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25/09/2025

LA FLOTILLA GLOBAL SUMUD: Comprender el alcance de la resistencia ciudadana transnacional contra el genocidio
Llamado de los 57


Los diarios Le Monde y Libération se negaron a publicar este llamado. Fue publicado por el diario L’Humanité

Leer en inglés  The Global Sumud Flotilla: Grasping the Scope of a Transnational Citizens' Resistance


La guerra del Estado de Israel contra Gaza es una política de destrucción masiva, pero también una política de crueldad. Ya no se trata solo de producir discursos que califican a ciertas poblaciones de criminales, enemigos o «animales»; se trata de producir cadáveres.

El espectáculo del genocidio nos deja atónitos, pero la destrucción no es el final de todo: inicia nuevas formas de gobernar y, en todo el mundo, mucho más allá de Gaza, nuevos sujetos desvitalizados, atónitos, paralizados. Lo queramos o no, la escena se desarrolla entre tres: los asesinos, los asesinados y los espectadores.

Nosotros, los espectadores, nos convertimos en una población reducida a percibirse, con vergüenza y rabia, como impotente, atrapada en su punto más frágil: la sensibilidad ante lo obsceno, mezclada con el terror y la fascinación; y luego una progresiva desensibilización ante ese mismo espectáculo. Esta política de crueldad busca destruir la imaginación, encerrar la subjetividad en la abyección, impedir que podamos imaginar un futuro.

Apunta a nuestros vínculos, a nuestra capacidad de apego; aísla a los individuos, hace sospechoso cualquier movimiento de empatía e intimida cualquier crítica con amenazas tácitas, pero perfectamente claras. Crea un mundo en el que la pertenencia política se negocia en un consentimiento por defecto, un consentimiento por ausencia de reacción ante el sufrimiento exhibido. Un pacto implícito de gobierno.

“El valor anima al valor”

Este silencio adopta múltiples formas: statu quo institucional, justificación, terror bruto, repugnancia, confusión de responsabilidades (“¿quién hace qué y por qué?”), ambigüedad cognitiva —de la que la propaganda rusa ha hecho un arte (“¿qué importa si es verdad o no?”).

 No se trata solo de ocultar los crímenes y hacer invisible el sufrimiento. Lo que debe permanecer invisible, esta vez, es también nuestra reacción ante ese sufrimiento. Las pequeñas cobardías a las que nos acorralan y nos acostumbran: son precisamente ellas las que permiten el establecimiento del fascismo. La gran deseabilidad que generan el sentido, la dignidad y el valor es lo que asusta a los genocidas y a sus colaboradores: el hecho de que el valor fomenta el valor. Por supuesto, no solo existe Gaza en el mundo: la guerra destroza otros lugares y a muchas personas, a veces más, y con mayor indiferencia.

 Pero desde hace dos años, se nos muestra el espectáculo de la destrucción en Gaza al mismo tiempo que se nos pide que no lo nombremos, que no nos indignemos, que no reconozcamos nuestra responsabilidad como miembros de países occidentales que arman al Estado de Israel y avalan sus crímenes. Esta contradicción nos asfixia y nos amputa como sujetos, frente a Gaza, pero también frente al resto del mundo y de la vida.

 Por eso el silencio nos concierne. La Flotilla Global Sumud, formada por una cincuentena de barcos que hoy navegan hacia Gaza, responde directamente a este dispositivo. Denuncia alto y claro, en nombre del derecho internacional. Pero, sobre todo, actúa en otro registro: el del cuerpo.

 Al subir a un barco, al cruzar el mar, ellos y ellas, ciudadanos de todo el mundo, se toman el tiempo del cuerpo y se exponen al peligro de una travesía bajo la amenaza del ejército israelí. Según el derecho internacional, esta acción pacifista y humanitaria es totalmente legal. El peligro proviene únicamente de la impunidad concedida al gobierno israelí.

La flotilla, «una respuesta pacífica, humanitaria, transnacional y popular»

Sería fácil burlarnos de este gesto amateur. Mientras tanto, ponen en juego su vulnerabilidad para responder a la vulnerabilidad masacrada de otros. No se exhiben: ¡dan la vuelta al espectáculo! Oponen a la puesta en escena de la crueldad un contraespectáculo, en el que las personas no se reducen a su potencial devenir cadáver y a su ser espectadores mudos.

Van, actúan y nos recuerdan la posibilidad que siempre tenemos de levantarnos, a la escala minúscula de cada una de nuestras vidas. Porque responder con nuestros cuerpos a lo que se hace a otros cuerpos mantiene abierto el horizonte de un mundo común.

Esta obstinación resuena con otros gestos que, en los últimos años, han transformado el Mediterráneo en un escenario de resistencia. Mientras las fronteras de Europa se militarizan y se cierran, los ciudadanos del sur global las desafían lanzándose al mar, afirmando su derecho igualitario a un futuro, a una vida digna. Contra estas políticas migratorias mortíferas, ciudadanos europeos han fletado barcos de rescate.

Hoy, ciudadanos del sur y del norte se embarcan juntos en una flotilla financiada y organizada exclusivamente con donaciones privadas de todo el mundo, en amistad entre todas las religiones y creencias. No hay más salvados ni salvadores: solo personas que se arriesgan con sus cuerpos para romper el mecanismo de la crueldad. Su gesto se nutre del coraje de los habitantes de Gaza, que siguen en pie y que, entre el hambre y los bombardeos, organizan en el sur del enclave la solidaridad hacia quienes huyen una vez más de la ciudad de Gaza, completamente evacuada, «limpia» por el fuego.

Ante esta destrucción, ha surgido una respuesta pacifista, humanitaria, transnacional y popular en forma de flotilla. Se trata de una contrapolítica de la empatía, que se compromete en la relación de fuerzas en el terreno de lo sensible, afirmando que podemos rechazar la impotencia y la vergüenza, y que nuestros cuerpos pueden conectarse con los de Gaza, aprendiendo de su tradición de perseverancia como resistencia —el «sumud»— que ahora es una brújula global.

“La Flotilla Global Sumud rompe el estupor y da un nuevo impulso a la imaginación”

Sin embargo, esta acción solo tiene un débil eco en los medios de comunicación. Las salidas de los barcos rara vez se cuentan, o se reducen a iniciativas marginales, ingenuas, narcisistas y condenadas al fracaso. Como si se tratara de minimizar lo que, sin embargo, altera profundamente la lógica impuesta. “No cambiará nada. Se confiscarán los cargamentos y se detendrá a los participantes”.

Pero persistir en actuar a pesar de todo no es ingenuidad: este tipo de acción desenmascara la arquitectura del pacto de silencio. Apartarse de él, ridiculizarlo, calificarlo de utópico, es prolongar el estupor, situando lo razonable del lado de la impotencia. La posición de neutralidad es un material conductor de la crueldad. La Flotilla Global Sumud rompe el estupor y da un nuevo impulso a la imaginación. Es una expedición humanitaria, pero también genera un escenario político al que cada uno, en cada nivel y en cada lugar, puede decidir unirse.

Hay que proteger a estos ciudadanos embarcados en nombre de la dignidad humana, ante la incapacidad de nuestros gobiernos para actuar.

Puede firmar este texto en el siguiente enlace https://linktr.ee/ResistanceCitoyenneTransnat

Lista de los 57 firmantes :

Swann Arlaud (actor), Judith Butler (filósofa), Kaouter Ben Hania (directora), Carolina Bianchi (directora de escena y performer), François Chaignaud (coreógrafo), Grégoire Chamayou (filósofo), Antoine Chevrollier (director), Francesca Corona (directora artística), Angela Davis (filósofa), Virginie Despentes (escritora), Rokhaya Diallo (autora, directora), Alice Diop (directora), Mati Diop (directora), Penda Diouf (autora y directora), Elsa Dorlin (filósofa), Eva Doumbia (autora y directora de teatro), Dominique Eddé (escritora), Annie Ernaux (escritora), Sepideh Farsi (directora), Mame Fatou Niang (profesora universitaria), Hassen Ferhani (director), Hélène Frappat (escritora), Verónica Gago (filósofa), Joana Hadjithomas (artista, directora), Arthur Harari (director), Khalil Joreige (artista, director), Kiyemis (poeta), Ariane Labed (actriz y directora), Melissa Laveaux (autora y compositora), Aïssa Maïga (actriz, directora, guionista y productora), Guslagie Malanda (actriz), Chowra Makaremi (antropóloga del CNRS), Catherine Malabou (filósofa y profesora de filosofía en la Universidad de California en Irvine), Maguy Marin (coreógrafa), Phia Ménard (malabarista, intérprete, coreógrafa y directora), Noémie Merlant (actriz y directora), Dorothée Munyaneza (coreógrafa, bailarina y música), Marie NDiaye (escritora), Olivier Neveux (profesor de estudios teatrales en la ENS de Lyon), Rachid Ouramdame (coreógrafo), Verena Paravel (cineasta, antropóloga), Joel Pommerat (director de escena), Sephora Pondi (actriz), Paul Preciado (filósofo y escritor), Lia Rodrigues (coreógrafa), Elias Sanbar (escritor), Céline Sciamma (directora), Rita Laura Segato (antropóloga), Benjamin Seroussi (comisario), Adam Shatz (escritor), Maboula Soumahoro (Black History Month Association), Justine Triet (directora), Jasmine Trinca (actriz y directora), Virgil Vernier (director), Gisèle Vienne (coreógrafa, directora y artista), Eyal Weizman (director de Forensic Architecture) y Maud Wyler (actriz).

 

30/05/2024

JEAN-LUC MÉLENCHON
Francia: el momento de la bandera palestina

Jean-Luc Mélenchon, 29/5/2024
Traducido por Fausto Giudice, Tlaxcala

En primer lugar, es una imagen. ¡Un trozo de tela es una cosa tan pequeña! Sébastien Delogu, diputado insumiso por Marsella, está de pie, con su alto cuerpo extendido, sosteniendo la bandera palestina.

 

Es un gesto simbólico, por supuesto. Pero los símbolos siempre conllevan una fuerza singular, global, abarcadora. De repente, el inmenso hemiciclo queda absorbido por completo en estos minúsculos centímetros cuadrados coloreados. Entonces el marco explota. El genocidio grita su angustia. Los rebeldes se ponen en pie, gritan su apoyo a la resistencia. Nada les representa mejor en este momento que este hombre, uno de los suyos, ellos mismos grandes, en estos preciosos minutos. Alma Dufour dijo las palabras en su pregunta al Ministro, Sébastien mostró el camino. Desde los bancos de la derecha hasta el extremo derecho del hemiciclo, estallaron los desplantes de odio. Es el mundo tal como es, Francia tal como es, atrapados por un momento en la dura luz del símbolo que ilumina lo más profundo de cada uno de nosotros.

 

Foto del 10 de octubre 2023 de Yaël Braun-Pivet, presidenta de la Asamblea nacional francesa. Nieta de inmigrantes polacos y alemanes judíos, fue socialista antes de convertirse al macronismo

Y luego está el rostro de la Presidenta de la Asamblea, convulsionado por el odio. Explota de rabia, con los ojos desorbitados, vociferante. Algo está fuera de control en ella. Por supuesto, es indigna de su cargo. A los ojos del mundo, la Presidenta de la Asamblea Nacional francesa, ya vista en uniforme militar en Tel Aviv, sufre un ataque de nervios ante la bandera palestina. Frente a lo que no puede soportar, no puede reaccionar más que en el extremo: golpear al máximo de su fuerza y de su poder, sin freno ni contención. En tres años habrá castigado a más diputados que todos sus predecesores desde el inicio de la V República. Está utilizando de nuevo el látigo.

Está inventando normas para encubrir su violencia. Sólo la bandera francesa tendría cabida en la asamblea, dice. Como si no recordáramos la bandera ucraniana en el hemiciclo del Senado, o a su presidente, el Sr. Larcher, que se jactaba de ello "como signo de solidaridad". Como si toda esa gente no hubiera acudido ya al hemiciclo con pins de Israel. Así que su reacción no fue una reacción normal, conforme al reglamento. Entonces, ¿se trata sólo de odio partidista, a lo Meyer Habib*? No lo creo. Creo que, literalmente, no quiere ver esa bandera. Por lo que significa en ese momento en que es ondeada, sola y desarmada. Esta bandera muestra tantas cosas que son invisibles sin ella. Muestra los rostros del genocidio. Los rostros que vimos en esos vídeos desde la escena del crimen. Y esta Presidenta se convierte una vez más en un ser humano aterrorizado por las consecuencias de sus propios actos. No quiere verlo. Su reacción es como si de repente se hubiera visto en un espejo, sentada sobre una pila de cadáveres, en el barro de los campos de refugiados.

No es la bandera lo que ve. Se vio a sí misma como cómplice de un crimen. Se vio a sí misma en el campo del mal absoluto. Del que seguirá siendo la más cobarde cómplice durante generaciones. Es la indigna Francia que mira hacia otro lado cuando tiene ante sus ojos un genocidio. Por eso ya no puede controlarse, como muestran las imágenes. Porque esto es un genocidio, ¡dice la bandera!

Netanyahu ha bombardeado sesenta veces desde que el Tribunal Internacional de Justicia le pidió que detuviera inmediatamente toda acción militar en Rafah. Bombardeará de nuevo. Una y otra vez. Esto no es un incidente de guerra. Es deliberado. Los asesinatos son necesarios a sus ojos para poder reclamar y colonizar cada metro de tierra. No es un incidente, no es al azar. Un genocidio metódicamente planeado. Y llevado a cabo de tal manera que demuestra que nada ni nadie puede hacer nada contra los autores.

Eso es lo que anunció Meyer Habib cuando, radiante en la Cámara, repitió la lista de crímenes cometidos por su querido amigo Netanyahu, tal y como la enunció el diputado rebelde Léaument: "¡Y aún no ha terminado! ¡Aún no ha terminado! La vergüenza y el deshonor marchan a su lado. Aún no ha terminado. Netanyahu matará y volverá a matar. Ha convertido a su país en el paria de las naciones para millones de seres humanos sin prejuicios. Ha dado a conocer a todos aquellos que tienen el poder de actuar, y que no hacen nada, sus cómplices. Basta con nombrarlos y señalarlos con el dedo, sin hacer nada más, para que los veamos tal como son, con el rostro de la inhumanidad más allá de la frontera del mal.

La señora Presidenta es cómplice de Netanyahu. Bastó que ondeara una bandera para que esto se supiera en todo el país y en toda Europa. Sólo un trozo de tela sostenido a distancia. Se está produciendo un genocidio y ella piensa que ondear la bandera de las víctimas para denunciarlo debe castigarse con la pena más severa. Está en el lado equivocado de la historia.

Con el paso de las semanas, el palestino se ha convertido en el rostro de los oprimidos, sean quienes sean. El despreciado por los poderosos, aquel cuya humanidad se niega hasta el punto de que es aceptable eliminarlo. Con el paso de las semanas y del genocidio, esta bandera, después de la de Nelson Mandela en la época del apartheid, se ha convertido en un mensaje universal de fraternidad humana. Se mantiene contra viento y marea, contra insultos e intimidaciones, contra citaciones, detenciones policiales y prohibiciones.

Aquí está Delogu de pie, y sobre sus hombros todos los que no veríamos si no fuera porque sus grandes brazos sostienen esta bandera en lo alto de la refriega. Como un pájaro fuera de su jaula volando al viento libre. Gracias, Sébastien.

NdT
*Meyer Habib (París, 1961), hijo de tunecinos judíos y amigo personal de Netanyahu, es diputado francés de derecha (los llamados Republicanos) representando los electores franceses de Israel. Sionista rabioso, fue miembro activo del grupo terrorista Betar y se ha hecho un portavoz de la guerra de exterminación lanzada por Israel en octubre de 2023.