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20/09/2025

LYNA AL TABAL
Informe sobre el genocidio en Gaza: léanlo conmigo si quieren, ¡no cambiará nada!

Lyna Al Tabal, RaiAlYoum, 17-9-2025
Traducido por Tlaxcala



Cada mañana estalla el sol sobre el Machrek, misiles, fuego, promesas internacionales, cada mañana comienza la cuenta regresiva para nuevas víctimas.
Este artículo no soporta el silencio prolongado, ¡maldito sea silencio! Callarse significa que eres parte del crimen.

Luego, de repente, te das cuenta de que el rojo en el cielo no es un atardecer romántico, es sangre mezclada con el fuego de los bombardeos. El color que era símbolo del amor se ha vuelto color de muerte, es el color de la sangre mezclada con el fuego del bombardeo, esto es exactamente lo que ven en el cielo de Gaza. Gaza arde, sus niños envueltos en mantas empapadas de sangre, las madres vacilan entre el grito y la oración, los padres se golpean el rostro y tratan de despertar a sus hijos muertos. Esto no es el día del Juicio Final, es un día más ordinario en Gaza.


Por primera vez en setenta años de masacres la ONU ha descubierto de repente que Israel está cometiendo en Gaza lo que el diccionario humano llama “genocidio”. En su informe la comisión internacional de investigación declaró que el ejército israelí ha cometido cuatro de los cinco elementos del genocidio tal como lo dispone la Convención de 1948:
• Matar a miembros del grupo,
• Infligir daño físico o mental grave,
• Imponer condiciones de vida destinadas a destruir al grupo total o parcialmente,
• Crear condiciones que apunten a impedir los nacimientos dentro del grupo.

Solo el quinto apartado, el relacionado con el secuestro de niños, aún no ha recibido el “honor” de la firma israelí, quizá por falta de tiempo, o porque simplemente prefieren matar a los niños en brazos de sus madres.

El informe señala con frialdad que estos crímenes fueron cometidos con premeditación, sellados con las declaraciones de Netanyahu, Gallant y Herzog.

Léanlo conmigo si quieren. No cambiará nada.

Punto primero: matar al grupo meta
El informe indica sesenta mil mártires hasta ahora, y el número va en aumento, la mitad son mujeres y niños. El resto son civiles. Su único pecado: estar vivos, eso es todo.
La revista The Lancet, que normalmente escribe sobre enfermedades como el cáncer o del hígado, se encuentra de lleno en el genocidio documentando el colapso de la esperanza de vida en Gaza: de 75,5 a 40,5 años. Israel no se contenta con matar gente, hurta la vida de quienes aún no han nacido.
Los hospitales, “infraestructuras protegidas” en el derecho internacional, se han convertido en objetivos militares, sé que lo sabes!
El informe registra 498 ataques documentados; las maneras de matar son muchas: casas, refugios, zonas seguras, y un asedio que impide agua, pan y medicinas. El hambre misma es diseñada por Israel con tanto cuidado como cualquier bomba inteligente.

Punto segundo: infligir daño grave
La muerte no fue suficiente, había que humillar, desplazar bajo los bombardeos, huir de las casas hacia nada, y de ahí hacia las tumbas. Se debe añadir la tortura en las prisiones para completar el cuadro. La comisión internacional documentó todo con frialdad académica, parada en medio de un matadero que se desborda con todos los colores de la sangre y todas sus formas. Luego añade la frase que repite en cada informe suyo: “Esto podría usarse ante la Corte Penal Internacional.”

Punto tercero: imponer condiciones de vida propicias para el genocidio
La ONU tardó dos años en decir que Israel usaba el hambre como arma. Dos años de hambre, de sed, de bombardeos, antes de que escribieran esa frase en el informe. El pan, el agua, las escuelas, los hospitales, todo se convirtió en escombros y se evaporó, y la comisión lo llama “crímenes contra la humanidad”. ¡Gracias por este descubrimiento!

Punto cuarto: impedir los nacimientos

El futuro mismo fue puesto en la lista de objetivos en Gaza, incluso la idea primera de la vida fue exterminada… El informe de la comisión documenta el bombardeo de la más grande clínica de fertilidad del territorio, la quema de cuatro mil fetos, mil muestras de esperma y óvulos… Israel decidió aniquilar la idea misma antes de que se convirtiera en vida. No niños, no esperanza, no generaciones nuevas… todo quemado. ¡Imaginen! Es más fácil para Israel que esperarlos para que nazcan.

Navi Pillay, presidenta de la comisión, ha pedido la prohibición de armar a Israel, el enjuiciamiento de los criminales y el fin de este genocidio. Gritó: el silencio es cómplice del crimen… En marzo pasado, la comisión dijo: “las acciones de Israel podrían calificar como genocidio”. Hoy, la palabra “podrían” ha caído, simplemente. No ha cambiado nada salvo el número de cuerpos de los mártires.

En cuanto al comunicado del ministerio israelí de Relaciones Exteriores, es una copia del comunicado del año pasado, del año anterior, y del anterior también: “alegaciones falsas, informe fraudulento, mentiras…” las mismas alegaciones desde hace medio siglo, repetidas por los portavoces oficiales en Tel Aviv… Israel es inocente, rodeado por civiles, cercado por niños con los zapatos rotos, un ejército que enfrenta, en su relato, una amenaza existencial de madres buscando los restos de sus hijos bajo los escombros.

Medio siglo del mismo discurso, un ejército armado hasta los dientes que mata niños y afirma ser la víctima. Al final nada de justicia. Nada de vergüenza. La sangre llena el lugar… solo sangre, mucha sangre que ahoga la tierra, y encima flotan palabras insulsas de solidaridad.

El informe (en inglés)



LYNA AL TABAL
Rapport sur le génocide à Gaza : lisez-le avec moi si vous voulez, ça ne changera rien !

Lyna Al Tabal, RaiAlYoum, 17/9/2025
Traduit par Tlaxcala



Chaque matin, le soleil explose au-dessus du Machrek, des missiles, du feu, des promesses internationales, chaque matin, le compte à rebours commence pour de nouvelles victimes.

Cet article ne tolère pas le silence prolongé, maudit soit le silence ! Se taire, c’est être complice du crime.

Puis, soudain, on réalise que le rouge dans le ciel n’est pas un coucher de soleil romantique : c’est du sang mêlé aux flammes des bombardements. La couleur qui était symbole de l’amour est devenue couleur de la mort, c’est exactement ce que vous voyez dans le ciel de Gaza… Gaza brûle, ses enfants sont enveloppés de couvertures trempées de sang, les mères vacillent entre les cris et les prières, les pères se frappent le visage et essayent de réveiller leurs enfants morts. Ce n’est pas le jour du Jugement dernier, c’est juste un autre jour ordinaire à Gaza.

Pour la première fois depuis soixante-dix ans de massacres, l’ONU a soudainement découvert qu’Israël commet à Gaza ce que le dictionnaire des humains appelle un « génocide ». Dans son rapport, la commission d’enquête internationale a déclaré que l’armée israélienne a commis quatre des cinq éléments constitutifs du génocide tels que définis dans la Convention de 1948 :

• Tuer des membres du groupe,
• Infliger des atteintes graves à l’intégrité physique ou mentale,
• Imposer des conditions de vie destinées à détruire, en tout ou en partie, le groupe,
• Créer des conditions visant à empêcher les naissances au sein du groupe.

Seul le cinquième élément, relatif à l’enlèvement d’enfants, n’a pas encore reçu l’« honneur » de la signature israélienne, peut-être par manque de temps, ou parce qu’ils préfèrent tout simplement tuer les enfants dans les bras de leurs mères.

Le rapport mentionne froidement que ces crimes ont été commis avec préméditation, estampillés par les déclarations de Netanyahou, Gallant et Herzog.

Lisez-le avec moi si vous voulez. ça ne changera rien.

Point un : élimination du groupe ciblé

Le rapport recense soixante mille martyrs à ce jour, et le nombre augmente, dont la moitié sont des femmes et des enfants. Le reste sont des civils. Leur seule faute : être vivants, c’est tout.

La revue The Lancet, qui parle habituellement de maladies du cancer ou du foie, se retrouve au cœur du génocide en documentant l’effondrement de l’espérance de vie à Gaza : de 75,5 à 40,5 ans. Israël ne se contente pas de tuer des gens, il vole la vie de ceux qui ne sont pas encore nés.

Les hôpitaux, des « infrastructures protégées » selon le droit international, sont devenus des cibles militaires… je sais que vous savez !
Le rapport enregistre 498 attaques documentées. Les façons de tuer sont nombreuses : maisons, abris, zones supposément sûres, et un siège qui empêche l’eau, le pain et les médicaments. La faim même est conçue par Israël aussi soigneusement que n’importe quelle bombe intelligente.

Point deux : infliger des atteintes graves

La mort ne suffisait pas, il fallait l’humiliation, la déportation sous les bombardements, la fuite des maisons vers rien, de là vers les tombes. Il faut ajouter la torture dans les prisons pour que le tableau soit complet. La commission internationale a tout documenté avec une froideur académique, debout au milieu d’un abattoir débordant de toutes les couleurs du sang et de toutes ses formes. Puis elle ajoute la phrase qu’elle répète dans chacun de ses rapports : « Cela pourrait être utilisé devant la Cour pénale internationale ».

Point trois : imposer des conditions de vie propices au génocide

L’ONU a mis deux ans pour dire qu’Israël utilise la famine comme arme. Deux années de faim, de soif, de bombardements, avant qu’ils écrivent cette phrase dans le rapport. Le pain, l’eau, les écoles, les hôpitaux, tout est devenu ruine et s’est évaporé, et la commission appelle ça des « crimes contre l’humanité ». Merci pour cette découverte !

Point quatre : empêcher les naissances

L’avenir lui-même a été mis sur la liste des cibles à Gaza, même la première idée de la vie a été exterminée. Le rapport de la commission documente le bombardement de la plus grande clinique de fertilité du secteur, la combustion de quatre mille fœtus, mille échantillons de sperme et ovules… Israël a décidé d’anéantir l’idée elle-même avant qu’elle ne devienne vie. Pas d’enfants, pas d’espoir, pas de nouvelles générations… tous brûlés. Imaginez ! C’est plus facile pour Israël que d’attendre pour qu’ils naissent.

Navi Pillay, présidente de la commission, a demandé l’interdiction de la fourniture d’armes à Israël, le procès des criminels et l’arrêt de ce génocide. Elle a crié : le silence est complice du crime. En mars dernier, la commission avait écrit : « les actes d’Israël pourraient relever du crime de génocide ». Aujourd’hui, « pourraient » a disparu, tout simplement. Rien n’a changé sauf le nombre des corps des martyrs.

Quant au communiqué du ministère des Affaires étrangères israélien, c’est une copie du communiqué de l’année dernière, de l’année précédente, et de l’année d’avant : « allégations mensongères, rapport falsifié, mensonges… » les mêmes allégations depuis un demi-siècle, reprises par les porte-parole officiels de Tel Aviv. Israël est innocent, encerclé par des civils, cerné par des enfants aux chaussures déchirées, une armée qui fait face, dans son récit, à une menace existentielle venant de mères cherchant les restes de leurs enfants sous les décombres.

Un demi-siècle du même discours, une armée bardée d’armes jusqu’aux dents qui tue des enfants et prétend être la victime. Au final pas de justice. Pas de honte. Le sang remplit les lieux, rien que du sang, beaucoup de sang qui noie la terre, et au-dessus duquel flottent des mots de solidarité ternes.

Le rapport (en anglais)



12/07/2025

LYNA AL TABAL
I stand with Francesca Albanese/ Dou meu apoio a Francesca Albanese

Dra. Lyna Al-Tabal,Rai Al Youm, 11-7-2025
Original árabe

Traduzido por Helga Heidrich, Tlaxcala

Lyna Al Tabal é libanesa, doutora em Ciências Políticas, advogada de formação e professora de Relações Internacionais e Direitos Humanos.

 

Sim, decidi dar este título ao artigo em inglês. Não por querer me gabar, nem porque acredite mais na globalização da língua do que na sua equidade. Mas porque esta frase se tornou, sem a permissão de ninguém, uma declaração de solidariedade mundial.

I stand with Francesca Albanese. Dou meu apoio a    Francesca Albanese.

Uma frase curta, mas cheia de significado... apenas cinco palavras. Pronunciadas com calma, mas classificadas como perigosas para a segurança nacional... Como assim?

Há uma mulher italiana que hoje está sendo perseguida por causa de Gaza. Ela não tem genes de resistência, não tem nenhum vínculo familiar com Gaza, nem um passado marcado pela Nakba, nem mesmo uma foto. Ela não é árabe, não nasceu em um acampamento, não foi criada com o discurso da libertação. Ela não é uma sonhadora de esquerda, talvez nunca tenha lido Marx em cafés. Não atirou uma única pedra contra um soldado israelense... Tudo o que fez foi cumprir o seu dever profissional.

“Louca”, declarou Trump. Ele, que monopoliza esse adjetivo e o distribui como fazem os narcisistas quando se esfarelam diante de uma mulher que não se cala diante da injustiça.

Ela se chama Francesca Albanese. Advogada e acadêmica italiana, ocupa o cargo de relatora especial das Nações Unidas para os direitos humanos nos territórios palestinos ocupados desde 1967. Como funcionária internacional, sentada atrás de uma escrivaninha branca, redige relatórios com uma linguagem precisa e uma formulação jurídica imparcial. Não é boa oradora, mas foi clara e inequívoca: o que está acontecendo em Gaza é um genocídio.

Ele escreveu preto no branco em um relatório oficial publicado no âmbito de suas funções, em linguagem compreensível para o direito internacional: o que Israel está fazendo em Gaza é um genocídio.

Da noite para o dia, seu nome se tornou perigoso e deveria ser aniquilado, assim como o exército israelense aniquila as casas em Rafah. Seu nome foi destruído por um único míssil político e foi incluído na lista de sanções, ao lado de traficantes e financiadores do terrorismo.

Agora eu sei: neste mundo, basta não mentir para que te proíbam de viajar, congelem suas contas e te excluam do sistema internacional.

Francesca não infringiu a lei, ela a aplicou. E esse é o seu verdadeiro crime.

Ele não cometeu nenhum erro de definição, não exagerou na linguagem, não extrapolou suas funções. A única coisa que fez foi chamar o crime pelo seu nome.

Não, este relatório não trata do genocídio dos nativos americanos. Nem do Vietnã, nem do fósforo branco, nem de Bagdá, nem de Trípoli... Este relatório não remoi o passado dos Estados Unidos, mas trata de um presente descarado. E do direito que se perde quando o reivindicamos... Este relatório trata da justiça internacional que é afogada diante dos nossos olhos e da carta dos direitos humanos que também se evapora diante dos nossos olhos. Enquanto o culpado ocupa um lugar no Conselho de Segurança.

Este relatório fala de um mundo que não castiga os mentirosos. Um mundo que te mata quando amas sinceramente, quando dás sem pedir nada em troca, quando falas com coragem, quando tentas reparar o mal causado.

Este relatório fala simplesmente do mundo das trevas.

Este mundo que estrangula todos aqueles que não querem ser como ele.

Francesca não foi a primeira.

Quando o Estatuto de Roma foi criado, os EUA trataram o Tribunal Penal Internacional como um “vírus jurídico”, porque não podiam controlá-lo... Bill Clinton assinou-o (sem ratificá-lo). Depois veio George W. Bush, retirou sua assinatura e promulgou a chamada “lei de invasão de Haia”, que autoriza a invasão militar dos Países Baixos se o Tribunal Penal ousar julgar um único soldado ianque... Barack Obama, o sábio, não revogou a lei... Depois veio Trump, o cowboy loiro, com duas pistolas no cinto, que deu o golpe de misericórdia na justiça... Ele puniu Fatou Bensouda, a ex-procuradora-geral do Tribunal, por abrir os processos do Afeganistão e da Palestina. Retirou-lhe o visto, congelou os seus bens e pendurou-a na corda dos seus tweets sarcásticos.

Depois veio Karim Jan, o atual procurador-geral, encarregado do pesado dossiê de Gaza e de uma lista de nomes igualmente pesados: Netanyahu, Galant... Mais uma vez, o facão da vingança política voltou e ameaçou a espada da justiça.

Karim Jan tem sido alvo de inúmeras ameaças vindas do Congresso, da Casa Branca e de Tel Aviv.

 No primeiro dia após sua chegada à Casa Branca, Donald Trump assinou a lei sobre sanções contra o Tribunal Penal Internacional. Um homem de origem paquistanesa que ousa tocar em nomes intocáveis? O jogo acabou.

É assim que uma instituição internacional, com todo o seu pessoal e equipamento, foi alvo de sanções americanas, como se fosse uma milícia armada... Seus funcionários foram proibidos de viajar, de trabalhar e até mesmo de respirar livremente... Quem disse que os EUA impedem a justiça? Desde que ela não se aproxime de Tel Aviv ou do Pentágono.

E, num momento de sinceridade, Joe Biden disse isso com sua formulação rebuscada: essas leis não foram redigidas para se aplicarem ao “homem branco”, mas aos africanos... e a Putin, quando necessário.

E assim se completa o paradoxo: 85% dos processos e julgamentos perante o Tribunal Penal Internacional são contra africanos.

 E quando são abertos processos contra ocidentais, a justiça torna-se uma ameaça... e o Tribunal, um alvo.

E agora você já sabe: se cruzar a linha vermelha,

é o tribunal que é julgado,

o juiz que é julgado,

e a testemunha que é julgada.

Só resta o assassino... sentado na primeira fila, sorrindo para as câmeras, recebendo convites para participar de uma conferência sobre direitos humanos. Por que não?

Trump desferiu um golpe mortal ao direito internacional, uma facada no coração do Tribunal Penal, e depois enterrou o que restava do sistema de direitos humanos e nos jogou o cadáver: “Aqui está, enterrem”, disse ele com o mesmo tom usado para dar ordens durante os massacres na costa síria, quando os alauítas foram enterrados sob os escombros, sem testemunhas, sem investigação, às vezes sem nome, apenas com um número... Um buraco e tudo acabou.

Trump agiu como um cowboy: disparou e depois declarou que o alvo ameaçava a segurança. Tudo isso diante dos olhos das nações. E também diante dos nossos olhos... Diante dos olhos da Europa, mais concretamente.

A Europa que redigiu estas leis a partir das cinzas das suas guerras, dos seus complexos psicológicos nunca resolvidos, do seu medo de si própria.

E hoje, olha, em silêncio... Com todos os seus complexos psicológicos, a Europa hoje guarda silêncio. Enterra seu filho jurídico com sangue frio, como as mães de Gaza enterram seus filhos...

Com uma única lágrima, porque o tempo não permite chorar muito tempo.

Entendem agora? Todas as leis sobre direitos humanos, desde o Estatuto de Roma até a Carta Internacional, são boas para sessões acadêmicas e cursos de formação que terminam com a entrega de diplomas e fotos após a formatura dos felizes especialistas.

E tudo é decidido em Washington.

É assim que se administra a justiça internacional na era da hegemonia: uma lista de sanções... e um tapete vermelho estendido diante do carrasco.

Você acompanhou bem a história?

Uma italiana na lista americana de terrorismo político... Chama-se Francesca Albanese. Não é originária de Gaza, não saiu de uma guerra, não nasceu sob o bloqueio. Não esconde armas nem bombas na bolsa, não pertence a nenhuma organização secreta... Vem do mundo do direito, das instituições das Nações Unidas, de uma burocracia neutra... A única coisa que fez foi redigir um relatório oficial sobre o que aconteceu em Gaza...

Ele escreveu o que viu: sangue, escombros, um crime em todos os sentidos... Escreveu que o que aconteceu ali não foi uma operação de segurança nem de legítima defesa, mas um genocídio... Fez o seu trabalho na linguagem dos relatórios, sem slogans, sem gritos de guerra, sem sequer desenhar uma metade de melancia na margem... Francesca Albanese perturbou a ordem mundial porque não mentiu...

Ele não infringiu as normas diplomáticas... Simplesmente aplicou a lei...

 ➤Assine a petição

Prêmio Nobel da Paz para Francesca Albanese e os médicos de Gaza

LYNA AL TABAL
I stand with Francesca Albanese/Sono solidale con Francesca Albanese

Dott.ssa Lyna Al-Tabal, Rai Al Youm, 11/7/2025
Originale arabo
Tradotto da 
Gulietta Masinova, Tlaxcala

Lyna Al Tabal è libanese, dottoressa in scienze politiche, avvocata di formazione e docente di relazioni internazionali e diritti umani.

 


Sì, ho deciso di intitolare questo articolo in inglese. Non perché mi piaccia mettermi in mostra, né perché creda più nella globalizzazione della lingua che nella sua equità. Ma perché questa frase è diventata, senza l’autorizzazione di nessuno, una dichiarazione di solidarietà mondiale.

I stand with Francesca Albanese. Sono solidale con Francesca Albanese

Una frase breve, ma densa... solo cinque parole. Pronunciata con calma, ma classificata come pericolosa per la sicurezza nazionale... Come?

C’è una donna italiana che oggi è perseguita a causa di Gaza. Non ha i geni della resistenza, non ha alcun legame con Gaza, nessun passato segnato dalla Nakba, nemmeno una foto. Non è araba, non è nata in un campo profughi, non è stata educata al discorso della liberazione. Non è una sognatrice di sinistra, forse non ha mai letto Marx nei caffè. Non ha mai lanciato un sasso contro un soldato israeliano... Tutto quello che ha fatto è stato compiere il suo dovere professionale.

“Pazza”, ha detto Trump. Lui che monopolizza questo aggettivo e lo distribuisce come fanno i narcisisti quando crollano davanti a una donna che non ha taciuto di fronte all’ingiustizia.

Si chiama Francesca Albanese. Avvocata e accademica italiana, ricopre la carica di relatrice speciale delle Nazioni Unite sui diritti umani nei territori palestinesi occupati dal 1967. Funzionaria internazionale, seduta dietro una scrivania bianca, redige rapporti in un linguaggio preciso e con una formulazione giuridica imparziale. Non è dotata di grande eloquenza, ma lo ha detto chiaramente e senza ambiguità: quello che sta succedendo a Gaza è un genocidio.

Lo ha scritto nero su bianco in un rapporto ufficiale pubblicato nell’ambito delle sue funzioni, in un linguaggio comprensibile al diritto internazionale: ciò che Israele sta facendo a Gaza è un genocidio.

Da un giorno all’altro, il suo nome è diventato pericoloso e doveva essere annientato proprio come l’esercito israeliano annienta le case a Rafah. Il suo nome è stato distrutto da un unico missile politico ed è stata inserita nella lista delle sanzioni, insieme ai trafficanti e ai finanziatori del terrorismo.

Ora lo so: in questo mondo basta non mentire per vedersi vietare di viaggiare, congelare i propri conti ed essere esclusi dal sistema internazionale.

Francesca non ha infranto la legge, l’ha applicata. Ed è questo il suo vero crimine.

Non ha commesso errori di definizione, non ha esagerato nel linguaggio, non ha oltrepassato i limiti delle sue funzioni. Tutto ciò che ha fatto è stato chiamare il crimine con il suo nome.

No, questo rapporto non tratta del genocidio degli indiani d’America. Né del Vietnam, né del fosforo bianco, né di Baghdad, né di Tripoli... Questo rapporto non rivanga il passato usamericano, ma tratta di un presente spudorato. E del diritto che si perde quando lo rivendichiamo... Questo rapporto tratta della giustizia internazionale che viene soffocata sotto i nostri occhi e della Carta dei diritti umani che svanisce anch’essa sotto i nostri occhi. Mentre il colpevole siede al Consiglio di sicurezza.

Questo rapporto parla di un mondo che non punisce i bugiardi. Un mondo che ti uccide quando ami sinceramente, quando dai senza riserve, quando parli con coraggio, quando cerchi di riparare i danni.

Questo rapporto parla semplicemente del mondo delle tenebre.

Questo mondo che strangola tutti coloro che non vogliono assomigliargli.

Francesca non era la prima.

Quando è stato creato lo Statuto di Roma, gli USA hanno trattato la Corte penale internazionale come un “virus giuridico”, perché non potevano controllarla... Bill Clinton l’ha firmato (senza ratificarlo). Poi è arrivato George W. Bush, che ha ritirato la firma e ha promulgato quella che è stata definita la “legge di invasione dell’Aia”, che autorizza l’invasione militare dei Paesi Bassi se la Corte penale osa giudicare anche un solo soldato usamericano... Barack Obama, il saggio, non ha abrogato la legge... Poi è arrivato Trump, il cowboy biondo, con due pistole alla cintura, che ha dato il colpo di grazia alla giustizia... Ha punito Fatou Bensouda, l’ex procuratrice generale della Corte, per aver aperto i fascicoli sull’Afghanistan e sulla Palestina. Le ha revocato il visto, congelato i beni e l’ha impiccata con i suoi tweet sarcastici.

Poi è arrivato Karim Khan, l’attuale procuratore generale, incaricato del pesante dossier di Gaza e di una lista di nomi altrettanto pesanti: Netanyahu, Galant... Ancora una volta, la scimitarra della vendetta politica è tornata a minacciare la spada della giustizia.

Karim Khan è stato sommerso da minacce provenienti dal Congresso, dalla Casa Bianca e da Tel Aviv.

 Il primo giorno del suo arrivo alla Casa Bianca, Donald Trump ha firmato la legge sulle sanzioni contro la Corte penale internazionale. Un uomo di origini pakistane che osa toccare nomi intoccabili? Finito di giocare.

È così che un’istituzione internazionale, con tutto il suo personale e le sue attrezzature, è stata sottoposta alle sanzioni usamericane, come se si trattasse di una milizia armata... Ai suoi dipendenti è stato vietato di viaggiare, lavorare e persino respirare liberamente... Chi ha detto che l’USAmerica impedisce la giustizia? A patto che questa non si avvicini a Tel Aviv o al Pentagono.

E in un momento di sincerità, Joe Biden lo ha detto con la sua formulazione contorta: queste leggi non sono state scritte per applicarsi all’ “uomo bianco”, ma agli africani... e a Putin, quando necessario.

Ed ecco che il paradosso è completo: l’85% dei procedimenti e dei processi dinanzi alla Corte penale internazionale riguarda africani.

 E quando vengono aperti dei fascicoli su soggetti occidentali, la giustizia diventa una minaccia... e il Tribunale un bersaglio.

E ora lo sapete anche voi: se superate il limite,

è il tribunale che viene giudicato,
il giudice che viene giudicato,

e il testimone che viene giudicato.

Rimane solo l’assassino... seduto in prima fila, sorridente davanti alle telecamere, mentre riceve inviti per partecipare a una conferenza sui diritti umani. Perché no?

Trump ha inferto un colpo mortale al diritto internazionale, una pugnalata al cuore della Corte penale, poi ha seppellito ciò che restava del sistema dei diritti umani e ci ha gettato il cadavere: “Ecco, seppellitelo”, ha detto con lo stesso tono usato per dare ordini durante i massacri sulla costa siriana, quando gli alawiti venivano seppelliti sotto le macerie, senza testimoni, senza indagini, a volte senza nome, con solo un numero... Una buca, e tutto è finito.

Trump ha agito come un cowboy: ha sparato e poi ha dichiarato che il bersaglio minacciava la sicurezza. Tutto questo sotto gli occhi delle nazioni. E anche sotto i nostri occhi... Sotto gli occhi dell’Europa, per la precisione.

L’Europa che ha redatto queste leggi dalle ceneri delle sue guerre, dai suoi complessi psicologici mai risolti, dalla sua paura di sé stessa.

E oggi guarda, silenziosa... Con tutti i suoi complessi psicologici, l’Europa oggi tace. Seppellisce il suo figlio giuridico a sangue freddo, come le madri di Gaza seppelliscono i loro figli...

Con una sola lacrima, perché il tempo non permette di piangere a lungo.

Capite ora? Tutte le leggi sui diritti umani, dallo Statuto di Roma alla Carta internazionale, sono buone per le lezioni accademiche e i corsi di formazione che si concludono con la consegna dei diplomi e le foto di rito dopo la cerimonia di laurea agli esperti soddisfatti.

E tutto si decide a Washington.

È così che viene amministrata la giustizia internazionale nell’era dell’egemonia: un elenco di sanzioni... e un tappeto rosso steso davanti al boia.

Avete seguito bene la storia...

Un’italiana nella lista usamericana dei terroristi politici... Si chiama Francesca Albanese. Non è originaria di Gaza, non è uscita da una guerra, non è nata sotto il blocco. Non nasconde armi o bombe nella borsa, non appartiene a un’organizzazione segreta... Proviene dal mondo del diritto, dalle istituzioni delle Nazioni Unite, da una burocrazia neutrale... Tutto quello che ha fatto è stato redigere un rapporto ufficiale su quanto è accaduto a Gaza...

Ha scritto ciò che ha visto: sangue, macerie, un vero e proprio crimine... Ha scritto che ciò che è successo lì non è stata un’operazione di sicurezza, né legittima difesa, ma un genocidio... Ha fatto il suo lavoro con il linguaggio dei rapporti, senza slogan, senza grida di battaglia, senza nemmeno mettere una mezza anguria rossa a margine... Francesca Albanese ha sconvolto l’ordine mondiale perché non ha mentito...

Non ha violato le regole diplomatiche... Ha semplicemente applicato la legge...

 ➤Firma la petizione

Premio Nobel per la pace a Francesca Albanese e ai medici di Gaza

LYNA AL TABAL
I stand with Francesca Albanese/Apoyo a Francesca Albanese

Dra. Lyna Al-Tabal,Rai Al Youm, 11/7/2025
Original árabe
Traducido por 
Atahualpa Guevara

Lyna Al Tabal  es libanesa, doctora en Ciencias Políticas, abogada de formación y profesora de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos.

 


Sí, he decidido titular este artículo en inglés. No porque me guste presumir, ni porque crea más en la globalización del idioma que en su equidad. Sino porque esta frase se ha convertido, sin permiso de nadie, en una declaración de solidaridad mundial.

I stand with Francesca Albanese. Apoyo a Francesca Albanese.

Una frase corta, pero cargada de significado... solo cinco palabras. Pronunciada con calma, pero clasificada como peligrosa para la seguridad nacional... ¿Cómo?

Hay una mujer italiana que hoy está siendo perseguida por Gaza. No tiene genes de resistencia, no tiene ningún vínculo familiar con Gaza, ni un pasado marcado por la Nakba, ni siquiera una foto. No es árabe, no nació en un campo, no se crió con el discurso de la liberación. No es una soñadora de izquierdas, quizá nunca haya leído a Marx en los cafés. No ha lanzado ni una sola piedra a un soldado israelí... Lo único que ha hecho es cumplir con su deber profesional.

“Loca”, declaró Trump. Él, que acapara ese calificativo y lo reparte como hacen los narcisistas cuando se derrumban ante una mujer que no ha guardado silencio ante la injusticia.

Se llama Francesca Albanese. Abogada y académica italiana, ocupa el cargo de relatora especial de las Naciones Unidas sobre los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados desde 1967. Como funcionaria internacional, sentada detrás de un escritorio blanco, redacta informes con un lenguaje preciso y una formulación jurídica imparcial. No se le da bien la oratoria, pero lo ha dicho con claridad y sin ambigüedades: lo que está ocurriendo en Gaza es un genocidio.

Lo ha escrito negro sobre blanco en un informe oficial publicado en el marco de sus funciones, en un lenguaje comprensible para el derecho internacional: lo que Israel está haciendo en Gaza es un genocidio.

De la noche a la mañana, su nombre se convirtió en peligroso y debía ser aniquilado, al igual que el ejército israelí aniquila las casas en Rafah. Su nombre fue destruido por un solo misil político y fue incluida en la lista de sanciones, junto a traficantes y financiadores del terrorismo.

Ahora lo sé: en este mundo, basta con no mentir para que te prohíban viajar, te congelen las cuentas y te excluyan del sistema internacional.

Francesca no infringió la ley, la aplicó. Y ese es su verdadero delito.

No cometió ningún error de definición, no exageró en su lenguaje, no se extralimitó en sus funciones. Lo único que hizo fue llamar al crimen por su nombre.

No, este informe no trata sobre el genocidio de los indios americanos. Ni sobre Vietnam, ni sobre el fósforo blanco, ni sobre Bagdad, ni sobre Trípoli... Este informe no remueve el pasado usamericano, trata de un presente descarado. Y del derecho que se pierde cuando lo reivindicamos... Este informe trata de la justicia internacional que se ahoga ante nuestros ojos y de la carta de los derechos humanos que también se evapora ante nuestros ojos. Mientras que el culpable ocupa un puesto en el Consejo de Seguridad.

Este informe habla de un mundo que no castiga a los mentirosos. Un mundo que te mata cuando amas sinceramente, cuando das sin pedir nada a cambio, cuando hablas con valentía, cuando intentas reparar el daño causado.

Este informe habla simplemente del mundo de las tinieblas.

Este mundo que estrangula a todos aquellos que no quieren parecerse a él.

Francesca no fue la primera.

Cuando se creó el Estatuto de Roma, Estados Unidos trató a la Corte Penal Internacional como un «virus jurídico», porque no podía controlarla... Bill Clinton lo firmó (sin ratificarlo). Luego llegó George W. Bush, retiró su firma y promulgó la llamada «ley de invasión de La Haya», que autoriza la invasión militar de los Países Bajos si la Corte Penal se atreve a juzgar a un solo soldado usamericano... Barack Obama, el sabio, no derogó la ley... Luego vino Trump, el vaquero rubio, con dos pistolas en el cinturón, que dio el golpe de gracia a la justicia... Castigó a Fatou Bensouda, la antigua fiscal general de la Corte, por abrir los expedientes de Afganistán y Palestina. Le retiró el visado, congeló sus activos y la colgó de la cuerda de sus sarcásticos tuiteos.

Luego llegó Karim Khan, el actual fiscal general, encargado del pesado expediente de Gaza y de una lista de nombres igualmente pesados: Netanyahu, Galant... Una vez más, la espada de la venganza política volvió y amenazó a la espada de la justicia.

Karim Khan ha sido objeto de numerosas amenazas procedentes del Congreso, la Casa Blanca y Tel Aviv.

 El primer día de su llegada a la Casa Blanca, Donald Trump firmó la ley sobre sanciones contra la Corte Penal Internacional. ¿Un hombre de origen pakistaní que se atreve a tocar nombres intocables? Se acabó el juego.

Así es como una institución internacional, con todo su personal y su equipamiento, ha sido objeto de sanciones yanquis, como si se tratara de una milicia armada... A sus empleados se les ha prohibido viajar, trabajar e incluso respirar libremente... ¿Quién dijo que Estados Unidos impedía la justicia? Siempre y cuando esta no se acerque a Tel Aviv o al Pentágono.

Y en un momento de sinceridad, Joe Biden lo dijo con su formulación enrevesada: estas leyes no se redactaron para aplicarse al «hombre blanco», sino a los africanos... y a Putin, cuando sea necesario.

Y así se completa la paradoja: el 85 % de los procesos y juicios ante la Corte Penal Internacional se dirigen contra africanos.

 Y cuando se abren expedientes contra occidentales, la justicia se convierte en una amenaza... y el Tribunal, en un objetivo.

Y ahora ya lo sabes: si cruzas la línea roja,

es el tribunal el que es juzgado,
el juez que es juzgado,
y el testigo que es juzgado.

Solo queda el asesino... sentado en primera fila, sonriendo a las cámaras, recibiendo invitaciones para asistir a una conferencia sobre derechos humanos. ¿Por qué no?

Trump ha asestado un golpe mortal al derecho internacional, una puñalada en el corazón de la Corte Penal, y luego ha enterrado lo que quedaba del sistema de derechos humanos y nos ha arrojado el cadáver: «Aquí lo tenéis, enterradlo», dijo con el mismo tono que utilizaba para dar órdenes durante las masacres en la costa siria, cuando los alauitas son enterrados bajo los escombros, sin testigos, sin investigación, a veces sin nombre, solo con un número... Un agujero y todo ha terminado.

Trump actuó como un vaquero: disparó y luego declaró que el objetivo amenazaba la seguridad. Todo ello ante los ojos de las naciones. Y también ante nuestros ojos... Ante los ojos de Europa, más concretamente.

La Europa que redactó estas leyes a partir de las cenizas de sus guerras, de sus complejos psicológicos nunca resueltos, de su miedo a sí misma.

Y hoy, mira, en silencio... Con todos sus complejos psicológicos, Europa hoy guarda silencio. Entierra a su hijo jurídico con sangre fría, como las madres de Gaza entierran a sus hijos...

Con una sola lágrima, porque el tiempo no permite llorar mucho tiempo.

¿Lo entienden ahora? Todas las leyes sobre derechos humanos, desde el Estatuto de Roma hasta la Carta Internacional, son buenas para las sesiones académicas y los cursos de formación que terminan con la entrega de diplomas y la toma de fotos después de la graduación de los felices expertos.

Y todo se decide en Washington.

Así es como se administra la justicia internacional en la era de la hegemonía: una lista de sanciones... y una alfombra roja extendida ante el verdugo.

¿Ha seguido bien la historia?

Una italiana en la lista usamericana de terrorismo político... Se llama Francesca Albanese. No es originaria de Gaza, no ha salido de una guerra, no ha nacido bajo el bloqueo. No esconde armas ni bombas en su bolso, no pertenece a ninguna organización secreta... Proviene del mundo del derecho, de las instituciones de las Naciones Unidas, de una burocracia neutral... Lo único que ha hecho es redactar un informe oficial sobre lo que ocurrió en Gaza...

Escribió lo que vio: sangre, escombros, un crimen en toda regla... Escribió que lo que ocurrió allí no fue una operación de seguridad ni de legítima defensa, sino un genocidio... Hizo su trabajo en el lenguaje de los informes, sin eslóganes, sin gritos de guerra, sin siquiera poner una media sandía roja en el margen... Francesca Albanese ha trastornado el orden mundial porque no ha mentido...

No infringió las normas diplomáticas... Simplemente aplicó la ley...

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Nobel de la Paz para Francesca Albanese y los médicos de Gaza

LYNA AL TABAL
I stand with Francesca Albanese/Je soutiens Francesca Albanese

Dr. Lyna Al-Tabal, Rai Al Youm, 11/7/2025
Original arabe
Traduit par Tafsut Aït Baâmrane

Lyna Al Tabal  est Libanaise, docteure en sciences politiques, avocate de formation et professeure en relations internationales et en droits humains.

 Oui, j’ai choisi de titrer cet article en anglais. Non pas parce que j’aime me mettre en avant, ni parce que je crois davantage à la mondialisation de la langue qu’à son équité. Mais parce que cette phrase est devenue, sans l’autorisation de quiconque, une déclaration de solidarité mondiale.

I stand with Francesca Albanese. Je soutiens Francesca Albanese.

Une phrase courte, mais chargée... seulement cinq mots. Prononcée calmement, mais classée comme dangereuse pour la sécurité nationale... Comment ?

Il y a une femme italienne qui est aujourd’hui poursuivie à cause de Gaza. Elle n’a pas les gènes de la résistance, elle n’a aucun lien de parenté avec Gaza, aucun passé marqué par la Nakba, pas même une photo. Elle n’est pas arabe, elle n’est pas née dans un camp, elle n’a pas été élevée dans le discours de la libération. Elle n’est pas une rêveuse de gauche, elle n’a peut-être pas lu Marx dans les cafés. Elle n’a pas jeté une seule pierre sur un soldat israélien... Tout ce qu’elle a fait, c’est accomplir son devoir professionnel.

« Folle », a déclaré Trump. Lui qui monopolise ce qualificatif et le distribue comme le font les narcissiques lorsqu’ils s’effondrent devant une femme qui n’a pas gardé le silence face à l’injustice.

Elle s’appelle Francesca Albanese. Avocate et universitaire italienne, elle occupe le poste de rapporteure spéciale des Nations unies sur les droits de l’homme dans les territoires palestiniens occupés depuis 1967. Fonctionnaire internationale, assise derrière un bureau blanc, elle rédige des rapports dans un langage précis et une formulation juridique impartiale. Elle n’est pas douée pour l’art oratoire, mais elle l’a dit clairement et sans ambiguïté : ce qui se passe à Gaza est un génocide.

Elle l’a écrit noir sur blanc dans un rapport officiel publié dans le cadre de ses fonctions, dans un langage compréhensible par le droit international : ce que fait Israël à Gaza est un génocide.

Du jour au lendemain, son nom est devenu dangereux et devait être annihilé tout comme l’armée israélienne annihile les maisons à Rafah. Son nom a été détruit par un seul missile politique, et elle a été inscrite sur la liste des sanctions, aux côtés des trafiquants et des financeurs du terrorisme.

Maintenant, je le sais : dans ce monde, il suffit de ne pas mentir pour être interdit de voyage, voir ses comptes gelés et être exclu du système international.

Francesca n’a pas enfreint la loi, elle l’a appliquée. Et c’est là son véritable crime.

Elle n’a pas commis d’erreur de définition, elle n’a pas exagéré dans son langage, elle n’a pas outrepassé ses fonctions. Tout ce qu’elle a fait, c’est appeler le crime par son nom.

Non, ce rapport ne traite pas du génocide des Indiens d’Amérique. Ni du Vietnam, ni du phosphore blanc, ni de Bagdad, ni de Tripoli... Ce rapport ne remue pas le passé américain, il traite d’un présent impudent. Et du droit qui se perd lorsque nous le revendiquons... Ce rapport traite de la justice internationale qui est étouffée sous nos yeux et de la charte des droits de l’homme qui s’évapore également sous nos yeux. Alors que le coupable siège au Conseil de sécurité.

Ce rapport parle d’un monde qui ne punit pas les menteurs. Un monde qui vous tue lorsque vous aimez sincèrement, lorsque vous donnez sans compter, lorsque vous parlez avec courage, lorsque vous essayez de réparer les dégâts.

Ce rapport parle tout simplement du monde des ténèbres.

Ce monde qui étrangle tous ceux qui ne veulent pas lui ressembler.

Francesca n’était pas la première.

Lorsque le Statut de Rome a vu le jour, les USA ont traité la Cour pénale internationale comme un « virus juridique », car ils ne pouvaient pas la contrôler... Bill Clinton l’a signé (sans le ratifier). Puis George W. Bush est arrivé, a retiré sa signature et a légiféré ce qu’on a appelé la « loi d’invasion de La Haye », qui autorise l’invasion militaire des Pays-Bas si la Cour pénale ose juger ne serait-ce qu’un seul soldat américain... Barack Obama, le sage, n’a pas abrogé la loi... Puis vint Trump, le cow-boy blond, avec deux pistolets à la ceinture, qui porta le coup de grâce à la justice... Il punit Fatou Bensouda, l’ancienne procureure générale de la Cour, pour avoir ouvert les dossiers de l’Afghanistan et de la Palestine. Il lui retira son visa, gela ses avoirs et la pendit à la corde de ses tweets sarcastiques.

Puis est arrivé Karim Khan, l’actuel procureur général, chargé du dossier lourd de Gaza et d’une liste de noms tout aussi lourds : Netanyahou, Galant... Une fois de plus, le sabre de la vengeance politique est revenu et a menacé l’épée de la justice.

Karim Khan a été submergé de menaces provenant du Congrès, de la Maison Blanche et de Tel-Aviv.

 Le premier jour de son arrivée à la Maison Blanche, Donald Trump a signé la loi sur les sanctions contre la Cour pénale internationale. Un homme d’origine pakistanaise qui ose toucher à des noms intouchables ? Fini de jouer.

C’est ainsi qu’une institution internationale, avec tout son personnel et son équipement, a été placée sous le coup des sanctions américaines, comme s’il s’agissait d’une milice armée... Ses employés ont été frappés d’une interdiction de voyager, de travailler, voire de respirer librement... Qui a dit que l’Amérique empêchait la justice ? Tant que celle-ci ne s’approche pas de Tel-Aviv ou du Pentagone.

Et dans un moment de sincérité, Joe Biden l’a dit avec sa formulation alambiquée : ces lois n’ont pas été rédigées pour s’appliquer à « l’homme blanc », mais aux Africains... et à Poutine, lorsque cela s’avère nécessaire.

Et voilà que le paradoxe est complet : 85 % des poursuites et des procès devant la Cour pénale internationale visent des Africains.

 Et lorsque des dossiers s’ouvrent sur des Occidentaux, la justice devient une menace... et la Cour une cible.

Et maintenant, vous le savez aussi : si vous franchissez la ligne rouge,

c’est la Cour qui est jugée,
le juge qui est jugé,
et le témoin qui est jugé.

Il ne reste plus que le meurtrier... assis au premier rang, souriant aux caméras, recevant des invitations à assister à une conférence sur les droits de l’homme. Pourquoi pas ?

Trump a porté un coup fatal au droit international, un coup de poignard au cœur de la Cour pénale, puis il a enterré ce qui restait du système des droits de l’homme et nous a jeté le cadavre : « Voilà, enterrez-le », a-t-il dit sur le même ton que celui utilisé pour donner des ordres lors des massacres sur la côte syrienne, lorsque les Alaouites sont enterrés sous les décombres, sans témoins, sans enquête, parfois sans nom, avec seulement un numéro... Un trou, et tout est fini.

Trump a agi comme un cow-boy : il a tiré, puis déclaré que la cible menaçait la sécurité. Tout cela sous les yeux des nations. Et sous nos yeux aussi... Sous les yeux de l’Europe, plus précisément.

L’Europe qui a rédigé ces lois à partir des cendres de ses guerres, de ses complexes psychologiques jamais résolus, de sa peur d’elle-même.

Et aujourd’hui, elle regarde, silencieuse... Avec tous ses complexes psychologiques, l’Europe se tait aujourd’hui. Elle enterre son enfant juridique de sang-froid, comme les mères de Gaza enterrent leurs enfants...

Avec une seule larme, car le temps ne permet pas de pleurer longtemps.

Comprenez-vous maintenant ? Toutes les lois sur les droits de l’homme, du Statut de Rome à la Charte internationale, sont bonnes pour les séances académiques et les formations qui se terminent par la remise de diplômes et la prise de photos après la remise des diplômes aux experts heureux.

Et tout se décide à Washington.

C’est ainsi que la justice internationale est administrée à l’ère de l’hégémonie : une liste de sanctions... et un tapis rouge déroulé devant le bourreau.

Avez-vous bien suivi l’histoire...

Une Italienne sur la liste américaine du terrorisme politique... Elle s’appelle Francesca Albanese. Elle n’est pas originaire de Gaza, elle n’est pas sortie d’une guerre, elle n’est pas née sous le blocus. Elle ne cache pas d’arme ou de bombe dans son sac, elle n’appartient pas à une organisation secrète... Elle vient du monde du droit, des institutions des Nations unies, d’une bureaucratie neutre... Tout ce qu’elle a fait, c’est rédiger un rapport officiel sur ce qui s’est passé à Gaza...

Elle a écrit ce qu’elle a vu : du sang, des décombres, un crime à part entière... Elle a écrit que ce qui s’est passé là-bas n’était pas une opération de sécurité, ni de légitime défense, mais un génocide... Elle a fait son travail dans le langage des rapports, sans slogan, sans cri de ralliement, sans même mettre une demi-pastèque rouge dans la marge... Francesca Albanese a bouleversé l’ordre mondial parce qu’elle n’a pas menti...

Elle n’a pas enfreint les règles diplomatiques... Elle a simplement appliqué la loi...

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Prix Nobel de la paix pour Francesca Albanese et les médecins de Gaza