02/12/2025

El socialismo no es pecado ni delito
Lecciones de la victoria de Mamdani en Nueva York

Faber Cuervo, 2-12-2025

Si el socialismo fuera “pecado” o delito, ¿por qué un candidato socialista ganó la alcaldía de Nueva York, la ciudad más representativa del capitalismo? El socialismo es la realización máxima a la que puede aspirar la política entendida ésta como el cuidado del otro. Los socialistas auténticos buscan hacer efectivas las libertades humanas, las que garantizan verdaderamente la dignidad. Socialismo es el buen vivir, es decir, que nada necesario nos falte a todos, sin distinción de piel, creencias, orientación sexual, clase social. Nadie es libre mientras no satisfaga su libertad de estar bien nutrido, su libertad de tener buena atención en salud, su libertad de acceder a una buena educación, su libertad de disponer de un techo seguro, su libertad de tener un trabajo digno. El capitalismo es una jaula tómbola de hamsters dando vueltas alrededor de lo mismo para que cada quince días pueda comprar las pocas libertades que le ofrece el mercado.


Molly Crabapple

Que Zohran Mamdani, un socialista de origen indio, haya conquistado la alcaldía de Nueva York, constituye un respiro, la posibilidad de difundir el pensamiento socialista, afinar la línea ideológica, reorganizar las bases sociales, fortalecer un gran partido de los trabajadores manuales e intelectuales no sólo en Estados Unidos sino en América Latina y el mundo.

Los rechazos, bloqueos y aplastamientos de los proyectos socialistas han sido ordenados históricamente desde Washington y Nueva York, capitales anticomunistas del planeta. Como una extensión del Ku klux klan, satanizaron todo lo que se sospechara “rojo”; en el suelo de Estados Unidos se prohibió cualquier alusión al socialismo, nació el macartismo (estigmatizar a personas de izquierda), persiguieron y expulsaron a personajes tildados de comunistas (Charles Chaplin, gran actor comediante, entre ellos) y desvertebraron el movimiento sindical.

Pero la historia nos sigue sorprendiendo con sus dialécticos giros y paradojas. Hoy, siglo XXI, año 2025, mientras resucita otro Henry Kissinger con su Operación Cóndor que llenó a América Latina de dictaduras que satanizaron – persiguieron - torturaron y asesinaron miles de socialistas, un migrante con pensamiento socialista gana la alcaldía de Nueva York. Ocurre que el nuevo emperador Donald Trump escucha en su Oficina Oval al “extraterreste” Mamdani, aceptado en la esfera política a regañadientes.

Se coló el socialismo en el país que lo ha proscrito. Se abre paso en La Gran Manzana, se pasea por Wall Street. Preferiría no hacerlo, diría Bartleby. Pero se trata de una idea que da vueltas desde hace más de siglo y medio, la misma que ha sido obligada a enfrentar ataques de toda índole, desde toda laya de autoridades civiles, eclesiásticas, militares. Tendrán que aprender a convivir con él, no se sabe qué harán para derribarlo al igual que hicieron en muchos otros países.

Retrato de la burguesía, 1939-1940, David Alfaro Siqueiros, Ciudad de México, Sindicato Mexicano de Electricistas

Para subsistir, el capitalismo permitió hábilmente la instauración del Estado Bienestar durante parte del siglo XX. Ese Estado Bienestar era un socialismo democrático reformista en pequeña escala, tuvieron que aceptarlo para detener las revoluciones sociales dirigidas por políticos de izquierda. Era mejor ceder algo que perderlo todo. Fue así como Europa logró cierta estabilidad, no entró en nuevas guerras, creó unas clases medias profesionales y un proletariado conformista con los salarios y condiciones de vida. Pero semejantes concesiones del capital no pueden durar mucho tiempo. El capital siempre buscará multiplicar el capital a través de la explotación del trabajo, del saqueo de los recursos nacionales o de las guerras inter imperialistas. Las leyes de acumulación y tasa de retorno infinitos son el alma del capitalismo, sin ellas no existe el capitalismo. Por eso, este sistema de producción y consumo es desalmado, en verdad no tiene alma.  La acumulación de riqueza es al mismo tiempo acumulación de miseria.

Sobrevino entonces una primera oleada neoliberal inaugurada por Margaret Thatcher y Ronald Reagan que tuvo eco en Colombia, con César Gaviria, el destructor del agro y la industria nacionales. Esto originó una derrota de los partidos no tradicionales, “socialistas” y del movimiento de la izquierda en general que entró en una era de crisis ideológica e inmovilización de las masas trabajadoras. En el mundo ocurrió un triunfo del capitalismo que un filósofo político denominó “el fin de la historia”. Todo ese dominio del capital se afianzó con la caída del muro de Berlín y de los regímenes del “socialismo real” que en el fondo eran un falso socialismo.

El socialismo sigue siendo una utopía, un proyecto político económico a construir. Y el progreso sería propiamente la realización de las utopías. El socialismo es empatía, es el cuidado de La Casa de Todos (Laudato Si), es juntanza, amor, cooperación, justicia; es caminar juntos en pos de las utopías propuestas por los grandes filósofos políticos, por los tatarabuelos indígenas ancestrales. Es entonces una opción, la que tienen todos los oprimidos del mundo. El socialismo no es pecado ni delito. 

Para avanzar al socialismo, la izquierda requiere reinventarse. Sin lucha, sin organización, sin pensamiento, sin conciencia y presencia política, sin conexión con las bases, nada se obtiene. Cada país tiene su historia, cada izquierda tiene una hoja de vida con un acumulado de luchas, conquistas, virtudes y errores. No es igual el recorrido de la izquierda colombiana a la Argentina o a la venezolana. Por lo tanto, el camino a seguir para cada una tiene una agenda distinta.

La izquierda latinoamericana puede aprender del triunfo de Mamdani en Nueva York. ¿Cómo logró este joven de 34 años conquistar un electorado domesticado en contra del socialismo? Mamdani acertó en interpretar las apremiantes necesidades de los neoyorkinos; en su plataforma programática resaltaron los ofrecimientos de guarderías gratuitas, autobuses rápidos también gratuitos mediante la imposición de impuestos a los ricos, y viviendas accesibles con el congelamiento de alquileres. A los indocumentados los atrajo con su plan de protección contra las redadas brutales del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, a través de protestas masivas no violentas como las huelgas en los institutos. Mamdani se ganó a los trabajadores al mostrarse como un antielitista, a favor de mayores salarios y menos oligarcas. Se inclinó hacia el merecimiento que tiene la clase trabajadora de la seguridad económica y la dignidad; para lograrlo prometió hacer pagar tales costos a los multimillonarios. De esta forma logró canalizar la ira de los estadounidenses hacia los grupos de poder, las grandes empresas.


City Building, America Today, 1930, Thomas Hart Benton, Nueva York, Metropolitan Museum.

También ayudó a la campaña de Mamdani la decadencia del tibio “centrismo” del Partido Demócrata, los últimos alcaldes de Nueva York nada progresistas, el cansancio que empiezan a sentir los votantes republicanos ante el autoritarismo inútil del emperador, un statu quo quebrado. La victoria se la dieron finalmente los jóvenes millennials, los trabajadores, mujeres liberales de clase media, demócratas desencantados. Sus electores vieron positivamente su talante de outsider, de socialista democrático, empático con los palestinos, alejado de los patrocinios de empresas y partidos tradicionales.

Algunas de las principales enseñanzas del movimiento Socialismo Democrático de América (partido de Mamdani) tienen que ver con la identidad con respecto a la conciencia de clase obrera, también la identificación de las principales demandas populares negadas permanentemente por el neoliberalismo plutocrático que domina el espectro estadounidense. No menos importante fue el saber valorar el declive de los partidos tradicionales, principalmente el sector de la derecha más radical.

La izquierda latinoamericana puede mirar el espejo de esas elecciones atípicas que dieron ganador a quien menos probabilidad tenía, quien con una precisa estrategia y un equipo de 90.000 voluntarios volteó los pronósticos. La izquierda puede difundir con pedagogía y paciencia las tesis del socialismo a la latinoamericana. Para avanzar de un socialismo democrático reformista a un socialismo puro donde la contradicción capital / trabajo pueda ser superada. La izquierda tiene un acumulado histórico de luchas sociales que permiten una corrección de errores, una cualificación de los objetivos del proyecto político, una reorganización de sus cuadros y bases militantes. No va a empezar de cero; es rico el historial en su devenir.

La izquierda de Colombia ha sido perseguida a sangre y fuego. Desde que surgieron las primeras huelgas, las matanzas de trabajadores fueron la respuesta oficial. Evoquemos la masacre de las bananeras. Los partidos de izquierda han sido reprimidos, saboteados y masacrados. Desde la fundación del primer partido marxista, Partido Socialista Revolucionario, con María Cano como cofundadora, pasando por el Partido Comunista, La Unión Patriótica, y hoy en día el Pacto Histórico al que quieren liquidar por la vía administrativa con vetos y sanciones. El sindicalismo también ha sido barrido, muchas organizaciones sindicales fueron desmanteladas, otras destruidas con hostigamiento y homicidios. Como resultado de la persecución al movimiento político legal, los socialistas y revolucionarios se vieron empujados a crear la resistencia armada, que desembocó en una cruenta guerra donde cayó pueblo uniformado de un lado y del otro.

Las condiciones que satanizan a todas las organizaciones de izquierda persisten en el país a pesar de que un gobierno progresista rige las dinámicas públicas por primera vez.  Los retos de la izquierda colombiana pasan por recomponer sus bases sociales; la desindustrialización propiciada por la errónea apertura económica, la importación de alimentos, la ausencia de una reindustrialización, llevaron a perder muchos trabajadores en la base de apoyo. Se suma a esto, la prohibición de formar sindicatos en las nuevas empresas semiindustriales y de servicios. El sector servicios está empleando mucha mano de obra joven apenas calificada para rendir en su trabajo pero poco apta y disponible para emprender la defensa de sus derechos por la vía de la militancia organizativa.

Otro reto para la izquierda consiste en democratizar la participación en importantes decisiones. Las cúpulas burocráticas han estancado el crecimiento y fortaleza del movimiento político, generando simultáneamente divisiones y descontento en las bases populares. Una tarea inaplazable sería juntar los movimientos sociales del campo con los urbanos. Juntar también a la juventud universitaria, el profesorado y el movimiento artístico con los campesinos y obreros. Igualmente, asumir en el discurso una defensa al protagonismo de los trabajadores manuales e intelectuales con su derecho político a incidir en el modelo de desarrollo de la nación.

Es indispensable identificar las principales cargas económicas que agobian al colombiano trabajador, a los pequeños y medianos comerciantes y empresarios, a los estudiantes, profesionales, madres cabeza de familia. Para registrarlas en un programa de gobierno. Los colombianos somos esclavos de cobros y tributos injustificados; nos empobrecen los altos costos de los servicios públicos, los peajes, los costos notariales, las cámaras de comercio, los arriendos en alza, los costos bancarios, los impuestos de seguridad y convivencia, el alto IVA, los altos impuestos prediales.

¿Por qué una casa que costó tanto esfuerzo conseguir debe pagar impuestos? ¿Por qué se cobran impuestos sobre las herencias de un bien que es familiar? ¿Por qué se cobran ganancias ocasionales con la venta de una propiedad? En la China “comunista” no se cobra ningún impuesto a las viviendas; éstas son intocables por la función que prestan, es un lugar para vivir en paz. Razón tenía el escritor Oscar Wilde cuando dijo en su ensayo El alma del hombre bajo el socialismo que “la propiedad privada es una verdadera calamidad (…) La propiedad tiene tal número de deberes que su posesión constituye un verdadero semillero de disgustos. Una serie interminable de responsabilidades, una continua consagración a los negocios, una preocupación intolerable: tal es el resultado”.

En el socialismo, la propiedad privada desaparece, se convierte en propiedad colectiva. Dicen los defensores del capitalismo que el socialismo es malo porque acaba con los derechos individuales y privilegia los colectivos. A esta afirmación contestó hace más de un siglo el escritor irlandés: “La aceptación de la propiedad privada ha hecho un verdadero daño al individualismo y lo ha hecho confuso, al confundir al hombre con lo que posee. Ha desviado y deformado por completo al individualismo señalándole como finalidad el provecho material y no el progreso espiritual. Hasta el punto de que los hombres han creído que lo importante es tener, olvidando que lo importante es ser (…) El individualismo es, pues, el fin que alcanzaremos por medio del socialismo”.

La industria de Detroit o el hombre y la máquina, pared norte, 1933, Diego Rivera, Detroit, Institute of Arts

Zohran Mamdani, alcalde electo, se propone recaudar fondos para financiar programas sociales y empoderar a la clase trabajadora de Nueva York. Será un socialista reformista, maniobrando dentro del corazón de la economía corporativista. Intentará mejorar los derechos laborales, crear tiendas de alimentación municipales y viviendas públicas. Pretenderá cambiar positivamente las vidas de los habitantes, gestionar el capitalismo en interés de los trabajadores con miras en el largo plazo de la autoemancipación de esos mismos trabajadores. Gobernará limitado por las leyes burguesas, pero empieza en la yugular del capitalismo el camino hacia un mundo sin explotación ni opresión. Cualquier logro en favor de los neoyorkinos de a pie constituirá un reto a las políticas depredadoras y belicistas de ese país.

El socialismo es mucho más que una mejor distribución de la riqueza para todos. El socialismo busca romper con el capitalismo, sistema de producción y consumo que ya cumplió su mejor ciclo pero que viene generando desigualdad y muerte a chorros. El gran problema del capitalismo es la contradicción entre el capital y el trabajo. La contratación de trabajo se apropia del excedente o plusvalor que enriquece obscenamente a los capitalistas, a la vez que la depauperación social crece como espuma. El socialismo pretende que los trabajadores controlen la producción y la inversión, mientras el Estado ejecuta las necesidades básicas o derechos fundamentales. Es decir, se obtiene la superación de la contradicción capital / trabajo, a través de la supremacía y valoración del trabajo que es realmente quien origina la riqueza de las naciones.  En el socialismo, los trabajadores abandonan el anonimato y se convierten en sus propios gobernantes. La jerarquía y la exclusión son reemplazadas por la inteligencia y la creatividad laboral. Es bajo un sistema de producción socialista donde pueden garantizarse las libertades y dignidad humanas. Es una economía política totalmente distinta a la del capitalismo. El socialismo no es pecado ni delito.


Marcha de la humanidad, 1971, David Alfaro Siqueiros, Ciudad de México, Polyforum Cultural Siqueiros

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