Sergio Rodríguez Gelfenstein, 4/8/2021
La ley económica fundamental del capitalismo es la de la oferta y la demanda. Ella permite entender como el sistema “regula” el mercado para que produzca ganancias en interés de las empresas, manteniendo la estabilidad del sistema. Una de las mercancías más importante del mercado global para sostener esa estabilidad son las sustancias sicotrópicas que producen un exorbitante lucro para los “empresarios” que trafican este producto, bajo normas que establecen los países desarrollados a fin de nutrir a los potenciales clientes sin traumas ni quiebres sociales, garantizando que los dividendos fluyan sin conflicto por el sistema financiero global.
La semana pasada, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc), dio a conocer que los cultivos de coca en Colombia bajaron un 7% en 2020 respecto a 2019, con 143.000 hectáreas, frente a las 154.000 del año anterior. Sin embargo, aunque la superficie sembrada se redujo, su rendimiento aumentó 8%, a 1.228 toneladas de cocaína por hectárea, frente a las 1.137 del año anterior. En los hechos, las políticas anti drogas han naufragado, entre otras cosas porque no se han propuesto atacar al mercado sino a los campesinos que producen la coca.