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20/11/2025

Coronel Wilkerson: “Israel está detrás de la escalada de Trump contra Venezuela”

India & Global Left, 15-11-2025

Transcrito, resumido y traducido por Tlaxcala

Lawrence Wilkerson explica por qué USA está intensificando sus acciones contra Venezuela, cuán cerca está Washington de una posible intervención militar y por qué cree que Israel está desempeñando un papel impulsor detrás de la estrategia de Trump hacia Venezuela. También exploramos cuestiones geopolíticas más amplias: • ¿Tiene USA una verdadera gran estrategia después de perder la guerra arancelaria con China? • ¿Se retirará la OTAN de su fallida aventura en Ucrania? • ¿Qué significa para la región la reincorporación efectiva de Siria a la arquitectura usamericana en Oriente Medio? • ¿Está Washington reaccionando a los cambios globales o intensificando ciegamente su postura en múltiples frentes? Si quieres profundizar en el imperio usamericano, la competencia entre grandes potencias y los actores ocultos que dan forma a los conflictos actuales, esta entrevista con el coronel Wilkerson es imprescindible.

 

El episodio se abre con un saludo a los espectadores y un llamado a apoyar el canal mediante suscripciones, membresías o donaciones. El presentador introduce al invitado de la jornada: el coronel Lawrence Wilkerson, coronel retirado del Ejército usamericano y exjefe de gabinete del secretario de Estado Colin Powell. La conversación comienza con un panorama de la escalada usamericana contra Venezuela: el incremento militar en el Caribe, operaciones lanzadas desde Puerto Rico bajo el pretexto de una “guerra contra el narco-terrorismo” y una intensificación de la propaganda. Algunas figuras de la oposición venezolana —como María Corina Machado— son descritas como dispuestas a entregar activos venezolanos a corporaciones gringas, mientras que el presidente Trump expresa abiertamente su deseo de un cambio de régimen en Caracas. La pregunta central planteada a Wilkerson es hasta dónde está dispuesto a llegar Washington.

Wilkerson responde recordando su experiencia en la administración de George W. Bush, señalando que muchas de las prácticas de entonces se están repitiendo ahora con mayor profundidad, amplitud e ilegalidad. Invoca el legado de los juicios de Núremberg y recuerda que su propósito fundamental —expresado por el juez Jackson— era detener las guerras de agresión. Ese principio fue el fundamento moral de Naciones Unidas y de las Convenciones de Ginebra de 1948, destinadas a imponer normas sobre la conducción de la guerra y a establecer el derecho penal internacional. Según Wilkerson, USA está desmantelando hoy —“pieza por pieza, hilo por hilo”— todo el marco jurídico internacional construido tras la Segunda Guerra Mundial. Afirma que USA se ha convertido en el principal perpetrador de guerras de agresión, y Venezuela es su objetivo más reciente.

Explica que la implicación encubierta usamericana se intensificó en 2016, cuando Trump firmó una autorización presidencial que permitía a la CIA operar sobre el terreno. La decisión de Obama en 2015 de declarar a Venezuela una amenaza para la seguridad nacional había preparado el terreno para sanciones y políticas intervencionistas. Wilkerson subraya que no existe diferencia real entre administraciones demócratas y republicanas. Le preocupa, en particular, la elaboración de nuevas justificaciones legales por parte del Departamento de Justicia para los asesinatos extrajudiciales en alta mar —operaciones que ya han dejado decenas de muertos, entre ellos pescadores pobres confundidos con traficantes. En Colombia y Venezuela, algunos pobladores temen salir a pescar por miedo a ser asesinados. Esto ilustra, según él, la destrucción del derecho internacional y del debido proceso.

Consultado sobre la posibilidad de una intervención militar, Wilkerson se declara profundamente alarmado. Asegura que Israel desempeña un papel central en las operaciones de inteligencia usamericanas relacionadas con Venezuela desde al menos 2016. Afirma que Trump recibe información engañosa o manipulada, no de las agencias oficiales, sino de intermediarios como Laura Loomer y personas vinculadas a los servicios israelíes, financiadas por sectores de la oposición venezolana. Esta red paralela elude a la comunidad de inteligencia oficial y alimenta operaciones basadas en agendas externas.

Wilkerson detalla luego el ascenso del Mando de Operaciones Especiales (SOCOM), convertido en una estructura militar semiautónoma estrechamente integrada con la CIA. Este dispositivo permite a la agencia ejecutar operaciones de acción directa sin supervisión estricta del Congreso, ya que formalmente son realizadas por el ejército. Cita ejemplos históricos —Mogadiscio, Afganistán, Irak— donde las fuerzas especiales actuaron al margen del mando regional. Afirma que lo mismo sucede ahora en Venezuela, donde unidades especiales, desplegadas en un “buque nodriza” frente a la costa venezolana, llevan a cabo misiones clandestinas sin el conocimiento del mando convencional del Comando Sur. Define esta situación como una ruptura “increíble” y peligrosa del control civil y militar.

El presentador señala que las fuerzas armadas venezolanas están fuertemente politizadas e integradas al proceso bolivariano —a diferencia de Chile en 1973—, lo que dificulta enormemente cualquier golpe de Estado. Wilkerson coincide: la institución militar ha permanecido leal, y los intentos usamericanos de soborno o infiltración probablemente han fracasado. Una intervención enfrentaría no solo a un ejército cohesionado sino también a una mayoría social profundamente opuesta a USA. Wilkerson prevé que un intento usamericano de cambio de régimen desembocaría en una guerra de guerrillas prolongada que USA terminaría perdiendo, con graves consecuencias para Venezuela e incluso para Colombia.

10/11/2025

Cómo Trump y Suecia intentan malvender el Sáhara Occidental
¿El fin de medio siglo de principios?

 Un reportaje de “Konflikt”, Sveriges Radio (7-11-2025)
Realización: Viktor Löfgren
Producción: Anja Sahlberg
Sonido: Fabian Begnert
Transcripción: Solidarité Maroc . Traducción : Tlaxcala 

Version française  النسخة العربية  

Gran parte del mundo de arriba, encabezado por Donald Trump, parece darle la razón a Marruecos sobre el Sáhara Occidental ocupado. ¿Está colapsando el derecho internacional?

Suecia, otrora defensora del derecho internacional, ha suavizado su postura sobre el Sáhara Occidental. Un giro simbólico justo cuando la ONU reconoce la propuesta marroquí de autonomía. “Konflikt” cuenta este cambio global.

Participantes: John Bolton, diplomático usamericano y exasesor de seguridad nacional de Donald Trump; Sara Yerkes, analista del grupo de reflexión usamericano Carnegie; Manuel Devers, jurista francés que llevó ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea los asuntos relacionados con el acuerdo comercial entre la UE y Marruecos; Erik Hagen, de Western Sahara Resource Watch; Jytte Guteland, diputada socialdemócrata miembra de la Comisión de Asuntos Europeos, Senia Bachir, representante del Polisario en Suecia, Mouaad Joumani, activista pro marroquí que presiona a favor del plan de autonomía de Marruecos para el Sáhara Occidental, Dahar Rahmouni, activista saharaui. El Gobierno sueco y el ministro de Comercio, Benjamin Dousa, son duramente criticados en este episodio. Durante dos semanas, Konflikt intentó en varias ocasiones conseguir una entrevista para que el ministro pudiera responder a las críticas y aclarar el razonamiento del Gobierno, pero el ministro rechazó la entrevista.

 


En el Parlamento, el hombre de los mil correos electrónicos

Cada semana, los diputados suecos ven aparecer el mismo nombre en sus bandejas de entrada: Mouaad Joumani.
El mismo tono, la misma convicción: « La verdad sobre el Sáhara Occidental debe salir a la luz. »

Para este habitante de Gotemburgo, el Sáhara Occidental —ese territorio desértico al sur de Marruecos, bañado por el Atlántico— no es una colonia, sino parte integrante del reino.
Una afirmación que contradicen varias sentencias de la Corte Internacional de Justicia.

Durante mucho tiempo su discurso fue marginal, pero hoy resuena hasta en los pasillos del poder. En octubre de 2025, Suecia y otros países occidentales parecen dispuestos a reconsiderar la cuestión saharaui. En Nueva York, el Consejo de Seguridad está a punto de dar un paso inédito: reconocer el plan marroquí de autonomía como “la solución más realista”.

Un pueblo exiliado, dos realidades

Para entender este cambio, la periodista Anja Salberg viajó a los campamentos de refugiados saharauis del sur de Argelia.
Allí sobreviven cerca de cien mil personas desde 1975, año en que Marruecos anexionó el territorio tras la retirada española.

« Recuerdo el calor del día y el frío de la noche. Los campamentos se convirtieron en ciudades de arena dependientes de la ayuda internacional », relata.
En 2010, se aventuró en El Aaiún, la capital no oficial del Sáhara ocupado, donde conoció a Dahar Rahmouni, un activista torturado por sus ideas.
« Nunca me sentí libre, nunca seguro. Siempre vigilado. »

Hoy los saharauis siguen viviendo entre el exilio y el control: unos en los campamentos argelinos, otros bajo la administración marroquí. Y la promesa de un referéndum sigue sin cumplirse.

Suecia: del faro moral al pragmatismo político

Durante décadas, Suecia encarnó una conciencia internacional. En las instituciones europeas defendía la legalidad frente a la fuerza.
« Suecia era un faro de principios en Europa », explica Erik Hagen, de Western Sahara Resource Watch.
Pero en el otoño de 2025, ese faro titubea: el país que antes defendía la autodeterminación de los saharauis vota a favor de un acuerdo comercial entre la UE y Marruecos, que incluye el Sáhara Occidental.

De la Marcha Verde a la era Trump: el mundo al revés

En 1975, el rey Hasán II convocó la “Marcha Verde”.
España se retiró, Marruecos ocupó el territorio y el Frente Polisario tomó las armas.
Una guerra de dieciséis años terminó con un alto el fuego en 1991 y la promesa de un referéndum que nunca llegó.

Bajo Donald Trump, USA reconoció la soberanía marroquí sobre el Sáhara a cambio de la normalización de relaciones entre Rabat e Israel en los Acuerdos de Abraham.
El exdiplomático John Bolton lo resume con amargura: « Los marroquíes jugaron con maestría.
Trump quería un trofeo diplomático antes de irse. »

Europa, entre el derecho y el comercio

En 2024, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea dictaminó que los acuerdos comerciales con Marruecos violaban el derecho internacional.
Pero un año después, Bruselas introdujo un mecanismo de control para eludir el problema.
Suecia, antes reacia a cualquier compromiso, aprobó esta nueva versión.

La diputada socialdemócrata Jytte Guteland se indigna:
« ¿Cómo podemos condenar la invasión de Ucrania y legitimar la del Sáhara Occidental? »

El ministro de Comercio, Benjamin Dousa, respondió con cautela:
« Tenemos en cuenta la complejidad del caso y las nuevas garantías europeas. »

Cuando la ley dice no

En Estocolmo, el abogado Manuel Devers, representante del Frente Polisario ante el Tribunal de Justicia de la UE, desmonta este argumento:
« La Unión pretende etiquetar como marroquíes productos que proceden del Sáhara Occidental. Es una violación flagrante del derecho. »
Afirma que solo el Polisario, reconocido por la ONU, puede otorgar consentimiento.
Denuncia una “política de simulación” y advierte:
« Si Europa deja de respetar sus propias normas, destruye su credibilidad y la del derecho internacional. »

Otro rostro de Suecia

En Estocolmo, Senia Bashir, representante del Polisario, acaba de regresar de los campamentos de Tinduf, donde creció.
« En los años 80, la ropa enviada desde Suecia llegaba con postales y palabras de amistad. Para nosotros, Suecia simbolizaba la solidaridad. »
Hoy, confiesa, lleva un mensaje distinto: « Suecia nos ha dado la espalda. »

El relato marroquí

Por su parte, Mouaad Joumani celebra: « No es una colonia. Marruecos construye, invierte, crea empleo. Ocho mil millones de dólares para desarrollar la región. » Defiende la propuesta marroquí de autonomía, comparable a la de Cataluña: autogestión local bajo soberanía nacional. « Es el único camino realista », afirma.
El Polisario la rechaza: solo un referéndum puede decidir entre independencia o integración.

La ONU entierra el sueño saharaui

El 31 de octubre de 2025, el Consejo de Seguridad aprueba una resolución histórica: el plan marroquí se convierte en “la solución más viable”. China y Rusia se abstienen; Estados Unidos, Francia y la mayoría de los europeos votan a favor. La analista Sara Yerkes, del Carnegie Endowment, explica: « Desde Trump, muchos países siguieron la tendencia sin llegar al reconocimiento pleno. La idea de un Estado saharaui independiente ha muerto. »Y añade, con cierto desasosiego: « El derecho internacional se ha vuelto secundario. No sé cómo repararlo. » Aun así, aboga por una autonomía sólida con derechos políticos y garantías sobre los recursos. « En 2025, es la única salida practicable. »

Dos realidades, un mismo silencio

En El Aaiún, Mouaad Joumani filma las celebraciones del cincuentenario de la Marcha Verde. Las calles se llenan de banderas rojas con la estrella verde. « No es solo una fiesta —es orgullo, es amor », escribe.

Mientras tanto, Dahar Rahmouni, desde la clandestinidad, envía un mensaje de voz: « Nada ha cambiado. Vivimos bajo vigilancia, detenidos sin razón. El mundo solo se interesa por nuestros recursos, no por nuestros derechos. » Y añade:
« Espero que el mundo no le dé completamente la espalda al derecho internacional. »

Un mundo que bascula

Cincuenta años después de la Marcha Verde, el Sáhara Occidental sigue atrapado entre el derecho y la fuerza, entre la promesa y el abandono. Suecia, antaño símbolo de coherencia moral, se ha unido al campo del realismo político.
Y el derecho internacional, una vez más, cede bajo el peso del poder.

 

 

20/10/2025

Israel entre una guerra de exterminio y una guerra electoral

Ameer Makhoul, Progress Center for Policies, 18.10.2025

إسرائيل بين حرب الإبادة وحرب الانتخابات

Traducido por Tlaxcala

Guerra en todos los frentes, por Patrick Chappatte

Introducción

El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu y el ministro de Defensa Israel Katz han vuelto a amenazar con reanudar la guerra contra la Franja de Gaza, advirtiendo del uso de la fuerza si Hamás no entrega los cuerpos de los cautivos y detenidos israelíes.
Al mismo tiempo, el ministro de Asuntos Estratégicos, Ron Dermer, ha intensificado sus contactos con la administración Trump, presentando informes de inteligencia que afirman que Hamás posee la capacidad de devolver un gran número de cuerpos, un movimiento interpretado como una preparación para obtener luz verde usamericana a una nueva escalada militar.

Mientras tanto, el Foro de Familias de los Cautivos y Detenidos emitió un llamamiento público a Netanyahu exigiendo la reanudación de la guerra a menos que se devuelvan todos los cuerpos, transformando una demanda humanitaria en un instrumento político dentro de la lucha interna por el poder en Israel.

La guerra al servicio de la política interna
Las renovadas amenazas de guerra de Israel parecen estar impulsadas más por necesidades políticas y electorales que por objetivos militares inmediatos. Netanyahu y Katz incluso han rebautizado la guerra contra Gaza, pasando de “Espadas Doradas” a “Guerra de la Resurrección” o “Guerra del Renacimiento”, intentando reformular el relato israelí y presentarlo como parte de una “Guerra de los Siete Frentes”: Líbano, Siria, Yemen, Irak, Irán, Cisjordania y Gaza.

Con este cambio de imagen, Netanyahu busca desviar las exigencias de rendición de cuentas por los acontecimientos del 7 de octubre de 2023, especialmente la creación de una comisión oficial de investigación, que sigue rechazando bajo el pretexto de que “no se puede investigar en tiempos de guerra”. Esta estrategia está estrechamente vinculada a las elecciones previstas para el verano de 2026.

Las lagunas del Plan Trump y sus repercusiones regionales
Las amenazas israelíes coinciden con el debate en curso sobre los detalles del “Plan Trump” para poner fin a la guerra, descrito por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Egipto como “lleno de lagunas”. Entre los asuntos aún sin resolver se incluyen:

  • El intercambio de cuerpos y prisioneros.
  • El desarme de Gaza y de Hamás.
  • La retirada gradual de Israel.
  • La gobernanza y reconstrucción en la fase posguerra.

Las estimaciones palestinas sitúan el costo de la reconstrucción de Gaza entre 60 y 70 mil millones de dólares. Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos habrían manifestado una disposición condicional a contribuir con unos 20 mil millones cada uno, siempre que haya estabilidad, desarme y retirada de Hamás del poder, lo que indica que la ayuda financiera está estrechamente vinculada al marco político y de seguridad emergente.


La regla de Netanyahu…
— En una lucha por la supervivencia, ¡las medidas extremas están justificadas!
— … ¡Especialmente si se trata de la supervivencia de mi carrera política!
David Horsey

La dimensión electoral interna
Una encuesta del diario Maariv mostró una mejora en la posición de la coalición gobernante tras la liberación del último grupo de cautivos vivos. El apoyo al partido Likud aumentó, mientras que el partido Sionismo Religioso, liderado por Bezalel Smotrich, superó el umbral parlamentario. Por el contrario, el partido de Benny Gantz cayó por debajo de dicho umbral.
La encuesta proyectó 58 escaños para la oposición, 52 para la coalición y 10 para los partidos árabes, que podrían aumentar en las próximas elecciones.

Para Netanyahu, esta configuración es ideal: le permite formar una minoría de bloqueo que impide a la oposición establecer un gobierno sin depender de un partido árabe, una situación inaceptable dentro del consenso sionista. Así, Netanyahu podría mantenerse como primer ministro interino a largo plazo, con una supervisión parlamentaria mínima, lo que explica su interés en elecciones anticipadas si las tendencias se mantienen.

Entre la opción de la guerra y la necesidad de estabilidad
Pese a la retórica belicista, las limitaciones internas e internacionales reducen la probabilidad de una reanudación de la guerra. El cansancio militar, moral y económico dentro de Israel, junto con la falta de luz verde usamericana, convierten una nueva ofensiva en un riesgo político más que en una oportunidad estratégica.

El Plan Trump —que cuenta con un amplio respaldo regional e internacional, constituye la piedra angular del enfoque de Washington para restaurar el equilibrio en Oriente Medio, especialmente mientras busca concluir acuerdos de normalización con Arabia Saudí e Indonesia. El fracaso en su aplicación socavaría la confianza en la capacidad usamericana para gestionar los arreglos regionales.

El dilema de los cuerpos y el papel de los actores regionales
El tema de los cuerpos de los cautivos es una prueba real de la durabilidad del acuerdo. Fuentes israelíes reconocen grandes obstáculos logísticos debido a la destrucción de la infraestructura y de los túneles de Gaza, donde se cree que permanecen enterrados muchos cuerpos.

El gobierno de Netanyahu ha rechazado categóricamente permitir el uso de equipos turcos para las labores de recuperación, una decisión política destinada a frenar la influencia de Ankara y a aprovechar su postura sobre Siria. No obstante, crece en Israel un sector que aboga por una administración de Gaza dirigida por la Autoridad Palestina, a fin de evitar un vacío administrativo que pueda beneficiar a Hamás u otros actores externos.

Conclusión
La amenaza de Israel de reanudar la guerra es, ante todo, una maniobra electoral y mediática destinada a movilizar el apoyo interno y explotar la cuestión de los cautivos con fines políticos.

No hay indicios concretos de una intención real de reiniciar la guerra, dadas la falta de apoyo usamericano, el agotamiento social y militar, y la fuerte oposición dentro del ejército.
El cambio de nombre de la guerra a “Guerra de la Resurrección” refleja un intento de eludir las investigaciones y la rendición de cuentas por los fracasos del 7 de octubre.
Las decisiones israelíes fundamentales —de guerra o de paz— siguen estrechamente ligadas al cálculo electoral de Netanyahu y a sus esfuerzos por preservar el poder.
El factor decisivo en la próxima etapa será el compromiso de Washington con el Plan Trump, que por ahora sigue siendo el único marco viable para el escenario israelí-palestino.

14/10/2025

Después de ,Sharm el-Sheij: ¿Sobrevivirá la coalición de Netanyahu?

English  عربية

Ameer Makhoul, Progress Center for Policies , 14-10-2025
Traducido por Tlaxcala

 Introducción

Con un tono marcado por lo que podría describirse como “humor trumpiano”, a veces rozando el caos, el presidente Donald Trump dirigió mensajes a la Knéset israelí — mensajes que revelaron un doble discurso, dirigido tanto a la élite política israelí como al público general.

Este artículo analiza el contenido de dichos mensajes y sus posibles implicaciones para el futuro de la coalición gobernante encabezada por Benjamín Netanyahu.

 

I. Los mensajes de Trump a la clase política israelí

De manera directa y espontánea —aunque no completamente improvisada—, Trump pidió al presidente israelí Isaac Herzog que utilizara su autoridad constitucional para otorgar a Netanyahu un indulto presidencial, poniendo fin a sus juicios y eliminándolos de manera definitiva.

También se dirigió al propio Netanyahu en un tono “paternal”, instándolo a ser “amable” con el líder de la oposición, Yair Lapid, quien había hablado en nombre del bloque opositor.

Con estas dos observaciones, Trump colocó tanto a Netanyahu como a Lapid en una posición de deuda política hacia él, presentándose como su salvador y reforzando su dependencia de su liderazgo.

El nuevo enfoque usamericano, bajo el lema de “America First”, parece poco dispuesto a continuar el modelo tradicional en el que el lobby proisraelí actúa como intermediario decisivo en la formulación de la política de EE. UU.

En cambio, redefine la relación para que Estados Unidos sea el principal guardián de los intereses de Israel, según una visión estrictamente usamericana, y no al revés.

II. Interpretación del trasfondo de la posición usamericana

Estas dos declaraciones revelan un impulso hacia un compromiso interno israelí inspirado en el espíritu de “unidad nacional”.

Trump aprovechó su discurso ante la Knéset para enviar mensajes relacionados con la estabilización de la fase política posterior a la guerra.

Su administración considera que la coalición gobernante actual podría obstaculizar esta etapa, pero también que Netanyahu es el único capaz de guiar a Israel del discurso de la “guerra perpetua” hacia una paz regional y una prosperidad compartida entre israelíes y palestinos.

III. Israel entre el aislamiento y la sumisión al dominio usamericano

Trump subrayó que las victorias militares de Israel fueron posibles gracias al apoyo usamericano y prometió que su administración trabajaría para poner fin al aislamiento internacional de Israel.

Al mismo tiempo, enfatizó que esos logros debían atribuirse personalmente a él, centrando su mensaje en Netanyahu más que en el gobierno en su conjunto.

Sin embargo, Trump descubrió rápidamente que poner fin al aislamiento regional e internacional de Israel era mucho más complicado de lo previsto.

Esto se reflejó en la controversia por la ausencia de Netanyahu en la Cumbre de ,Sharm el-Sheij (13 de octubre de 2025), donde las decisiones de la Corte Penal Internacional (CPI) pesaban fuertemente, creando riesgos legales para varios líderes europeos si desafiaban las órdenes de arresto contra Netanyahu.

Netanyahu optó por invocar la “santidad de la festividad de Sucot” como pretexto para no asistir, evitando así una humillación que habría revelado la magnitud de su aislamiento político y diplomático, tanto regional como internacional — aunque el principio judío de pikuaj nefesh (“salvar vidas”) habría permitido su participación.

IV. La estrategia regional de Trump

Trump muestra poco interés por los detalles legales o constitucionales internos de Israel, concentrándose en el objetivo usamericano más amplio: consolidar la hegemonía de EE. UU. y garantizar que las soluciones diseñadas en Washington dominen los resultados regionales.

Bajo su liderazgo, Washington parece acercarse a un eje emergente Turquía–Catar–Siria–Indonesia, manteniendo al mismo tiempo la coordinación con el bloque árabe tradicional —Egipto, Arabia Saudita y Jordania— que sigue apoyando la creación de un Estado palestino.

La actual administración usamericana considera este objetivo parte de los arreglos a largo plazo de la región, aunque no sea una prioridad inmediata de Trump.

Esto significa que el plan para poner fin a la guerra de Gaza, acordado en la cumbre de ,Sharm el-Sheij y oficialmente adoptado por Netanyahu, se ha convertido en un entendimiento compartido —aunque el horizonte político de una paz duradera siga sin resolverse.

V. La dimensión religiosa y política del discurso de Trump

En su discurso ante la Knéset y en la cumbre de ,Sharm el-Sheij, Trump invocó “tres mil años de conflicto”, evitando deliberadamente toda referencia a la historia moderna, al derecho internacional o al año 1948.

En su lugar, enmarcó su mensaje en el vínculo religioso entre las tres religiones abrahámicas.

Esta retórica revive la visión “abrahámica” de Trump, que presenta como un marco para resolver disputas históricas sin abordar la esencia política contemporánea del conflicto israelí-palestino.

Así, aunque el cese de la guerra de Gaza parece haber sido acordado por todos los participantes y aprobado oficialmente por Netanyahu, el camino político hacia una paz permanente sigue siendo incierto:

— ¿Se basará en los Acuerdos de Abraham, rechazados por la mayoría de los países árabes?

— ¿O en la creación de un Estado palestino, que el liderazgo israelí actual se niega a aceptar y no ha preparado?

En cualquier caso, un desenlace decisivo parece posponerse hasta después del mandato de Trump, mientras el proceso avanza gradualmente hacia una solución política y, finalmente, la estatalidad palestina.

VI. Las opciones de Netanyahu

Netanyahu se enfrenta ahora a tres escenarios principales:

  • Convocar elecciones anticipadas, buscando un nuevo mandato basado en su creciente popularidad, el apoyo total de Trump y la narrativa de la “victoria”.
  • Gobernar hasta el final de su mandato actual (noviembre de 2026), ante la ausencia de un desafío serio dentro de la coalición o la oposición.
  • Formar un gobierno de unidad nacional, opción que Trump alienta abiertamente para facilitar la implementación de su plan regional.

Si este tercer escenario se materializa, el mandato del gobierno podría ampliarse bajo el pretexto de una “situación de emergencia” vinculada a la ejecución del plan usamericano — permitiendo pasar por alto las excepciones legales y constitucionales, algo que a Trump le preocupa poco.

Conclusión

Trump ha fortalecido la posición de Netanyahu dentro de Israel, consolidando su imagen como “líder indiscutible” capaz de afrontar grandes desafíos y allanando el camino para la idea de un gobierno de unidad nacional alineado con las preferencias usamericanas.

El fin de la guerra es ahora una decisión usamericana, dejando poco margen a una reinterpretación israelí.

Las operaciones militares limitadas en Gaza parecen destinadas a probar la reacción de Washington, mientras que la entrada de fuerzas árabo-palestinas en la Franja podría restringir la libertad de acción de Israel y complicar sus opciones militares.

El resultado práctico es la implementación gradual de las etapas avanzadas del plan usamericano.

El control de Netanyahu sobre el poder se ha endurecido tras la visita de Trump, pero también su dependencia de la estrategia y planificación regional de EE. UU.

Esto coincide con el objetivo de Washington de reestructurar la política interna y los equilibrios partidarios de Israel.

El aislamiento internacional de Israel sigue siendo profundo, y la cumbre de ,Sharm el-Sheij añadió una dimensión jurídica con las órdenes de arresto de la CPI contra Netanyahu — lo que podría llevar a Trump a ejercer presión o manipulación política para socavar dichos procesos judiciales.

 Este monumento en estilo faraónico posmoderno es prácticamente todo lo que queda de una reunión anterior en Sharm el-Sheij, pomposamente llamada la “Conferencia de los Pacificadores”, en marzo de 1996, que reunió a líderes de 29 países, alrededor de Clinton, Mubarak y Shimon Peres.

05/10/2025

GIDEON LEVY
Si, hay que llorar por la sangre derramada: pasarán generaciones antes de que Gaza olvide el genocidio

 Gideon LevyHaaretz, 5-10-2025

Traducido por Tlaxcala

Hace falta un grado extraordinario de optimismo para no estar abatido —o aguafiestas— ante el acuerdo sobre Gaza. Pero se puede: la propuesta tiene sus aspectos positivos.


Palestinos inspeccionan los daños en un barrio residencial tras una operación israelí en la zona, el sábado.
Foto Ebrahim Hajjaj / REUTERS


No se trata de un acuerdo de paz entre Israel y Gaza, lo cual habría sido mucho mejor, sino de un acuerdo que USA impuso a Israel. Desde hace tiempo está claro que solo un acuerdo impuesto puede hacer que Israel cambie. Aquí está. Una señal de esperanza en la continuación de políticas coercitivas usamericanas, sin las cuales nada se movería.

Decenas de miles de vidas se han salvado este fin de semana. El miedo, el hambre, las enfermedades, el sufrimiento y las penurias de más de dos millones de personas podrían empezar a disminuir. El domingo, al menos, tendrán su primera noche de sueño sin la amenaza de los bombardeos sobre sus cabezas expuestas. Cientos de personas más recuperarán su libertad: los 20 rehenes israelíes con vida, los 250 prisioneros palestinos condenados a cadena perpetua en Israel y los 1.800 residentes de Gaza, en su mayoría inocentes, detenidos en Israel.

Sí, en la misma frase: los prisioneros palestinos también tienen familias que han soportado meses o años de angustia e incertidumbre sobre el destino de sus seres queridos. La mayoría merece ser liberada por fin. Ninguno de los 1.800 detenidos de Gaza que serán liberados ha sido juzgado. Ellos también fueron secuestrados. Es mejor no comparar las condiciones de detención: fueron terribles en ambos lados. Por tanto, su liberación es motivo de alegría para todos: todos los cautivos y todas las familias.

Este acuerdo restaura el orden en las relaciones entre Estados Unidos e Israel: Israel es el Estado cliente y Estados Unidos la superpotencia. En los últimos años, esas definiciones se habían difuminado por completo, hasta el punto de que, especialmente durante las administraciones de Obama y Biden, a veces parecía que Israel era el patrón y Estados Unidos su protectorado. Por fin hay un presidente estadounidense que se atreve a utilizar el enorme poder a su alcance para dictar las acciones de Israel. Las medidas impuestas por Donald Trump son buenas para Israel, aunque pocos lo admitan.

Poner fin a la guerra es, por supuesto, algo bueno para Gaza, pero también es bueno para Israel. No es momento de enumerar todos los terribles daños que esta guerra ha causado a Israel, algunos irreversibles. El mundo no olvidará pronto el genocidio; pasarán generaciones antes de que Gaza olvide.
Detener la guerra ahora es el mal menor para un Israel que ha perdido su rumbo. En los últimos meses, el país ha estado al borde del colapso moral y estratégico. El tío Donald lo devuelve a sus dimensiones originales y tal vez lo encamine hacia un rumbo distinto.

Israel podría haber evitado esta guerra, que solo lo ha perjudicado. Pero también podría haber gestionado su final de otra manera. Negociaciones directas con Hamas y gestos de buena voluntad podrían haber cambiado el curso. Una retirada completa de la Franja de Gaza y la liberación de todos los prisioneros habrían señalado un nuevo comienzo. Pero Israel, como siempre, eligió actuar de otra forma: hacer solo lo que se le impuso.

Gaza, e incluso Hamas, terminan esta guerra de pie. Golpeados, ensangrentados, exhaustos, empobrecidos, pero en pie. Gaza se ha convertido en una Hiroshima, pero su espíritu sigue vivo. La causa palestina había desaparecido por completo de la agenda internacional —otro momento de paz con Arabia Saudí y los palestinos se habrían convertido en los indios americanos de la región— y entonces llegó la guerra y los devolvió a la cima de la agenda mundial. El mundo los ama, el mundo siente compasión por ellos.

No hay consuelo para los habitantes de Gaza, que han pagado un precio indescriptible —y el mundo podría volver a olvidarlos—, pero por ahora, están en el centro del mundo.

Este momento debe aprovecharse para cambiar el estado de ánimo en Israel: es hora de que los israelíes abran los ojos y vean lo que han hecho.
Quizás no valga la pena llorar por la leche derramada, pero la sangre derramada es diferente. Es hora de abrir la Franja de Gaza a los medios y decirles a los israelíes: “Miren, esto es lo que hemos hecho.”
Es hora de aprender que confiar únicamente en la fuerza militar conduce a la devastación.
Es hora de entender que en Cisjordania estamos creando otro Gaza.
Y es hora de mirar de frente y decir: Hemos pecado, hemos actuado con maldad, hemos transgredido.

JORGE MAJFUD
Los Acuerdos de Paz del adicto hombre blanco

Jorge Majfud para La Pluma y Tlaxcala, 5-10- 2025

 


El 29 de setiembre de 2025, el New York Times informó sobre la reunión en la Casa Blanca entre el presidente Trump y el primer ministro de Israel Netanyahu. Su titular de portada fue: “Trump y Netanyahu le dicen a Hamas que acepte su plan de paz, o de lo contrario…” El subtítulo aclaró esos puntos suspensivos: “El presidente Trump afirmó que Israel tendría luz verde para ‘completar la misión’ si Hamas se negaba a aceptar el acuerdo de cese de hostilidades”.


Cese de hostilidades…No es que la historia rime. Se repite. Desde el siglo XV, todos los acuerdos firmados por los imperios europeos fueron a punta de cañón y sistemáticamente ignorados cuando dejaron de servirles o cuando lograron avanzar sus líneas de fuego. Destrucción y despojo sazonado con alguna buena causa: la civilización, la libertad, la democracia y el derecho del invasor a defenderse.

Fue, por siglos, la repetida historia de la diplomacia entre los pueblos indígenas y los colonos blancos, para nada diferente al más reciente caso del “Acuerdo de paz”, propuesto e impuesto bajo amenaza por Washington y Tel Aviv sobre Palestina. La misma historia de la violación de todos los tratados de paz con las naciones nativas de este y del otro lado de los Apalaches, antes y después de 1776. Luego, lo que los historiadores llaman “Compra de Luisiana” (1803), no fue una compra sino un brutal despojo de las naciones indígenas que eran los dueños ancestrales de ese territorio, tan grande como todo el naciente país anglo en América. Ningún indígena fue invitado a la mesa de negociaciones en París, un lugar alejado de los despojados. Cuando alguno de estos acuerdos incluyó a algún “representante” de los pueblos agredidos, como fue el caso del despojo cheroqui de 1835, fue un representante falso, un Guaidó inventado por los colonos blancos.

Lo mismo ocurrió con el traspaso de las últimas colonias españolas (Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Guam) a Estados Unidos. Mientras cientos de siouxs teñían de rojo las nieves de Dakota por reclamar el pago según el tratado que los obligó a vender sus tierras, en París se firmaba un nuevo acuerdo de paz sobre los pueblos tropicales. Ningún representante de los despojados fue invitado a negociar el acuerdo que hizo posible su liberación.

Para Teo Roosevelt, “la guerra más justa de todas es la guerra contra los salvajes (…) los únicos indios buenos son los indios muertos”.  Más al sur: “los negros son una raza estúpida”, escribió y publicó. Según Roosevelt, la democracia había sido inventada para beneficio de la raza blanca, única capaz de civilización y belleza.

Durante estos años, la etnia anglosajona necesitaba una justificación a su brutalidad y a su costumbre de robar y lavar sus crímenes con acuerdos de paz impuestos por la fuerza. Como en la segunda mitad del siglo XIX el paradigma epistemológico de las ciencias había reemplazado a la religión, esa justificación fue la superioridad racial.

Europa tenía subyugada a la mayoría del mundo por su fanatismo y por su adicción a la pólvora. Las teorías sobre la superioridad del hombre blanco iban de la mano de su victimización: los negros, marrones, rojos y amarillos se aprovechaban de su generosidad, mientras amenazaban a la minoría de la raza superior con un reemplazo de la mayoría de las razas inferiores. ¿Suena actual?

Como esas teorías biologicistas no estaban suficientemente fundadas, se recurrió a la historia. A finales del siglo XIX pulularon en Europa teorías lingüísticas y luego antropológicas sobre el origen puro de la raza noble (ariaIrán), la raza blanca, proveniente de los vedas hindúes. Estas historias, arrastradas de los pelos, y los símbolos hindúes como la esvástica nazi y lo que hoy se conoce como la estrella de David (usada por diferentes culturas siglos antes, pero originarios de India) se popularizaron como símbolos raciales en la letra impresa.

No por casualidad, es en este momento en que las teorías supremacistas y el sionismo se fundan y se articulan en sus conceptos históricos, en la Europa blanca, racista e imperialista del norte. El mismo fundador del sionismo, Theodor Herzl, entendía que los judíos pertenecían a la superior “raza aria”.

Hasta la Segunda Guerra Mundial, estos supremacismos convivieron con ciertas fricciones, pero no las suficientes como para que les impida formar acuerdos, como el Acuerdo Haavara entre nazis y sionistas que, por años, trasladó decenas de miles de judíos blancos (de “buen material genético”) a Palestina. Los primeros anti sionistas no fueron los palestinos que los recibieron, sino los judíos europeos que resistieron el Acuerdo de limpieza étnica. Al mismo tiempo que se colonizó y despojó a los palestinos de sus tierras, se colonizó y despojó al judaísmo de su tradición.

Cuando los soviéticos arrasaron con los nazis de Hitler, ser supremacista pasó a ser una vergüenza. De repente, Winston Churchill y los millonarios estadounidenses dejaron de presumir de ser nazis. Antes, la declaración Balfour-Rothschild de 1917 fue un acuerdo entre blancos para dividir y ocupar un territorio de “razas inferiores”. Como dijo el racista y genocida Churchill, por entonces ministro de Guerra: “Estoy totalmente a favor de utilizar gases venenosos contra las tribus no civilizadas”.

Pero la brutal irracionalidad de la Segunda Guerra también liquidó la Era Moderna, basada en los paradigmas de la razón y el progreso. Las ciencias y el pensamiento crítico dejaron paso a la irracionalidad del consumismo y de las religiones.

Es así como los sionistas de hoy ya no insisten en la ONU y en la casa Blanca sobre su superioridad racial de arios sino en los derechos especiales de ser los semitas elegidos de Dios. Netanyahu y sus escuderos evangélicos citan mil veces la sacralidad bíblica de Israel, como si él y el rey David fuesen la misma persona y aquel pueblo semita de piel oscura de hace tres mil años fuesen los mismos jázaros del Cáucaso que en la Europa de la Edad Media adoptaron el judaísmo.

El acuerdo de Washington entre Trump y Netanyahu para que sea aceptado por los palestinos es ilegítimo desde el comienzo. No importa cuántas veces se repita la palabra paz, como no importa cuántas veces se repite la palabra amor mientras se viola a una mujer. Será por siemrpe una violación, como lo es la ocupación y el apartheid de Israel sobre Palestina.

El martes 30 de setiembre, el Ministro de Guerra de Estados Unidos, Pete Hegseth, reunió a sus generales y citó a George Washington: “Quien anhela la paz debe prepararse para la guerra”, no porque Washington “quiera la guerra, sino porque ama la paz”. El presidente Trump remató: sería un insulto para Estados Unidos que no le otorgasen el Premio Nobel de la Paz.

En 1933, en su Discurso en el Reichstag, el candidato al Nobel de la Paz, Adolf Hitler, declaró que Alemania solo anhelaba la paz. Tres años después, luego de militarizar Renania, insistió que Alemania era una nación pacifista que buscaba su seguridad.

Aunque el nuevo acuerdo entre Washington y Tel Aviv sea aceptado por Hamas (una de las creaturas de Netanyahu), tarde o temprano será violado por Tel Aviv. Porque para la raza superior, para los pueblos elegidos, no existen acuerdos con seres inferiores sino estrategias de saqueo y aniquilación. Estrategias de demonización del esclavo, del colonizado, y de victimización del pobre hombre blanco, ese adicto a la pólvora―ahora polvo blanco.



02/09/2025

PINO ARLACCHI
El Gran Chascarro de Venezuela como “narco-Estado”: la geopolítica del petróleo disfrazada de guerra contra las drogas

Pino Arlacchi, L’Antidplomatico, 27-8-2025
Traducción: El Universal

Pino Arlacchi (Gioia Tauro, 1951) es un sociólogo, político y funcionario italiano. De 1997 a 2002 fue subsecretario general de las Naciones Unidas y director ejecutivo de la ONUDD/UNODC, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito

 
Durante mi mandato como director de la ONUDD, la agencia de la ONU contra la droga y el delito, estuve en Colombia, Bolivia, Perú y Brasil, pero nunca visité Venezuela. Simplemente, no hubo necesidad. La cooperación del gobierno venezolano en la lucha contra el narcotráfico era una de las mejores de Sudamérica; se puede comparar solo con el impecable historial de Cuba. Este hecho, en la delirante narrativa de Trump de «Venezuela como narcoestado», suena a una calumnia geopolíticamente motivada.


Pero los datos, publicados en el Informe Mundial sobre Drogas 2025, de la organización que tuve el honor de dirigir, cuentan una historia opuesta a la que difunde la administración de Trump. Una historia que desmonta pieza por pieza el entramado geopolítico construido alrededor del “Cartel de los Soles”, una entidad tan legendaria como el Monstruo del Lago Ness, pero apta para justificar sanciones, embargos y amenazas de intervención militar contra un país que, casualmente, se ubica sobre una de las mayores reservas de petróleo del planeta.

Venezuela según la ONUDD: Un país irrelevante en el mapa del narcotráfico

El informe 2025 de la ONUDD es clarísimo, lo que debería avergonzar a quienes han construido la retórica de la demonización de Venezuela. El informe solo hace una mención mínima y breve de Venezuela, afirmando que una fracción mínima de la producción colombiana de drogas pasa por el país rumbo a Estados Unidos y Europa. Venezuela, según la ONU, se ha consolidado como un territorio libre del cultivo de hoja de coca, marihuana y productos similares, así como de la presencia de cárteles criminales internacionales.

El documento no ha hecho otra cosa que confirmar los 30 informes anuales precedentes, que no hablan de narcotráfico venezolano porque no existe. Solo el 5% de la droga colombiana transita por Venezuela.

Para poner esta cifra en perspectiva: en 2018, mientras 210 toneladas de cocaína transitaban por Venezuela, Colombia producía o comercializaba 2.370 toneladas (diez veces más) y Guatemala, 1.400 toneladas; sí, leyeron bien.

Guatemala es un pasadizo de drogas siete veces más importante que el supuesto temible “narcoestado” bolivariano. Pero nadie habla de ello porque Guatemala produce solo el 0,01% del total mundial de la única droga no natural que le interesa a Trump: el petróleo.

El Fantástico Cártel de los Soles: Ficción al estilo Hollywood

El «Cártel de los Soles» es una creación de la imaginación de Trump. Supuestamente, está liderado por el presidente de Venezuela, pero no se menciona en el informe de la principal agencia antidrogas del mundo, ni en los documentos de ninguna agencia europea ni de casi ninguna otra agencia anticrimen del mundo. Ni siquiera una nota a pie de página. Un silencio ensordecedor, que debería hacer reflexionar a cualquiera que aún tenga un mínimo de pensamiento crítico. ¿Cómo puede una organización criminal tan poderosa, merecedora de una recompensa de 50 millones de dólares, ser completamente ignorada por quienes trabajan en el ámbito antidrogas?

En otras palabras, lo que se vende como un supercartel al mejor estilo Netflix es en realidad el tipo de delitos menores que se encuentran en todos los países del mundo, incluido Estados Unidos, donde además casi 100.000 mueren personas cada año por sobredosis de opioides que no tienen nada que ver con Venezuela, pero sí con las grandes farmacéuticas estadounidenses.

Ecuador: El verdadero centro que nadie quiere ver

Mientras Washington alborota el tema Venezuela, los verdaderos centros del narcotráfico prosperan casi sin ser molestados. En Ecuador, por ejemplo, el 57% de los contenedores de cambures que salen de Guayaquil llegan a Bélgica cargados de cocaína. Las autoridades europeas incautaron 13 toneladas de cocaína de un barco español provenientes de puertos ecuatorianos, controladas por empresas protegidas por funcionarios del gobierno ecuatoriano.

La Unión Europea realizó un informe detallado sobre los puertos de Guayaquil , que describe cómo «las mafias colombianas, mexicanas y albanesas operan ampliamente en Ecuador». La tasa de homicidios en Ecuador se ha disparado de 7,8 por cada 100.000 habitantes en 2020 a 45,7 en 2023. Pero de Ecuador poco se habla. ¿Quizás porque Ecuador produce solo el 0,5% del petróleo mundial y porque su gobierno no tiene la mala costumbre de desafiar el dominio estadounidense en Latinoamérica?

Las verdaderas rutas de la droga: Geografía vs. Propaganda

Durante mis años en la ONUDD, una de las lecciones más importantes que aprendí fue que la geografía no miente. Las rutas de la droga siguen una lógica precisa: cercanía a los centros de producción, facilidad de transporte, corrupción de las autoridades locales y presencia de redes criminales consolidadas. Venezuela no cumple ninguno de estos criterios.

Colombia produce más del 70% de la cocaína a nivel mundial. Perú y Bolivia representan la mayor parte del 30% restante. Las rutas lógicas para llegar a los mercados estadounidenses y europeos pasan por el Pacífico hacia Asia, por el Caribe oriental hacia Europa y por tierra, pasando por Centroamérica hacia Estados Unidos. Venezuela, frontera del Atlántico Sur, se encuentra en desventaja geográfica para las tres rutas principales. La logística criminal convierte a Venezuela en un actor irrelevante en el gran escenario del narcotráfico internacional.

Cuba: El ejemplo embarazoso

La geografía no miente, de hecho, pero la política puede derrotarla. Cuba hoy sigue representando el modelo a seguir de la cooperación antidrogas en el Caribe. Una isla cerca de la costa de Florida, una base teóricamente perfecta para el tránsito hacia Estados Unidos, pero en la práctica, no es utilizada en el tránsito del narcotráfico. Observó repetidamente la admiración de los agentes de la DEA y del FBI hacia las rigurosas políticas antidrogas de los comunistas cubanos.

La Venezuela chavista ha seguido constantemente el modelo cubano en la lucha contra las drogas , inaugurado por el propio Fidel Castro : “cooperación internacional, control territorial y represión de la actividad criminal”. Ni Venezuela ni Cuba han tenido jamás extensiones de tierra cultivadas con cocaína y controladas por grandes delincuentes.

La Unión Europea no tiene intereses petroleros particulares en Venezuela, pero sí tiene un interés concreto en combatir el narcotráfico que afecta sus ciudades. Ha realizado el Informe Europeo sobre Drogas 2025. El documento, basado en datos reales y no en ilusiones geopolíticas, no menciona ni siquiera una vez a Venezuela como ruta del tráfico internacional de drogas.

Esta es la diferencia entre un análisis honesto y una narrativa falsa e insultante. Europa necesita datos confiables para proteger a sus ciudadanos de las drogas, por lo que elabora informes precisos. Estados Unidos necesita justificar sus políticas petroleras, por lo que producen propaganda disfrazada de servicios de inteligencia.

Según el informe europeo, la cocaína es la segunda droga más consumida en los 27 países de la UE, pero las principales fuentes están claramente identificadas: Colombia para la producción, Centroamérica para la distribución y África Occidental con diferentes rutas para la distribución.

Venezuela y Cuba simplemente no aparecen

Pero Venezuela está demonizada sistemáticamente, contra cualquier principio de verdad. El exdirector del FBI, James Comey, dio la explicación en su libro de memorias luego de su renuncia, donde habló de las motivaciones inconfesables detrás de las políticas estadounidenses hacia Venezuela: Trump le había dicho que el gobierno de Maduro era «un gobierno sentado sobre una montaña de petróleo que nosotros tenemos que comprar». Entonces, no se trata de drogas, criminalidad o seguridad nacional. Se trata de petróleo que sería mejor no pagar.

Es entonces Donald Trump quien merecería una recompensa internacional por un delito muy preciso: «calumnias sistemáticas contra un Estado soberano con el fin de apropiarse de sus recursos petroleros».