El endeble pretexto moral hoy es la lucha contra las drogas, sin embargo el objetivo real es derrocar a un gobierno soberano, y el daño colateral es el sufrimiento del pueblo venezolano. Si esto suena familiar, es porque lo es.
Jeffrey D. Sachs & Sybil Fares, Common Dreams, 4-11-2025
Traducido par Tlaxcala
USA está desempolvando su viejo manual de cambio de
régimen en Venezuela. Aunque el eslogan ha pasado de «restaurar la democracia»
a «combatir a los narco-terroristas», el objetivo sigue siendo el mismo: el
control del petróleo venezolano. Los métodos seguidos por USA son familiares:
sanciones que estrangulan la economía, amenazas de fuerza y una recompensa de
50 millones de dólares por la cabeza del presidente venezolano Nicolás Maduro,
como si esto fuera el Lejano Oeste.
USA es adicto a la guerra. Con el cambio de nombre del
Department of War [ministerio de la Guerra], un presupuesto propuesto
para el Pentágono de 1,01 billones de dólares, y más de 750 bases militares en
alrededor de 80 países, esta no es una nación que busque la paz. Durante las
últimas dos décadas, Venezuela ha sido un objetivo persistente de los intentos usamericanos
de cambio de régimen. El motivo, que el presidente Donald Trump dejó claramente
expuesto, son los aproximadamente 300 mil millones de barriles de reservas de
petróleo bajo la franja del Orinoco, las mayores reservas petroleras del
planeta.
En 2023, Trump declaró abiertamente: «Cuando me fui,
Venezuela estaba lista para colapsar. La habríamos tomado, habríamos conseguido
todo ese petróleo… pero ahora estamos comprando petróleo de Venezuela, así que
estamos haciendo a un dictador muy rico.» Sus palabras revelan la lógica
subyacente de la política exterior yanqui, que muestra un completo desprecio
por la soberanía y favorece en cambio la apropiación de los recursos de otros
países.
Lo que está en marcha hoy es una operación típica de
cambio de régimen dirigida por USA, revestida con el lenguaje de la
interdicción antidrogas. USA ha concentrado miles de tropas, buques de guerra y
aeronaves en el mar Caribe y el océano Pacífico. El presidente ha autorizado
con orgullo a la CIA a llevar a cabo operaciones encubiertas dentro de
Venezuela.
Las llamadas del gobierno usamericano a la escalada
reflejan un desprecio temerario por la soberanía de Venezuela, el derecho
internacional y la vida humana.
El 26 de octubre de 2025, el senador Lindsey Graham (Republicano,
Carolina del Sur) apareció en televisión nacional para defender recientes
ataques militares usamericanos contra buques venezolanos y para decir que
ataques terrestres dentro de Venezuela y Colombia son una «posibilidad real».
El senador por Florida Rick Scott, en el mismo ciclo informativo, reflexionó
que si él fuera Nicolás Maduro «se iría a Rusia o China ahora mismo». Estos
senadores pretenden normalizar la idea de que Washington decide quién gobierna
Venezuela y qué sucede con su petróleo. Recuerde que Graham de modo similar
defiende que USA luche contra Rusia en Ucrania para asegurar los 10 billones de
dólares en riquezas minerales que Graham afirma, de manera fatua, que están
disponibles para que USA las tome.
Tampoco son los movimientos de Trump una historia
nueva respecto a Venezuela. Durante más de 20 años, administraciones usamericanas
sucesivas han intentado someter la política interna de Venezuela a la voluntad
de Washington. En abril de 2002, un golpe de Estado militar de corta duración
depuso brevemente al entonces presidente Hugo Chávez. La CIA conocía los
detalles del golpe por adelantado, y USA reconoció inmediatamente al nuevo
gobierno. Al final, Chávez retomó el poder. Sin embargo, USA no puso fin a su
apoyo al cambio de régimen.
En marzo de 2015, Barack Obama codificó una notable
ficción legal. Firmó la Orden Ejecutiva 13692, declarando la situación política
interna de Venezuela como una «amenaza inusual y extraordinaria» para la
seguridad nacional de USA para activar sanciones económicas gringas. Ese
movimiento preparó el terreno para una coerción creciente por parte de USA. La
Casa Blanca ha sostenido esa afirmación de una «emergencia nacional» usamericana
desde entonces. Trump añadió sanciones económicas cada vez más draconianas
durante su primer mandato. Asombrosamente, en enero de 2019, Trump declaró a
Juan Guaidó, entonces una figura de la oposición, «presidente interino» de
Venezuela, como si Trump pudiera simplemente nombrar a un nuevo presidente
venezolano. Esta tragicomedia grencha acabó desmoronándose en 2023, cuando USA
abandonó esta maniobra fracasada y ridícula.
USA ahora está iniciando un nuevo capítulo de
apropiación de recursos. Trump ha sido durante mucho tiempo vocal acerca de
«quedarse con el petróleo». En 2019, al hablar de Siria, el presidente Trump
dijo: «Nos estamos quedando con el petróleo, tenemos el petróleo, el petróleo
está asegurado, dejamos tropas únicamente por el petróleo.» Para los que lo
dudan, las tropas usamericanas aún permanecen hoy en el noreste de Siria,
ocupando los campos petroleros. Antes, en 2016, sobre el petróleo de Irak,
Trump dijo: «Yo decía esto constantemente y de forma consistente a quien
quisiera escuchar, decía quédense con el petróleo, quédense con el petróleo,
quédense con el petróleo, no dejen que alguien más lo consiga.»
Ahora, con nuevos ataques militares a buques
venezolanos y conversaciones abiertas sobre ataques terrestres, la
administración invoca los narcóticos para justificar el cambio de régimen. Sin
embargo, el artículo 2(4) de la Carta de las Naciones Unidas prohíbe
expresamente «la amenaza o el uso de la fuerza contra la integridad territorial
o la independencia política de cualquier Estado». Ninguna teoría gringa de
«guerras de cárteles» justifica remotamente un cambio de régimen coercitivo.
Incluso antes de las incursiones militares, las
sanciones coercitivas usamericanas han funcionado como un ariete de asedio.
Obama construyó el marco de sanciones en 2015, y Trump lo convirtió en un arma
aún más potente para derrocar a Maduro. La afirmación era que la «presión
máxima» empoderaría a los venezolanos. En la práctica, las sanciones han
causado un sufrimiento generalizado. Como encontró el economista y renombrado
experto en sanciones Francisco Rodríguez en su estudio sobre las «Consecuencias
humanas de las sanciones económicas», el resultado de las medidas coercitivas usamericanas
ha sido una caída catastrófica del nivel de vida en Venezuela, un empeoramiento
marcado de la salud y la nutrición, y un daño grave a las poblaciones
vulnerables.
El endeble pretexto moral hoy es la lucha contra las
drogas, sin embargo el objetivo real es derrocar a un gobierno soberano, y el
daño colateral es el sufrimiento del pueblo venezolano. Si esto suena familiar,
es porque USA ha emprendido repetidamente operaciones de cambio de régimen en
busca de petróleo, uranio, plantaciones de banano, rutas de oleoductos y otros
recursos: Irán (1953), Guatemala (1954), Congo (1960), Chile (1973), Irak
(2003), Haití (2004), Siria (2011), Libia (2011) y Ucrania (2014), por nombrar
solo algunos casos. Ahora Venezuela está en el escaparate.
En su brillante libro Covert Regime Change
(2017), la profesora Lindsey O’Rourke detalla las maquinaciones, los reveses y
los desastres de no menos de 64 operaciones encubiertas usamericanas de cambio
de régimen durante los años 1947-1989. ¡Ella se centró en ese período anterior
porque muchos documentos clave de esa época ya han sido desclasificados!
Trágicamente, el patrón de una política exterior usamericana basada en
operaciones de cambio de régimen encubiertas (y no tan encubiertas) continúa
hasta el día de hoy.
Las llamadas del gobierno de Washington a la escalada
reflejan un desprecio temerario por la soberanía de Venezuela, el derecho
internacional y la vida humana. Una guerra contra Venezuela sería una guerra
que los ciudadanos de USA no quieren, contra un país que no ha amenazado ni
atacado a USA, y sobre fundamentos legales que fracasarían ante un estudiante
de primer año de Derecho. Bombardear buques, puertos, refinerías o soldados no
es una demostración de fuerza. Es puro y simple hampa.
NdT: El discurso pronunciado por Tulsi Gabbard en Manama el 31 de octubre, en el que anunciaba el fin de la política de «cambio de régimen» de Washington, pasó claramente desapercibido para los autores. Léase Después del armisticio económico de Seúl, el armisticio militar de Manama

