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28/11/2025

¿Estuvo Israel detrás del atentado contra una sinagoga de Bagdad en 1951? Un nuevo documental israelí reabre el caso

Nirit Anderman, Haaretz, 6-11-2025
Traducido por Tlaxcala

Durante años, muchos emigrantes iraquíes judíos creyeron que Israel había estado detrás del ataque que destrozó a su comunidad para acelerar su Aliyá. Un nuevo documental reabre el caso.


Fotograma de “The Baghdad Files”. «Después de trabajar en esta película, yo también echo de menos Bagdad». Fotos de Ephrati Productions fotoshopeadas por Yaron Shin (Jewboy)

El 4 de enero de 1951, una fuerte explosión devastó la sinagoga Masouda Shem-Tov, en el corazón de Bagdad. «La sinagoga fue bombardeada desde una casa cercana (…) Logré escapar con el resto de la multitud —unas 600 o 700 personas— que huyó presa del pánico», contó Ezra Naim, un judío que había emigrado de Irak, a un periodista de Davar un par de semanas después. El rumor que circulaba entonces entre los judíos de Bagdad era que emisarios de Israel habían lanzado la granada dentro de la sinagoga.

«Lo había oído también de policías y funcionarios», dijo Naim. «Muchos judíos de Bagdad y de otras ciudades están encerrados en sus casas, rezando mucho y esperando la inmigración.»

El informe del 19 de enero en Davar pasó casi desapercibido, enterrado entre muchas otras noticias. Pero la posibilidad de que agentes israelíes hubieran arrojado la granada —que mató a cuatro personas e hirió a decenas— ha indignado y atormentado durante años a muchos inmigrantes iraquíes.


El director Avida Livni. «Quiero que digan que hice una buena película.» Foto David Bachar

Aunque las autoridades iraquíes arrestaron a tres activistas sionistas tras el ataque —ejecutando a dos de ellos— Israel ha negado siempre cualquier implicación en este incidente y en otros cuatro ataques contra la comunidad judía de Bagdad entre 1950 y 1951.

Sin embargo, los judíos bagdadíes siguieron desconfiando. Incluso tras llegar a Israel, muchos mantuvieron durante décadas que los responsables de la explosión —considerada un catalizador de la gran ola migratoria durante la Operación Ezra y Nehemías en los años cincuenta— no eran enemigos de la comunidad, sino emisarios del propio Estado israelí. Israel podría haber despejado fácilmente la duda publicando las conclusiones de sus investigaciones oficiales. En cambio, se ha negado a revelarlas.

Extrañando Bagdad

Más de siete décadas después de la explosión, la controversia resurge en un nuevo documental: Baghdad Files, dirigido por Avida Livni, proyectado en el Festival de Cine de Haifa y posteriormente en Kan 11. «Alguien lanzó esa granada, y el hecho de que hoy no sepamos quién lo hizo se debe a fuerzas que impiden que lleguemos a la verdad», dice Livni. «Cuando te bloquean el acceso a la verdad, empiezas a buscarla, y solo te quedan historias y conjeturas. Para un director que busca un documental interesante, lleno de giros, es un punto de partida fascinante.»

El motor dramático de la película es una caja de documentos que permaneció durante décadas en los archivos de la Universidad de Yale sin que nadie la advirtiera. Eran los papeles del periodista israelí Baruch Nadel, antiguo miembro de la milicia clandestina sionista Lehi, que escribió para Yedioth Ahronoth y Ha’olam Hazeh, entre otras publicaciones. En los años cincuenta, Nadel visitó las ma’abarot —campos de tránsito para los inmigrantes iraquíes recién llegados— y quedó impactado por sus condiciones inhumanas.

«Me encontré con personas en un proceso de desintegración mental, física y social», escribió entonces. «Algunos, que habían logrado preservar su humanidad, me dijeron que habían emigrado porque bombas les habían sido lanzadas por judíos iraquíes bajo órdenes de Israel.»

A lo largo de los años, Nadel volvió repetidamente a entrevistarlos y recopiló aún más testimonios. Cada vez más judíos bagdadíes le aseguraban que emisarios israelíes estaban detrás de los ataques. Nadel transcribió fielmente sus relatos, pero cuando quiso publicarlos, se enfrentó a negativas oficiales.

Una década después, cuando un editor israelí le encargó un libro sobre la Operación Ezra y Nehemías, Nadel dejó claro que escribiría que Israel había estado detrás de los atentados. Alarmado, el editor canceló el proyecto.


Inmigrantes iraquíes en campos de tránsito, años 1950. Nadel escribió que encontró «a personas en proceso de desintegración mental, física y social». Foto Meitar Collection, Pritzker Family National Photography Collection, Biblioteca Nacional de Israel

Finalmente, Nadel expresó sus acusaciones en una entrevista publicada en 1977 en la revista Bamaaracha, centrada en la discriminación contra los judíos mizrajíes. El resultado fue una demanda por difamación presentada por Mordejai Ben-Porat, uno de los organizadores de la inmigración judía iraquí.

Nadel comenzó a preparar su defensa, pero su vida se derrumbó. Su hija, entrevistada en la película, cuenta que, tras la muerte de su hijo, él decidió abandonar todo. Firmó un acuerdo con Ben-Porat, dejó Israel por USA, depositó sus archivos personales en Yale —con una nota dirigida al «futuro investigador de este material»— y murió en Nueva York en 2014.

Tres años después, los profesores Yehouda Shenhav-Shahrabani y Hannan Hever descubrieron los documentos y publicaron un artículo titulado Violence in Baghdad (1950–1951), Violence of the Archives. Según Livni, fue el periodista Itay Ziv [crítico de televisión de Haaretz] quien le habló por primera vez del hallazgo y propuso hacer un documental.

El secreto y la ocultación no hacen sino profundizar las sospechas. Nadie investigó esto tan a fondo como Baruch Nadel, y él tenía nombres específicos, recurrentes. Lamento sobre todo no haber hecho esta película hace diez años, cuando aún había muchos más testigos.
Avida Livni

Debido a la pandemia, Livni no pudo consultar los documentos físicamente y pasó horas delante del ordenador leyendo el material digitalizado. «Era como leer una novela de suspense», dice. «Me quedaba despierto toda la noche leyendo los testimonios. Había de todo: historias personales, documentos, conclusiones. En un momento pensé: ya tenemos película, incluso si no hay una respuesta definitiva a quién lanzó la granada.»

En lugar de realizar un relato histórico lineal, Livni eligió centrar la película en la caja de documentos. Según él, contiene unos 117 testimonios recopilados por Nadel. El espectador sigue su investigación a través de los años cincuenta, sesenta y setenta. Se entrelazan testimonios nuevos de sobrevivientes actuales —como Geula El’ani, que recuerda a su madre decir que la clandestinidad judía lanzó la granada— junto a descendientes de segunda y tercera generación que siguen cargando heridas sin cerrar.



Nadel en 1972. Dejó sus hallazgos «al futuro investigador de este material». Foto
 The Dan Hadani Collection, Biblioteca Nacional de Israel

Una comunidad judía próspera antes del éxodo

Baghdad Files relata la historia de la comunidad judía de Irak, bien establecida y próspera, una gran parte de la cual —pese al trauma del pogromo del Farhud en 1941— continuó viviendo cómodamente junto a sus vecinos musulmanes. Por eso, tras la creación de Israel, muchos no tenían prisa por hacer aliyá. A diferencia de las clases populares, las élites —médicos, comerciantes, intelectuales— evitaron inscribirse para emigrar.

En el documental, Shenhav-Shahrabani señala que en abril de 1949 se propuso en el Mossad Le’Aliyah Bet (ramo de la Haganh encargado de la inmigración) arrojar «granadas de susto» en cafés frecuentados principalmente por judíos, junto con panfletos instándolos a abandonar Irak, para acelerar su salida. Tras el ataque de la sinagoga en 1951, más de 80 000 judíos solicitaron renunciar a su ciudadanía iraquí para emigrar a Israel: en pocos meses, la comunidad prácticamente desapareció.

La película muestra una Bagdad vibrante y floreciente antes de los ataques. «Esa granada simboliza la pérdida —la ruptura violenta de todo eso», dice Livni. «Después de trabajar en esta película, yo también echo de menos Bagdad.» Fotografías raras de la sinagoga Masouda Shem-Tov y relatos de niños asesinados y familias separadas ofrecen una imagen de pérdida colectiva. El testimonio de El’ani sobre el niño huérfano asesinado ante sus ojos —abandonado allí por sus padres adoptivos para que lo llevaran a Israel— es especialmente desgarrador.


El profesor Yehouda Shenhav-Shahrabani. Habló de «granadas de susto» lanzadas en cafés.
Foto Avner Shahaf

«Y luego llegan aquí, y de repente ven que quizá no es mejor aquí», dice Livni. «Algunos hablaban de un “sionismo cruel”, que era mejor hacer un sacrificio allá para traer a todos aquí y construir un país. Digamos que, en términos fríos y matemáticos, quizá es cierto. Pero ese niño huérfano abandonado —¿qué matemática justifica eso?»

Para Livni, el caso de la granada no es solo un hecho histórico, sino una parábola permanente sobre decisiones políticas e institucionales tomadas a costa de individuos. «Esto pasa en todas partes: la gran matemática destruye la vida de quienes solo quieren vivir», señala. «La guerra, los desalojos, las promesas rotas… El establishment siempre miente porque debe protegerse. Si dijera la verdad, casi no habría películas ni libros ni investigaciones.»

«El establishment siempre miente»

Según Livni, el establishment mintió cuando envió ciudadanos a asentarse en el Sinaí ocupado sin decirles que pronto serían desalojados; mintió cuando envió soldados a luchar en los últimos años prometiendo que si Gaza era ocupada, todo estaría bien; y ha mentido durante años a los residentes de la frontera de Gaza.

«Estoy haciendo ahora una película sobre los “Zorros de Kfar Aza”, el equipo de fútbol del kibutz. Algunos miembros fueron asesinados el 7 de octubre, y el equipo jugó un partido tres días después, en el kibutz Shefayim —descalzos— porque sus zapatos se habían quemado. Mantienen el equipo unido con todo lo que tienen. Son personas que no creen en el establishment, porque los traicionó. Los traicionó mucho antes del 7 de octubre, pero solo entonces lo comprendieron. Hablas con ellos y enseguida entiendes: tu rol aquí es ser un peón. Hoy estás aquí, mañana allí.»

El establishment israelí creó comisiones de investigación sobre el atentado en la sinagoga Masouda Shem-Tov, pero sus conclusiones siguen clasificadas. En Baghdad Files, Livni intenta acceder a estos materiales y descubre que están guardados en archivos estatales inaccesibles al público. Nadie puede leerlos.


Escritos de Nadel en la película. «Nadie investigó esto tan a fondo como él.» Foto “Baghdad Files”

«El secreto y la ocultación no hacen sino profundizar las sospechas», dice Livni. «Nadel recopiló testimonios por todo el país. Tenía nombres específicos, repetidos. Fuimos cuidadosos al no mencionarlos explícitamente, también por consideraciones legales. Lo que más lamento es no haber hecho esta película diez años antes, cuando todavía había muchos más testigos vivos.»

Para él, el silencio —el intento del establishment de enterrar la verdad— es el verdadero peligro. «Es como cuando de niño hiciste algo malo y esperas el castigo —estás listo para afrontarlo— pero nada ocurre. Se convierte en un secreto que guardas quizá con unas pocas personas —y ese secreto arde durante años, no se apaga. Porque todo lo silenciado acaba vengándose.»

La película muestra que la nueva generación de inmigrantes iraquíes también busca respuestas. «Es, sobre todo, el deseo de justicia. El Estado ya está establecido, todos están aquí, pero nuestra historia quedó atrás. Quieres saber la verdad: por qué mataron a tu abuelo, por qué murió ese niño», dice Livni. «Quieres saber, y alguien te detiene: “No vas a saber.” ¿Por qué? Son sus familias. Que revelen la verdad. Que muestren lo que tienen. Y hay un millón de casos así: los niños yemenitas [denuncias de que miles de niños inmigrantes yemeníes fueron secuestrados y dados en adopción en los primeros años del Estado de Israel], Pfizer [acuerdo entre Israel y Pfizer para suministrar vacunas contra la COVID-19 a cambio de datos médicos]… pero el establishment no dirá la verdad porque necesita proteger su poder.»

Sin embargo, Livni insiste en que la verdadera prueba de la película no es su importancia histórica, sino su calidad cinematográfica. «No quiero que digan que hice algo importante; quiero que digan que hice una buena película.» Y en efecto, Baghdad Files ofrece algo más que una crónica histórica: nostalgia por la Bagdad anterior a la explosión, la investigación de Nadel, las intrigas y el ocultamiento. Livni y la montadora Tal Shefi logran combinar nostalgia, documental detectivesco, trauma intergeneracional y una injusticia histórica sufrida por los judíos de países árabes a manos del establishment asquenazí fundador del Estado.

Al final, la pregunta «¿quién lanzó la granada?» se desvanece, dejando espacio a otras: ¿qué significa un secreto nacional nunca revelado? ¿Qué ocurre cuando toda una comunidad lleva una memoria que contradice la narrativa oficial? ¿Cuál es el precio del silencio? ¿Y quién lo paga? Baghdad Files cumple el deseo de Nadel para un «futuro investigador» y demuestra que la historia de Israel no se escribe solo en documentos oficiales, sino también en memorias y testimonios —mucho más difíciles de silenciar.

Israël était-il derrière l’attentat contre une synagogue à Bagdad en 1951 ? Un nouveau documentaire israélien pose la question

Nirit Anderman, Haaretz, 6/11/2025
Traduit par Tlaxcala

Pendant des années, de nombreux émigrés irakiens juifs ont cru qu’Israël était responsable de l’attaque qui a bouleversé leur communauté afin de hâter leur Alyah. Un nouveau documentaire rouvre le dossier.


Une image tirée de « The Baghdad Files ». « Après avoir travaillé sur ce film, moi aussi, soudain, Bagdad me manque ». Images Ephrati Productions photoshoppées par Yaron Shin (Jewboy)

Le 4 janvier 1951, une forte explosion dévasta la synagogue Masouda Shem-Tov, au cœur de Bagdad. « La synagogue a été bombardée depuis une maison voisine (…) J’ai réussi à m’échapper avec le reste de la foule – quelque 600 à 700 personnes – qui s’est enfuie dans la panique », racontait quelques semaines plus tard Ezra Naim, un Juif ayant émigré d’Irak, à un journaliste de Davar. La rumeur qui circulait alors parmi les Juifs de Bagdad était que des émissaires d’Israël avaient jeté la grenade dans la synagogue.

« J’en avais entendu autant de la part de policiers et de fonctionnaires », ajoutait Naim. « Beaucoup de Juifs de Bagdad et d’autres villes sont (aujourd’hui) enfermés chez eux, priant beaucoup et attendant l’immigration. »

Le rapport publié dans Davar le 19 janvier 1951 fut relégué en page intérieure, presque perdu parmi de nombreuses autres informations. Mais la possibilité que des agents israéliens aient jeté cette grenade – qui tua quatre personnes et en blessa des dizaines – a, au fil des ans, hanté et révolté de nombreux immigrés irakiens.

Le réalisateur Avida Livni. « Je veux qu’on dise que j’ai fait un bon film. » Photo David Bachar

Bien que les autorités irakiennes aient arrêté trois militants sionistes à la suite de l’attaque, exécutant deux d’entre eux, l’État d’Israël a toujours nié toute implication dans cet incident, comme dans quatre autres attaques visant la communauté juive de Bagdad entre 1950 et 1951.

Pourtant, les Juifs bagdadis sont restés sceptiques. Même après leur arrivée en Israël, beaucoup ont affirmé pendant des décennies que les responsables de cette explosion – considérée comme un catalyseur de la grande vague d’émigration juive d’Irak vers Israël dans le cadre de l’opération Ezra et Néhémie dans les années 1950 – étaient des émissaires des institutions israéliennes plutôt que des ennemis de la communauté. Israël aurait facilement pu dissiper le flou entourant la question en publiant les conclusions de ses enquêtes officielles. Mais il a refusé de les rendre publiques.

Bagdad leur manque

Plus de 70 ans après l’explosion, la controverse sur l’identité des auteurs est ravivée dans un nouveau documentaire : The Baghdad Files, réalisé par Avida Livni, projeté au festival de Haïfa puis diffusé sur Kan 11. « Quelqu’un a jeté cette grenade, et le fait qu’aujourd’hui encore on ignore qui l’a jetée tient à des forces qui nous empêchent d’accéder à la vérité », explique Livni. « Quand on t’empêche d’accéder à la vérité, tu commences à la chercher, et il ne te reste que des histoires et des conjectures. Pour un réalisateur qui veut faire un documentaire intéressant, avec des rebondissements, c’est un point de départ fascinant. »

Le moteur dramatique du film est une malle de documents restée pendant des décennies dans les archives de l’Université Yale sans que personne ne s’y intéresse. Il s’agissait des papiers du journaliste israélien Baruch Nadel, ancien membre du Lehi (milice clandestine de la période pré-étatique), qui a écrit pour Yedioth Ahronoth et Ha’olam Hazeh, entre autres. Dans les années 1950, Nadel visita les ma’abarot — des camps de transit pour les nouveaux immigrants irakiens — et fut bouleversé par les conditions de vie insoutenables.

« J’ai rencontré des gens en plein processus de désintégration mentale, physique et sociale », écrivait-il alors. « Certains, qui avaient réussi à préserver leur humanité, m’ont dit qu’ils avaient émigré d’Irak parce que des bombes leur avaient été jetées dessus par des Juifs irakiens sur ordre d’Israël. »

Au fil des années, Nadel retourna régulièrement voir des immigrants irakiens et recueillit des témoignages. De plus en plus d’anciens Juifs bagdadis lui dirent que des émissaires israéliens étaient derrière les attentats, et Nadel transcrivit fidèlement leurs témoignages. Mais lorsqu’il voulut publier ceux-ci, il se heurta à des démentis officiels.

Une décennie plus tard, lorsqu’un éditeur israélien lui demanda d’écrire un livre sur l’opération Ezra et Néhémie, Nadel déclara qu’il écrirait qu’Israël avait orchestré les attentats. L’éditeur, alarmé, retira son offre.


Immigrants irakiens dans des camps de transit, années 1950. Baruch Nadel écrivait qu’il avait rencontré « des gens en plein processus de désintégration mentale, physique et sociale ». Photo Meitar Collection, Pritzker Family National Photography Collection, Bibliothèque nationale d’Israël

Finalement, Nadel formula ces accusations dans une interview publiée en 1977 dans Bamaaracha (« Au combat »), un périodique consacré à la discrimination ethnique envers les Juifs originaires du Moyen-Orient et d’Afrique du Nord. Cela entraîna une plainte en diffamation déposée contre lui par Mordekhaï Ben-Porat, l’un des organisateurs de l’immigration juive irakienne.

Nadel commença à préparer sa défense — puis sa vie s’effondra. Sa fille, interviewée dans le film, dit qu’après la mort de son fils, il décida d’abandonner. Il signa un accord avec Ben-Porat, quitta Israël pour les USA, déposa ses archives personnelles à Yale — accompagnées d’une note destinée au « futur chercheur sur ce matériel » — et mourut à New York en 2014.

Trois ans plus tard, les professeurs Yehouda Shenhav-Shahrabani et Hannan Hever découvrirent ces documents et publièrent un article intitulé Violence in Baghdad (1950-1951), Violence of the Archives [en cours de traduction par Tlaxcala]. Livni raconte que c’est le journaliste Itay Ziv (critique TV de Haaretz) qui lui parla pour la première fois de ce trésor documentaire et lui proposa, ainsi qu’à la productrice Ayelet Ephrati, d’en faire un film.

Parce que c’était pendant la pandémie, au lieu de consulter les pages jaunies à Yale, Livni passa des heures devant son ordinateur à lire les recherches laissées par Nadel. « C’était comme lire un thriller », dit-il. « Je passais mes nuits à lire les témoignages qu’il avait rassemblés. Il y a de tout : des histoires personnelles, des documents, des conclusions. À un moment, je me suis dit : on a un film, même s’il n’y a pas de réponse définitive à la question de qui a jeté la grenade. »

Plutôt que de faire un film historico-chronologique, Livni choisit de centrer l’enquête sur la malle de Nadel. Selon lui, celle-ci contient quelque 117 témoignages recueillis par le journaliste. Le film invite le spectateur à suivre la démarche de Nadel : ses recherches des années 1950, son retour aux témoins dans les années 1960, ses préparatifs de procès dans les années 1970. De nouveaux témoignages de survivants encore vivants y sont intégrés, comme celui de Geula El’ani, qui se souvient de sa mère affirmant que la grenade avait été lancée par les clandestins juivfs — aux côtés de descendants de deuxième et troisième génération qui portent encore cette douleur et ces questions sans réponse.



Nadel en 1972. Il a laissé ses conclusions « au futur chercheur de ce matériel ». Photo Dan Hadani Collection, Bibliothèque nationale d’Israël

 Une communauté juive florissante avant l’exil

Baghdad Files raconte l’histoire de la communauté juive d’Irak, prospère et bien établie, dont une large partie — malgré le traumatisme du pogrom du Farhoud de 1941 — avait continué de vivre dans un relatif confort aux côtés de ses voisins musulmans. Après la création d’Israël, beaucoup n’étaient pas pressés de faire leur alyah. Contrairement aux couches populaires, des élites — médecins, commerçants, intellectuels — refusèrent de s’inscrire pour l’émigration.

Dans le film, Shenhav-Shahrabani note qu’en avril 1949 déjà, une suggestion fut faite au sein du Mossad Le’Aliyah Bet (branche de la Haganah chargée de l’immigration clandestine) de lancer « quelques grenades d’intimidation dans des cafés fréquentés principalement par des Juifs, accompagnées de tracts leur ordonnant de quitter l’Irak » afin d’accélérer l’émigration. En effet, après l’attentat de la synagogue en 1951, en quelques mois, plus de 80 000 Juifs demandèrent à renoncer à leur citoyenneté irakienne pour pouvoir partir en Israël — et la communauté se vida presque d’un seul coup.

Le film montre Bagdad avant les attaques comme une ville vibrante et prospère où les Juifs se développaient. « Cette grenade symbolise la perte — la rupture violente de tout cela », dit Livni. « Après avoir travaillé sur ce film, moi aussi, soudain, Bagdad me manque. » Des photos rares de la synagogue Masouda Shem-Tov, ainsi que des récits d’enfants tués et de familles brisées, composent un tableau de perte collective. Le témoignage d’El’ani sur l’enfant orphelin tué sous ses yeux — après que ses parents adoptifs l’eurent laissé là pour qu’il soit emmené en Israël — est particulièrement bouleversant.


Le professeur Yehouda Shenhav-Shahrabani. Il a parlé de « grenades d’intimidation » lancées dans des cafés. Photo Avner Shahaf

« Et puis ils arrivent ici, et soudain ils comprennent que ce n’est peut-être pas mieux ici », dit Livni. « Certains parlaient de “sionisme cruel”, qu’il valait mieux faire un sacrifice là-bas afin de ramener tout le monde ici pour construire un pays. Disons que, froidement, mathématiquement, c’est peut-être vrai. Mais l’enfant orphelin dont les parents adoptifs l’ont laissé là-bas — est-ce que quelque chose justifie une telle mathématique ? »

Pour Livni, l’affaire de la grenade n’est pas seulement un événement historique, mais une parabole durable sur des décisions politiques prises au détriment d’individus. « ça arrive partout : la grande mathématique détruit la vie de gens qui veulent simplement vivre », dit-il, qu’il s’agisse de guerres, d’évacuations de communautés ou de promesses non tenues. « L’establishment ment toujours parce qu’il doit se protéger. S’il disait la vérité, on ne ferait presque plus de films, ni de livres, ni de recherches. »

“L’establishment ment toujours”

Selon Livni, l’establishment a menti lorsqu’il a envoyé des citoyens s’installer dans le Sinaï occupé sans leur dire qu’une évacuation était imminente ; il a menti en envoyant des soldats combattre ces dernières années en promettant que si Gaza était occupée, tout irait bien ; et il a bien sûr menti pendant des années aux habitants de la frontière avec Gaza.

« Je fais maintenant un film sur les “Renards de Kfar Aza”, l’équipe de football du kibboutz. Certains joueurs ont été tués le 7 octobre, et l’équipe a joué un match trois jours plus tard au kibboutz Shefayim — pieds nus — parce que leurs chaussures avaient brûlé. Ils maintiennent l’équipe avec tout ce qu’ils ont. Ce sont des gens qui ne croient plus du tout à l’establishment, parce qu’il les a trahis. Il les a trahis bien avant le 7 octobre, mais ils ne s’en sont rendu compte que ce jour-là. Tu leur parles et tu comprends : tu n’es ici qu’un pion. Un jour tu es ici, le lendemain tu es ailleurs. »

L’establishment israélien a mis en place des commissions d’enquête sur l’attentat à la synagogue Masouda Shem-Tov, mais leurs conclusions restent classifiées. Dans Baghdad Files, Livni tente d’accéder à ces documents, mais découvre qu’ils sont conservés dans des archives d’État inaccessibles au public. Personne n’a le droit de les lire.


Les écrits de Nadel dans le film. « Personne n’a étudié cela aussi profondément que lui ». Photo extraite du film “Baghdad Files”

« Le secret et la dissimulation ne font qu’accentuer les soupçons », dit Livni. « Personne n’a fait une recherche aussi approfondie que Baruch Nadel, qui a parcouru le pays pour recueillir des témoignages. Il a des noms [des suspects d’avoir lancé la grenade] précis, récurrents. Nous avons été prudents : nous n’avons pas voulu publier ces noms, notamment pour des raisons juridiques. Mais je regrette surtout de ne pas avoir fait ce film dix ans plus tôt, quand bien plus de gens étaient encore là pour témoigner. »

Pour lui, le silence — la tentative de l’establishment d’enterrer la vérité — est le véritable danger. « Quand tu fais une bêtise enfant et que tu attends la punition — tu es prêt à l’affronter — mais rien n’arrive. Alors cela devient un secret que tu gardes, peut-être avec quelques autres personnes — et ce secret brûle des années, il ne s’éteint pas. Parce que tout ce qui est tu finit par se venger. »

Le film montre clairement que la nouvelle génération d’immigrés irakiens cherche également des réponses. « C’est surtout le désir de justice. L’État est établi, tout le monde est là — mais notre histoire est restée derrière. Tu veux savoir pourquoi ton grand-père a été tué, pourquoi ce garçon est mort », dit Livni. « Tu veux savoir, et quelqu’un t’arrête : “Tu ne sauras pas.” Pourquoi ? Ce sont leurs familles. Qu’on révèle la vérité. Montrez ce que vous avez. Et il y a mille affaires comme celle-ci — les enfants yéménites [allégations selon lesquelles des milliers d'enfants immigrés yéménites ont été kidnappés et donnés en adoption dans les premières années de l'État d’Israël], Pfizer [accord entre Israël et Pfizer pour fournir en masse des vaccins contre la COVID-19 en échange de données médicales] – mais l'establishment ne dira pas la vérité car il doit protéger son pouvoir ».

Mais, insiste Livni: le véritable test du film n’est pas son importance historique, mais sa qualité cinématographique. « Je ne veux pas qu’on dise que j’ai fait quelque chose d’important ; je veux qu’on dise que j’ai fait un bon film. » En effet, Baghdad Files offre une expérience qui dépasse l’histoire : nostalgie de Bagdad avant la grenade, enquête de Nadel, intrigues, dissimulations — Livni et la monteuse Tal Shefi ont créé un documentaire mêlant nostalgie, enquête, traumatisme intergénérationnel et injustice historique infligée aux Juifs orientaux par l’establishment ashkénaze fondateur de l’État.

À la fin, la question « qui a jeté la grenade ? » s’efface, laissant place à d’autres : que signifie un secret national jamais révélé ? Que se passe-t-il lorsqu’une communauté porte une mémoire divergente du récit officiel ? Quel est le prix du silence ? Et qui le paie ? Baghdad Files réalise le vœu de Nadel pour un « futur chercheur » et prouve que l’histoire d’Israël s’écrit non seulement dans les archives officielles, mais aussi dans les souvenirs et les témoignages — beaucoup plus difficiles à réduire au silence.

28/09/2025

AVI SHLAIM
Le 7 octobre n’était pas la première fois que les sionistes ont laissé tomber “Shlomo Mantzur” (Salman Mansour)

Cet otage d’origine irakienne a été sacrifié deux fois sur l’autel du sionisme : d’abord en Irak, puis à nouveau à la frontière de Gaza.

Avi Shlaim, Haaretz , 16/2/2025
Traduit par Tlaxcala


Manifestation pour la fin de la guerre et un accord sur les otages à Tel Aviv. Au centre, un portrait de Mantzur, alias "Saba", le charpentier de Kissufim . Photo Moti Milrod

Shlomo Mantzur, 86 ans, était le plus âgé des 251 otages israéliens capturés par les militants du Hamas lors de leur attaque meurtrière du 7 octobre. Alors que la version sioniste des événements prétend que Mantzur a été deux fois victime dun antisémitisme arabe vicieux, en réalité, le mouvement sioniste lui-même a joué un rôle dans ses malheurs, d’abord en le plaçant dans la ligne de mire en Irak en 1951, puis en ne le protégeant pas chez lui, au kibboutz Kissufim, au crépuscule de sa vie.


Shlomo Mantzur (en bas à droite) avec ses parents, David et Marcelle, son frère et sa sœur, à Bagdad au début des années 1940. Il s’appelait alors encore Salman Mansour, alias Assa’ad

Mantzur, né en Irak en 1938, avait survécu au tristement célèbre pogrom contre les Juifs, le Farhud, en 1941, et a émigré avec sa famille en Israël à l’âge de treize ans dans le cadre de la « Grande Aliyah » en 1951. Je n’ai aucune idée de ce qu’il a pensé de ce déménagement. J’avais cinq ans en 1950 lorsque j’ai quitté Bagdad avec ma famille, et nous avions clairement le sentiment d’avoir été enrôlés de force dans le projet sioniste.

Le Farhud, le massacre des Juifs irakiens en juin 1941, est souvent cité par les historiens sionistes comme preuve de l’antisémitisme perpétuel des Arabes et des musulmans. Mais le Farhud était une exception plutôt que la norme.

Il s’agissait clairement d’une manifestation d’antisémitisme, mais c’était aussi le résultat d’autres forces, notamment la politique impériale britannique qui a fait des Juifs des boucs émissaires. 165 Juifs ont été tués, des femmes juives ont été violées et des maisons et des magasins juifs ont été pillés. Mais après le Farhud, la vie juive en Irak a progressivement repris son cours normal sans que ces violentes agressions contre les citoyens juifs de Bagdad ne se reproduisent.

Le véritable tournant dans l’histoire des Juifs irakiens n’a pas eu lieu en 1941, mais en 1948, près d’une décennie plus tard, avec la création de l’État d’Israël et la défaite humiliante des Arabes dans la guerre pour la Palestine.

26/08/2025

YOSSI MELMAN/DAN RAVIV
Israël a secrètement recruté des dissidents iraniens pour attaquer leur pays de l’intérieur

Yossi Melman et Dan Raviv, ProPublica, 7/8/2025
Traduit par Tlaxcala

Yossi Melman est commentateur spécialisé dans les questions relatives aux services de renseignement israéliens et réalisateur de documentaires.
Dan Raviv est un ancien correspondant de CBS et animateur du podcast “The Mossad Files”. Ils sont les coauteurs de “Spies Against Armageddon: Inside Israel’s Secret Wars” (Les espions contre l’Armageddon : dans les coulisses des guerres secrètes d’Israël).

Faits saillants du rapport

1.                  Opérations secrètes : des commandos recrutés par le Mossad, les services secrets israéliens, en Iran et dans les pays voisins ont détruit les défenses aériennes iraniennes dans les premières heures d’une attaque menée en juin.

2.                 Collecte de renseignements : des agents israéliens ont identifié les chambres où dormaient les scientifiques nucléaires iraniens, ce qui a permis de mener des frappes aériennes précises.

3.                 Cyber-intox: Israël a envoyé un faux message convoquant les hauts responsables militaires iraniens à une réunion fantôme dans un bunker qui a ensuite été bombardé par des avions israéliens.

Emad Hajjaj
 

Au petit matin du 13 juin, un commando dirigé par un jeune Iranien, S.T., s’est mis en position à la périphérie de Téhéran. La cible était une batterie antiaérienne, faisant partie du réseau de radars et de missiles mis en place pour protéger la capitale et ses installations militaires contre les attaques aériennes.

À travers tout le pays, des équipes de commandos formés par Israël et recrutés en Iran et dans les pays voisins se préparaient à attaquer les défenses iraniennes de l’intérieur.

Selon leurs responsables, leurs motivations étaient à la fois personnelles et politiques. Certains cherchaient à se venger d’un régime répressif et clérical qui avait imposé des restrictions strictes à l’expression politique et à la vie quotidienne. D’autres étaient attirés par l’argent, la promesse de soins médicaux pour les membres de leur famille ou la possibilité de faire des études supérieures à l’étranger.

L’attaque avait été planifiée pendant plus d’un an par le Mossad, les services secrets israéliens. Neuf mois plus tôt, l’agence d’espionnage avait stupéfié le monde entier par ses prouesses techniques, en exécutant un complot ourdi en 2014 par son directeur de l’époque, Tamir Pardo, qui avait paralysé le Hezbollah en faisant exploser simultanément des milliers de bipeurs. Selon le Hezbollah, les explosions ont tué 30 combattants et 12 civils, dont deux enfants, et blessé plus de 3 500 personnes.

À 3 heures du matin, le 13 juin, S.T. et une légion étrangère composée d’environ 70 commandos ont ouvert le feu à l’aide de drones et de missiles sur une liste soigneusement sélectionnée de batteries antiaériennes et de lanceurs de missiles balistiques. (Ses supérieurs au Mossad ne nous ont communiqué que ses initiales.) Le lendemain, un autre groupe composé d’Iraniens et d’autres personnes recrutées dans la région a lancé une deuxième vague d’attaques à l’intérieur de l’Iran.

Au cours d’entretiens approfondis, dix responsables actuels et anciens des services de renseignement israéliens ont décrit les raids commando et ont révélé une multitude de détails jusqu’alors inconnus sur les efforts secrets déployés depuis des décennies par leur pays pour empêcher l’Iran de se doter de la bombe atomique. Ils ont demandé à rester anonymes afin de pouvoir s’exprimer librement.

Les responsables ont déclaré que les attaques commando avaient joué un rôle crucial dans les frappes aériennes de juin, permettant à l’armée de l’air israélienne de mener vague après vague de bombardements sans perdre un seul avion. Grâce aux renseignements recueillis par les agents du Mossad sur le terrain, les avions de combat israéliens ont pilonné les installations nucléaires, détruit environ la moitié des 3 000 missiles balistiques iraniens et 80 % de leurs lanceurs, et tiré des missiles sur les chambres à coucher des scientifiques nucléaires et des commandants militaires iraniens.

Comme ils l’avaient fait avec les bipeurs au Liban, les espions israéliens ont tiré parti de leur capacité à pénétrer les systèmes de communication de leurs adversaires. Au début de l’attaque aérienne, les cyberguerriers israéliens ont envoyé un faux message aux hauts responsables militaires iraniens, les attirant vers une réunion fantôme dans un bunker souterrain qui a ensuite été détruit par une frappe de précision. Vingt personnes ont été tuées, dont trois chefs d’état-major.

La carte stratégique de la région a été radicalement redessinée depuis les attentats du 7 octobre 2023, au cours desquels le Hamas a tué plus de 1 200 Israéliens et pris 251 otages. L’attention du public, en particulier ces dernières semaines, s’est concentrée sur les représailles d’Israël contre Gaza, qui ont causé des dizaines de milliers de morts et une famine croissante, condamnée par la communauté internationale.

La guerre secrète entre Israël et l’Iran a beaucoup moins attiré l’attention du public, mais elle a également joué un rôle important dans l’évolution de l’équilibre des pouvoirs dans la région.

En 2018, des agents formés par Israël ont fait irruption dans un entrepôt non surveillé à Téhéran. et ont utilisé des découpeurs plasma à haute température pour forcer les coffres-forts contenant des dessins, des données, des disques informatiques et des carnets de planification. Le matériel, pesant plus de 1 000 livres, a été chargé dans deux camions et transporté vers l’Azerbaïdjan voisin. Le Premier ministre israélien Benjamin Netanyahou a présenté le matériel lors d’une conférence de presse à Tel-Aviv et a déclaré qu’il prouvait que l’Iran avait menti au sujet de ses intentions nucléaires.

Deux ans plus tard, le Mossad a tué l’un des meilleurs physiciens iraniens, en utilisant la reconnaissance faciale améliorée par l’intelligence artificielle pour diriger une mitrailleuse télécommandée garée sur le bord d’une route près de sa maison de campagne.

Selon les planificateurs israéliens, avant les frappes aériennes de juin, ils ont demandé à des chauffeurs routiers inconscients de leur rôle de faire passer clandestinement en Iran des tonnes de « matériel métallique », c’est-à-dire les pièces détachées des armes utilisées par les commandos.

Les responsables israéliens ont déclaré que ces opérations reflétaient un changement fondamental dans l’approche du Mossad, amorcé il y a environ 15 ans. Les agents en Iran qui ont forcé les coffres-forts, installé les mitrailleuses, détruit les défenses aériennes et surveillé les appartements des scientifiques n’étaient pas israéliens. Tous étaient soit iraniens, soit citoyens de pays tiers, selon des hauts responsables israéliens ayant une connaissance directe des opérations. Pendant des années, ces missions en Iran ont été l’apanage exclusif des agents de terrain israéliens. Mais les responsables ont déclaré que l’impopularité croissante du régime iranien a rendu beaucoup plus facile le recrutement d’agents.

S.T. était l’un d’entre eux. Selon les autorités israéliennes, il a grandi dans une famille ouvrière d’une petite ville près de Téhéran. Il s’était inscrit à l’université et menait une vie d’étudiant apparemment ordinaire, lorsque lui et plusieurs de ses camarades de classe ont été arrêtés par la redoutable milice iranienne Basij et emmenés dans un centre de détention où ils ont été torturés à l’aide de décharges électriques et sauvagement battus.

S.T. et ses amis ont finalement été libérés, mais cette expérience l’a rendu furieux et assoiffé de vengeance. Peu après, un parent vivant à l’étranger a donné son nom à un espion israélien dont le travail consistait à identifier les Iraniens mécontents. Des messages ont été échangés via une application téléphonique cryptée, et S.T. a accepté un voyage gratuit dans un pays voisin.

Un agent du Mossad l’a invité à travailler comme agent secret contre l’Iran. Il a accepté, demandant seulement qu’Israël s’engage à prendre soin de sa famille si quelque chose tournait mal. (L’Iran exécute sommairement toute personne surprise en train d’espionner pour le compte d’un pays étranger, en particulier Israël.)

Il a été formé pendant des mois hors d’Iran par des spécialistes israéliens en armement. Juste avant le début de l’attaque, lui et sa petite équipe sont retournés dans le pays pour jouer leur rôle dans l’une des opérations militaires les plus importantes et les plus complexes de l’histoire d’Israël.

 

Les origines d’une guerre secrète

Le Mossad a fait de l’Iran sa priorité absolue en 1993, après que les Israéliens et les Palestiniens eurent signé les accords d’Oslo sur la pelouse de la Maison Blanche, mettant apparemment fin à des décennies de conflit.

Israël entretenait depuis longtemps des relations complexes avec l’Iran. Pendant des décennies, il a maintenu une alliance stratégique avec le shah d’Iran. Mais l’ayatollah Ruhollah Khomeini et les islamistes qui ont renversé le monarque en 1979 ont qualifié l’État juif de « tumeur cancéreuse » qui devait être excisée du Moyen-Orient.

La stratégie d’Israël consiste en fait à protéger son monopole nucléaire dans la région. Il ne reconnaît pas publiquement son arsenal, estimé à plus de 90 ogives. L’armée de l’air israélienne a détruit le réacteur nucléaire irakien en 1981 et un réacteur syrien en construction en 2007.

Après le raid aérien en Irak, le Premier ministre israélien Menahem Begin a déclaré que son pays avait le droit d’empêcher ses voisins de fabriquer leur propre bombe. « Nous ne pouvons pas permettre un deuxième Holocauste », a-t-il déclaré.

Quelques années plus tard, l’Iran a commencé à mener des recherches sur les armes nucléaires, en s’appuyant sur l’expertise d’un ingénieur pakistanais, Abdul Qadeer Khan, qui avait autrefois travaillé pour une entreprise néerlandaise produisant de l’uranium enrichi.


Abdul Qadeer Khan

Shabtai Shavit, directeur du Mossad dont le mandat a pris fin en 1996, a déclaré qu’Israël était au courant des déplacements de Khan dans la région, mais n’avait pas initialement détecté son rôle crucial dans le programme iranien. « Nous n’avons pas pleinement compris ses intentions », nous a confié Shavit lors d’une interview avant son décès en 2023. « Si nous l’avions su, j’aurais ordonné à mes combattants de le tuer. Je pense que cela aurait pu changer le cours de l’histoire. »

Selon les inspecteurs nucléaires des Nations Unies, les Iraniens ont utilisé les plans fournis par Khan pour commencer à construire les centrifugeuses nécessaires à l’enrichissement de l’uranium qu’ils ont acheté au Pakistan, en Chine et en Afrique du Sud.

En 2000, le successeur de Shavit a élaboré des plans pour que l’unité des missions spéciales du Mossad, connue sous le nom de Kidon (qui signifie « baïonnette » en hébreu), assassine Khan alors qu’il était en visite dans ce qu’un responsable a décrit comme « un pays d’Asie du Sud-Est ». La mission a été suspendue lorsque le président pakistanais, le général Pervez Musharraf, a déclaré au président Bill Clinton qu’il allait mettre un frein aux activités internationales de Khan.

Cette promesse n’a pas été tenue.

La même année, le Mossad a découvert que les Iraniens construisaient une usine d’enrichissement secrète près de Natanz, une ville située à environ 320 km au sud de Téhéran. L’agence d’espionnage a informé un groupe dissident iranien, qui a rendu cette information publique deux ans plus tard.

Des vétérans du Mossad ont déclaré que des agents — probablement des Israéliens se faisant passer pour des Européens installant ou entretenant des équipements — se promenaient dans Natanz avec des chaussures à double semelle qui collectaient des échantillons de poussière et de terre. Des tests ont finalement révélé que les centrifugeuses de fabrication iranienne enrichissaient l’uranium bien au-delà du niveau de 5 % nécessaire pour une centrale nucléaire. (Les isotopes médicaux utilisent de l’uranium enrichi à 20 % ; les bombes ont besoin de 90 %.)

En 2001, Israël a élu comme Premier ministre le général Ariel Sharon, célèbre pour sa fermeté belliqueuse. L’année suivante, Sharon a nommé l’un de ses généraux préférés, Meir Dagan, à la tête du Mossad. Tous deux avaient la réputation de repousser les limites et de défier les normes.

Dagan, qui a dirigé le Mossad de 2002 à 2011, a décidé de faire de l’arrêt du programme nucléaire iranien l’objectif principal de l’agence d’espionnage.

La photo du grand-père de Meir Dagan

Tout comme Begin, qui était né en Pologne, Dagan était hanté par l’Holocauste. Les chefs des services de renseignement étrangers se souviennent avoir visité son bureau et avoir vu sur le mur une photographie montrant des soldats nazis brutalisant le grand-père de Dagan. Expliquant la signification de cette photo lors d’un rassemblement anti-Netanyahou en 2015, il a déclaré : « J’ai juré que cela ne se reproduirait plus jamais. J’espère et je crois avoir fait tout ce qui était en mon pouvoir pour tenir cette promesse. »

Sous la direction de Dagan, le Mossad a organisé toute une série d’opérations secrètes visant à ralentir le programme iranien. Des agents israéliens ont commencé à assassiner des scientifiques nucléaires iraniens, envoyant des agents à moto pour attacher de petites bombes à des voitures dans la circulation.

L’art du recrutement

Dagan était fier de la capacité croissante du Mossad à recruter des Iraniens et d’autres personnes pour mener des opérations secrètes en Iran.

L’une des clés du succès de l’agence d’espionnage réside dans la composition ethnique de l’Iran. Des responsables israéliens ont souligné dans des interviews qu’environ 40 % de la population du pays, qui compte 90 millions d’habitants, est composée de minorités ethniques : Arabes, Azéris, Baloutches, Kurdes et autres.

Peu avant sa mort en 2016, Dagan nous a confié que « le meilleur vivier pour recruter des agents en Iran réside dans la mosaïque ethnique et humaine du pays. Beaucoup d’entre eux s’opposent au régime. Certains le détestent même. »

Des responsables actuels et anciens ont déclaré que Dagan avait préconisé le recours à des agents d’origine étrangère. Au début de ses efforts pour infiltrer l’Iran, l’agence de renseignement s’était principalement appuyée sur des Israéliens, connus des membres du Mossad sous le nom de « bleu et blanc », en référence aux couleurs du drapeau israélien.

Sous la direction de Dagan, les dirigeants du Mossad en sont venus à croire qu’ils pouvaient trouver des agents très efficaces en Iran ou parmi les exilés iraniens et d’autres personnes vivant dans l’un des sept pays qui le bordent.

Des responsables actuels et anciens ont déclaré que les recrues se répartissaient en deux catégories. Certaines s’orientaient vers le domaine de l’espionnage traditionnel, recueillant des renseignements et les transmettant à leur responsable. D’autres se montraient disposées à mener des opérations violentes, notamment des attaques contre des scientifiques nucléaires.

Compte tenu du risque d’exécution sommaire, il n’est pas surprenant que beaucoup aient eu des doutes au départ.

« Convaincre quelqu’un de trahir son pays n’est pas une mince affaire », a déclaré un ancien officier supérieur du Mossad qui supervisait les unités chargées des agents étrangers. « C’est un processus d’érosion progressive. Vous commencez par une demande mineure, une tâche insignifiante. Puis une autre. Ce sont des essais. S’ils s’en acquittent bien, vous leur confiez une tâche plus importante, plus significative. Et s’ils refusent, eh bien, à ce moment-là, vous disposez d’un moyen de pression : les menaces, voire le chantage. »

Les chefs des services secrets, dit-il, essaient d’éviter les menaces ou la coercition. « Il vaut mieux les guider vers un endroit où ils agissent de leur plein gré, où ils font eux-mêmes le premier pas », explique l’ancien officier.

L’élément le plus important est la confiance. « Votre agent doit vous être loyal et émotionnellement attaché à vous. Tout comme un soldat qui charge malgré le danger, faisant confiance à ses camarades, il en va de même pour les agents. Il part en mission parce qu’il fait confiance à son supérieur et éprouve un profond sentiment de responsabilité envers lui. »

La plupart des personnes qui ont accepté de travailler pour Israël s’attendaient à être rémunérées pour les risques qu’elles prenaient. Mais selon les responsables actuels et anciens, la motivation première des personnes qui acceptent d’espionner leur propre pays est souvent plus primitive.

« La récompense financière est bien sûr importante », a déclaré l’ancien agent du Mossad. « Mais les gens sont également motivés par des émotions : la haine, l’amour, la dépendance, la vengeance. Cependant, il est toujours utile que les motivations se la recrue soient soutenues par un avantage tangible : pas nécessairement un paiement direct, mais une aide indirecte. »

C’est ainsi que S.T. a été recruté.

Ses responsables ont déclaré qu’il était rongé par la haine envers le régime et ce que lui avait fait subir la milice Basij. Mais ce qui l’a finalement poussé à coopérer, c’est l’offre du Mossad d’organiser pour un membre de sa famille un traitement médical indisponible en Iran.

Depuis des décennies, les soins médicaux constituent l’une des méthodes de recrutement favorites du Mossad. Les services de renseignement israéliens entretiennent des liens avec des médecins et des cliniques dans plusieurs pays, et l’organisation d’opérations chirurgicales et de diverses thérapies a également été utilisée pour infiltrer des groupes extrémistes palestiniens. Cette méthode a été encore plus utilisée dans les approches auprès des Iraniens, dans l’espoir de les persuader d’aider Israël.

Le Mossad utilise également Internet pour recruter des agents, en créant des sites ouèbe et en publiant des messages sur les réseaux sociaux destinés aux Iraniens, proposant leur aide aux personnes atteintes de maladies mortelles telles que le cancer. Ces messages comprennent des numéros de téléphone ou des options de contact cryptées.

Les services secrets israéliens peuvent mobiliser leur réseau international pour trouver des médecins ou des cliniques de confiance, qui ne poseront pas trop de questions. Le Mossad paie généralement les factures directement et discrètement.

Une autre incitation utilisée pour attirer les espions potentiels est l’accès à l’enseignement supérieur dans un pays étranger. Forts de leurs années de recherche et d’expérience, les recruteurs du Mossad savent que les Iraniens aspirent à accéder à un enseignement de qualité. Même le régime religieux fondamentaliste de l’actuel guide suprême, l’ayatollah Ali Khamenei, encourage la poursuite d’études supérieures. Cela rend particulièrement attrayante l’offre d’une place dans une université occidentale ou dans un internat pour adolescents.

Une fois qu’un candidat est identifié, le Mossad organise une première rencontre dans un lieu accessible, souvent dans des pays voisins tels que la Turquie, l’Arménie ou l’Azerbaïdjan, où les Iraniens peuvent entrer relativement facilement. D’autres options incluent des destinations en Asie du Sud-Est comme la Thaïlande et l’Inde, qui permettent aux citoyens iraniens de demander en ligne des visas d’affaires, médicaux ou touristiques.

Les candidats sont soumis à une série d’entretiens et d’évaluations psychologiques. Des psychologues observent leur comportement, souvent derrière des miroirs sans tain. Ils remplissent des questionnaires détaillés sur leur histoire personnelle, y compris des détails intimes sur leur vie familiale, et sont interrogés par un examinateur polygraphe.

Les agents sont régulièrement soumis à de nouveaux tests après avoir commencé à travailler sur le terrain. Chaque action, qu’elle soit mineure ou majeure, est suivie d’un nouveau test au détecteur de mensonges afin de confirmer leur loyauté continue.

Ils reçoivent une formation approfondie et sont étroitement supervisés. Afin de ne pas éveiller les soupçons, on leur indique comment s’habiller, où acheter leurs vêtements, quelles voitures conduire, et même comment, quand et où déposer l’argent qu’ils reçoivent.

La relation entre l’agent et son responsable est cruciale, comme l’explique un ancien agent du Mossad qui « dirigeait » des agents. Dans de nombreux cas, le responsable est à la fois confesseur, baby-sitter, psychologue, mentor spirituel et membre de la famille de substitution.

L’objectif est de créer un lien si fort que l’agent se sente en sécurité et soutenu, suffisamment à l’aise pour partager même ses secrets les plus intimes, y compris ses relations sexuelles.

Toute information concernant l’agent peut être précieuse pour le Mossad, qu’il s’agisse d’un signal d’alerte indiquant une vulnérabilité potentielle face à la police secrète iranienne ou d’un autre aspect de la vie de l’agent que les responsables peuvent exploiter. Parmi les questions clés : qui fait partie du cercle social de la personne ? Peut-elle utiliser cette relation au profit du Mossad ?

Les agents chargés d’assassiner des scientifiques nucléaires dans la rue ont reçu une formation approfondie de la part des agents du Mossad. Ils ont appris à conduire des motos et à tirer sur leurs cibles à bout portant ou à placer des explosifs sur leurs véhicules.

L’objectif était à la fois de priver le programme iranien de son expertise et de dissuader les scientifiques prometteurs de travailler sur les armes nucléaires. Entre 2010 et 2012, les Israéliens ont tué au moins quatre scientifiques et en ont manqué un autre de peu.

Les opérations étaient gérées par des Israéliens, jusque dans les moindres détails, souvent depuis des pays voisins ou directement depuis le quartier général du Mossad au nord de Tel Aviv, et parfois par des agents des services secrets israéliens qui entraient brièvement en Iran.

Opération “Réveil du Lion”

Au fil des ans, le Mossad et l’armée israélienne ont élaboré à plusieurs reprises des plans visant à mettre fin au programme nucléaire iranien en bombardant ses installations clés. Les dirigeants politiques israéliens ont toujours reculé sous la pression des présidents usaméricains qui craignaient qu’une attaque ne déclenche une guerre régionale, déstabilisant ainsi le Moyen-Orient. Le Hezbollah, représentant de l’Iran au Liban, avait stocké des dizaines de milliers de missiles, suffisamment pour submerger les défenses aériennes israéliennes et frapper ses plus grandes villes.

Ces calculs ont radicalement changé au cours de l’année écoulée.

En avril et octobre 2024, l’Iran a tiré des missiles et des drones directement sur Israël. Presque tous ont été abattus avec l’aide des USA et de leurs alliés. L’armée de l’air israélienne a riposté par des frappes aériennes qui ont détruit une grande partie des défenses aériennes iraniennes.

L’armée israélienne avait commencé à planifier une campagne de bombardements contre l’Iran à la mi-2024, qu’elle espérait voir aboutir dans un délai d’un an. Avec la victoire de Donald Trump aux élections de novembre et la neutralisation du Hezbollah, les responsables israéliens ont vu une opportunité se présenter.

Les pilotes israéliens formés aux USA survolaient secrètement l’Iran depuis 2016, apprenant à connaître le terrain et explorant différentes routes afin de minimiser les risques d’être détectés.

Une cible nucléaire en Iran était toutefois considérée comme si redoutable que l’armée de l’air israélienne n’avait aucun plan pour la détruire. Les Iraniens avaient construit une usine d’enrichissement d’uranium à Fordo et l’avaient enfouie à l’intérieur d’une montagne, à près de 90 mètres sous la surface. L’Iran a tenté de garder Fordo secret, mais le Mossad et les services de renseignement usaméricains et britanniques ont réussi à suivre les mouvements à l’intérieur et à l’extérieur de la montagne. Le président Barack Obama a révélé son existence en 2009, et les inspecteurs des Nations unies qui ont visité le site peu après ont découvert que l’Iran prévoyait d’installer jusqu’à 3 000 centrifugeuses très sophistiquées pour enrichir l’uranium.

Seuls les USA disposaient d’une bombe suffisamment puissante pour percer une montagne : la GBU-57 Massive Ordnance Penetrator, la plus grande bombe conventionnelle au monde, connue sous le nom de « bunker buster ».

Les stratèges militaires israéliens ont donc élaboré un plan d’opération terrestre très risqué, dont les détails sont révélés ici pour la première fois. Selon ce plan, des commandos d’élite devaient être introduits clandestinement sur le site de Fordo sans être détectés. Ils devaient ensuite prendre d’assaut le bâtiment, profitant de l’effet de surprise. Une fois à l’intérieur, leur mission consistait à faire exploser les centrifugeuses, à s’emparer de l’uranium enrichi de l’Iran et à s’échapper.

Le nouveau chef du Mossad était sceptique. David Barnea, connu sous le nom de Dadi, avait longtemps milité en faveur d’actions agressives contre l’Iran. Il avait supervisé l’attaque à la mitrailleuse télécommandée en 2020, juste avant d’être promu à la tête de l’organisation. Pourtant, il estimait que les plans d’une attaque commando contre Fordo étaient beaucoup trop risqués. Barnea craignait que certains des meilleurs soldats et espions israéliens ne soient tués ou pris en otage, un cauchemar pour les Israéliens déjà profondément affectés par le calvaire des otages israéliens détenus par le Hamas à Gaza depuis l’attaque du 7 octobre 2023.

Barnea et d’autres responsables israéliens en sont venus à croire que l’administration Trump pourrait se joindre à une attaque israélienne contre l’Iran, avec des avions de combat usaméricains larguant m  massivement des « bunker busters » sur Fordo. Trump avait déclaré à plusieurs reprises et publiquement qu’il ne permettrait pas à l’Iran d’obtenir la bombe nucléaire.

Pour préparer ce qui allait être baptisé « Opération “Réveil du Lion”, le Mossad et les services de renseignement militaire, Aman, ont intensifié leur surveillance des chefs militaires et des équipes nucléaires iraniens. Plusieurs des planificateurs de l’opération ont déclaré que Barnea avait considérablement élargi la division Tzomet, ou Junction, du Mossad, qui recrute et forme des agents non israéliens. Il a été décidé de confier à cette légion étrangère l’équipement le plus sophistiqué d’Israël pour les opérations paramilitaires et les communications. Les couvertures de chaque agent, appelées « légendes », ont été vérifiées et revérifiées afin de détecter toute incohérence.

Les efforts d’espionnage du Mossad ont été facilités par un facteur géographique. L’Iran est bordé par l’Irak, la Turquie, l’Azerbaïdjan, l’Arménie, le Pakistan, le Turkménistan et l’Afghanistan. La contrebande fait partie intégrante du mode de vie dans cette région, où des milliers de personnes gagnent leur vie en transportant de la drogue, du carburant et des appareils électroniques à travers les frontières à dos d’âne, de chameau, en voiture ou en camion.

Le Mossad avait noué des contacts avec des passeurs — et souvent avec les agences de renseignement gouvernementales — dans les sept pays.

« Il est relativement facile d’acheminer du matériel à l’intérieur et à l’extérieur du pays », a déclaré un Israélien qui a travaillé avec le Mossad dans le domaine de la logistique, « et le Mossad a également eu recours à des sociétés écrans qui expédiaient légalement des caisses et des conteneurs par voie maritime et par camion, en passant légalement les postes-frontières ».

Le matériel a été livré à des « agents infrastructurels », des agents du Mossad en Iran qui stockent le matériel jusqu’à ce qu’il soit nécessaire. Des vétérans du Mossad ont déclaré que le matériel pouvait être caché dans des refuges pendant des années, mis à jour à mesure que la technologie évolue ou que des travaux de maintenance sont nécessaires.

Les responsables ont déclaré que le Mossad avait formé pendant environ cinq mois les agents non israéliens qui devaient attaquer des cibles iraniennes. Certains ont été amenés en Israël, où des maquettes avaient été construites pour permettre des exercices pratiques. D’autres ont répété leurs missions dans des pays tiers où ils ont rencontré des experts israéliens.

Il y avait deux groupes de commandos, chacun composé de 14 équipes de quatre à six membres. Certains vivaient déjà en Iran. D’autres étaient des exilés opposés au régime qui s’étaient introduits dans le pays à la veille de l’attaque.

Chacun avait ses instructions, mais ils étaient également en contact avec les planificateurs israéliens qui pouvaient modifier ou mettre à jour le plan d’attaque. La plupart des équipes avaient pour mission de frapper les défenses aériennes iraniennes à partir d’une liste de cibles fournie par l’armée de l’air israélienne.

Le Mossad avait attribué des noms de code à chacune des équipes et à leurs missions, qui étaient basés sur des combinaisons de notes de musique.

Dans la nuit du 12 juin, les équipes ont pris position comme prévu. Les Israéliens chargés des opérations secrètes ont ordonné aux agents de ne laisser que peu ou pas d’équipement derrière eux. (Les médias iraniens ont rapporté après l’attaque que les infiltrés avaient manqué leurs cibles et s’étaient enfuis sans leur équipement ; les responsables israéliens ont déclaré que les Iraniens n’avaient trouvé que des composants insignifiants, équivalents à des emballages de chewing-gum.)

« Cent pour cent des batteries antiaériennes repérées par l’armée de l’air pour le Mossad ont été détruites », a déclaré un haut responsable des services de renseignement israéliens. La plupart se trouvaient près de Téhéran, dans des zones où l’armée de l’air israélienne n’avait jamais opéré auparavant.

Au cours des premières heures de la guerre, l’une des équipes de commandos a frappé un lanceur de missiles balistiques iranien. Les analystes israéliens estiment que cette mission a eu un impact disproportionné, poussant l’Iran à retarder sa riposte contre Israël par crainte que d’autres lanceurs de missiles ne soient vulnérables à des attaques depuis l’intérieur du pays.

Les responsables ont souligné que la logistique militaire du plan était l’œuvre d’Aman et de l’armée de l’air israélienne, qui a frappé plus d’un millier de cibles au cours des 11 jours de frappes aériennes. Mais les responsables s’accordent à dire que le Mossad a fourni des renseignements essentiels pour un aspect de “Réveil du Lion” : les assassinats de hauts commandants iraniens et de scientifiques nucléaires.

Le Mossad a compilé des informations détaillées sur les habitudes et les déplacements de 11 scientifiques nucléaires iraniens. Les dossiers indiquaient même l’emplacement des chambres à coucher dans les maisons de ces hommes. Le matin du 13 juin, des avions de combat de l’armée de l’air israélienne ont tiré des missiles air-sol sur ces coordonnées, tuant les 11 hommes.

Après un certain délai, l’Iran a riposté par une salve de missiles. La plupart ont été interceptés, mais ceux qui ont atteint leur cible ont causé des dégâts considérables. Israël a fait état de 30 morts parmi les civils et a estimé le coût de la reconstruction à 12 milliards de dollars. Les médias d’État iraniens ont évalué le nombre de morts dans leur pays à plus de 600.

La question de savoir dans quelle mesure les efforts nucléaires de l’Iran ont été retardés reste controversée. Trump a insisté sur le fait que les frappes aériennes usaméricaines sur Fordo, Natanz et Ispahan ont « anéanti » le programme iranien. Les analystes des services de renseignement israéliens et usaméricains se sont montrés plus réservés.

« Cette guerre les a considérablement retardés », a déclaré l’ancien chef de l’Aman, le général Tamir Hayman. « L’Iran n’est plus un État seuil nucléaire, comme il l’était à la veille de la guerre. Il pourrait retrouver ce statut dans un ou deux ans au plus tôt, à condition que le Guide suprême décide de se lancer dans la fabrication d’une bombe. »

Hayman, qui dirige aujourd’hui l’Institut d’études sur la sécurité nationale en Israël, a déclaré qu’il était possible que cette attaque ait l’effet inverse de celui escompté, si l’Iran se montrait encore plus déterminé à construire une bombe capable de dissuader de futures attaques israéliennes.

L’homme qui a dirigé l’opération clandestine contre l’Iran

David Barnea, directeur du Mossad, a dirigé les efforts d’Israël pour recruter des dissidents iraniens afin d’attaquer le pays de l’intérieur. Voici ce qu’il faut savoir à son sujet.

Yossi Melman et Dan Raviv, ProPublica, 7/8/2025
Traduit par Tlaxcala

David Barnea, directeur du Mossad à l’origine de certains des succès les plus remarquables de son histoire, n’avait jamais eu l’intention de devenir agent de renseignement. Jeune homme, il a été chef d’équipe dans l’unité commando la plus élitiste de l’armée israélienne, puis est venu à New York pour étudier en vue d’une carrière dans les affaires.

 
Après avoir obtenu une maîtrise en finance à l’université Pace, il a travaillé dans une banque d’investissement israélienne, puis dans une société de courtage, faisant ainsi ses premiers pas vers une carrière où le plus grand danger était un changement inattendu sur les marchés financiers mondiaux.

Le monde de Barnea a été bouleversé en novembre 1995 lorsqu’un extrémiste de droite israélien a assassiné le Premier ministre Yitzhak Rabin lors d’un rassemblement pour la paix. Rabin avait signé les accords d’Oslo en 1993 avec Yasser Arafat, le leader de l’Organisation de libération de la Palestine, et faisait pression pour une solution à deux États au conflit qui opposait depuis des décennies les Arabes et les Juifs.

« L’assassinat de Rabin l’a bouleversé, comme beaucoup d’autres Israéliens », se souvient David Meidan, un ancien agent du Mossad à la retraite considéré comme le mentor de Barnea. Il explique que cet assassinat a poussé Barnea, alors âgé de 30 ans, à tout remettre en question et à chercher « un sens à sa vie ». Un ami lui a suggéré de postuler au Mossad et, après avoir passé les tests physiques et psychologiques requis, il a été accepté dans le programme de formation de l’agence.

Barnea s’est révélé doué pour repérer, recruter et diriger des agents qui travailleraient pour le Mossad dans des pays hostiles à Israël. Un an après avoir rejoint l’agence d’espionnage, il est devenu agent de terrain dans sa division Tzomet, ou Junction.

Meidan a déclaré que Barnea possédait les qualités essentielles pour réussir dans ce rôle : « l’intelligence émotionnelle et l’empathie ». Il a notamment été affecté pendant plusieurs années dans une capitale européenne, où ses collègues du Mossad ont déclaré qu’il s’était révélé charmant, concentré et déterminé.

Ces dernières qualités étaient évidentes dès son plus jeune âge. Barnea est né à Ashkelon, en Israël, en 1965. Son père, Yosef Brunner, a quitté l’Allemagne hitlérienne en 1933 pour la Palestine sous domination britannique et a finalement servi comme lieutenant-colonel dans les premières années des Forces de défense israéliennes.

À 14 ans, les parents de Barnea l’ont inscrit dans un internat militaire. Il est devenu un fanatique de fitness et continue de courir ou de faire du vélo dès qu’il en a l’occasion. Lorsqu’il a dû effectuer son service militaire obligatoire, Barnea a obtenu une place très convoitée au sein du Sayeret Matkal, une unité commando d’élite fréquemment envoyée au-delà des frontières d’Israël pour recueillir des renseignements ou mener des attaques secrètes ou des sabotages.

Dans les années 1990, lorsqu’il a commencé sa carrière d’espion, le Mossad se concentrait principalement sur le terrorisme palestinien. Barnea, qui parle arabe, s’est révélé doué pour diriger des agents au sein et autour de l’OLP et d’autres organisations.

Il a gravi les échelons et faisait partie de la direction du Mossad lorsque celui-ci a décidé de faire de la collecte de renseignements sur l’Iran sa priorité absolue en 2002. Ce changement reflétait l’inquiétude croissante suscitée par le programme nucléaire secret de l’Iran et ses liens avec de puissants mandataires régionaux tels que le Hezbollah.

En 2019, Barnea a été nommé directeur adjoint du Mossad et chef de sa direction des opérations. Au sein de l’agence, il s’est distingué comme un partisan des opérations agressives visant les scientifiques iraniens, les sites nucléaires et l’arsenal croissant de missiles iraniens pouvant atteindre Israël.


Fakhrizadeh

En novembre 2020, Barnea a supervisé l’opération qui a conduit à l’assassinat de Mohsen Fakhrizadeh, physicien et général du Corps des gardiens de la révolution islamique, responsable des aspects militaires du programme nucléaire iranien. Après des mois de surveillance par des agents non israéliens, le Mossad a pu déterminer les habitudes de déplacement de Fakhrizadeh. Un plan a été élaboré pour garer une camionnette Nissan sur le bord de la route et installer une mitrailleuse unique télécommandée sur sa plate-forme. L’arme était équipée d’une caméra sophistiquée et d’un logiciel d’intelligence artificielle qui identifierait Fakhrizadeh et ne tirerait que sur lui.

L’opération était contrôlée depuis le quartier général du Mossad, au nord de Tel-Aviv, où Barnea était rejoint dans le centre de commandement par son supérieur, le directeur de l’agence Yossi Cohen. Ils ont pu voir la voiture du physicien nucléaire s’approcher, puis la mitrailleuse a ouvert le feu, touchant Fakhrizadeh à plusieurs reprises tout en épargnant sa femme, qui était assise à côté de lui.

Sept mois plus tard, Barnea a été nommé à la tête du Mossad par le Premier ministre Benjamin Netanyahu. Il est le 13e homme à occuper ce poste.

Au cours des années qui ont suivi, Barnea s’est appuyé sur les atouts de l’opération Fakhrizadeh pour recruter des dizaines d’agents non israéliens pour des opérations en Iran. Ces agents ont joué un rôle crucial dans les frappes aériennes de juin contre le programme nucléaire iranien, en identifiant l’emplacement des domiciles des scientifiques nucléaires et en neutralisant les défenses aériennes iraniennes.

Un collègue haut placé au Mossad, Haim Tomer, a déclaré que Barnea n’était peut-être pas aussi « stratégique, charismatique ou flamboyant » que certains de ses prédécesseurs, mais qu’il avait prouvé qu’il était un « opérateur de premier plan ».

Parmi les succès du Mossad sous la direction de Barnea, on peut citer les bipeurs explosifs qui ont décimé le Hezbollah, l’assassinat de scientifiques nucléaires iraniens et d’un dirigeant politique du Hamas, Ismaïl Haniyeh, en visite à Téhéran, ainsi que les raids commando qui ont détruit les défenses aériennes iraniennes et permis à Israël de frapper les installations nucléaires sans perdre un seul avion.

Ces missions représentent un revirement remarquable pour les Israéliens de la communauté du renseignement, dont beaucoup estimaient avoir failli à leur devoir envers la nation après l’attaque du 7 octobre 2023, au cours de laquelle le Hamas a tué plus de 1 200 Israéliens et en a kidnappé 251. Ce sentiment de honte était présent dans toutes les agences, même celles comme le Mossad qui n’étaient pas principalement chargées de surveiller le Hamas.

Les directeurs du Mossad ont généralement un mandat de cinq ans, et Barnea, ou Dadi comme l’appellent ses collaborateurs, pourrait donc être remplacé d’ici le milieu de l’année 2026 ; mais son mandat pourrait être prolongé en reconnaissance de ses succès.

« Ce sont des jours historiques pour le peuple d’Israël », a déclaré Barnea lors d’une réunion d’agents au siège du Mossad après la brève guerre de juin, où il a évoqué sa coopération étroite avec la CIA. « La menace iranienne, qui met en danger notre sécurité depuis des décennies, a été considérablement contrariée grâce à la coopération extraordinaire entre les Forces de défense israéliennes, qui ont mené la campagne, et le Mossad, qui a opéré à leurs côtés, avec le soutien de notre allié, les USA. »

 

Transcription traduite en français de l'entretien