Affichage des articles dont le libellé est Luis E. Sabini Fernández. Afficher tous les articles
Affichage des articles dont le libellé est Luis E. Sabini Fernández. Afficher tous les articles

06/03/2024

LUIS E. SABINI FERNÁNDEZ
Israel se va “superando” a sí mismo… en abyección

Aaron Bushnell in memoriam

Luis E. Sabini Fernández, 4-3-2024

En este último eslabón de decadencia con depredación, moral y material, vértigo de hybris en caída libre,[1] como ingresando a los cada vez más atroces círculos del infierno de Dante, tenemos que las fuerzas policiaciomilitares israelíes y la sociedad israelí en general (con excepciones, de enorme valor ético y físico), van degradando su comportamiento: no pudieron afrontar que los despreciados palestinos le arrebataran la vida a centenares de miembros de sus fuerzas militares en un copamiento, muy anunciado y a la vez desatendido por la seguridad israelí.


Como no pueden castigarse a sí mismos por semejante divorcio con la realidad, las fuerzas israelíes empezaron ese mismo fatídico 7 de octubre a disparar mortífera artillería a todos los que se movían, incluyendo así hasta israelíes cautivos a causa del copamiento. En ese primer momento validaron esta matanza, Doctrina Aníbal mediante.

Pero la bajada a los abismos ha continuado. Como suele acontecer cuando uno domina la bajada al abismo,  se la concede al otro.

Con bombardeos a edificios de viviendas colectivas, a lo largo de calles enteras, con preaviso (generalmente corto, escaso) o sin preaviso, cumpliendo más descaradamente el fin perseguido; la destrucción y el borramiento de ciudades palestinas y sus habitantes de la (codiciada) Franja de Gaza: con el lenguaje que hemos establecido al fin de la IIGM, genocidio.

La destrucción de edificios mediante bombardeos implica enterrar vivos a sus moradores si no tuvieron tiempo, no pudieron o no quisieron salir (se estima que, a hoy, con 5 meses bajo artillería casi continua, buena parte de los hasta ahora 7000 desaparecidos son palestinos enterrados vivos. Que tienen que haber sufrido inenarrables agonías.

Acaban de ”desenterrar”, primero de marzo, un niño palestino, ojos grandes, cero sonrisa, tras 9 días enterrado vivo bajo los escombros de uno de los tantos bombardeos; sin comer ni beber durante esa atroz espera, agónica. Quienes hacen esa extraordinaria tarea de rescatar –vivos o muertos− de entre los escombros, se valieron de un carro tirado por un burro para llevarlo a un hospital.

¿Se acuerdan de la profecía que con insolencia militares israelíes proclamaban, de llevar a los palestinos a “la edad de piedra”? Ahmed es uno de los que fue llevado a la edad de piedra. Y volvió de allí. Tan inolvidable será con su voluntad de vida como Aaron Bushnell, el valiente y solidario soldado estadounidense que con todo su cuerpo se negó a hacer este genocidio.

Las cifras oficiales hablan de unos 30 mil muertos, varones, mujeres, infantes, bebes,  en 5 meses. Grosso modo, unos doscientos palestinos asesinados cada día. Pero si contamos a los desaparecidos, la cuota del genocidio se ubica alrededor de los 250 diarios. Como los señores aviadores y otros artilleros descansan, no “trabajan” permanentemente, si estimamos que han “hecho su tarea”, la mitad de estos días, tenemos entonces una cosecha roja de 500 seres humanos por intervención: un genocidio in progress de alto rendimiento, señores diseñadores del alto mando israelí.

Blas Pascal, profundamente cristiano, nos enseñó hace ya siglos que el humano es medio ángel y medio bestia, pero agregaba un corolario ético, psíquico: que cada vez que el humano procura convertirse en ángel deviene bestia. Una dialéctica que va mucho más allá de cierta linealidad del comportamiento: desde la Grecia clásica nos ayudaron a ver aspectos de esta cuestión con la noción de hybris.

El ejército más moral del mundo ha cumplido el apotegma de Pascal: es el ejército más (cerebral e) inmoral de mundo.

 “La insoportable levedad del ser” israelí queda a su vez patentada con esa foto de las diez militares israelíes sacándose selfies, sonrientes, en medio de la devastación que han producido en la Franja de Gaza.

No es nada nueva, empero. Ya la habíamos conocido cuando vecinos israelíes de la FdG instalaban butacas cerca de la frontera, preferentemente en algún promontorio, para presenciar –como mirando una película− los bombardeos que con impunidad (y cobardía, porque las poblaciones palestinas no tienen armamento antiaéreo)  descargaba la aviación y la artillería israelíes sobre ciudades palestinas, o cuando buscaban “frenéticamente” a Gilad Shalit (todo un pretexto para seguir matando palestinos), o cuando bautizaron macabramente una operación de devastación en la FdG de “Plomo Fundido”, o cuando idearon balas de tungsteno generadoras de miríadas de focos cancerígenos en el cuerpo en que se alojaban al penetrar la carne, romper los huesos… y en tantas otras ocasiones.

19/02/2024

LUIS E. SABINI FERNÁNDEZ
Genocidio de Gaza: ¿Se está dando vuelta la tortilla?

Luis E. Sabini Fernández, 19-02-2023

Todo parece concatenarse como en una auténtica tragedia griega de modo tal que nada ni nadie decide por sí y ante sí sus próximos pasos y a la vez, quedan marcadas las responsabilidades, los prejuicios, los intereses, de cada “actor”.

Pero lo que tenemos por delante no es griego sino hebreo. El acto político de enterrar vivos a decenas, centenares, tal vez miles de palestinos explica los violentos actos desencadenados por milicianos palestinos el 7 de octubre de 2023. Porque la historia no comenzó en la madrugada de ese día.


Emad Hajjaj

El 7 de octubre fue el detonante. Un operativo de resistencia armada pero de amplio espectro. Que proviene de más de un siglo de resistencia a la penetración sionista. Pero que, además, tiene un antecedente directo. Un operativo de resistencia no armada, palestino de 2018 –Marchas por el Retorno−, reclamando angustiosamente tierra, que tuvo un desenlace desolador. Entonces, inicialmente ni siquiera con piedras, manifestaciones palestinas absolutamente pacíficas fueron  “contestadas” de una manera tan cruel y sanguinaria por Israel que las manifestaciones palestinas acabaron con cientos de muertos, burlona, absolutamente matados, por francotiradores israelíes cómodamente ubicados en taludes a la vera de los caminos de las manifestantes.

Gaza, 13 de abril de 2018. Photo Mohamed Salem/Reuters

Cuando los mandos securitarios israelíes percibieron que el blanco de los ijares humanos generaba “excesivos” muertos, desangrados (porque la asistencia no llegaba a tiempo o porque tales disparos eran efectivamente mortales, cambiaron el blanco; de las entrepiernas a los tobillos. Israel podía así generar entre los despojados palestinos una buena “producción” de lisiados de por vida. Igual que con su “competencia” futbolística, dedicada a quebrar con balazos las piernas de futbolistas palestinos, arruinando las actuaciones del combinado de fútbol palestino en las eliminatorias asiáticas.[1]

Tal es el estilo del Estado de Israel para lidiar con lo palestino; inconmensurable desprecio y un cierto regodeo ante el malvivir, mal morir, palestino; en Israel se opta por matar a niños palestinos hasta por la espalda, con total amparo legal, por ejemplo.[2]

El 7 de octubre la resistencia armada palestina hizo algo distinto: copó los cuartelillos o establecimientos policiaco-militares de la Franja de Gaza (FdG), y a la vez, “cosechó” rehenes, o intentó hacerlo, para posterior intercambio por prisioneros políticos (o sociales) palestinos, muchos detenidos por años sin ni siquiera abrirles causas, archivados vivos en depósitos.

No hay antecedentes de tantos policías o soldados israelíes [3] matados en enfrentamientos anteriores al de la madrugada del 7 de octubre de 2023: se estima en centenares.

19/12/2023

LUIS E. SABINI FERNÁNDEZ
Silencio de radio con Gaza… que cada vez se oye más

Luis E. Sabini Fernández, 19-12-2023

 “Desde hace más de dos meses fuerzas israelíes han bombardeado sin pausa la Franja de Gaza cometiendo la matanza televisada de población inerme más grande de la historia del mundo. Los líderes israelíes han usado generalmente un lenguaje genocida explícito para describir sus planes, incluso alguno de ellos ha llegado a sugerir el uso de armas nucleares para aniquilar por completo a la población de Gaza, que son más de dos millones. Se han derribado decenas de miles de edificios incluyendo viviendas, hospitales, escuelas, universidades y todos los edificios vinculados a una sociedad y sus actividades, que cuando han sido usados como blancos de artillería en conflictos militares siempre han sido considerados [hasta ahora] crímenes de guerra. Incluso, cuando el fiscal principal de la Corte Penal Internacional visitó recientemente Israel” y uno podría haber supuesto que tal visita podía tener que ver con  el copamiento del 7 de octubre y la reacción sin precedentes de los mandos israelíes asesinando a diestra y siniestra, pudimos ver, con alarma que su objetivo –remata Unz− “fue confeccionar cargos y acusaciones contra Hamas y otros grupos palestinos por las muertes de civiles israelíes a principios de octubre.”  [1]

Y sin embargo apenas se habla de este escándalo ético, político, mediático (y militar, obviamente) dado que la inmensa mayoría de los medios de incomunicaciòn de masas apenas rozan el tema y si lo hacen lo reducen a un enfrentamiento igualado entre Hamas e Israel. 


Incluso lo podríamos formular como una ley mediática: cuanto más establecido y “honorable” se revele un medio de incomunicación, menos atenderá lo que Unz considera “la matanza televisada de población inerme más grande de la historia del mundo.”

Porque la muerte de israelíes, en el concierto internacional importa. La de palestinos, no.

Al respecto, entiendo que corresponde expresar algo sobre la acción ejercida por palestinos que disparó/justificó/habilitó la acción militar de respuesta al operativo capitaneado por Hamas con toma de rehenes.

Más allá de mi escasa simpatía por movimientos basados en creencias divinas, Hamas “rechaza el derecho de Israel a haber desposeído a los palestinos de su patria en 1948 y encarcelarlos en guetos superpoblados como Gaza.” Impecables palabras de Jonathan Cook (de su artículo que cito en n. 3). Vale recordar que hasta la ONU reconoce un derecho de resistencia a la opresión colonial y al despojo consiguiente. Y la acción de Hamas se inscribe en esa lucha. Hurgando en la realidad de ese día clave, 7 de octubre, ya varias investigaciones han advertido que además del copamiento del cuartel regional israelí y consiguiente matanza de personal militar más o menos sorprendido, la sangre fue vertida por la hipererreacción militar israelí por la cual muchos israelíes fueron matados por “fuego amigo”).


Aunque la oclusión es mucha y el sesgo mediático es abismal, el humano es incorregible y sobrevienen excepciones. Transcribo ahora palabras de René Pérez Joglar, el rapero puertorriqueño conocido como Residente de Calle 13: “Desde octubre decidí posponer la salida de mi disco frente a todo el genocidio macabro que destruye lentamente a Palestina. No me siento bien, me duele demasiado y me pregunto cuándo fue el día en que nos deshumanizamos hasta el nivel en que podemos ver cómo explotan las cabezas de niños y niñas enfrente nuestro y no decimos nada”.

Residente de Calle 13 se hace más preguntas: “¿Por qué no se detiene todo como con la pandemia, detenemos todo y nos enfocamos en lo que está pasando en Gaza en vez de subir un story modelando ropa […] o la noche de fiesta […], te detienes por un momento, buscás información sobre Palestina y denunciás el genocidio que está cometiendo Israel con el apoyo de EE.UU. Como artista me entristeció el ver que durante toda la premiación de los Grammy nadie dijo nada sobre este genocidio.” La cita de Residente es del 12 de diciembre.

En verdad, vivimos, como con la fábula del rey desnudo que se sentía tan bien vestido; una situación esquizoide donde cada vez más gente considera deleznable el comportamiento israelí, pero ante la espada de Damocles que pende sobre ellos si se atreven a criticar algo judío atrayéndose la acusación de antisemitas, optan sencillamente por eludir el tema.

Pero es como describe Unz: matanza televisada de un alcance jamás visto. Ha habido, claro está, matanzas mucho mayores, pero que simultáneamente la estemos “viendo”, que se haga con total impunidad a la vista de todos nosotros y particularmente de los referentes morales del mundo; del Consejo de Seguridad, de la Asamblea de la ONU, de nuestros gobernantes en general, elegidos por los votos de poblaciones; del Tribunal Penal Internacional, que ya vimos para que fue a Israel (sin consideración alguna para investigar la matanza indiscriminada y masiva de pobladores palestinos, hombres, mujeres, niños, ancianos, bebes). En ese operativo, al que Israel atribuyó inicialmente 1.400 israelíes asesinados, hubo que ir descontando los militares israelíes matados durante el operativo, que se estiman entre 300 y 400 y luego, el tendal de muertos que dejó el contraataque israelí que ya se sabe eliminó centenares de seres humanos desde los helicópteros, donde perdieron la vida enorme cantidad de israelíes (los que trataron de irse en auto de la fiesta rave, por ejemplo, y especialmente los israelíes que estaban atrapados como rehenes por palestinos y que fueron matados junto con sus captores en el presunto operativo de rescate, dado que los militares israelíes zanjaron de ese modo, brutal, la cuestión de cualquier negociación. Las últimas estimaciones acercan a  decenas los muertos civiles israelíes.  

El copamiento del cuartel general israelí para Gaza en la madrugada del 7 de octubre,  que custodiaba el campo de concentración e inmediatamente después el operativo de toma de rehenes enfureció a los mandos militares (si aceptamos que fueron sorprendidos, porque también campea la tesis de que Israel “dejó hacer” a Hamas para justificar una terrible respuesta). De un modo u otro, la “armada brancaleone” (en armamentos, aunque sumamente efectiva) logró buena parte de sus objetivos: pagar a los militares en la misma moneda que los israelíes han descargado impunemente durante décadas,[2] y “cosechar” rehenes como futura moneda de cambio.

Todo ello resulta atroz, pero parece ser un desenvolvimiento llamemos lógico de las medidas tomadas contra Gaza al menos desde 2005, porque recordemos las palabras del carnicero Ariel Sharon al tener que retirar las colonias sionistas de Gaza, entonces: ‘nos vamos, pero le vamos a hacer la vida imposible’.


Unas seis horas después del copamiento palestino, los militares refuerzan con violencia todavía mayor la negación emprendida desde hace ya 17 años; no sólo de las libertades más básicas, como el derecho a circular; acceso a una atención sanitaria o al agua potable; ahora se trata de la matanza indiscriminada y generalizada so pretexto de la búsqueda y represalia de los ejecutores del golpe de mano. Pero, como bien recuerda Cook,  Israel nunca ha ocultado el hecho de que está castigando al pueblo de Gaza por estar gobernado por Hamas, que rechaza el derecho de Israel a haber desposeído a los palestinos de su patria en 1948 y encarcelarlos en guetos superpoblados como Gaza.” [3]

Como bien explica Cook, esta política israelí subvierte todo el esfuerzo desplegado tras la 2GM de impedir atentados al derecho más básico a la vida, como los ejecutados con el bombardeo de Dresde en 1945, sin ninguna finalidad militar, mero castigo para mostrar quien tiene el poder, e igualmente con el uso de bombas atómicas aniquilando la vida de centenares de miles de japoneses en Nagasaki e Hiroshima (con muerte inmediata y diferida mediante contaminación).

Procurando erigir fundamentos para un derecho internacional, con los Convenios de Ginebra, se prohibieron “los castigos colectivos”. Por eso resume Cook: “Lo que Israel le está haciendo a Gaza es la definición misma de castigo colectivo. Es un crimen de guerra: 24 horas al día, 7 días a la semana, 52 semanas de cada año, durante 16 años [ahora 17].” (ibíd.)

Apenas como complemento de la acertada observación de Cook, pienso que, a la vez, la política de matanza a población civil, ahora a ritmo industrial, responde a la ya empleada política de vaciamiento poblacional, que fue la Nakba de 1948 y “salirse con la suya”, para quedarse “bíblicamente” con la tierra (aunque la de Gaza no fue bíblicamente judía; oh paradoja de un misticismo que es apenas hoja de parra).

En el sitio-e del que participan el ahora nonagenario Noam Chomsky y muchos intelectuales comprometidos con la verdad, titulan una de sus últimas notas: “Una fábrica de asesinatos en masa”, refiriéndose al muy calculado –hasta con inteligencia artificial− bombardeo de ciudades y carreteras de Gaza.[4]

Con todos sus rasgos repulsivos y monstruosos, no deja de ser un experimento novedoso. Porque hasta ahora, tales políticas, genocidas, se hacían discretamente, con escaso acceso a esos acontecimientos, y en este caso, desde el 7 de octubre, por la tenacidad verista de los periodistas allí en el terreno de los hechos, casi todos palestinos, pero también porque los despliegues tecnológicos actuales presentizan permanentemente la información que fluye si no irrestricta con mucho empuje (pese a los diques de contención de los dueños del poder), cada vez somos más los que “nos enteramos”.

Y tenemos la esperanza que cada vez seamos más quienes cuestionemos a los periodistas prescindentes que hablan de cosas “importantes” o triviales pero salteándose lo más posible el mal rato de ser rotulado antisemita.

Como dice pedagógicamente Andrew Anglin: “La definición oficial de “antisemitismo” antes del 7 de octubre de 2023 era “odiar a los judíos sin motivo alguno”; la posterior a esa fecha  es “decir que los judíos deberían dejar de matar bebés”.[5]

Lo que Israel empieza a cosechar puede ser el comienzo del fin de su impunidad. Chutzpah incluida.

Notas

[1]  Ron Unz, ”Eliminating the Entire Palestinian People”, unz.review, 11 dic. 2023.

[2]  No existen precedentes en la cantidad de soldados israelíes muertos en la operación.

12/10/2023

LUIS E. SABINI FERNÁNDEZ
Tardocolonialismo sionista

Luis E. Sabini Fernández, 12-10-2023

2023: tras el 7 de octubre, la ideología sionista vive uno de sus momentos de gloria.


Diluvio de Al Aqsa, por Ahmad Qaddura, Suecia

Lo que han hecho Hamas y Yihad Islámica desde el 7 de octubre de 2023 (a 50 años exactos del desencadenamiento de la guerra de Yom Kippur, de Egipto contra Israel), en las inmediaciones de la Franja de Gaza, en kibutzim cercanos y ciudades aledañas como Bersheva o Ashkelon, ha sido violento, con asesinatos cometidos con crueldad; arrasando un festival, baleando gente, secuestrando población civil (y militares, que en una sociedad tan militarizada como la israelí es a veces difícil distinguir). Una suerte de “invasión” con muy escasos medios materiales; equipados los “asaltantes” con motocicletas, con alas delta, todos componentes más propios de una guerrilla que de un verdadero ejército; mucha resolución, “poniendo el cuerpo”.

La “respuesta” que lleva a cabo el estado sionista habrá de ser, ya va siendo, mucho más conmocionante, decuplicando, centuplicando las víctimas entre los palestinos alcanzados por la “furia” israelí (mediante una mezcla de superioridad militar y material, forjada por el sionismo en las últimas décadas con una impronta supremacista que forjó el sionismo desde mucho antes de las persecuciones nazis de los ’40).[1]

La primera incursión aérea israelí de respuesta a la “invasión” del 7 de octubre, al estilo de las que se llevaran a cabo bajo la modalidad de castigos mortales y colectivos, en varias oportunidades (2006, 2008, 2012, 2014, sin que a la llamada “comunidad  internacional” jamás se le haya movido un pelo), despliega una oleada de torturas simultáneas sobre cientos de hombres, mujeres, niños, con cráneos destrozados, muslos seccionados, hemorragias mortales, brazos arrancados, rostros desfigurados; todo incluido en ataques inmisericordes con bombas sobre edificios –no sobre cuarteles– de viviendas de civiles con dormitorios, comedores, baños, habitados por bebitos, ancianos, niños, sus padres, jóvenes que juegan a la pelota, que escuchan música.

Genocidio en etapas, con silencio esperable de la ONU, pero también de muchísimas redes independientes, autónomas (nadie quiere quedar como antisemita).

La versión del holocausto cuidadosamente construida por  el IHRA,[2] que les garantizaría a judíos situarse al margen de toda sospecha, por su condición básica de víctimas, es sencillamente una coartada. Más allá de lo efectivamente sufrido por judíos bajo el nazismo. Porque, como bien ha definido el historiador, judío, con víctimas del nazismo en su familia, Norman Finkelstein: “<El Holocausto> es una representación ideológica del holocausto nazi. Al igual que la mayoría de las representaciones similares, ésta tiene una conexión, si bien tenue, con la realidad."[3]

En resumen, Israel y quienes detentan su poder hacen su jugarreta: presentarse como víctimas cuando son los que “producen” la mayor cantidad de víctimas. Es Israel el gran generador de locura, miseria y muerte entre palestinos. Porque el colonialismo, el racismo, siempre han generado lo anterior y también resistencia. A veces resulta difícil de aceptar esta última por su carga de odio. Porque el negado, excluido, expropiado no acierta siempre en la respuesta. Bueno fuera. [4]

 
Diluvio de Al Aqsa, por Morad Kotkot, Jordania

Abya Yala en el Mediterráneo oriental

Procuremos ensanchar el ángulo de mira: el sionismo hace con los palestinos lo que los conquistadores europeos hicieron en Abya Yala, conocida por cómo fue rebautizada por los recién llegados: América.

He aquí una semblanza de Miko Peled, un judío israelí, pero a diferencia de la inmensa mayoría de sus conciudadanos, con conciencia crítica (o si usted  prefiere, autoconciencia):

El racismo y la violencia contra las personas de color en EE.UU. no es nada nuevo. De hecho EE.UU., con sus afirmaciones de [ser] «la tierra de los libres» siempre ha sido un estado racista, genocida y violento. Fue fundado sobre el genocidio de los nativos y sobre las espaldas de los esclavos africanos. EE.UU. cometió los crímenes de guerra más atroces en la historia de la humanidad, incluido el genocidio, el uso de armas nucleares, la destrucción de las democracias y el apoyo a dictadores asesinos en todo el mundo. Y la lista continúa desde los primeros días de la Unión hasta hoy.” [5]

Lo que resulta significativo es cómo los sionistas judíos se identifican con EE.UU. y cómo procuran seguir la senda –colonialista– de los siglos XVII, XVIII, XIX, de EE.UU., en pleno siglo XX (y en el XXI…) en Palestina. Un poco a destiempo, como ignorando “el nuevo tiempo” devenido a partir de 1945, justamente desde EE.UU.

Es un modelo peculiar, empero. Porque a la vez que “se inspiran” en el tratamiento de razas “inferiores” o “inmaduras”  en EE.UU. para llevar a cabo su política de implantación en Palestina, Israel ha procurado ejercer la mayor infiltración imaginable de la sociedad estadounidense, con lo cual el ligamento entre EE.UU. e Israel es doble: el país norteamericano está visualizado como figura “paterna” o modélica, y a la vez como entidad que recibiría los “beneficios” de todos los aportes judíos. Cito otra vez a Peled: “Hay innumerables áreas en la vida de los EE.UU. en las que Israel y diversas organizaciones sionistas influyen e interfieren. La Federación Judía, la Liga Antidifamación y AIPAC son las más comúnmente reconocidas, pero son solo tres de las innumerables organizaciones que operan en los cincuenta estados y persiguen sin descanso los intereses israelíes en todas las facetas de la vida estadounidense. Estas organizaciones interfieren en las elecciones estadounidenses al invertir dinero en las campañas de los candidatos proisraelíes.” (ibíd.) Hablamos de un aporte financiero sustantivo y decisivo en las tomas de decisión.

Tras las voladuras de tres torres neoyorquinas –las gemelas y una más, todo por el precio de dos aviones y miles de víctimas mortales– y el peculiar boquete en el Pentágono del 11 de setiembre de 2000 (con su treintena de muertos), y pese a la inmediata redada de cientos de israelíes bajo sospecha por parte de los organismos de seguridad de EE.UU. (fueron más los detenidos judíos que los árabes en las horas posteriores a las voladuras), Israel logra que “desde el 11 de setiembre muchas fuerzas policiales estadounidenses [sean] entrenadas por expertos en seguridad israelíes.” (ibíd.)

Analizando la penetración judeoisraelí en EE.UU., James Petras señalaba que entre los muchos “proyectos sionistas con considerable financiamiento, hechos para capturar a jóvenes judíos y convertirlos en instrumentos de la política exterior israelí [está] “Taglit-Birthright” que ha gastado más de 250 millones de dólares durante la última década enviando a más de un cuarto de millón de judíos a Israel durante 10 días de intenso lavado de cerebro.[…] Se somete a los estudiantes a una fuerte dosis de militarismo al estilo israelí […] como parte de su adoctrinamiento; en ningún momento visitan Cisjordania, Gaza o Jerusalén Este (Boston Globe, 26 ago 2010). Se les insta a convertirse en ciudadanos de doble nacionalidad e incluso se les alienta a servir en las fuerzas armadas israelíes.[6]

Raza y sexo

Si nos damos cuenta del parentesco entre la “conquista de América” y el proyecto colonialista anglosionista en Palestina, algo que postulan y promueven conocidos dirigentes israelíes, podremos percibir más claramente el destino atribuido a conquistadores y a colonizados.

“El único indio que vale es el indio muerto”. Esa atroz expresión de los coleccionistas de cabelleras de indios asesinados traducía en pleno siglo XIX un giro crematístico muy modernoso, porque las autoridades (públicas o privadas) pagaban por cabellera. Una forma práctica de asegurarse “el despeje territorial”: la tarea que llevaron a cabo los Rosas y Roca en las pampas argentinas; los Rivera en el territorio del Uruguay. Ese “comercio” cumple con una de las leyes sagradas del privilegio: la inversión de la verdad. Porque los “relatos de aventura” para niños han enseñado siempre que los indios eran cazadores de cabelleras (y no por la paga, sino por su crueldad innata).

Análogamente a “la limpieza étnica” que hemos conocido por siglos en las Américas, tenemos, por ejemplo, el testimonio de soldados israelíes, que han declarado –no sabemos si por honestidad intelectual o por chutzpah– que no tienen dificultad alguna, procesal, judicial, si matan a un palestino. Si suman una cabellera a su foja de servicio.

Españoles e ingleses tuvieron distintos comportamientos con los oriundos. Los ingleses rechazaron esa mezcla de sangre (que viene tras la mezcla de jugos sexuales). Los españoles también, tratándose de indios varones con hembras hispanas, pero en absoluto rechazaron el contacto de españoles con “indias”. Al contrario, recién llegados los conmocionó la presencia de mujeres bañadas y limpias.[7] Así comienza el llamado “mestizaje” en América, mal llamada Latina. La desaparición, simbólica o material, de los nativoamericanos es lo que permite que la historia oficial sostenga con impunidad el manejo genealógico afirmando que “descendemos de los barcos”.

Los sionistas en Palestina optaron por “el modelo” inglés; por eso las parejas mestizas son más bien excepcionales. Una política sexual que preserva el linaje. La aceptación de parejas cruzadas tiende a desgastar un racismo étnico. Su rechazo, en cambio, ahonda la posibilidad racista.

Entonces, para entender los últimos acontecimientos del “conflicto palestino-israelí”; Hamas descargando una andanada de cohetes Kassam más o menos mejorados; secuestrando civiles y militares israelíes; población enardecida victimando a israelíes tomados como rehenes, hay que visualizar esas barbaridades junto con las descargadas impunemente por colonos o  militares israelíes sobre campesinos sin armas, sobre jóvenes  o niños que tiran piedras, sobre jovencitas que blandiendo una tijera quieren herir a algún ocupante y es matada sin más. Año tras año, mes tras mes, día tras día.

Recordemos que cuando en 2019 se inician Marchas por la Tierra, sin armas, sin piedras, solo reclamando eso; tierra (crecientemente cercenada y apropiada por sionistas), el aparato de seguridad israelí “contesta” con francotiradores que desde distancia y cómodamente alojan balas en las ingles de manifestantes pacíficos.

Dado que los alcanzados empezaron a morir con inesperada frecuencia, desangrados, el mando israelí cambió la orden a los cómodos (y bien entrenados) francotiradores: no a las ingles sino a los tobillos. Dejaban rengos de por vida, pero no producían el trastorno psíquico y el repudio consiguiente de tantos asesinatos por manifestación.

Ése es el valor de la vida palestina en Israel, como lo recordamos por testimonios sinceros de soldados. Así hay que entender que muchos palestinos, también terminen despreciando la vida de los israelíes.

Aquella hospitalidad histórica, proverbial, de los palestinos (en  el siglo XIX), conviviendo con el Antiguo Yishuv –con los judíos inmemoriales de Palestina, con quienes no se les conoce conflicto– no fue destruida por los palestinos –musulmanes, cristianos o agnósticos– sino por los sionistas. Con el Nuevo o moderno Yishuv. El 7 de octubre fue otro intento, otro “asalto al cielo”. 

Notas

[1]   De todos modos, con datos provisorios, las víctimas israelíes reportadas hasta hoy –se señalan centenares–  no tienen comparación con bajas israelíes en conflictos anteriores, como las intifadas 1987 y 2000 o las invasiones a la Franja de Gaza, donde las muertes palestinas resultaron centenares o miles y las israelíes ni decenas.

[2]  International Holocaust Remembrance Alliance. Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto.

[3]  The Holocaust Industry, Verso Books, N. Y., 2010.

[4]  Un deslinde se impone: Hamas constituye una red religiosa, una suerte de “soldados de Allah”. Tengo enorme desconfianza por todos los saberes divinos. Hamas se aferra a una actividad intolerante que explica el comportamiento afiebrado de sus adherentes. De todos modos, no hay que olvidar que incluso sus atrocidades responden a abusos del muy democrático Israel, con su política genocida, por más gradual que se la presente.

[5]  “«Intercambio mortal», la vigilancia racista de Estados Unidos tiene raíces en Israel”, www.rebelion.org, 5 jun. 2020.

[6]   “Las bases locales y estatales del poder sionista en EE.UU.”, 2010, https://rebelion.org/las-bases-locales-y-estatales-del-poder-sionista-en-ee-uu/ .

[7]  Y la ausencia de mujeres hispanas. Porque la inmigración anglo fue de parejas o familias y la española de segundones “fijosdalgos”, desheredados por el derecho de primogenitura, que venían hambrientos de poder y de sexo porque inicialmente solo cruzaron el Atlántico varones.

27/09/2023

LUIS E. SABINI FERNÁNDEZ
Lo futuro: otra crisis de nuestro tiempo

 Luis E. Sabini Fernández, 26/9/2023

Ha sobrevenido un cambio sustancial en la noción de futuro.

Tengo edad suficiente como para conocerlo experimentalmente y no sólo intelectivamente.

El futuro revolucionario que auspició el socialismo en general y el marxista en particular, criticando a la religión cristiana que depositaba la bienaventuranza en “el más allá” y reclamándola para nuestro más acá, para nuestro mismísimo futuro en la tierra (en la Tierra), pese a su aparente reclamo de mejoras concretas en las vidas humanas, no dejó de seguir siendo un reclamo postexistencial.


El Arador rojo, por Boris Zvorykin (1872-1945), 1920 : “En los campos salvajes, sobre los escombros del feudalismo y del capital, araremos nuestro campo”

La misma calificación de la URSS como “paraíso de los trabajadores” revela su  carácter de mala jugada (tipo juego de la mosqueta). Probablemente hecho con mala conciencia, pues al menos los peldaños superiores de la nomenklatura lo sabían: en la URSS, la condición obrera era una neoesclavitud. Y por ese lado, el acceso al paraíso era definitivamente inalcanzable.

Pero había todo un pueblo esperanzado. Así se vivió la presencia, la existencia de la URSS, grosso modo entre los ’50 y los ’80 (antes, en los ’20, el fuego revolucionario no pasaba por paraíso alguno y después, en los ’80, las sucesivas concesiones tácticas a lo establecido acabaron con la esperanza del fuego y la del paraíso).

La remisión al futuro (“socialista”) expresaba el carácter de coartada ideológica, aunque en general la gente que adhería a tales “convicciones” (por ejemplo todos los afiliados de los partidos comunistas y hasta socialistas), difícilmente se percibieron en su condición de objeto de una temporalidad tramposa.


El crac del futuro socialista

1956 fue un año clave para la “caída de estas investiduras”; la de un socialismo ingenuo, masificado (no por cierto para la intelectualidad, hace mucho enzarzada en debates y luchas de vida y muerte).

Porque durante casi 40 años la liturgia oficial soviética había sorteado los “accidentes” del anarquismo, el trotskismo, el consejismo y otras ‘malformaciones” como anomalías que no dañaban el corpus (sagrado) revolucionario.

El vigésimo congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) puso entonces sobre el tapete el carácter endógeno del mal. De algún mal (y no de todo el mal, como la derecha tradicional trató inmediatamente de aprovechar, exculpando,  como si no existiera, el colonialismo, el racismo, el militarismo clásicos, el capitalismo en suma).

Fue cuando el vigésimo congreso del PCUS reveló que Stalin era un asesino, un dictador omnímodo. 

1956 fue el primer derribo de la aspiración socialista de lo porvenir (que todavía se mencionaba como “el futuro”.[1]

El marxismo había cometido un abuso intelectual, una tropelía psíquica alojando en “el futuro” los sueños de manumisión. Y había cometido, además, una vulgar repetición de la apelación de los sacerdotes cristianos a tolerar las iniquidades del presente para que pudiéramos encontrar la bienaventuranza en nuestro futuro.

La pretensión científica de conocer “el futuro” funcionó, entonces, como coartada ideológica.

Porque, strictu sensu, no se puede conocer, ni siquiera percibir, lo porvenir.

Fue el cientificismo socialista el que forzó esa pretensión, alterando nuestra propia ubicación témporoespacial: el pasado era reconocible y separable de todo ensueño pasado. Era por cierto arduo reconocerlo, recuperarlo. El trabajo histórico, la investigación documentaria, nos podía acercar asintóticamente a él, a lo vivido. Nuestro presente se esfumaba segundo a segundo, se hacía nuestro pasado cada vez más inasible.

Esa temporalidad, empero, no empieza con el socialismo. Fue el optimismo burgués el que amplió la idea de futuro; el porvenir que auguraba siempre algo mejor.


Descargar libro

Edward Bellamy, conjugando su origen estadounidense y la expansión imparable de las ideas socialistas en Occidente en la segunda mitad del Siglo XIX, escribe una novela utópica          El año 2000–, de tecnooptimismo radical, apoyando una sociedad de ensueño sobre la base de los nuevos adminículos tecnológicos que harían la vida agradable, envidiable; vehículos motorizados, como helicópteros,  sermones religiosos por vía telefónica, lavavajillas y otros electrodomésticos,  tarjetas de crédito. Pensemos que Bellamy la publicó en 1892, cuando toda esa ristra de enseres, hoy cotidianos, apenas si estaban despuntando.


Descargar libro 

Este relato utópico, de candorosa simplicidad es una de las últimas versiones de la gran saga utópica de la modernidad con carga totalmente positiva. Es muy significativo que con la instauración soviética, 1917, ese género casi desaparece, en su versión optimista, positiva. En 1920, Yevgeny Zamyatin escribe Nosotros, en la flamante URSS, narrando una sociedad con viviendas con paredes de vidrio, es decir con vida cotidiana sin secretos, y con un espíritu bastante asfixiante. Que le valdrá, al cabo de un tiempo, una cárcel dictada por su examigo Josef Stalin. Que será empero, “magnánimo”: estará preso “apenas” 6 años y luego el exilio (muchos discrepantes y disidentes empezarán en la década del ’30, en que Zamyatin es finalmente condenado, a “pagar” sus “desviaciones” (o traiciones a la “dictadura del proletariado”), con prisiones mucho más largas y duras, o con la vida, directamente.

Nuestra temporalidad, que acostumbrábamos a calificar como pasado-presente-futuro, tenía a lo sumo dos miembros o instancias, asibles, concretas: nuestro presente y el pasado que íbamos construyendo o deshaciéndose a nuestro paso. Lo futuro no estaba. No estaba nunca. Nuestra realidad siempre ha sido la que hemos ido abandonando ingresando a nuestro presente, que se va haciendo pasado continuo, invariablemente (los ritmos, psicológicamente, pueden, variar y uno puede sentir un presente continuo a veces y otras, uno muy fugaz).

El colapso soviético, en 1991, dio un golpe mortal a la idea misma de futuro. La opción política llegó a ser radicalmente descartada en cierto sentido, por Francis Fukuyama[2] en un ensayo en que sostenía que el futuro ya había llegado y era el sistema democrático, de capitales liberados, sin perspectiva de cambios políticos a la vista. Aunque años más tarde, ensayará una autocrítica ante su apresuradísimo dictamen, lo que sí quedaba claro era que la idea de futuro socialista había entrado en crisis, irreversible.

La tóxica noción de futuro socialista (que quería servir como aspiración, para nuestras estrategias de vida) como “necesidad histórica”, como futuro inevitable, reveló tan claramente su inverosimilitud, y su proyección política había sido herida de muerte.

El sistema de poder operó de modo radicalmente distinto, deslastrado de esa imagen, políticamente cargada, de un futuro socialista. Afirmando lo presente como fuente de poder, y de satisfacción. El mundo que vivimos ocupándonos, exigiéndonos, condicionándonos mediante una presentización perpetua, fue configurándonos. Percibimos que es precisamente, lo que tiene vigencia hoy, en nuestro momento histórico.

Esa presentización de nuestras sociedades ha operado mediante una hybris tecnológica que ha permitido a nuestras sociedades cada vez más modernizadas atender  todas las novedades y posibilidades que los despliegues tecnológicos permiten: hoy se puede viajar más rápido y a más lugares; el turismo es una actividad de distracción cada vez más permanente, estructurada en nuestras vidas.

Hemos suprimido la estacionalidad de nuestros alimentos y podemos comerlos (casi) indistintamente, cualesquiera de ellos, los doce meses del año (asunto muy distinto es el acceso material...)

Lo mismo, la cobertura energética, cada vez mayor y en más ámbitos.

Claro que todo eso se hace con un costo, un desgaste planetario, cada vez mayor. Pero dada la complejidad de las interrelaciones técnicas, económicas, financieras, laborales, se hace muy difícil percibir con claridad, por ejemplo, los costos ambientales de que casi todos tengamos “casi todo” (y el celular en primer lugar, epítome de la presentización consumista de nuestro mundo actual).


El celular: pieza clave del vivir en un presente perpetuo

Con la presentización inclemente, sostenida, han entrado en crisis el pasado, y lo futuro. El pasado con sus recuerdos; lo futuro, con sus proyectos.

¡No damos abasto para vivir cada día!, ¡cómo vamos a pretender recordar a mi padre, a mi hermana,  a aquella otra novia, aquella casa tan acogedora! 

Porque nuestra temporalidad no nace desde sí misma. Sino de toda la parafernalia tecnológica que supuestamente “nos asiste”.

Todas las asistencias, todo lo que nosotros consideramos asistencias, pero que en realidad nos condicionan. Pero, claro, sin decírnoslo. La heteronomía se hace muy clara con los adolescentes, aquellos que ya entraron en la rueda de la comunicación cibernética, sostenida, permanente, pero apenas son aprendices y consumidores. Pero nos atañe, y nos rige, a todos.

Todos han experimentado esa anécdota trivial de decirle a tu amiga, a tu prima, o tu padre, que tiene deseo de comer pizza y a las pocas horas, el celular te ofrece una chorrera de pizzerías, a cada cual más tentadora.

Eso revela que el celular no es como los viejos objetos tecnológicos que nos rodeaban inertes. El celu actúa.

Contraactúa (en rigor, contraataca). Es inteligencia artificial. Y no hay diálogo siquiera socrático; aquel que aun sin ser igualitario, está a la búsqueda de la verdad. No, lo que hay es una panoplia innumerable de invitaciones, a muchas de las cuales el usuario del celular accede, mejor dicho, es “accedido”.

La situación actual, con “formas ocultas de propaganda”,[3] como la explicitan los entrevistados en The Social Dilemma [4]  es grave (en el sentido médico del término; que puede causar la muerte). No se trata aquí de los hallazgos de bots, del 3G, 4G, 5G, de las velocidades de transmisión, carga informativa y otros inventos deslumbrantes (y tóxicos), sino de los resultados sociales que se ven cada vez más claramente: los usuarios son modificados, desafiados, interrogados desde, por ejemplo, aplicaciones del celular. El resultado que transmiten en The Social Dilemma: ‘caos masivo, indignación, falta de civilidad, falta de confianza en el otro, soledad, alienación, más polarización, más hackeo de elecciones, populismo, distracciones e incapacidad de pensar en problemas reales.’

Sus entrevistados, todos ellos en su momento personal clave de los actuales emporios digitales (exempleados de Google, Twitter, Facebook, etcétera) nos hablan de “monstruos digitales fuera de control”. Llama la atención la descripción de un futuro que verbaliza Jaron Lanier, a la vista de los crecientes enfrentamientos, las dificultades de entendimiento que observa desplegándose en EE.UU.: “guerra civil, en no más de 20 años”. "Destruiremos nuestra civilización con ignorancia voluntaria". Explicita: “no podamos resolver la cuestión climática, tal vez degrademos las democracias del mundo, y las hagamos caer en una especie de autocracia disfuncional, quizás arruinemos la economía global, quizá no sobrevivamos.”

Hasta al desagradable autoprotagonismo que este estadounidense atribuye a EE.UU. y a su gente,  y a su nosística (imperial, voluntaria o no), hay que concederle su cuota de verdad. Porque, aunque los EE.UU. no están solos ni han logrado cumplir su sueño imperial de 1945, se han acercado bastante. Y se nota particularmente en el perfil tecnológico que nos gobierna, la modalidad consumista que nos estraga.

Los personajes de este semidocumental aciertan en el diagnóstico final desechando toda actitud de rechazo primitivista y absoluto; uno de los personajes-protagonistas (Tristan Harris) aclara que lo que se ha encaramado en nuestras vidas es “una utopía y una distopía al mismo tiempo.”

The Social Dilemma no da, por cierto, pista alguna para salir del atolladero.

Otro de los personajes señala, conciliador que “debemos aceptar que las empresas quieran ganar dinero”, con lo cual el problema y la solución no trascienden lo que llamamos capitalismo. Pero su descripción es clave: “lo malo es que no haya leyes ni reglas ni competencia y que las empresas actúen como una especie de gobierno de facto.” Dictadura, en una palabra. Porque una empresa, un líder, una iglesia que actúa por sí y ante sí, no rinda cuenta, es dictatorial.

El problema es que así ha actuado el gran capital en todas las épocas y circunstancias “necesarias”: así fue el extractivismo “originario” de 1492 en adelante, así se desarrolló la petroquímica; en plena hybris envenenando todo el planeta; así se ha desarrollado la medicina, el Big Pharma, por encima de toda ley, generando iatrogenia.

Historiando esta cuestión, muy bien explica Jonathan Cook: “Las semillas de la naturaleza destructiva actual del neoliberalismo, algo demasiado obvio, se plantaron hace mucho tiempo, cuando el Occidente ‘civilizado e industrializado’ decidió que su misión era conquistar y someter el mundo natural al adoptar una ideología que fetichizaba el dinero y convertía a la gente en objetos a explotar.” [5]

Cook dice bien: “neoliberalismo”. En todo el continente americano, como en el europeo, ésa resulta la categoría conceptual básica; el marco cultural en el que nos movemos.

Y con el quiebre del socialismo, no sólo perdimos un sueño nefasto; también perdimos, aparentemente la capacidad de soñar, porque, aquí señalo otra observación del mismo Cook, tan reveladora como la anterior: “la ideología que se ha convertido en una caja negra, una prisión mental, en la que nos hemos vuelto incapaces de imaginar otra forma de organizar nuestra vida, cualquier otro futuro que al que estamos destinados en este momento. El nombre de esa ideología es capitalismo.” –Fukuyama redivivo–. Hasta allí no llega The Social Dilemma.

De ahí que la noción de futuro haya virtualmente desaparecido. Y no tendríamos más que alegrarnos; siempre un espejismo es un mal acondicionador.

Si no fuera porque la noción de no-futuro (no future) es tan devastadora.

Porque la idea de un futuro cognoscible se torna fácilmente opresiva. Pero la de no tener futuro se nos presenta como mucho más radicalmente aterradora.

 


No Future
, por Maria Llovet, 2010


 Notas

[1]   Conocí en mi familia los efectos del vigésimo congreso. Un tío muy pagado de sí mismo y de su comunismo, luego de negar primero la existencia del vigésimo congreso y explicar luego, condescendientemente, que se trataba de versiones de “la prensa burguesa”, un buen día inició una borrachera, que le duró meses (recuperada su sobriedad en base a manos muy amigas, se hizo antiestalinista ferviente, como todo su partido: perdió la plataforma pero no el fervor, ahora “colgado del pincel”).

[2]  El fin de la historia y el último hombre, Planeta, Barcelona 1992, en el que el autor da por concluida la lucha de clases, y por consiguiente, hegelianamente la historia –como lucha de ideologías.

[3]   Véase lo que escribió Vance Packard hace décadas. Y lo que ha sobrevenido desde entonces.

[4]  Semidocumental norteamericano dirigido por Jeff Ortowski. Con Tristan Harris, Jaron Lanier, Shoshana Zuboff y otros. Septiembre de 2020. Se puede ver en Netflix o aquí gratis