: en 2022 no tenía la menor duda de la solidez de Rusia. Y así, desde el comienzo de la guerra en Ucrania, he visto con una mezcla de diversión y tristeza cómo periodistas, políticos y politólogos franceses planteaban sus hipótesis sobre la fragilidad de Rusia, sobre el próximo colapso de su economía, de su régimen, etc., y sobre el futuro de Rusia.

Autodestrucción de USA

Me da un poco de vergüenza decir esto aquí en Moscú, pero tengo que admitir que Rusia no es un tema importante para mí. No digo que Rusia no sea interesante, digo que no está en el centro de mi pensamiento. El núcleo de mi pensamiento se expone en el título de mi libro, La derrota de Occidente. Lo que estudio no es la victoria de Rusia, sino la derrota de Occidente. Creo que Occidente se está destruyendo a sí mismo.

Para plantear y demostrar esta hipótesis, dispongo también de una serie de indicadores. Me limitaré aquí a USA. Llevaba mucho tiempo trabajando en el desarrollo de USA.

Conocía la destrucción de la base industrial usamericana, sobre todo desde que China se adhirió a la Organización Mundial del Comercio en 2001. Sabía lo difícil que sería para USA producir suficiente armamento para alimentar la guerra.

Había conseguido calcular el número de ingenieros -personas que fabrican cosas de verdad- en USA y Rusia. Llegué a la conclusión de que Rusia, con la mitad de población que USA, lograba producir más ingenieros que USA. Sencillamente porque sólo el 7% de los alumnos usamericanos estudian ingeniería, mientras que la cifra en Rusia se acerca al 25%. Por supuesto, este número de ingenieros debe considerarse como una cifra faro, que se refiere en mayor profundidad a los técnicos, los trabajadores cualificados y la capacidad industrial en general.

Yo tenía otros indicadores a largo plazo para USA. Llevaba décadas trabajando en el declive del nivel educativo, en el declive de la calidad y la cantidad de la enseñanza superior usamericana, un declive que comenzó en 1965. El declive del potencial intelectual usamericano viene de lejos. Pero no olvidemos que este declive se produce tras un ascenso que abarcó dos siglos y medio. USA fue un inmenso éxito histórico antes de hundirse en su fracaso actual. El éxito histórico de USA fue un ejemplo, entre otros pero el más masivo, del éxito histórico del mundo protestante. La religión protestante estaba en el corazón de la cultura usamericana, como lo estaba de la cultura británica, de las culturas escandinavas y de la cultura alemana, ya que dos tercios de Alemania eran protestantes.

El protestantismo exigía que todos los fieles tuvieran acceso a las Sagradas Escrituras. Exigía que la gente supiera leer. El protestantismo era, pues, muy favorable a la educación en todas partes. Hacia 1900, el mapa de los países donde todo el mundo sabía leer era el del protestantismo. En USA, además, la enseñanza secundaria despegó en el periodo de entreguerras, lo que no ocurrió en los países protestantes de Europa.

El colapso educativo de USA está obviamente ligado a su colapso religioso. Soy consciente de que hoy se habla mucho de esos evangelistas excitados que rodean a Trump. Pero todo eso, para mí, no es verdadera religión. En todo caso, no es verdadero protestantismo. El Dios de los evangelistas usamericanos es un tipo simpático que reparte regalos económicos, no el Dios calvinista estricto que exige un alto nivel de moralidad, fomenta una fuerte ética del trabajo y promueve la disciplina social.

La disciplina social en USA debía mucho a la disciplina moral protestante. Esto fue así incluso en el siglo XX, cuando USA dejó de ser un país protestante homogéneo, con inmigrantes católicos y judíos, y luego inmigrantes procedentes de Asia. Al menos hasta los años setenta, el núcleo de la cultura usamericana siguió siendo protestante. Se reían de los WASP, o White Anglo-Saxon Protestants (protestantes anglosajones blancos), aunque tenían sus defectos, pero representaban una cultura central y controlaban el sistema usamericano.

Estados activo, zombi y cero de la religión

He utilizado una conceptualización particular para analizar el declive religioso, no sólo en este libro, sino en todos mis libros recientes. Se trata de un análisis en tres etapas de la desaparición de la religión.

*En primer lugar, distingo una etapa activa de la religión, en la que las personas son creyentes y practicantes.

*Luego está lo que yo llamo la etapa zombi de la religión, en la que la gente ya no es creyente ni practicante, pero conserva en sus hábitos sociales valores y comportamientos heredados de la religión activa anterior. Me referiría, por ejemplo, al republicanismo francés, que sucedió a la Iglesia católica en Francia en la cuenca de París, como una religión civil zombi.

*Luego viene una tercera etapa, que estamos viviendo actualmente en Occidente, que yo llamo la etapa cero de la religión, en la que los hábitos sociales heredados de la religión han desaparecido por sí mismos. Doy un indicador temporal para la consecución de este estadio cero, pero no hay que tomárselo de forma moralista. Es una herramienta técnica que me permite datar el fenómeno en 2013, 2014 o 2015.

Utilizo cualquier ley que instituya el matrimonio para todos, es decir, el matrimonio entre individuos del mismo sexo, para fechar el inicio de la etapa cero. Esto es un indicador del hecho de que no queda nada de los hábitos religiosos del pasado. El matrimonio civil reproduce el matrimonio religioso. El matrimonio para todos es posreligioso. Repito, no he dicho que esté mal. No estoy siendo moralista. Estoy diciendo que esto es lo que nos permite considerar que hemos alcanzado un estado de religión cero.

Pasar del declive industrial al declive educativo, al declive religioso, para finalmente diagnosticar un estado de religión cero, nos permite afirmar que la caída de USA no es un fenómeno reversible a corto plazo. En todo caso, no será reversible en los pocos años que dure esta guerra en Ucrania.

Una derrota usamericana

Esta guerra, que aún continúa, aunque el ejército que representa a Occidente sea ucraniano, es un enfrentamiento entre Rusia y USA. No podría haber tenido lugar sin el equipamiento usamericano. No podría haber tenido lugar sin los servicios de observación e inteligencia usamericanos. Por eso es perfectamente normal que las negociaciones finales tengan lugar entre rusos y usamericanos.

Me parece extraño que los europeos se sorprendan al verse excluidos de las negociaciones. Su sorpresa es una sorpresa para mí. Desde el comienzo del conflicto, los europeos se han comportado como súbditos de USA. Participaron en las sanciones, suministraron armas y equipos, pero no dirigieron la guerra. Por eso los europeos no tienen una imagen correcta o realista de la guerra.

En eso estamos. Occidente ha sido derrotado industrialmente. Económicamente. Para mí, predecir esta derrota no constituía un gran problema intelectual.

Esto me lleva a lo que más me interesa y lo que es más difícil para un prospectivista: analizar y comprender la actualidad. Doy conferencias con bastante regularidad. He dado algunas en París. Las he hecho en Alemania. Los he hecho en Italia. Hace poco celebré una en Budapest. Lo que me llama la atención es que, en cada nueva conferencia, aunque siempre hay una base estable, común a todas, también hay nuevos acontecimientos que integrar. Nunca sabemos cuál es la verdadera actitud de Trump. No sabemos si su deseo de salir de la guerra es sincero. Hay algunas sorpresas extraordinarias, como su repentino resentimiento contra sus propios aliados, o más bien sus súbditos. Por ejemplo, fue bastante sorprendente ver al presidente de USA señalar con el dedo acusador de la guerra y la derrota a los europeos y ucranianos. Hoy tengo que confesar mi admiración por el control y la calma del gobierno ruso, que (a primera vista) tiene que tomarse en serio a Trump, que tiene que aceptar su retrato de la guerra porque hay que negociar.

Sin embargo, he observado un elemento positivo en Trump que se ha mantenido estable desde el principio: está hablando con el gobierno ruso, se está alejando de la actitud occidental de demonizar a Rusia. Es una vuelta a la realidad y, en sí mismo, algo positivo, aunque estas negociaciones no lleven a nada concreto.

La revolución Trump

Me gustaría intentar comprender la causa inmediata de la revolución Trump.

Toda revolución tiene ante todo causas endógenas; es ante todo el resultado de una dinámica y de contradicciones internas a la sociedad en cuestión. Sin embargo, un rasgo sorprendente de la historia es la frecuencia con que las revoluciones son desencadenadas por derrotas militares.

La Revolución Rusa de 1905 estuvo precedida por una derrota militar ante Japón. La revolución rusa de 1917 fue precedida por una derrota ante Alemania. La revolución alemana de 1918 también estuvo precedida por una derrota.

Incluso la Revolución Francesa, que parece más endógena, estuvo precedida en 1763 por la derrota de Francia en la Guerra de los Siete Años, una gran derrota ya que el Antiguo Régimen perdió todas sus colonias. El hundimiento del sistema soviético también fue provocado por una doble derrota: en la carrera armamentística con USA y por la retirada de Afganistán.

Creo que debemos partir de esta noción de una derrota que conduce a una revolución para entender la revolución Trump. El experimento en curso en USA, aunque no sepamos exactamente qué va a ser, es una revolución. ¿Es una revolución en sentido estricto? ¿Es una contrarrevolución? En cualquier caso, es un fenómeno de una violencia extraordinaria, una violencia que se vuelve, por un lado, contra los sujetos aliados, los europeos, los ucranianos, pero que también se expresa internamente, en la sociedad usamericana, por una lucha contra las universidades, contra la teoría de género, contra la cultura científica, contra la política de inclusión de los negros en las clases medias usamericanas, contra el libre comercio y contra la inmigración.

En mi opinión, esta violencia revolucionaria está ligada a la derrota. Varias personas me han hablado de conversaciones entre miembros del equipo de Trump y lo que llama la atención es su conciencia de la derrota. Gente como J. D. Vance, el vicepresidente, y muchos otros, son personas que entendieron que USA había perdido esta guerra.

Para USA fue una derrota fundamentalmente económica. La política de sanciones demostró que el poder financiero de Occidente no era omnipotente. Los usamericanos han tenido la revelación de la fragilidad de su industria militar. Los responsables del Pentágono son muy conscientes de que uno de los límites de su acción es la capacidad limitada del complejo militar-industrial usamericano.

Esta conciencia usamericana de la derrota contrasta con la falta de conciencia de los europeos.

Los europeos no organizaron la guerra. Como no organizaron la guerra, no pueden ser plenamente conscientes de la derrota. Para ser plenamente conscientes de su derrota, necesitarían tener acceso al pensamiento del Pentágono. Pero los europeos no lo tienen. Así que los europeos están mentalmente situados antes de la derrota, mientras que la actual administración usamericana está mentalmente situada después de la derrota.

Derrota y crisis cultural

Como ya he dicho, mi experiencia de la caída del comunismo me enseñó una cosa importante: el colapso de un sistema es tanto mental como económico. Lo que se está derrumbando hoy en Occidente, y en primer lugar en USA, no es sólo el dominio económico, sino también el sistema de creencias que lo impulsaba o se superponía a él. Las creencias que acompañaban al triunfalismo occidental están en vías de derrumbarse. Pero como en todo proceso revolucionario, aún no está claro qué nueva creencia es la más importante, qué creencia saldrá victoriosa del proceso de descomposición.

Lo razonable en la administración Trump

Quiero dejar claro que, en principio, no sentía hostilidad hacia Trump. Cuando Trump fue elegido por primera vez en 2016, yo era una de esas personas que aceptaba que USA estaba enfermo, que su corazón industrial y obrero estaba siendo destruido, que los usamericanos de abajo estaban sufriendo bajo las políticas generales del Imperio, y que había muy buenas razones por las que muchos votantes votarían a Trump. Hay cosas muy razonables en las intuiciones de Trump. El proteccionismo de Trump, la idea de que tenemos que proteger a USA para reconstruir su industria, es el resultado de una intuición muy razonable. Yo mismo soy proteccionista. Escribí libros sobre ello hace mucho tiempo. También creo que la idea del control de la inmigración es razonable, aunque el estilo adoptado por la administración Trump para gestionar la inmigración sea insoportablemente violento.

Otro elemento razonable, que sorprende a muchos occidentales, es la insistencia de la administración Trump en que solo hay dos sexos en la humanidad, hombres y mujeres. No lo veo como un acercamiento a la Rusia de Vladímir Putin, sino como una vuelta a la concepción ordinaria de la humanidad que ha existido desde la aparición del Homo sapiens, una evidencia biológica en la que, además, coinciden la ciencia y la Iglesia.

Hay algo razonable en la revolución Trump.

Nihilismo en la revolución Trump

Ahora debo decir por qué, a pesar de la presencia de estos elementos razonables, soy pesimista y por qué creo que el experimento Trump fracasará. Les recordaré por qué soy optimista sobre Rusia desde 2002 y por qué soy pesimista sobre USA en 2025.

En el comportamiento de la administración Trump hay un déficit de pensamiento, una falta de preparación, una brutalidad, un comportamiento impulsivo, irreflexivo, que evoca el concepto central de La derrota de Occidente, el del nihilismo.

En La derrota de Occidente, explico que el vacío religioso, el estado cero de la religión, conduce a la angustia más que a un estado de libertad y bienestar. El estado cero nos devuelve al problema fundamental. ¿Qué significa ser un hombre? ¿Cuál es el sentido de las cosas? Una respuesta clásica a estas preguntas, en una fase de colapso religioso, es el nihilismo. Pasamos de la angustia del vacío a la deificación del vacío, una deificación del vacío que puede conducir al deseo de destruir las cosas, las personas y, en última instancia, la realidad. La ideología transgénero no es en sí misma moralmente grave, pero es intelectualmente fundamental porque decir que un hombre puede convertirse en mujer o una mujer en hombre revela un deseo de destruir la realidad. Era, en asociación con la cultura cancel, con la preferencia por la guerra, un elemento del nihilismo que predominó bajo la administración Biden. Trump rechaza todo eso. Sin embargo, lo que me llama la atención en este momento es la emergencia de un nihilismo que adopta otras formas: un deseo de destruir la ciencia y la universidad, las clases medias negras, o una violencia desordenada en la aplicación de la estrategia proteccionista usamericana. Cuando, sin pensarlo, Trump quiere establecer aranceles entre Canadá y USA, cuando la región de los Grandes Lagos constituye un sistema industrial único, veo en ello un impulso de destruir tanto como de proteger. Cuando veo a Trump establecer de repente aranceles proteccionistas contra China, olvidando que la mayoría de los smartphones usamericanos se fabrican en China, me digo que no podemos descartar esto como una estupidez. Es estupidez, por supuesto, pero también puede ser nihilismo. Pasemos a un nivel moral más elevado: la fantasía de Trump de transformar Gaza, vaciada de su población, en un centro turístico es típicamente un proyecto nihilista de primer orden.

La contradicción fundamental de la política usamericana, sin embargo, se encuentra en el proteccionismo.

La teoría del proteccionismo nos dice que la protección sólo puede funcionar si un país tiene la población cualificada para aprovechar la protección arancelaria. Una política proteccionista sólo será eficaz si se dispone de ingenieros, científicos y técnicos cualificados. Que los usamericanos no tienen en número suficiente. Y, sin embargo, veo que USA empieza a perseguir a sus estudiantes chinos, y a tantos otros, los mismos que les permiten compensar su déficit de ingenieros y científicos. Esto es absurdo. La teoría del proteccionismo también nos dice que la protección solo puede lanzar o reactivar la industria si el Estado interviene para ayudar a construir nuevas industrias. Sin embargo, vemos a la administración Trump atacando al Estado, el mismo Estado que debería nutrir la investigación científica y el progreso tecnológico. Peor aún, si se busca la motivación detrás de la lucha contra el Estado federal liderada por Elon Musk y otros, se encontrará que ni siquiera es económica.

Los conocedores de la historia usamericana saben el papel crucial que desempeñó el Estado federal en la emancipación de los negros. En USA, el odio al Estado federal suele derivar del resentimiento contra los negros. Cuando se lucha contra el Estado federal usamericano, se lucha contra las administraciones centrales que han emancipado y protegido a los negros. Una gran parte de las clases medias negras encontraron trabajo en la administración federal. Por lo tanto, la lucha contra el Estado federal no forma parte de una concepción general de reconstrucción económica y nacional.

Si pienso en las múltiples y contradictorias acciones de la administración Trump, la palabra que me viene a la mente es dislocación. Una dislocación cuya dirección no está clara.

Familia nuclear absoluta + religión cero = atomización

Soy muy pesimista sobre USA. Para concluir esta conferencia exploratoria, voy a volver a mis conceptos fundamentales como historiador y antropólogo. Dije al principio de esta conferencia que la razón fundamental por la que creía, bastante pronto, ya en 2002, en el retorno de Rusia a la estabilidad, era porque era consciente de la existencia de un trasfondo antropológico comunitario en Rusia. A diferencia de mucha gente, yo no necesito especular sobre el estado de la religión en Rusia para entender la vuelta de Rusia a la estabilidad. Veo una cultura familiar, una cultura comunitaria, con sus valores de autoridad e igualdad, que nos ayuda a entender un poco lo que es la nación en la mente rusa. De hecho, existe una relación entre la forma de la familia y la idea de nación. La familia comunal corresponde a una idea fuerte y compacta de la nación o del pueblo. Tal es el caso de Rusia.

En el caso de USA, como en el de Inglaterra, tenemos la situación opuesta. El modelo de familia inglés y usamericano es nuclear, individualista y ni siquiera incluye una regla precisa de herencia. Reina el libre albedrío. La familia nuclear absoluta angloamericana contribuye muy poco a estructurar la nación. La familia nuclear absoluta tiene ciertamente la ventaja de la flexibilidad. Las generaciones se suceden separándose. La rapidez de adaptación en USA e Inglaterra y la plasticidad de sus estructuras sociales (que permitieron la revolución industrial inglesa y el despegue usamericano) son en gran medida el resultado de esta estructura familiar nuclear absoluta.

Pero junto a esta estructura familiar individualista, o por encima de ella, en Inglaterra como en USA, estaba la disciplina de la religión protestante, con su potencial de cohesión social. La religión, como factor de estructuración, era crucial para el mundo angloamericano. Ha desaparecido. El estado cero de la religión, combinado con valores familiares muy poco estructurados, no me parece una combinación antropológica e histórica que pueda conducir a la estabilidad. El mundo angloamericano se encamina hacia una atomización cada vez mayor. Esta atomización sólo puede conducir a una acentuación, sin límite visible, de la decadencia usamericana. Espero equivocarme, espero haber pasado por alto un importante factor positivo.

Por desgracia, ahora sólo puedo encontrar un factor negativo adicional, que llegó a mi conocimiento tras leer un libro de Amy Chua, académica de Yale que fue mentora de J.D. Vance, Political Tribes. Group instinct and the Fate of Nations [Tribus políticas. El instinto de grupo y el destino de las naciones ] (2018) subraya, después de muchos otros textos, el carácter único de la nación usamericana: una nación cívica, fundada por la adhesión de todos los inmigrantes sucesivos a valores políticos que trascienden la etnia. Es cierto. Esa fue la teoría oficial desde el principio. Pero también había un grupo protestante blanco dominante en USA, que tenía una historia bastante larga y era básicamente étnico.

Desde la desaparición del grupo protestante, la nación usamericana ha pasado a ser verdaderamente posétnica, una nación puramente “cívica”, unida en teoría por su apego a su constitución y sus valores. El temor de Amy Chua es que USA esté volviendo a lo que ella llama tribalismo. Una atomización regresiva.

Cada una de las naciones europeas, cualquiera que sea su estructura familiar, su tradición religiosa, su visión de sí misma, es básicamente una nación étnica, en el sentido de un pueblo unido a una tierra, con su lengua, su cultura, un pueblo enraizado en la historia. Cada uno tiene una base estable. Los rusos la tienen, los alemanes la tienen, los franceses la tienen, aunque en estos momentos estén un poco raros con estos conceptos. USA ya no lo tiene. ¿Una nación cívica? Más allá de la idea, la realidad de una nación usamericana cívica pero privada de moralidad por el estado cero de la religión deja a uno soñando. Es incluso escalofriante.

Mi temor personal es que no estemos en absoluto al final, sino sólo al principio de una caída de USA que revelará cosas que ni siquiera podemos imaginar. La amenaza está ahí: incluso más que con un imperio usamericano, triunfante, debilitado o destruido, nos dirigimos hacia cosas que ni siquiera podemos imaginar.

Hoy estoy en Moscú, así que voy a terminar con el tema de la situación futura de Rusia. Voy a decir dos cosas, una agradable y otra preocupante para Rusia. Rusia ganará sin duda esta guerra. Pero en el contexto de la desintegración de USA, conservará responsabilidades muy pesadas en un mundo que tendrá que recuperar su equilibrio.



24/08/2022

WERNER RÜGEMER
1,21 € de salario mínimo o cómo Ucrania comparte “nuestros valores europeos”
La verdad sobre la corrupción, la pobreza, la prostitución, la maternidad subrogada, el acaparamiento de tierras y la explotación en Ucrania

Werner Rügemer, Nachdenkseiten, 21/7/2022
Traducido por Miguel Álvarez Sánchez, Tlaxcala

Ucrania es corrupta, lo sabemos, pero no importa, es por la buena causa. Pero la población más pobre y enferma, el país como eje de la mano de obra barata en toda Europa y el contrabando de cigarrillos en toda Europa, líder mundial en el tráfico del cuerpo femenino... y más soldados que cualquier Estado europeo de la OTAN.

 

Cuando se introdujo por primera vez un salario mínimo legal en Ucrania, en 2015, era de 0,34 euros la hora. Después lo incrementaron: en 2017 estaba en 68 céntimos, en 2019 en 10 céntimos más, que siguen siendo 78 céntimos, y desde 2021 son 1,21 euros. ¿Has oído hablar de algo así alguna vez?

Incluso este bajísimo salario no siempre se paga

Esto no significa en absoluto que este salario mínimo se pague realmente de forma correcta en este estado. Así, para una semana laboral completa en 2017, el salario mínimo mensual era de 96 euros. Pero en la industria textil y del cuero, por ejemplo, este salario mínimo para un tercio de los trabajadores, en su mayoría mujeres, sólo se consiguió mediante horas extraordinarias forzadas y no pagadas específicamente. También es habitual el pago por piezas: hay que coser un número determinado de camisas en una hora; si no se consigue, hay que volver a trabajar sin cobrar.

Si no había encargos, se ordenaban vacaciones no remuneradas. En muchos casos, no se concedieron o no se pagaron las vacaciones anuales que correspondían por ley. La dirección impidió la elección de los representantes de los trabajadores. Con este salario mínimo las personas estaban muy por debajo del nivel oficial de subsistencia: era de 166 euros en el año en cuestión.

La cadena salarial del hambre desde Ucrania a los países vecinos de la UE

Hay unas 2.800 empresas textiles registradas oficialmente, pero probablemente también un número igual de pequeñas empresas no registradas. Desde hace unas décadas, constituyen una economía sumergida muy normal, a menudo en pequeñas ciudades y pueblos.

En ello la mayoría de estas empresas son sólo proveedores de segunda clase para los productores de bajo coste mejor conectados internacionalmente en los países vecinos de la UE, especialmente en Polonia, pero también en Rumanía y Hungría.

Así, el 41 % de los zapatos de Ucrania se envían como productos semiacabados de sueldos de miseria a las fábricas de bajos salarios de Rumanía, Hungría e Italia: allí obtienen la inocente y hermosa etiqueta «Made in EU».


Los propios trabajadores del sector textil sólo pueden permitirse importaciones de segunda mano de Alemania

La mayoría de los aproximadamente 220.000 trabajadores textiles son mujeres mayores. Sólo se mantienen a flote gracias a su propia agricultura de subsistencia, por ejemplo, teniendo su propio huerto con un gallinero. Las enfermedades debidas a la malnutrición son comunes.

La ropa propia que compran las trabajadoras del sector textil procede en su mayoía de importaciones de segunda mano, principalmente de Alemania, Polonia, Bélgica, Suiza y Estados Unidos. Ucrania importa muchos más productos textiles de los que exporta.

Las caras importaciones de Boss y Esprit procedentes del rico Occidente de la UE, preproducidas en Ucrania, se destinan a la élite rica y a la burbuja de las ONG de Kiev, mientras que la mayoría de las importaciones son productos textiles de segunda mano de lo más barato. Los trabajadores del sector textil, pero también la mayoría de la población, sólo pueden permitirse los textiles desechables casi gratuitos de los países ricos.[1]

Pero los sindicatos occidentales y los «activistas de los derechos humanos» siguen mirando a Asia y a Bangladés cuando se trata de mano de obra barata en la industria textil que viola los derechos humanos. Aunque los salarios bajos son mucho más inferiores en Ucrania. También en los debates actuales en la UE y en el Bundestag alemán sobre una ley de la cadena de suministro: allí la visión va más allá, en términos globales, hacia Asia, mientras que se niega la cadena de pobreza UE-Ucrania.

He aquí está la corrupción: C&A, Hugo Boss, Adidas, Marks&Spencer, New Balance, Esprit, Zara, Mexx son los usuarios finales que se lucran. Viven de una explotación que viola los derechos humanos. Es aquí, en los estados ricos de la UE, donde se encuentran los principales protagonistas de la corrupción. En secreto aplauden la inexistente o cómplice inspección de trabajo del estado ucraniano y la UE encubre también la injusticia laboral sistémica, con una amonestación ritualmente hipócrita e inconsecuente de la corrupción en Ucrania. [2]

Distribuidores de automóviles, productos farmacéuticos, ingeniería mecánica

De modo similar a la industria textil y del cuero funciona en otros sectores. Ucrania fue un foco de producción industrial en la Unión Soviética. Tras la independencia en 1991, los oligarcas se hicieron con las empresas, se llevaron los beneficios y no invirtieron nada en innovación. Las empresas occidentales tenían a su disposición a millones de trabajadores bien cualificados; con bajísimos salarios.

Miles de empresas, sobre todo de Estados Unidos y de la UE -unas 2.000 sólo de Alemania-, hacen pedidos de subcontratación de piezas más bien sencillas: Porsche, VW, BMW, Schaeffler, Bosch y Leoni, por ejemplo, para los cables de los coches; empresas farmacéuticas como Bayer, BASF, Henkel, Ratiopharm y Wella envasan y embalan sus productos allí; Arcelor Mittal, Siemens, Demag, Vaillant, Viessmann mantienen sucursales de montaje y venta. Aquí se pagan salarios de dos a tres euros, lo que supera el salario mínimo, pero sigue siendo inferior al de los países vecinos de la UE, Hungría, Polonia y Rumanía.

Por eso están los sitios ucranianos estrechamente vinculados a los sitios de las mismas empresas en estos países vecinos de la UE, donde los salarios mínimos legales son superiores a 3 euros e inferiores a 4 euros. Pero la interconexión es igual de válida con los estados vecinos aún más pobres, o sea Moldavia, Georgia y Armenia, que no son miembros de la UE. Aquí también operan las sucursales. En el contexto de la «vecindad del este», organizada por la UE, se explotan todas las diferencias de cualificación, incluso de salario, con Ucrania como puerta giratoria. 

Fuga de cerebros, por Sergii Fedko

 

Migración laboral por millones

Esta explotación selectiva de las ventajas de ubicación por parte de los capitalistas occidentales no ha conducido al desarrollo económico nacional, sino todo lo contrario. Ucrania se ha empobrecido económicamente. La mayoría de la población se hizo más pobre y más enferma. Una reacción masiva es la emigración laboral.

Empezó muy pronto. Hasta finales de la década de 1990, varios cientos de miles de ucranianos habían emigrado a Rusia. Los salarios no eran mucho más altos, pero en Rusia la excesiva occidentalización de los estilos de vida y el aumento del coste de la vida en lo que respecta a la alimentación, los alquileres, la sanidad y las tasas gubernamentales no causan estragos.

24/04/2022

SOPHIE PINKHAM
Volodymyr Zelensky: retrato de un cómico como presidente

Sophie Pinkham, The New York Review of Books, 30/5/2019

Traducido por María Piedad Ossaba

 

Sophie Pinkham es la autora de Black Square: Adventures in Post-Soviet Ukraine (Plaza negra: Aventuras en la Ucrania postsoviética). Actualmente está trabajando en una historia cultural del bosque ruso.

 

El 21 de abril de 2019, Volodymyr Zelensky, de 41 años de edad, fue elegido presidente de Ucrania en la segunda vuelta de la elección con el 73,2% de los votos. Este actor cómico y showman que estudió para ser abogado se hizo famoso con la serie "Servidor del pueblo" y por su participación en un programa del canal de televisión 1+1 del oligarca Ihor Kolomoisky.

Propietario de la productora Kvartal 95, que lo hizo millonario, Zelensky, con 4,2 millones de seguidores en Instagram en 2019 y 6 millones en la actualidad, encarna a la perfección la mutación de la política institucional que se observa en todas partes: los electores votan según sus “me gusta”. Desde el 24 de febrero, el “servidor del pueblo” desempeña un nuevo papel, el de “héroe de la resistencia a la invasión”. Nos pareció interesante volver sobre sus comienzos políticos traduciendo este artículo publicado en mayo de 2019, de la pluma de una investigadora usamericana, especialista en cultura política soviética y postsoviética. -FG/MPO

Actuar en una serie de televisión es más fácil que dirigir un país.

La serie de televisión ucraniana Servidor del Pueblo, emitida de 2015 a 2019 [se puede ver en Arte, NdlT], cuenta la historia de Vasyl Holoborodko, un dedicado profesor de historia de trenta años que vive con sus padres. Su padre es taxista, su madre neuróloga y su hermana conductora de tren. Esta mezcla de profesiones familiares sería sorprendente en un contexto usamericano, pero es perfectamente lógica en Ucrania, donde los médicos del sector público pertenecen, en el mejor de los casos, a la atribulada clase media baja (el salario medio de un médico ucraniano es de unos 200 dólares mensuales).

 

Vasyl está divorciado, con un hijo pequeño: su matrimonio se destruyó por problemas de dinero. Su padre le dice que pierde el tiempo yendo a trabajar, porque las prestaciones de desempleo son más importantes que el salario de un profesor. La familia posee un clásico apartamento soviético, regalado a la abuela materna de Vasyl en reconocimiento a sus logros como historiadora; se encuentra en una decrépita khrushchevka, uno de los muchos complejos de apartamentos baratos que surgieron como hongos en las afueras de las ciudades soviéticas en la década de 1960.

 


Volodymyr Zelensky, por James Ferguson

 

Aunque le paguen mal, Vasyl siente verdadera pasión por su trabajo: se acuesta tarde después de leer a Plutarco y le gusta deleitar a todo el que quiera escucharlo con conferencias sobre historia. En un primer episodio, le vemos enseñando a sus alumnos adolescentes la historia de Mykhailo Hrushevsky, jefe del parlamento revolucionario de 1917-1918, durante el doloroso primer período de la independencia nacional de Ucrania. Antes de que termine la lección sobre Hrushevsky, un funcionario de la escuela llega para decir que la clase está cancelada; los estudiantes deben armar las cabinas de votación para la próxima elección presidencial. Vasyl pierde los estribos y uno de los alumnos filma subrepticiamente su diatriba llena de palabrotas sobre la importancia de la historia, en contraposición a las elecciones, que solo son una farsa que no ofrece ninguna opción significativa ni una salida a la corrupción que asola Ucrania.

 

El vídeo se vuelve viral, una campaña de crowdfunding produce una maleta llena de dinero para pagar la entrada de Vasyl en la campaña, y antes de darse cuenta, es el nuevo presidente de Ucrania. En un auto negro, en ruta a su primer día de trabajo, se agarra a la manivela de la ventanilla como si estuviera en un tranvía, y se preocupa por saber cuándo tendrá tiempo de pagar el préstamo que pidió para comprar un microondas. Servidor del pueblo está lleno de estos detalles, yuxtaponiendo las preocupaciones financieras del ucraniano de a pie con los absurdos privilegios de los que goza la élite política: el entrenador de Vasyl consigue que se cancele el préstamo y luego le pregunta qué tipo de reloj de lujo preferiría. La serie trata con risible simpatía a la gente corriente que se ve tentada por el atractivo de la corrupción, mientras que los oligarcas son fuertemente caricaturizados que se atiborran de caviar mientras conspiran para manipular y explotar a las masas.

 

Ver Servidor del pueblo hoy es una experiencia extraña. En abril, Volodymyr Zelensky, el actor que interpreta a Vasyl, fue elegido presidente de Ucrania de forma aplastante, con el 73% de los votos. El impopular presidente saliente, Petro Poroshenko, elegido en 2014 poco después de las protestas del Maidán que destituyeron al presidente Víktor Yanukóvich, obtuvo solo el 24%. El partido recién fundado por Zelensky se llama Servidor del pueblo, y su campaña fue esencialmente una serie derivada de su telenovela. Al principio parecía una broma: Zelensky al fin y al cabo, es un comediante profesional, aunque también es un exitoso hombre de negocios que dirige lo que a menudo se llama un imperio de la comedia. Como Vasyl, no tiene experiencia política previa, pero tiene relaciones que Vasyl nunca podría haber soñado.

 

Algunos observadores han comparado a Zelensky con Trump. Aparte de lo obvio -los programas de televisión, la confusión entre entretenimiento y política, la explotación del disgusto popular frente a lo que se percibe como una disfunción del gobierno- hay algunos otros rasgos comunes. La famosa frase de Trump en su show The Apprentice (El Aprendiz) era “¡Estás despedido!”. En Servidor del Pueblo, una de las primeras acciones de Vasyl al tomar posesión de su cargo es intentar despedir al 90% de los funcionarios públicos, aunque está motivado por el deseo de pagar los salarios atrasados que se deben a los profesores y otros empleados públicos más útiles. Trump prometió “drenar el pantano” de Washington, mientras que el tema principal de la campaña de Zelensky era la corrupción gubernamental.

 

27/01/2022

Sergio Rodríguez Gelfenstein
Europa, jugando con fuego en Ucrania
Un artículo «profético» de 2014

Cuando me preparaba para escribir mi artículo semanal que había decidido dedicar al análisis de la situación en Ucrania, me llegó un correo de mi apreciado amigo, Juan Pablo Cárdenas, periodista chileno de dilatada trayectoria profesional, cuyas opiniones son siempre altamente consideradas por mí, a fin de mejorar el trabajo.

Juan Pablo me recordaba un artículo que escribí el 2 de septiembre de 2014 denominado “Europa, jugando con fuego en Ucrania”, que fue publicado por las Ediciones de la Radio de la Universidad de Chile que en ese momento él dirigía en un libro titulado “Mundo de locos donde he nacido. Un sistema internacional en permanente transformación”. En el mensaje, Juan Pablo rescataba el carácter “profético y acertado” de dicho análisis. Le consulté si creía que debía publicarlo nuevamente y su respuesta fue contundente: “Me parecería muy bien”.

Con el mayor respeto hacia el lector, siete años y medio después, vuelvo a entregar estas líneas. Increíblemente –y tal como lo percibió Juan Pablo- el análisis tiene plena vigencia, solo habría que cambiar algunos nombres y hechos que en ese momento eran recientes. Pero lo dejó sin cambios para que el lector valore los acontecimientos actuales y pueda percibir que los mismos responden a una política calculada y continuada de Estados Unidos que en el período ha tenido gobiernos demócratas y republicanos.  


Ali Divandari (Irán), en colaboración con Mondrian, 2014

Europa, jugando con fuego en Ucrania

No sé si alguien se habrá dado cuenta, pero en mi opinión, el conflicto de Ucrania es el más peligroso de cuantos se hayan desarrollado en el planeta desde el fin de la guerra fría. Es verdad que en el período se han vivido varias invasiones a países africanos, golpes de Estado en América Latina, una profunda crisis económica y financiera, la sangrienta desintegración de Yugoslavia, el genocidio en el marco de un asedio permanente de Israel  contra el pueblo palestino, la amenaza constante de ataque  de la OTAN a Irán y las guerras posteriores a las intervenciones imperiales en Afganistán, Irak, Libia y Siria, pero en ninguna de ellas ha estado o está tan cerca el enfrentamiento directo entre dos o más potencias nucleares. Ello tiene explicación en el contexto local, regional y global. Vayamos de lo particular a lo general.

Para nadie es un secreto que en Ucrania hubo un golpe de Estado. El mismo tiene su origen, precisamente en la necesidad de la OTAN de crear una situación de conflicto como la que hoy existe. El gobierno del derrocado presidente Yanukovich era un obstáculo para ello. En ese sentido, el actual gobierno ucraniano no ha sido más que una creación de Estados Unidos y Europa.

Al igual que en Siria e Irak, donde hasta hace dos meses el Estado Islámico estaba formado por luchadores por la libertad de Siria y hoy son catalogados de terroristas, en Ucrania no se debe olvidar que las revueltas conducentes al golpe de Estado, aupadas por Occidente, fueron llevadas a cabo por organizaciones de inspiración nazi cuyas primeras acciones fueron el ataque a sinagogas. Incluso el principal rabino de Ucrania Moshe Reuven Azman recomendó a su comunidad, en febrero de este año, abandonar Kiev y el país, afirmando que no quería tentar la suerte, porque “constantemente existen amenazas de ataque a las instituciones judías”. Por supuesto, el gobierno de Israel y el de Estados Unidos mantuvieron vergonzoso silencio.

Así, se crearon condiciones para imponer en medio de una brutal campaña sicológica las elecciones que llevaron al poder al actual gobierno. En la situación actual, su discurso, secundado por el de los voceros de la OTAN es tan agresivo que hace recordar con añoranza la guerra fría. El presidente de Ucrania, Petro Poroshenko, aseguró que Ucrania estaba “muy cerca del punto de no retorno”. Según él, “el punto de no retorno es una guerra a gran escala". Echándole leña al fuego el secretario general de la OTAN Anders Fogh Rasmussen, quien es famoso por sus declaraciones bruscas según el periodista alemán Michael Stürmer, afirmó que la organización que dirige está dispuesta a fortalecer la cooperación con Ucrania.

En el mismo contexto, el ministro de defensa de Ucrania Valery Geletey indicó que su país “está en el umbral de una ´gran guerra` con Rusia, cuyas pérdidas se medirán en miles y decenas de miles” de víctimas. Llama la atención la utilización de la denominación de “gran guerra” que fue, la dada por los pueblos de la Unión Soviética a la que emprendieron para expulsar al ejército nazi de su territorio con el costo de 20 millones de ciudadanos caídos.

Vale decir que los argumentos que se dan tanto por parte de los gobiernos occidentales como el de Ucrania para hacer estas inflamantes aseveraciones, se basan en una supuesta participación directa de las fuerzas armadas rusas en el conflicto. Lo cierto es que hasta ahora nadie ha podido presentar una prueba válida al respecto. Ante el emplazamiento del gobierno ruso en ese sentido, las respuestas han sido vagas y superficiales.

En la memoria, están las armas atómicas nunca encontradas en Irak, los asesinatos masivos de Gadafi en Libia que después se supo habían sido un escenario hollywoodense montado en Catar y decenas de historias falsas que signan la historia de la agresiva política exterior de Estados Unidos y la consuetudinaria tendencia a tergiversar la realidad por parte de sus presidentes.