Luis Casado (bio), 19/11/2021
Más de una vez Luis Casado recordó esos versos de Leo Ferré: "Votaron... ¿Y ahora qué?" El tema es recurrente. ¿De qué va la próxima elección? ¿Qué está en juego? No mucho... visto lo que hemos visto.
Hace algunos meses afirmé que el dichoso “Acuerdo” cocinero no tenía otro objetivo que detener y desarmar el movimiento insurreccional nacido el 18 de octubre de 2019. Claramente, el plebiscito y luego la Convención Constitucional no fueron, en su origen, sino un intento de darle largas al asunto para mantener, hasta donde fuese posible, incólume el ‘modelo’ económico-político.
Lo sucedido después es conocido: no todo salió a pedir de bocas y la pugna por consolidar la tambaleante y delicuescente institucionalidad sigue ahí. Poco a poco la Convención Constitucional empieza a formar parte del paisaje y, hasta donde sé, el Artículo 1º de la tan esquiva nueva Constitución sigue en el limbo.
La política, como dicen en Europa, se ha gasificado.
Henos aquí –una vez más– frente a la cuestión de saber si las mismas causas producen los mismos efectos. Lo cierto es que surgen fenómenos similares en diversos puntos del globo y Chile no solo no es una excepción, sino que funge de señero experimento de laboratorio.
La imposición de un liberalismo ultramontano a partir de los años 1980 tuvo, entre otras, la consecuencia de atomizar la sociedad, su desagregación, como una suerte de acreción al revés que en vez de formar un planeta lo disuelve en corpúsculos elementales, en polvo interestelar.