Durante años, muchos emigrantes iraquíes judíos creyeron
que Israel había estado detrás del ataque que destrozó a su comunidad para
acelerar su Aliyá. Un nuevo documental reabre el caso.
Fotograma de “The Baghdad Files”. «Después de trabajar en
esta película, yo también echo de menos Bagdad». Fotos de Ephrati Productions fotoshopeadas
por Yaron Shin (Jewboy)
El 4 de enero de 1951, una fuerte explosión devastó la
sinagoga Masouda Shem-Tov, en el corazón de Bagdad. «La sinagoga fue
bombardeada desde una casa cercana (…) Logré escapar con el resto de la
multitud —unas 600 o 700 personas— que huyó presa del pánico», contó Ezra Naim,
un judío que había emigrado de Irak, a un periodista de Davar un par de
semanas después. El rumor que circulaba entonces entre los judíos de Bagdad era
que emisarios de Israel habían lanzado la granada dentro de la sinagoga.
«Lo había oído también de policías y funcionarios», dijo
Naim. «Muchos judíos de Bagdad y de otras ciudades están encerrados en sus
casas, rezando mucho y esperando la inmigración.»
El informe del 19 de enero en Davar pasó casi
desapercibido, enterrado entre muchas otras noticias. Pero la posibilidad de
que agentes israelíes hubieran arrojado la granada —que mató a cuatro personas
e hirió a decenas— ha indignado y atormentado durante años a muchos inmigrantes
iraquíes.
El director Avida Livni. «Quiero que digan que hice una
buena película.» Foto
David Bachar
Aunque las autoridades iraquíes arrestaron a tres
activistas sionistas tras el ataque —ejecutando a dos de ellos— Israel ha
negado siempre cualquier implicación en este incidente y en otros cuatro
ataques contra la comunidad judía de Bagdad entre 1950 y 1951.
Sin embargo, los judíos bagdadíes siguieron desconfiando.
Incluso tras llegar a Israel, muchos mantuvieron durante décadas que los
responsables de la explosión —considerada un catalizador de la gran ola
migratoria durante la Operación Ezra y Nehemías en los años cincuenta— no eran
enemigos de la comunidad, sino emisarios del propio Estado israelí. Israel
podría haber despejado fácilmente la duda publicando las conclusiones de sus
investigaciones oficiales. En cambio, se ha negado a revelarlas.
Extrañando Bagdad
Más de siete décadas después de la explosión, la
controversia resurge en un nuevo documental: Baghdad Files, dirigido por
Avida Livni, proyectado en el Festival de Cine de Haifa y posteriormente en Kan
11. «Alguien lanzó esa granada, y el hecho de que hoy no sepamos quién lo hizo
se debe a fuerzas que impiden que lleguemos a la verdad», dice Livni. «Cuando
te bloquean el acceso a la verdad, empiezas a buscarla, y solo te quedan
historias y conjeturas. Para un director que busca un documental interesante,
lleno de giros, es un punto de partida fascinante.»
El motor dramático de la película es una caja de
documentos que permaneció durante décadas en los archivos de la Universidad de
Yale sin que nadie la advirtiera. Eran los papeles del periodista israelí
Baruch Nadel, antiguo miembro de la milicia clandestina sionista Lehi, que
escribió para Yedioth Ahronoth y Ha’olam Hazeh, entre otras
publicaciones. En los años cincuenta, Nadel visitó las ma’abarot —campos
de tránsito para los inmigrantes iraquíes recién llegados— y quedó impactado
por sus condiciones inhumanas.
«Me encontré con personas en un proceso de desintegración
mental, física y social», escribió entonces. «Algunos, que habían logrado
preservar su humanidad, me dijeron que habían emigrado porque bombas les habían
sido lanzadas por judíos iraquíes bajo órdenes de Israel.»
A lo largo de los años, Nadel volvió repetidamente a
entrevistarlos y recopiló aún más testimonios. Cada vez más judíos bagdadíes le
aseguraban que emisarios israelíes estaban detrás de los ataques. Nadel
transcribió fielmente sus relatos, pero cuando quiso publicarlos, se enfrentó a
negativas oficiales.
Una década después, cuando un editor israelí le encargó
un libro sobre la Operación Ezra y Nehemías, Nadel dejó claro que escribiría
que Israel había estado detrás de los atentados. Alarmado, el editor canceló el proyecto.
Inmigrantes iraquíes en campos de tránsito, años 1950.
Nadel escribió que encontró «a personas en proceso de desintegración mental,
física y social». Foto
Meitar Collection, Pritzker Family National Photography Collection, Biblioteca
Nacional de Israel
Finalmente, Nadel expresó sus acusaciones en una
entrevista publicada en 1977 en la revista Bamaaracha, centrada en la
discriminación contra los judíos mizrajíes. El resultado fue una demanda por
difamación presentada por Mordejai Ben-Porat, uno de los organizadores de la
inmigración judía iraquí.
Nadel comenzó a preparar su defensa, pero su vida se
derrumbó. Su hija, entrevistada en la película, cuenta que, tras la muerte de
su hijo, él decidió abandonar todo. Firmó un acuerdo con Ben-Porat, dejó Israel
por USA, depositó sus archivos personales en Yale —con una nota dirigida al
«futuro investigador de este material»— y murió en Nueva York en 2014.
Tres años después, los profesores Yehouda
Shenhav-Shahrabani y Hannan Hever descubrieron los documentos y publicaron un
artículo titulado Violence in Baghdad (1950–1951), Violence of the Archives.
Según Livni, fue el periodista Itay Ziv [crítico de televisión de Haaretz] quien le habló por primera vez del
hallazgo y propuso hacer un documental.
El secreto y la ocultación no hacen sino profundizar las
sospechas. Nadie investigó esto tan a fondo como Baruch Nadel, y él tenía
nombres específicos, recurrentes. Lamento sobre todo no haber hecho esta
película hace diez años, cuando aún había muchos más testigos.
Avida Livni
Debido a la pandemia, Livni no pudo consultar los
documentos físicamente y pasó horas delante del ordenador leyendo el material
digitalizado. «Era como leer una novela de suspense», dice. «Me quedaba
despierto toda la noche leyendo los testimonios. Había de todo: historias
personales, documentos, conclusiones. En un momento pensé: ya tenemos película,
incluso si no hay una respuesta definitiva a quién lanzó la granada.»
En lugar de realizar un relato histórico lineal, Livni
eligió centrar la película en la caja de documentos. Según él, contiene unos
117 testimonios recopilados por Nadel. El espectador sigue su investigación a
través de los años cincuenta, sesenta y setenta. Se entrelazan testimonios
nuevos de sobrevivientes actuales —como Geula El’ani, que recuerda a su madre
decir que la clandestinidad judía lanzó la granada— junto a descendientes de
segunda y tercera generación que siguen cargando heridas sin cerrar.
Nadel en 1972. Dejó sus hallazgos «al futuro investigador de este material». Foto The Dan Hadani Collection, Biblioteca Nacional de Israel
Una comunidad judía próspera antes del éxodo
Baghdad Files relata la historia de
la comunidad judía de Irak, bien establecida y próspera, una gran parte de la
cual —pese al trauma del pogromo del Farhud en 1941— continuó viviendo
cómodamente junto a sus vecinos musulmanes. Por eso, tras la creación de
Israel, muchos no tenían prisa por hacer aliyá. A diferencia de las clases
populares, las élites —médicos, comerciantes, intelectuales— evitaron
inscribirse para emigrar.
En el documental, Shenhav-Shahrabani señala que en abril
de 1949 se propuso en el Mossad Le’Aliyah Bet (ramo de la Haganh encargado de la inmigración) arrojar «granadas de susto» en
cafés frecuentados principalmente por judíos, junto con panfletos instándolos a
abandonar Irak, para acelerar su salida. Tras el ataque de la sinagoga en 1951,
más de 80 000 judíos solicitaron renunciar a su ciudadanía iraquí para emigrar
a Israel: en pocos meses, la comunidad prácticamente desapareció.
La película muestra una Bagdad vibrante y floreciente
antes de los ataques. «Esa granada simboliza la pérdida —la ruptura violenta de
todo eso», dice Livni. «Después de trabajar en esta película, yo también echo
de menos Bagdad.» Fotografías raras de la sinagoga Masouda Shem-Tov y relatos
de niños asesinados y familias separadas ofrecen una imagen de pérdida
colectiva. El testimonio de El’ani sobre el niño huérfano asesinado ante sus
ojos —abandonado allí por sus padres adoptivos para que lo llevaran a Israel—
es especialmente desgarrador.
El profesor Yehouda Shenhav-Shahrabani. Habló de «granadas de susto»
lanzadas en cafés. Foto Avner Shahaf
«Y luego llegan aquí, y de repente ven que quizá no es
mejor aquí», dice Livni. «Algunos hablaban de un “sionismo cruel”, que era
mejor hacer un sacrificio allá para traer a todos aquí y construir un país.
Digamos que, en términos fríos y matemáticos, quizá es cierto. Pero ese niño
huérfano abandonado —¿qué matemática justifica eso?»
Para Livni, el caso de la granada no es solo un hecho
histórico, sino una parábola permanente sobre decisiones políticas e
institucionales tomadas a costa de individuos. «Esto pasa en todas partes: la
gran matemática destruye la vida de quienes solo quieren vivir», señala. «La
guerra, los desalojos, las promesas rotas… El establishment siempre miente
porque debe protegerse. Si dijera la verdad, casi no habría películas ni libros
ni investigaciones.»
«El establishment siempre miente»
Según Livni, el establishment mintió cuando envió
ciudadanos a asentarse en el Sinaí ocupado sin decirles que pronto serían
desalojados; mintió cuando envió soldados a luchar en los últimos años
prometiendo que si Gaza era ocupada, todo estaría bien; y ha mentido durante
años a los residentes de la frontera de Gaza.
«Estoy haciendo ahora una película sobre los “Zorros de
Kfar Aza”, el equipo de fútbol del kibutz. Algunos miembros fueron asesinados
el 7 de octubre, y el equipo jugó un partido tres días después, en el kibutz
Shefayim —descalzos— porque sus zapatos se habían quemado. Mantienen el equipo
unido con todo lo que tienen. Son personas que no creen en el establishment,
porque los traicionó. Los traicionó mucho antes del 7 de octubre, pero solo
entonces lo comprendieron. Hablas con ellos y enseguida entiendes: tu rol aquí
es ser un peón. Hoy estás aquí, mañana allí.»
El establishment israelí creó comisiones de investigación
sobre el atentado en la sinagoga Masouda Shem-Tov, pero sus conclusiones siguen
clasificadas. En Baghdad Files, Livni intenta acceder a estos materiales
y descubre que están guardados en archivos estatales inaccesibles al público.
Nadie puede leerlos.
Escritos de Nadel en la película. «Nadie investigó esto tan a fondo como
él.» Foto “Baghdad Files”
«El secreto y la ocultación no hacen sino profundizar las
sospechas», dice Livni. «Nadel recopiló testimonios por todo el país. Tenía
nombres específicos, repetidos. Fuimos cuidadosos al no mencionarlos
explícitamente, también por consideraciones legales. Lo que más lamento es no
haber hecho esta película diez años antes, cuando todavía había muchos más
testigos vivos.»
Para él, el silencio —el intento del establishment de
enterrar la verdad— es el verdadero peligro. «Es como cuando de niño hiciste
algo malo y esperas el castigo —estás listo para afrontarlo— pero nada ocurre.
Se convierte en un secreto que guardas quizá con unas pocas personas —y ese
secreto arde durante años, no se apaga. Porque todo lo silenciado acaba
vengándose.»
La película muestra que la nueva generación de
inmigrantes iraquíes también busca respuestas. «Es, sobre todo, el deseo de
justicia. El Estado ya está establecido, todos están aquí, pero nuestra
historia quedó atrás. Quieres saber la verdad: por qué mataron a tu abuelo, por
qué murió ese niño», dice Livni. «Quieres saber, y alguien te detiene: “No vas
a saber.” ¿Por qué? Son sus familias. Que revelen la verdad. Que muestren lo
que tienen. Y hay un millón de casos así: los niños yemenitas [denuncias de que miles de niños inmigrantes yemeníes fueron secuestrados y dados en adopción en los primeros años del Estado de Israel], Pfizer [acuerdo entre Israel y Pfizer para suministrar vacunas contra la COVID-19 a cambio de datos médicos]… pero el
establishment no dirá la verdad porque necesita proteger su poder.»
Sin embargo, Livni insiste en que la verdadera prueba de
la película no es su importancia histórica, sino su calidad cinematográfica.
«No quiero que digan que hice algo importante; quiero que digan que hice una
buena película.» Y en efecto, Baghdad Files ofrece algo más que una
crónica histórica: nostalgia por la Bagdad anterior a la explosión, la
investigación de Nadel, las intrigas y el ocultamiento. Livni y la montadora
Tal Shefi logran combinar nostalgia, documental detectivesco, trauma
intergeneracional y una injusticia histórica sufrida por los judíos de países
árabes a manos del establishment asquenazí fundador del Estado.
Al final, la pregunta «¿quién lanzó la granada?» se
desvanece, dejando espacio a otras: ¿qué significa un secreto nacional nunca
revelado? ¿Qué ocurre cuando toda una comunidad lleva una memoria que
contradice la narrativa oficial? ¿Cuál es el precio del silencio? ¿Y quién lo
paga? Baghdad Files cumple el deseo de Nadel para un «futuro
investigador» y demuestra que la historia de Israel no se escribe solo en
documentos oficiales, sino también en memorias y testimonios —mucho más
difíciles de silenciar.
Pendant des
années, de nombreux émigrés irakiens juifs ont cru qu’Israël était responsable
de l’attaque qui a bouleversé leur communauté afin de hâter leur Alyah. Un
nouveau documentaire rouvre le dossier.
Une
image tirée de « The Baghdad Files ». « Après avoir travaillé sur ce film, moi
aussi, soudain, Bagdad me manque ». Images Ephrati Productions photoshoppées
par Yaron Shin (Jewboy)
Le 4 janvier
1951, une forte explosion dévasta la synagogue Masouda Shem-Tov, au cœur de
Bagdad. « La synagogue a été bombardée depuis une maison voisine (…) J’ai
réussi à m’échapper avec le reste de la foule – quelque 600 à 700 personnes –
qui s’est enfuie dans la panique », racontait quelques semaines plus tard Ezra
Naim, un Juif ayant émigré d’Irak, à un journaliste de Davar. La rumeur
qui circulait alors parmi les Juifs de Bagdad était que des émissaires d’Israël
avaient jeté la grenade dans la synagogue.
« J’en avais
entendu autant de la part de policiers et de fonctionnaires », ajoutait Naim. «
Beaucoup de Juifs de Bagdad et d’autres villes sont (aujourd’hui) enfermés chez
eux, priant beaucoup et attendant l’immigration. »
Le rapport
publié dans Davar le 19 janvier 1951 fut relégué en page intérieure,
presque perdu parmi de nombreuses autres informations. Mais la possibilité que
des agents israéliens aient jeté cette grenade – qui tua quatre personnes et en
blessa des dizaines – a, au fil des ans, hanté et révolté de nombreux immigrés
irakiens.
Le réalisateur Avida Livni. « Je veux qu’on dise que j’ai fait un bon film.
» Photo David Bachar
Bien que les
autorités irakiennes aient arrêté trois militants sionistes à la suite de
l’attaque, exécutant deux d’entre eux, l’État d’Israël a toujours nié toute
implication dans cet incident, comme dans quatre autres attaques visant la
communauté juive de Bagdad entre 1950 et 1951.
Pourtant,
les Juifs bagdadis sont restés sceptiques. Même après leur arrivée en Israël,
beaucoup ont affirmé pendant des décennies que les responsables de cette
explosion – considérée comme un catalyseur de la grande vague d’émigration
juive d’Irak vers Israël dans le cadre de l’opération Ezra et Néhémie dans les
années 1950 – étaient des émissaires des institutions israéliennes plutôt que
des ennemis de la communauté. Israël aurait facilement pu dissiper le flou
entourant la question en publiant les conclusions de ses enquêtes officielles.
Mais il a refusé de les rendre publiques.
Bagdad leur
manque
Plus de 70
ans après l’explosion, la controverse sur l’identité des auteurs est ravivée
dans un nouveau documentaire : The Baghdad Files, réalisé par Avida
Livni, projeté au festival de Haïfa puis diffusé sur Kan 11. « Quelqu’un a jeté
cette grenade, et le fait qu’aujourd’hui encore on ignore qui l’a jetée tient à
des forces qui nous empêchent d’accéder à la vérité », explique Livni. « Quand
on t’empêche d’accéder à la vérité, tu commences à la chercher, et il ne te
reste que des histoires et des conjectures. Pour un réalisateur qui veut faire
un documentaire intéressant, avec des rebondissements, c’est un point de départ
fascinant. »
Le moteur
dramatique du film est une malle de documents restée pendant des décennies dans
les archives de l’Université Yale sans que personne ne s’y intéresse. Il
s’agissait des papiers du journaliste israélien Baruch Nadel, ancien membre du
Lehi (milice clandestine de la période pré-étatique), qui a écrit pour Yedioth
Ahronoth et Ha’olam Hazeh, entre autres. Dans les années 1950, Nadel
visita les ma’abarot — des camps de transit pour les nouveaux immigrants
irakiens — et fut bouleversé par les conditions de vie insoutenables.
« J’ai
rencontré des gens en plein processus de désintégration mentale, physique et
sociale », écrivait-il alors. « Certains, qui avaient réussi à préserver leur
humanité, m’ont dit qu’ils avaient émigré d’Irak parce que des bombes leur
avaient été jetées dessus par des Juifs irakiens sur ordre d’Israël. »
Au fil des
années, Nadel retourna régulièrement voir des immigrants irakiens et recueillit
des témoignages. De plus en plus d’anciens Juifs bagdadis lui dirent que des
émissaires israéliens étaient derrière les attentats, et Nadel transcrivit
fidèlement leurs témoignages. Mais lorsqu’il voulut publier ceux-ci, il se
heurta à des démentis officiels.
Une décennie
plus tard, lorsqu’un éditeur israélien lui demanda d’écrire un livre sur
l’opération Ezra et Néhémie, Nadel déclara qu’il écrirait qu’Israël avait
orchestré les attentats. L’éditeur, alarmé, retira son offre.
Immigrants
irakiens dans des camps de transit, années 1950. Baruch Nadel écrivait qu’il
avait rencontré « des gens en plein processus de désintégration mentale,
physique et sociale ». Photo Meitar Collection, Pritzker Family National
Photography Collection, Bibliothèque nationale d’Israël
Finalement,
Nadel formula ces accusations dans une interview publiée en 1977 dans Bamaaracha
(« Au combat »), un périodique consacré à la discrimination ethnique envers les
Juifs originaires du Moyen-Orient et d’Afrique du Nord. Cela entraîna une
plainte en diffamation déposée contre lui par Mordekhaï Ben-Porat, l’un des
organisateurs de l’immigration juive irakienne.
Nadel
commença à préparer sa défense — puis sa vie s’effondra. Sa fille, interviewée
dans le film, dit qu’après la mort de son fils, il décida d’abandonner. Il
signa un accord avec Ben-Porat, quitta Israël pour les USA, déposa ses archives
personnelles à Yale — accompagnées d’une note destinée au « futur chercheur sur ce matériel » — et mourut à New York en 2014.
Trois ans
plus tard, les professeurs Yehouda Shenhav-Shahrabani et Hannan Hever
découvrirent ces documents et publièrent un article intitulé Violence in
Baghdad (1950-1951), Violence of the Archives [en cours de traduction par Tlaxcala]. Livni raconte que c’est le
journaliste Itay Ziv (critique TV de Haaretz) qui lui parla pour la
première fois de ce trésor documentaire et lui proposa, ainsi qu’à la
productrice Ayelet Ephrati, d’en faire un film.
Parce que
c’était pendant la pandémie, au lieu de consulter les pages jaunies à Yale,
Livni passa des heures devant son ordinateur à lire les recherches laissées par
Nadel. « C’était comme lire un thriller », dit-il. « Je passais mes nuits à
lire les témoignages qu’il avait rassemblés. Il y a de tout : des histoires
personnelles, des documents, des conclusions. À un moment, je me suis dit : on
a un film, même s’il n’y a pas de réponse définitive à la question de qui a
jeté la grenade. »
Plutôt que
de faire un film historico-chronologique, Livni choisit de centrer l’enquête
sur la malle de Nadel. Selon lui, celle-ci contient quelque 117 témoignages
recueillis par le journaliste. Le film invite le spectateur à suivre la
démarche de Nadel : ses recherches des années 1950, son retour aux témoins dans
les années 1960, ses préparatifs de procès dans les années 1970. De nouveaux
témoignages de survivants encore vivants y sont intégrés, comme celui de Geula
El’ani, qui se souvient de sa mère affirmant que la grenade avait été lancée
par les clandestins juivfs — aux côtés de descendants de deuxième et troisième
génération qui portent encore cette douleur et ces questions sans réponse.
Nadel en
1972. Il a laissé ses conclusions « au futur chercheur de ce matériel ». Photo
Dan Hadani Collection, Bibliothèque nationale d’Israël
Une
communauté juive florissante avant l’exil
Baghdad
Files
raconte l’histoire de la communauté juive d’Irak, prospère et bien établie,
dont une large partie — malgré le traumatisme du pogrom du Farhoud de 1941 —
avait continué de vivre dans un relatif confort aux côtés de ses voisins
musulmans. Après la création d’Israël, beaucoup n’étaient pas pressés de faire
leur alyah. Contrairement aux couches populaires, des élites — médecins,
commerçants, intellectuels — refusèrent de s’inscrire pour l’émigration.
Dans le
film, Shenhav-Shahrabani note qu’en avril 1949 déjà, une suggestion fut faite
au sein du Mossad Le’Aliyah Bet (branche de la Haganah chargée de l’immigration
clandestine) de lancer « quelques grenades d’intimidation dans des cafés
fréquentés principalement par des Juifs, accompagnées de tracts leur ordonnant
de quitter l’Irak » afin d’accélérer l’émigration. En effet, après l’attentat
de la synagogue en 1951, en quelques mois, plus de 80 000 Juifs demandèrent à
renoncer à leur citoyenneté irakienne pour pouvoir partir en Israël — et la
communauté se vida presque d’un seul coup.
Le film
montre Bagdad avant les attaques comme une ville vibrante et prospère où les
Juifs se développaient. « Cette grenade symbolise la perte — la rupture
violente de tout cela », dit Livni. « Après avoir travaillé sur ce film, moi
aussi, soudain, Bagdad me manque. » Des photos rares de la synagogue Masouda
Shem-Tov, ainsi que des récits d’enfants tués et de familles brisées, composent
un tableau de perte collective. Le témoignage d’El’ani sur l’enfant orphelin
tué sous ses yeux — après que ses parents adoptifs l’eurent laissé là pour
qu’il soit emmené en Israël — est particulièrement bouleversant.
Le
professeur Yehouda Shenhav-Shahrabani. Il a parlé de « grenades d’intimidation
» lancées dans des cafés. Photo Avner Shahaf
« Et puis
ils arrivent ici, et soudain ils comprennent que ce n’est peut-être pas mieux
ici », dit Livni. « Certains parlaient de “sionisme cruel”, qu’il valait mieux
faire un sacrifice là-bas afin de ramener tout le monde ici pour construire un
pays. Disons que, froidement, mathématiquement, c’est peut-être vrai. Mais
l’enfant orphelin dont les parents adoptifs l’ont laissé là-bas — est-ce que
quelque chose justifie une telle mathématique ? »
Pour Livni,
l’affaire de la grenade n’est pas seulement un événement historique, mais une
parabole durable sur des décisions politiques prises au détriment d’individus.
« ça arrive partout : la grande
mathématique détruit la vie de gens qui veulent simplement vivre », dit-il,
qu’il s’agisse de guerres, d’évacuations de communautés ou de promesses non
tenues. « L’establishment ment toujours parce qu’il doit se protéger. S’il
disait la vérité, on ne ferait presque plus de films, ni de livres, ni de
recherches. »
“L’establishment
ment toujours”
Selon Livni,
l’establishment a menti lorsqu’il a envoyé des citoyens s’installer dans le
Sinaï occupé sans leur dire qu’une évacuation était imminente ; il a menti en
envoyant des soldats combattre ces dernières années en promettant que si Gaza
était occupée, tout irait bien ; et il a bien sûr menti pendant des années aux
habitants de la frontière avec Gaza.
« Je fais
maintenant un film sur les “Renards de Kfar Aza”, l’équipe de football du
kibboutz. Certains joueurs ont été tués le 7 octobre, et l’équipe a joué un
match trois jours plus tard au kibboutz Shefayim — pieds nus — parce que leurs
chaussures avaient brûlé. Ils maintiennent l’équipe avec tout ce qu’ils ont. Ce
sont des gens qui ne croient plus du tout à l’establishment, parce qu’il les a
trahis. Il les a trahis bien avant le 7 octobre, mais ils ne s’en sont rendu
compte que ce jour-là. Tu leur parles et tu comprends : tu n’es ici qu’un pion.
Un jour tu es ici, le lendemain tu es ailleurs. »
L’establishment
israélien a mis en place des commissions d’enquête sur l’attentat à la
synagogue Masouda Shem-Tov, mais leurs conclusions restent classifiées. Dans Baghdad
Files, Livni tente d’accéder à ces documents, mais découvre qu’ils sont
conservés dans des archives d’État inaccessibles au public. Personne n’a le
droit de les lire.
Les écrits
de Nadel dans le film. « Personne n’a étudié cela aussi profondément que lui ».
Photo extraite du film “Baghdad Files”
« Le secret
et la dissimulation ne font qu’accentuer les soupçons », dit Livni. « Personne
n’a fait une recherche aussi approfondie que Baruch Nadel, qui a parcouru le
pays pour recueillir des témoignages. Il a des noms [des suspects d’avoir lancé
la grenade] précis, récurrents. Nous avons été prudents : nous n’avons pas
voulu publier ces noms, notamment pour des raisons juridiques. Mais je regrette
surtout de ne pas avoir fait ce film dix ans plus tôt, quand bien plus de gens
étaient encore là pour témoigner. »
Pour lui, le
silence — la tentative de l’establishment d’enterrer la vérité — est le
véritable danger. « Quand tu fais une bêtise enfant et que tu attends la
punition — tu es prêt à l’affronter — mais rien n’arrive. Alors cela devient un
secret que tu gardes, peut-être avec quelques autres personnes — et ce secret
brûle des années, il ne s’éteint pas. Parce que tout ce qui est tu finit par se
venger. »
Le film
montre clairement que la nouvelle génération d’immigrés irakiens cherche
également des réponses. « C’est surtout le désir de justice. L’État est établi,
tout le monde est là — mais notre histoire est restée derrière. Tu veux savoir
pourquoi ton grand-père a été tué, pourquoi ce garçon est mort », dit Livni. «
Tu veux savoir, et quelqu’un t’arrête : “Tu ne sauras pas.” Pourquoi ? Ce sont
leurs familles. Qu’on révèle la vérité. Montrez ce que vous avez. Et il y a
mille affaires comme celle-ci — les enfants yéménites [allégations selon
lesquelles des milliers d'enfants immigrés yéménites ont été kidnappés et
donnés en adoption dans les premières années de l'État d’Israël], Pfizer
[accord entre Israël et Pfizer pour fournir en masse des vaccins contre
la COVID-19 en échange de données médicales] – mais l'establishment ne dira
pas la vérité car il doit protéger son pouvoir ».
Mais, insiste
Livni: le véritable test du film n’est pas son importance historique, mais sa
qualité cinématographique. « Je ne veux pas qu’on dise que j’ai fait quelque
chose d’important ; je veux qu’on dise que j’ai fait un bon film. » En effet, Baghdad
Files offre une expérience qui dépasse l’histoire : nostalgie de Bagdad
avant la grenade, enquête de Nadel, intrigues, dissimulations — Livni et la
monteuse Tal Shefi ont créé un documentaire mêlant nostalgie, enquête,
traumatisme intergénérationnel et injustice historique infligée aux Juifs
orientaux par l’establishment ashkénaze fondateur de l’État.
À la fin, la
question « qui a jeté la grenade ? » s’efface, laissant place à d’autres : que
signifie un secret national jamais révélé ? Que se passe-t-il lorsqu’une
communauté porte une mémoire divergente du récit officiel ? Quel est le prix du
silence ? Et qui le paie ? Baghdad Files réalise le vœu de Nadel pour un
« futur chercheur » et prouve que l’histoire d’Israël s’écrit non seulement
dans les archives officielles, mais aussi dans les souvenirs et les témoignages
— beaucoup plus difficiles à réduire au silence.
Manifestation pour la fin de la guerre et un accord sur les otages à Tel Aviv. Au centre, un portrait de Mantzur, alias "Saba", le charpentier de Kissufim . Photo Moti
Milrod
Shlomo Mantzur, 86 ans, était le plus âgé des 251 otages israéliens capturés par les militants du Hamas lors de leur attaque meurtrière du 7 octobre. Alors que la version sioniste des événements prétend que Mantzur a été deux fois victime d’un antisémitisme arabe vicieux, en réalité, le mouvement sioniste lui-même a joué un rôle dans ses malheurs, d’abord en le plaçant dans la ligne de mire en Irak en 1951, puis en ne le protégeant pas chez lui, au kibboutz Kissufim, au crépuscule de sa vie.
Shlomo
Mantzur (en bas à droite) avec ses parents, David et Marcelle, son frère et sa sœur,
à Bagdad au début des années 1940. Il s’appelait alors encore Salman Mansour,
alias Assa’ad
Mantzur,
né en Irak en 1938, avait survécu au tristement célèbre pogrom contre les Juifs, le
Farhud, en 1941, et a émigré avec sa famille en Israël à l’âge de treize ans
dans le cadre de la « Grande Aliyah » en 1951. Je n’ai aucune idée de ce qu’il
a pensé de ce déménagement. J’avais cinq ans en 1950 lorsque j’ai quitté Bagdad
avec ma famille, et nous avions clairement le sentiment d’avoir été enrôlés de
force dans le projet sioniste.
Le
Farhud, le massacre des Juifs irakiens en juin 1941, est souvent cité par
les historiens sionistes comme preuve de l’antisémitisme perpétuel des Arabes
et des musulmans. Mais le Farhud était une exception plutôt que la norme.
Il s’agissait
clairement d’une manifestation d’antisémitisme, mais c’était aussi le résultat
d’autres forces, notamment la politique impériale britannique qui a fait des
Juifs des boucs émissaires. 165 Juifs ont été tués, des femmes juives ont été
violées et des maisons et des magasins juifs ont été pillés. Mais après le
Farhud, la vie juive en Irak a progressivement repris son cours normal sans que
ces violentes agressions contre les citoyens juifs de Bagdad ne se
reproduisent.
Le véritable
tournant dans l’histoire des Juifs irakiens n’a pas eu lieu en 1941, mais en
1948, près d’une décennie plus tard, avec la création de l’État d’Israël et la
défaite humiliante des Arabes dans la guerre pour la Palestine.
Yossi
Melman est commentateur spécialisé dans les questions relatives aux services de
renseignement israéliens et réalisateur de documentaires.
Dan Raviv est un ancien correspondant de CBS et animateur du podcast “The
Mossad Files”. Ils sont les coauteurs de “Spies
Against Armageddon: Inside Israel’s Secret Wars” (Les espions contre l’Armageddon
: dans les coulisses des guerres secrètes d’Israël).
Faits saillants du rapport
1.Opérations secrètes : des
commandos recrutés par le Mossad, les services secrets israéliens, en Iran et
dans les pays voisins ont détruit les défenses aériennes iraniennes dans les
premières heures d’une attaque menée en juin.
2.Collecte de renseignements
: des agents israéliens ont identifié les chambres où dormaient les
scientifiques nucléaires iraniens, ce qui a permis de mener des frappes
aériennes précises.
3.Cyber-intox: Israël a
envoyé un faux message convoquant les hauts responsables militaires iraniens à
une réunion fantôme dans un bunker qui a ensuite été bombardé par des avions
israéliens.
Emad Hajjaj
Au petit matin du 13 juin, un commando
dirigé par un jeune Iranien, S.T., s’est mis en position à la périphérie de
Téhéran. La cible était une batterie antiaérienne, faisant partie du réseau de
radars et de missiles mis en place pour protéger la capitale et ses
installations militaires contre les attaques aériennes.
À travers tout le pays, des
équipes de commandos formés par Israël et recrutés en Iran et dans les pays
voisins se préparaient à attaquer les défenses iraniennes de l’intérieur.
Selon leurs responsables, leurs
motivations étaient à la fois personnelles et politiques. Certains cherchaient
à se venger d’un régime répressif et clérical qui avait imposé des restrictions
strictes à l’expression politique et à la vie quotidienne. D’autres étaient
attirés par l’argent, la promesse de soins médicaux pour les membres de leur
famille ou la possibilité de faire des études supérieures à l’étranger.
L’attaque avait été planifiée
pendant plus d’un an par le Mossad, les services secrets israéliens. Neuf mois
plus tôt, l’agence d’espionnage avait stupéfié le monde entier par ses
prouesses techniques, en exécutant un complot ourdi en 2014 par son directeur
de l’époque, Tamir Pardo, qui avait paralysé le Hezbollah en faisant exploser
simultanément des milliers de bipeurs. Selon le Hezbollah, les explosions ont
tué 30 combattants et 12 civils, dont deux enfants, et blessé plus de 3 500
personnes.
À 3 heures du matin, le 13 juin,
S.T. et une légion étrangère composée d’environ 70 commandos ont ouvert le feu
à l’aide de drones et de missiles sur une liste soigneusement sélectionnée de
batteries antiaériennes et de lanceurs de missiles balistiques. (Ses supérieurs
au Mossad ne nous ont communiqué que ses initiales.) Le lendemain, un autre
groupe composé d’Iraniens et d’autres personnes recrutées dans la région a
lancé une deuxième vague d’attaques à l’intérieur de l’Iran.
Au cours d’entretiens
approfondis, dix responsables actuels et anciens des services de renseignement
israéliens ont décrit les raids commando et ont révélé une multitude de détails
jusqu’alors inconnus sur les efforts secrets déployés depuis des décennies par
leur pays pour empêcher l’Iran de se doter de la bombe atomique. Ils ont
demandé à rester anonymes afin de pouvoir s’exprimer librement.
Les responsables ont déclaré que
les attaques commando avaient joué un rôle crucial dans les frappes aériennes
de juin, permettant à l’armée de l’air israélienne de mener vague après vague
de bombardements sans perdre un seul avion. Grâce aux renseignements recueillis
par les agents du Mossad sur le terrain, les avions de combat israéliens ont
pilonné les installations nucléaires, détruit environ la moitié des 3 000
missiles balistiques iraniens et 80 % de leurs lanceurs, et tiré des missiles
sur les chambres à coucher des scientifiques nucléaires et des commandants
militaires iraniens.
Comme ils l’avaient fait avec les
bipeurs au Liban, les espions israéliens ont tiré parti de leur capacité à
pénétrer les systèmes de communication de leurs adversaires. Au début de l’attaque
aérienne, les cyberguerriers israéliens ont envoyé un faux message aux hauts
responsables militaires iraniens, les attirant vers une réunion fantôme dans un
bunker souterrain qui a ensuite été détruit par une frappe de précision. Vingt
personnes ont été tuées, dont trois chefs d’état-major.
La carte stratégique de la région
a été radicalement redessinée depuis les attentats du 7 octobre 2023, au cours
desquels le Hamas a tué plus de 1 200 Israéliens et pris 251 otages. L’attention
du public, en particulier ces dernières semaines, s’est concentrée sur les
représailles d’Israël contre Gaza, qui ont causé des dizaines de milliers de
morts et une famine croissante, condamnée par la communauté internationale.
La guerre secrète entre Israël et
l’Iran a beaucoup moins attiré l’attention du public, mais elle a également
joué un rôle important dans l’évolution de l’équilibre des pouvoirs dans la
région.
En 2018, des agents formés par Israël ont fait
irruption dans un entrepôt non surveillé à Téhéran. et ont utilisé des
découpeurs plasma à haute température pour forcer les coffres-forts contenant
des dessins, des données, des disques informatiques et des carnets de
planification. Le matériel, pesant plus de 1 000 livres, a été chargé dans deux
camions et transporté vers l’Azerbaïdjan voisin. Le Premier ministre israélien
Benjamin Netanyahou a présenté le matériel lors d’une conférence de presse à
Tel-Aviv et a déclaré qu’il prouvait que l’Iran avait menti au sujet de ses
intentions nucléaires.
Deux ans plus tard, le Mossad a tué l’un des meilleurs
physiciens iraniens, en utilisant la reconnaissance faciale améliorée par l’intelligence
artificielle pour diriger une mitrailleuse télécommandée garée sur le bord d’une
route près de sa maison de campagne.
Selon les planificateurs
israéliens, avant les frappes aériennes de juin, ils ont demandé à des
chauffeurs routiers inconscients de leur rôle de faire passer clandestinement
en Iran des tonnes de « matériel métallique », c’est-à-dire les pièces
détachées des armes utilisées par les commandos.
Les responsables israéliens ont
déclaré que ces opérations reflétaient un changement fondamental dans l’approche
du Mossad, amorcé il y a environ 15 ans. Les agents en Iran qui ont forcé les
coffres-forts, installé les mitrailleuses, détruit les défenses aériennes et
surveillé les appartements des scientifiques n’étaient pas israéliens. Tous
étaient soit iraniens, soit citoyens de pays tiers, selon des hauts
responsables israéliens ayant une connaissance directe des opérations. Pendant
des années, ces missions en Iran ont été l’apanage exclusif des agents de
terrain israéliens. Mais les responsables ont déclaré que l’impopularité
croissante du régime iranien a rendu beaucoup plus facile le recrutement d’agents.
S.T. était l’un d’entre eux.
Selon les autorités israéliennes, il a grandi dans une famille ouvrière d’une
petite ville près de Téhéran. Il s’était inscrit à l’université et menait une
vie d’étudiant apparemment ordinaire, lorsque lui et plusieurs de ses camarades
de classe ont été arrêtés par la redoutable milice iranienne Basij et emmenés
dans un centre de détention où ils ont été torturés à l’aide de décharges
électriques et sauvagement battus.
S.T. et ses amis ont finalement
été libérés, mais cette expérience l’a rendu furieux et assoiffé de vengeance.
Peu après, un parent vivant à l’étranger a donné son nom à un espion israélien
dont le travail consistait à identifier les Iraniens mécontents. Des messages
ont été échangés via une application téléphonique cryptée, et S.T. a accepté un
voyage gratuit dans un pays voisin.
Un agent du Mossad l’a invité à
travailler comme agent secret contre l’Iran. Il a accepté, demandant seulement
qu’Israël s’engage à prendre soin de sa famille si quelque chose tournait mal.
(L’Iran exécute sommairement toute personne surprise en train d’espionner pour
le compte d’un pays étranger, en particulier Israël.)
Il a été formé pendant des mois
hors d’Iran par des spécialistes israéliens en armement. Juste avant le début
de l’attaque, lui et sa petite équipe sont retournés dans le pays pour jouer
leur rôle dans l’une des opérations militaires les plus importantes et les plus
complexes de l’histoire d’Israël.
Les origines d’une guerre secrète
Le Mossad a fait de l’Iran sa
priorité absolue en 1993, après que les Israéliens et les Palestiniens eurent
signé les accords d’Oslo sur la pelouse de la Maison Blanche, mettant
apparemment fin à des décennies de conflit.
Israël entretenait depuis
longtemps des relations complexes avec l’Iran. Pendant des décennies, il a
maintenu une alliance stratégique avec le shah d’Iran. Mais l’ayatollah
Ruhollah Khomeini et les islamistes qui ont renversé le monarque en 1979 ont
qualifié l’État juif de « tumeur cancéreuse » qui devait être excisée du
Moyen-Orient.
La stratégie d’Israël consiste en
fait à protéger son monopole nucléaire dans la région. Il ne reconnaît pas
publiquement son arsenal, estimé à plus de 90 ogives. L’armée de l’air
israélienne a détruit le réacteur nucléaire irakien en 1981 et un réacteur
syrien en construction en 2007.
Après le raid aérien en Irak, le
Premier ministre israélien Menahem Begin a déclaré que son pays avait le droit
d’empêcher ses voisins de fabriquer leur propre bombe. « Nous ne pouvons pas
permettre un deuxième Holocauste », a-t-il déclaré.
Quelques années plus tard, l’Iran
a commencé à mener des recherches sur les armes nucléaires, en s’appuyant sur l’expertise
d’un ingénieur pakistanais, Abdul Qadeer Khan, qui avait autrefois travaillé
pour une entreprise néerlandaise produisant de l’uranium enrichi.
Abdul Qadeer Khan
Shabtai Shavit, directeur du
Mossad dont le mandat a pris fin en 1996, a déclaré qu’Israël était au courant
des déplacements de Khan dans la région, mais n’avait pas initialement détecté
son rôle crucial dans le programme iranien. « Nous n’avons pas pleinement
compris ses intentions », nous a confié Shavit lors d’une interview avant son
décès en 2023. « Si nous l’avions su, j’aurais ordonné à mes combattants de le
tuer. Je pense que cela aurait pu changer le cours de l’histoire. »
Selon les inspecteurs nucléaires
des Nations Unies, les Iraniens ont utilisé les plans fournis par Khan pour
commencer à construire les centrifugeuses nécessaires à l’enrichissement de l’uranium
qu’ils ont acheté au Pakistan, en Chine et en Afrique du Sud.
En 2000, le successeur de Shavit
a élaboré des plans pour que l’unité des missions spéciales du Mossad, connue
sous le nom de Kidon (qui signifie « baïonnette » en hébreu), assassine Khan
alors qu’il était en visite dans ce qu’un responsable a décrit comme « un pays
d’Asie du Sud-Est ». La mission a été suspendue lorsque le président
pakistanais, le général Pervez Musharraf, a déclaré au président Bill Clinton
qu’il allait mettre un frein aux activités internationales de Khan.
Cette promesse n’a pas été tenue.
La même année, le Mossad a
découvert que les Iraniens construisaient une usine d’enrichissement secrète
près de Natanz, une ville située à environ 320 km au sud de Téhéran. L’agence d’espionnage
a informé un groupe dissident iranien, qui a rendu cette information publique
deux ans plus tard.
Des vétérans du Mossad ont
déclaré que des agents — probablement des Israéliens se faisant passer pour des
Européens installant ou entretenant des équipements — se promenaient dans
Natanz avec des chaussures à double semelle qui collectaient des échantillons
de poussière et de terre. Des tests ont finalement révélé que les
centrifugeuses de fabrication iranienne enrichissaient l’uranium bien au-delà
du niveau de 5 % nécessaire pour une centrale nucléaire. (Les isotopes médicaux
utilisent de l’uranium enrichi à 20 % ; les bombes ont besoin de 90 %.)
En 2001, Israël a élu comme
Premier ministre le général Ariel Sharon, célèbre pour sa fermeté belliqueuse.
L’année suivante, Sharon a nommé l’un de ses généraux préférés, Meir Dagan, à
la tête du Mossad. Tous deux avaient la réputation de repousser les limites et
de défier les normes.
Dagan, qui a dirigé le Mossad de
2002 à 2011, a décidé de faire de l’arrêt du programme nucléaire iranien l’objectif
principal de l’agence d’espionnage.
La photo du grand-père de Meir Dagan
Tout comme Begin, qui était né en
Pologne, Dagan était hanté par l’Holocauste. Les chefs des services de
renseignement étrangers se souviennent avoir visité son bureau et avoir vu sur
le mur une photographie montrant des soldats nazis brutalisant le grand-père de
Dagan. Expliquant la signification de cette photo lors d’un rassemblement
anti-Netanyahou en 2015, il a déclaré : « J’ai juré que cela ne se reproduirait
plus jamais. J’espère et je crois avoir fait tout ce qui était en mon pouvoir
pour tenir cette promesse. »
Sous la direction de Dagan, le
Mossad a organisé toute une série d’opérations secrètes visant à ralentir le
programme iranien. Des agents israéliens ont commencé à assassiner des
scientifiques nucléaires iraniens, envoyant des agents à moto pour attacher de
petites bombes à des voitures dans la circulation.
L’art du recrutement
Dagan était fier de la capacité
croissante du Mossad à recruter des Iraniens et d’autres personnes pour mener
des opérations secrètes en Iran.
L’une des clés du succès de l’agence
d’espionnage réside dans la composition ethnique de l’Iran. Des responsables
israéliens ont souligné dans des interviews qu’environ 40 % de la population du
pays, qui compte 90 millions d’habitants, est composée de minorités ethniques :
Arabes, Azéris, Baloutches, Kurdes et autres.
Peu avant sa mort en 2016, Dagan
nous a confié que « le meilleur vivier pour recruter des agents en Iran réside
dans la mosaïque ethnique et humaine du pays. Beaucoup d’entre eux s’opposent
au régime. Certains le détestent même. »
Des responsables actuels et
anciens ont déclaré que Dagan avait préconisé le recours à des agents d’origine
étrangère. Au début de ses efforts pour infiltrer l’Iran, l’agence de
renseignement s’était principalement appuyée sur des Israéliens, connus des
membres du Mossad sous le nom de « bleu et blanc », en référence aux couleurs
du drapeau israélien.
Sous la direction de Dagan, les
dirigeants du Mossad en sont venus à croire qu’ils pouvaient trouver des agents
très efficaces en Iran ou parmi les exilés iraniens et d’autres personnes
vivant dans l’un des sept pays qui le bordent.
Des responsables actuels et
anciens ont déclaré que les recrues se répartissaient en deux catégories.
Certaines s’orientaient vers le domaine de l’espionnage traditionnel,
recueillant des renseignements et les transmettant à leur responsable. D’autres
se montraient disposées à mener des opérations violentes, notamment des
attaques contre des scientifiques nucléaires.
Compte tenu du risque d’exécution
sommaire, il n’est pas surprenant que beaucoup aient eu des doutes au départ.
« Convaincre quelqu’un de trahir
son pays n’est pas une mince affaire », a déclaré un ancien officier supérieur
du Mossad qui supervisait les unités chargées des agents étrangers. « C’est un
processus d’érosion progressive. Vous commencez par une demande mineure, une
tâche insignifiante. Puis une autre. Ce sont des essais. S’ils s’en acquittent
bien, vous leur confiez une tâche plus importante, plus significative. Et s’ils
refusent, eh bien, à ce moment-là, vous disposez d’un moyen de pression : les
menaces, voire le chantage. »
Les chefs des services secrets,
dit-il, essaient d’éviter les menaces ou la coercition. « Il vaut mieux les
guider vers un endroit où ils agissent de leur plein gré, où ils font eux-mêmes
le premier pas », explique l’ancien officier.
L’élément le plus important est
la confiance. « Votre agent doit vous être loyal et émotionnellement attaché à
vous. Tout comme un soldat qui charge malgré le danger, faisant confiance à ses
camarades, il en va de même pour les agents. Il part en mission parce qu’il
fait confiance à son supérieur et éprouve un profond sentiment de
responsabilité envers lui. »
La plupart des personnes qui ont
accepté de travailler pour Israël s’attendaient à être rémunérées pour les
risques qu’elles prenaient. Mais selon les responsables actuels et anciens, la
motivation première des personnes qui acceptent d’espionner leur propre pays
est souvent plus primitive.
« La récompense financière est
bien sûr importante », a déclaré l’ancien agent du Mossad. « Mais les gens sont
également motivés par des émotions : la haine, l’amour, la dépendance, la
vengeance. Cependant, il est toujours utile que les motivations se la recrue
soient soutenues par un avantage tangible : pas nécessairement un paiement
direct, mais une aide indirecte. »
C’est ainsi que S.T. a été
recruté.
Ses responsables ont déclaré qu’il
était rongé par la haine envers le régime et ce que lui avait fait subir la
milice Basij. Mais ce qui l’a finalement poussé à coopérer, c’est l’offre du
Mossad d’organiser pour un membre de sa famille un traitement médical
indisponible en Iran.
Depuis des décennies, les soins
médicaux constituent l’une des méthodes de recrutement favorites du Mossad. Les
services de renseignement israéliens entretiennent des liens avec des médecins
et des cliniques dans plusieurs pays, et l’organisation d’opérations
chirurgicales et de diverses thérapies a également été utilisée pour infiltrer
des groupes extrémistes palestiniens. Cette méthode a été encore plus utilisée
dans les approches auprès des Iraniens, dans l’espoir de les persuader d’aider
Israël.
Le Mossad utilise également
Internet pour recruter des agents, en créant des sites ouèbe et en publiant des
messages sur les réseaux sociaux destinés aux Iraniens, proposant leur aide aux
personnes atteintes de maladies mortelles telles que le cancer. Ces messages
comprennent des numéros de téléphone ou des options de contact cryptées.
Les services secrets israéliens
peuvent mobiliser leur réseau international pour trouver des médecins ou des
cliniques de confiance, qui ne poseront pas trop de questions. Le Mossad paie
généralement les factures directement et discrètement.
Une autre incitation utilisée
pour attirer les espions potentiels est l’accès à l’enseignement supérieur dans
un pays étranger. Forts de leurs années de recherche et d’expérience, les
recruteurs du Mossad savent que les Iraniens aspirent à accéder à un
enseignement de qualité. Même le régime religieux fondamentaliste de l’actuel
guide suprême, l’ayatollah Ali Khamenei, encourage la poursuite d’études
supérieures. Cela rend particulièrement attrayante l’offre d’une place dans une
université occidentale ou dans un internat pour adolescents.
Une fois qu’un candidat est
identifié, le Mossad organise une première rencontre dans un lieu accessible,
souvent dans des pays voisins tels que la Turquie, l’Arménie ou l’Azerbaïdjan,
où les Iraniens peuvent entrer relativement facilement. D’autres options
incluent des destinations en Asie du Sud-Est comme la Thaïlande et l’Inde, qui
permettent aux citoyens iraniens de demander en ligne des visas d’affaires,
médicaux ou touristiques.
Les candidats sont soumis à une
série d’entretiens et d’évaluations psychologiques. Des psychologues observent
leur comportement, souvent derrière des miroirs sans tain. Ils remplissent des
questionnaires détaillés sur leur histoire personnelle, y compris des détails
intimes sur leur vie familiale, et sont interrogés par un examinateur
polygraphe.
Les agents sont régulièrement
soumis à de nouveaux tests après avoir commencé à travailler sur le terrain.
Chaque action, qu’elle soit mineure ou majeure, est suivie d’un nouveau test au
détecteur de mensonges afin de confirmer leur loyauté continue.
Ils reçoivent une formation
approfondie et sont étroitement supervisés. Afin de ne pas éveiller les
soupçons, on leur indique comment s’habiller, où acheter leurs vêtements,
quelles voitures conduire, et même comment, quand et où déposer l’argent qu’ils
reçoivent.
La relation entre l’agent et son
responsable est cruciale, comme l’explique un ancien agent du Mossad qui «
dirigeait » des agents. Dans de nombreux cas, le responsable est à la fois
confesseur, baby-sitter, psychologue, mentor spirituel et membre de la famille
de substitution.
L’objectif est de créer un lien
si fort que l’agent se sente en sécurité et soutenu, suffisamment à l’aise pour
partager même ses secrets les plus intimes, y compris ses relations sexuelles.
Toute information concernant l’agent
peut être précieuse pour le Mossad, qu’il s’agisse d’un signal d’alerte
indiquant une vulnérabilité potentielle face à la police secrète iranienne ou d’un
autre aspect de la vie de l’agent que les responsables peuvent exploiter. Parmi
les questions clés : qui fait partie du cercle social de la personne ?
Peut-elle utiliser cette relation au profit du Mossad ?
Les agents chargés d’assassiner
des scientifiques nucléaires dans la rue ont reçu une formation approfondie de
la part des agents du Mossad. Ils ont appris à conduire des motos et à tirer
sur leurs cibles à bout portant ou à placer des explosifs sur leurs véhicules.
L’objectif était à la fois de
priver le programme iranien de son expertise et de dissuader les scientifiques
prometteurs de travailler sur les armes nucléaires. Entre 2010 et 2012, les
Israéliens ont tué au moins quatre scientifiques et en ont manqué un autre de
peu.
Les opérations étaient gérées par
des Israéliens, jusque dans les moindres détails, souvent depuis des pays
voisins ou directement depuis le quartier général du Mossad au nord de Tel
Aviv, et parfois par des agents des services secrets israéliens qui entraient
brièvement en Iran.
Opération “Réveil du Lion”
Au fil des ans, le Mossad et l’armée
israélienne ont élaboré à plusieurs reprises des plans visant à mettre fin au
programme nucléaire iranien en bombardant ses installations clés. Les
dirigeants politiques israéliens ont toujours reculé sous la pression des
présidents usaméricains qui craignaient qu’une attaque ne déclenche une guerre
régionale, déstabilisant ainsi le Moyen-Orient. Le Hezbollah, représentant de l’Iran
au Liban, avait stocké des dizaines de milliers de missiles, suffisamment pour
submerger les défenses aériennes israéliennes et frapper ses plus grandes
villes.
Ces calculs ont radicalement
changé au cours de l’année écoulée.
En avril et octobre 2024, l’Iran
a tiré des missiles et des drones directement sur Israël. Presque tous ont été
abattus avec l’aide des USA et de leurs alliés. L’armée de l’air israélienne a
riposté par des frappes aériennes qui ont détruit une grande partie des
défenses aériennes iraniennes.
L’armée israélienne avait
commencé à planifier une campagne de bombardements contre l’Iran à la mi-2024,
qu’elle espérait voir aboutir dans un délai d’un an. Avec la victoire de Donald
Trump aux élections de novembre et la neutralisation du Hezbollah, les
responsables israéliens ont vu une opportunité se présenter.
Les pilotes israéliens formés aux
USA survolaient secrètement l’Iran depuis 2016, apprenant à connaître le
terrain et explorant différentes routes afin de minimiser les risques d’être
détectés.
Une cible nucléaire en Iran était
toutefois considérée comme si redoutable que l’armée de l’air israélienne n’avait
aucun plan pour la détruire. Les Iraniens avaient construit une usine d’enrichissement
d’uranium à Fordo et l’avaient enfouie à l’intérieur d’une montagne, à près de
90 mètres sous la surface. L’Iran a tenté de garder Fordo secret, mais le
Mossad et les services de renseignement usaméricains et britanniques ont réussi
à suivre les mouvements à l’intérieur et à l’extérieur de la montagne. Le
président Barack Obama a révélé son existence en 2009, et les inspecteurs des
Nations unies qui ont visité le site peu après ont découvert que l’Iran
prévoyait d’installer jusqu’à 3 000 centrifugeuses très sophistiquées pour
enrichir l’uranium.
Seuls les USA disposaient d’une
bombe suffisamment puissante pour percer une montagne : la GBU-57 Massive
Ordnance Penetrator, la plus grande bombe conventionnelle au monde, connue sous
le nom de « bunker buster ».
Les stratèges militaires
israéliens ont donc élaboré un plan d’opération terrestre très risqué, dont les
détails sont révélés ici pour la première fois. Selon ce plan, des commandos d’élite
devaient être introduits clandestinement sur le site de Fordo sans être
détectés. Ils devaient ensuite prendre d’assaut le bâtiment, profitant de l’effet
de surprise. Une fois à l’intérieur, leur mission consistait à faire exploser
les centrifugeuses, à s’emparer de l’uranium enrichi de l’Iran et à s’échapper.
Le nouveau chef du Mossad était
sceptique. David Barnea, connu sous le nom de Dadi, avait longtemps milité en
faveur d’actions agressives contre l’Iran. Il avait supervisé l’attaque à la
mitrailleuse télécommandée en 2020, juste avant d’être promu à la tête de l’organisation.
Pourtant, il estimait que les plans d’une attaque commando contre Fordo étaient
beaucoup trop risqués. Barnea craignait que certains des meilleurs soldats et
espions israéliens ne soient tués ou pris en otage, un cauchemar pour les
Israéliens déjà profondément affectés par le calvaire des otages israéliens
détenus par le Hamas à Gaza depuis l’attaque du 7 octobre 2023.
Barnea et d’autres responsables
israéliens en sont venus à croire que l’administration Trump pourrait se
joindre à une attaque israélienne contre l’Iran, avec des avions de combat usaméricains
larguant mmassivement des « bunker
busters » sur Fordo. Trump avait déclaré à plusieurs reprises et publiquement
qu’il ne permettrait pas à l’Iran d’obtenir la bombe nucléaire.
Pour préparer ce qui allait être
baptisé « Opération “Réveil du Lion”, le Mossad et les services de
renseignement militaire, Aman, ont intensifié leur surveillance des chefs
militaires et des équipes nucléaires iraniens. Plusieurs des planificateurs de
l’opération ont déclaré que Barnea avait considérablement élargi la division
Tzomet, ou Junction, du Mossad, qui recrute et forme des agents non israéliens.
Il a été décidé de confier à cette légion étrangère l’équipement le plus
sophistiqué d’Israël pour les opérations paramilitaires et les communications.
Les couvertures de chaque agent, appelées « légendes », ont été vérifiées et
revérifiées afin de détecter toute incohérence.
Les efforts d’espionnage du
Mossad ont été facilités par un facteur géographique. L’Iran est bordé par l’Irak,
la Turquie, l’Azerbaïdjan, l’Arménie, le Pakistan, le Turkménistan et l’Afghanistan.
La contrebande fait partie intégrante du mode de vie dans cette région, où des
milliers de personnes gagnent leur vie en transportant de la drogue, du
carburant et des appareils électroniques à travers les frontières à dos d’âne,
de chameau, en voiture ou en camion.
Le Mossad avait noué des contacts
avec des passeurs — et souvent avec les agences de renseignement
gouvernementales — dans les sept pays.
« Il est relativement facile d’acheminer
du matériel à l’intérieur et à l’extérieur du pays », a déclaré un Israélien
qui a travaillé avec le Mossad dans le domaine de la logistique, « et le Mossad
a également eu recours à des sociétés écrans qui expédiaient légalement des
caisses et des conteneurs par voie maritime et par camion, en passant
légalement les postes-frontières ».
Le matériel a été livré à des «
agents infrastructurels », des agents du Mossad en Iran qui stockent le
matériel jusqu’à ce qu’il soit nécessaire. Des vétérans du Mossad ont déclaré
que le matériel pouvait être caché dans des refuges pendant des années, mis à
jour à mesure que la technologie évolue ou que des travaux de maintenance sont
nécessaires.
Les responsables ont déclaré que
le Mossad avait formé pendant environ cinq mois les agents non israéliens qui
devaient attaquer des cibles iraniennes. Certains ont été amenés en Israël, où
des maquettes avaient été construites pour permettre des exercices pratiques. D’autres
ont répété leurs missions dans des pays tiers où ils ont rencontré des experts
israéliens.
Il y avait deux groupes de
commandos, chacun composé de 14 équipes de quatre à six membres. Certains
vivaient déjà en Iran. D’autres étaient des exilés opposés au régime qui s’étaient
introduits dans le pays à la veille de l’attaque.
Chacun avait ses instructions,
mais ils étaient également en contact avec les planificateurs israéliens qui
pouvaient modifier ou mettre à jour le plan d’attaque. La plupart des équipes
avaient pour mission de frapper les défenses aériennes iraniennes à partir d’une
liste de cibles fournie par l’armée de l’air israélienne.
Le Mossad avait attribué des noms
de code à chacune des équipes et à leurs missions, qui étaient basés sur des
combinaisons de notes de musique.
Dans la nuit du 12 juin, les
équipes ont pris position comme prévu. Les Israéliens chargés des opérations
secrètes ont ordonné aux agents de ne laisser que peu ou pas d’équipement
derrière eux. (Les médias iraniens ont rapporté après l’attaque que les
infiltrés avaient manqué leurs cibles et s’étaient enfuis sans leur équipement
; les responsables israéliens ont déclaré que les Iraniens n’avaient trouvé que
des composants insignifiants, équivalents à des emballages de chewing-gum.)
« Cent pour cent des batteries
antiaériennes repérées par l’armée de l’air pour le Mossad ont été détruites »,
a déclaré un haut responsable des services de renseignement israéliens. La
plupart se trouvaient près de Téhéran, dans des zones où l’armée de l’air
israélienne n’avait jamais opéré auparavant.
Au cours des premières heures de
la guerre, l’une des équipes de commandos a frappé un lanceur de missiles
balistiques iranien. Les analystes israéliens estiment que cette mission a eu
un impact disproportionné, poussant l’Iran à retarder sa riposte contre Israël
par crainte que d’autres lanceurs de missiles ne soient vulnérables à des
attaques depuis l’intérieur du pays.
Les responsables ont souligné que
la logistique militaire du plan était l’œuvre d’Aman et de l’armée de l’air
israélienne, qui a frappé plus d’un millier de cibles au cours des 11 jours de
frappes aériennes. Mais les responsables s’accordent à dire que le Mossad a
fourni des renseignements essentiels pour un aspect de “Réveil du Lion”
: les assassinats de hauts commandants iraniens et de scientifiques nucléaires.
Le Mossad a compilé des
informations détaillées sur les habitudes et les déplacements de 11
scientifiques nucléaires iraniens. Les dossiers indiquaient même l’emplacement
des chambres à coucher dans les maisons de ces hommes. Le matin du 13 juin, des
avions de combat de l’armée de l’air israélienne ont tiré des missiles air-sol
sur ces coordonnées, tuant les 11 hommes.
Après un certain délai, l’Iran a
riposté par une salve de missiles. La plupart ont été interceptés, mais ceux
qui ont atteint leur cible ont causé des dégâts considérables. Israël a fait
état de 30 morts parmi les civils et a estimé le coût de la reconstruction à 12
milliards de dollars. Les médias d’État iraniens ont évalué le nombre de morts
dans leur pays à plus de 600.
La question de savoir dans quelle
mesure les efforts nucléaires de l’Iran ont été retardés reste controversée.
Trump a insisté sur le fait que les frappes aériennes usaméricaines sur Fordo,
Natanz et Ispahan ont « anéanti » le programme iranien. Les analystes des
services de renseignement israéliens et usaméricains se sont montrés plus
réservés.
« Cette guerre les a
considérablement retardés », a déclaré l’ancien chef de l’Aman, le général
Tamir Hayman. « L’Iran n’est plus un État seuil nucléaire, comme il l’était à
la veille de la guerre. Il pourrait retrouver ce statut dans un ou deux ans au
plus tôt, à condition que le Guide suprême décide de se lancer dans la
fabrication d’une bombe. »
Hayman, qui dirige aujourd’hui l’Institut
d’études sur la sécurité nationale en Israël, a déclaré qu’il était possible
que cette attaque ait l’effet inverse de celui escompté, si l’Iran se montrait
encore plus déterminé à construire une bombe capable de dissuader de futures
attaques israéliennes.
L’homme qui a dirigé l’opération
clandestine contre l’Iran
David Barnea, directeur du
Mossad, a dirigé les efforts d’Israël pour recruter des dissidents iraniens
afin d’attaquer le pays de l’intérieur. Voici ce qu’il faut savoir à son sujet.
David Barnea, directeur du Mossad
à l’origine de certains des succès les plus remarquables de son histoire, n’avait
jamais eu l’intention de devenir agent de renseignement. Jeune homme, il a été
chef d’équipe dans l’unité commando la plus élitiste de l’armée israélienne,
puis est venu à New York pour étudier en vue d’une carrière dans les affaires.
Après avoir obtenu une maîtrise
en finance à l’université Pace, il a travaillé dans une banque d’investissement
israélienne, puis dans une société de courtage, faisant ainsi ses premiers pas
vers une carrière où le plus grand danger était un changement inattendu sur les
marchés financiers mondiaux.
Le monde de Barnea a été
bouleversé en novembre 1995 lorsqu’un extrémiste de droite israélien a
assassiné le Premier ministre Yitzhak Rabin lors d’un rassemblement pour la
paix. Rabin avait signé les accords d’Oslo en 1993 avec Yasser Arafat, le
leader de l’Organisation de libération de la Palestine, et faisait pression
pour une solution à deux États au conflit qui opposait depuis des décennies les
Arabes et les Juifs.
« L’assassinat de Rabin l’a
bouleversé, comme beaucoup d’autres Israéliens », se souvient David Meidan, un
ancien agent du Mossad à la retraite considéré comme le mentor de Barnea. Il
explique que cet assassinat a poussé Barnea, alors âgé de 30 ans, à tout
remettre en question et à chercher « un sens à sa vie ». Un ami lui a suggéré
de postuler au Mossad et, après avoir passé les tests physiques et
psychologiques requis, il a été accepté dans le programme de formation de l’agence.
Barnea s’est révélé doué pour
repérer, recruter et diriger des agents qui travailleraient pour le Mossad dans
des pays hostiles à Israël. Un an après avoir rejoint l’agence d’espionnage, il
est devenu agent de terrain dans sa division Tzomet, ou Junction.
Meidan a déclaré que Barnea
possédait les qualités essentielles pour réussir dans ce rôle : « l’intelligence
émotionnelle et l’empathie ». Il a notamment été affecté pendant plusieurs
années dans une capitale européenne, où ses collègues du Mossad ont déclaré qu’il
s’était révélé charmant, concentré et déterminé.
Ces dernières qualités étaient
évidentes dès son plus jeune âge. Barnea est né à Ashkelon, en Israël, en 1965.
Son père, Yosef Brunner, a quitté l’Allemagne hitlérienne en 1933 pour la
Palestine sous domination britannique et a finalement servi comme
lieutenant-colonel dans les premières années des Forces de défense
israéliennes.
À 14 ans, les parents de Barnea l’ont
inscrit dans un internat militaire. Il est devenu un fanatique de fitness et
continue de courir ou de faire du vélo dès qu’il en a l’occasion. Lorsqu’il a
dû effectuer son service militaire obligatoire, Barnea a obtenu une place très
convoitée au sein du Sayeret Matkal, une unité commando d’élite fréquemment
envoyée au-delà des frontières d’Israël pour recueillir des renseignements ou
mener des attaques secrètes ou des sabotages.
Dans les années 1990, lorsqu’il a
commencé sa carrière d’espion, le Mossad se concentrait principalement sur le
terrorisme palestinien. Barnea, qui parle arabe, s’est révélé doué pour diriger
des agents au sein et autour de l’OLP et d’autres organisations.
Il a gravi les échelons et
faisait partie de la direction du Mossad lorsque celui-ci a décidé de faire de
la collecte de renseignements sur l’Iran sa priorité absolue en 2002. Ce
changement reflétait l’inquiétude croissante suscitée par le programme
nucléaire secret de l’Iran et ses liens avec de puissants mandataires régionaux
tels que le Hezbollah.
En 2019, Barnea a été nommé
directeur adjoint du Mossad et chef de sa direction des opérations. Au sein de
l’agence, il s’est distingué comme un partisan des opérations agressives visant
les scientifiques iraniens, les sites nucléaires et l’arsenal croissant de
missiles iraniens pouvant atteindre Israël.
Fakhrizadeh
En novembre 2020, Barnea a
supervisé l’opération
qui a conduit à l’assassinat de Mohsen Fakhrizadeh, physicien et général du
Corps des gardiens de la révolution islamique, responsable des aspects
militaires du programme nucléaire iranien. Après des mois de surveillance par
des agents non israéliens, le Mossad a pu déterminer les habitudes de déplacement
de Fakhrizadeh. Un plan a été élaboré pour garer une camionnette Nissan sur le
bord de la route et installer une mitrailleuse unique télécommandée sur sa
plate-forme. L’arme était équipée d’une caméra sophistiquée et d’un logiciel d’intelligence
artificielle qui identifierait Fakhrizadeh et ne tirerait que sur lui.
L’opération était contrôlée
depuis le quartier général du Mossad, au nord de Tel-Aviv, où Barnea était
rejoint dans le centre de commandement par son supérieur, le directeur de l’agence
Yossi Cohen. Ils ont pu voir la voiture du physicien nucléaire s’approcher,
puis la mitrailleuse a ouvert le feu, touchant Fakhrizadeh à plusieurs reprises
tout en épargnant sa femme, qui était assise à côté de lui.
Sept mois plus tard, Barnea a été
nommé à la tête du Mossad par le Premier ministre Benjamin Netanyahu. Il est le
13e homme à occuper ce poste.
Au cours des années qui ont
suivi, Barnea s’est appuyé sur les atouts de l’opération Fakhrizadeh pour
recruter des dizaines d’agents non israéliens pour des opérations en Iran. Ces
agents ont joué un rôle crucial dans les frappes aériennes de juin contre le
programme nucléaire iranien, en identifiant l’emplacement des domiciles des
scientifiques nucléaires et en neutralisant les défenses aériennes iraniennes.
Un collègue haut placé au Mossad,
Haim Tomer, a déclaré que Barnea n’était peut-être pas aussi « stratégique,
charismatique ou flamboyant » que certains de ses prédécesseurs, mais qu’il
avait prouvé qu’il était un « opérateur de premier plan ».
Parmi les succès du Mossad sous
la direction de Barnea, on peut citer les bipeurs explosifs qui ont décimé le
Hezbollah, l’assassinat de scientifiques nucléaires iraniens et d’un dirigeant
politique du Hamas, Ismaïl Haniyeh, en visite à Téhéran, ainsi que les raids
commando qui ont détruit les défenses aériennes iraniennes et permis à Israël
de frapper les installations nucléaires sans perdre un seul avion.
Ces missions représentent un
revirement remarquable pour les Israéliens de la communauté du renseignement,
dont beaucoup estimaient avoir failli à leur devoir envers la nation après l’attaque
du 7 octobre 2023, au cours de laquelle le Hamas a tué plus de 1 200 Israéliens
et en a kidnappé 251. Ce sentiment de honte était présent dans toutes les
agences, même celles comme le Mossad qui n’étaient pas principalement chargées
de surveiller le Hamas.
Les directeurs du Mossad ont
généralement un mandat de cinq ans, et Barnea, ou Dadi comme l’appellent ses
collaborateurs, pourrait donc être remplacé d’ici le milieu de l’année 2026 ;
mais son mandat pourrait être prolongé en reconnaissance de ses succès.
« Ce sont des jours historiques
pour le peuple d’Israël », a déclaré Barnea lors d’une réunion d’agents au
siège du Mossad après la brève guerre de juin, où il a évoqué sa coopération
étroite avec la CIA. « La menace iranienne, qui met en danger notre sécurité
depuis des décennies, a été considérablement contrariée grâce à la coopération
extraordinaire entre les Forces de défense israéliennes, qui ont mené la
campagne, et le Mossad, qui a opéré à leurs côtés, avec le soutien de notre
allié, les USA. »