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31/12/2021

TOM ENGELHARDT
Mi año 2021 y mi bienvenida al 2022

Tom Engelhardt, TomDispatch.com, 23/12/2021
Traducido del inglés por
Sinfo Fernández, Tlaxcala

 A medida que va terminando el año 2021, con independencia de que la pandemia que ha arrasado el mundo haya empezado por un murciélago o no, creo que es seguro decir que todos somos mucho más murciélagos ahora de lo que éramos cuando empezó.


Al menos en mi vecindario, a medida que este año llega a su fin, esa vieja frase del Llanero Solitario, “¿Quién era ese hombre enmascarado?”, vuelve a aplicarse a casi todo el mundo. De hecho, a medida que aumentan los casos de delta en la ciudad de Nueva York, y ómicron entra en escena de forma sorprendente, se ha restablecido el uso de mascarillas en el interior de mi propio edificio de apartamentos -desde los pasillos hasta los ascensores y la lavandería- (aunque no he dejado de llevarlas) y también se está restableciendo el mandato de las mascarillas si te mueves por la ciudad.

Así ha sido el año, pero lamentablemente, como sabemos, no en todas partes en este país nuestro, demasiado desenmascarado, no vacunado, conflictivo, conspirador, enervado y perturbado. Un año de enfermedad, muerte, luto y caos político cada vez mayor a una escala sorprendente, aunque no sin precedentes, amenaza el sistema estadounidense tal y como lo hemos conocido. Mientras tanto, un nuevo tipo de clima amenaza al mundo tal y como lo hemos conocido.

¿Feliz año nuevo? No estoy nada seguro de ello.

Es cierto que mi mujer y yo estamos vacunados y reforzados. Y, sin embargo, como mayores de 65 años, seguimos siendo objetivos de primera clase de la covid, que viven el final del segundo año de una pandemia que ha sido desastrosa para los estadounidenses de nuestra edad en un país que ha experimentado su propio tipo de devastación, no solo médica sino también política.

10/10/2021

GUY SAPERSTEIN
Por qué me marcho de Estados Unidos

Guy Saperstein, Scheerpost, 7/10/2021
Traducido del inglés por Sinfo Fernández, Tlaxcala

Guy Saperstein es un abogado usamericano. Fundó en 1972 un bufete de abogados en Oakland (California) que se convirtió en el mayor despacho de abogados de derechos civiles de Estados Unidos, desarrollando con éxito las mayores demandas colectivas por discriminación de raza, sexo y edad de la historia de EE. UU. Guy también llevó a cabo casos de la Ley de Reclamaciones Falsas contra Lockheed Missiles & Space Co. en relación con los sistemas de vigilancia por satélite, y contra Raytheon, Boeing y TRW en relación con el falso Programa Nacional de Defensa contra Misiles. Antiguo presidente de la Fundación Sierra Club, descrita en su día por Bill O'Reilly como “miembro de la nefasta mafia de izquierdas”, es autor de “Civil Warrior: Memoirs of a Civil Rights Attorney”.

Tras seis décadas luchando por la justicia social y disfrutando de la encarnación del sueño americano, esta pareja se aleja de una nación perdida.

 

Mi mujer y yo hemos pasado sesenta años luchando por la justicia social en Estados Unidos y tratando de ser buenos ciudadanos, yo como abogado de los derechos civiles que litigó -y ganó- los mayores casos de discriminación laboral por raza, edad y discapacidad de la historia de este país, y mi mujer como profesora, trabajadora social, activista sanitaria y filántropa. Me jubilé a los cincuenta y un años, después de haber construido una práctica enormemente lucrativa, sin perder nunca un caso al perseguir la restitución legal en nombre de los clientes a quienes les había tocado llevarse la peor parte.

Yo era la encarnación misma del sueño americano. Pero, con el paso de las décadas, me he convencido de que Estados Unidos está en declive terminal y que la batalla por la justicia y la equidad es imposible. Las razones son múltiples.

Estados Unidos fue una vez líder mundial en innovación. Ya no lo es. Ni siquiera tenemos una milla de ferrocarril de alta velocidad, a menos que cuente Disneylandia. China tiene 30.000, y sigue creciendo. ¿Qué país creen que está preparado para prosperar en el próximo siglo?

Ni siquiera podemos mantener nuestras carreteras en buen estado. Las carreteras de EE. UU. son un desastre, muchas de ellas tan malas como las de cualquier país del Tercer Mundo. De hecho, en eso se está convirtiendo EE. UU.: en un país tercermundista.